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SARTRÉ Y SIMONE DE BEAUVOIR: UN AMOR EXISTENCIAL

A lo largo de la existencia de la humanidad, pocos han sido los conceptos que provocasen las mismas
interrogantes que ha causado el amor. Innumerables veces el hombre ha intentado comprenderlo, exigirlo
y someterlo a voluntad propia; también ha sido objeto de estudio de distintas civilizaciones, filósofos,
teóricos y escritores por lo que ha fungido como inspiración para el arte, el conocimiento y la vida misma.
Sin embargo, a pesar de los análisis, de lo mucho que ha brindado y creado en el mundo, no pierde la
cualidad de ser subjetivo y poco inteligible; aún la sociedad e individuos se preguntan ¿En dónde duele el
amor, en las ideas, en el cuerpo o en el corazón? Algunos concluyeron que simplemente el amor duele en
la existencia misma.

Si vamos a introducirnos al escenario del amor y la existencia, no podemos dejar de lado a una de
las parejas más aclamadas en el ámbito intelectual y bohemio de Francia a mediados del siglo XX, Simone
de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Ambos son importantes exponentes de la corriente filosófica
existencialista; la cual fue derivada del decadentismo, movimiento literario de fines del siglo XIX con
autores como Allan Poe y Oscar Wilde; surge en una época de crisis en la que la juventud cavilaba sobre la
angustia de haber sido arrojada sola al mundo, sin la presencia de un dios, en medio de distintas guerras
y lucha de clases, con constantes cuestionamientos sobre cuál era el valor y significado real de la vida, así
como la importancia de permanecer en ella; las mejores mentes del momento se vieron involucradas en
esta doctrina que invita al individuo a ser creador de su historia y único responsable de sus actos, así como
de su coexistir con los demás.

En consecuencia, el ser humano fue testigo de cómo las costumbres y valores vigentes en ese
tiempo, fueron examinadas bajo la incrédula lupa de pensadores y académicos. Y por supuesto que se
indagaron los rubros consustanciales al amor en pareja, que se sustentaba en el compromiso, el
matrimonio y los hijos; concretamente se trataba de elaborar un plan de vida tal cual una receta de cocina,
que debía ser seguida al pie de la letra sin objeción alguna; actuar contrariamente sería sinónimo de
ofender la integridad y reputación de la familia, además de hacerse acreedor del señalamiento social al
que el ser humano tanto ha temido época tras época. Por lo tanto, el mundo se halló en una disyuntiva
entre lo que es un amor libre y los estándares intransigentes contemporáneos; comenzó la lucha entre el
“deber ser” un matrimonio feliz y siempre fiel, versus “querer ser” una pareja que comparte el existir, sin
ataduras, de acuerdo a su albedrío. Sin lugar a dudas esto último fueron Beauvoir y Sartre.

La joven Simone De Beauvoir creció tranquilamente con su acomodada familia nuclear, se


desenvolvió en un ámbito burgués y pensante donde comprendió que la cultura era el más alto de los
valores; pareciera ser que éste fue el estandarte que portó orgullosa durante toda su vida y que defendió
implacablemente. La hija mayor del matrimonio Beauvoir, destacó por su alto nivel intelectual y gracias a
la acertada influencia de su padre, vivió sus primeros años inmersa en el teatro y la literatura; fue así como
a la edad de 15 años tuvo una la convicción de convertirse en escritora, idea que se concretó con ahínco y
llegando más allá de sus expectativas. Nunca imaginó que se consagraría como una de las novelistas y
filósofas más emblemáticas del feminismo y existencialismo; mucho menos pensó que en ese sinuoso
camino encontraría al compañero de casi toda su vida.

Por su parte, a causa de la temprana muerte de su padre, Jean-Paul Sartre fue criado en una familia
monoparental dirigida por las leyes maternas, en un ambiente religioso; hecho que probablemente haya
influenciado y forjado las bases de su futuro pensamiento ateo. Sartre pretendió dar a conocer el
existencialismo con la publicación de su novela “La Náusea” y logró que el contenido filosófico
existencialista alcanzara a divulgarse ampliamente en Europa y Estados Unidos. Se hizo ganador de uno de
los reconocimientos más deseados por los escritores: el premio nobel de literatura. Dicho premio fue
rechazado por Sartre; él creía firmemente en que un intelectual tenía como primera tarea servir al
desarrollo de su país y su labor no debería atravesar por ningún tipo de institución, aunque ésta fuera la
academia sueca. El contenido de su obra es variado: guiones teatrales, novela y ensayos, de los que
sobresalen títulos como “El ser y la nada” o “El existencialismo es un humanismo”, que se encuentran
entre los más aclamados.

Una vez habiendo conocido a cada personaje que formó parte de esta pareja controversial,
quedará la duda sobre cómo se llevó a cabo uno de los encuentros culturales más significantes.
Específicamente se dio en la Escuela Normal Superior de Francia, lugar en donde los estudiantes Sartre de
24 años y Beauvoir de 21, se atrajeron. Seguidamente a algunos acercamientos e intercambios de
opiniones, acordaron los códigos que regirían su idilio intelectual; establecerían una relación sin etiquetas
y sin exclusividad, podrían verse y relacionarse tanto sentimental como sexualmente con terceras
personas; singularmente hasta llegarían a hablar extensamente y escribirse cartas sobre sus experiencias
amorosas con sus múltiples amantes. Sin embargo, a pesar de vivir poliamorosamente, Sartre
constantemente mencionaba que las demás y múltiples mujeres con las que se relacionaba eran su “Amor
contingente” mientras que Simone representaba el “Amor necesario”; igualmente en el corazón de ella
podrían vivir otros individuos, pero siempre aventajaría la presencia de ese hombre existencial de mirada
curiosa.

Posteriormente, obtuvieron puestos de catedráticos en distintas escuelas y siguieron


manteniéndose en contacto aún en la distancia. Sartre intentó sucumbir a sus acuerdos de amor libre y le
propuso casarse, ella se negó. El pensamiento de Simone contradecía el prototipo de la idea del
matrimonio, argumentaba que éste multiplicaba las obligaciones familiares y sociales y que toda la libertad
que ella buscaba y necesitaba se encontraba sólo en su cabeza y corazón; estas ideas inspiraron uno de
sus ensayos más reconocidos “El Segundo Sexo”, en él aborda la condición social de la mujer y analiza las
diferentes características de la represión masculina, texto primordial en la historia del feminismo. En
consiguiente, la pareja nunca tuvo hijos, no se casaron, ni vivieron formalmente juntos, hechos que fueron
juzgados no sólo por la comunidad, sino también por la misma familia. Simone hablaría sobre este malestar
y aflicción que su estilo de vida despreocupado y tolerante le causó a su madre, en el libro “Una muerte
muy dulce”.

Pese a obstáculos de diversa índole, la pareja alcanzó a consumar su interacción cimentándola en


la palabra, ideas e intelecto. Aparte de compartir su vida cotidiana, como cualquier pareja común lo
hubiese hecho, participaron conjuntamente en proyectos como la revista Tiempos Modernos; en la cual
se transmitían las creencias y principios de los estudiosos de esa época en Francia. Es notable la influencia
que tuvieron el uno con el otro en cuanto a su obra; ellos se ayudaban mutuamente a crear, a interrogarse,
a renovar y mejorar sus aportes escritos; que fueron de los más importantes en el mundo y a través de los
cuales trascendieron.

Cada uno desenvolvió sus primeros años de vida en formas muy distintas, el escenario donde
crecieron fue diferente pero no un obstáculo para haber coincidido tanto física como mentalmente; haya
sido la existencia misma, el destino o hasta la energía quien los atrajo, estuvieron juntos por casi 50 años.
Lapso en el que prosperaron, alcanzaron metas, sufrieron, fueron felices y guiaron a la juventud que
necesitaba ídolos políticos e ideológicos no superficiales. No sólo se limitaron a regalarnos relatos
imaginarios e increíbles narrados en su tinta; fueron capaces de mostrarnos con su mera presencia y paso
por el mundo, su propia historia de amor igualmente impregnada de liberación.

Apremiante llegaría el instante en que cumplirían su ciclo de coincidir en la vida, años después de
salud precaria y una ceguera que lo imposibilitó para leer y escribir, la muerte alcanzó a Sartre a la edad
de 74 años, un 15 de abril de 1980; ese fue el día en que se separaron después de que sus existencias se
encontraron por tanto tiempo. Simone sublimó su pérdida de la única forma en que ella enfrentaba a la
realidad: escribiendo; pese a que él ya no estaba presente físicamente, su significado inspiró otro libro que
ella le dedicó “Ceremonia del adiós”, donde narra los últimos momentos del filósofo francés. Beauvoir
falleció seis años después, un 14 de abril, a los 78 años; curiosamente casi el mismo día que Jean-Paul. Fue
enterrada junto a Sartre, pero como muestra de rebeldía y probable enojo por no haber sido la heredera
de los derechos de sus escritos, pidió ser enterrada con el anillo que le obsequió uno de sus amantes.

Nuestra pareja protagonista ejemplificó contrariamente lo que se esperaba de la unión entre dos
individuos que se amasen; su relación fue un paradigma de emancipación a los estereotipos amorosos de
la cotidianeidad social y burguesa, contra la que generalmente se encontraban en disputa. Ellos fueron
amigos que se amaban y pareja que se acompañaba a la distancia; pero sobretodo compartían una unión
aún más fuerte y valiosa, concurrieron al ser maestros, escritores y filósofos; y no de los que limitan su
doctrina al sólo plasmarse en el papel y se olvidan de ella al cerrar el libro y agitar un poco su polvo. Fueron
pensadores que defendieron sus creencias en todo momento y las consagraron con la vida misma. Su mera
existencia fue un acto de libertad y de amor entre ellos, a sí mismos y al saber mismo; enseñándonos que
el único resultado del amor comúnmente entendido, no necesariamente es conformar una familia; sino
aportar un legado que sobreviva más generaciones de las que puedan subsistir un apellido o ADN.

En definitiva, aparte de encontrarnos ante la presencia de un amor existencial, observamos una


interacción emancipada de la opinión del mundo, cuyos habitantes sólo se limitaron a ejecutar el papel de
espectadores y no el de jueces; su censura no tuvo valor en una relación que gozó de más derechos que
deberes. Si bien actualmente presenciamos distraídamente el fluir del siglo XXI; periodo que se jacta de
ser innovador y revolucionario a nivel tecnológico, político, social y demás, ¿Qué tan libres, dispuestos y
capaces estamos para emular el modelo de amor de Simon de Beauvoir y Jean-Paul Sartre?

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