Você está na página 1de 4

Ser indígena hoy: Contexto en Chile.

A casi 23 años de la Ley Indígena, representantes de cada una de las nueve etnias reconocidas actualmente
por la norma 19.253 cuentan las deudas y esperanzas que sus comunidades depositan en Chile. Culturas más
antiguas que el Estado y con un bagaje ancestral que reclama su lugar.

A cuidar el agua de Ollagüe

Como presidente de su comunidad en Ollagüe, II Región, donde vive la mayor concentración quechua del país,
Jorge Condori ya no siente que los chilenos miren en menos a su gente, como sí ocurría en el pasado, según
cuenta. “Antes, eran muy racistas, para ellos éramos los indios, no teníamos cómo defendernos, pero ahora nos
reconocen como quechuas, como la sociedad que somos. Se nos mira con otros ojos”. A pesar de este avance
cultural, Condori precisa que el resguardo del agua ante el avance de la gran minería es su principal
preocupación. “No queremos que las mineras nos sigan quitando el agua, nos están dejando sin nada, así que
lo poco que nos queda queremos protegerlo legalmente”. Por eso, los quechua, explica Condori, apoyan el
tener un ministerio indígena, pero sobre todo, que exista un representante indígena en el Congreso Nacional.
“Eso nos permitiría desarrollarnos como comuna, acá, en Ollagüe, no tenemos nada, el pueblo se muere y la
gente debe emigrar”.

Identidad en la Expo Milán

Carolina Quintul Colivoro es descendiente de kawéskar, pero sólo de adulta supo que pertenecía a esa etnia.
“Gracias a mi hija lo supe. Un día fue a un museo a hacer una tarea y vio fotos de kawéskar muy parecidos a
mí. Hasta entonces yo no sabía nada de ellos”, cuenta. Su familia se lo ocultó de niña por la marginación
histórica que sufrían, pero hoy está empeñada en recuperar su identidad. Incluso, participó en la Expo Milán,
para que gente de todo el mundo conociera su cultura: “Chile necesita recuperar su identidad para que siga
creciendo, y una forma de hacerlo es que ellos nos reconozcan. Yo recuperé mi identidad y eso me dio fuerza y
valor, un espíritu de querer salir adelante”. Sin embargo, es crítica respecto del discurso político en relación a
los pueblos originarios y la Ley Indígena. “Hay artículos que nos perjudican y favorecen al Estado, y eso ya nos
deja mal, es una constante lucha para que se nos reconozca”, explica.

Paraíso de otro continente


A casi cuatro mil kilómetros del continente responde su teléfono Alberto Hotus (87), presidente del Consejo de
Ancianos y uno de los líderes más conocidos de Rapa Nui. No es fácil saber qué piensa de los chilenos, porque
respeta otras formas de encarar la vida y exige lo mismo respecto de su cultura. Tampoco le gustan “los
empresarios que ven a Rapa Nui como un parque marino”. Para Hotus, el estilo de vida del chileno es muy
distinto. “La de ustedes más bien parece una vida de esclavos (…), es más útil preguntar en Chile qué saben de
nosotros, sentimos que todavía nos ven como una selva, con monos y piedras, cuando aquí vivimos en un
cultura propia y viva. Somos el último paraíso”.

Una genuina hablante yagana


Cristina Calderón es, en teoría, la única persona del mundo capaz de expresarse en yámana o yagán, el idioma
que modelaron durante siglos los habitantes más australes del planeta, los yaganes, nómadas canoeros de la
actual Tierra del Fuego, en el confín de Chile. A sus 88 años, Cristina, considerada tesoro vivo de la humanidad
por el gobierno chileno y la Unesco, es la última representante de una cultura que desaparece. “En la lucha por
salvar la lengua vamos muy retrasados. Y es una carrera contra el tiempo. Tengo miedo de que mi cultura
desaparezca. Veo el futuro bastante oscuro; nuestro país no se ha preocupado de nuestros espacios”. Cuenta
que junto a su nieta ha estado confeccionando un diccionario yagán e incluso editó un libro de leyendas
yaganas, pero asume que es un camino difícil, especialmente desde 2003, cuando falleció su hermana y no
tuvo con quién hablar en su lengua materna. “Nuestro país tiene como desafío recuperar nuestra esencia. Hoy,
soy la última yagana”.
Amor por la pachamama
“Al chileno de hoy le falta querer más a la naturaleza, a la pachamama. No le dan el valor que requiere la tierra
y no se comprometen con las comunidades indígenas, por eso estamos abandonados”, asegura Gudelia
Cautín, presidenta de la comunidad aimara de Mamiña. Agrega que si bien como comunidad han ganado
espacios, aún existe un gran trabajo por hacer en torno a la participación de las comunidades: “La sociedad
debe sensibilizarse frente al tema indígena; somos parte de esta tierra, tanto como ellos (los chilenos); los
políticos no han tenido la capacidad de representar nuestros intereses”. En cuanto a los desafíos, la dirigenta
argumenta que es imprescindible generar más herramientas para potenciar su actividad económica. “No es sólo
del rescate de las tradiciones a través de nuestro trabajo, sino que se requiere potenciar el turismo y la
agricultura, que son nuestros fuertes”. También esboza como una tarea futura la implementación en los colegios
del norte la enseñanza obligatoria del aimara y el quechua

Falta industria indígena


Como indígena residente de la zona de Quepe, al sur de Temuco, y como presidente de la Corporación de
Profesionales Mapuches (Enama), Hugo Alcamán advierte que el no mapuche “tiene el carácter del mapuche
en cuanto a su desconfianza inicial, pero cuando hay desgracias estamos todos juntos, con solidaridad”. Sobre
los desafíos que ve para el país, dice que la clave está en la educación. “Saber quiénes somos e incorporar
nuestra historia en la historia oficial de Chile, porque es un país absolutamente ignorante de sus pueblos
originarios. Sorprende que con apenas 200 años de historia, Chile ignore las culturas de pueblos que llevamos
siglos aquí”. Para Alcamán, “el chileno se plantea por sobre la naturaleza; los mapuches, en cambio, vivimos
integrados a ella. Además, no existe en Chile una industria indígena donde todo nuestro quehacer económico
vaya a un mercado sostenible y ecológico”. Añade que “necesitamos instrumentos de fomento productivo
indígena”.

La etnica de carácter tímido


Como representante de los diaguitas, concentrados en la Región de Coquimbo, pero también presentes en las
regiones III y V, Ema Pereira, presidenta de la Asociación Elquinos Llastay, es enfática en su visión del pueblo
chileno. “Hay que trabajar más en el respeto constante a nuestra cultura; aquí hemos tenido hallazgos
relevantes, como cementerios sagrados con más de dos mil tumbas, pero las autoridades del país siguen
haciendo la nueva carretera”, subraya. A su juicio, se avanza, pero lento, en lograr que los chilenos entiendan
que los diaguitas no sólo están en los libros de historia, sino que hay descendientes vivos de una cultura activa,
pese a que su lengua está “escondida”, y al hecho de que este pueblo tiene un carácter más “tímido” respecto
de otras etnias.

Historia y artesanía vivas


Para el presidente de la comunidad Sinchi Wayra, en la Región de Atacama, y representante del pueblo colla en
la Comisión para la Creación del Ministerio Indígena, la sociedad chilena mantiene invisibilizados a los collas,
habitantes ancestrales de la cordillera de Copiapó y Chañaral. “Nuestra historia y nuestra artesanía están vivas,
pero como se trata de un territorio minero, a las empresas les convenía que no existiéramos. Afortunadamente,
las mineras y los chilenos han entendido que el Convenio 169 (de la OIT, sobre pueblos indígenas) es un
hecho”, explica. Según González, eso obligó a este pueblo a mostrar y “demostrar” su historia y su origen,
incluso anterior a los incas: “Lo que más nos ha costado es lograr el reconocimiento del Estado. Hay oficinas
públicas donde las secretarias nos discriminan, nos hacen esperar, incluso a ancianos que bajan de la
cordillera”. Según el dirigente, hay un discurso político de integración, “pero la realidad es distinta. Nos dicen
indios y somos collas”.

Al cuidado de las áreas protegidas


A juicio de Wilson Reyes, quien también fue director de Conadi, el pueblo atacameño es una etnia dialogante,
tolerante con el resto de las culturas y líder en la administración de áreas protegidas, desde hace 15 años, en la
II Región.“¿Y por qué algún día no llegar a administrarlas como propiedad privada? Son el hogar de los
atacameños desde siempre”, dice. Reyes explica que para fortalecer a su pueblo, se trabaja afanosamente en
la recuperación de su lengua, hoy extraviada, pero también cree que hay una deuda impaga por parte de los
chilenos. “Todavía, en la sociedad civil, incluso en el gobierno, en los colegios y empresas, hay un dejo de
discriminación. Creo que se ha ido avanzando en estos 20 años con la Ley Indígena, pero falta todavía que la
sociedad entienda que hay diversidad. Es un patrón que se debe fortalecer, y que se entienda que hay otros
nueve pueblos importantes”. Espera que los chilenos reconozcan su existencia a nivel constitucional. “No sólo a
nivel de la voluntad de un gobierno de turno”, detalla.
DISTRIBUCION DE LAS POBLACIONES INDIGENAS DE CHILE.
SALUD INDIGENA

En 1997 se realizó el primer estudio sociodemográfico y epidemiológico de los pueblos indígenas en Chile, el
cual evidenció desigualdades al comparar la situación de estos grupos con el resto del país: altas tasas de
mortalidad infantil superiores en 40 puntos a la media nacional, para el caso del pueblo atacameño; menor
esperanza de vida al nacer, inferior en 10 años para la población aymara; bajo índice de Swaroop, equivalente
al que poseía el país a inicios de los años ochenta; patrón de causas de muerte pre transición epidemiológica
para el caso aymara, y condiciones de salud de los pueblos indígenas que viven en centros urbanos más
deterioradas que la de los que viven en el campo. Estudios posteriores han mostrado que la incidencia de la
muerte por bronconeumonía en niños mapuche menores de 5 años es mayor que en niños no mapuche. Del
mismo modo la TBC (tuberculosis) es más alta en las zonas de alta concentración indígena, siendo
especialmente vulnerable la población aymara, lo que se refleja en el Servicio de Salud Arica, con una tasa de
mortalidad por TBC del doble de la tasa nacional. Estudios han revelado que la población mapuche presenta
menor talla tanto en adultos como en niños, y parte de esta diferencia se explica por su asociación a la pobreza
y vulnerabilidad social. La IX Región de la Araucanía (concentración de población mapuche) presenta mayor
mortalidad por cáncer de vesícula, coexistiendo una alta prevalencia de colelitiasis con un pobre acceso a
colecistectomía.

Antecedentes y situación de los Pueblos Indígenas en Chile.

En Chile, la ley indígena nº 19.253 (1993) reconoce a los pueblos indígenas Alacalufe (Kawashkar), Atacameño,
Aymara, Colla, Diaguita, Mapuche, Quechua, Rapa Nui, Yámana (yagán). En cuanto a su población, en los
últimos 10 años se experimenta una sostenida auto identificación de la población indígena en el país, desde un
6,6% del total (692.192 habitantes) en 2002, a un 9,1 % del total (1.565.915 habitantes) de la población declara
pertenecer a un pueblo indígena en 2013, siendo el pueblo mapuche el mayoritario con un 84,4 % del total
seguido por los pueblos Aymara (7%) y Diaguita (3,2%) en el norte del país (Ministerio Desarrollo Social, 2013).
Del total de la población indígena del país, un 74% de la población corresponde a población urbana y un 26%
rural, reforzando la tendencia regional (Banco Mundial, 2015). Según distribución geográfica, la mayor cantidad
de población indígena se concentra en las regiones Metropolitana de Santiago (29,9%), Araucanía (19,8%) y
Los Lagos (13,4%) siendo la presencia más significativa según región en La Araucanía (32% del total) en el sur
y Arica Parinacota en el norte (31,5% del total), seguidos por la regiones de Aysen (26,5%), Los Lagos (25,8) y
Los Ríos (22%) (Ministerio de Desarrollo Social, op.cit) Respecto del nivel socioeconómico, las últimas cuatro
versiones de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) demuestran un descenso sostenido en
la pobreza en la población indígena, aunque las brechas entre indígena y no indígena persistan. Por ejemplo,
para 2006 la incidencia de la pobreza era un 60% más elevada entre la población indígena (44%) que entre la
no indígena (28%); y, en 2013, fue un 70% mayor, siendo una incidencia de un 23,4% para la población
indígena y un 13,5% para la población no indígena. Respecto de la pobreza multidimensional (Educación,
Salud, Trabajo y Seguridad Social, y Vivienda), mientras que un 31% de la población indígena se encuentra en
dicha situación de pobreza, ésta alcanza a 19,3% en los no indígenas. Respecto de la dimensión educacional,
si bien Chile tiene tasas de analfabetismo de las más bajas de la región (4,2% / 2002), las brechas se
evidencian según composición étnica. Mientras para la población indígena encontramos un 5,0% de
analfabetismo, esta proporción se reduce a un 3,6% para la población no indígena. La cobertura de los servicios
de salud para la población indígena es en su mayoría pública por medio del Fondo Nacional de Salud
(FONASA) donde se inscriben la mayoría de la población (87,3 por ciento), concentrándose en los grupos A y B
(65,6%), quienes corresponden a personas sin ingresos corrientes e ingreso mínimo respectivamente. Según la
encuesta CASEN correspondiente año 2013, el porcentaje de hogares con presencia de niñas, niños y
adolescentes (0 a 17 años) es de un 57,2% para hogares con presencia indígena, mientras que no indígenas la
presencia de NNyA es de 48,5% para el mismo año, situación que se invierte para presencia de adultos
mayores sobre 60 años, siendo un 39,2% para hogares no indígenas y un 34,1% de hogares indígenas
mantienen presencia de adulto mayor, es decir, que la población indígena posee una estructura poblacional
más joven y menos envejecida que la no indígena .

Você também pode gostar