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urante el mes de enero de este año la directiva del Gremio de Escritores del Perú tuvo
el acierto feliz de organizar una serie de homenajes a José María Arguedas los días
miércoles del mes, siendo tan exitoso que en febrero se continuó con lo mismo. Fue
en una de estas fechas en las que un miembro del público planteó -ante la crítica que uno de
los expositores realizaba a la obra literaria de Mario Vargas Llosa- su desacuerdo y además
señaló que Vargas Llosa era un escritor galardonado muchísimas veces y preguntó luego ¿qué
premio había obtenido Arguedas para pretender que su obra fuera tan o más importante que
la de Vargas?

Preguntas como esta, además de equivocadas en su perspectiva, encierran en su génesis un


problema muy grande, el creer que los premios validan a los premiados. Y necesariamente no
es así. Claro que hay muchísimos artistas, científicos, profesionales, trabajadores y deportistas
galardonados que merecen muchísimo más que el laurel o laureles que se les otorga, por el
valor crucial de su obra en el campo que esta se haya desarrollado. Pero eso no asegura de
ninguna manera que ineludiblemente el ganador sea auténticamente eficiente en lo que hace
o más talentoso u original que otros. Sería, además de pueril un criterio estrecho.

En la actualidad por citar un ejemplo, existen organizaciones privadas y/o públicas que crean
condecoraciones con nombre propio, es decir compran premios o los establecen de acuerdo a
su conveniencia, sin un jurado calificador, sin un concurso, sin opiniones calificadas y muchas
veces falsificando la realidad. En esta sociedad actual en donde la sinceridad es una práctica
cada vez más difícil de hallar en la vida pública de las instituciones, se observa esto tanto en
premios desconocidos, conformados para una situación precisa, como por ejemplo hacer
sobresalir a alguien que no tiene méritos propios, para - como dice la canción - “de un fondo
de botella, hacer un rubí”; hasta en las famosísimas primas, como el Nobel. ¿Quién puede
tomar en serio el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a un obsecuente interventor de las
soberanías nacionales como Barack Obama?

Lo que anida en el fondo de esta concepción, es que el valor de un trabajo se debe sustentar
en la manifestación pública de concordancia. De ser esta una sociedad colectivista aquello
sería maravillosa, pero viviendo en una sociedad fragmentada, en donde la educación se
elitista paulatinamente, y en donde cada vez más lo formal se impone sobre lo real, esta visión
se torna falsa y embaucadora.

No obstante, y para responder al defensor de Vargas Llosa; José María Arguedas si fue
premiado muchas veces, en una época en donde no existían tantos concursos como ahora, y
en donde los premios no se compraban ni se imponían como muchos de ahora.

Arguedas recibió tres premios internacionales: En 1935, el Segundo Premio en el Concurso


Internacional de “Revista Americana” de Buenos Aires, por el libro “Agua”; en 1955, el Premio
por el Concurso de Cuento del diario “El Nacional” de México, por la narración “La muerte de
los hermanos Arango”; en 1963, el Certificado de mérito de la Fundación William Faulkner de
Estados Unidos por la novela “Los ríos profundos”.

Y obtuvo cuatro distinciones nacionales: En 1958, el Premio Fomento a la Cultura “Javier


Prado”, por su Tesis “La evolución de las comunidades indígenas”, para obtener el bachillerato
en Etnología; en 1959, el Premio Fomento a la Cultura “Ricardo Palma” por la novela “Los ríos
profundos”; 1962, el Premio Fomento a la Cultura “Ricardo Palma” por la novela “El Sexto” y
en 1968, el Premio “Garcilaso de la Vega”, patrocinado por la Beneficencia Pública de Lima,
para el “escritor peruano de género narrativo, poético, dramático o de ensayo, cuya obra
constituya por su trascendencia, continuidad y ejemplaridad, una contribución objetivamente
valiosa al arte y a las letras del Perú”

Obtuvo también una beca de la UNESCO en 1958, para efectuar investigaciones en España y en
Francia en el lapso de siete meses, producto de los cuales surge su tesis para lograr el
doctorado, titulada “Las comunidades de España y del Perú” de 1963.

Por su extraordinaria labor como docente y difusor cultural recibió las Palmas Magisteriales en
el grado de Comendador en julio de 1964 y una Resolución Suprema firmada por la presidencia
de la República en agosto de 1964, reconociendo los “servicios prestados a favor de la cultura
nacional”. Estas dos preseas se le asignaron durante el gobierno de Fernando Belaúnde, lo que
no impediría que José María Arguedas renunciara inmediatamente después –en agosto- a la
dirección de la Casa de la Cultura del Perú, por los impedimentos que causaba el grupo
parlamentario aprista en lo referente a los temas de rescate cultural del país; así como criticara
duramente la firma del Acta de Talara, que entregaba el país al capital norteamericano en
setiembre de 1968, en carta a Francisco Garúa, de la revista “Oiga”

Hay que señalar también que perdió un concurso en 1953, el Premio Fomento a la Cultura
“Ricardo Palma”, por la obra “Diamantes y pedernales”, que fue – creemos – injustamente
declarado desierto. Luego de esta decepción Arguedas pensó no presentarse más a ningún
concurso. Felizmente desechó esta opción. Es justamente “Diamantes y pedernales” una
novela pequeña que ha merecido un estudio de antropología de la música el año 2007 por
Chilena Vásquez [3]. Esta misma obra hizo rectificar al maestro Antonio Cornejo Polar un
primer juicio equivocado respecto a ella. Dijo en 1977 Cornejo: “En mi libro sobre la obra
narrativa de José María Arguedas dejé sin estudiar Diamantes y pedernales, una breve novela
que apareció en 1954. Pensé entonces que dentro del conjunto global de la obra de Arguedas,
Diamantes y pedernales era un texto menor, de “importancia discutible”. Aunque sin duda
alguna la comparación con las otras novelas no le es favorable, pienso ahora que Diamantes y
pedernales tiene mucha mayor significación de la que originalmente pude captar.”[4]. Esta
extraordinaria narración hace sobresalir el tema de la discriminación racial y de género como
manifestación de la desigualdad social, pero introduce además el maravilloso elemento de la
expresión musical como principal canal comunicativo. El personaje indio y músico pretende
además a una mujer imposible para sus ansias. Ya imaginamos el criterio del jurado para
declarar desierto este concurso. Y tal vez para comparar novelas o cualquier producto artístico
haya que establecer criterios, pues cada obra responde a momentos creativos y de evolución
en la personalidad del autor, sujeta a las transformaciones del contexto social y político,
diferentes. Él mismo fue jurado en un sinnúmero de certámenes, siendo tal vez los más
difundidos, el Concurso Folklórico de 1967 en Puno, y el Premio “Casa de las Américas” de
Cuba, en 1968. Siempre tuvo como criterio de selección aquellas obras que mostraran una
manifestación personal pero al mismo tiempo general del alma humana, que trabajando con
los elementos mestizos, es decir con aportes culturales heterogéneos, desarrollaran su
proceso creativo “viviéndolos y manejándolos con sabiduría e inspiración máximas” Y así como
creemos que confrontar obras merece un tratamiento delicado y tal vez toda una teoría de la
estética, pensamos también que comparar ingenua o simplemente a Arguedas con Vargas
Llosa no tiene sentido, pues ambos responden a realidades diversas, pues tanto ética como
conceptualmente la literatura y la ciencia fueron utilizadas y desarrolladas de formas
diametralmente opuestas por los dos escritores. Arguedas escribió para rebelar y revelar en
hermosa paronimia revolucionaria. Vargas Llosa lo hace para someter y desfigurar. Que si el
autor de “La ciudad y los perros” ha obtenido más premios. Sí, es cierto, pero hay que decir
que aunque no se tomaran en consideración las advertencias reseñadas al iniciar este escrito,
y todo se convirtiera en un tema de competencia, entonces diremos que los premios a José
María Arguedas por su obra incluyen reconocimientos por su trabajo en disciplinas tan
diversas como la literatura, la antropología, la etnología, la pedagogía, el fomento a la cultura
como folklorista y promotor cultural; así como el inmenso y eterno recuerdo de los hombres y
las mujeres del Perú, agradecidos por su labor en defensa de las manifestaciones culturales de
nuestros pueblos atávicamente abusados por los que hasta ahora y por ahora ejercen el poder.
Mayor galardón no habría soñado Arguedas. Sólo por eso, Vargas Llosa está derrotado aún
antes de morir, con la pluma todavía en ristre, por el olvido al que el pueblo lo someterá por
siempre. ¿Adivinamos el futuro? Claro que no. Lo dirá la historia. Y la historia es el pueblo vivo.

] Todos estos datos se pueden ampliar revisando el trabajo de Mildred Merino de Cela, José
María Arguedas, vida y obra / Bibliografía. En: José María Arguedas veinte años después:
Huellas y horizonte (1969 – 1989). Escuela de Antropología de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos / Icono Ediciones. Lima – Perú, 1991. Págs. 97 – 144.

] En la Biografía de José María Arguedas Altamirano, escrita por el profesor universitario


Humberto Collado Román (Editorial San Marcos, Lima – Perú, 2005) se ubica esta carta
equivocadamente en octubre del año 1968, resultando Arguedas crítico al golpe de Estado del
General Juan Velasco Alvarado. Inclusive se le amonesta por no haberse expresado sobre “la
muerte de los miembros del MIR por parte del Ejército. Pudo haberlo opinado favorable o
desfavorablemente, pero no lo hizo.” (Pág. 115), dice el biógrafo. Sin embargo nada dice del
Discurso pronunciado ante los estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería en un
homenaje a Javier Heraud, miembro del ELN, asesinado en 1963, en donde Arguedas dice:
“Hasta el día de hoy, quienes tienen la responsabilidad del gobierno y del destino del Perú no
han permitido sino un sólo campo de acción para quienes anhelan la justicia verdadera, es
decir, el camino abierto hacia la igualdad económica y social que a la igualdad de la naturaleza
humana corresponde: ése es el camino de la rebelión, el del acoso y el de la muerte.” Este
texto fue publicado por primera vez en el número 53 del periódico “El caballo rojo”, en mayo
de 1981 y vuelto a editar el año 2008 en “Unión Libre”, boletín del Gremio de Escritores del
Perú. Claro que podría argumentarse que estas palabras fueron compuestas por un hecho
ocurrido antes del gobierno de Belaúnde. Leamos ahora que dice Arguedas de este último y de
los apristas, en artículo publicado en la revista “Oiga” el 05 de diciembre de 1969, pero escrito
en julio: “El local del monstruoso partido que se hizo representar por los presidentes de las dos
Cámaras en el Acta de Talara; el partido elector y socio de Prado; el que torpedeó, en
desembozada alianza con la oligarquía y el imperialismo, los primeros intentos de reforma de
Belaúnde a quien después incorporaron también en la “gran” alianza (…)” (El ejército peruano.
Tomado de: ARGUEDAS, José María. ¡Kachkaniraqmi! ¡Sigo siendo! Textos Esenciales
(Compilación y notas: PINILLA, Carmen María). Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima –
Perú, 2004. Págs. 581 - 584.).

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