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Introducción básica
Dr. René Krüger
Los métodos de análisis bíblico
Si nuestro fin es estudiar y explicar la Biblia, podemos usar diversos caminos o métodos.
Podemos acercar a la Biblia con la lectura personal; la podemos leer bíblico en un grupo de
estudio bíblico; podemos preparar un sermón o devocional. Cada acercamiento es una especie
de método o camino de interpretación. La Biblia contiene una gran cantidad de datos, y todos
ellos son útiles para su mejor comprensión. Estos datos se suelen agrupar para facilitar el
estudio. Así tenemos el vocabulario bíblico, los principales conceptos, la historia, las parábolas,
el manejo de la concordancia, la comparación literaria, el estudio de los géneros literarios, el
análisis de la redacción. También se investigan los factores sociológicos, históricos, culturales
y de género. Estos diferentes elementos se investigan precisamente con los Métodos
exegéticos. Bajo Método entendemos una camino para alcanza un fin. El método no es el fin
en sí mismo, sino sólo un modo de aproximarse a la meta (y nunca es el único modo). La
Exégesis es la explicación de un texto. Métodos exegéticos son conjuntos de herramientas
para comprender un texto con la mayor cantidad posible de elementos: el texto como una
unidad, la historia de ese texto, su origen y su formación, su forma, su lenguaje, sus ideas y
conceptos, su género literario, su redacción, su mensaje. Todo esto quizá suene algo complejo
y alejado de la realidad del lector o la lectora creyente; pero cuando esta persona abre su
Biblia, inmediatamente se encuentra con el fruto del trabajo de quienes han aplicado estos
métodos. La traducción, las introducciones a cada libro, la misma transmisión del texto, todo
ello ha costado inmenso trabajo. Y cuando la congregación se dispone a escuchar el sermón,
recibe los frutos del estudio realizado por su pastora o pastor. Notamos, pues, que los métodos
de análisis bíblico no son algo tan alejado de la realidad como podría parecer a primera vista.
En todas las ciencias surgen constantemente enfoques y descubrimientos nuevos. En la
segunda mitad del siglo XX surgió un método especial llamado análisis estructural o
semiótico de textos bíblicos. Comúnmente se entiende bajo semiótica la ciencia que
estudia los signos. Como tal, es una descripción científica de los sistemas y prácticas
significantes; en un sentido más restringido se suele emplear el concepto como equivalente a
“análisis semiótico de los textos”.
Entre los diversos métodos semióticos, ha tenido especial relevancia para los estudios bíblicos
la escuela del lituano Algirdas Julien Greimas, radicado en París y líder del análisis estructural
en la École Pratique des Hautes Études en Sciences Sociales, y de sus seguidores, conocidos
principalmente como Grupo de Entrevernes.
Greimas recepcionó los resultados de las investigaciones de Ferdinand de Saussure, Vladimir
Propp, Claude Lévi-Strauss, E. Benveniste y otros, combinándolas con su propia metodología y
aplicando este conjunto a la investigación de la dimensión de la semántica, hasta ese momento
algo descuidada por la lingüística. Greimas presentó sus conceptos básicos en dos obras:
Sémantique structurale. Recherche de méthode, Paris, Larrousse, 1966 (versión castellana:
Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1971); y Du sens. Essais sémiotiques, París, Seuil,
1970 (versión castellana: En torno al sentido. Ensayos semióticos, Madrid, Fragua, 1973.
Greimas hizo la presentación práctica de su método en Maupassant. La sémiotique du texte.
Exercices pratiques, París, Seuil, 1976. Uno de las primeras introducciones al pensamiento y al
modelo de trabajo de Greimas es el artículo de C. Galland, “Introduction à la méthode de A.-J.
Greimas”, en: RThR 48 (1973) 35-48. El Grupo de Entrevernes elaboró una presentación
completa del método de análisis semiótico de Greimas: Grupo de Entrevernes (Giroud, Jean-
2
Claude; Panier, Louis, Red.), Analyse sémiotique des textes. Introduction – Théorie – Pratique,
Lyon, Presses Universitaires, 1979. Versión castellana: Grupo de Entrevernes, Análisis
semiótico de los textos. Introducción, teoría, práctica. Traducido del francés por Iván Almeida
Prólogo, notas y acomodación por Juan Mateos, Madrid, Cristiandad, 1982.
Buen valor práctico posee el manual de Joseph Courtés, Introducción a la semiótica narrativa y
discursiva. Metodología y aplicación. Estudio preliminar de A. J. Greimas. Traducido del
francés por Sara Vasallo. Buenos Aires, Hachette, 1980. Para la terminología véase el
diccionario de semiótica de Algirdas Julien Greimas, Semiótica. Diccionario razonado de la
teoría del lenguaje. Versión española de Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico
Carrión, Madrid, Gredos, 1982.
Véanse también Equipo “Cahiers Evangile”, Iniciación en el análisis estructural, Estella, Verbo
Divino, 1978; y Jean-Claude Giroud, Semiótica. Una práctica de lectura y de análisis de los
textos bíblicos, Estella, Verbo Divino, 1988.
dedica a la forma final del texto, tal como salió de la mano del autor final y tal como lo hemos
recibido. Esta forma de trabajar con la forma canónica no reemplaza la histórico-crítica, sino
que la complementa.
Finalmente, luego del estudio del texto y su “antes” y del texto “en sí mismo”, hay un tercer
acercamiento, la hermenéutica, entendida como la ciencia de la interpretación de los textos
para la actualidad. Es, si se quiere, el estudio del texto y “su después”. Una vez constatado
mediante los métodos histórico-críticos y la semiótica lo que dice ahí en el texto, todavía falta
comprenderlo también para nosotros hoy. La exégesis histórico-crítica y el análisis semiótico
son explicación, pero para que un texto nos hable, debe ser interpretado. Aquí comienza la
tarea de la hermenéutica. La hermenéutica enfoca el texto desde nosotros y para nosotros.
Considera el texto desde la persona y la comunidad que lo lee hoy, pues nuestras condiciones
de lectura, tradiciones y situaciones son diferentes de los lentes de los autores de los textos
antiguos. Pertenece a la tarea de la hermenéutica definir nuestra ubicación, nuestro tiempo,
nuestro enfoque de lectura de la Biblia; y poner nuestro mundo de experiencias y expectativas
en relación con el mundo del texto, para trazar puentes de ida y venida entre ambos mundos.
Sólo así comienza a hablarnos un texto antiguo. Todo texto tiene una reserva de sentido, que
es explorada desde el horizonte de la persona que lee ese texto. De esta manera se produce
en realidad una relectura del texto.
sentido mismo del texto. Con ello, el interés de los y las exégetas se traslada en última
instancia a una etapa precanónica del texto. El análisis redaccional parece equilibrar esa
desventaja; sin embargo, es un acercamiento similar, pues se lo suele comprender como una
historia de la redacción, colocando con ello nuevamente el énfasis sobre el proceso de la
formación del texto en lugar de trabajar sobre su forma final. Ahora bien, la teología, la
proclamación y la enseñanza eclesiásticas del mensaje de los textos trabajan sobre textos que
poseen una determinada forma final. Los pasos histórico-críticos reconstruyen la historia del
texto y aportan datos imprescindibles para su comprensión, pero no equivalen directamente a
la explicación del sentido del texto. El sentido no es suministrado por los fragmentos del gran
vitral o mosaico, sino por la figura final, definitivamente estructurada1. Claro está que la
compresión de las piezas del vitral y del proceso de armado es parte esencial de esta
interpretación.
Aquí entra el aporte de la semiótica. Así como el método histórico-crítico es indispensable para
el análisis “estratigráfico” o “arqueológico” y diacrónico del texto, el análisis semiótico de las
diferentes estructuras de superficie, el nivel narrativo (sujetos, objetos, actantes, funciones y
programas), el nivel descriptivo (figuras, conjuntos figurativos, temas descriptivos, papeles
temáticos e isotopías) y la estructura profunda es imprescindible para la comprensión
sincrónica del texto.
En la medida en que el estudio histórico-crítico del texto con su prehistoria pasa a la
comprensión semiótica del texto “en sí”, se resuelve también de manera “natural” el problema
de la relación entre la semiótica y el método histórico-crítico, muy discutido en los primeros
tiempos del análisis estructural.
En el trabajo histórico-crítico se realiza una transferencia ciertamente ilegítima al asumir que la
exposición de la dimensión semántica del texto (¿Qué dice el autor?) lleva directa y
mecánicamente a la dimensión hermenéutica (¿Qué nos dice el texto?). Pues esto presupone
establecer como primacía que el ser humano crea significados, que pueden ser transmitidos
poco más o menos como “paquete”. Claro que el ser humano crea significados; pero las
estructuras altamente diferenciadas en las que se desarrolla y con las que le toca vivir, también
le imponen significados. El sentido proyectado por un autor o una autora no necesariamente
tiene que equivaler al sentido que transmite el texto final. Por su parte, este sentido se
relaciona con diversas estructuras de su contexto como también del actual, es determinado por
ellas y las sobredetermina. A la vez, el texto mismo se compone de estructuras, que no sólo
son un “medio” para la transmisión de sentido, sino que son parte del mensaje. Por ello, la
combinación de la investigación de las estructuras del texto con el estudio de sus dimensiones
históricas (autor o autora, situación matriz, destinatarios, lugar, época, etc.) posee una mayor
posibilidad de hacer hablar al texto. De ello se desprende que la combinación y la mutua
complementariedad del método histórico-crítico como investigación diacrónica de los elementos
del texto y de la semiótica como su comprensión sincrónica hacen mayor justicia a la
comprensión del ser humano como creador de significados y sentidos y a la vez como ser
2
histórico condicionado por significados que le son “impuestos” .
La semiótica comprende el texto como expresión lingüística y como categoría fundamental, y no
como mero acceso a otros niveles (historia de la formación del texto, su prehistoria, contexto,
cultura, religión, sociedad, etc.), como suele suceder en mayor o menor grado con el MHC y
1
En este nivel se inserta también el acercamiento canónico (Canonical Approach), según el cual el canon
tiene una función hermenéutica para la interpretación de la Biblia. Esta perspectiva ha sido desarrollada
vigorosamente por B. S. Childs, „Die theologische Bedeutung der Endform eines Textes“, en: ThQ 167
(1987) 242-251; y The New Testament as Canon. An Introduction, Valley Forge, Pennsylvania, Trinity
Press International, 1994.
2
Daniel Patte, What is Structural Exegesis?, Philadelphia, Fortress Press, 1976, p. 14.
5
3
H. Zimmermann – K. Kliesch, Neutestamentliche Methodenlehre. Darstellung der historisch-kritischen
7
Methode, Neubearb. von Klaus Kliesch, Stuttgart, Katholisches Bibelwerk, 1982 , p. 271.
4
Jean Calloud, Structural Analysis of Narrative, Philadelphia-Missoula, Fortress Press-Scholars Press,
1976, p. 1.
5
Grupo de Entrevernes, Análisis semiótico de los textos, p. 16.
6
preguntas acerca de los antecedentes del texto. Queda claro que la semiótica pregunta acerca
de lo que sucede en el texto mismo6, y no acerca del Sitz im Leben, la época de composición,
el autor o los destinatarios. En el texto mismo suceden hechos y acciones lógicas:
afirmaciones, negaciones, conjunciones, oposiciones, verificaciones, acercamientos,
comparaciones, alejamientos. Todo lo demás, por lo cual pregunta el método histórico-crítico,
la ciencia introductoria y la crítica canónica, sucedió o sucede fuera del texto: antes de su
conformación definitiva (crítica literaria, formas y géneros, tradiciones, transmisión, redacción,
composición; cuestiones de introducción); con el texto (p. ej., canonización); después de él
(transmisión del texto, crítica textual); por él (historia de los efectos). Pero con todo, el método
histórico-crítico es imprescindible para la comprensión semiótica de un texto. En primer lugar,
los textos bíblicos son obras clausuradas, que ya no están expuestas a modificaciones como sí
lo es un diálogo actual en el que se pueden hacer cuestionamientos y brindar respuestas. Si un
semiótico pregunta acerca de procesos de formación o de trasfondos, sólo el método histórico-
crítico puede responderle. En segundo lugar, los textos provienen de culturas y épocas
distantes, que se volvieron extrañas para nosotros. La comprensión misma de los conceptos y
las formulaciones exige la asimilación de tanto material lingüístico, histórico, cultural, religioso,
etc., que para todo trabajo científico con esos textos se requiere todo un léxico cultural.
De esta manera, luego de intercambiar críticas mutuas, ambas orientaciones metodológicas
comenzaron a entablar un diálogo. Desde los últimos años de la década del setenta del siglo
XX, los exégetas comprometidos con la semiótica vienen repitiendo que ambos métodos, el
histórico-crítico y la semiótica, ya no pueden seguir ignorándose mutuamente. Tienen dos
metas en común: trabajan sobre los mismos textos, y les interesa el sentido de los textos. La
7
única actitud aceptable y madura es, pues, la de la cooperación y de la convergencia de los
8
métodos , dedicándose el método histórico-crítico a la investigación del texto y su prehistoria (y
6
Jean Calloud, Structural Analysis of Narrative, p. 9-10.
7
J. Delorme, “L’intégration des petites unités littéraires dans l’Evangile de Marc du point de vue de la
sémiotique structurale”, en: NTS 25 (1978-79), p. 469.
8
Véase sobre ello un trabajo de los primeros años “en común”: Paul Riccoeur, “Del conflicto a la
convergencia de los métodos en exégesis bíblica”, en: Roland Barthes et alii, Exégesis y hermenéutica,
Madrid, Cristiandad, 1976, p. 33-50.
Mucho antes del desarrollo de la semiótica, James Barr hizo el intento de establecer una relación entre la
metodología lingüística y el amplio campo de las ciencias bíblicas: The Semantics of Biblical Language,
Oxford, The Clarendon Press, 1961.
La revisión de la clásica obra Neutestamentliche Methodenlehre de H. Zimmermann por Klaus Kliesch
(1982) ya toma en cuenta la necesidad de esta cooperación entre la exégesis histórico-crítica y la crítica
lingüística, y bosqueja breves programas para los diferentes pasos metodológicos (crítica textual, crítica
literaria, historia de las formas, historia de la redacción (p. 275-285). Kliesch subraya que el trabajo
lingüístico es indispensable, pero al mismo tiempo constata (para su momento) que falta “un método
amplio para la interpretación del texto sobre una base lingüística”, p. 280. Este déficit queda corregido por
el método semiótico de Greimas, tal como es presentado por el manual del Grupo de Entrevernes. Kliesch
remite a la versión alemana del primer libro del Grupo de Entrevernes: J. Delorme (Ed. para el Grupo de
Entrevernes), Zeichen und Gleichnisse. Evangelientext und semiotische Forschung. Mit einer Studie von J.
Geninasca und einem Nachwort von A. J. Greimas, Düsseldorf, Patmos Paperback, 1979 (original
francés: Signes et paraboles. Sémiotique et texte évangélique, París, Seuil, 1977; versión castellana:
Grupo de Entrevernes, Signos y Parábolas. Semiótica y texto evangélico. Con un estudio de Jacques
Geninasca. Epílogo de Algirdas Julien Greimas, Madrid, Cristiandad, 1979), y dice: „Este libro presenta el
inventario y el método del análisis semiótico de textos, como se lo viene practicando desde hace tiempo
en Francia”, p. 281, nota 33; pero no menciona el manual del mismo Grupo de Entrevernes, publicado en
1979: Analyse sémiotique des textes. Introduction – Théorie – Pratique, Lyon, Presses Universitaires,
1979.
7
no sólo la prehistoria del texto), y la semiótica al texto en sí, presuponiendo para ello la
prehistoria.
Actualmente muchos comentarios, monografías y artículos trabajan con una combinación de
los diferentes métodos en la investigación de los textos bíblicos9. En lo que respecta al mundo
exegético de América Latina, éste es consciente de que el conjunto y el desarrollo de los
métodos exegéticos y sus posibilidades de combinación no constituyen ningún monopolio de
una determinada tradición cultural o confesional, sino que están a disposición de todas las
personas que están interesadas en el trabajo con el texto bíblico. El mundo latinoamericano
sabe que el método histórico-crítico se desarrolló ante todo en Europa10 y que la semiótica de
Greimas surgió concretamente en Francia11; pero también sabe que la investigación y la
interpretación de la Biblia constantemente se enriquecen con aportes de otros contextos, con
nuevas preguntas y sobre todo con nuevos horizontes hermenéuticos. En este panorama las
perspectivas hermenéuticas originadas en la América Latina marcada por las diferencias
sociales y económicas, los hilos conductores de la explotación, el sufrimiento y la esperanza
atraviesan la mayor parte de los estudios exegéticos y hermenéuticos de este continente.
Principios de la semiótica
Como toda metodología, la semiótica se basa en algunos principios fundamentales, que son
los siguientes:
1. Distinción entre sincronía y diacronía
En la lengua hay dos aspectos: el sincrónico y el diacrónico. El diacrónico se refiere a las
transformaciones del idioma a lo largo de su evolución; y es estudiado por la filología, la
etimología, la historia de la lengua. Diferente de ello es el aspecto sincrónico. La lengua no es
sólo un conjunto de términos que duermen pasivamente en un diccionario o en una gramática.
Es un código entre cuyos elementos se pueden establecer relaciones, diferencias y
oposiciones. En un discurso oral o escrito, las palabras adquieren su valor a partir de su
posición y oposición con respecto a otros signos lingüísticos. La semiótica, como parte de la
interna y la estructuración: ¿Cómo funciona el texto? ¿Cómo dice el texto lo que dice? ¿Qué
afirmaciones, negaciones, conjunciones y oposiciones hay en el texto?
Niveles de análisis
El análisis estructural distingue dos niveles o dimensiones en un texto: el de la estructura
manifiesta y el de la estructura inmanente.
1. Estructuras manifiestas
La estructura manifiesta consiste en la organización de las unidades literarias, los paralelismos
de todo tipo, las oposiciones, los quiasmos, las estructuras concéntricas y todas las simetrías.
El conjunto de estos elementos da una primera muestra de lo que pasa en el interior del texto.
La naturaleza está llena de simetrías. En una simetría los elementos se oponen o
complementan por pares, formando dos mitades de una única estructura. El cuerpo humano
tiene unas cuantas simetrías: dos ojos, dos extremidades inferiores y dos superiores, dos
pulmones, dos orejas, etc. Todas estas partes del cuerpo se corresponden. No son
precisamente iguales, sino simétricas.
Es sorprendente descubrir que la literatura bíblica también está llena de simetrías. Las
simetrías son disposición de palabras, frases, elementos o unidades menores en orden
invertido, en el que el primero corresponde al último, el segundo al penúltimo, y así
sucesivamente. La simetría más sencilla recibe el nombre de quiasmo. Quiasmo proviene de
la letra griega ji, cuya forma se parece a la equis del alfabeto latino, y se debe precisamente a
esta disposición cruzada u opuesta de los elementos pares, como se observa en Colosenses
3,11:
Donde no hay griego ni judío
A B
Circuncisión ni incircuncisión
B’ A’
Así se obtiene el esquema a – b – b’ – a’, forma básica del quiasmo. El esquema también
puede ser desarrollado en forma vertical, resultando más fácilmente identificable:
A Donde no hay griego
B ni judío,
B’ circuncisión
A’ ni incircuncisión.
Cuando hay más que cuatro elementos, pero siempre en número par y paralelo, se habla de
una estructura quiásmica, como en Isaías 60,1-13:
A Levántate, resplandece;
B porque ha venido tu luz,
C y la gloria
D del Señor
E ha nacido sobre ti.
10
- +
Nivel o estructura profunda, con lógica binaria por oposición
No + No -
La cara superior de este cuerpo equivaldría al plano manifiesto, a lo “visible a simple vista”. Es
el texto “material” con sus efectos estilísticos. El autor o la autora se vale de las expresiones
“materiales” correspondientes a la lengua en la que quiere hablar o escribir: castellano, griego,
aymara, francés. Todo estudio de un texto debe “entrar” por el nivel manifiesto del texto.
La semiótica se plantea una serie de preguntas, todas ellas variantes de una misma
preocupación básica: la producción del sentido. ¿Mediante qué dispositivos internos y qué
sistema inmanente de relaciones entre sus elementos el discurso crea su efecto de sentido?
¿Qué hace posible el significado que se percibe en el texto? ¿Cuál es la armazón que sostiene
el relato desde su profundidad? ¿De qué reglas de combinación y de qué transformaciones
resultan los efectos de sentido? ¿Cómo funciona el texto? En fin, ¿cómo dice el texto lo que
dice?
La tarea de la semiótica consiste en describir los elementos estructurados y estructurales,
narrativos y descriptivos; determinar el conjunto de las leyes que reglamentan ese hecho de
“contar con sentido”; presentar de manera clara esa organización y construir un modelo
representativo de los efectos de sentido. Sus resultados permiten verificar el sentido que el
lector ya había “palpado” en el texto. Esta verificación puede corregir distorsiones y sentidos
introducidos erróneamente al texto. Además, comprender cómo dice el texto lo que dice,
también aporta a una mejor comprensión de su sentido.
semiótica los ubica en un esquema actancial, que tiene seis funciones o posiciones
actanciales: sujeto, objeto, destinatario o receptor, emisor, ayudante y oponente.
EMISOR OBJETO RECEPTOR
AYUDANTE SUJETO OPONENTE
El emisor determina qué destinatario recibe qué objeto. Esto inicia un programa de acción,
desarrollado por el sujeto. Esta acción puede lograr su cometido, a veces con auxilio del
ayudante; pero también puede verse impedida o frustrada, si se impone el oponente. Ayudante
y oponente no siempre son personajes. También puede tratarse de cualidades, información,
objetos inanimados, poderes. El oponente, cuando vence al sujeto, se transforma en antisujeto
de un programa alternativo.
Fases de la narratividad
Armando varios esquemas actanciales seguidos, se obtienen las fases de la narratividad de un
programa narrativo: influjo, capacidad, realización, valoración:
INFLUJO CAPACIDAD REALIZACIÓN VALORACIÓN
La fase principal se llama realización. Para descubrirla hay que preguntarse qué acciones
cambian los estados de los sujetos. La capacidad es el conjunto de cualidades que posibilitan
la acción. El influjo es el sujeto, la intención o la fuerza que mueve al sujeto a realizar su
acción. Finalmente, está la fase de evaluación, cuando se reconocen los cambios ocurridos y
el estado final. Si bien estas cuatro fases del programa narrativo se corresponden por
secuencia lógica, no siempre se hallan explícitamente indicadas en un texto.
Volviendo al ejemplo de Zaqueo, el texto describe dos programas narrativos: uno del propio
publicano, que consiste en querer conocer la identidad de Jesús; y otro de Jesús, que consiste
en el cambio de vida de Zaqueo. Como resultado, el texto indica que aquí Jesús se identifica
como el que logra la transformación de Zaqueo.
No-tranquilidad No-estrés
Retomando la historia de Zaqueo, podríamos establecer el binomio perdido vs salvado como
síntesis final del relato. En el caso de Caín y Abel, es posible hablar de culpable vs buscado.
Como no hay un perdón aceptado por Caín, no es posible hablar de culpable vs perdonado.
El cuadrado semiótico brinda también un modelo de la circulación del relato. El texto suele
comenzar por uno de los extremos superiores (p. ej., estrés), avanza hacia su negación (no-
estrés), y elige una opción desde esta negación. En el caso de la historia, sería tranquilidad.
Puede ser que se produzca una segunda vuelta, que en este caso sería desde tranquilidad
pasando por su negación no-tranquilidad nuevamente a estrés. Textos breves pueden contener
sólo el paso de un valor a otro (siempre a través del cruce por la negación del primer término);
textos medianos pueden tener una vuelta completa; y relatos mayores suelen contener varias
circulaciones.
Para terminar, puede señalarse que la semiótica saca a luz conflictos, contradicciones,
tensiones y profundas oposiciones, metidos en los textos. Esto deriva del hecho de que la
realidad es conflictiva, y de que los textos siempre reflejan algo o mucho de esta realidad
cotidiana e histórica en que vivimos. Practicar análisis semiótico, en última instancia no sólo
nos permite una mejor comprensión de los textos, sino que también nos ayuda a ubicarnos
mejor en medio de las tensiones de la vida diaria12.
12
Además del manual del Grupo de Entrevernes ya indicado (Análisis semiótico de los textos.
Introducción, teoría, práctica), son de mucha utilidad también las siguientes obras: Joseph Courtés,
Introducción a la semiótica narrativa y discursiva. Metodología y aplicación. Estudio preliminar de A. J.
Greimas. Traducido del francés por Sara Vasallo. Buenos Aires, Hachette, 1980; Equipo “Cahiers
Evangile”, Iniciación en el análisis estructural, Estella, Verbo Divino, 1978; Jean-Claude Giroud, Semiótica.
Una práctica de lectura y de análisis de los textos bíblicos, Estella, Verbo Divino, 1988; Grupo de
Entrevernes, Signos y parábolas. Semiótica y texto evangélico. Con un estudio de Jacques Geninasca.
15
Epílogo de Algirdas Julien Greimas, Madrid, Cristiandad, 1979. Para la terminología semiótica véase
Algirdas Julien Greimas, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Versión española de
Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico Carrión, Madrid, Gredos, 1982.
16
(códigos). Hay que darles nombres genéricos a estas isotopías, como p. ej. Isotopía mesiánica,
vegetal, geográfica, escriturística, didáctica, salvífica, religiosa, antropológica, apocalíptica,
profética, creacional, sacerdotal, real, legal, histórica, somática, eclesiológica, comunitaria, etc.
A continuación, se describe el contenido de cada una de estas líneas de sentido.
Ante el cuadro de todas las Isotopías, hay que identificar ahora el “mínimo elemento común” o
“común denominador” de todas ellas con su cantidad de elementos diversos. Este “mínimo
elemento común” será la Oposición fundamental del texto. Se obtiene esta oposición
fundamental preguntando qué es lo que articula las diferencias percibidas en las diversas
isotopías semiolóticas. Hay que buscarle un nombre a esa oposición mediante un Binomio
oposicional, que “trabaja” sobre la isotopía semántica. Este binomio no debe repetir
simplemente los términos del texto, pues no es un resumen del texto, sino la representación de
los mecanismos que producen el efecto de sentido. P. ej., en la historia de la mujer adúltera
(Juan 7,53-8,11), se identifica como binomio oposicional Fin vs Oportunidad.
Una vez identificado el Binomio oposicional, se toma el primer nombre, se pone debajo del
mismo las Isotopías identificadas, y se coloca junto a cada una los respectivos Programas
narrativos y Conjuntos figurativos. Luego, se hace lo mismo con el segundo nombre del
binomio.
Concluido ese primer listado, se efectúa una “segunda vuelta” de clasificación, pero esta vez
sobre el Cuadrado semiótico. En la historia de la mujer adúltera, el binomio oposicional Fin vs
Oportunidad se amplía al Cuadrado con los vértices Fin – No fin – Oportunidad – No
oportunidad. Entonces se proyecta entonces esta Oposición fundamental sobre los
principales Programas narrativos y Conjuntos figurativos. Para esto hay que subdividir los
Programas y Conjuntos colocados sobre Fin en dos grupos: aquellos que expresan
claramente el Fin, y aquellos que expresan No oportunidad. Lo mismo vale para los que fueron
colocados sobre Oportunidad: hay que subdividirlos en los que expresan claramente la
Oportunidad y los que expresan No fin.
El siguiente paso consiste en colocar los Programas narrativos y los Conjuntos figurativos
sobre los cuatro vértices del Cuadrado semiótico, según el despliegue anterior.
Finalmente se describe la Circulación del relato, empezando – según lo indique el texto – por
uno de los vértices superiores (Fin), pasando a su negación (No fin) y de allí al otro nombre del
binomio (Oportunidad). Si el texto es muy breve, puede ser que circule sólo por tres vértices; si
es más amplio, puede haber una o más circulaciones completas por los cuatro vértices.
En la historia de la mujer adúltera, los acusadores buscan el Fin de la mujer y de Jesús, pero
Jesús niega ese Fin (no les presta atención), y luego les quiere dar una Oportunidad: quien no
tenga culpa, que arroje la primera piedra. Ellos se dan cuenta de que no tienen esa
Oportunidad (son acusados por su conciencia), y ponen Fin a su intención (se retiran). Jesús,
por su parte, transforma ese Fin en una nueva Oportunidad para la mujer: “Yo tampoco te
condeno (No fin); vete, y no peques más” (Oportunidad).
Hermenéutica: en el paso hermenéutico se trata de interpretar el mensaje del relato para
nosotros y nosotras hoy, en nuestra situación. Siguiendo con la historia de la mujer adúltera y
luego de la reflexión sobre nuestro propio horizonte de situaciones y experiencias, se puede
preguntar quiénes son los que podrían representar hoy el Fin, indicado por los acusadores en el
relato bíblico, cómo lo hacen, de quiénes se valen, qué acusaciones hacen, y en qué consiste
el Fin. Asimismo, cabe preguntar cuáles son las Oportunidades que nos da hoy Jesús, y qué
hacemos con ellas.