Jesús de Nazareth (Morales, 1942)
En este filme, protagonizado por José Cibrián y rodado
en México, Jesús es presentado como la luz del
mundo, de acuerdo con lo consagrado en Jn 8, 11, y
entra en escena al inicio de su ministerio público, de
manera particular en el pasaje de su bautismo a
manos de San Juan Bautista (Mt 3, 13-17, Mc 1, 9-11,
Lc 3, 21-22). La trama abarca algunos pasajes de su
predicación, pasión, muerte y una apurada adaptación
de su resurrección y ascensión. En cuanto a sus rasgos
físicos, cuenta con una mirada generalmente absorta,
un semblante sereno, un hablar ceremonioso, una
postura circunspecta y un caminar reposado. El filme,
por sus intencionalidades altamente confesionales y
evangelizadoras (respaldadas por el entonces
Arzobispo de México, Exmo. Mons. Luis M. Martínez)
se centra, fiel a su título, en la figura de Jesús
retratada en los Evangelios.
El personaje de San Juan Bautista (Miguel Manzano)
tiene pocas intervenciones en el filme, pero todas
ellas dirigidas a Jesús y en concordancia con lo
referido en el pasaje bíblico de Mc 1, 1-11, donde el
Bautista se asume como “la voz que predica en el
desierto” y quien “prepara el camino del Señor”.
Rey de reyes (Ray, 1961)
Por otra parte, en este filme que protagoniza Jeffrey
Hunter y cuyo rodaje se realiza en Andalucía
(España), se retoman los principales acontecimientos
de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús,
así como las circunstancias sociales, históricas y
culturales que rodearon su nacimiento y los detalles
de cada uno de los pasajes reseñados. Los rasgos de
este Jesús son marcadamente anglosajones, dada la
procedencia del reparto. Sus ademanes y demás
gestos se corresponden con las acciones efectuadas
en cada una de las escenas. Aunque la figura de
Jesús ostenta un rol preponderante en el filme, la
atención, por motivos historiográficos que rayan en
lo especulativo, se centra a veces en su antagonista,
Barrabás, y en otros personajes que fueron
secundarios y extras en su contraparte del Jesús de
Nazareth de Morales (1942).
El personaje de San Juan Bautista (Robert Ryan)
tiene toda una historia alterna, consecuente con lo
referido en el pasaje bíblico de Mc 6, 14-29; no
obstante, no se muestra ningún intercambio verbal
entre el Bautista y Jesús (circunstancia que se adapta
con un sugestivo encuentro de miradas).
María, la madre de Jesús, asume un papel esporádico
en el filme y sólo aparece durante los últimos
minutos, en la secuencia de la pasión y muerte de
Jesús (Jn 19, 25).
Barrabás es presentado por Poncio Pilato, en la
secuencia de la pasión, como “un ladrón y asesino”.
Los rasgos físicos con los que se le retrata en el filme
acentúan esta caracterización.
Aunque María, la madre de Jesús, no deja de ejercer
un rol secundario, este mismo papel se torna
relevante para esclarecer momentos cruciales en la
vida de Jesús, como lo son sus años de vida oculta.
El filme presenta una contextualización completa del
personaje de Barrabás (su nombre, de hecho, se
traduce del arameo como “Hijo del Padre”,
denominación que exalta el carácter mesiánico con
el que se lo representa en este caso), aprovechando
los vacíos narrativos de Mt 27, 16; Mc 15, 7; Lc 23,
19 y Jn 18,40. A este respecto, se exalta su figura
como líder de los judíos rebeldes (zelotes) y como el
mesías guerrero (opuesto al Jesús pacifista) que el
pueblo judío esperaba. Su liberación, opuesto a lo
consagrado en los Evangelios, no se da de manera
pública, sino en el interior de su celda por orden
expresa de Pilato.