revista ConCIENCIA 3

Textos
Priscila Fernández, Fernando López, Romina Kippes

t el tema Glifosato: lo que hay que saber

Un recurso de amparo presentado por vecinos de la provincia de Santa Fe y un informe

realizado por

21 expertos

de la Universidad

Nacional del Litoral corrieron un velo

sobre un tema que volvió a ponerse en el tapete:

el glifosato y su toxicidad en el ambiente.

El caso se transformó en testigo de muchos otros,

y en un iceberg desde donde ver una problemática

que no involucra solamente a un sector

ni a una sola disciplina.

Los aportes de la ciencia al problema.

La necesidad de nuevos enfoques.

Lo que queda
de la Argentina
de la soja

En este comienzo de siglo, la incertidum-
bre y el temor pasaron a ser sentimien-
tos repetidos. Los hechos que generan
esos sentimientos pueden ser muchos,
pero desde esta oración hasta la última
de este informe, podemos concentrarnos
en una sola postal: un campo sembrado
de verde soja, el desconcierto generado
por un agroquímico de palabra difícil, al-
gunas viviendas suburbanas no tan lejos,
y el fantasma de un avión pulverizador
que pasa con vuelo rasante.
Desagreguemos la postal: el campo de
verde soja. En la última década, Argenti-
na quintuplicó las hectáreas cosechadas
con la oleaginosa y triplicó las exporta-
ciones de ese grano: de 4.469 miles de
toneladas en el período 1990/91 pasó
a comercializar fuera del país 12.500 mi-
les de toneladas, según la empresa FyO
(www.fyo.com). De acuerdo con el Minis-
terio de Agricultura, Ganadería y Pesca
de la Nación, en la provincia de Santa
Fe se cosecharon 1.987.000 hectáreas
de soja en el período 1990/91, sobre
un total de 4.774.500 de todo el país.
En el lapso 2008/09 se sembraron 18
millones de hectáreas con la oleaginosa
(y más de 3 millones en Santa Fe), un
record en la historia del cultivo.
El crecimiento de la variable “soja” den-
tro de las oleaginosas sembradas se re-
monta a mediados de la década del 90,
a partir de la introducción de un nuevo
sistema de labranza que llegó para aho-
rrar tiempos en la preparación de la tierra
y para simplificar las labores de siembra:
la siembra directa, que propone –justa-
mente– sembrar directamente la semilla
sobre los rastrojos del cultivo anterior,
sin remover el suelo previamente. Este
método, también conocido como “labran-
za cero”, tuvo su complemento perfecto
cuando se introdujo en el mercado una
variante genéticamente modificada de la
semilla de soja, que toleraba la aplica-
ción de un herbicida de alto impacto ca-
paz de resolver dos grandes problemas:
destruía la maleza que amenazaba con
el desarrollo de los cultivos, sin que esto
dañara al cultivo en cuestión.
La soja transgénica se convirtió rápida-
mente en la semilla más elegida, por sus
progresivos rindes y por un mercado in-
ternacional que la favorecía más que a
cualquier otra oleaginosa o cultivo exten-
sivo. Pero cuando se usa soja transgéni-
ca (que es la que se emplea en amplia
mayoría en los cultivos de nuestro país)
se usa también glifosato.
Entonces seguimos desagregando la ima-
gen de la postal: el desconcierto generado
por un agroquímico de palabra difícil. El gli-
fosato es un herbicida no selectivo de am-
plio espectro, desarrollado para la elimina-
ción de hierbas, y registrado en Argentina
en 1975. Tiempo después se convirtió
en el principio activo del herbicida que se
aplica sobre la soja transgénica, que re-
siste especialmente a él. Ese herbicida,
conocido como Roundup, fue comerciali-
zado por la firma Monsanto, propietaria de
la patente hasta el año 2000.
Si se considera el total de hectáreas
sembradas con soja en el país, puede
estimarse que el consumo de glifosato
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el tema Glifosato: lo que hay que saber
La aplicación de glifosato se hace por tierra casi exclusivamente [...]
fue de 72 millones de litros en 2009,
suponiendo dos aplicaciones de la dosis
media. Y si a esto se suma su posible
empleo en cultivos de maíz y trigo, a la
misma dosis, el consumo sería de 14 mi-
llones de litros más, lo que equivale a un
total de 86 millones de litros de glifosato
sólo el año pasado en todo el país.
Según algunos estudios, el consumo de
glifosato pasó de incrementarse en Argen-
tina de un millón de litros en 1991 a 180
millones de litros en 2007, lo que puede
comprenderse en virtud del alza de las
hectáreas cultivadas con la oleaginosa.
Otros pesticidas de los más utilizados,
como el 2,4-D y la atrazina, suman casi
De qué glifosato
hablamos
La pulverizadora terrestre es la única que puede garantizar una buena aplicación
10 millones de litros, según la Cámara
de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes
(CASAFE).
Pero, como todas, las comparaciones
pueden ser odiosas: el glifosato se en-
carga de controlar malezas. El resto de
los problemas que deben enfrentar ec-
tar los dueños de los cultivos (hongos
y enfermedades varias; insectos) son
controlados con el uso de fungicidas e
insecticidas adecuados.
“El glifosato se aplica antes de la siem-
bra (que en nuestra región comienza en
noviembre), en lo que se llama barbecho
químico”, comenzó a explicar Cristina
Arregui, docente investigadora de la Uni-
versidad Nacional del Litoral y docente de
la cátedra Sanidad Vegetal de la Facultad
de Ciencias Agrarias (FCA-UNL). En gene-
ral ésa es la única aplicación de glifosato
Para determinar la peligrosidad de un
producto fitosanitario, la Organización
Mundial de la Salud recomendó una cla-
sificación de los químicos en una escala
de 1 a 4. La clasificación se logra a partir
de probar sus efectos en animales de en-
sayo: equivale a la cantidad de una sus-
tancia que es necesario ingerir de una
sola vez para producir la muerte del 50%
de esas poblaciones.
El glifosato es la sustancia que cumple la
acción herbicida; las fórmulas a través de
las cuales se comercializa, incluyen otros
compuestos que favorecen su actividad,
comúnmente denominados adyuvantes.
Estas sustancias son clasificadas como
inertes –mientras que el glifosato es el
principio activo– pero eso no significa
que no tengan ningún efecto.
“Se ha demostrado que los formulados
de glifosato que contienen POEA son más
tóxicos que los formulados que no lo con-
tienen”, manifestó Enrique Luque, investi-
gador del Conicet y director del Laboratorio
de Endocrinología y Tumores Hormonode-
pendientes de la Facultad de Bioquímica y
Ciencias Biológicas (FBCB-UNL).
a los cultivos, aunque en ocasiones “se
aplica en el estado vegetativo de la soja,
un mes después de la siembra”, cuando
la planta comienza a germinar.
La aplicación de glifosato se hace por
tierra casi exclusivamente, a través de
pulverizadores. “Sólo en casos muy ex-
cepcionales se aplicó con aviones”, dijo
Arregui. En este sentido, se advierte que
sólo el 2 o el 3% de las aplicaciones se
realizan con aviones pulverizadores, es-
pecialmente en condiciones climáticas
particulares, como una sequía. Para la
aplicación se utilizan pulverizadoras de
última generación, que hasta tienen con-
trol por GPS.
“La pulverizadora terrestre es la única
que puede garantizar una buena aplica-
ción para un producto como el glifosato”,
dijo Arregui. Los aviones se utilizan ma-
El POEA (uno de los componentes iner-
tes) se utiliza como surfactante en for-
mulaciones comerciales para mejorar la
penetración del glifosato en las plantas.
Con relación a sus efectos sobre la salud
humana es poca la información científi-
ca disponible. Según indican los inves-
tigadores que realizaron el informe, hay
evidencia suficiente para concluir que los
productos formulados de glifosato que
contienen POEA son más tóxicos que los
que tienen otros surfactantes alternati-
vos; en este sentido, el informe recalca
que gran parte de las investigaciones
realizadas indagan en los efectos del gli-
fosato puro o en fórmulas distintas a las
utilizadas en Argentina.
Otra sustancia que actúa como surfactan-
te es el detergente 4-nonilfenol que “se
ha demostrado que es un perturbador
endócrino”, detalló Jorgelina Varayoud,
investigadora del Conicet y miembro
del grupo liderado por Luque. Además
existen formulaciones que utilizan en
mezclas el 2,4 D, otro herbicida con una
acción diferente a la del glifosato.
Por este motivo es fundamental diseñar
experimentos donde se determinen los
yormente para aplicar insecticidas como
endosulfan o cipermetrina, que “son
mucho más tóxicos y tienen un olor muy
persistente”; ése que identificamos fá-
cilmente en los aerosoles domésticos
para combatir cucarachas. Ese químico
puede ser trasladado (por acción del
viento o de una mala aplicación) a luga-
res no deseados. A eso se lo entiende
como “exoderiva” (la endoderiva es una
aplicación que, en el mismo lote, llega a
lugares no buscados: el suelo en lugar
de la hoja, por ejemplo).
Existen otros parámetros que influyen en
que el destino de las aplicaciones sea
difícil de controlar, como la velocidad del
viento, la temperatura ambiente, el tama-
ño de las gotas del spray generado (cuan-
to más chicas, más fácilmente migrarán)
o la humedad relativa del ambiente.
efectos del formulado comercial y no
sólo del glifosato puro, ya que “la com-
binación de las diferentes sustancias en
la formulación puede resultar más tóxica
que cada uno de los componentes indivi-
duales”, comenta el escrito.
Según coinciden los investigadores un
gran problema es que, para muchos de
los formulados usados en nuestro país,
se desconoce cuál es el adyuvante pre-
sente. Por ello “destacamos la impor-
tancia de no registrar productos que no
detallen todos los componentes en el
rótulo”, subraya el trabajo presentado.
“El problema es el glifosato y los com-
ponentes que forman parte de la mez-
cla comercial. No se puede mirar de una
manera aislada. Es necesario un enfoque
sistémico y ver cuáles son los diferentes
sistemas que están interactuando cuan-
do se analiza el problema: el sistema
productivo económico, la preservación de
la biodiversidad, y los eventuales efectos
negativos, para tener consideración del
desarrollo humano”, indicó Alberto Cas-
sano, profesor Titular Consulto de la UNL
e investigador Superior Emérito del Coni-
cet, y uno de los autores del trabajo.
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En números Acerca del informe (*)
En San Jorge, Santa Fe, a 140 kilómetros de la capital de
SOJA
——————————————— la provincia, un grupo de vecinos plantearon en la Justicia
1990/91 su preocupación de que las fumigaciones de químicos en
4,97 millones de ha cosechadas campos linderos estaban provocando problemas en su
salud. La Justicia falló con un amparo, suspendió las pul-
2008/09 verizaciones a menos de 500 metros en un sector lindero
18 millones de ha cosechadas a la población, y pidió a la Universidad Nacional del Litoral
que se expida sobre la toxicidad del glifosato.
El “Informe sobre la toxicidad del glifosato” se presentó
GLIFOSATO
——————————————— el miércoles 15 de setiembre de 2010 ante la Cámara
1990/91 de Apelaciones Número 2 del Juzgado Civil y Comercial
1 millón de litros de San Jorge, que había solicitado a la casa de estudios
que se expida sobre la toxicidad del glifosato a raíz de una
2007 causa iniciada por vecinos de esa localidad santafesina. El
180 millones de litros trabajo se basa en resultados de las últimas investigacio-
nes científicas publicadas en torno al tema, considerando
aspectos toxicológicos, efectos en el ambiente, en alimen-
tos y en la salud humana; e incluyendo sobre el final un
apartado que hace especial hincapié en los procesos de
atenuación y remediación relacionados con el glifosato.
Estuvo a cargo de investigadores de la Universidad Nacio-
nal del Litoral y también del Conicet: Dra. María Cristina
Arregui, Ing. Horacio Beldoménico, Dr. Alberto Cassano,
Dr. Pablo Collins, Dra. Ana María Gagneten, Bioq. Elisa
Kleinsorge, Dr. Rafael Lajmanovich, Dra. Argelia Lenardón,
Dr. Eduardo Lorenzatti, Dr. Enrique Luque, Dra. María Inés
Maitre, Dra. Mónica Muñoz de Toro, Dr. Hugo Ortega, Dra.
Paola Peltzer, Lic. Gisela Poletta, Lic. Alba Rut Rodríguez,
Ing. Daniel Sánchez, Mag. Jorge Scagnetti, Bioq. María
Fernanda Simoniello, Dra. Jorgelina Varayoud y Dra. Cris-
Qué dice la actual ley (*)
La ley 11.723 de la provincia de Santa Fe establece res-
tricciones para las aplicaciones aéreas:
•Prohíbe la aplicación aérea de productos fitosanitarios
de clase toxicológica Ia y Ib dentro del radio de 3.000
metros de la planta urbana. Excepcionalmente podrán
aplicarse productos de clase II y III dentro del radio de
500 metros cuando en razón de las condiciones del terre-
no resulte imposible realizar aplicaciones terrestres. Esta
excepción no será procedente cuando en inmediaciones
del lote o lotes a tratar existieran centros educativos, de
salud, recreativos o habitacionales.
•Las aeronaves pueden circular con carga desde el lugar
de operaciones hasta el cultivo a tratar pero nunca de-
berán sobrevolar el área urbana, aún sin carga (anexo A,
artículo 35, inciso f).
Para las terrestres prohíbe:
•La aplicación de productos de clase Ia y Ib dentro del
radio de 500 metros de la planta urbana.
•Se prohíbe la aplicación de productos clase II y III cuan-
do en las inmediaciones existan centros de enseñanza,
de salud o recreativos.
•Se debe contar siempre con la autorización de aplica-
ción extendida por algún ingeniero agrónomo.
•Se deben guardar los productos fuera de las zonas urba-
nizadas. Los depósitos de plaguicidas deben ubicarse a
una distancia en línea recta no menor a 100 metros res-
pecto de establecimientos de enseñanza, centros de sa-
lud y recreación, y tres metros de propiedades vecinas.
(*) Al momento del cierre de esta edición estaba pendiente el tratamiento
de la nueva ley en la Legislatura de la provincia de Santa Fe.

tina Zalazar.
(*) El informe completo puede consultarse en www.unl.edu.ar/noticias.

La necesidad de un
enfoque sistémico
Con la misma rapidez en que los campos
se tiñeron de verde soja, se fueron exten-
diendo en las zonas rurales de nuestro
país los temores por la utilización del gli-
fosato. Y aquí es cuando hace falta mirar
el campo como integrante de un ecosis-
tema mucho mayor que la mera esfera
productiva.
Lo que se necesita, reflexionó Ana María
Gagneten, docente investigadora de la
casa de estudios e integrante del Labo-
ratorio de Ecotoxicología de la Facultad
de Humanidades y Ciencias (FHUC-UNL),
es “un cambio de conducta en el ser hu-
mano, que en primer lugar deberá pasar,
sin dudas, por un aumento en el conoci-
miento de los efectos del glifosato, y de
las consecuencias de su uso indiscrimi-
nado; esto conducirá a un mayor respeto
por el ambiente del que formamos parte.
A partir del conocimiento de los riesgos,
el evitarlos, o tomar las necesarias pre-
cauciones, implica una conducta normal
y madura”, opinó, y agregó que “este
vínculo entre el ser humano y el ambien-
te no implica ningún tipo de misticismo,
sino que constituye una asociación con
profundas raíces biológicas”.
La interacción de los sistemas producti-
vos con la biodiversidad y la vida humana
es muchas veces subestimada, o al me-
nos lo fue hasta aquí.
“Se debe analizar en la intersección de
esos tres elementos la zona en la cual
ninguno de los tres le hace daño al otro:
ése es el área donde el glifosato podría
usarse sin ningún problema. Pero si exis-
te aunque sea la sospecha de que se
pueda dañar al ser humano tiene que ha-
ber una zona buffer donde no se debería
fumigar en forma aérea, quizás de ma-
nera terrestre, pero siempre teniendo en
cuenta a la población”, dijo Cassano.
En este sentido, la profesora Argelia Le-
nardón reparó en la necesidad de imple-
mentar (y hacer cumplir) buenas prácti-
cas agrícolas. “Se debería tener personal
técnico y profesional con formación ade-
cuada para saber qué hacer con un pro-
blema agudo o crónico. La única forma
de salir de esta situación es que se es-
tablezcan planes concretos de desarrollo
de estudios e investigaciones interdisci-
plinarias; en esto tiene que ver mucho la
Universidad”, reflexionó Lenardón.
Otro de los investigadores de la UNL
que participó en la confección del infor-
me, Horacio Beldoménico, fue más allá:
“La preocupación no debería quedarse
sólo en el glifosato. Sugerimos que éste
no es un problema sólo de ese químico
sino de todos, porque incluso hay otros
productos que son más peligrosos, más
complicados. No podemos denunciar
cada uno con el mismo nivel porque son
muchos, es una problemática compleja;
pero sí advertimos que debería ponerse
más atención a todo el paquete de uso
de agroquímicos. No decimos que el gli-
fosato es el peor, ni el más inocuo, deci-
mos que es tóxico como cualquiera de
los otros y que tiene aspectos que se
están estudiando y que no habían apare-
cido en el pasado”, reflexionó.