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Joseph de Finance
Introducción
1. Definición y objeto
Si el nombre de ontología no se remonta más allá del siglo XVIII (J. Clauberg) la realidad
es tan antigua como la filosofía misma. Los físicos de Jonia, que pretendían explicarlo
todo por el agua, el aire, el fuego o lo indeterminado, se plantearon, a su manera, el
problema ontológico: intentaron describir, por oposición a las apariencias, la realidad
fundamental. Sin embargo permanecían en el ámbito de lo empírico.
Es Parménides el primero que señala la aparición de la especulación metafísica, capta
en su originalidad, en su unidad y en su oposición tajante a la nada, la idea del ser.
Platón, algunos siglos después, plantea en el “Parménides” y en el “Sofista”
especialmente, los problemas esenciales de la ontología.
Aristóteles aporta a la “filosofía primera” el auxilio de una tecnicidad más avanzada.
El nombre que le pone Andrónico de Rodas, a los libros del Estagirita que vienen
después de la Física: Meta ta física, corresponde maravillosamente al contenido de
la obra. De una parte se trata de conocer la naturaleza profunda del ser como tal. Por
otra parte, para dar razón del ser móvil y material, se eleva hasta las realidades
“separadas e inmóviles”.
¿Qué es el ser? esta pregunta siempre planteada es aquella a la que nosotros vamos a
esforzarnos por responder.
Para desentenderse de esta cuestión habría que violentar aquello que hay de más
fundamental en el espíritu humano, su necesidad de conocer, de saber el por qué y el
cómo, ese movimiento que lo impulsa siempre más adelante.
¿Qué es el ser? cuestión ultra-abstracta, al parecer. Y, en efecto, es en el tercer grado
de abstracción. Pero hay distintos tipos de abstracción.
La metafísica no excluye ningún aspecto, ya que su objeto formal es el ser, no importa
bajo qué forma o modalidad, sino pura y simplemente el ser.
En virtud del término al que apunta, que no es el ser lógico o ideal, sino el existente en
cuanto existente, la ontología es, en un sentido absolutamente verdadero, una ciencia
eminentemente concreta. Sólo que, como es, a pesar de todo, una ciencia humana, no
alcanza este término sino manejando abstracciones.
La ontología sólo dispone de conceptos. De ahí le viene una insuficiencia cierta.
2. Legitimidad
La ontología, como disciplina filosófica particular, será legítima con una doble
condición: que tenga un objeto distinto y que este objeto sea accesible.
Los nominalistas niegan que el ser en cuanto ser exista, es un concepto vacío de toda
determinación, parece no ofrecer contenido alguno al pensamiento.
La crítica kantiana afirma que nuestro conocimiento teórico se limita al mundo de los
fenómenos y de lo relativo. Por tanto existe, pero no es alcanzable.
Por lo que se refiere a la primera cuestión (si tiene un objeto propio) respondemos:
para que el problema del ser pueda plantearse con legitimidad es preciso y suficiente
1
que el ser se presente a primera vista como una intención distinta de todas las demás.
Ahora bien, esto es un dato indiscutible.
Lo propio de la ciencia es explicar las cosas por las cosas. Puede descender hasta lo
ínfimo o elevarse hasta lo inmenso, pero ambas cosas son también seres. Así pues, hay
una cuestión propiamente metafísica; la metafísica tiene un objeto.
En cuanto a la segunda cuestión (es accesible el objeto de la ontología) depende de la
crítica del conocimiento.
3. Utilidad
La ontología es, en un sentido, la más inútil de las ciencias, porque no implica
directamente ninguna conclusión práctica. Pero esto no significa algo privativo (no está
al servicio de nada) Por otro lado es, justamente con la teología, la ciencia más
fecunda. Valoriza a todas las demás, proyecta sobre sus datos y conclusiones una luz
nueva.
4. Método
Tampoco será la pura explicitación de una intuición intelectual. Para Malebranche y los
ontologistas, la idea del ser no es otra cosa que el Ser mismo de Dios desvelándose al
espíritu humano como ejemplar eminente de los seres. (Conduce al panteísmo)
¿Cuál será entonces el verdadero método? El ser no es ni una cosa exterior ni una idea
puesta ante el espíritu; el ser es aquello que, en los objetos y en el sujeto que los
piensa, hace que estos sean. La metafísica es un esfuerzo perpetuamente
reemprendido para fijar sobre el ser la atención del espíritu, por encima de las
apariencias y determinaciones. No se trata tanto de desarrollar las consecuencias de
un cuerpo de principios establecidos de una vez para siempre cuanto de volver sobre
esos principios para penetrar mejor su sentido, su verdad, su fecundidad. Progreso en
profundidad, más bien que en extensión.
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CAPITULO PRIMERO: El Ser
8. La afirmación fundamental
Por consiguiente, el ser no puede identificarse con la objetividad. Pero tampoco con la
subjetividad. Si el ser coincide con el yo, el sum nunca rebasará el cogito.
Entonces, ¿dónde encontrar el ser? ni del lado del objeto como tal, ni del lado del
sujeto en cuanto tal. Por ejemplo, cuando decimos: el sol es caliente. (Hay una
afirmación existencial) estas cualidades, estos caracteres no son modificaciones ni de
mi conciencia ni objetos ideales: son, existen independientemente de mí. Incluso,
cuando hacemos afirmaciones de algo posible (que puede existir, no contradictorio) la
hacemos en relación a algo existente. No tendríamos la menor idea de lo posible si
primeramente no experimentáramos y afirmáramos lo real.
1
C. Fabro. La nozione metafísica di partecipazione secondo S. Tommaso dÀquino, Turin, 1950, p.141
3
Yo soy ser, pero no soy el ser. El ser me envuelve, me desborda.
2
Santo Tomás, De Veritate, 10,12,ad 3
3
Estos términos no son absolutamente sinónimos. Esencia tiene una significación estrictamente
ontológica: aquello por lo que un ser es lo que es. Naturaleza añade una relación a la actividad: es la
esencia como principio radical del obrar. Quididad posee un sentido más bien lógico: aquello que
responde a la pregunta ¿qué es este ser?, o sea la esencia en cuanto principio de inteligibilidad.
4
Hemos dicho que el ser se presenta indisolublemente como esencia y existencia. La
cuestión es saber sobre cuál de los dos aspectos debe recaer de manera preferente la
atención del metafísico.
4
Contra Gentiles, I,28; De Potentia, 7,2 ad9, Contra Gentiles, III,66; Suma Teología, I,5,1.
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No tenemos aquí una mera cuestión de palabras. Nuestro modo de pensamiento
implica esencialmente la atribución de un predicado a un sujeto y la posición en el ser.
A través del a esencia, el espíritu capta el acto que le da su realidad y su sentido. Por
consiguiente, el objeto de la metafísica no es la esencia considerada en sí, haciendo
abstracción de toda existencia actual. Pero tampoco es la existencia “desencializada”,
que solo es un mito. Es el ser, unidad concreta y bipolar de esencia y esse.
IV. La analogía
21. En qué sentido las determinaciones están implicadas en la idea del ser
Esta posición anterior no corresponde al pensamiento de Santo Tomás. Para él y para
nosotros, la idea de ser no es una idea innata o contemplada en Dios: es adquirida,
exactamente igual que las demás.
En la idea del ser, el aspecto de la representación queda reducido al mínimo: desde
este punto de vista, es radicalmente falso que todo nos sea dado desde un comienzo.
La experiencia es necesaria porque el espíritu nunca podría hacer que, de esta pura
indeterminación de la experiencia sensible en general, salieran las diversas
modalidades de la misma.
Pero todo cambia si consideramos la idea de ser bajo el aspecto de la significación
objetivadora. Por su significación, la idea del ser abarca virtualmente a todos los seres.
A causa de este carácter singular, la idea de ser contiene, en un sentido muy verdadero,
a todos los seres, mientras que la idea de árbol no contiene verdaderamente a todos
los árboles. (Ningún objeto particular agota su significación, porque es parcial: es un
ser, no el ser)
22. Conclusión
Todo el progreso del espíritu humano tenderá a “realizar”, a “llenar”, la significación del
ser y, con ello, a dar al espíritu la conciencia plenamente lúcida de sus posibilidades. La
idea del ser plenamente desarrollada nos haría captar distintamente todos los seres en
su unidad y su unicidad.
Señalemos lo importante que es, en el conocimiento humano, no disociar radicalmente
la especulación y la experiencia. El verdadero progreso no se realiza sino por el
esfuerzo conjugado de ambas.
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propósito de él, un por qué. ¿por qué hay algo y no más bien nada? La
contingencia.
Considerando más de cerca esta cuestión, se advierte que estas tres maneras se
reducen a una sola: la limitación, ya de las cosas, ya de nosotros mismos. La negación
se introduce en nosotros por el camino indirecto de la carencia.
Por consiguiente, el nacimiento de la antítesis, se explica del modo más natural, por la
insuficiencia de la tesis con respecto a las exigencias del pensamiento.
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Por tanto, según esta consideración, “posible” se atribuirá en sentido pleno tanto a lo
necesario como a lo real, y “real” se atribuirá a lo necesario. La necesidad de lo real y
de lo posible es secundum quid.
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