Música. Está en todos lados: en nuestras casas, nuestras calles, el trabajo, los teléfonos, los servicios de adoración, y miles de otros lugares más. Nos anima, nos relaja, nos consuela y nos fortalece, y crea en nosotros muchos tipos de sentimientos. Según el escritor Víctor Hugo, la música “expresa lo que no puede decirse con palabras y que no puede quedar en silencio”, ¡y concordamos con él! A veces, cuando no sabemos qué decir o qué sentir, dejamos que la música hable por y a nosotros de formas que la palabra no puede. Sin embargo, esta presencia constante de la música (y su poder de expresar cosas más profundas que las palabras) la hace una herramienta que puede ser hermosa o terrible, según su uso, y más aún cuando viene acompañada de una letra positiva o negativa. Me gustaría entonces hablar sobre estos usos, y cómo la música puede beneficiarnos o degradarnos de acuerdo a cuál y cómo la consumimos. La industria musical actual ofrece una larga lista de artistas y canciones de la que podemos escoger. Entre ellos, habrá algunos que despertarán nuestro interés, mientras otros simplemente pasarán desapercibidos. El Señor nos ha enseñado que debemos ser selectivos en todo lo que hacemos. Esto incluye nuestra alimentación, nuestras amistades, las palabras que utilizamos, lo que vemos, lo que hacemos, e incluso lo que pensamos. ¿Por qué no ser selectivos con la música que escuchamos? El mundo de la actualidad no se caracteriza principalmente por seguir los padrones del Evangelio, y según la admonición de Pablo, debemos buscar aquello que es “bello, o de buena reputación, o digno de alabanza” (Art. De Fe Nº 13), por lo que debemos ser doblemente cuidadosos al elegir lo que escuchamos, siguiendo esta admonición. La buena música nos eleva, nos ayuda a hacer el bien, nos entretiene y nos motiva. Por medio de ella subrayamos los sentimientos de amor, paz y alegría que puede haber en nuestro corazón. Nos habla de aquello que es positivo en nuestras vidas, y mantiene con nosotros la compañía del Espíritu (no necesariamente debe ser música religiosa para que así sea, puesto que el Señor ama lo que es bello, y desea que la consumamos “para alegrar el corazón” [D&C 59:18]). También puede acercarnos más a Nuestro Padre Celestial y hacernos sentir Su amor. Por otro lado, la música degradante buscará borronear los límites que conocemos entre lo correcto y lo pecaminoso, disfrazada de frases “románticas”, letras que hablen de vida desenfrenada, en algunos casos, o de poder, violencia y anarquía en otros, ritmos pegadizos o potentes, melodías difíciles de ignorar y fáciles de consumir. No olvidemos que Satanás es un gran maestro del engaño, y se esfuerza por hacernos creer que aquello que escuchamos, aunque sea obsceno, u oscuro, ruidoso o sensual, finalmente no importa demasiado porque “sólo es música”. Nos incitará a pecar, distorsionará nuestros pensamientos, nuestras palabras, y finalmente, nuestras acciones, y alejará el Espíritu de nosotros. La moda NO es un parámetro aceptable para elegir lo que escuchamos. Muchas veces buscaremos justificar la mala elección musical con frases como “está de moda”, “sólo me gusta el ritmo, pero no le presto atención a la letra” (cosa que suele ser falsa, puesto que nos sabemos la letra de lo que escuchamos), “qué tiene, tal o cual estilo es peor”, y así por delante. Estas justificaciones sólo debilitan nuestro carácter como Santos de los Últimos Días, y evitan que tengamos plena influencia del Espíritu. ¿Qué hacer entonces? Debemos buscar escoger la música que escuchamos más cuidadosamente, evitando aquellas que evidente o indirectamente van contra los principios del Evangelio. Existen incontables canciones de prácticamente todos los estilos musicales que podremos consumir siguiendo esta regla. Es obvio que no podremos escapar de TODA la música negativa. La escucharemos a veces en las calles, medios de transporte, etcétera, pero podemos elegir apartar nuestra atención de ella utilizando nuestros propios reproductores de música o simplemente buscar otro medio de distracción, como la lectura. Conociendo el poder de la música, puedo testificarles que pocas cosas los harán más felices en el día a día que elegir correctamente aquello que escucharán para ser influenciados por ella. Sentirán con mayor poder el amor del Salvador, mantendrán la compañía del Espíritu y serán mucho más capaces de dominar sus pensamientos, sentimientos, palabras y acciones.