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La sangre de Cristo nos redime: En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados
según las riquezas de su gracia (Efesios 1:7).
La sangre nos justifica: Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que
es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con
la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que
es de la fe de Jesús (Romanos 3:24-26).
La sangre nos santifica: Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado
es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo
cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta
(Hebreos 13:11-12).
La sangre nos lava: Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes
y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén
(Apocalipsis 1:5-6).
La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, pero la Biblia no dice que la sangre perdona. Los
que son bautizados en los títulos Padre, Hijo y Espíritu Santo, dicen: No, pero si el Señor me limpió;
yo oro y el Señor me escucha, yo no necesito más nada porque el Señor me limpió, estoy limpio;
una cosa es la limpieza y otra cosa es el perdón; la limpieza se opera en la conciencia cuando la
persona ejerce fe en la obra del Calvario.
La sangre no perdona, porque es una parte de Cristo, usted tiene sangre, tiene huesos, tiene
carne, tiene nervios, tiene vísceras, tiene espíritu, tiene alma; la sangre es una parte de Cristo, no
es todo, pero el nombre sí lo encierra todo; cuando usted dice Jesucristo, ahí está todo lo que es
él.