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urante el mes de enero de este año la directiva del Gremio de Escritores del Perú tuvo
el acierto feliz de organizar una serie de homenajes a José María Arguedas los días
miércoles del mes, siendo tan exitoso que en febrero se continuó con lo mismo. Fue
en una de estas fechas en las que un miembro del público planteó -ante la crítica que uno de
los expositores realizaba a la obra literaria de Mario Vargas Llosa- su desacuerdo y además
señaló que Vargas Llosa era un escritor galardonado muchísimas veces y preguntó luego ¿qué
premio había obtenido Arguedas para pretender que su obra fuera tan o más importante que
la de Vargas?
En la actualidad por citar un ejemplo, existen organizaciones privadas y/o públicas que crean
condecoraciones con nombre propio, es decir compran premios o los establecen de acuerdo a
su conveniencia, sin un jurado calificador, sin un concurso, sin opiniones calificadas y muchas
veces falsificando la realidad. En esta sociedad actual en donde la sinceridad es una práctica
cada vez más difícil de hallar en la vida pública de las instituciones, se observa esto tanto en
premios desconocidos, conformados para una situación precisa, como por ejemplo hacer
sobresalir a alguien que no tiene méritos propios, para - como dice la canción - “de un fondo
de botella, hacer un rubí”; hasta en las famosísimas primas, como el Nobel. ¿Quién puede
tomar en serio el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a un obsecuente interventor de las
soberanías nacionales como Barack Obama?
Lo que anida en el fondo de esta concepción, es que el valor de un trabajo se debe sustentar
en la manifestación pública de concordancia. De ser esta una sociedad colectivista aquello
sería maravillosa, pero viviendo en una sociedad fragmentada, en donde la educación se
elitista paulatinamente, y en donde cada vez más lo formal se impone sobre lo real, esta visión
se torna falsa y embaucadora.
No obstante, y para responder al defensor de Vargas Llosa; José María Arguedas si fue
premiado muchas veces, en una época en donde no existían tantos concursos como ahora, y
en donde los premios no se compraban ni se imponían como muchos de ahora.
Obtuvo también una beca de la UNESCO en 1958, para efectuar investigaciones en España y en
Francia en el lapso de siete meses, producto de los cuales surge su tesis para lograr el
doctorado, titulada “Las comunidades de España y del Perú” de 1963.
Por su extraordinaria labor como docente y difusor cultural recibió las Palmas Magisteriales en
el grado de Comendador en julio de 1964 y una Resolución Suprema firmada por la presidencia
de la República en agosto de 1964, reconociendo los “servicios prestados a favor de la cultura
nacional”. Estas dos preseas se le asignaron durante el gobierno de Fernando Belaúnde, lo que
no impediría que José María Arguedas renunciara inmediatamente después –en agosto- a la
dirección de la Casa de la Cultura del Perú, por los impedimentos que causaba el grupo
parlamentario aprista en lo referente a los temas de rescate cultural del país; así como criticara
duramente la firma del Acta de Talara, que entregaba el país al capital norteamericano en
setiembre de 1968, en carta a Francisco Garúa, de la revista “Oiga”
Hay que señalar también que perdió un concurso en 1953, el Premio Fomento a la Cultura
“Ricardo Palma”, por la obra “Diamantes y pedernales”, que fue – creemos – injustamente
declarado desierto. Luego de esta decepción Arguedas pensó no presentarse más a ningún
concurso. Felizmente desechó esta opción. Es justamente “Diamantes y pedernales” una
novela pequeña que ha merecido un estudio de antropología de la música el año 2007 por
Chilena Vásquez [3]. Esta misma obra hizo rectificar al maestro Antonio Cornejo Polar un
primer juicio equivocado respecto a ella. Dijo en 1977 Cornejo: “En mi libro sobre la obra
narrativa de José María Arguedas dejé sin estudiar Diamantes y pedernales, una breve novela
que apareció en 1954. Pensé entonces que dentro del conjunto global de la obra de Arguedas,
Diamantes y pedernales era un texto menor, de “importancia discutible”. Aunque sin duda
alguna la comparación con las otras novelas no le es favorable, pienso ahora que Diamantes y
pedernales tiene mucha mayor significación de la que originalmente pude captar.”[4]. Esta
extraordinaria narración hace sobresalir el tema de la discriminación racial y de género como
manifestación de la desigualdad social, pero introduce además el maravilloso elemento de la
expresión musical como principal canal comunicativo. El personaje indio y músico pretende
además a una mujer imposible para sus ansias. Ya imaginamos el criterio del jurado para
declarar desierto este concurso. Y tal vez para comparar novelas o cualquier producto artístico
haya que establecer criterios, pues cada obra responde a momentos creativos y de evolución
en la personalidad del autor, sujeta a las transformaciones del contexto social y político,
diferentes. Él mismo fue jurado en un sinnúmero de certámenes, siendo tal vez los más
difundidos, el Concurso Folklórico de 1967 en Puno, y el Premio “Casa de las Américas” de
Cuba, en 1968. Siempre tuvo como criterio de selección aquellas obras que mostraran una
manifestación personal pero al mismo tiempo general del alma humana, que trabajando con
los elementos mestizos, es decir con aportes culturales heterogéneos, desarrollaran su
proceso creativo “viviéndolos y manejándolos con sabiduría e inspiración máximas” Y así como
creemos que confrontar obras merece un tratamiento delicado y tal vez toda una teoría de la
estética, pensamos también que comparar ingenua o simplemente a Arguedas con Vargas
Llosa no tiene sentido, pues ambos responden a realidades diversas, pues tanto ética como
conceptualmente la literatura y la ciencia fueron utilizadas y desarrolladas de formas
diametralmente opuestas por los dos escritores. Arguedas escribió para rebelar y revelar en
hermosa paronimia revolucionaria. Vargas Llosa lo hace para someter y desfigurar. Que si el
autor de “La ciudad y los perros” ha obtenido más premios. Sí, es cierto, pero hay que decir
que aunque no se tomaran en consideración las advertencias reseñadas al iniciar este escrito,
y todo se convirtiera en un tema de competencia, entonces diremos que los premios a José
María Arguedas por su obra incluyen reconocimientos por su trabajo en disciplinas tan
diversas como la literatura, la antropología, la etnología, la pedagogía, el fomento a la cultura
como folklorista y promotor cultural; así como el inmenso y eterno recuerdo de los hombres y
las mujeres del Perú, agradecidos por su labor en defensa de las manifestaciones culturales de
nuestros pueblos atávicamente abusados por los que hasta ahora y por ahora ejercen el poder.
Mayor galardón no habría soñado Arguedas. Sólo por eso, Vargas Llosa está derrotado aún
antes de morir, con la pluma todavía en ristre, por el olvido al que el pueblo lo someterá por
siempre. ¿Adivinamos el futuro? Claro que no. Lo dirá la historia. Y la historia es el pueblo vivo.
] Todos estos datos se pueden ampliar revisando el trabajo de Mildred Merino de Cela, José
María Arguedas, vida y obra / Bibliografía. En: José María Arguedas veinte años después:
Huellas y horizonte (1969 – 1989). Escuela de Antropología de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos / Icono Ediciones. Lima – Perú, 1991. Págs. 97 – 144.