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1.- FRUTO
En botánica, el fruto es el órgano procedente de la flor, o de partes de ella, que contiene a las
semillas hasta que estas maduran y luego contribuye a diseminarlas. Desde un punto de vista
ontogenético, el fruto es el ovario desarrollado y maduro de las plantas con flor. La pared del
ovario se engrosa al transformarse en la pared del fruto y se denomina pericarpio, cuya
función es proteger a las semillas. Con frecuencia participan también en la formación del fruto
otras partes de la flor además del ovario, como por ejemplo el cáliz o el receptáculo.
En las plantas gimnospermas y en las plantas sin flores no hay verdaderos frutos, si bien a
ciertas estructuras reproductivas como los conos de los pinos, comúnmente se les tome por
frutos.
Muchas plantas se cultivan porque dan ciertos frutos comestibles y a menudo fragantes,
sabrosos y jugosos llamados frutas
Las clasificaciones morfológicas del fruto a menudo lo relacionan con el tipo de flor y de
gineceo a partir del cual se desarrolla, haciendo énfasis en la relación de los carpelos entre sí
y con otras
Los frutos accesorios se llaman también, incorrectamente, frutos falsos o espurios. Cuando a
la madurez se abren de una forma determinada para liberar las semillas, los frutos se llaman
dehiscentes; en caso contrario, indehiscentes. Cuando el mesocarpio es carnoso, se llaman
carnosos; cuando es no carnoso, se llaman secos. Los frutos que no contienen semillas viables
se llaman «partenocárpicos», por ejemplo el banano (Musa paradisiaca).
a) Los frutos dehiscentes
b) Frutos simples
Los frutos simples se desarrollan a partir de un solo pistilo, que puede ser mono o
pluricarpelar, pero siempre están fusionados, como por ejemplo las uvas, las naranjas o el
melón.
c) Frutos secos indehiscentes
Los frutos simples indehiscentes secos son los frutos que maduran sin dar a luz a la semilla,
es decir que no la liberan durante su maduración. Generalmente se originan de un ovario en
el cual se desarrolla sólo una semilla, aunque puede haber más de un óvulo. El pericarpio de
un fruto indehiscente a menudo se asemeja a la cubierta seminal. La verdadera cubierta
seminal en dichos frutos puede obliterarse hasta un grado considerable (como en el caso de
las cipselas de las compuestas) o fusionarse con el pericarpio (como en el cariopse de las
gramíneas).
Aquenio: es un fruto seco, indehiscente, generalmente contiene una sola semilla (se
dice uniseminado), con el pericarpio papiráceo o coriáceo, separado de la semilla.
Procede de un gineceo uni o pluricarpelar cenocárpico. Ejemplos: Cyperus,
Polygonum.
Existen varios tipos ecológicamente semejantes, con algunas diferencias morfológicas, que se
incluyen bajo esta misma denominación general:
Aquenios protegidos
d) Frutos carnosos
Los frutos carnosos, al igual que los secos, pueden derivar de un gineceo monocarpelar o
pluricarpelar. Sus paredes pueden consistir del pericarpio o del pericarpio fusionado con los
tejidos extracarpelares. La parte más interna o la más externa o bien la totalidad de la pared
del fruto pueden volverse carnosas por diferenciación del parénquima blando o suculento.
Pueden también convertirse en carnosas otras partes además de la pared del fruto como, por
ejemplo, las placentas y los tabiques de los ovarios multiloculares.
Desde un punto de vista evolutivo, los frutos carnosos se consideran relativamente más
recientes que los frutos secos. De acuerdo con este concepto, la parte carnosa fue
originalmente una excrecencia de la capa interna del pericarpio, la cual penetraba entre las
semillas dentro del lóculo. Luego, el pericarpio entero se convirtió en un tejido carnoso, que
reserva nutrientes, y que actúa como un agente atractivo para que los animales lo consuman
y dispersen las semillas que contienen.
Tres ejemplos de fruto tipo baya: tomate (1), uva (2) y kiwi (3). En el caso del tomate puede
observarse el cáliz persistente en la vista superficial del fruto (1a), los tabiques (t) que separan
los lóculos del ovario y las placentas (p) que llevan las semillas (s) en el corte longitudinal (1b)
y transversal (1c) del fruto.
e) Frutos agregados
Cada una de las denominadas «semillas» de una frutilla o fresa es, en realidad, un aquenio
dispuesto sobre un receptáculo convexo y carnoso. En la imagen se observa una vista
superficial de una frutilla o fresa y un sector magnificado donde puede apreciarse un aquenio.
Los frutos agregados se desarrollan de una sola flor multicarpelar o con varios pistilos que
están libres, por lo que de una misma flor se desarrollan varios frutos independientes pero
dispuestos conjuntamente. Algunos autores los denominan genéricamente «eterios».
f) Frutos esquizocárpicos
Son aquellos frutos que proceden de ovarios simples con dos o más lóculos. LLegada la
madurez del fruto, los lóculos se separan entre sí, por lo que parecen frutos derivados de
varios ovarios o de varios carpelos libres. Los frutos esquizocárpicos pueden ser tanto
carnosos como secos, y dentro de estos, pueden ser dehiscentes o no. Cada lóculo separado
se denomina mericarpo y contiene una sola semilla.
g) Frutos múltiples
También llamados frutos colectivos, en los que todas las flores de una inflorescencia
participan en el desarrollo de una estructura que parece un solo fruto pero que en realidad
está formada por muchos frutos unidos entre sí. En ocasiones participan otras partes de la
flor o incluso el mismo eje de la inflorescencia en su desarrollo, por lo que también reciben el
nombre de frutos complejos.
h) Pseudocarpos o pseudofrutos
Los pseudocarpos son estructuras que parecen frutos pero que no lo son. En las
gimnospermas, que incluyen a los pinos, los abetos y los cipreses, no existen verdaderos
carpelos o pistilos y, por lo tanto, las semillas no gozan de la protección del fruto que tienen
las angiospermas. Sin embargo, se pueden desarrollar estructuras que tienen una función
protectora o incluso relacionada con la dispersión. Entre las gimnospermas los pseudocarpos
se denominan también estróbilos. El estróbilo es una estructura redondeada, leñosa y
dehiscente, que encierra las semillas en su interior. Es propio de los cipreses (Cupressus). Las
piñas de los pinos y cedros son estróbilos cónicos, al principio cerrado, incluso durante
algunos años, para luego abrirse y separarse las escamas que los forman con el fin de liberar
las semillas. Los gálbulos o arcéstidas son estróbilos redondeados, carnosos e indehiscentes,
que encierran unas pocas semillas en su interior. Es propio de los enebros y sabinas
(Juniperus), donde las semillas aparecen rodeadas por unas escamas que se vuelven carnosas
y que incluso se pueden soldar encerrando a la semillas y aparentando frutos carnosos.
Finalmente, en el tejo las semillas aparecen rodeadas por una estructura carnosa o
excrecencia procedente de su base que les rodea por todas partes excepto por un poro. En la
madurez alcanza una coloración roja vistosa y puede confundirse con un fruto, pero es en
realidad una estructura que se denomina arilo.
En el crecimiento del ovario para formar un fruto intervienen los denominados reguladores
de crecimiento: auxinas, giberelinas, citocininas y etileno. La auxina es formada por el grano
de polen y por el cigoto. La mayoría de los frutos implican la formación de semillas, pero
ciertas plantas pueden producir frutos sin que ello ocurra. Estos frutos se llaman
partenocárpicos, y como ejemplo cabe destacar las bananas, los higos o las naranjas de
ombligo. El fenómeno se debe a que se sintetizan hormonas de crecimiento
espontáneamente o como consecuencia de la polinización que actúa como estímulo. Se han
logrado producir melones, ananás y tomates sin fecundación previa con la inyección de
auxinas al ovario.
2.- INFRUTESCENCIA
Ejemplos de ello son la fresa; que en realidad es un fruto agregado, poliaquenio, formado
por diminutos frutos individuales dispuestos sobre un receptáculo carnoso: el higo y la
piña, cuyo fruto lo forma el desarrollo de la inflorescencia completa.
No debemos de confundir infrutescencia con los llamados frutos agregados que se originan
de tan solo una flor apocárpica (que tiene carpelos libres), resultando un conjunto de frutos
simples e independientes en la misma flor. Es el caso de las frambuesas y zarzamoras,
denominados polidrupas.
3.- ORIGEN
Entre 10 000 y 9 000 AP la megafauna terminó por desaparecer y quedaron bien establecidas
las selvas en las tierras bajas (0 a 1 500 msnm), las selvas bajas caducifolias en las planicies, y
las medianas perennifolias en el lecho de los ríos. El periodo de sequía agudo y prolongado
durante la primavera también quedó bien establecido (Metcalfe, 2006; Piperno et al., 2007).
Los registros paleoecológicos muestran una gran acumulación de carbón desde el suroeste
de Mesoamérica hasta la costa sur de Panamá, entre 10 000 y 7 000 AP, lo que indica el uso
sistemático del fuego, ya que tal acumulación no es explicable por la incidencia cíclica natural
del fuego asociada con los huracanes. Asimismo, estos registros denotan la presencia y
acumulación de polen de pastos del género Zea hacia la porción oeste (Piperno, 2006; Piperno
et al., 2007).
La selva baja caducifolia en el oeste de Mesoamérica constituye uno de los ecosistemas más
diversos en el neotrópico tanto en plantas como animales (Ceballos y García, 1995; Mass
et al.,2005). Su perturbación sistemática por fuego, conduce a una drástica reducción de la
diversidad, y a una tendencia acelerada a la dominancia de especies de rápido crecimiento
que presentan rebrote en la raíz, la corona del tallo o rompen la latencia de sus semillas
después del fuego, lo que genera parches con pastos y sabanas. En el oeste de esta región,
las comunidades de pastos están conformadas por especies como Panicum spp., Setaria spp.,
Tripsacum sp. y Zea spp., así como herbá- ceas dicotiledóneas como Cucurbita spp., Physalis
spp, Phaseolus spp., Solanum spp., Capsicum annuum L., Hyptis suaveolens (L.) Poit, especies
perennes como Agave spp., Opuntia spp., Nopalea karwinskiana SalmDyck, Stenocereus
queretanoensis (Weber) Buxbaum, Spondias purpurea L., Prosopis laevigata Humb. & Bonpl.
(ex Willd.) M.C. Johnst, Pithecelobium dulce (Roxb.) Benth, Leu- caena lanceolata S. Watson,
Psidium guajava L., Psidium sartorianum (O. Berg) Nied., Byrsonima crassifolia HBK, Ceiba
aesculifolia (Kunth) Britten& Baker, Crescentia alata Kunth, Acrocomia aculeata (Jacq.) Lodd.
ex Mart, Enterolobium cyclocarpum (Jacq). Griseb y Gossypium hirsutum L. entre otras
(Vázquez et al., 1995; Kauffman et al., 2003; Mass et al., 2005
Muchas de estas especies son favorecidas al ser dispersadas por fauna que se alimenta de
ellas, como venados (Odocoileus virginianus mexic nus), pecarí (Tayassu tajacu ), coatí (Nasua
larica ),chachalacas (Ortalis vetula), iguanas (Iguana iguana), conejos (Sylvilagus sp. y
Romerolagus sp.), liebres (Lepus sp.) tuzas (Thomomys sp.) y roedores (Oryzomys melanosis,
Osgoodomys bandera- nus, Peromyscus parfulvus, Xenomys nelson). Durante la estación
seca, las flores y los frutos de Spondias, Enterolobium, Prosopis y Opuntia son muy
importantes en la dieta de venados, chachalacas y pecaríes, y en la estación lluviosa lo son las
hojas jóvenes de los pastos y los rebrotes de las especies arbustivas, mientras que durante el
otoño son las raíces y los granos de los pastos las que son su alimento (Ceballos, 1990;
Ceballos y García, 1995; Mandujano y Martínez, 1997; Bello et al., 2001; Arceo et al., 2005;
López et al., 2007). Un alto número de las especies de las plantas mencionadas a la postre
resultaron domesticadas o semidomesticadas.
El uso del fuego, para producir biomasa que atrajera a los animales de caza, pudo
constituirse en el primer sistema de producción de cosechas (Lewis, 1972; Parker, 2002), al
favorecer la fragmentación de la selva y la conformación de par- ches de pastos que pudieron
promover eventos de colonización, recolonización y cuellos de botella en algunas especies
anuales.
La observación del consumo de frutos y granos que hacía la fauna silvestre pudo propiciar la
cosecha y el aprovechamiento de estos productos por parte de los grupos humanos. En el
caso de agaves, cactus, pastos y legumbres, el conocimiento previo de su uso alimenticio en
las áreas semidesérticas de Norteamérica también pudo ser importante.
Es posible que la distribución y la densidad acrecentada de las especies favorecidas in situ
con el fuego, y que resultaron comestibles, hayan definido los rumbos de colecta y los sitios
propicios para los asentamientos humanos estacionales. Así, la primera fase de la
agricultura consistió en quemar la vegetación con la intención de obtener mayor biomasa de
las plantas alimenticias para incrementar la caza y la recolección.
El patrón comunitario para este periodo se caracteriza por micro bandas reunidas durante la
primavera, después de colectar nueces y granos durante el otoño-invierno, y permanece
como macro banda durante el verano en las terrazas de los valles (MacNeish, 1964).
Domesticación de plantas
El proceso de domesticación de plantas en Mesoamérica pudo haberse iniciado de diversas
maneras: en plantas anuales de reproducción sexual como el maíz y el frijol, el síndrome de
domesticación está controlado por pocos genes con grandes efectos, los cuales a su vez
muestran ligamiento, esto favorece su fijación en periodos cortos de tiempo a través de
la selección y del cultivo (Koinange et al., 1996; Doebley, 2004; Gepts 2004). La conformación
de comunidades de pastos promovidos por el fuego y la fauna pudo posibilitar la selección de
individuos con mutaciones nuevas y con características fenológicas relevantes para ser
cosechados, consumidos y almacenados (Jaenicke y Smith, 2006). Es posible que la
germinación eventual de sus semillas durante el almacenamiento, mostrara el camino para
su siembra. Así, la selección recurrente, el cultivo y la constitución génica de estas especies
llevaron a la fijación de los alelos asociados a objetivos antropocéntricos (Gepts, 2004).
En especies perennes como Agave, Spondias, Opuntia y Stenocereus, la conformación de
bosquetes promovidos por el fuego y por la fauna posibilitó la selección de individuos con
características relevantes para ser cosechados, consumidos, almacenados y propagados. La
capacidad de propagación vegetativa de estas especies pudo, al ser utilizada
recurrentemente en sitios cercanos a los lugares de habitación temporal, facilitar la fijación
de los caracteres selectos (Colunga et al., 1986, Colunga y Zizumbo, 1993; 2007). Asimismo,
el uso del fuego, la protección de plántulas y su eventual propagación en los mismos bosquetes
o in situ, impactaron en la evolución de estas plantas, llevándolas a la domesticación o a la
semidomesticación (Colunga et al., 1983; Casas et al., 2007).
Los fechamientos directos en restos arqueobotánicos indican que las calabazas (Cucurbita
pepo L.) fueron las primeras plantas domesticadas en Mesoamérica. Hacia 7 900 AP
(Smith, 1997a; 2005), los restos muestran características que impiden su dispersión natural,
como incremento en el tamaño del fruto, de la semilla, el ensanchamiento de la base del
pedúnculo y el engrosamiento del pericarpio. Los análisis sobre las relaciones filogenéticas
entre poblaciones silvestres y domestica- das de C. pepo, con ADN del cloroplasto y de la
mitocondria, no han podido definir cuáles poblaciones silvestres dieron origen a las
domesticadas (Wilson et al., 1992; Sanjur et al., 2002).
Los registros arqueobotánicos señalan que C. argyrosperma estaba domesticada hacia 4 900
AP (Smith, 2005), y los estudios filogenéticos sugieren que las poblaciones silvestres de C.
sororia del oeste de Guerrero, Michoacán y sur de Jalisco son sus progenitores putativos
(Sanjur et al., 2002) (figura 2). Las calabazas silvestres crecen espontáneamente en los sitios
perturbados por el humano, particularmente en sus asentamientos y en aquellos que
modifica mediante el fuego; sus semillas son comestibles, por lo que pudieron ser objeto de
selección y cultivo en sitios contiguos al res- guardo (Hart, 2004).
Los estudios moleculares indican que Lagenaria siceraria L. es, junto con la calabaza, una de
las primeras plantas domesticadas en el registro arqueológi co (Smith, 2005) ; sin
embargo, su origen se plantea en el viejo continente (Erickson et al., 2005).
Para el maíz, los estudios genéticomoleculares, con microsatélites nucleares, permiten
suponer que la diferenciación entre poblaciones domesticadas y silvestres se inició hace
aproximadamente 9 000 años (Matsuoka et al., 2002). Los registros arqueobotánicos
señalan que para 6 400 AP ya presentaba la fijación de los alelos para raquis desarticulado,
mazorcas con dos y cuatro hileras y granos con glumas reducidas, que indican su
domesticación (Pipern y Flannery, 2001; Benz, 2001, 2006). Estos cambios pudieron lograrse
mediante la selección de plantas con: a) infrutescencias que retenían los granos,
característica que incrementa las probabilidades para ser cosechadas; b) Infrutescencias con
dos espiguillas con doble hilera de granos, característica que da mayor producción de grano,
y c) granos desprotegidos con glumas cortas, característica que facilita la molienda (Dorweiler
et al., 1993, Hanson et al., 1996; Dobley et al., 2006; Wang et al., 2005; Jaenike y Smith, 2006).
Los análisis filogenéticos realizados con poblaciones silvestres y domesticadas, que utilizan
microsatélites nucleares, indican que las poblaciones de Z. mays parviglumis distribuidas en el
suroeste de Mesoamérica, en parches de selva baja caduci- folia, son las poblaciones
progenitoras putativas del maíz domesticado (Matsuoka et al., 2002). Los estudios sobre la
estructura y las relaciones genéticas entre y dentro de las poblaciones de Z. mays parviglumis,
que utilizan tanto microsatélites nucleares, como haplotipos de cloroplasto, señalan que
las poblaciones parentales putativas pueden incluir a las poblaciones de la cuenca del Balsas
en su porción de los estados de Guerrero, Michoacán y Jalisco (Fukunaga et al., 2005; Buckler
et al.,2006).
Los registros arqueológicos indican la presencia del frijol común, Phaseouls vulgaris
domesticado entre 8 000 y 6 000 AP (Smith, 1965; Perry y Flannery, 2007). Sin embargo, los
fechamientos directos en las semillas indican sólo 2 285 AP (Kaplan y Lynch, 1999), esto supone
una posible contaminación de semillas entre los diferentes estratos arqueológicos en los
refugios estudiados. Los frijoles domesticados presentan indehiscencia en la vaina, con lo cual
pierden la capacidad de dispersión natural de sus semillas, así como pérdida de dormancia,
gigantismo en vaina y semilla, y pérdida de sensibilidad al fotoperíodo (Koinange et al.,
1996; Gepts et al., 1999). Los análisis fenéticos que utilizan como marcador molecular la
faseolina, una proteína de reserva de la semilla, así como análisis filogenéticos con
microsatelites nucleares, indican que la posible área de domesticación incluye la cuenca
baja del río Lerma, el rio Grande de Santiago, el río Verde y el río Mascota-Ameca, en las
cercanías del sistema ChapalaZacualcoSayula (Gepts, 1988; Kwak et al., 2009).
La distribución geográfica y las características ecofisiológicas del maíz y del frijol sugieren que
el origen de la agricultura y la domesticación inicial de estas plantas se llevó a cabo en áreas de
selva baja caducifolia, en elevaciones intermedias, entre los 500 y 1 600 msnm, incluyendo
los bordes con el bosque de encino (Lepiz et al., 2004; Buckler et al., 2006; Kwak et al., 2009).
Los registros arqueológicos indican la domesticación de Capsicum annuum L. hacia 6 000 AP
(Smith, 1965; Perry y Flannery, 2007), cuando los restos muestran cambios en gigantismo y
otros caracteres que afectan su mecanismo de dispersión por aves. Los estudios
fitogeográficos, cariotípicos y enzimáticos de poblaciones silvestres y domesticadas sugieren a
las selvas bajas y los matorrales del noreste de Tamaulipas-Veracruz como el área de
domesticación (Pickersgill, 1971; Loaiza F. et al., 1989), así como las selvas bajas cercanas a
la desembocadura del río Grande de Santiago, en donde se distribuyen poblaciones
silvestres y semidomesticadas con alta diversidad (Loaiza F. et al., 1989; Oyama et al., 2006).
Agave angustifolia Haw. es la especie de agave con la más amplia distribución en las selvas bajas
y medias de Mesoamérica. Los registros arqueológicos la señalan como una de las primeras
plantas utilizadas como alimento y fibra hacia 9 000 AP (Callen, 1965). Las poblaciones
domesticadas de esta especie han perdido, casi en su totalidad, la capacidad de reproducción
sexual, debido a la propagación vegetativa recurrente y el corte del escapo floral al inicio de su
desarrollo. Se han propuesto dos líneas evolutivas divergentes durante su domesticación:
una hacia la producción de alimento, incluidas las bebidas fermentadas, en la cual las
variantes domesticadas presentan gigantismo y alta concentración de carbohidratos en el
tallo; la otra hacia la producción de fibra, en donde las variantes domesticadas presentan
gigantismo en hoja, alta cantidad relativa de fibra larga y baja espinosidad (Colunga et al.,
1999). Con base en estudios genético moleculares se ha propuesto el sur de Jalisco como una
área importante de diversificación de esta especie bajo selección y cultivo para la producción de
alimento y de bebidas fermentadas, así como el área de domesticación de variantes para
producción de alcohol (Colunga y Zizumbo, 2007; García et al., 1993; Vargas et al., 2007,
2009), mientras que la porción norte de la penínsu- la de Yucatán ha sido propuesta como el
área de domesticación de una de las especies productoras de fibra más importantes de
Mesoamérica (Colunga et al., 1999).
Spondias pupurea L. es también una de las primeras plantas (8 000 AP) de uso alimenticio en
el registro arqueológico (Smith, 1965; Callen, 1965), se consume como fruta fresca o seca para
elaborar alimentos y bebidas alcohólicas de alta relevancia cultural (Bruman, 2000). Las
poblaciones domesticadas tienen reducida capacidad de reproducción sexual debido a la
propagación vegetativa recurrente. Bajo domesticación, muestran gigantismo y cambios en
la coloración de los frutos, de rojo a amarillo y verde, lo que reduce su capacidad de
dispersión por medio de las aves. Los análisis filo- genéticos en poblaciones silvestres y
domestica- das que utilizan secuencias de ADN del cloroplasto, indican dos posibles centros
de domesticación, uno en las selvas bajas caducifolias del sur de Jalisco y Colima, y otro en las
selvas bajas de la costa sur de El Salvador (Miller y Schall, 2005; 2006). Los estudios señalan,
además, que la distribución natural de esta especie en el oeste mesoamericano fue
expandida por el ser humano, quien la acarreó a los ambientes que iba ocupando (Miller y
Knouft, 2006).
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