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LECTIO DIVINA
La lectura orante de la Biblia en grupos y comunidades
Los modos de realizar una lectura espiritual de la Biblia son, naturalmente, muy variados y
dependen de personas y circunstancias determinadas. El más clásico en la Iglesia es sin duda el de la
Lectio Divina que practicaron sobre todo los monjes pero que se puede adaptar sin dificultades para
cualquier cristiano de nuestro tiempo. Se trata en el fondo de una escucha religiosa de la Palabra de
Dios, es una lectura sapiencial, de tipo existencial que conduce a saborear la Palabra más que a
investigarla y lleva, antes que a la ciencia, a la sabiduría de la Biblia. Es un diálogo, un coloquio o
conversación que se lleva a cabo entre Dios que habla (lectura de la Palabra) y el hombre que
escucha y responde (oración).
¿Qué es en concreto la Lectio Divina?
No es tarea fácil definirla si tenemos en cuenta los distintos matices que fue adquiriendo en la
historia, pero podemos hacer el esfuerzo de explicarla. Para ello presentaremos dos definiciones que
nos pueden ayudar.
La primera la tomamos del Cardenal Carlos María Martini: ...la Lectio Divina es el ejercicio
ordenado de la escucha personal de la Palabra. Desarrollemos un poco estas ideas:
La palabra ejercicio nos da la idea de algo activo, de movimiento; en la Lectio uno se
compromete, se decide, camina.
Este ejercicio es ordenado, tiene una dinámica interna, un método propio que nos
ayuda a descubrir mejor el sentido de la Escritura.
De la escucha; en la Lectio recibimos la Palabra como don. Debemos dejar que Dios
nos hable.
No es la escucha de un sermón, de una homilía, o la lectura de algún comentario; es el
momento personal de la escucha que está íntimamente relacionada con la escucha
comunitaria. Sin la escucha comunitaria, la Lectio Divina se vuelve individualismo y
sin Lectio Divina, la escucha comunitaria cae en generalidades, en algo lejano a
nuestra vida, que no nos lleva a comprometernos.
Y esta escucha es de la Palabra, la Palabra que me ha creado y que da sentido a mi
vida. Es Dios quien me habla, Cristo quien me habla, el Espíritu, que penetra todos los
rincones de nuestra vida y nuestra historia.
La segunda definición la tomamos del Padre Bernardo Olivera: "La Lectio Divina es una lectura
personal de la Palabra de Dios por la cual uno se esfuerza en asimilar su verdad y vida; hecha en la fe, en
espíritu de oración, creyendo en la presencia actual de Dios que me habla por medio del texto sagrado”.
Es una lectura meditada de la Palabra de Dios, prolongada en oración contemplativa; es una lectura
apacible, reposada, desinteresada, comprometida (se dona toda la persona: sentimientos, inteligencia,
voluntad, etc.). Está hecha en actitud de fe y amor, buscando un contacto vivo y vivificante con la
Palabra de Dios y su meta es la comunión, el estar con Dios, el gustar a Dios. No debemos hacer la
Lectio Divina para preparar una homilía o una charla. Debemos dejar que Dios nos hable. Todos los
cristianos podemos rezar de esta manera y no sólo los consagrados como muchas veces se piensa.
Luego de haber intentado definir la Lectio Divina, ahora vamos a explicar su método, su orden,
su dinámica interna. Consta de tres, cuatro, siete u ocho pasos; dependiendo esto de los distintos
autores. No significa que algunos la presenten incompleta, sino que incluyen en un paso dos o tres
que otro autor explica en forma separada.
Aquí tomamos los ocho pasos que el Cardenal Carlos María Martini presenta en su libro Por
qué Jesús hablaba en parábolas?. Él los retoma de distintos autores, Santos Padres y monjes, dentro de
la tradición de la Lectio Divina. Los pasos son (entre paréntesis encontrarás el nombre en latín):
lectura (lectio), meditación (meditatio), oración (oratio), contemplación (contemplatio), consolación
(consolatio), discernimiento (discretio), decisión (deliberatio) y acción (actio). Veremos ahora cada
paso en particular.
1) LECTURA (LECTIO)
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El primer paso de la Lectio Divina es leer y releer el texto del pasaje bíblico que elegimos. Este es
el primer escalón y tiene por objeto descubrir los elementos más significativos, más sobresalientes,
aquellos que más nos impresionan, los aspectos fundamentales del texto. Es importante para tener
familiaridad con la Palabra de Dios leerla permanentemente, diariamente. Tenemos que lograr que la
Biblia se "vuelva nuestra", que sea capaz de expresar nuestra propia vida y nuestra historia.
¿Cómo se hace una lectura auténtica y profunda?
La operación no es complicada. Hay que poner atención en las frases importantes, en los
verbos, en los adjetivos y sustantivos, en cómo transcurren los hechos, en las personas, sentimientos y
palabras claves que descubramos en el texto. Es fundamental y muy práctico hacerlo con lapicera en
mano, anotando en un papel todo lo que descubramos en el pasaje. Esto no se puede hacer si leemos la
Escritura como un diario o una novela: ansiosa y apresuradamente. No debemos perder de vista que es
Palabra de Dios y va dirigida de corazón a corazón.
Es importante darle valor a cada frase, ya que en ella hay contenido un mensaje de Dios para
mí. Es una "provocación" de amor. Por eso es "divina" la Lectio. Dios toma la iniciativa en el diálogo
con el hombre. Nosotros no debemos ser solamente meros lectores sino que debemos ser "oyentes de
la Palabra", para oírla y ponerla en práctica.
La lectura es el punto de partida: prepara al lector y al texto para el diálogo de la meditación.
Para que esta última no sea el fruto de una fantasía irreal, es necesario que la lectura se haga con
criterio y atención evitando manipular el pasaje.
Puede ocurrir (y esto es bueno), que cuando estoy leyendo el texto, me vengan a la mente otros
pasajes análogos o afines de la Escritura; se activa así lo que el Cardenal Martini llama "memoria
bíblica". Vamos a otras páginas de la Biblia y la lectura se alarga; se recuerdan acontecimientos o
figuras bíblicas (Abraham, Isaac, David, etc.) y el texto que estamos leyendo adquiere más luz con
alguna actitud de Jesús en otro acontecimiento o con alguna palabra de san Pablo.
En todo el desarrollo de la Lectio hay que tener claro que no es exégesis. Esta tiene sus reglas
técnicas y precisas. Esto no exime a los cristianos de no preocuparse por adquirir conocimientos
bíblicos. Todo bautizado, de acuerdo a su condición, debe tratar de tener un "buen manejo" de la
Biblia.
La lectura bien hecha ayuda a superar el "fundamentalismo bíblico", que es una gran tentación
instalada en la mente de mucha gente: separar el texto del resto de la vida, absolutizándolo como
única manifestación de la Palabra y despreciando la vida del hombre, la historia de la comunidad
eclesial, como si ya no tuviese nada que decir sobre Dios y su voluntad. El fundamentalismo es una
visión distorsionada, pobre y empequeñecida de la Palabra, convirtiéndola en algo hueco, sin
resonancias para nuestra vida aquí y ahora. Superar el fundamentalismo es posible si la lectura del
texto se hace situándola dentro de su contexto de origen y al mismo tiempo percibiendo en él el reflejo
de la situación humana a veces conflictiva, confusa y controvertida que vivimos los hombres de hoy.
Si no hacemos la lectura con tranquilidad, el texto nos dirá dos o tres cosas que ya suponíamos
de antemano, pero no podrá desarrollar todo el potencial salvífico que tiene adentro. Muchas veces
decimos: ¡Ah, la multiplicación de los panes!; ¡ya lo conozco muy bien! Pero es posible que haya
valores del pasaje que se nos hayan escapado. Debemos ser conscientes que todo el texto bíblico tiene
un relieve insospechado y que es el fruto de la inspiración divina que hace a algunos hombres (autores
humanos) relatar y transmitir la historia del pueblo de Israel, los hechos y los dichos de Jesús, la
predicación de los apóstoles y la vida de la Iglesia primitiva.
¿Cuál es el momento en que se pasa de la lectura a la meditación? Es difícil precisarlo, como es
difícil delimitar el fin de la primavera y el comienzo del verano. Es diferente cada año y en cada región.
Pero se pueden dar algunos criterios.
En la lectura la pregunta que nos hacemos fundamentalmente es ¿qué dice el texto? En
determinado momento, nos damos cuenta de que el texto nos habla a cada uno de nosotros. En ese
momento la lectura se transforma en meditación. Bajamos la cabeza haciendo silencio y abrimos el
oído: "Voy a escuchar de qué habla Dios" (Sal 85,9).
2) MEDITACIÓN (MEDITATIO)
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La lectura respondió a la pregunta: ¿qué dice el texto? La Meditación, segundo escalón de la
Lectio, busca responder al interrogante: ¿qué dice el texto para mí, para nosotros? ¿Qué nos dice Dios
hoy?
La meditación es el esfuerzo por actualizar el texto y aproximarlo a nuestra vida, a nuestro
hoy, a nuestras realidades. Dentro de la dinámica de la Lectio, la meditación ocupa un lugar central. La
Lectio es sin duda la práctica de un diálogo; Dios habla (lectura) y el hombre también (oración). Entre
estas dos situaciones, aparece la meditación como un camino medio entre ellas. Dios nos habla en la
Escritura, y nosotros por la meditación nos hacemos presentes ante Él con la inteligencia y el
corazón; así, presentes ante Él, o teniéndole presente, podemos hablarle mediante la oración. En
este paso, se aspira a llegar a las verdades ocultas, a los valores permanentes que encierra el texto, que
desean producir el mismo efecto que provocó en aquel entonces (en que fueron escritos), como por
ejemplo las actitudes de Dios para con los hombres (la misericordia, la fidelidad, la justicia, etc.). O
también el comportamiento del hombre hacia Dios: los hay positivos arrepentimiento, acción de
gracias, alabanza y también negativos mentira, traición, temor.
Una primera forma de practicar la meditación consiste en dialogar con el texto. Se medita
haciéndole preguntas al mismo: ¿qué hay de distinto o de semejante entre la situación del texto y la
nuestra?, ¿cuáles eran los conflictos de ayer, y cuáles los de hoy?, ¿qué cambio en mí me sugiere?, ¿a
qué desafíos me invita?, etc. Se busca también tener en cuenta las actitudes de quienes intervienen en
el pasaje bíblico; sus sentimientos, los elementos y su posible significación bíblica y cultural (por
ejemplo el agua, el desierto, el vino, etc.), los lugares, los tiempos...
Otra forma de meditar consiste en repetir el texto (o una frase) para interiorizarlo (tener
conciencia de lo que se expresa), masticarlo hasta descubrir lo que él nos dice. Así obraba María,
cuando guardaba (interiorizaba) las cosas en su corazón (cf. Lc 2,51).
Después de haber leído, y haber descubierto el sentido, es bueno resumir el texto en una frase
(preferentemente del mismo texto) para memorizarla, repetirla, masticarla y saborearla a lo largo del
día. Al descubrir y saborear los valores en el texto, uso de ellos para confrontar mi vida: me pregunto
cómo los vivo, cómo los veo, cómo me encuentro en ellos, y entro en contacto con la dinámica de los
sentimientos de los que el texto es vehículo. La meditación es un trabajo de asimilación de lo que el
ojo ha leído, de lo que el oído ha percibido y de lo que la memoria ha retenido; una rumia de ideas, a fin
de penetrarlas claramente.
Esta meditación no es una especulación filosófica ni tampoco una rumia intelectual según los
procedimientos modernos de la Teología. Es una reflexión de un alma sencilla que ama a Dios y que
busca, por su amor, profundizar en los misterios de la fe y de sus deberes hacia el Señor.
3) ORACIÓN (ORATIO)
Con la oración nos encontramos ante el tercer paso de la Lectio Divina. En un determinado
momento la meditación se transforma en oración. Esto no significa que antes no se haya orado, ya que,
todo el dinamismo de la Lectio Divina está impregnado de oración; pero en este instante se realiza de
un modo más evidente.
Dios nos habló a través de la lectura y la meditación, ahora, es el momento de responderle.
¿Qué le digo a Dios? Esta es la pregunta fundamental cuya respuesta puede adquirir muchas formas.
Se puede manifestar como petición de perdón, de luz o como oblación (entrega a Dios). Puede ser una
alabanza, o una acción de gracias y hasta puede ser una reacción de rebeldía o de protesta como fueron
las respuestas de Job, de Jeremías y la de tantos salmos. Puede surgir también la necesidad de recitar
oraciones vocales conocidas.
Nuestra respuesta debe ser el fruto de lo que provocó en nosotros la Palabra escuchada y
meditada. Le pedimos a Dios comprender en profundidad y vivenciar los valores positivos que el texto
nos presenta. La oración brota del corazón como una expresión de afecto, como impulso, como un
anhelo; como dice el salmo: "Me brota del corazón un poema bello" (cf. Sal 44).
Debemos tener presente que los distintos pasos de la Lectio son actitudes permanentes que
actúan juntas durante todo el proceso de la lectura orante de la Biblia. Es lógico que aparezcan
pequeños momentos de oración en otros pasos de la Lectio.
¿Cuál es el momento de pasar de la oración a la contemplación? Aquí no hay respuesta. Sólo se
puede decir que la contemplación es lo que queda en los ojos y en el corazón después que la oración
termina.
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4) CONTEMPLACIÓN (CONTEMPLATIO)
5) CONSOLACIÓN (CONSOTATIO)
La consolación es el fruto más inmediato de la contemplación y se nos manifiesta como una
profunda alegría interior. Es la alegría de orar, de sentir en lo más profundo de nuestra persona el
"gusto" por Dios y por sus cosas. Es el gusto por la verdad, por la castidad, por la justicia, el sacrificio,
el amor. Es el deleite por los frutos del Espíritu (Ef 5,9).
La consolación es un don de Dios, del Espíritu Santo, quien es libre de darlo a quien quiera y
como quiera (al igual que la contemplación); pero los Santos Padres nos dicen que la Lectio Divina es el
"ambiente propicio" para que se pueda dar la contemplación y sus frutos. En este paso se da una
instintiva connaturalidad con los valores evangélicos.
La lectura nos hace descubrir los valores, la meditación nos enfrenta con ellos, la
contemplación nos los presenta en la persona de Jesús y en la consolación se integran en nuestro ser;
los sentimos viva y existencialmente como buenos y dignos de seguirlos.
Sólo en la oración (don de Dios) se pueden producir las decisiones valientes en materia de
perdón, fidelidad, reconciliación, castidad; porque es el lugar propio para las grandes opciones
interiores. Lo que no nace de este don del Espíritu, dura poco y a veces, es el resultado de un
moralismo que nosotros mismos nos imponemos. Por esta consolación es por la que los santos hacen
muchas obras, resisten la fatiga y los mártires afrontan las persecuciones.
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6) DISCERNIMIENTO (DISCRETIO)
7) DECISIÓN (DELIBERATIO)
La decisión (deliberatio) es el paso que sigue al discernimiento. Luego de la experiencia de
consolación y de discernimiento espiritual llega el momento de decidir según lo que Dios quiere. La
decisión es la elección evangélica concreta. Toda gran elección cristiana debe nacer de la conformidad
espiritual con el ser de Cristo. Sabemos muy bien que Jesús antes de las grandes decisiones, como por
ejemplo antes de la elección de los doce, subía al monte a orar y se pasaba toda la noche en oración (Lc
4,1216). Son elementos de la pedagogía de Dios que nos deben ayudar y orientar en nuestro propio
camino de oración. Hay que cultivar el discernimiento en el dinamismo de la Lectio Divina, para poder
descubrir la fuerza interior del Espíritu que es el que nos mueve a elegir y a decidirnos por una vida
conforme al Evangelio.
Si analizamos y reflexionamos sobre las distintas elecciones vocacionales, o nuestra propia
elección vocacional, podemos apreciar que ellas siguen, tal vez inconscientemente, este esquema. La
vocación es una decisión que se toma a partir de lo que Dios nos ha hecho sentir y de la experiencia
que de ella hemos tenido, según las normas evangélicas.
8) ACCIÓN (ACTIO)