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César Romero Gabriell

El falso problema de la intercomunicación

El presente texto analizará la expresión como determinante primario y el falso


problema de la intercomunicación planteado por el filósofo Eduardo Nicol en su
libro Metafísica de la expresión.
Nicol empieza su exposición sosteniendo que es necesario reconocer en
la expresión un carácter ontológico del hombre. El testimonio de las ciencias es
suficiente en este caso para que pueda admitirse que el hombre siempre
expresa y que todo en el hombre es expresivo. Esto llevó a Nicol a formular la
pregunta ontológica correspondiente: ¿qué forma de ser es la de un ente que
expresa?
De este modo, lo que el hombre es y todo lo que hace se explica por la
expresión: es expresión. No es necesario desentrañar ningún carácter
recóndito para captar su sentido; el sentido está ya patente en el acto primario
de expresar: el hombre es el ser del sentido.
Luego Nicol dice que cuando se reconoce que la expresión es el
carácter primario del hombre, lo mismo en sentido fenomenológico que en
sentido ontológico, desaparecen las dificultades inherentes al problema de la
comunicación. Ese es su punto de partida. Por lo que continúa con una severa
crítica a la filosofía que no ha tomado en serio a la expresión y a su
consecuencia inmediata: la incomunicación, que está basada en la experiencia
inmediata como sustento de la certidumbre del ser.
Plantea tres grandes puntos que replantean el valor de la experiencia. El
primero argumenta que aunque la intuición sensible no sea suficiente para
proporcionar una evidencia del ser que todos podamos juzgar irrefutable es, sin
embargo, la base o condición inicial de toda evidencia objetiva.
El segundo punto plantea la correlación entre la forma de ser y la forma
de conocer. La filosofía, y no sólo la idealista, al plantear la cuestión de la

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validez apodíctica de un conocimiento, presupone la uniformidad de cada
función.
El tercer punto es la cuestión del cuerpo. El yo queda incomunicado
cuando se define, como en Descartes, por unos caracteres que lo distinguen
esencialmente del cuerpo. Cuando la expresión no es una propiedad ontológica
del yo completo y unitario, sino una mera repercusión de las afecciones
anímicas en su propio cuerpo, ninguna teoría puede dar razón satisfactoria de
esa peculiar animación que infundiría la Res cogitans en la Res extensa en el
acto de expresar.
Luego Nicol dice que lo implicado en esta ontología rudimentaria es la
idea acertada de que el cuerpo en si no puede ser comunicante: su esencia no
le permite tener iniciativa expresiva. Entonces el cuerpo sólo es mediador en la
expresión, y la sede originaria de ésta se encuentra detrás. El ser de la
expresión estaría velado por el propio órgano con que se manifiesta.
Así es cómo la expresividad no puede explicarse si no hay más que una
sustancia corpórea; y la propiedad personal del cuerpo no puede explicarse si
todo es espíritu. El dualismo legítimo es el que distingue entre lo humano y lo
no humano.
Cuando algo se califica como "humano", más que una distinción entre lo
corpóreo y lo no corpóreo en nuestro ser, lo que indicamos es una diferencia
radical entre el cuerpo humano y los demás cuerpos. La distinción entre cuerpo
humano y cuerpo no humano confirma que el primero es un concepto pensado.
En rigor, no existe el cuerpo humano.
Después Nicol apoya su idea de la inexistencia de la intercomunicación
cuando afirma que nunca efectuamos un raciocinio de analogía, o una
pesquisa ontológica, como condición de nuestro reconocimiento del prójimo: lo
identificamos de inmediato por su expresión. La expresión no es un atributo de
los cuerpos, orgánicos o inorgánicos, sino de los hombres. El hombre revela la
integridad de su ser con su sola presencia. El ser está presente en todos los
demás; cuando los vemos, vemos el ser, pero su esencia no la vemos. El ser
es más patente que la esencia, salvo en el hombre.

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El ser del yo podemos verlo y tocarlo, como los demás cuerpos, y por
esto presumimos que eso que está delante de nosotros, aquí y ahora, es tan
sólo un cuerpo más, a pesar de que su presencia nos afecta como no puede
afectarnos ningún cuerpo.

Bibliografía
Nicol, Eduardo. “La expresión como determinante primario. El falso problema
de la intercomunicación” en Metafísica de la expresión, FCE, México, 2003, pp.
141-157.

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