Você está na página 1de 2

LA NECESIDAD DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS

ESPECIAL PARA LA REUNIÓN DE UNGIDOS


“Escudriñad las Escrituras, porque á vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que
dan testimonio de mí.” Jn. 5:39
En el mundo existimos alrededor de dos billones de cristianos, un tercio de la población mundial. Creemos que
La Biblia es la Palabra de Dios, el libro magno, donde basamos nuestra fe. Creemos además que su mensaje es
eterno. Más, de entre tanta multitud de cristianos, ¿Cuántos la amamos? ¿Cuántos la leemos diariamente?
¿Cuántos la escudriñamos con interés? ¿Cuántos ponemos en práctica sus mandatos? La Biblia es la Palabra
Viva de Dios, escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo. Si como legítimos cristianos lo reconocemos así,
nos toca entonces saber lo que Dios ha dicho.
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo nos declaran que Dios ha ordenado estudiar su Palabra. Él quiso
que su pueblo tuviera en gran estima la revelación que le había dado. En el Antiguo Testamento se nos dice que
el rey debía leer en ella todos los días de su vida, para aprender a temer a Jehová su Dios y a guardar todas las
palabras de esta ley, y estos estatutos para ponerlos por obra. (Dt 17:19). A su pueblo le ordenó guardar los
mandamientos en el corazón, enseñarlos diligentemente a sus hijos, hablar de ellos durante el día y, escribirlos
en los postes de sus casas (Dt.6:6-9).
En el Nuevo Testamento Jesús nos pide: “Escudriñad las Escrituras” (Jn. 5:39). Notemos aquí el honor que
Cristo da a las Escrituras, como un registro al cual todos tenemos el derecho de acceder y la obligación de
investigar para adquirir conocimiento acerca de Él y de su plan de salvación. Observemos asimismo en los
Evangelios cómo El Maestro tenía absoluto conocimiento de las Escrituras y se esforzaba para que sus
discípulos también la conocieran: “Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarables en todas
las Escrituras lo que de él decían.” (Lc. 24:27). Además, a Jesús le dolía la falta de conocimiento bíblico y así
lo reprochó a los Saduceos, “Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis ignorando las Escrituras, y el poder
de Dios.” (Mat 22:29) Y en otra ocasión les dijo, “¿Ni aun esta Escritura habéis leído?
” (Mar. 12:1). No hay duda de que, así como lo hizo en la antigüedad, el Señor demanda hoy a su pueblo que
estudie su Palabra. Debemos estudiar La Biblia porque ella es nuestro fundamento y guía en todas las áreas de
la vida. Como alguien dijera, “Muchos libros informan, pero La Biblia es el único que transforma. ”“Tenemos
que leerla para ser sabios; creerla para ser salvos; y practicarla para ser santos”.
La Biblia es una mina, y para extraer su tesoro, necesitamos poner diligencia en escudriñarla. Ella es esencial
para la salvación, pues así lo afirmó el Señor en Jn.5:39. Es imprescindible comer y beber de ella , para crecer y
alcanzar la madurez espiritual, “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por
ella crezcáis en salud (1 Pd 2:2). Solo obedeciéndola obtenemos comunión con Dios. ”El que me ama, mi
palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a Él, y haremos con él morada.”
(Jn 14:23). Asimilar la Palabra, guardándola en el corazón, nos purifica, “¿Con qué limpiará el joven su
camino? Con guardar tu palabra” (Sal 119:9). El estudio de La Palabra nos prepara para un servicio efectivo
como el del apóstol Pablo: “Con potencia de milagros y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios: de manera
que desde Jerusalem, y por los alrededores hasta Ilírico, he llenado todo del evangelio de Cristo ”. (Rom
15:19) o como Apolos: “Llegó entonces á Éfeso un Judío, llamado Apolos, natural de Alejandría, varón
elocuente, poderoso en las Escrituras ”. (Hch 18:24)
Su conocimiento hará posible que distingamos entre la voz de Dios y la de Satanás; pues cuanto más
profundamente conozcamos la Biblia, mayor discernimiento tendremos para rechazar las enseñanzas opuestas a
ella. Cuando por el contrario, si el conocimiento de Dios es escaso, se corre el peligro de caer en la apostasía
con facilidad. De esto es testiga la historia bíblica. Mientras los Israelitas cuidaron de obedecer el mandato de
Dios, de estudiar la Palabra y enseñarla a sus hijos, el conocimiento de Dios los libró del desvío. Sin embargo,
cuando entraron a Canaán se afanaron en la adquisición de la tierra, y en la posesión de sus heredades,
olvidándose por completo de este mandamiento. ¿El resultado? Para el tiempo en que murieron Josué y sus
contemporáneos se levantó otra generación “que no conocía a Jehová” (Jue. 2:10). ¿Suena esto familiar? Por
años en nuestra Iglesia se estudió la Palabra con ahínco. De niños aprendimos grandes porciones de las
Escrituras escuchándolas en nuestros campamentos en horas devocionales y estudios privados con nuestros
padres, así como en la liturgia de nuestros servicios. Pero llegó el tiempo en que como los Israelitas, nos
dedicamos a “poseer nuestras heredades” y a buscar los medios para financiar el precio subsecuente, olvidando,
como ellos, el enseñar diligentemente la Palabra a nuestros hijos. ¿Se habrá repetido la historia? ¿Podrá ser que
gran parte de nuestros hijos “no tienen conocimiento de Jehová? Debido a que hemos olvidado beber de la
Palabra Viva, y a la invitación de innumerables cisternas rotas que nos rodean, se ha infiltrado una gran
variedad de ideas extrañas en el Pueblo de Dios. En esto se cumplen las Escrituras: “Empero el Espíritu dice
manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a
doctrinas de demonios.” (1 Tim 4:1; Jud 3,4, Ef. 4:14)
El antídoto, tanto para la falta de conocimiento como para la confusión doctrinal, es volver al mandamiento de
estudiar las Escrituras; “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”
(Ef. 4:13). Esto impedirá que “seamos niños fluctuantes, llevados por doquier de todo viento de doctrina”.
Entonces, ¿cómo estudiar la Palabra? Con interés profundo y voluntad firme, “Y todo lo que hagáis, hacedlo de
ánimo, como al Señor, y no á los hombres.” (Col 3:23). Orando por que Dios nos ilumine para entender lo que
estudiamos, “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela á Dios, el cual da a todos
abundantemente, y no zahiere; y le será dada.” (Sg 1:5). Guiados por el Espíritu Santo, “Pero cuando viniere
aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad”
(Jn 16:13). Además podemos estudiar la Biblia sistemáticamente por temas, haciendo apuntes, poniendo notas
adhesivas en ella, marcándola en el margen, memorizándola, estudiando en grupos, en las Horas Devocionales,
en la Escuela Sabática, etc. Pero más que los métodos o las herramientas, habrá de impulsarnos el profundo
reconocimiento de nuestra necesidad de estudiar La Palabra.
Recordemos que la Biblia es: el Libro de los libros, martillo que quebranta el corazón endurecido, lámpara a
nuestros pies y luz a nuestro camino, leche y vianda para que crezcamos, fuego que limpia y purifica la vida,
espejo que refleja nuestra condición espiritual, poderosa arma de nuestra milicia, la fuerza que nos sostiene y
nuestra fuente de conocimiento y sabiduría. No es extraño entonces que el diablo haga todo lo que esté a su
alcance por alejarnos de la lectura de la Biblia. No nos dejemos vencer. Ayunemos y oremos por hambre de la
Palabra, y al mismo tiempo hagamos en este nuevo año un mayor esfuerzo personal y conjunto. Atendamos
nuestra necesidad de escudriñar la Palabra de Dios.

Ev. Nivea García

ESTUDIO
Buen antídoto contra el insomnio, Est_6:1
No olvidarse de la Palabra de Dios, Psa_119:16
Ojos abiertos, Psa_119:18
Oración para entender las Escrituras, Psa_119:18 119.33-38.
Palabras de sabios, Pro_1:6
Honra de reyes, Pro_25:2
Estudio excesivo, Ecc_12:12
Deseos de aprender, Dan_7:19
Falta de estudio, Mat_22:29
Lo que ahoga la Palabra, Mar_4:19
Testimonio de Cristo, Joh_5:39-40
Practicar lo aprendido, Joh_13:17
Solícitos para estudiar, Act_17:11
Centrados en la Biblia, Act_18:24-26
Guía del Espíritu Santo, 1Co_2:6-16
Madurar espiritualmente, 1Ti_4:13
Profetas y maestros, 1Pe_1:10-12
Véanse EDUCACIÓN, ESTUDIANTE.

Você também pode gostar