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ANTECEDENTES

La palabra dignidad deriva del latín dignitas, del adjetivo dignus, cuya forma arcaica
nos revela su origen del verbo decet: decente. Según el diccionario enciclopédico El
Ateneo (t. II), el significado de la palabra dignidad es: "...calidad de digno; que merece
algo, en sentido favorable o adverso; correspondiente, proporcionado al mérito y
condición de una persona o cosa...".
La dignidad humana es la actitud de respeto a sí mismo y a los otros, por el
reconocimiento que toda criatura humana posee características que la elevan por encima
de los otros seres. El
respeto a esa dignidad es la garantía suprema del orden social.
En pocas palabras es el respeto que se tiene en sí mismo y en los demás. Es una estima
que se
tiene la persona por tener inteligencia y voluntad y que además tiene esa misma estima
o
respeto para con los demás seres de su misma especie.
La naturaleza de la dignidad humana consiste en conseguir el fin último del hombre; en
buscar
los medios más eficaces y adecuados para lograr el bien de la persona misma y el bien
de las
demás personas, esto implica que quienes violentan los derechos de las demás personas,
no solamente atentan contra la dignidad de estas personas, sino contra su propia
dignidad.
La dignidad humana está relacionada con la calidad y condición de ser humano de toda
persona, la misma que le otorga ciertas características diferentes de todos los demás
seres existente sobre la Tierra, y merecedor por lo tanto de un respeto, trato y del
reconocimiento de un conjunto de derechos que no nacen de las leyes, sino que son
inherentes a su condición misma de ser humano, a su naturaleza.
El término dignidad, por consiguiente, es relacional y supone la libertad y la igualdad,
no basta
con una de ellas. Por ello el liberalismo que reconoce sólo a la libertad como atributo de
la humanidad olvida o ignora la dignidad cuando no le suma a ésta la igualdad y
podemos agregar la solidaridad. Vulneramos la dignidad humana, cuando vulneramos
algunos de sus derechos, especialmente el de la libertad y la igualdad.
Derechos humanos y dignidad tienen una íntima relación, en el hecho de los primeros
hacen
posible que a la persona se le reconozca como tal, como un ser digno. Cuando se le
vulnera los
derechos humanos a una persona, la consecuencia es que esta es víctima de ofensas,
desprecios y humillaciones, es decir que vulnera su dignidad.
El ser persona implica, entre otros atributos, la capacidad de poder relacionarse e
interactuar con los demás individuos. Ello en virtud de que la sociedad ha sido creada
por el mismo hombre, quien a su vez contribuyo a organizarla conforme sus intereses,
es decir, procurando alcanzar su felicidad. En esa búsqueda de felicidad, el ser humano
ha diseñado mecanismos de defensa que le permitan salvaguardar uno de sus atributos
más preciados: su dignidad.
En este contexto, la idea de protección a la dignidad humana se introdujo en el Derecho
positivo, tanto a nivel internacional como nacional, sobre todo a consecuencia del
movimiento de defensa de los derechos humanos que tiene verificativo en la segunda
mitad del siglo XX.
A partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de los dos
Pactos de Naciones Unidas sobre los derechos civiles y políticos y los derechos
económicos, sociales y culturales, en sus respectivos Preámbulos se reconoce que la
dignidad es inherente a todas las personas y constituye la base de los derechos
fundamentales, por lo que se ha convertido en el valor básico que fundamenta la
construcción de los derechos de la persona como sujeto libre y partícipe de una
sociedad.
De modo similar a lo que sucede con los citados instrumentos internacionales, la
dignidad humana se ha incorporado a los ordenamientos jurídicos nacionales de los
Estados, predominantemente en el marco de un reconocimiento general como principio
fundamental, es decir, en los textos de naturaleza constitucional.
Aún y cuando el concepto de dignidad humana tuvo su inicial conformación en el
cristianismo, con el tiempo también ha ido adquiriendo un carácter histórico, y por
ende, en sectores como el político y jurídico se le ha vinculado con otros conceptos,
como la autonomía, la libertad y la igualdad, que en su conjunto han constituido
“valores básicos superiores”, que sirven como referente a la hora de inspirar normas
básicas de Derecho, en específico, aquellas que van a reconocer derechos esenciales de
la persona, tanto en el ámbito nacional como internacional.

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