Você está na página 1de 222

Entorno al 68 en Puebla

Memorias y encuentros
Entorno al 68 en Puebla
Memoria y encuentros

Enrique Agüera Ibáñez


(Coordinador)

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


DIRECCIÓN DE FOMENTO EDITORIAL
PROGRAMA DE ESTUDIOS UNIVERSITARIOS COMPARADOS
BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Enrique Agüera Ibáñez


Rector
José Ramón Eguibar Cuenca
Secretario General
Ma. Lilia Cedillo Ramírez
Vicerrectora de Extensión y Difusión de la Cultura
Rafael Torres Rocha
Director del Programa de Estudios Universitarios Comparados

Primera edición, 2008


ISBN: 968 863 726 2

©Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Dirección de Fomento Editorial
2 Norte 1404
Teléfono y fax: 246-85-59
Puebla, Pue.

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico
2 Octubre

Si prescindiéramos de los calendarios, de qué nos encontraríamos ausentes.


Tal vez de algunas frases recurrentes.
Regularmente no reflexionamos en la brecha que separa el recuerdo del olvido.

Se lee en La Jornada.

Perdón y olvido.

Sin embargo la persistencia de mi memoria se convierte en un muro infranqueable, que no


da tregua, que me mantiene alerta; no puedo ceder, no así.

¿Cómo olvidar?

El sol golpeaba mi rostro o estaba nublado, había arco iris o era el crepúsculo, era de noche
o era de día.

¿Qué más da? ¿A quién le importa?

Te fuiste en silencio, con toda la alegría del mundo a cuestas.


No estás más aquí.
Y eso… no te lo perdono.

Te fuiste con tu mirada infinita perdida en un cielo azul, que cada vez se hacía más
pequeño ante ella.

Y eso… no lo olvido.

Ahora que veo en el calendario 2 de octubre, se presenta aquello que no puedo olvidar.
Porque hay motivos suficientes para recordar: los nombres de los ausentes siguen vivos, tan
vivos como la muerte de los asesinos.

Por eso, ni perdón, ni olvido.

Jorge Labarreda González.


ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .................................................................................... 11

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN PUEBLA ................................. 13

CUARENTAS AÑOS DESPUÉS................................................................... 17


Jaime Ornelas Delgado

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL-POPULAR 1968......................................... 29


Jorge Chávez Palma

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL POBLANO EN 1968 Y SUS ENSEÑANZAS ........ 37


Luis Ortega Morales

LOS ORÍGENES DE LA UNIVERSIDAD DEMOCRÁTICA CRÍTICA Y


POPULAR EN PUEBLA, 1961-1968 ........................................................ 75
Jesús Márquez Carrillo

LA RELACIÓN UNIVERSIDAD-ESTADO. LA BENEMÉRITA UNIVERSIDAD


AUTÓNOMA DE PUEBLA EN LOS AÑOS SESENTA Y SETENTA ....................... 87
Blanca Edith Vergara Ortega

EL MOVIMIENTO DE 1968 EN PUEBLA .................................................. 105


F. Humberto Sotelo M.

¿POR QUÉ REMEMORAR EL 68? ........................................................... 115


Gloria A. Tirado Villegas

1968 EN LA MEMORIA ....................................................................... 125


Teresa Bonilla Fernández

1968. LAS HERENCIAS ...................................................................... 131


Ana María Huerta Jaramillo
RECUERDOS DEL 68... 40 AÑOS DESPUÉS ............................................. 135
Daniel Juárez López

EL GRUPO POBLANO QUE APOYÓ A GUSTAVO DÍAZ ORDAZ ..................... 141


Guadalupe Prieto Sánchez

RETRATO DE FAMILIA. SEPTIEMBRE DE 1968, MES DE LA PATRIA ............ 151


Jorge Labarreda González

ENTREVISTA CANOA .......................................................................... 161


Jorge Labarreda González

LAS IZQUIERDAS EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


DESPUÉS DEL 68 ............................................................................... 181
Daniel Cazés Menache

1968, EL INICIO DE UNA NUEVA PSICOLOGÍA NACIONAL .......................... 193


Abraham Quiroz Palacios

EL 68, UN ACONTECIMIENTO LIBERTARIO ............................................. 205


Patricia Gutiérrez-Otero

LA FALSEDAD DE LA REALIDAD. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN


LA OBRA DE GARCÍA PONCE ............................................................... 209
Frank Lovelan

REFLEXIONES SOBRE EL USO POLÍTICO DEL PASADO EN LA MODERNIDAD ... 217


Abraham Moctezuma Franco

10
INTRODUCCIÓN

El libro que hoy tiene en manos el lector representa un esfuerzo colectivo


de académicos, en su mayoría poblanos, que desde diferentes puntos de
vista muestran la vitalidad y la trascendencia histórica del movimiento
universitario de 1968. A ellos se han sumado las vivencias de una serie de
actores sociales que en torno a esos años vivieron, desde Puebla, la
experiencia del movimiento estudiantil más importante del siglo XX que
sin duda representó un parteaguas en la vida democrática de México.
Después de cuatro décadas y de una serie larga e importante de publica-
ciones cabe preguntarse acerca de la pertinencia de un libro que tiene como
motivo principal analizar el movimiento estudiantil universitario desde la
perspectiva de Puebla y del quehacer de Universidad Autónoma de Puebla.
La pregunta no es un asunto trivial. Por el contrario, nos remite a varias
de las tradiciones más importantes y profundas de la vida universitaria: al
pensamiento reflexivo, crítico y alternativo. Desde esta perspectiva somos
herederos de una Universidad que se ha fortalecido en la fragua de sus coinci-
dencias y sus divergencias.
Para nosotros, reabrir el expediente del 68, cuarenta años después, es
fijar la atención en el pasado, como un asunto del presente y del porvenir.
Focalizar una vez más la mirada en las distintas opiniones que retoman el
tópico del movimiento estudiantil poblano, nos permite pensar el rumbo
que ha tomado la Universidad a la luz del pasado y del presente.
No somos los mismos de ayer, sin embargo la persistencia de aquel pensa-
miento y de la experiencia nos llena de vitalidad, establece nuestra razón
de ser en nuestro hacer cotidiano. ¿Cómo pensar el rumbo de nuestra Univer-
sidad, sin tomar en cuenta las grandes tradiciones de la misma y sus princi-
pales hitos históricos? Uno de éstos nos remite a las luchas que libraron
los universitarios poblanos a partir de la década de 1970 del siglo pasado,
encaminadas a modernizar la vida académica, cultural e incluso adminis-
trativa de la universidad.
Hoy está en boga hablar de modernidad, sin embargo en aquellos
tiempos constituía un verdadero desafío plantearse tal objetivo, debido a

11
los obstáculos políticos e ideológicos que interponían los diversos grupos
de poder que se encontraban enraizados en la institución, no pocos de
los cuales sostenían una estrecha relación con el núcleo que gobernaba la
entidad en esos años.
La intolerancia que imperaba en esa época llegó a extremos inauditos,
al grado de descalificar al movimiento universitario como una expresión
inequívoca de la “estratagema urdida por el comunismo internacional
para apoderarse de México. A cuarenta años de distancia tal situación pare-
ce inaudita, si es que no aberrante”.
Gracias a las transformaciones que ha experimentado nuestro país y
nuestra entidad en el campo de las libertades políticas, hoy estamos en
condiciones de avanzar en el proyecto de abrirle paso a una sociedad
abierta –en términos de Kart Poper–, en el que se supere el miedo cerval
a la crítica y a la disidencia, y en el que se destierre de manera definitiva
la exclusión y, sobre todo la represión, de quienes enarbolan propuestas
alternativas en los más diversos campos de la vida política, social y cultural
de nuestro entorno.
Por esas razones, los universitarios tenemos la obligación de volver la
mirada a determinados hechos del pasado reciente que han ejercido un impac-
to decisivo en nuestro modo de pensar, en nuestra manera de asumir los
conflictos sociales y, sobre todo, en el modo de dirimir nuestras diferencias.
Si algo ponen de relieve experiencias como el movimiento estudiantil
del 68 es que es imposible exterminar los sueños y la utopía a través de
los tanques y las bayonetas: éstos, más pronto que tarde, sucumben ante la
fuerza de aquéllos.
Finalmente, la contribución que podemos encontrar en este libro, si
bien de alguna manera nos viene del pasado, su significado más profundo
lo encontramos de cara al porvenir: mantener, promover y acrecentar
nuestra identidad como universitarios en un clima de respeto, tolerancia y
pluralidad. Ese es el compromiso de la Universidad y de los universitarios
en la sociedad del siglo XXI.

Enrique Agüera Ibáñez


Rector
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN PUEBLA
Este libro constituye un esfuerzo de la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla encaminado a conmemorar el 40 aniversario del Movimiento
Estudiantil de 1968.
A la hora de tomar tal decisión nos asaltaron las siguientes interro-
gantes: ¿tiene caso agregar más páginas al estudio o análisis de dicho
movimiento, siendo que ya se han escrito ríos de tinta sobre el mismo?,
¿a estas alturas es posible decir algo nuevo, o algo que por lo menos se
salga de los caminos trillados por los que han transitado la mayoría de los
trabajos que se han escrito sobre el tema? En contrapunto a dichas interro-
gantes, nos preguntamos: ¿no estaremos contribuyendo a fomentar esa
tendencia tan acentuada en los últimos años de convertir la memoria del
68 en una “épica gloriosa” pero inane, en la medida en que no afecta
interés alguno, en la medida en que no transgrede los valores y prácticas
políticas predominantes?
Si la memoria no me falla, creo que fue Roger Callois quien señaló el
riesgo que constituye el divorciar el mito del rito, práctica muy común en
la mayoría de las instituciones –sobre todo en las instituciones cuya géne-
sis requirió de la violencia revolucionaria: véase, para no ir tan lejos, la
acendrada retórica que caracterizó durante tanto tiempo a los gobiernos
emanados de la Revolución Mexicana, que, entre más se alejaban de
los ideales y objetivos de ésta, en esa misma medida proclamaban a los
cuatro vientos su “vigencia”, su “perdurabilidad”, “su validez sempiter-
na”, etc. He ahí un caso típico de divorcio entre el mito y el rito, entre el
acontecimiento originario y su “celebración”.
Sin perder de vista tales cuestiones, llegamos sin embargo a la conclu-
sión de que sí era conveniente publicar un libro sobre el movimiento de
1968, tomando en cuenta que, si bien se han escrito ríos de tinta sobre el
mismo, no menos verdad es que esto de ningún modo significa que ya se
hayan agotado las interpretaciones acerca de las causas –sociales, políti-
cas, económicas, etc.– que lo generaron y, sobre todo, del impacto que
ejerció sobre la sociedad mexicana. Falta, asimismo, mucho camino por
recorrer en lo concerniente al análisis de las manifestaciones concretas,

13
específicas, que asumió en las diversas entidades federativas, particular-
mente en entidades como Michoacán, Puebla, Sinaloa, Guerrero, etcétera.
Otro factor que nos estimuló –en contrapunto a la reflexión anterior–
a impulsar la iniciativa de referencia, fue el tener presente que aún están
muy lejos de apagarse los rescoldos del reclamo popular de esclarecimiento
de los hechos que condujeron a la masacre del dos de octubre, y de casti-
go a los responsables materiales e intelectuales de la misma, no pocos de
los cuales continúan gozando de la impunidad, pese a las investigaciones
que han puesto de relieve su participación en ese hecho infame.
En ese sentido, por más que la frase “dos de octubre no se olvida” se
antoje en ocasiones una consigna o un clisé, lo cierto es que continúa
encarnando un viejo anhelo de amplios sectores de la sociedad mexicana,
convencidos de que nuestro país no puede avanzar hacia una auténtica
democracia mientras queden sin resolverse “asignaturas pendientes” de
la historia contemporánea de nuestro país, una de las cuales, reiteramos,
es la que tiene que ver con la exigencia popular de castigo a los responsa-
bles materiales e intelectuales de la masacre de Tlatelolco.
Habría que subrayar, sin embargo, que la represión al movimiento estu-
diantil de 1968 no se limitó a tal acontecimiento bochornoso. Si bien este
fue el hecho más notorio, no menos cierto es que en diversas entidades
se suscitaron hechos de violencia que en su momento merecieron el repu-
dio de nuestros conciudadanos, pero que, lamentablemente fueron poco
a poco cayendo en el olvido. Es el caso, por ejemplo, de la brutal tragedia
ocurrida en Canoa, humilde comunidad ubicada a unos pocos kilómetros
de Puebla, en la que –el 14 de septiembre de 1968– una multitud enar-
decida se abalanzó contra cinco trabajadores de la Universidad Autóno-
ma de Puebla que se proponían escalar La Malinche, tratando de
lincharlos. En el incidente perdieron la vida dos de los jóvenes, quedando
los otros tres heridos de gravedad. También perecieron dos moradores
de Canoa, quienes habían brindado hospedaje a los muchachos. Dicho
acontecimiento fue un resultado macabro del ambiente de histeria anti-
comunista generado en la entidad por los grupos más beligerantes de la
derecha poblana que, en contrapunto a la campaña de desprestigio al
movimiento estudiantil desatada a nivel nacional por la cohorte de incondi-
cionales que rodeaba al presidente Gustavo Díaz, se dieron a la tarea de
difundir todo tipo de versiones alarmistas e inverosímiles –pero eficaces
en lo concerniente al objetivo de sembrar el pánico en la sociedad–, entre
las que destacó el rumor de que los estudiantes rebeldes no eran sino

14
“marionetas al servicio del comunismo internacional”, que perseguían el
propósito “de boicotear la Olimpiada que estaba por realizarse en México”.
A cuarenta años de distancia de la masacre de Tlatelolco y de la citada
campaña de desprestigio contra el movimiento estudiantil, nos pregunta-
mos: ¿hemos extraído los mexicanos las lecciones que se desprenden de
ese tipo de hechos funestos?... ¿o nos hemos limitado simplemente a
aceptar que se trató de “situaciones negativas” que convendría mejor
remitir al olvido, con tal de no “lacerar el tejido social”?
Todo parecer indicar que la sociedad mexicana le apuesta a lo primero,
tal como lo pone de relieve, insistimos, la exigencia de esclarecimiento de
los crímenes perpetrados en el pasado reciente, enarbolada por amplios
sectores de nuestro pueblo.
En consecuencia, pensamos que no resultan estériles los esfuerzos
encaminados a retomar el análisis y la reflexión sobre el Movimiento
Estudiantil de 1968: ello puede contribuir –aunque sea con un grano de
arena– a mantener viva la memoria histórica sobre dicho acontecimien-
to. De ahí la decisión de publicar este libro.
En Posdata –prolongación de las reflexiones escritas en El Laberinto de la
Soledad– Octavio Paz escribió: “Entre vivir la historia e interpretarla se
pasan nuestras vidas. Al interpretarla, la vivimos: hacemos historia; al
vivirla, la interpretamos: cada uno de nuestros actos es un signo. La historia
que vivimos es una escritura”.
Ciertamente, al interpretar la historia la vivimos y, al vivirla, la
interpretamos.
Para finalizar: en este libro no involucramos sólo a investigadores y a
trabajadores académicos, sino también a personalidades que participaron
en el movimiento de 1968, ora como estudiantes, como profesores, o
como líderes, convencidos de lo valioso que resulta el testimonio personal.
Sin duda el lector no tardará en advertir que la mayoría de los colabo-
radores se dio a la tarea de analizar los rasgos específicos, concretos, que
asumió dicho movimiento en nuestra entidad. Esto lo hicimos con el
propósito de superar aquella visión centralista de la historia contemporá-
nea de nuestro país que suele incurrir en la tendencia a menospreciar lo
que sucede en la “provincia”, resaltando los que acontece en la capital de
la nación. Ha llegado la hora de redimensionar el Movimiento de 1968,
volviendo la mirada a lo que aconteció no sólo en el Distrito Federal, sino
en todos los estados de la República.

Mtro. Rafael Torres Rocha

15
16
CUARENTA AÑOS DESPUÉS…

Jaime Ornelas Delgado

EL PRINCIPIO

Hace cuarenta años México se cimbró intensamente a lo largo de toda la


segunda mitad de 1968, el “año de las Olimpiadas”. Este fue el último de
los movimientos sociales que mayor entusiasmo despertó entre los estu-
diantes y académicos del nivel medio y superior del país.
El 68 como ahora lo conocemos, ocurrió en muchas partes del mundo
y en nuestro país se le reivindica como parte de la historia de las luchas
sociales que los diversos sectores de la población han emprendido en la
búsqueda de un país distinto, justo y democrático. De esta manera, el 68
se inserta en la tradición de las luchas nacionales y latinoamericanas por
la emancipación política y económica, por la liberación del pensamiento
y la cultura, por la democratización de nuestras sociedades.
Pero ¿cómo hablar del 68 sin caer en la trampa de la nostalgia apologéti-
ca que puede sobredimensionarlo; cómo hablar de esos acontecimientos
sin caer, tampoco, en el denuesto díazordacista que todo lo vio como una
conjura comunista contra las instituciones nacionales, pretendiendo con
ello justificar su vesania represiva de la que hizo gala en todo momento?
Tal vez la mejor manera de hablar del 68 pudiera ser reconocer que el
movimiento no transcurrió en la luna ni fue importado de otras latitudes,
sino que ocurrió en un momento histórico que determinaba lo que los
jóvenes pensaban entonces de su realidad, que definía lo que querían
combatir y lo que sentían valía la pena cambiar para transformar el mundo.
En la vida de aquella generación, el 68 fue un momento increíble y
excitante en alto grado. Octavio Paz en su Posdata (1970: 21) escribe que
el 68 fue un año axial en el cual espontáneamente se universalizó la protesta
juvenil. Los jóvenes emergieron como protagonistas sociales con los que,
desde entonces, sería necesario contar.

17
En ese entonces, los jóvenes que asistían a las instituciones públicas de
educación superior adquirían la certeza de que la historia no era o no podía
seguir siendo una imposición inevitable, sino que era posible influir en
ella, que se podían cambiar muchas cosas de las que ocurrían y empezar
a construir el futuro en el presente sin pedir permiso a nadie.
Es bien sabido que el 68 no ocurrió en un solo país sino en muchos, lo
mismo en aquellos de la Europa capitalista que en los del llamado bloque
socialista, incluyendo también a Estados Unidos. En todas partes, impul-
sados por la energía juvenil, se luchaba contra el poder establecido y, lo
mejor, se tenía la certeza del triunfo ya que el poder no era invencible.
En México, como en muchas otras partes del mundo donde el
movimiento social sacudió las estructuras de una sociedad que se resistía
a cambiar, una interpretación economicista resulta insuficiente para expli-
car el surgimiento y amplitud alcanzada por el movimiento. En efecto, en
ese momento las condiciones económicas presentaban un panorama hala-
gador para las clases gobernantes y dominantes. En el lapso que va de
1963 a 1971, el desarrollo estabilizador permitió a la economía del país
crecer a una tasa promedio anual de 7.1% (Cárdenas: 59), lo que permitía
a los epígonos del régimen hablar del “milagro mexicano” y de la moder-
nización de la sociedad.
Todo parecía marchar sin tropiezos, la política de sustitución de impor-
taciones permitió a la industria crecer a una tasa anual de 8.9% entre
1963 y 1971, lo que a su vez alentó la rápida expansión de los servicios,
cuya tasa anual de incremento en el periodo señalado fue de 7%.
En tan peculiares condiciones era difícil suponer el surgimiento de un
movimiento social de la magnitud e intensidad del iniciado a finales de
julio de 1968 y, mucho menos, era posible suponer que fuera encabezado
por los estudiantes de nivel medio y superior, a los cuales se les consideraba
uno de los sectores privilegiados por los gobiernos de la Revolución, pues
quienes en ese momento asistían a las instituciones públicas de educación
superior representaban apenas 2% de la población total en edad de cursar
ese nivel de estudios.
El “milagro mexicano”, sin embargo, tenía su lado oscuro, por ejemplo,
entre 1963 y 1971 la agricultura apenas si creció 3.2% anual y la minería
únicamente lo hizo en 1.9% al año en ese mismo lapso (Cárdenas: 59).
El estancamiento en el sector rural provocó el incremento apresurado
de la migración del campo a las ciudades, en particular la ciudad de Méxi-
co creció de 5.2 millones de habitantes en 1960 a 8.9 millones en 1970,
“un aumento de 71 por ciento en sólo 10 años.” (Cárdenas; 59.)

18
La migración rural en el lapso mencionado fue de tal magnitud, que ni
la industria y ni los servicios citadinos fueron capaces de crear los puestos
de trabajo demandados por la población y la pobreza urbana creció irremi-
sible y desproporcionadamente, los cinturones de miseria y las ciudades
perdidas se convertían, así, en el estigma del desarrollo estabilizador.
El país se urbanizaba rápidamente con toda la compleja problemática
social que ese acelerado proceso traía consigo. De esta manera, si bien:

Desde el punto de vista económico en la vida cotidiana se tenía la impresión de


que se atravesaba por una de las etapas más prósperas de la historia de México, la
realidad era más compleja: detrás de la clase media ascendente se ocultaba un
mundo de disparidades profundas, en el que 60% de la población ganaba menos
del salario mínimo y en donde el endeudamiento creciente de la economía ame-
nazaba el futuro de la sociedad. (Estrada, 2004.)

Así, el descontento crecía silenciosamente entre diversos sectores de


la sociedad mexicana. La realidad mostraba que el crecimiento económi-
co no mejoraba el bienestar de la población, la distribución del ingreso se
movía como hoy, como siempre a favor de un pequeño sector de la pobla-
ción y la pobreza se generalizaba. Los ricos eran cada vez menos y más
ricos, los pobres en cambio eran cada vez más y más pobres.
Pero si bien el proceso de acumulación de capital transcurría como
podía transcurrir en un país dependiente y subdesarrollado, en lo político el
régimen surgido del triunfo de la fracción burguesa-terrateniente en 1917
se había desgastado. El gobierno se alejaba cada vez más de los intereses
de la población y se hacía crecientemente despótico e intolerante.
Por eso no extraña, aunque irrita, la larga secuela represiva que caracteri-
zaba el ejercicio del poder de los “gobiernos emanados de la Revolución”.
Los almazanistas en 1940; luego los mineros de Nueva Rosita; los coopera-
tivistas de la industria del vestido militar, los henriquistas; los telegrafistas,
los petroleros, los maestros de la Sección IX de Sindicato Nacional de
Trabajadores de Educación y los ferrocarrileros en 1959; así como diversos
grupos guerrilleros en Chihuahua; Rubén Jaramillo y su familia; el mura-
lista David Alfaro Siqueiros y el periodista Filomeno Mata y los médicos
en 1965, todos y muchos más fueron víctimas de la represión de parte de
un régimen autoritario e insensible a los reclamos democráticos de los
trabajadores de la ciudad y el campo. Era pues, un régimen duro, inflexi-
ble y excluyente, capaz de reprimir ferozmente en medio de un discurso
revolucionario y en ocasiones hasta antiimperialista.

19
La democracia era inexistente en el país. La izquierda era perseguida
con saña. Al Partido Comunista Mexicano (PCM) se le impedía acceder
a la legalidad y sus militantes eran perseguidos y asesinados sin que
nada detuviera la sangrienta represión en su contra. La derecha, represen-
tada por el PAN, era absolutamente marginal; se le otorgaban algunos
diputados para dar al régimen la apariencia de legalidad y legitimidad. Había
otras expresiones políticas menores que sólo hacían el juego a los “gobiernos
emanados de la Revolución”. En los procesos electorales, los votos no se
contaban, se asignaban por el secretario de Gobernación. Las elecciones
eran una mascarada, aunque el ritual se llevara a cabo puntualmente.
La democracia era un mero gesto, sus practicantes simples gesticuladores,
mientras los sectores democráticos, los comunistas y otras fuerzas socialis-
tas, se movían en la ilegalidad no deseada luchando por abrir espacios a la
democracia, lo que muchas veces les costaba la libertad, cuando no la vida.
En ese ambiente profundamente antidemocrático, asfixiante y absolu-
tamente represivo, se movía el pequeño sector de la juventud que asistía
a las instituciones de educación superior, que si bien sabía que su calidad de
estudiante le daba cierta ventaja sobre los demás jóvenes para ascender en
la escala social –en ese momento se concebía a la universidad como el mejor
medio para ascender socialmente–, eso dejó de ser suficiente y los jóvenes
comenzaron a buscar formas de expresión distintas y espacios de partici-
pación que entendían había que arrancar al poder político y económico.
El pensamiento único –que en ese momento se expresaba identifican-
do al gobierno como representante de los intereses de la Nación, lo que
significaba que oponerse al gobierno era oponerse a la Nación y su revolu-
ción–, ya no atraía a los jóvenes que empezaron a darse cuenta de que un
mundo distinto era posible. Ese nuevo mundo lo intuían y lo veían en el
pueblo vietnamita defendiendo heroicamente a su nación contra la
invasión imperialista; en las luchas guerrilleras de América Latina inspi-
radas en el Che Guevara, asesinado el 9 de octubre de 1967 en Bolivia
dejando encendida la llama de la transformación revolucionaria de Améri-
ca Latina; lo veían, también, en las luchas que en México encabezaron
Demetrio Vallejo y Valentín Campa, presos políticos detenidos en el penal
de Lecumberri acusados del delito de Disolución Social y desde donde
seguían alentando la lucha de los comunistas y de toda la izquierda empe-
ñada en construir la democracia en nuestro país.
En ese ambiente de expansión y modernización económica, en un régi-
men políticamente opresivo y represivo, los jóvenes empezaron a rechazar
el mundo que heredaban y adquirían la conciencia y certeza de que podían

20
tomar la vida en sus manos. Querían que las decisiones sobre la forma
como debían vivir, no las tomara alguien más que no fueran ellos mismos. No
se trataba de una visión individualista, sino más bien de una concepción
donde se mezclaba lo individual y lo colectivo, que defendía el derecho de
las personas pero también de la sociedad a decidir por sí misma como querían
que fuese su vida personal y social.

TODOS A LA CALLE PORQUE LA CALLE ES DE TODOS

Es conocida la historia del inicio del movimiento estudiantil de 1968 que


comprende la última semana de julio y se caracteriza por dos expresio-
nes: el exceso represivo de la policía y el ejército en el centro de la ciudad
de México, particularmente en el llamado barrio universitario y el activo
protagonismo de los jóvenes estudiantes de las preparatorias universita-
rias y las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Esa última semana de julio mientras agredían a los estudiantes, las
autoridades urdieron la teoría oficial de la conjura del comunismo
internacional financiada desde el exterior para boicotear los juegos olímpi-
cos de ese año. Así, los primeros detenidos son miembros del Partido y la
Juventud Comunista. En efecto, la noche del 26 de julio la policía ocupó
el Comité Central del Partido Comunista, asaltó los talleres de su periódi-
co, La Voz de México, y detuvo a nueve comunistas, a quienes se culpó de
haber promovido los desmanes ocurrido esa noche en el centro de la ciudad.
Los detenidos fueron consignados por asociación delictuosa, sedición,
daños en propiedad ajena y ataques a las vías generales de comunicación.
Otros siete comunistas fueron detenidos el 2 de agosto y consignados por
los mismos delitos (Cazés, 1993: 12, 13 y 30). Pero el incendio había esta-
llado y nada podía detenerlo.
A partir del 26 de julio se produjeron varios y violentos enfrentamientos
entre estudiantes y granaderos en el centro de la ciudad de México. El 30
de julio, por primera vez, intervino el Ejército Mexicano en el conflicto y
por la noche de ese día rodeó el edificio de la Preparatoria número 1, ubicado
en la calle de San Ildefonso en el barrió universitario en pleno centro de la
ciudad capital del país, y a una orden con un disparo de basuka se destruyó
la puerta principal, se tomó el edificio y fueron desalojados y detenidos los
estudiantes que estaban en el interior. Fue esa la primera toma de una
instalación universitaria. No fue esa una de las mejores hazañas del Ejército
Mexicano.

21
LA PRUEBA DE LA PARAFINA A LA MANO TENDIDA DEL PRESIDENTE

Al día siguiente de la agresión a la Preparatoria número 1 de la Universi-


dad Nacional, su dignísimo rector, Javier Barros Sierra, colocó en la Ciudad
Universitaria la bandera nacional a media asta en señal de duelo por el
bárbaro e injusto agravio cometido por el ejército contra la UNAM.
La ofensiva gubernamental tenía una estrategia dual: la violencia, pero
también los gestos de fingida amistad. Así, el primero de agosto desde la
ciudad de Guadalajara, el presidente Gustavo Díaz Ordaz declaraba: “Hay
que reestablecer la paz y la tranquilidad pública. Una mano está tendida,
los mexicanos dirán si esta mano se queda tendida en el aire”. Los jóve-
nes respondieron, con fino sarcasmo, exigiendo “la prueba de la parafina
a la mano presidencial”.
Las afrentas que se sumaban, hicieron que el 3 de agosto el rector
convocara y encabezara la primera manifestación masiva en demanda del
castigo a los responsables de la agresión sufrida por los universitarios y la
Universidad Nacional. Al no haber respuesta gubernamental a la deman-
da de castigo para los responsables de las agresiones a los estudiantes, la
UNAM y el Politécnico declararon la huelga general.
Para el mes de agosto, el movimiento se había extendido a buena
parte de las universidades públicas y algunas privadas del país que se
habían declarado en huelga en apoyo a sus compañeros de la UNAM y el
Politécnico. La Universidad Autónoma de Puebla fue la primera insti-
tución de provincia en declararse en huelga e integrarse plenamente al
movimiento participando en el Consejo Nacional de Huelga (CNH) con
dos delegados. El apoyo de la UAP fue decidido e irrestricto y se prologó
hasta el final del movimiento.
La única condición que el movimiento estudiantil puso en ese momento
para levantar la huelga, fue bastante simple pero sobre todo y, lo más
importante, posible: cumplir el siguiente pliego petitorio.
1. Libertad a los presos políticos.
2. Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea,
jefe y subjefe de la policía del Distrito Federal; así como del teniente
coronel Armando Frías, comandante de los granaderos.
3. Desaparición del Cuerpo de Granaderos, instrumento directo de la repre-
sión, y no creación de cuerpos semejantes.
4. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal
(que tipifican el delito de Disolución Social), instrumentos jurídicos de

22
la agresión a quien manifieste puntos de vista políticas discrepantes
de los oficiales.
5. Indemnización a los familiares de los muertos y heridos víctimas de la
agresión desde el 26 de julio.
6. Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo
por parte de las autoridades a través de la policía y ejército.
Todas estas peticiones podían resumirse en una demanda que se convirtió
en el eje del movimiento y sedujo a miles de jóvenes: la democratización
del país.
No obstante, el conflicto se acentuó cuando el gobierno se negó a nego-
ciar argumentando que de hacerlo se perdería “el principio de autoridad”.
No se quiso escuchar a los estudiantes y al pueblo que empezaba a unirse
al movimiento, lo que significaba apagar el fuego con gasolina.

EL SILENCIO ES REPUDIO A LA REPRESIÓN

La respuesta del movimiento ante la cerrazón oficial, fue llamar a realizar


grandes movilizaciones que si bien estuvieron llenas de indignación por
la sordera gubernamental, también fueron desbordantes de imaginación.
Acusados los jóvenes estudiantes de escandalosos, groseros y apátri-
das por exigir a gritos el cumplimiento del pliego petitorio y llevar a sus
marchas efigies del Che Guevara, de Ho Chi Min –el libertador de
Vietnam– o Fidel Castro, el Consejo Nacional de Huelga acordó convo-
car el 13 de septiembre a una manifestación silenciosa que partió del
Museo de Antropología en Chapultepec rumbo al Zócalo, donde se
portaron carteles con otros personajes todavía más subversivos: Benito
Juárez, Miguel Hidalgo y Emiliano Zapata, vinculados a la estirpe de los
luchadores por la liberación de América Latina.
Nada hubo más impresionante que ver marchar por todo el Paseo de la
Reforma a más de 300 000 personas, la mayor parte de ellas jóvenes en
absoluto silencio; donde sólo se oía el rumor de los pasos y algunos aplausos
de otros miles que miraban azorados pasar la marcha. Aquello fue conmove-
dor y, por cierto, una de las veces que el silencio se rompía y se escucharon
aplausos y vítores de entusiasmo fue al paso del numeroso contingente
formado por profesores y estudiantes de la Universidad Autónoma de
Puebla. Fue una enorme emoción haber sido testigo de esa historia.
Esa tarde-noche era lluviosa, los manifestantes jóvenes marchaban con
cintas aislantes y esparadrapos en la boca para evitar cumplir con las ganas

23
enormes de gritar, “mostrando que el silencio había sido nuestra opción y
no la imposición del enemigo. Mostrando de una u otra manera que nuestra
fuerza estaba más allá de las palabras” (Taibo II, 1991: 81).
Esa noche, el pueblo entero de Topilejo se incorporó a la marcha y al
movimiento. Desde entonces, Topilejo fue el “pueblo rojo”. De la misma
manera, un numeroso grupo de trabajadores de la Comisión Federal de
Electricidad veía pasar la marcha debajo de una manta que decía: “Los
estudiantes no están solos. Apoyamos el pliego petitorio. Trabajadores
de la CFE”. La marcha concluyó en orden y en silencio, sólo hubo un
incidente penoso: un grupo de 20 personas vestidas de blanco y ametra-
lladora en mano, con disciplina, habilidad y rapidez se dedicaron a romper
los parabrisa y dañar las carrocerías de los automóviles estacionados en los
alrededores del Museo de Antropología. Esa misma noche desparecieron
nueve vehículos. La violencia jamás provino de los manifestantes a pesar
de las provocaciones sufridas.
Ante el ascenso del movimiento, la respuesta del gobierno de Gustavo
Díaz Ordaz fue brutal: decidió, de manera injusta y abusiva, que el 18 de
septiembre el Ejército Mexicano invadiera la Ciudad Universitaria de la
UNAM con la pretensión de detener a los miembros del Consejo Nacional
de Huelga que sesionaba en el auditorio de la Facultad de Medicina.
Ante este alevoso ataque, el día 23 de septiembre el rector de la UNAM,
Javier Barros Sierra, al tiempo de denunciar la violación a la autonomía y
señalar que: “Los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por
la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción” y
que “Quienes no han entendido el conflicto ni han logrado solucionar-
lo decidisron señalar supuestos culpables”, presentó su renuncia ante la
Junta de Gobierno de la Universidad.
Ese mismo día fueron consignadas 93 personas acusadas de incitación
a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño en propiedad ajena,
ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, destrucción
violenta de vehículos del servicio público, lesiones, resistencia de particu-
lares, secuestro “y los que resulten”. Entre los consignados estaban: el
filósofo Elí de Gortari, el periodista Manuel Marcué Pardiñas, los aboga-
dos Armando Castillejos y Adela Salazar, la pintora Rina Lazo y Francisco
José Valero. Nada detenía la vorágine represiva del régimen.
El 23 de septiembre, también, la policía asalta las instalaciones del IPN
en Santo Tomás y Zacatenco; asimismo, la Vocacional 7 en Tlatelolco
fue atacada por cientos de granaderos. Los estudiantes defendieron su
institución con barricadas, abriendo zanjas, bloqueando calles y colocando

24
obstáculos para evitar el paso de los vehículos policíacos. El saldo fue
350 estudiantes detenidos, decenas de heridos y dos jóvenes alumnos de la
escuela de Medicina muertos.
La resistencia fue tal que al día siguiente, 24 de septiembre, el ejército
invadió, no sin resistencia de los politécnicos, todas las instalaciones edu-
cativas del IPN. La resistencia había sido aplastada a sangre y fuego. Los
jóvenes estudiantes habían escrito una página más de lucha heroica en
defensa de su institución.

¿QUIÉN? ¿QUIÉNES? NADIE./ AL DÍA SIGUIENTE NADIE/ LA PLAZA


AMANECIÓ BARRIDA; LOS PERIÓDICOS DIERON COMO NOTICIA PRINCIPAL EL
ESTADO DEL TIEMPO (ROSARIO CASTELLANOS)

Tomados los centros neurálgicos del movimiento, el miércoles 2 de octu-


bre para continuar el movimiento el CNH convocó a un mitin en la Plaza
de las Tres Culturas, en Tlatelolco al norte de la ciudad de México. Al
llamado acudieron, aproximadamente, 10 000 personas, la mayor parte
de ellas estudiantes.
Ante esta concentración, la actitud del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz
fue inexplicable y vesánica: ordenó al ejército masacrar a los jóvenes
indefensos. Hasta hoy, el crimen sigue impune y el número de muertos se
desconoce.
Ese día, el 2 de octubre, fue aplastada la esperanza de un país mejor,
justo y democrático y por eso México no volvería a ser el mismo, había
sido herido en lo más profundo de su esencia. No hay una explicación de
las razones para ordenar el asesinato masivo de quienes sólo anhelaban la
democratización de México. La inteligencia no encuentra las razones del
hecho y sólo en la sin razón del poder autoritario, obcecado y sordo al clamor
popular se ha intentado justificar lo injustificable. Pero la pregunta sigue
quemando a la razón ¿por qué?
El 16 de octubre de 1968, José Alvarado rendiría un hermoso y emo-
cionado homenaje a los “muchachos murtos”:

Había belleza y luz en las almas de esos muchachos muertos. Querían hacer de
México la morada de la justicia y la verdad. Soñaron una hermosa República
libre de la miseria y el engaño. Pretendieron la libertad, el pan y el alfabeto para los
seres oprimidos y olvidados y fueron enemigos de los ojos tristes en los niños, la
frustración en los adolescentes y el desencanto de los viejos. Acaso en algunos

25
había la semilla de un sabio, de un maestro, de un artista, un ingeniero, un médico.
Ahora sólo son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas, Su caída nos
hiere a todos y deja una horrible cicatriz en la vida mexicana.

No son, ciertamente, páginas de gloria las escritas esa noche, pero no podrán ser
olvidadas nunca por quienes, jóvenes hoy, harán mañana la crónica de estos días
nefastos. Entonces, tal vez, será realidad el sueño de los muchachos muertos, de
esa bella muchacha, estudiante de primer año de medicina y edecán de la Olim-
piada, caída ante las balas, con los ojos inmóviles y el silencio en sus labios que
hablaban cuatro idiomas. Algún día una lámpara votiva se levantará en la Plaza
de las Tres Culturas en memoria de todos ellos. Otros jóvenes la conservarán
encendida. (Alvarado, 1968).

LA CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO

Octavio Paz, el premio Nóbel de Literatura mexicano, al reflexionar sobre


el régimen político imperante en 1968 en México y el significado del movi-
miento del 68, escribe en El Ogro Filantrópico (1979: 118): “El régimen
nacido de la Revolución Mexicana vivió muchos años sin que nadie pusiese
en duda su legitimidad. Los sucesos de 1968, que culminaron con la matan-
za de varios cientos de estudiantes, quebrantaron gravemente esa legiti-
midad, gastada además por medio siglo de dominación ininterrumpida”.
En efecto, a fines de la década de 1960 los principales rasgos del “mila-
gro mexicano” desparecían uno a uno. Sobre todo se iniciaba el desmoro-
namiento del régimen presidencialista-autoritario; patrimonialista y
formalmente democrático; represor y conciliador; preocupado en el discur-
so por el bienestar social y excluyente; paternalista y opresivo, cuya ago-
nía se prolonga hasta la fecha.
El año del movimiento estudiantil, 1968, marcaría un hito en la historia
política y cultural de México y se convertiría en la mejor expresión de
la rebelión de las clases medias postergadas del pacto político de los gobier-
nos revolucionarios que privilegiaron la alianza con los grandes monopolios
nacionales y extranjeros.
El movimiento de los jóvenes estudiantes de la capital del país y de
algunos estados de la República mostró el afán de desmantelar las bases
del régimen autoritario que a nombre de la Revolución Mexicana fue
minuciosamente construido desde 1929, sustentado en el presidencia-
lismo autoritario y patrimonialista, la impunidad, la corrupción, la políti-

26
ca convertida en monopolio de la burocracia gubernamental, el partido de
Estado, la persecución y represión a la real disidencia política e ideológica.
Así, derrotada y replegada la clase trabajadora desde que en 1958-
1959 fueron brutalmente reprimidos los ferrocarrileros, la rebelión del
68 la realizaron los hijos de la clase media gestada durante las tres
décadas previas de crecimiento capitalista del país. El 68 fue el aviso de
que los sectores movilizados demandarían a las clases gobernantes algo
más que crecimiento económico y estabilidad política. Exigirían también
participación, democratización del país, pluralidad y respeto a la ley pero,
sobre todo, el movimiento estudiantil fue el desafío al poder presidencial
hasta ese momento monolítico e indesafiable.
Al plantearse de esta manera, el movimiento del 68 si bien derrotado
mediante el crimen masivo, ha seguido alentando muchas batallas populares
en el país. Muchos combatientes de la generación del 68 se volvieron a
encontrar el 10 de junio de 1971; en el 73 cuando se les demandó defender
al presidente Allende; en la lucha de la tendencia democrática de los electri-
cistas; en las solidarias acciones cuando el terremoto de 1985 asoló a la capital
del país o intentando transformar sus universidades; en la prensa mexica-
na que lograron cambiar; en lo que Taibo II llama “la emergencia de la loca
generación de abogados laborales honestos”; en la guerrilla tan inmiseri-
cordemente reprimida por el poder y forjaron también con su lucha coti-
diana la insurgencia ciudadana de 1988 y 2006, cuando sólo el fraude
electoral impidió a las fuerzas populares asumir el gobierno de México.
Esas insurgencias, la de 1988 encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y la
del 2006 por Andrés Manuel López Obrador, son tributarias de ese movi-
miento inolvidable.
A México, sin duda, aún le faltan muchos sesenta y ocho por vivir
pero jamás habrá de permitirse un nuevo dos de octubre.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ALVARADO, JOSÉ (1968). “Luto por los muchachos muertos”, Revista


Siempre!, número 799, México, 16 de octubre.
CABRERA PARRA, JOSÉ (1982). Díaz Ordaz y el 68, Grijalbo, México.
CÁRDENAS , ENRIQUE (1996). La política económica en México, 1950-1994,
Fondo de Cultura Económica, Fideicomiso Historia de las
Américas. Serie Hacienda, México.

27
CARRIÓN, JORGE, DANIEL CAZÉS, SOL ARGUEDAS Y FERNANDO CARMONA
(1969). Tres culturas en agonía, Editorial Nuestro Tiempo,
México.
CAZÉS DANIEL (1993). Crónica 1968, Plaza y Valdés Editores, México.
ESTRADA GERARDO (2004). 1968, Estado y diversidad. Orígenes de la transición
política en México, Plaza y Janes, México.
GARCÍA CANTÚ, GASTÓN (1972). Javier Barros Sierra 1968. Conversaciones
con Gastón García Cantú, Siglo XXI Editores, México.
GONZÁLES DE ALBA, LUIS (2008). “La vida cotidiana antes del 68”, Nexos,
número 368, agosto, México.
GONZÁLEZ DE ALBA, LUIS (1971). Los días y los años, Editorial ERA, México.
GORDILLO, GUSTAVO (2008). “México-París”, Nexos, número 368, agosto,
México.
GUEVARA NIEBLA, GILBERTO (2008). “Una escuela de libertad”, Nexos,
número 368, agosto, México.
MEDINA, IGNACIO Y RUBÉN AGUILAR (1971). La ideología del CNH, Canciones
y carteles del movimiento estudiantil popular de 1968, Editorial He-
terodoxia, México.
PAZ OCTAVIO (1979). “El ogro filantrópico”, en México en la obra de Octavio
Paz, Selección y Prólogo de Luis Mario Schneider, Promexa
Editores, Colección Clásicos de la Literatura Mexicana, México.
PAZ, OCTAVIO (1970). Posdata, Siglo XXI Editores, México.
PÉREZ GAY, RAFAEL (2008), “Recortes de prensa”, Nexos, número 368,
agosto, México.
PONIATOWSKA, ELENA (1971). La noche de Tlatelolco, Editorial ERA, México.
PROCESO (1980). 1968 El principio del poder, CISA, Revista Proceso, México.
RAMÍREZ, RAMÓN (1969). El movimiento estudiantil de México. Julio-diciembre
de 1968, dos tomos, Ediciones ERA, Colección Problemas
de México.
SABORIT, ANTONIO (2008). “Una visita”, Nexos, número 368, agosto,
México.
SCHERER GARCÍA, JULIO Y CARLOS MONSIVÁIS (1999). Parte de Guerra. Tlate-
lolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los
hechos y la historia, Aguilar Nuevo Siglo, México.
SEVILLA, CARLOS (2008). “Camino de Lecumberri”, Nexos, número 368,
agosto, México.
TAIBO II, PACO IGNACIO (1991). 68, Joaquín Mortiz, Serie del Volador,
México.

28
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL-POPULAR 1968

Jorge Chávez Palma

Las acciones del movimiento que se dieron en el 68, consignadas en la


historiografía, tienen el valor fundamental de registrar hechos ocurridos
durante el período precedente que comprende el de una prolongada hege-
monía de una clase gobernante mantenida al frente del gobierno durante
cuarenta años y cuyas características eran: la conformación de un partido
de Estado (PRI), la no competencia electoral, la imposibilidad de la alter-
nancia, el presidencialismo como articulador central del sistema político,
un sistema de partidos inexistente, todo ello había derivado en formas de
gobierno autoritario.
La hegemonía ejercida por el partido dominante se manifestaba no
sólo en el plano político, también se extendía a lo cultural y lo ideológico,
sentíamos como se recreaba en la vida cotidiana, porque a través de ella se
interiorizan los valores de la cultura dominante y se construye un sujeto
domesticado.
Considerando que el capitalismo no resuelve los problemas de la mayor
parte de la población, pero es ideológicamente hegemónico porque conven-
ce a la gente de que no hay otra forma de vivir más que en ese sistema.
Así han pasado cuarenta años, en el 68 este esquema se partió en una
infinidad de interpretaciones que confluyeron en un extraordinario
movimiento de cientos de miles de conciencias que perfilaron la idea de
cambiar una realidad plena de caducidad.
Podemos enumerar los rasgos prevalecientes: la corrupción, la doble
moral, la antidemocracia, la prepotencia de partido único, los medios
de comunicación como la principal vía de control, los cuales van
construyendo el consenso que requiere el grupo dominante para reprodu-
cir el sistema capitalista en el cual el Estado combina el consenso con la
violencia.

29
Otros rasgos fueron: el caciquismo como el puntal firme para sostener
el verticalismo en la toma de decisiones, con lazos indisolubles con las
oligarquías locales y nacionales, con una virtual sumisión al extranjero,
en una muestra grotesca de folclorismo.
El 68 mostró una herida histórica en la conciencia colectiva, una llaga
nacional que provocó un trauma en toda una generación, un agravio
a importantes segmentos de la población, en los cuales tenemos que seguir
cavando en los intersticios de la historia para esclarecer todas las causas
que provocaron este acto genocida, como el “viejo topo” del maestro
Marx, sin alentar la cultura de la derrota porque allí aprendimos el poder
que tienen las movilizaciones para reivindicar nuestro derecho de recupe-
rar lo perdido.
El movimiento del 68 fue derrotado en el terreno militar pero conservará
para siempre su vigencia en lo social y lo político, porque los movimientos
de masas son expresiones de la inquietud social con proyecciones interna-
cionales, presentes en casi todos los países del mundo, con problemas
semejantes e idéntico lenguaje; en plena coincidencia del planteamiento
general de sus acciones características, se pronuncian contra el atropello a sus
derechos juveniles y estudiantiles, luchan por las oportunidades para el
estudio y la capacitación que les han negado toda la vida, apoyan fervien-
temente a los trabajadores en sus necesidades más ingentes.

LOS TRABAJADORES DE LA EDUCACIÓN EN EL MOVIMIENTO DEL 68

Una década anterior, l958-1960, los maestros de la Sección IX del Sindi-


cato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) protagonizaron un
amplísimo movimiento de acciones reivindicativas de carácter salarial y
sindical, dirigido por el líder Othón Salazar Ramírez, en un ámbito demo-
crático que reclamaban ya amplios sectores de trabajadores asalariados,
por ello es que a lo largo de diez años el magisterio también estaría presente
a su manera en las acciones del 68.
Estas acciones propiciaron que profesores de educación media superior
y superior de Universidades, Politécnicos, Escuelas Normales Rurales y
Normales Superiores, tuvieran un activismo formidable desde instancias
orgánicas, a partir de sus centros de trabajo, el Movimiento deja de ser
sólo estudiantil para adquirir el carácter de ser de contenido social y hasta
popular ante la incorporación de importantes destacamentos, sindicatos
y agrupamientos de trabajadores de distinta extracción del movimiento

30
obrero, del interior del país hubo segmentos de campesinos y el charrismo
sindical tuvo que cuidar sus espacios para contener la inquietud orgánica
en sindicatos fundamentales como electricistas, telefonistas, nucleares,
ferrocarrileros.

EL PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL 68

Sí, el Movimiento del 68 se inicia un 26 de julio, en una coyuntura de


tinte internacional y con la proximidad de los juegos olímpicos para reali-
zarse en nuestro país, la cual evidenciaba las repercusiones de difusión en
todo el mundo, por ello es que la prensa mexicana hizo caso omiso de
estos hechos, casi todos los medios de difusión: diarios, revistas, estaciones
radiofónicas, televisoras se mostraron parciales, soslayando o en su caso
confundiendo lo que ocurría desde los inicios del Movimiento. La infor-
mación que divulgaron fue totalmente adversa a los intereses del gobier-
no de Díaz Ordaz, el cual fue objeto de linchamiento moral y político en
el ámbito al ocurrir el ametrallamiento del 2 de octubre, aun y cuando se
había preparado con tanto ahínco la inauguración de la olimpiada.
Al día siguiente Zabludowsky, en su programa 24 horas, mencionaba
que dos grupos de estudiantes se habían enfrentado en la Plaza de Tlate-
lolco resultando 39 personas asesinadas, cuando el cálculo de la prensa
extranjera fluctuaba entre 400 y 600 asesinados; Muñoz Ledo en la Cáma-
ra de Diputados exoneraba al chacal Díaz de toda responsabilidad. Los
medios de comunicación jugaron un papel preponderante en la orientación
de los acontecimientos que se darían posteriormente al 2 de octubre,
controlados por el sistema, atenazados, se entregaron por completo a la
disuasión de las amenazas del aparato del Estado.
El Movimiento tuvo el acierto de contraponer los efectos nocivos de
la prensa mercenaria a través del funcionamiento formidable de las brigadas
creadas por los propios participantes, así los ciudadanos pudieron conocer
de cerca la verdad de lo que ahí ocurría a partir de todas las formas de
divulgación masiva: volantes, manifiestos, desplegados, periódicos, revis-
tas, boletines, carteles, videos clandestinos, mítines, marchas, voceros
interminables, entrevistas, audiencias, declaraciones, corrillos, conferencias,
círculos de estudios, reproducción de fotografías, paneles, exposicio-
nes, todo lo que estuviera al alcance de la expresión verbal, gráfica y
objetiva nos lleva a entender la aportación autogestionaria informativa
del propio movimiento.

31
En plena euforia, Díaz Ordaz utilizó como pretexto la jornada depor-
tiva olímpica para desplegar sobre la población de la capital de la Repú-
blica una violencia inusitada, violando los más elementales derechos
humanos. Los medios estaban sometidos y domesticados al poder públi-
co, estaba presente una sociedad cerrada y ubicada en otros parámetros
de convivencia, la sociedad enclaustrada en los estrechos marcos de un
partido político, un partido de Estado que llegó a setenta años sin abrir los
mínimos escaños para la participación ciudadana.
El 68 despliega la conformación de la sociedad civil, considerando el
parteaguas de la vida contemporánea como un esfuerzo del pueblo mexica-
no por construir una estructura democrática para su convivencia armoniosa
que esgrima una mayor vigilancia en el comportamiento de sus gober-
nantes, así como en las reglas del juego electoral con las que normamos la
vida pública. Los responsables directos de este crimen no fueron castiga-
dos, la sociedad quedó resentida y los delitos impunes, la complicidad
entre los poderes de la Unión refleja las dificultades para arribar a métodos
democráticos que pudieran constituir una nación civilizada.

LA MASACRE

Los cadáveres quedaron regados por todos los contornos de la plaza de


las Tres Culturas, fueron niños, ancianos, mujeres, jóvenes estudiantes, los
cuales fueron echados en camiones para transportar materiales de construc-
ción y desaparecidos para que al día siguiente no hubiera rastro alguno, el
Gobierno fácilmente pudo escabullir toda responsabilidad, sin embargo,
fue posible contar con fotografías con las ropas de vestir de las víctimas:
suéteres, chamarras, zapatos, zapatillas que fueron agrupadas en monto-
nes en medio de la plaza de los sacrificios tlatelolca, había pasado por ahí
“Huichilobos” con sus huestes de latrocinio y devastación. La matanza
se había consumado, el poder erigido sobre las bayonetas escurriendo
sangre y sopor de democracia, los asesinos en su cubil festejando la rique-
za de su brutalidad.
Los que sobrevivieron fueron sometidos a vejaciones y tortura, abu-
sando de los detenidos para degradarlos y someterlos a las humillaciones
más despreciables, porque cuando se tiene la fuerza se maltrata toda digni-
dad y se envilece la conciencia de los torturados pero también de los
torturadores. Los poderosos no deben inclinarse ante la justicia, ellos son
los que acometen a las víctimas y las hacen presas de su vesania, el Estado

32
es el responsable de haber violado los derechos de los ciudadanos y por
ello debería de pedir perdón y reconocer la verdad de los hechos, los priistas
de todos los tiempos se hacen acreedores a la sanción de la justicia, porque
su partido se colocó por decisión propia como paradigma de la impuni-
dad, porque el suceso de Tlatelolco no es un acontecimiento exclusivamen-
te mexicano, sucedió en China, Chile y en muchos otros casos de masacres,
el suceso es intemporal y la represión diazordacista también lo es.
Fueron borrados de la memoria los cientos de cadáveres que se llevaron
a cremar, así se va reviviendo la historia, a partir de dejar en la soledad a
un pueblo que no puede recuperar a sus muertos para enterrarlos y convertir
el pasado en una denuncia permanente en contra de los que violaron el
más caluroso sentimiento de convivencia, las atrocidades cometidas por
funcionarios fueron un culto a la brutalidad de las acciones oficiales.
Se cumplen cuarenta años de esa masacre, cuyo Movimiento plantea-
ba a las autoridades gubernamentales la apertura a los reclamos de una
masa que no pretendía derrocar o desconocer al gobierno, las demandas
eran menores, eminentemente ciudadanas y democráticas, el mundo se
les viene encima a los asesinos porque la ideología de la unidad nacional
estaba fracturada y porque los métodos de control que se habían venido
utilizando a través de la corporativización de la sociedad se habían agotado.
En el plano estudiantil se tuvo como bandera la modificación de las rela-
ciones entre estudiantes y maestros, la necesidad de actualizar los planes
de enseñanza.

OBJETIVOS DEL MOVIMIENTO DEL 68

Se trató de un movimiento de carácter democrático con pretensiones de


hacer cumplir la Constitución, el respeto a las libertades civiles y las garantías
individuales, el derecho de la libre asociación y expresión del pensamien-
to, el derecho de manifestación, la derogación de aquello que lesiona las
garantías sociales.
El objetivo del movimiento fue la democratización del sistema político,
lo que posibilitó la participación e intervención del pueblo trabajador en
ese ámbito, los mexicanos recibimos una lección de organización política y
capacidad de dirección; el Consejo Nacional de Huelga estaba formado por
más de doscientos miembros y el papel desempeñado por éste fue transparen-
te y honesto, el Estado burgués fue incapaz de penetrar la autonomía de
su dirección colectiva, representativa de todas las corrientes políticas.

33
El desgaste del modelo de desarrollo estabilizador, impuesto por las
condiciones de explotación de los monopolios internacionales, había hecho
crisis y los rasgos de sus reivindicaciones se transformaban en demandas
que coincidían con los intereses generales de la población que las enarbola-
ba. Con la certeza de que el capitalismo frena el desarrollo de las cualidades
creadoras del ser humano y que sólo conduce al lucro personal, es como
surge el cuestionamiento del sistema sobre los mitos de “la estabilidad
social”, “la veracidad de la gran prensa”, “la validez de la democracia
dirigida”.

Pliego de peticiones
1. Libertad a los presos políticos. Representados especialmente por
Demetrio Vallejo Martínez y Valentín Campa Salazar, quienes habían
sido aprehendidos desde l958 y acusados del delito de disolución social,
condenados a once años de prisión.
2. Destitución de los jefes policíacos.
3. Desaparición del cuerpo de granaderos.
4. Derogación del Art. l45 y l45 bis del Código penal que tipifica la diso-
lución social.
5. Indemnización a los familiares de los muertos y heridos de la agresión.
6. Deslinde de responsabilidades de los actos de represión de la policía,
granaderos y ejército.

DOS DE OCTUBRE DE 2008


CUARENTA AÑOS DE LA MATANZA

El día de la justicia no llegó, Díaz Ordaz se fue al otro mundo y Echeverría


ha sido becado por la universidad de la muerte, sostenida por el PRI y el
PAN, para que no reciba castigo alguno y recibirá una licenciatura en geno-
cidio, la maestría en ignominia y el doctorado en artimañas electorales.
Al llegar otro dos de octubre, ahora los panistas en el poder celebran el
triunfo del chacal Díaz Ordaz, quien organizó un paraíso cobarde de horror
y desprecio para cientos de vidas que fueron segadas en el holocausto de
la “unidad nacional”.
En este dos de octubre los que fueron agredidos, son los inquilinos de la
soledad y el olvido, por eso es que reivindicamos su memoria, porque
una vez más, el dos de octubre no se olvida, porque cada dos de octubre los

34
muertos y los odios se amontonan, porque esos, nuestros muertos, fueron
del pueblo del cual provenimos donde los odios son de los poderosos,
quienes ahora se apoltronan escudados en el fraude que cometieron.
En Tlatelolco se posó la sombra siniestra de Caín, quien dejó su huella
espantosa desde Los Pinos, de donde salió la orden genocida para el ame-
trallamiento, allí arranca la declinación de este viejo régimen que ha teni-
do su continuidad en el fraude electoral que llegó a parir un presidente
espurio, tramposo y fraudulento como Calderón, desde entonces vivimos
en una patria que fue rota por los que se apropiaron de su futuro, porque
se marchitó la hierba que habíamos depositado en el jardín de la utopía y
de los anhelos purificadores de ensueños, como lo expresara Juan Gelman:
“Antigua es la piedra donde espera sentada la esperanza”.
¡¡¡Ni perdón ni olvido para los asesinos!!!

35
36
EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL POBLANO EN 1968
Y SUS ENSEÑANZA

Luis Ortega Morales

Con motivo del cuarenta aniversario del movimiento estudiantil nacional


de 1968, diversas organizaciones poblanas se prestan para reflexionar en
torno a los antecedentes y consecuencias de esta importante revuelta estu-
diantil en México. Otras más, pretenden nostálgicamente levantar las
demandas que desde entonces se enarbolaron y que resultan emblemáti-
cas para mantener vivo el recuerdo de los jóvenes mártires y de los ya
ahora viejos participantes.
La reflexión que hago, parte de una caracterización general de la UAP
como resultado de su desarrollo a lo largo de esos cuarenta años e intro-
duzco una reflexión para tratar de dilucidar si estos cambios son resultado
directo o secundario de esta lucha.
La UAP en 1968 se encontraba en un proceso de cambio académico
profundo, pero en una crisis de gobierno y de control político. Esta afirmación
resulta de un recorrido desde el movimiento estudiantil universitario que
en 1961 derrota a los grupos conservadores de Frente Universitario Antico-
munista y permite el arribo del pensamiento liberal, democrático y cienti-
ficista. Los miembros del Consejo de Honor mantenían una concepción
académica conservadora, vinculada a las interpretaciones del mundo y
de la vida que la religión católica predicaba. Este movimiento progresis-
ta, en el cual participaron grupos liberales, masones y algunos priistas que
impulsan el proceso de modernización y de industrialización de la entidad
desde el gobierno del estado, logró romper las barreras del conservadurismo
e introducir nuevos conceptos a la enseñanza, a la investigación científica
y a las relaciones universitarias.
Cualquier reflexión en torno al movimiento estudiantil de 1968 que
pretenda explicar los sucesos en Puebla, debe partir del estudio de este proce-
so de desarrollo del movimiento estudiantil para introducir rigurosidad al

37
análisis, de lo contrario sólo nos quedaríamos con la visión de una partici-
pación como un simple reflejo de las demandas nacionales, falseando con
ello la realidad.
Para comprender con cabalidad los sucesos de 1968 en Puebla, entre
muchos elementos es necesario tomar en consideración los siguientes
aspectos:
1. Los estudiantes universitarios estaban en una profunda crisis de
representación después de que en 1964 se instala el Directorio Estudiantil
Poblano, como resultado de la traición del presidente de la Federación de
Estudiantes Poblanos (FEP), Oscar Wales. Aquella figura, contemplada
en los estatutos implicaba la instalación de la asamblea de los presidentes
de las mesas directivas de las sociedades de alumnos de las escuelas. El
debate entre los dirigentes estudiantiles dio como resultado la desapari-
ción de la FEP y el establecimiento permanente del Directorio y la elección
de un presidente de este. La FEP agrupaba a las sociedades de alumnos de
las escuelas profesionales de la UAP, a las preparatorias de la UAP y sus escue-
las incorporadas y todas ellas elegían a sus mesas directivas previa convo-
catoria emitida por la FEP. Por ello, en el CENHCH y en todas y cada una de
las preparatorias incorporadas a la UAP, existía una mesa directiva de la
sociedad de alumnos, que cada año elegía por medio del voto universal,
directo y secreto a su presidente y miembros de la mesa directiva. El
vínculo orgánico estudiantil, también se mantenía con instituciones como
la secundaria socialista “Venustiano Carranza”, la secundaria para traba-
jadores “Flores Magón” e instituciones como el Instituto Normal del
Estado, entre otras, que también contaban con su correspondiente organi-
zación y dirección estudiantil.
2. A raíz del movimiento de 1961 se desarrolla entre los estudiantes
una tendencia por el vínculo de la universidad con las capas populares,
como resultado directo de la ruptura con la universidad elitista y conser-
vadora, lo que permitió la búsqueda de vínculos con grupos sociales popu-
lares, obreros y campesinos. Los grupos masones jugaron un papel
importante, pero también el Partido Comunista Mexicano iniciaba su
recuperación e influía en algunos núcleos obreros y campesinos. Los víncu-
los de los estudiantes universitarios con los grupos populares se estrecharon
y extendieron a raíz del movimiento estudiantil popular de 1964 que derro-
có al gobernador.
3. Para 1968 ya existían núcleos importantes de la Juventud Comunis-
ta en varias escuelas universitarias y la influencia del PCM en el movimiento
campesino era importante. En el ámbito educativo contaba con algunos

38
miembros que lograron arribar al comité ejecutivo seccional del SNTE e
influía a través de la Central de Estudiantes Democráticos (CNED), la
Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM)
que agrupaba a las Normales Rurales y la Central Campesina Independien-
te. Además participaba en el Movimiento de Liberación Nacional y en el
Frente Electoral del Pueblo. La presencia de estas organizaciones permitía
a los miembros de la CNED participar en reuniones nacionales, mantener
vínculos con las Normales Rurales y con el movimiento campesino.
4. Ya desde 1961 el movimiento estudiantil universitario mantenía una
posición de solidaridad con la revolución cubana y se enfrentaba a las posi-
ciones anticomunistas de la derecha poblana. Las recientes entrevistas
realizadas con dirigentes estudiantiles de la época registran desde 1967
la presencia de grupos afines a las guerrillas de Madera, Genaro Vázquez,
procubanos, maoístas y de otros perfiles.
5. La negociación política en el Consejo Universitario de la UAP, a raíz
del derrocamiento del rector José F. Garibay Ávalos, dio como resultado
el nombramiento de una Junta Administrativa compuesta por cuatro direc-
tores de escuelas entre los que se encontraban posiciones principalmente
afines al gobierno del estado. Estos se mantuvieron aparentemente neutra-
les durante el movimiento nacional, pero desarrollaron enlaces con el
gobierno que procuraban la derechización de la UAP. Esto después lo anali-
zaremos. En las elecciones del presidente del Directorio Estudiantil Pobla-
no fue derrotado el grupo que comandaban los hermanos Ernesto y Arturo
Santillana, vinculados con el gobierno y arribó el grupo democrático con
Wilebaldo Montiel, quien renunció, quedando en su lugar el vicepresi-
dente René Meza Cabrera. El enfrentamiento con el grupo santillanista
había dado como resultado dos preparatorianos muertos y un fuerte enfren-
tamiento a principios de 1968, en las puertas de la casa de los Santillana.
El gobierno de Aarón Merino Fernández logró dividir al movimiento
estudiantil, apoyando primero al grupo del rector Garibay, a los santillanis-
tas y posteriormente al grupo de Raúl Méndez Morales (a) “La Saleroza”.
6. En 1968 se realizaron las campañas electorales y los comicios loca-
les. En estos resultó electo Gobernador Constitucional del Estado de Puebla
el priista Rafael Moreno Valle, después del interinato de Aarón Merino
Fernández, quien sustituía al derrocado general Antonio Nava Castillo.
En su toma de posesión anunció que el costo de los paros estudiantiles
serían descontados a la Universidad y destinados para obras de caridad.

39
1968, AÑO DE LA REPRESIÓN

A nivel nacional los estudiantes impulsaban luchas para defender sus orga-
nizaciones del ataque de las autoridades. La Juventud Comunista de
México (JCM), en su boletín interno de abril de 1967, caracterizaba la
situación de la manera siguiente:

La jornada del 5 al 15 de abril estuvo integrada por multitud de acciones locales


distintas... coincidieron otros movimientos (como) la huelga universitaria en
Tabasco por demandas estudiantiles plenamente justas y apremiantes, la cual
tuvo un importante apoyo popular, y que ha sido temporalmente resuelta con el
compromiso gubernamental de dar solución a las reivindicaciones presentadas
en un plazo de 15 días; la huelga estudiantil de Sonora que teniendo como centro
la Universidad ha englobado a otros sectores de la población y es, en esencia, una
protesta popular contra las arbitrariedades del yancófilo gobernador Encinas
Johnson, y que se sustenta en el descontento popular ante los burdos y antidemo-
cráticos métodos electorales de la burguesía, que dejaban sin derechos electorales
a la inmensa mayoría de la población. Hubo además otros movimientos: como la
huelga del Tecnológico de Ciudad Madero, Tamaulipas; en El Quinto, Sonora, en
Yucatán; poco antes estallaron las huelgas universitarias de San Luis Potosí y
Tamaulipas... se iniciaba así un nuevo período para el movimiento estudiantil, de
intensas y numerosas luchas que tienen como causa la crisis de la educación supe-
rior, las cuales se dan en un momento de ascenso del movimiento estudiantil, exis-
tiendo mejores condiciones para la unidad de acción de las diversas organizaciones.

En este camino del reforzamiento de la unidad deben vencerse obstáculos exis-


tentes desde antes, y enfrentarse nuevos problemas que interponen los enemigos
de la educación popular y científica; la campaña del terrorismo, provocación y
represión que éstos han desatado en distintos centros estudiantiles, persigue el
propósito de enfrentar un grupo contra otro, desviar la atención de los dirigentes
estudiantiles de las luchas reivindicativas y los esfuerzos unitarios, atemorizar a
sectores del estudiantado, desprestigiar el movimiento, provocar reacciones
precipitadas, y crear un clima apropiado para la represión.

La represión del 29 de julio, que se realizó mediante un ostentoso e


increíble despliegue de fuerza armada, intentaba –con la violación de la
autonomía universitaria y la sujeción “al orden” de los estudiantes– apagar
los brotes de protesta que se desarrolla desde dos días antes con motivo
del aniversario de la Revolución Cubana. La participación de la policía el
28 y el 29 de julio da inicio a un verdadero movimiento nacional de repudio
al régimen.

40
La verdadera unidad de los universitarios en todo el país se reflejaba
principalmente en la defensa de los principios de lucha y de educación
que enarbolaban como paradigmas de la nueva universidad. Autoridades,
estudiantes, intelectuales y otras capas de la población coincidían en cali-
ficar el acto ordenado por la Presidencia de la República como arbitrario
y despótico, violatorio de todos los principios jurídicos, despojado del
más mínimo sentido común, y castrador de la vida científica y académi-
ca del país.
La organización estudiantil nacional había pasado años atrás por diver-
sos deslindes que habían provocado su desmembramiento. Por un lado, la
poderosa FNET –ligada al gobierno– fue incapaz de soportar la tremenda
ofensiva del Estado, y no obstante los esfuerzos de algunos de sus dirigentes
no pudo estar a la altura de la situación. No cabe duda que ello se debió
sobre todo a los principios que la sustentaban, los cuales les impedían
reconocer abiertamente la actitud arbitraria del régimen y desarrollar
una actitud de combate contra él. La CNED, organización que aglutinaba a
una parte del movimiento, aunque era la más consciente y combativa, no
pudo asimilar las profundas transformaciones que se desarrollaban; su
estructura le permitió en gran medida dar una directriz de lucha concreta
a este movimiento. Aunque en su constitución participaban importantes
núcleos del movimiento, sus acciones y luchas posteriores fueron soste-
nidas sólo por la participación de la Juventud Comunista.
La primera respuesta del movimiento estudiantil de la UNAM fue decla-
rar la huelga general hasta conseguir el cumplimiento de sus demandas,
entre las que destacaba la liberación de los estudiantes detenidos con
motivo del conflicto. La declaración de la huelga implicaba una organiza-
ción concreta para su sostenimiento y una actividad intensa para ganar la
simpatía de la población. Se constituyeron así, por decisión de las asambleas
generales de las escuelas, los comités de huelga, elegidos democráti-
camente, quienes tendrían entre otras funciones la dirección de la actividad
de los estudiantes en las brigadas para la propagandización de la lucha.
Cada Comité de lucha nombraba a sus representantes, constituyendo así
al Consejo Nacional de Huelga (CNH) como la dirección central del
movimiento.
Durante este movimiento no sólo se pudo incorporar a la gran masa
estudiantil en todo el país, sino que además se logró unificar en un único
organismo a los estudiantes de la UNAM y del IPN. De esta manera fueron
rebasadas las viejas organizaciones estudiantiles como las sociedades de
alumnos, y la FNET prácticamente quedó destruida. Ninguna universidad

41
del país quedó fuera del movimiento; incluso las escuelas privadas se
constituyeron como parte integrante del CNH.
Durante 1968 se establece un deslinde entre la demanda permanente
por reivindicaciones propiamente estudiantiles y el modo de gobernar de un
sistema incapaz de resolver los problemas más urgentes de la población.
Los objetivos educativos burgueses fueron negados por el propio gobierno
que los enarbolaba, entrando en una franca contraposición con los estu-
diantes que los defendían. La violación de la autonomía universitaria ponía
en evidencia el abandono por parte del régimen de los principios de respe-
to a las instituciones de educación superior, en aras del “orden” y la “paz
social”, y dejaba al descubierto ante las masas el significado real de un
sistema represor al servicio de una minoría. La ideología de la Revolu-
ción Mexicana caía por su propio peso y la masa estudiantil descubría la
estructura del sistema.
Las actividades represivas del ejército se daban a conocer a la población
por medio de denuncias propagadas por miles de brigadas estudiantiles,
las cuales, a lo ancho y a lo largo del país, distribuían millones de volantes
con tal proyección y efectividad que la deformación de los hechos operada
por los medios masivos de comunicación, fue contrarrestada.
Después de la acción del 29 de julio –en la que el batallón de paracai-
distas toma la Escuela Nacional Preparatoria usando bazucas y apoyado
por tanques– se realizaron otras actividades represivas.
El 28 de agosto, después de una manifestación, el ejército y la policía
toman el Zócalo de la ciudad de México para desalojar a un grupo de
manifestantes que se habían quedado allí de guardia en espera del informe
presidencial y exigiendo “diálogo público”. Los estudiantes son persegui-
dos por las calles, mientras los carros blindados militares cargan contra la
retaguardia estudiantil. Se apaga el alumbrado público y en la obscuridad
se ataca indiscriminadamente a los estudiantes. Catorce carros tanques
arremeten contra la multitud, aplastando a varias personas. Siguen a esto
tiroteos en las calles adyacentes al Zócalo que provocan más víctimas.
El 18 de septiembre el ejército ocupa la UNAM. Arría la bandera que
estaba a media asta desde el ataque de los paracaidistas contra la Escuela
Nacional Preparatoria. Son detenidas todas las personas que estaban en
la UNAM sin discriminaciones de ninguna especie; se despliega una fuerza
de aproximadamente diez mil soldados que, movilizando tanques ligeros,
carros de asalto, transporte militares y jeeps, se dirigen a las distintas escue-
las y facultades para aprehender a los alumnos, padres de familia y maes-
tros que se encontraban en ellas.

42
El 21 de septiembre el 43 batallón de infantería y nueve unidades
blindadas acuden para apoyar a los granaderos y policías que durante siete
horas de lucha habían tratado en vano de tomar la Vocacional 7, logrando
finalmente controlar la situación.
El 24 de septiembre se toma el Instituto Politécnico Nacional con todos
sus edificios y dependencias. El Casco de Santo Tomás es ocupado por
600 hombres apoyados por 15 tanques y por efectivos de la policía judi-
cial armados con M-1 y lanza granadas. La unidad profesional de Zacatenco
es ocupada por unos mil soldados que llegan en 30 transportes y con 13
tanques ligeros, 59 patrullas de la policía preventiva y 150 agentes de la
policía judicial.
La lucha adoptaba cada día nuevas manifestaciones que iban radicali-
zándose hasta llegar al repudio total del sistema mexicano. En el manifiesto
“2 de octubre” del CNH se interpretaban los hechos de la siguiente manera:

El carácter antidemocrático de las estructuras políticas del país, que se manifiesta


en su incapacidad por resolver las auténticas demandas populares, es resultado de
prácticas políticas obsoletas que no solucionan los problemas de la sociedad mexi-
cana actual; la democracia en México es un mero concepto, una reforma más,
pues la política se hace al margen de las mayorías populares, de sus aspiraciones,
intereses y exigencias; las determinaciones son tomadas por un restringido nú-
cleo de personas que, obstaculizando la participación política del pueblo, lo nie-
gan como instancia última de decisión.

La sistemática represión a todo intento de organización política independiente, el


sistemático encarcelamiento o asesinato de los líderes más honestos, la construc-
ción de marcos jurídicos que impiden por decreto toda participación organizada
y la falta de información nacional veraz, han impedido y frenado el surgimiento
y desarrollo de organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles y en general de
ciudadanos que puedan participar libre, responsable y combativamente en contra
de las medidas de opresión del gobierno...

También es parte de la política nacional la manipulación a través de la corrupción


de la opinión pública, el fraude electoral y, consecuentemente, la apatía, desinte-
rés y el marginalismo en la participación política.

El año de 1968 representa un momento crucial de la lucha contra el


despotismo gubernamental y un paso muy importante en la conquista de
la democracia en México, así como el cuestionamiento profundo de una
ideología y de un sistema económico y social que se fundamenta en el

43
beneficio de una minoría. Reviste también una profunda importancia seña-
lar que el movimiento de 1968 contribuyó a resaltar las deficiencias y
limitaciones del sistema educativo nacional.
La situación de la educación en México, caracterizada entonces por la
CNED como de crisis, reflejaba la existencia objetiva de trabas que obstacu-
lizaban el proceso nacional: “la sociedad queda incapacitada para dotar a
los jóvenes mexicanos de los conocimientos y orientaciones necesarias
para que puedan ejercer su papel como participantes directos del impulso
científico-técnico y económico-social del país”.
La relación directa que el estudiante adquiere con una población que
los apoya, la actitud de un Estado dispuesto a utilizar la más brutal repre-
sión en contra de sus oponentes, las experiencias adquiridas mediante el
contacto con los distintos sectores de las clases populares, permitió a los
universitarios en lucha acrecentar su visión y perfilar nuevas perspectivas
en la organización de la sociedad.
El cuestionamiento general de la sociedad mexicana permitió a los
activistas y dirigentes la búsqueda de nuevas formas de lucha y organiza-
ción para no perder la experiencia y la continuidad del movimiento y
recoger organizadamente aquel apoyo social, realmente político, que se
generó a su alrededor.
La discusión en torno a las vías para una transformación social, provoca-
ba al mismo tiempo el deslinde de fuerzas y tácticas. Dos tendencias se
materializaron: una que propiciaba la lucha democrática mediante la
paulatina conquista de la conciencia de los trabajadores y capas pobres
de la población; era la lucha cotidiana por demandas concretas la que
debía ampliar poco a poco los marcos democráticos conquistados. El
Partido Comunista Mexicano era quien principalmente sostenía esta
tendencia, aunque empezaba a extenderse a otras organizaciones políti-
cas democráticas y de izquierda.
La otra tendencia, que se expresaba en distintas formas de acción, recha-
zaba toda posibilidad de lucha democrática; su expresión más acabada la
encontramos posteriormente en la lucha guerrillera enarbolada por un
conjunto de grupos de ultraizquierda, cuyo principal asiento se encontra-
ba entre los universitarios que habían participado activamente en el
movimiento estudiantil, y que en ese entonces se debatían hacia el interior
de los centros de estudio en una actitud de constante enfrentamiento con
las autoridades, haciendo insistentes llamados a la participación directa
con las luchas populares, fuesen las que fuesen, y exigiendo una entrega y
participación permanentes.

44
En lo que se refiere al plano organizativo, se logra destituir las formas
verticales de control, como lo eran las sociedades de alumnos. Se constitu-
ye el CNH sobre la base de comités de huelga, con representantes elegidos
en asamblea general. Y aún más, las masas constituyen una forma de
organización completamente distinta: las brigadas integradas por pequeños
núcleos de activistas que realizaban diversas tareas y que contaban con
sus propios recursos financieros.
Esta forma organizativa impidió que durante la ocupación de la UNAM
y el IPN el movimiento estudiantil fuese golpeado en forma definitiva, y
permitió que su participación masiva se mantuviera, sin caer en la disper-
sión. A pesar de que la dirección del CNH se encontraba en la clandestini-
dad, las brigadas condujeron su actividad siguiendo las directrices de aquéllas.
Cualquier estudiante, durante el movimiento, formaba parte de alguna de
las miles de brigadas existentes en todo el país. Los comités de huelga y
el CNH constituían organismos de dirección reales, vinculados a las masas.
Las brigadas tuvieron enorme importancia. Sin embargo, la izquierda
fue incapaz de asimilar esta gran experiencia al confundir los órganos de
dirección, Comités de Lucha y de huelga, con los núcleos organizativos
que crearon los estudiantes en cuyo seno ellos realizaban su actividad
política cotidiana.

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968 EN PUEBLA

El movimiento estudiantil de 1968 afectó a los estudiantes poblanos en


sus rasgos más importantes, sobre todo por la crisis en que se encontraba
el Directorio Estudiantil Poblano. Desde 1967 se había dado un impor-
tante cambio en la relación de fuerzas que se reflejaba en el Consejo
Universitario. El grupo garibayista fue derrotado al ganar la Mesa directi-
va del Directorio el grupo democrático con Guillermo Pérez Camacho,
como presidente, René Meza como vicepresidente, Wilebaldo Montiel
Secretario General y se empezaron a tomar los primeros acuerdos. El 30
de octubre el Consejo Universitario acordó solicitar la excarcelación del
estudiante Enrique Cabrera Barroso, quien es liberado el 20 de febrero,
después de un año y siete meses de encarcelamiento y levantó las sancio-
nes impuestas a 12 catedráticos reinstalándolos en sus labores, entre los
que se encontraban Luis Rivera Terrazas, Joel Arriaga Navarro y otros, al
mismo tiempo que expulsaba de por vida al Dr. Julio Glocker. Estudian-
tes de la Escuela de Derecho piden la expulsión de los profesores José

45
María Cajica, Carlos Palafox Vázquez. Con estas medidas, el grupo demo-
crático lidereado por la CNED, Luis Rivera Terrazas, Joel Arriaga Navarro,
Alfredo Romero Palma, entre otros, en alianza con el grupo santillanista
y el Grupo de 1964, avanzaban en su proyecto democratizador. El acti-
vismo de los miembros del directorio se expresaba con el apoyo brindado
a los Trabajadores de Camisetas de Puebla, S.A. en contra de sus líderes
corruptos de la FROC-CROC y de su patrón; a bordo de varios camiones se
trasladan a Tehuacán para apoyar a los pequeños comerciantes que exigen
la destitución del alcalde Zeferino Romero Sánchez, al mismo tiempo
que protestan por el cierre de la Zona de Tolerancia y los estudiantes
universitarios secuestraron autobuses para exigir a los permisionarios pagar
las indemnizaciones correspondientes a los estudiantes accidentados cerca
del Balneario Agua Azul.
Para el 26 de junio de 1968, se dio la ruptura con el grupo santillanista
y en un mitin en el edificio Carolino estudiantes de diversas escuelas
exigieron la expulsión de varios estudiantes y las renuncias del oficial
mayor Dr. Arturo Santillana, el desconocimiento del presidente del Direc-
torio Estudiantil Poblano, el Director de la Preparatoria Diurna y del jefe
del Departamento Jurídico, el Lic. Gilberto Gómez Castellanos, por propi-
ciar la violencia en la UAP. El 2 de julio. La academia de catedráticos de la
Preparatoria Diurna realiza un paro de labores como medida de presión
debido a que se les adeudan varias quincenas de sueldo.
El 10 de julio con motivo de las elecciones del Directorio Estudiantil
son heridos nueve estudiantes y es asesinado el estudiante Marco Aurelio
Aparicio del 1er. año de Preparatoria por un disparo que partió de la 5
oriente, casa de la familia Santillana, después de que un grupo de estudian-
tes protestaba por las agresiones cometidas por los miembros de la plani-
lla “Trébol circula Azul” la mañana de ese día en la preparatoria “Benito
Juárez”. Por tal motivo son detenidos 61 ocupantes de la casa 211 de la 5
oriente donde habitaba la familia Santillana y 19 de estos abandonaron la
cárcel el 3 de septiembre al resolverse el amparo a su favor.
El 26 de julio, la CNED y diversas organizaciones realizan un mitin de
apoyo a la Revolución Cubana en el Zócalo de la ciudad de Puebla. Ese
mismo día en la ciudad de México el mitin realizado por el mismo moti-
vo era reprimido y dos días después el ejército asaltaba las instalaciones
de la preparatoria de San Ildefonso de la UNAM.
Impulsados por la CNED, la Juventud Comunista y el grupo democrático,
así como por las mesas directivas de Economía y de Filosofía y Letras, el
30 de agosto estallaron la huelga en apoyo a las demandas nacionales,

46
incorporándose así plenamente al movimiento. En los siguientes días
Medicina, Leyes, Físico-Matemáticas y Preparatoria Nocturna, también
se lanzaron a la huelga, constituyendo sus respectivos comités. La asam-
blea estudiantil de la Escuela de Derecho acordó declarar a Gustavo Díaz
Ordaz, “Hijo indigno” de esa institución. Se constituye en asamblea ge-
neral el Consejo Nacional de Huelga sección Puebla nombrando como
delegados al CNH a Alfonso Vélez Pliego, Federico López Huerta y Luis
Ortega Morales. El 4 de septiembre, estudiantes de diversas escuelas uni-
versitarias y de la Vocacional 16 realizaron un mitin en el Zócalo de la
ciudad de Puebla en adhesión al movimiento estudiantil nacional. El 8 de
septiembre, la asamblea de la escuela de Ingeniería Civil de la UAP acordó
irse a la huelga e incorporarse al movimiento estudiantil nacional. Poco a
poco se incorporaron a la huelga las escuelas preparatorias, la de Medici-
na y otras como Ingeniería Química, Arquitectura y Administración de
Empresas se incorporaron hasta el final –debido a que estaban dominadas
por los grupos más reaccionarios. Medicina. Leyes, Físico-Matemáticas
y Preparatoria Nocturna también se lanzaron a la huelga, constituyéndose
como Comités de Lucha de Huelga. El 10 de septiembre, cientos de estu-
diantes realizaron un mitin de apoyo al Consejo Nacional de Huelga en el
Zócalo de la ciudad de Puebla.
En pleno auge del movimiento, el 9 de septiembre, el rector de la UNAM
insta a los estudiantes a regresar a clases para evitar que la Universidad
participara en el “descrédito” generado por el hecho de que en él hubieran
“intervenido... individuos y grupos ajenos a la Universidad” y exhorta
a “maestros, a los funcionarios y a los empleados a (...) proseguir las
reformas académicas y administrativas en las que hemos empeñado
nuestros mejores esfuerzos”.1
Tales declaraciones del rector no eran sino el resultado de las presiones
de la Presidencia de la República, que lo había obligado a presentar su
renuncia, la cual fue rechazada por la Junta de Gobierno. Ante este hecho,
el CNH había planteado, con motivo de la renuncia, el apoyo al rector.
También lo apoyaron el Sindicato de Profesores, la Coalición de
Profesores, los Directores de escuela e institutos, el Sindicato de Emplea-
dos y otras organizaciones más, “pues apoyar al rector significaba en ese
momento estar contra el gobierno y apoyar al movimiento”. La Universi-
dad cierra sus filas en torno a sus propias autoridades, y el hecho de que la

1
Desplegado público, septiembre, 1968.

47
renuncia del rector no fuera aceptada “representa un triunfo del movimien-
to, pues así se consolida un grupo con posiciones democráticas, aunque
estas (posiciones) sean restringidas”. 2
El 14 de septiembre, un grupo de excursionistas empleados de la UAP
que se dirigían a La Malinche fueron agredidos por una multitud de San
Miguel Canoa, lugar donde decidieron descansar luego de la fuerte lluvia.
El párroco del lugar incitó a los habitantes y desde un micrófono ordenó el
linchamiento al vuelo de las campanas, acusándolos de comunistas y el
19 de septiembre, estudiantes universitarios realizan un mitin para exigir
el castigo a los responsables de la matanza de San Miguel Canoa.
20 de septiembre el Consejo Universitario de la UAP se pronuncia contra
el uso de la violencia desde el 23 de junio y contra la intervención del
ejército en la vida universitaria, la violación de la autonomía exige: 1. La
devolución de los recintos universitarios y 2. La libertad de los detenidos.
26 de septiembre. Miles de estudiantes de la UAP realizan una manifesta-
ción por la lucha estudiantil nacional que demanda la libertad de Campa
y Vallejo, la derogación de artículos del Código Penal y otros, con la parti-
cipación campesinos de la CCI la Normal Superior, Normales Rurales,
vocacionales y otros.
2 de octubre reprimen un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlate-
lolco, Distrito Federal con un saldo de centenares de muertos y heridos
por el batallón Olimpia.
4 de octubre “En vista de que las manifestaciones y mítines estudianti-
les recientes siempre se realizan con pancartas y discursos que invitan a la
subversión, con esta fecha, la inspección de policía declara que ha recibido
instrucciones de no permitirlas... tomando en cuenta que dichos mítines
y manifestaciones son auspiciadas por elementos terroristas extranjeros
y nacionales. Firma general Luis Ponce de León, inspector general de
policía de Puebla”. Ese mismo día, la Junta Administrativa de la UAP
convoca a exámenes ordinarios para el día 21 de noviembre “profundamen-
te preocupada por el deterioro académico e institucional provocado por
el actual estado de Huelga estudiantil”.
5 de octubre, agentes de la policía judicial sin orden de aprehensión,
detuvieron al salir de su casa al arquitecto Joel Arriaga, estudiante de la
escuela de Economía de la UAP y profesor de la Escuela Normal Superior
del Estado.

2
Hoja volante. Ante el llamado del rector, se respondía con el levantamiento de un pliego
petitorio y la reactivación del movimiento

48
7 de octubre habitantes de la colonia Miguel Hidalgo de Puebla se
enfrentaron a la policía, después de que ésta trató de impedir un mitin de
protesta para apoyar a los estudiantes universitarios. La policía detuvo a
varios estudiantes.
El 11 de octubre debido a las medidas de seguridad tomadas por el ejército
y la policía el Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla, no efectuó la
manifestación anunciada para este día. El ejército y la policía estuvo en el
Zócalo varias horas con 12 carros de combate de media oruga con ametra-
lladoras calibre .45, carros de transporte, la caballería mecanizada, el 12
regimiento de la escuela militar de clases y el 26 Batallón de infantería,
comandado por el general Gonzálo Bazán Guzmán.
La Junta Administrativa por su parte exhortó a los estudiantes “que
acaten la prohibición del gobierno del estado de no celebrar manifestación
pública ni otras posteriores”, según la prohibición anunciada y apoyada
por la comandancia de la XXV Zona Militar y del General Eusebio Gonzá-
lez Saldaña.
El 11 de octubre en conferencia de prensa, el consejo Nacional de
Huelga sección Puebla señalo que:
1) No renunciar al derecho de manifestación consagrado por la
constitución.
2) Invitan a la autoridad a una inspección ocular para desmentir las acusa-
ciones de que poseen armas.
3) Suspender la manifestación para evitar enfrentamientos.
4) Piden la libertad de Jesús Morales Tapia, José Luis Victoria, Federi-
co López Huerta y Joel Arriaga.
El 15 de octubre en una inspección realizada por la Junta Administra-
tiva de la UAP no se halló ninguna arma. Esto se realizó debido a las
acusaciones que se hicieron a los brigadistas del movimiento estudiantil.
La policía hizo retroceder a un grupo de estudiantes que intentaban rea-
lizar un mitin en el Zócalo. “En breve combate donde se lanzaron piedras
e insultos fueron detenidos dos estudiantes y liberados horas después.
Institucional provocado por el actual estado de Huelga estudiantil”.
El 27 de octubre un padre de familia denuncia la detención de Jorge
Fernández Martínez (a) “El Zarco” y Jaime Saldaña por agentes federales.
El 28 de octubre. El Consejo Nacional de Huelga sección Puebla y el
Frente Popular de Padres de Familia denunciaron la detención de seis
estudiantes, luego de realizarse un mitin en la Plazuela de San Luis. Éstos
salieron libres al día siguiente.

49
El 30 de octubre los estudiantes de Derecho realizaron un mitin relámpa-
go en el Zócalo de la ciudad de Puebla y anunciaron su decisión de no
regresar a clases hasta haberse resuelto el conflicto estudiantil en la ciudad
de México.
El 9 de noviembre el Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla,
anunció la continuación de la Huelga según fue el resultado de las asam-
bleas celebradas en las escuelas de Economía, Ingeniería Civil, Ingeniería
Química, Comercio, Preparatoria Nocturna, Filosofía y Letras, Físico-
Matemáticas.
11 de noviembre, estudiantes de la Escuela de Medicina acordaron
continuar en huelga hasta la solución del conflicto estudiantil Nacional y
destituyeron a su consejero Octavio Castillo por haber anunciado el levan-
tamiento de la huelga.
La conformación del Comité de Huelga en la UAP y los trabajos que este
núcleo inicial desarrolló en las demás escuelas, permitió incorporar paulati-
namente al conjunto de los universitarios a esta lucha de carácter nacional.
En todos los casos fueron las asambleas generales de las escuelas, algunas
veces presididas por las sociedades de alumnos y otras por los Comités de
Lucha, los que declararon el paro de labores. Las relaciones con los Comités
de Huelga de las escuelas prevocacionales, las secundarias técnicas, el
Instituto Normal del Estado, la secundaria socialista “Venustiano Carran-
za” y la secundaria para trabajadores “Flores Magón”, permitieron la
formación del Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla, el cual desarro-
lló una intensa actividad en la población a partir de la labor de los comités
de lucha de las escuelas y de las brigadas de estudiantes propagandistas.
La Juventud Comunista y la CNED, había logrado un ascenso importante
en el movimiento universitario en la disputa por el directorio Estudiantil
Poblano y del Consejo Universitario, de los cuales se posicionaron en alian-
za con otros grupos, convirtiéndose así en los principales impulsores del
movimiento en Puebla, y lograron incorporar a una gran cantidad de acti-
vistas que se fueron destacando como dirigentes universitarios, entre ellos
algunos miembros del grupo “Activistas” de 1964, dándole al movimien-
to un alto grado de heterogeneidad en cuanto a su dirección, pero con una
fuerte unidad en torno a las demandas nacionales y la actividad política.
Los representantes ante el CNH, sección Puebla, eran verdaderos activis-
tas que aglutinaban en torno suyo a distintos núcleos y brigadas que desarro-
llaban trabajo propagandístico, todos ellos nombrados por sus respectivas
asambleas generales. Las sociedades de alumnos fueron totalmente reba-

50
sadas perdiendo su representatividad y en algunos casos eran integrados a
los comités.
Los Comités de Huelga de las escuelas y las brigadas eran verdaderos
centros de programación del trabajo, con su propia dinámica y una total
autonomía. Cada brigada por su parte, se constituía en núcleos de activistas
que desarrollaban su propia propaganda, consignas y actividad financiera,
por medio del boteo entre la población.
Se difundía propaganda elaborada por el propio Comité de Huelga, se
reproducía aquella que provenía de otros lugares del país a simple criterio
de los brigadistas. Todo tipo de propaganda y de posiciones eran difundi-
das entre la población. Sin embargo, así como venían espontáneamente
las brigadas nacionales a difundir los acuerdos del CNH, de la misma forma
permanecían en provincia por semanas enteras, activistas de otros lugares
del país. Las escuelas técnicas, después del desconocimiento de la FNET
perdieron su coordinación nacional y se mantuvieron con una actividad
propia. Las Normales Rurales, aglutinadas en la Federación de Estudiantes
Campesinos Socialistas de México (FECSM), se sostuvieron con los linea-
mientos de su propia organización.
En la mayoría de los casos se desprendían pequeños núcleos de estu-
diantes que en contra de la corriente hegemónica de esas escuelas, hacían
verdaderas luchas heroicas para lograr el estallamiento de la huelga, en
muy pocos casos, las sociedades de alumnos se incorporaron de lleno a la
actividad, y quienes así lo hicieron se convirtieron en dirigentes de este
movimiento en sus propias escuelas, como sucedió en Ingeniería Civil.
La Juventud Comunista que dirigió el movimiento en Puebla desde el
principio hasta el final, logró incorporar a todos sus efectivos, acercar a
sus aliados más próximos y mantener una relación estrecha con el conjunto
del estudiantado, creciendo de esta manera su prestigio y capacidad para
dirigir. Incluso fue durante este período en que se incorporaron a sus filas
los principales dirigentes así como muchos otros activistas.
La tradición de lucha popular del movimiento estudiantil poblano y
las propias condiciones nacionales del movimiento de 1968, obligaba a
salir a la calle y buscar el apoyo popular a las demandas propiamente
universitarias para combatir y enfrentar los ataques de la reacción pobla-
na, que no dejaban de manifestarse. Este movimiento –bajo la determi-
nante influencia nacional– hacía vivir a los estudiantes una nueva
experiencia en la lucha popular, cuestionando en su profundidad la ideolo-
gía de la Revolución Mexicana y el sistema capitalista en su conjunto. La
desconfianza en el gobierno y el partido oficial, la destrucción de mode-

51
los y fetiches, el abandono de formas y esquemas, se tradujo en un despertar
democrático del estudiantado poblano, que no encontró resistencia de
grupos organizados de derecha capaz de enfrentar este embate de lucha
democrática. La defensa de la autonomía universitaria y el divorcio de
los gobiernos priistas ante su responsabilidad, se convirtieron en principios
de lucha.
El modelo priísta de universidad entró en crisis a partir de 1961, y se
profundizó, alejándose totalmente de éste, en una profunda crítica al siste-
ma y en particular al gobierno, en 1964. En este período se gesta un nuevo
proyecto democratizador con vínculos directos con organizaciones y el
movimiento popular. Al mismo tiempo crecían y presentaban al movimien-
to un modelo distinto de universidad, con transformaciones más profundas
que las contempladas en la Ley Orgánica. El grupo oficial, heterogéneo y
con profundas divisiones, resultado de las contradicciones en el seno del
aparato gubernamental y de las modificaciones sufridas en el bloque en
el poder, no podía tampoco presentar una alternativa de conjunto, sobre
todo después del movimiento de 1964. Los grupos masones trataron
de apoderarse de la UAP a través del rector Garubay, pero se enfrentaron a
otros intereses dentro del mismo Estado, posteriormente lo intentaron
a través de los santillanistas y después del grupo de “La Saleroza”. Los
más conservadores habían mantenido hasta entonces sus posiciones de
poder universitario sosteniendo una dinámica académica y administrati-
va de sobrevivencia, alrededor de la Junta Administrativa.
La profunda crisis del gobierno universitario obligaba a los grupos guber-
namentales y de derecha a tratar de mantener el poder en la UAP. El 15 de
enero la Junta Administrativa se entrevista con el Lic. Gustavo Díaz Ordaz,
presidente de la República, y el 25 de enero da principio el proceso de
auscultación para la designación de un nuevo Rector o para mantener
una Junta Administrativa. Los reacomodos continuaban y 1º de abril de
1968 el Consejo Universitario acordó la renuncia del Lic. Manuel López
Gallo como director de la Escuela de economía de la UAP, designando a
Francisco Adame Díaz. El 9 de abril de 1968 el Congreso del Estado
expidió la “Ley para el reconocimiento de validez oficial a las Escuelas e
Institutos Particulares de tipo Universitario”, en donde se sujeta a las
instituciones incorporadas a la Ley Orgánica de la UAP y sus estatutos. A
otros institutos se les sujeta sólo a la aprobación de la Dirección General
de Educación Pública. El 24 de mayo en respuesta al llamado de la UAP
para integrar el patrimonio universitario, todos los sectores de ciudada-
nos poblanos acordaron la formar el Patronato Universitario. Con la asis-

52
tencia de alumnos, el Directorio Estudiantil, autoridades universitarias,
personalidades, funcionarios y prominentes hombres de la iniciativa, se
acordó la formación de una comisión para tal efecto. Expusieron los
motivos Amado Carrillo por la Junta Administrativa, Manuel Espinoza
Iglesias de la fundación Jenkins, Francisco Ortegón de la Unión Social de
Empresarios Mexicanos (USEM), Gonzalo Bautista, Juan Torres Vivan-
co, Horacio Hidalgo, Carlos Fabre del Rivero, Fernando Arruti, Alfredo
Toxqui y otros. El 5 de julio, después de un proceso de auscultación el
Consejo Universitario acordó adoptar el sistema de gobierno colegiado
en lugar del rectorado, prolongando la existencia de la Junta Administra-
tiva. Para tal efecto se nombró una comisión de consejeros que elabore
en proyecto de Ley Orgánica. El 1º de octubre la Junta Administrativa
de la UAP rechaza el proyecto de iniciativa para el patronato por querer
convertir a la UAP en institución privada y anunciar el envío de otro proyecto
y el 4 de octubre el Congreso del Estado aprueba en sesión extraordinaria
las reformas a la Ley Orgánica de la UAP del 22 de febrero de 1963. En
éstas se suprime el cargo de rector de la UAP y en su lugar se crea una
junta de gobierno. La XLIII Legislatura reformó los artículos del 6 al 19 y
el 21. Ante la posibilidad de que el Congreso del Estado aprobase el proyec-
to del patronato cientos de estudiantes realizaron un mitin en el Zócalo.
15 de mayo “En caso de que se originen paros, huelgas que se suspenda
toda actividad escolar el fondo económico que se destine para la UAP,
será enviada a la clase campesina” señaló el gobernador Rafael Moreno
Valle ante los miembros del Consejo Universitario.
El movimiento de 1968 vino a alejar los riesgos de que la izquierda y
los grupos democráticos fueran destruidos o absorbidos por el gobierno,
como lo intentaron en muchas ocasiones; por el contrario, las fuerzas
más representativas de éstas, los comunistas, se fortalecieron debido princi-
palmente a su presencia en la base estudiantil y al acercamiento con los
grupos populares. Esto explica en parte el recrudecimiento del enfrentamien-
to directo contra estos, hacia el interior de la Universidad, por medio de
los grupos de choque.
El movimiento del 68 representaba algo más que la aglutinación de la
masa estudiantil en torno a la solidaridad a los estudiantes de la UNAM; es
un período de formación de nuevos dirigentes estudiantiles universitarios,
en donde los jóvenes activistas encuentran continuidad y explicación, en
el marco de la lucha nacional, a las posiciones de reforma universitaria y de
transformación de la UAP y justificaba con mucho las posiciones críticas

53
de la CNED y la JCM, conociendo a sus verdaderos dirigentes y a su vez,
identificando a los representantes del gobierno en el seno de la universidad.
El movimiento poblano no fue ajeno a las contradicciones que se desen-
volvían en el plano del movimiento nacional; a éste llegaron las influencias
de las distintas posiciones de la izquierda que surgieron al calor de este
movimiento. De este modo, en Puebla surgieron también las posiciones
izquierdistas radicales, las cuales no pudieron aflorar precisamente por
las perspectivas de un proceso universitario de reforma y por la presencia
de dirigentes estudiantiles que pudieron convertirse en cabeza visible de
la huelga universitaria, es estrictamente hablando un proceso de continui-
dad al movimiento democratizador que ya existía en la UAP desarrolladas en
movimientos con una liga concreta y directa de la universidad con los
intereses populares. La CNED y la JCM se radicalizaron, sobre todo, a partir
de la utilización de los métodos de lucha de la derecha que obligaban a
una respuesta directa y a veces al enfrentamiento, y en el espacio amplio
de discusión que significaban las asambleas de los Comités de Lucha. El
movimiento estudiantil de 1968 permitió construir una capa de dirigentes
que le dieran continuidad a la construcción de una universidad democrática,
de servicio al pueblo que se iniciaba en 1961.
El año de 1968 dio como resultado la constitución de núcleos de activis-
tas aglutinados en los Comités de Lucha de las distintas escuelas. Algu-
nas sociedades de alumnos lograron sobrevivir y fueron contados los casos
que se incorporaban como tales a las asambleas de los Comités de Lucha;
otras pasaron al enfrentamiento y la disputa de la representación con los
activistas en una permanente lucha por la hegemonía.
En una gran parte de estas escuelas, los Comités de Lucha tomaron la
dirección; los dirigentes de la JCM en Puebla, junto con los núcleos de
activistas y los Comités de Lucha pasaron a constituir la dirección general
del movimiento a través de Asambleas Generales de Comités de Lucha.
El movimiento había pasado a una nueva fase.
Después de reprimido el movimiento estudiantil con la masacre del 2 de
octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y del encarcelamiento
del sector más importante de la dirección estudiantil y de las fuerzas de
izquierda, se dispersó el movimiento. El CNH terminaba sus funciones.
Sin embargo, los estudiantes aglutinados en los comités de huelga, no
tenían otra instancia de representación y organización de aquella que le
había despertado la conciencia. Los Comités de Lucha debían ser manteni-
dos para las acciones necesarias y para la atención de los problemas edu-
cativos. Con un movimiento, difícilmente podía anularse el ímpetu y la

54
actividad potencial de los estudiantes. La continua denuncia de las represio-
nes y asesinatos, las exigencias de liberación de los presos, el recuerdo de
los universitarios muertos, la sostenida lucha contra el sistema despótico
y represivo, tenían que desembocar en una actividad organizada; la única
alternativa era la que se presentaba a la mano. Por ello se tornaba imprescin-
dible transformar los comités de huelga en comités de acción permanentes
de lucha, que incorporara a los estudiantes más conscientes para continuar
el movimiento iniciado el 26 de julio. Los Comités de Lucha aglutinaron
así principalmente a los activistas y, en un proceso inmediato, la base
estudiantil eligió a sus representantes por medio de las asambleas generales.
Estos eran totalmente horizontales, con discusiones largas, pero con
acuerdos que se implementaban en las escuelas. A su vez en éstas se lleva-
ban asambleas cuyos acuerdos eran llevados a la asamblea general. Los
Comités de Lucha se enfrentaron a los grupos progubernamentales, se
solidarizaban con las luchas populares y combatían a la derecha poblana
con la propaganda nacional y local que producían. La multiplicidad de
grupos y posiciones que se expresaban, daban lugar hasta la infiltración
policiaca.

Los comités de lucha obreros y populares –decía la Coordinadora de Comités de


Lucha– formados por el curso del movimiento, son organizaciones de avanzada
del pueblo que permitían que las futuras luchas obreras y populares sigan una ruta
de acción independiente del Estado.3

En Puebla –se señalaba en una declaración de los Comités de Lucha– todo esto se
comprueba. La represión desatada violentamente los días 27 y 28 de octubre así
lo indica. Ante esta situación, nuestra tarea más importante (es la) ORGANIZA-
CION en comités populares para una larga lucha complicada que nos lleve HAS-
TA LA VICTORIA SIEMPRE.4

Sin embargo, esta situación de radicalización –señalaba la JCM– al


mismo tiempo que expresaba una concepción distinta del movimiento
estudiantil, mostraba su debilidad teórica, política y orgánica. “Los activis-
tas se aferraron a lo que en el pasado sirvió, y esto les impidió impulsar
nuevas formas de organización”.5

3
Organo informativo del Comité Coordinador del POLI-UNAM, México, 1969
4
Hoja Volante.
5
Informe del primer punto del orden del día del III Congreso Nacional de la CJM,
diciembre, 1970.

55
Aunque el movimiento de 1968 superó la lucha estrictamente univer-
sitaria y se volcó a la crítica más general del sistema; en su propio seno se
gestaron transformaciones importantes que tuvieron que ser profundizadas
con el repliegue hacia el interior, basándose primeramente en una posición
que propugnaba el impulso a la creación de un ambiente democrático en
los centros de estudio, desembocado finalmente en la actitud de generar
una total transformación de éstos. En el fondo, los distintos criterios giraban
en torno a “conquistar” una completa libertad de acción política y acceso
y uso de locales por los estudiantes, poner en alto a la represión escolar, a
las represalias y denuncias que ciertas autoridades académicas ejercen
contra los dirigentes (y) abrir nuestras casas de estudio a los trabajadores,
hacerlas democráticas y luchar por acabar con la educación selectiva y
clasista.6
En los momentos de mayor movilización, los estudiantes de Arquitec-
tura de la UNAM planteaban “superar la inoperancia de los consejos técni-
cos y otros sistemas, y que las ‘brigadas’ difundan la cultura superior al
pueblo y que traigan a los centros de educación superior los requerimien-
tos de esta realidad externa constantemente...”
Para llegar a ésta, proponían el establecimiento de un organismo auto-
gestionario de transformación, durante la “vigencia del cual no regirían
los ordenamientos de tipo estructural”, con miras a “sentar las bases
para la institucionalización de la autogestión, en el cual queden estableci-
das la Nueva Ley Orgánica y el Estatuto. Todas estas medidas junto con
el establecimiento del gobierno paritario, permitirán sentar las bases para la
institucionalización de la autogestión”.7
El movimiento del 68 sentaba así las bases para la transformación
estructural de la educación. Se desarrollaba de este modo, por un lado,
una lucha por la autogestión y el autogobierno, lo cual pasaba por conformar
estructuras democráticas, por rechazar los viejos métodos de enseñanza
y por ligar los fines educativos con las transformaciones democráticas de
la sociedad. Por otro lado, fuertes núcleos de estudiantes exigían su dere-
cho a la educación y formaban las preparatorias populares.
El movimiento estudiantil repercutía en el interior de la Universidad.
El regreso a clases significó un triunfo importante para las posiciones de
los estudiantes, que exigían a los profesores cursos suficientes para terminar

6
Organo informativo del Comité Coordinador POLI-UNAM, México, 1969.
7
Comités de lucha de Arquitectura de la UNAM, septiembre de 1968, (mimeógrafo)

56
sus programas, en lugar de “marchas forzadas”, y proponían la ampliación
del calendario escolar. Al mismo tiempo, se reaglutinaban para combatir
a los grupos porriles que intentaban desvirtuar el movimiento.8
Estos fenómenos aislados también se dieron en Puebla. Se reflejó por
ejemplo en el llamado del CNH, sección Puebla, a los profesores universi-
tarios, en el que se reconocía el hecho de que, si bien en un principio éstos
habían estado ausentes del movimiento, ahora mostraba un gran interés
en los problemas universitarios. “Ahora estamos conscientes de que
nuestros anhelos no deben estar ocultos a nuestros maestros, más aún,
cuando en éstos días nuestra universidad atraviesa una fuerte crisis eco-
nómica que afecta su funcionamiento y pone en peligro su existencia.9
En el mismo sentido, en el llamado a los empleados universitarios, se
señalaba que:

Nuestra Universidad Autónoma de Puebla atraviesa una grave crisis económica


debido a que el gobierno no ha cumplido su obligación de cubrir el presupuesto,
este hecho repercute de manera grave en las familias de los compañeros y compa-
ñeras al servicio de esta Casa de Estudios. El hecho de que el gobierno no admi-
nistre de manera capaz el dinero del pueblo a grado tal que no pueda cumplir las
obligaciones de la enseñanza superior, origina la peor crisis que pueda sufrir
nuestra universidad, ya que amenaza su existencia y su funcionamiento. Este
problema, pues, debe interesar a todo universitario, sea catedrático, empleado o
alumno.

Por estas razones, el Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla, que posee la
representación estudiantil en la actual lucha por las libertades democráticas,
ha considerado como su obligación elevar la voz del estudiantado exigiendo al
Gobierno que cubra el subsidio y la deuda que tiene con nuestra Universidad.”10

Por decreto presidencial publicado el 28 de marzo, se separa la ense-


ñanza prevocacional y vocacional del IPN. Ante tal hecho se suceden
diferentes manifestaciones de repudio, y se reinicia la actividad de los
estudiantes politécnicos. “La respuesta de los estudiantes politécnicos
no se ha hecho esperar; el viernes 11 de abril, a iniciativa del Comité
Coordinador del IPN, se realizó un paro de labores que tuvo éxito en un

8
Hoja volante.
9
Hoja Volante.
10
Hoja volante.

57
buen número de escuelas politécnicas, como un primer paso para detener
las agresiones burocráticas del gobierno.”11
En estas mismas fechas, la Secretaría de Educación Pública acuerda supri-
mir el sistema de enseñanza normal rural, desapareciendo los 29 interna-
dos existentes. En su lugar, se acuerda separar el ciclo secundario, implantando
el sistema de enseñanza media técnico-agropecuaria y el aumento de un
año más al ciclo profesional normalista. En respuesta, la Federación de
Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) convoca a la
huelga general en contra de tal medida. El Estado responde con medidas
represivas: suspende las raciones alimenticias y las becas, expulsa a 400
dirigentes y desmembra la organización estudiantil, reprime diversas
manifestaciones de lucha y encarcela a varios dirigentes.12
El 10 de diciembre, cerca de cien presos políticos se lanzan a la huelga
de hambre en demanda de su libertad inmediata e incondicional, recibien-
do apoyo nacional e internacional.
Durante este período los Comités de Lucha desarrollan como tarea
principal la denuncia de las actividades represivas del régimen y la difusión
de las luchas de los obreros, campesinos y grupos populares. También desplie-
gan una fuerte actividad de repudio general al sistema, básicamente concen-
trado en el llamado a repudiar el proceso electoral que se avecina con la
consigna de la abstención activa, es decir, la no asistencia a las urnas o el
voto con el símbolo “AA”.
Desmembradas las federaciones estudiantiles y la FNET desprestigiada
por sus posiciones, los Comités de Lucha se transformaron en el único
elemento organizador del movimiento estudiantil. La Central Nacional
de Estudiantes Democráticos, que basaba su membresía en las federacio-
nes, poco a poco también fue rebasada A pesar de que la Central dirigió
luchas de resistencia como la de las Normales Rurales, gracias a su predomi-
nio en la dirección de la FECSM y a la defensa de las vocacionales, no
pudo llegar a constituirse en la alternativa. La represión académica, al
mismo tiempo, obligaba a los estudiantes a concentrarse en una lucha
interna para enfrentar la antidemocracia prevaleciente en los centros de
estudio.
La falta de confianza en una salida democrática y las actitudes represivas
de régimen, generaron la conformación de grupos que buscaban la continui-

11
“Hoja Popular”, núm. 6, Puebla.
12
Comunicado de la FECSM, hoja volante.

58
dad de la actividad revolucionaria de los estudiantes que los llevaban a
concebir a los Comités de Lucha como organizaciones políticas capaces
de arrastrar tras de sí a la masa estudiantil por la transformación socialista de
México. Muchos de los dirigentes buscaron distintas salidas, hasta la crea-
ción de organizaciones revolucionarias de combate directo. Muchos de
estos Comités de Lucha fueron puntos de cooptación de una fuerte masa
de estudiantes para engrosar las filas de las organizaciones guerrilleras
surgidas como resultado de las condiciones existentes en el país y la falta
de perspectivas para la lucha democrática.

LAS ENSEÑANZAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE 1968

Como lo señalamos arriba, el proceso de transformación democrática de la


UAP se inicia desde 1961 y logra consolidarse hasta 1980. En este perío-
do, el movimiento de 1968 juega su papel como parte de este proceso,
pero, por su fuerza y profundidad nacional, lo alimenta de un contenido
de transformación democrática. Los estudiantes de la UNAM transitaron
a la autogestión, los universitarios poblanos continuaron su rumbo del
movimiento estudiantil popular y llevaron la Universidad al pueblo. Ambos
fenómenos en una posición crítica, independiente y autónoma del gobierno.
El movimiento universitario poblano continuó en su lucha democrati-
zadora por la conquista del poder universitario en la rectoría y en el Consejo
Universitario y ante la crisis del Directorio Estudiantil Poblano de la cual
ya no pudo recuperarse, los Comités de Lucha asumieron la representación
estudiantil en las escuelas, lucharon desde ahí por sus demandas, exigían la
solución a una mejor calidad académica y la transformación de los conteni-
dos en los planes y programas de estudio y el mejoramiento de sus condi-
ciones de estudio vía el incremento del subsidio a la universidad pública.
Pero a partir de 1968, la demanda de democratización de las instituciones
se hizo más clara. La recuperación de los estudiantes y maestros de su dere-
cho a decidir el rumbo de la universidad significaba apoderarse de su casa
de estudios y formar parte de ella, con firmeza, plenamente, arrebatándo-
la de la burocracia y los intereses político-gubernamentales y sus represen-
tantes que la dirigían. La universidad había sido secuestrada por una camarilla
que se había apoderado del Consejo Universitario, del presupuesto, de los
consejos técnicos, de las direcciones de escuelas y de la representación
estudiantil. Recuperarla significaba el gobierno estudiantil y magisterial
al margen de la burocracia.

59
En consecuencia la autogestión significaba la decisión colectiva sobre
la definición y solución del rumbo académico y de gobierno universitario,
el establecimiento de los órganos deliberativos paritarios entre estudiantes
y profesores, poner a la asamblea general como el máximo órgano de
gobierno. La autogestión significaba democracia directa y participativa,
militante y permanente, resolviendo los distintos problemas en una relación
de unidad e igualdad, donde la autoridad o la administración universitaria
es parte misma de la asamblea y emanada de ella.
El gobierno federal inicia reformas educativas para descabezar el
movimiento estudiantil, separa las escuelas vocacionales del IPN y desa-
parece las Normales Rurales. En Puebla, durante 1969 a 1972 continuaron
los enfrentamientos entre los grupos.
Uno de los actos más significativos de los Comités de Lucha fue que a
partir de que la comisión coordinadora de la Preparatoria “Benito Juárez”
declara, el 5 de noviembre, su incapacidad de dar cupo a los dos mil
alumnos que solicitan su ingreso, por lo cual preveían más de mil rechaza-
dos. El 19 de noviembre de 1969, los alumnos rechazados fueron convo-
cados por los Comités de Lucha a formar una preparatoria popular en la
UAP, la cual, después de un fuerte movimiento desarrollado por estudiantes,
profesores y padres de familia y se nombró una Comisión Coordinadora
que dirigía a la Preparatoria Popular “Emiliano Zapata”, como fue denomina-
da por los propios preparatorianos, la cual mantenía un estrecho contacto
con los estudiantes, profesores y padres de familia para su organización,
fue reconocida en febrero, pero sin presupuesto. Esta inició sus labores el
1 de enero del siguiente año en el edificio Carolino.
La experiencia desarrollada por esta preparatoria en cuanto a su estructu-
ra de gobierno y desarrollo académico fue ejemplar. Los profesores, a pesar
de que no contaban con ningún sueldo se esmeraron en cumplir puntualmen-
te con sus labores, el nivel académico fue garantizado con una planta de
profesores experimentada y otra parte compuesta por pasantes de los últi-
mos años de la carrera profesional. Aunque se nombró a sus consejeros
universitarios alumno y profesor, no contó con director hasta un año
después, cuando fue incorporada plenamente a la vida universitaria. Las
actividades académicas y políticas fueron definidas en asamblea general
y en órganos colegiados a través de asambleas de jefes de grupos estudian-
tiles, sesiones de academias de maestros. Los estudiantes discutían el
desarrollo de sus actividades escolares permanentemente. La visión auto-
gestiva que predominaba en el gobierno de esta preparatoria, se combina-
ba con una permanente información y participación política, una visión

60
crítica en la enseñanza, con eventos académicos y científicos perma-
nentes y una participación en las demandas de solidaridad que diversos
grupos populares solicitaban. La dinámica del movimiento universitario
obligaba a una participación política ante la amenaza permanente de desco-
nocer a la preparatoria. Por otro lado, las agresiones y posiciones de los
grupos universitarios que se aglutinaron en el Bloque de Ciudad Universi-
taria quienes se cobijaron en el gobierno del estado, eran lo suficientemente
agresivas y obviamente intolerantes que fueron evidenciando su postura
de derecha, fácilmente identificados con las enarboladas en 1961 por el
Frente Universitario Anticomunista (FUA)
Todo el año de 1971 fue de enfrentamientos y movilizaciones de los
Comités de Lucha con los grupos gubernamentales, pero también de conso-
lidación de la Preparatoria Popular y de la dirección política del movimien-
to. El 8 de febrero los Comités de Lucha exigen al Lic. Amado Carrillo
firmar su renuncia y se da a conocer un documento “Por una educación
comprometida con la liberación”. El 9 de febrero las instalaciones uni-
versitarias y el edificio Carolino de la UAP son tomadas por los Comités
de Lucha y hacen público un manifiesto planteando la necesidad de dar
un nuevo impulso a la Reforma Universitaria Democrática.
Se inicia el movimiento que se prolonga por varias semanas terminan-
do después de largas sesiones del Consejo Universitario en el Palacio de
Gobierno. En éstas se acuerda entre los grupos de “Reforma Universitaria”
y “Bloque de Ciudad Universitaria” la ratificación de la Preparatoria Popu-
lar que había sido desconocida; el traslado de los estudiantes de la Prepara-
toria Popular que se habían inscrito en la Preparatoria Diurna,
desconocimiento del nuevo rector una vez renovado el Consejo Universi-
tario, el levantamiento de las expulsiones contra Luis Ortega Morales,
Marco Antonio Sánchez Sosa y Alberto Moreno, dirigentes estudiantiles
integrantes de la Comisión Coordinadora que dirigía a la Preparatoria
Popular “Emiliano Zapata”, la entrega del edificio Carolino y de los rehe-
nes secuestrados por ambos bandos.
Se inicia una campaña anticomunista de amenazas y desprestigio en
contra del movimiento universitario y sus dirigentes a través de volantes
firmados por el “grupo Nauhatl”.
El 6 de julio el Consejo Universitario designó al Lic. Martín Carvajal
Caro como rector interino de la UAP, fue aceptada la renuncia del Lic.
Ignacio Flores Rojas como rector. Se nombró al Dr. Marco Antonio Rojas,
Lic. Alfonso Vélez Pliego, Federico López Huerta y el Lic. Salvador Carmo-
na como integrantes de la Comisión proReforma Universitaria y hubo

61
pronunciamientos en favor de exigir a la presidencia de la República la
libertad de Joel Arriaga, solicitar que el hospital Civil pase a formar parte
de la escuela de Medicina y adoptar como lema universitario el de: “De la
Universidad al Pueblo y del Pueblo a la Universidad” en lugar del actual.
A partir de este momento el grupo por la Reforma Universitaria, desde el
edificio Carolino inicia una serie de transformaciones académicas y de
desarrollo universitario que le permiten consolidar su mayoría en el Conse-
jo Universitario. El 7 de noviembre de 1971 es excarcelado el dirigente
universitario Joel Arriaga Navarro.
En el año de 1972 se recrudecieron los enfrentamientos ahora con el
grupo de Ciudad Universitaria y de inician los embates de los grupos de
derecha.
La unidad del movimiento estudiantil con el popular se profundiza y
en diversos momento se involucra con electricistas, campesinos como San
Sebastián Tepalcatepec, Cholula, la marcha a la ciudad de México del 10
de abril, la independencia del sindicato de VW, se desarrollan movimientos
contra el alza del pasaje con el secuestro de 87 unidades de autobuses y
por indemnización en accidentes previo secuestro de permisionarios y los
enfrentamientos con los grupos gubernamentales como el de “La Salero-
za”, los cuales asesinan al preparatoriano Eduardo Romano Soriano. El
14 de abril es nombrado el Dr. Gonzalo Bautista O’Farril gobernador
interno, después de que el Gral. Rafael Moreno Valle solicitó licencia a su
cargo de Gobernador. El 1º solicitó licencia a la presidencia Municipal.
El 8 de junio en medio de una campaña anticomunista se celebra una
sesión del Consejo Universitario en donde sorpresivamente se plantea la elec-
ción de Martín Carvajal como rector definitivo, golpe que pretendía dar
el grupo de 1964, lo que provocó su expulsión de la UAP.
El 10 de junio de 1972 es nombrado el Quím. Sergio Flores rector
interino de la UAP. La sesión fue presidida por Ernesto Cruz Quintas,
oficial mayor de la UAP, quien junto con los otros miembros fueron resti-
tuidos en sus puestos.
El 20 de julio la advertencia era un hecho, a las 22:30 horas es asesina-
do a bordo de su automóvil, por unos desconocidos, el arquitecto Joel
Arriaga Navarro.
Los Comités de Lucha por su parte, desarrollaron en las escuelas formas
de participación política y académica, las reuniones de profesores y de
academias por materias para la discusión de la reforma a los planes y
programas de estudio, impulsadas por la Comisión para la Reforma Univer-
sitaria, fue desarrollándose paralelamente con la instalación de consejos

62
de gobierno paritario, que sustituían a los consejos técnicos, que cada una de
las escuelas fueron construyendo de acuerdo con las resoluciones de la
asambleas generales. Al mismo tiempo se sustituyeron a los directores
por coordinadores generales, sujetos a las decisiones de los consejos y de
las asambleas generales.
La estructura de gobierno horizontal y de participación activa de los
universitarios, permitieron impulsar las transformaciones académicas acorda-
das por el Consejo Universitario. La garantía de que este proceso se desarro-
llara consistió en la elección de estos órganos de gobierno en votación
universal, directa y secreta por sectores para la integración de los consejos
de gobierno que tenían una composición paritaria y la elección del coordi-
nador en votación universal directa y secreta de estudiantes, profesores y
trabajadores. En estas contiendas, pesaba la decisión de los estudiantes.
Esta estructura de gobierno, democrática, participativa y directa permitía
que sobre todo los estudiantes decidieran el rumbo universitario.
Este fue un proceso de recuperación de los estudiantes y profesores
del rumbo de la universidad, que antes de 1961 se encontraba en manos del
Consejo de Honor y hasta 1970 de la Junta Administrativa, vinculada
al gobierno y a los intereses empresariales, ahora significaba que quienes
decidían estaban involucrados en los problemas universitarios y tenían
como único interés el mejoramiento académico y científico de la universi-
dad, como institución que les pertenecía, como lo pretendió el movimiento
estudiantil de 1968.
El que los universitarios, principalmente estudiantes y profesores, deci-
dan el rumbo de su propia enseñanza, significaba participación académica
y política, es decir universitaria, involucrarse en la problemática social
regional y procurar con un sentido crítico las políticas públicas. Transformar
la Universidad de una institución burocratizada donde una élite vincula-
da a la administración universitaria decidía con el apoyo o bajo los linea-
mientos del gobierno en turno, en una institución democrática y
participativa. El siguiente paso de los consejos de gobierno paritarios y la
elección de los coordinadores de escuela por votación universal, implica-
ba un procedimiento similar para la elección del rector, propuesta que se
aprobó por el Consejo Universitario y que dio como resultado el triunfo
de un rectorado que iniciara un proceso de regresión de la Reforma Uni-
versitaria Democrática. Esta regresión se plasmó en la reforma a la Ley
Orgánica de la UAP que suprimió el voto universal, directo y secreto, les
quitó a los estudiantes la capacidad de decidir y ponderó sus votos con
los de los académicos. Sin embargo, entregó a los directores y, por tanto,

63
a la burocracia universitaria la capacidad de decidir con 30% de los votos
el destino y rumbo de la vida académica, administrativa y de las relacio-
nes universitarias y, por tanto, la elección del rector. Los universitarios,
principalmente estudiantes y profesores fueron separados de su institu-
ción al negárseles la capacidad de decidir su propia formación profesional
y humana.
Paralelamente a este proceso el estado mexicano definía el Plan Nacional
de Desarrollo de la educación superior, donde aprobaba los sistemas de
estímulo a la calidad académica y constituía órganos nacionales como el
CONACYT y el SNI, los sistemas de becas académicas, la certificación entre
otros mecanismos, los que hasta la fecha deciden el rumbo de los principa-
les proyectos de investigación que realizan las universidades autónomas.

CRONOLOGÍA DEL MOVIMIENTO UNIVERSITARIO POBLANO

1967
– El 30 de octubre el Consejo Universitario acordó solicitar la excarcela-
ción del estudiante Enrique Cabrera Barroso y nombró al Lic. José Sánchez
de Iliana, secretario general de la UAP, como su defensor legal; y levantó
las sanciones impuestas a 12 catedráticos reinstalándolos en sus labores.
– 4 de noviembre el Directorio Estudiantil Poblano acordó brindar su apo-
yo a los Trabajadores de Camisetas de Puebla, S.A. en contra de sus líderes
corruptos de la FROC-CROC y de su patrón.
– El 22 de noviembre por acuerdo del H. Consejo Universitario es expul-
sado de por vida el Dr. Julio Glocker, según dictamen presentado por el
gran jurado y las acusaciones hechas por el Directorio Estudiantil Poblano.

1968
– 3 de enero, el Lic. Enrique Molina Johonson, secretario general de gobier-
no, inauguró los cursos Académicos de la UAP, en un acto celebrado en
el Salón Barroco con la presencia de otros funcionarios de Gobierno, el
general Gonzalo Bazán Guzmán por la 25 Zona Militar, el CPT. Francisco
Ortegón de la Unión Social de Empresarios Mexicanos.
– El 8 de enero estudiantes universitarios a bordo de varios camiones se
trasladan a Tehuacán para apoyar a los pequeños comerciantes que exi-
gen la destitución del alcalde Zeferino Romero Sánchez.

64
– El 11 de enero el Directorio Estudiantil Poblano y los jefes de Grupo de la
Escuela Preparatoria Nocturna protestan por el cierre de la Zona de
Tolerancia por dejar “en desamparo a personas que dependen económi-
camente de ese Centro” y por que han sido injustamente encarcelados 20
estudiantes preparatorianos acusados de participar en actos vandálicos
en la Zona de Tolerancia el día 2 de enero.
– 15 de enero, se entrevista la Junta Administrativa con el Lic. Gustavo
Díaz Ordaz, presidente de la República.
– 16 de enero toman posesión los nuevos dirigentes del Directorio
Estudiantil después de una votación entre los principales líderes, según el
acuerdo tomado, quedando Guillermo Pérez Camacho como presidente,
René Meza Cabrera como vicepresidente, Wilebaldo Montiel como secre-
tario general y Cuahutémoc Herrera como tesorero.
– 25 de enero, estudiantes de la escuela de Derecho piden la expulsión de
los profesores José María Cajica, Carlos Palafox Vázquez, José María
Fuentes, Enrique Winki y el Lic. Reyes González.
Da principio el proceso de auscultación para la designación de un nuevo
Rector o para mantener una Junta Administrativa.
– 13 de febrero los estudiantes de medicina realizan un paro de labores
exigiendo la renuncia de tres profesores por ineptos. A su vez el 15 los
maestros respondieron con otro paro.
– 17 de febrero, en el momento de efectuarse las elecciones de la sociedad de
alumnos del Instituto Normal del Estado en el que contienden Jesús Muñoz
Ibáñez y Sergio González Bonilla, se suscitaron hechos violentos debido
a que grupos de estudiantes universitarios se presentaron a provocar.
– 20 de febrero, después de un año y siete meses de encarcelamiento,
es puesto en libertad el estudiante de Ingeniería Química Enrique Cabre-
ra Barroso que fue acusado de asociación delictuosa y otros delitos contra
funcionarios públicos, las vías generales de comunicación y resistencia de
particulares.
– 22 de febrero la academia de maestros de la escuela de medicina acordó
realizar un paro de labores en protesta porque un grupo de estudiantes exi-
ge la destitución de tres catedráticos. Éste se levanta el 26 del mismo mes.
– 1º de abril de 1968 el Consejo Universitario, acordó la renuncia del Lic.
Manuel López Gallo como director de la escuela de Economía de la UAP,
designando a Francisco Adame Díaz.

65
– El 9 de abril de 1968 el Congreso del Estado expidió la “Ley para el
reconocimiento de validez oficial a las Escuelas e Institutos Particulares de
tipo Universitario”, en donde se sujeta a las instituciones incorporadas a la
Ley Orgánica de la UAP y sus estatutos. A otros institutos se les sujeta sólo
a la aprobación de la Dirección general de Educación Pública.
– 24 de mayo, en respuesta al llamado de la UAP para integrar el patrimo-
nio universitario, todos los sectores de ciudadanos poblanos acordaron
formar el Patronato Universitario.
Con la asistencia de alumnos, el Directorio Estudiantil, autoridades
universitarias, personalidades, funcionarios y prominentes hombres de la
iniciativa, se acordó la formación de una comisión para tal efecto.
Expusieron los motivos Amado Carrillo por la Junta Administrativa,
Manuel Espinoza Iglesias de la Fundación Jenkins, Francisco Ortegón de
la Unión Social de Empresarios Mexicanos (USEM), Gonzalo Bautista,
Juan Torres Vivanco, Horacio Hidalgo, Carlos Fabre del Rivero, Fernan-
do Arruti, Alfredo Toxqui y otros.
– 4 de junio, con un recorrido a las obras de Ciudad Universitaria, las
Autoridades universitarias, el Directorio Estudiantil, el Sr. Manuel Espino-
za Iglesias –presidente de la fundación Jenkins–, el Gobernador y otras
autoridades recordaron la digna labor de Don Guillermo Oscar Jenkins en
el V Aniversario de su Muerte.
– 17 de junio el Directorio Estudiantil acordó con el Gobierno del Estado
dar fin al secuestro de camiones, toda vez que se otorgará servicio suficiente
a Ciudad Universitaria. Además el gobernador prometió un comedor
universitario, 200 pases para estudiantes en autobuses urbanos y donar un
camión para Ingeniería Civil y otro para Odontología.
– 21 de junio, fueron devueltas las unidades de autobuses que secuestraron
los estudiantes universitarios, una vez que los permisionarios se comprome-
tieron a pagar las indemnizaciones correspondientes a los estudiantes
accidentados cerca del Balneario Agua Azul.
– 26 de junio, en un mitin en el edificio Carolino estudiantes de diversas
escuelas exigieron la expulsión de varios estudiantes y las renuncias del
oficial mayor, Dr. Arturo Santillana; el desconocimiento del presidente
del Directorio Estudiantil Poblano; el Director de la Preparatoria Diurna
y del jefe del departamento jurídico, el Lic. Gilberto Gómez Castellanos,
por propiciar la violencia en la UAP.

66
– 27 de junio, estudiantes universitarios agrupados en el Frente de Reforma
Universitaria manifestaron su apoyo al Directorio Estudiantil, al director
de la Preparatoria, Octavio Sánchez Jiménez, voto de confianza a las
actuales autoridades y una reprobación por la agitación estudiantil de Joel
Arriaga, Alfredo Romero Palma y otros, miembros de la Central Nacional
de Estudiantes Democráticos (CNED).
– 2 de julio, la academia de catedráticos de la Preparatoria Diurna realiza
un paro de labores como medida de presión, debido a que se les adeudan
varias quincenas de sueldo.
– 5 de julio, después de un proceso de auscultación el Consejo Universi-
tario acordó adoptar el sistema de gobierno colegiado en lugar del rectorado,
prolongando la existencia de la Junta Administrativa. Para tal efecto se
nombró una comisión de consejeros que elabore un proyecto de Ley
Orgánica.
– 10 de julio, con motivo de las elecciones del Directorio Estudiantil son
heridos nueve estudiantes y es asesinado el estudiante Marco Aurelio
Aparicio del 1er. año de Preparatoria por un disparo que partió de la 5
oriente, casa de la familia Santillana, después de que un grupo de estudian-
tes protestaba por las agresiones cometidas por los miembros de la plani-
lla “Trébol circula Azul” la minada de ese día en la preparatoria “Benito
Juárez”. Este enfrentamiento previo en el edificio de dicha preparatoria.
– 11 de julio, en nutrido mitin, los universitarios culpan al Gobernador del
Estado del enfrentamiento estudiantil, al mismo tiempo que se suspen-
dieron las labores en la UAP y se aplazaron indefinidamente las elecciones
del Directorio Estudiantil Poblano.
– 13 de julio son detenidos 61 ocupantes de la casa 211 de la 5 oriente,
donde habitaba la familia Santillana y desde la cual se disparó contra un
grupo de estudiantes preparatorianos. El Lic. Isauro González Méndez,
agente del Ministerio Público, los consignó como responsable de distintos
delitos, además pidió al juez orden de aprehensión contra los líderes del
grupo democrático.
19 de estos abandonaron la cárcel el 3 de septiembre al resolverse el
amparo a su favor.
– 27 de julio, toma posesión la nueva mesa directiva de los empleados
universitarios encabezada por Ma. Estela Rebollar, secretaria general; José
López, trabajo; Gerardo García, educación; Roberto Rojas prensa.

67
– 29 de julio es tomada la Escuela Nacional Preparatoria por el batallón
de paracaidistas, después de un enfrentamiento y una fuerte represión a
una manifestación.
– 27 de agosto, los estudiantes universitarios y de la Escuela Técnica
Vocacional No. 16 realizan una manifestación de apoyo al Consejo Nacio-
nal de Huelga. Un grupo de estudiantes determinó que el resto de los inte-
grantes del Directorio Estudiantil ocuparon los puestos vacantes por
ministerio de Ley. De esta forma designó a René Meza Cabrera, presiden-
te; Wilebaldo Montiel, vicepresidente; Cuahutémoc Herrera, secretario
y Andrés Cosme Meneses, Tesorero.
Estudiantes de la escuela de Derecho de la UAP en paro de labores de
10 días o por tiempo indefinido en apoyo a los estudiantes del Distrito
Federal.
El Directorio Estudiantil, a través de su presidente René Meza Cabrera,
señaló la celebración de la asambleas para que cada escuela fije su postura.
– 28 de agosto, después de una manifestación la policía tomó el Zócalo
de la ciudad de México, desplegando una gran fuerza y reprimiendo a los
manifestantes.
– El 30 de agosto la escuela de Economía y dos colegios de la escuela de
Filosofía y Letras acordaron estallar la huelga en apoyo a los estudiantes
del Distrito Federal.
– El 4 de septiembre, estudiantes de diversas escuelas universitarias y de
la Vocacional 16 realizaron un mitin en el Zócalo de la ciudad de Puebla
en adhesión al movimiento estudiantil nacional.
– El 8 de septiembre, la asamblea de la escuela de Ingeniería Civil de la
UAP acordó irse a la huelga e incorporarse al movimiento estudiantil nacio-
nal. Poco a poco se incorporaron a la huelga las escuelas preparatorias, la
de Medicina y otras como Ingeniería Química, Arquitectura y Adminis-
tración de Empresas se incorporaron hasta el final, debido a que estaban
dominadas por los grupos más reaccionarios. Medicina, Leyes, Físico-
Matemáticas y Preparatoria Nocturna también se lanzaron a la huelga,
constituyéndose como Comités de huelga.
– El 5 de septiembre se constituye el Consejo Nacional de Huelga, sección
Puebla, nombrándose como representantes al CNH a Alfonso Vélez Pliego,
Luis Ortega Morales y Federico López Huerta.

68
– El 10 de septiembre cientos de estudiantes realizaron un mitin de apoyo
al Consejo Nacional de Huelga, en el Zócalo de la ciudad de Puebla.
– El 14 de septiembre un grupo de excursionistas empleados de la UAP
que se dirigían a La Malinche fueron agredidos por una multitud de San
Miguel Canoa, lugar donde decidieron descansar luego de la fuerte lluvia.
El párroco del lugar incitó a los habitantes y desde un micrófono ordenó
el linchamiento al vuelo de las campanas, acusándolos de comunistas.
De esta murieron Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez Islas
(los dos primeros empleados de la UAP) y el comerciante de Canoa Pascual
Romero Pérez.
– 18 de septiembre, el ejército ocupa la UNAM.
– 19 de septiembre, estudiantes universitarios realizan un mitin para exigir
el castigo a los responsables de la matanza de San Miguel Canoa.
– 20 de septiembre, el Consejo Universitario de la UAP se pronuncia contra el
uso de la violencia desde el 23 de junio y contra la intervención del ejérci-
to en la vida universitaria, la violación de la autonomía exige: 1. La devo-
lución de los recintos universitarios y 2. La libertad de los detenidos.
– 21 de septiembre, el 43 batallón de infantería trató en vano de tomar la
Vocacional 7 del IPN en el Distrito Federal.
– 24 de septiembre, el ejército toma el Instituto Politécnico Nacional.
– 26 de septiembre, miles de estudiantes de la UAP realizan una misma
manifestación por la lucha estudiantil nacional que demanda la libertad
de Campa y Vallejo, la derogación de artículos del Código Penal y otros,
con la participación campesinos de la CCI, la Normal Superior, Normales
Rurales, Vocacionales y otros.
– 1º de octubre, la Junta Administrativa de la UAP rechaza el proyecto de
iniciativa para el patronato por querer convertir a la UAP en institución
privada y anunciar el envío de otro proyecto.
– 2 de octubre, reprimen un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en
Tlatelolco, Distrito Federal, con un saldo de centenares de muertos y
heridos por el batallón Olimpia.
– 4 de octubre, el Congreso del Estado aprueba en sesión extraordinaria
las reformas a la Ley Orgánica de la UAP del 22 de febrero de 1963. En
éstas se suprime el cargo de rector de la UAP y en su lugar se crea una
Junta de Gobierno.

69
La XLIII Legislatura reformó los artículos del 6 al 19 y el 21.
Ante la posibilidad de que el Congreso del Estado aprobase el proyecto
del patronato, cientos de estudiantes realizaron un mitin en el Zócalo.

En vista de que las manifestaciones y mítines estudiantiles recientes siempre se


realizan con pancartas y discursos que invitan a la subversión, con esta fecha, la
inspección de policía declara que ha recibido instrucciones de no permitirlas...
tomando en cuenta que dichos mítines y manifestaciones son auspiciadas por
elementos terroristas extranjeros y nacionales. Firma general Luis Ponce de León,
inspector general de policía.

– 5 de octubre, agentes de la policía judicial sin orden de aprehensión,


detuvieron al salir de su casa al arquitecto Joel Arriaga, estudiante de la
escuela de Economía de la UAP y profesor de la Escuela Normal Superior
del Estado. Se presume que se encuentra detenido en el campo militar
número uno de la ciudad de México.
– 7 de octubre, habitantes de la colonia Miguel Hidalgo de Puebla se enfren-
taron a la policía, después de que ésta trató de impedir un mitin de protesta
para apoyar a los estudiantes universitarios. La policía detuvo a varios
estudiantes.
– 11 de octubre, debido a las medidas de seguridad tomadas por el ejérci-
to y la policía, el Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla, no efectuó
la manifestación anunciada para este día. El ejército y la policía estuvieron
en el Zócalo varias horas con 12 carros de combate de media oruga
con ametralladoras calibre .45, carros de transporte, la caballería mecani-
zada, el 12 regimiento de la escuela militar de clases y el 26 Batallón de
infantería, comandado por el general Gonzalo Bazán Guzmán.
La Junta Administrativa por su parte exhortó a los estudiantes “que
acaten la prohibición del gobierno del estado de no celebrar manifestación
pública ni otras posteriores”, según la prohibición anunciada y apoyada
por la comandancia de la XXV Zona Militar y del general Eusebio González
Saldaña.
– 11 de octubre, en conferencia de prensa, el Consejo Nacional de Huelga,
sección Puebla, señalo que:
1) No renunciar al derecho de manifestación consagrado por la
constitución.
2) Invitan a la autoridad a una inspección ocular para desmentir las acusa-
ciones de que poseen armas.

70
3) Suspender la manifestación para evitar enfrentamientos.
4) Piden la libertad de Jesús Morales Tapia, José Luis Victoria, Federico
López Huerta y Joel Arriaga Navarro.
– 15 de octubre, en una inspección realizada por la Junta Administrativa
de la UAP no se halló ninguna arma. Esto se realizó debido a las acusaciones
que se hicieron a los brigadistas del movimiento estudiantil.
La policía hizo retroceder a un grupo de estudiantes que intentaban
realizar un mitin en el Zócalo. En breve combate donde se lanzaron piedras
e insultos fueron detenidos dos estudiantes y liberados horas después.
– 21 de octubre, catedrático de las escuelas preparatorias Benito Juárez
protestaron por el adeudo de sueldo de cuatro mese. Éstos anunciaron la
realización de un paro hasta lograr el pago de sus salarios.
– 22 de octubre, los empleados universitarios, al margen de los problemas
estudiantiles, exigen a las autoridades les cubran sus sueldos atrasados.
– 24 de octubre, la Junta Administrativa de la UAP convoca a exámenes
ordinarios para el día 21 de noviembre “profundamente preocupada por
el deterioro académico e institucional provocado por el actual estado de
Huelga estudiantil”.
– 27 de octubre, un padre de familia denuncia la detención de Jorge Fernán-
dez Martínez (a) “El Zarco” y Jaime Saldaña por agentes Federales.
– 28 de octubre, el Consejo Nacional de Huelga sección Puebla y el Frente
Popular de Padres de Familia denunciaron la detención de seis estudiantes,
luego de realizarse un mitin en la Plazuela de San Luis. Éstos salieron
libres al día siguiente.
– 30 de octubre, los estudiantes de Derecho realizaron un mitin relámpago
en el Zócalo de la ciudad de Puebla y anunciaron su decisión de no regresar
a clases hasta haberse resuelto el conflicto estudiantil en la ciudad de México.
– 9 de noviembre, el Consejo Nacional de Huelga, sección Puebla, anunció
la continuación de la huelga, según fue el resultado de las asambleas
celebradas en las escuelas de Economía, Ingeniería Civil, Ingeniería
Química, Comercio, Preparatoria Nocturna, Filosofía y Letras, Físico-
Matemáticas.
– 10 de noviembre, los empleados universitarios acuerdan suspender sus
labores en protesta de que no se les han cubierto sus salarios.

71
– 11 de noviembre, estudiantes de la Escuela de Medicina, acordaron
continuar en huelga hasta la solución del conflicto estudiantil Nacional y
destituyeron a su consejero Octavio Castillo por haber anunciado el levan-
tamiento de la huelga.

1969
– El 16 de enero la planta de catedráticos de la escuela de Ingeniería
Química no reiniciará sus labores hasta que le sean pagados sus salarios.
– 28 de enero, en un acto público con la presencia del Sr. Espinoza Iglesias,
del Gobernador, el Presidente Municipal, una representación de la XXV
Zona Militar, los señores Sergio B. Guzmán, Lic. Nicolás Vázquez, Guiller-
mo Jenkins Jr. y Manuel Cabaña del patronato de la Fundación; la Junta
Administrativa de la UAP, Carlos J. Arruti, presidente municipal electo,
maestros y alumnos universitarios y empleados, la Fundación Jenkins
hizo entrega al Gobernador del Estado de las instalaciones de Ciudad
Universitaria.
– 31 de enero, la Junta Administrativa de la UAP en desplegado público
felicita “al Dr. y Gral. Rafael Moreno Valle con motivo de la toma de
posesión al cargo de gobernador constitucional del Estado y se permite
formular sus mejores votos por el éxito de su gestión gubernatura”.
– 14 de febrero, un día antes de tomar posesión como Presidente Munici-
pal realizó su examen profesional como abogado en la UAP el Sr. Carlos J.
Arruti.
– 17 de febrero, el Gobernador del Estado inauguró los cursos de la UAP
en el salón Barroco, comprometiéndose al incremento del subsidio. Habló
el Lic. Francisco Adame Díaz, director de la escuela de Economía; el Sr.
Eliberto Mauleón, presidente de la Sociedad de Alumnos de Filosofía y
Letras. Un grupo de Estudiantes solicitó la libertad de Joel Arriaga.
– 16 de marzo, el Lic. Amado Carrillo, miembro de la Junta Administra-
tiva señaló la necesidad de “1) Combatir la violencia, la desunión, las
constantes pugnas entre los estudiantes. No debe haber grupos sino en
conglomerado que tenía como meta fundamental el mejoramiento de la
cultura. 2) Mejoramiento económico de la UAP y 3) Desterrar a los Fósiles
y pugnar por imponer las bases para que a la Universidad tengan acceso
los jóvenes con inquietudes de mejoramiento”
– 28 de marzo, se publica el decreto de reparar a enseñanza prevocacional
y vocacional del Instituto Politécnico Nacional.

72
– 15 de abril, la SEP acuerda suprimir el sistema de enseñanza normal
rural, desapareciendo 29 internados y separando el sistema secundario
normal.
– 15 de mayo, “En caso de que se originen paros, huelgas que se suspenda
toda actividad escalar, el fondo económico que se destine para la UAP,
será enviada a la clase campesina” señaló el gobernador Rafael Moreno
Valle ante los miembros del Consejo Universitario.

73
74
LOS ORÍGENES DE LA UNIVERSIDAD DEMOCRÁTICA
CRÍTICA Y POPULAR EN PUEBLA, 1961-1968

Jesús Márquez Carrillo

Quizá a nivel mundial, en el último medio siglo, no haya existido una


década tan activa y prometedora de cambios en la vida cotidiana o las
formaciones sociales, como fue la década de 1960. En ese tiempo, aparece
entre los estudiantes y la juventud una nueva sensibilidad frente a los proble-
mas incubados en las estructuras familiares autoritarias y/o en sus respec-
tivas sociedades. De ahí que los orígenes, desarrollo y ocaso de la protesta
estudiantil y el movimiento de la juventud radical, sean bastante diver-
sos, aunque sincrónicos: París, Berlín, Roma, Tokio, Varsovia… México.1
Pero por encima de todo, el sueño de conquistar, de hacer la libertad, da
peso a sus acciones, por más que ésta se conciba de maneras diferentes e
incluso contrarias; por más que en el otoño de 1968, los movimientos estu-
diantiles europeos hayan entrado en una etapa de decadencia, luego de
haber surgido en el invierno de 1967.2 Por encima de todo, se mantiene la
utopía, un sueño, un fuego esperanzador en las clases medias radicalizadas.
A riesgo de simplificar las cosas, podrían ser dos las grandes experien-
cias de ensoñación que se mueven en y a través de las jóvenes generaciones
en su hálito rebelde y transformativo: en una se trata de vivir la plenitud de
la existencia humana frente a un mundo opresor y sin sentido, cosificado;
en otra, de luchar contra la explotación, de proporcionarle al “pueblo”
una conciencia revolucionaria, de subvertir la realidad, ofrendando inclu-
so la propia existencia, en nombre de un futuro venturoso que se avizora
muy próximo.
Debido a las particularidades del proceso histórico latinoamericano y
al influjo de la Revolución Cubana, entre los jóvenes universitarios de las

1
A título de ejemplo podemos citar las obras de Statera, 1977; Lindín, 1978.
2
Statera, 1977, pp. 283-300.

75
clases medias radicalizadas predominó la idea del sacrificio. Era evidente,
según ellos, que estaban dadas las condiciones objetivas para el advenimien-
to del socialismo. Sólo era necesario formar los cuadros que dirigieran el
proceso. El “Ché” Guevara, Camilo Torres, Mao Tse Tung, Lenin y otras
tantas figuras eran modelos, espejos que inyectaban convicciones y esperan-
zas. Después, todo su significado se extinguió, fueron llaveros, calcoma-
nías, carteles, playeras: iconos para decorar algún lugar vacío: La industria
cultural de masas limó todas las incómodas aristas. Cayó el olvido.
En este contexto, más allá de lo heroico y anecdótico, para elucidar y
comprender en su profundidad el movimiento popular-estudiantil de 1968
en Puebla, me interesa subrayar en este trabajo su inserción en la historia
de la Universidad y su significado en la vida política regional. Mis principa-
les fuentes son documentos de archivo, entrevistas y hemerografia.

EL OCASO DEL CACICAZGO AVILACAMACHISTA Y LA LUCHA UNIVERSITARIA

Desde el punto de vista político, los sesenta en México son de gran eferves-
cencia en el ámbito regional porque varios cacicazgos surgidos en y por el
proceso armado de 1910, empiezan a agotarse debido al auge de las luchas
populares y al hecho de que el gobierno de la República necesita destruir
viejos cotos de poder para centralizar más aún sus decisiones políticas y
sus providencias económicas.3
En Puebla el cacicazgo avilacamachista4 se sostiene a fines de los
cincuenta sobre la base de un creciente descontento subterráneo que abarca
desde una fracción de los empresarios –que han hecho negocios gracias al
proteccionismo gubernamental y que ahora se sienten amenazados con la
presencia nuevos capitales e industrias– hasta las obreras de la masa y los
desempleados. Con todo, la existencia de organizaciones civiles está
ausente, y el espectro protestante carece de cauces para su expresión.

3
En este caso, habría que señalar el movimiento navista en San Luis Potosí contra el
cacicazgo de Gonzalo N. Santos; la lucha de los estudiantes en Guerrero por conquistar
la autonomía Universitaria y contra el cacicazgo de los Figueroa y las pugnas de los
priistas zacatecanos contra el cacique Leobardo Reynoso. Vid. Calvillo, 1984, pp. 105-162;
Santiago Dionisio, 1981.
4
Denomino cacicazgo avilacamachista a una forma de integración y articulación históri-
ca totalizante de la realidad poblana que aparece constituyéndose en 1929 y perdura
hasta 1973.

76
A su vez, a partir de 1958, la directriz del gobierno federal fue minarle
fuerza a este cacicazgo que en la primera mitad de los cuarenta, asociado
con el poder regional de Gonzalo N. Santos, pretendió crear una nueva
entidad federativa: el estado de las tres huastecas.5 De esta suerte en 1959
López Mateos comisionó al Partido Popular de Vicente Lombardo Toleda-
no para que éste le rindiera un informe, lo más amplio posible acerca de los
agravios que realizaran los Ávila Camacho en Puebla.6
Por otro lado, también desde 1958 los estudiantes liberales iniciaron
una lucha por transformar el contenido confesional de la enseñanza que
se impartía en la UAP sin halagüeños resultados.7 Tres años más tarde, el
creciente descontento de las clases medias (que se organizan en el efímero
Comité Cívico de Acción Social); la lucha de los estudiantes liberales y
progresistas en sus escuelas y una crisis interna de la masonería, se conjun-
taron en el momento que la derecha radical trataba de influir nacionalmente
para que el régimen de López Mateos (1958-1964) cambiara su actitud
hacia la Revolución Cubana.8 Así, una marcha estudiantil en la ciudad de
Puebla contra la invasión yanqui a Bahía Cochinos fue el pretexto defini-
tivo: la ofensiva en contra de “los agitadores comunistas incrustados en
la Universidad” se desató; los estudiantes liberales frente a esta campaña
no tuvieron más camino que pronunciarse por el respeto irrestricto del
artículo 3º Constitucional en la Máxima Casa de Estudios.
El movimiento, sin embargo, trascendía los marcos universitarios. Entre
el 25 de abril y el 30 de agosto de 1961 el mosaico de grupos interactuantes
en el cuerpo social toma partido, se polariza. La Universidad por ello se
convierte en caja de resonancia de la sociedad y sus conflictos.9 Esta situa-
ción genera una doble lucha: se trata de transformar la Máxima Casa de
Estudios, pero también de definir las relaciones legítimas de ésta con los
diversos actores sociales y el Estado.
Durante los sesenta los universitarios discutieron varias opciones y
proyectos implícitos. Los militantes del Partido Comunista, activos desde

5
En 1950 un grupo de teziutecos propuso crear un nuevo estado que llevaría el nombre
de Ávila, Zaragoza o las Tres Huastecas, con sede en Teziutlán, Cfr. Aramburu Llaguno,
1950, p. 2.
6
Entrevista Jesús Márquez-Dr. Rafael Campos. Teziutlán 23/V/1980.
7
Cfr. Enrique Cabrera, Ms.; Política mexicana, vol 2, Num. 26 15/V/1961.
8
Véase los periódicos La Opinión y El Sol de Puebla durante la primera quincena de abril de
1961; Tiempo, Núm. 989, 17/IV/1961.
9
Vid. Márquez Carrillo. El movimiento estudiantil de 1961. Ms.

77
1952, también estuvieron presentes, aunque en minoría. Después de 1968,
tras el impacto del movimiento estudiantil, las fuerzas llamadas demo-
cráticas de izquierda –con el Partido Comunista a la cabeza– comenzaron
a perfilarse como hegemónica en la UAP.

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y PANDILLERISMO

Los grupos liberales y progresistas, a resultas del fuerte movimiento popular


estudiantil de 1964 que derrocó al gobernador Antonio Nava Castillo,
salieron fortalecidos. Al mismo tiempo, la actitud de los gobiernos del
Estado y la Federación hacia la Universidad fue reticente.10 El Rector,
doctor Manuel Lara y Parra, falto de sostén entre los grupos que lo habían
apoyado en la concreción de las primeras reformas académicas, producto del
movimiento estudiantil de 1961, renunció en abril de 1965, muy a pesar
de su interés por incidir en la vida cultural poblana desde la Universidad.11
Este hecho hizo posible que el nuevo rector, doctor José F. Garibay
Ávalos, ligado a las pretensiones oficiales de ejercer un dominio directo
sobre la Universidad, adoptara un conjunto de medidas tendientes a reducir
la influencia de los desarticulados grupos llamados, liberales democráticos.
Por consiguiente, a través de prebendas y en contubernio con grupos estu-
diantiles de Derecho, logró el control del Directorio Estudiantil Poblano,
una genuina organización formada al calor de la lucha popular estudiantil
de 1964.12 En el Consejo Universitario eliminó a Consejeros opuestos a su
política; y, por si fuera poco, fueron destituidos dos directores de escuela
y varios maestros.13
Por otra parte, el proyecto universitario que las llamadas fuerzas demo-
cráticas de izquierda enarbolaron en los setenta había tenido una temprana
formulación durante el movimiento contra el rector de la UNAM, Ignacio
Chávez, en 1966 y en las resoluciones de Morelia votadas por la Confe-
deración Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED): reforma demo-
crática a los centros de estudios y lucha por una educación popular y
científica.14

10
Gatica Krug, 1985, pp. 22-29.
11
Entrevista Jesús Márquez-Dr. Manuel Lara y Parra. Puebla 4/V/1985.
12
Nueva Universidad. Marzo 1986.
13
Vélez Pliego, 1978, pp. 65-66.
14
Valle, 1979, pp. 188. 15

78
Debido al permanente hostigamiento del garibayismo, en la segunda
mitad de 1966, los grupos democráticos de izquierda –encabezados por
las Juventudes Comunistas– se organizan en el Movimiento 23 de marzo
y la sección local de la CNED para oponerse, a través de un Comité de
Lucha Estudiantil, a la política represiva de rectoría. En respuesta los
garibayistas destruyeron las escuelas de Físico-Matemáticas, Economía
y la Preparatoria “Benito Juárez”. El enfrentamiento estudiantil es, a esas
alturas, cotidiano. Por último a mediados de 1967 renuncia el Rector.15 Y
resulta que ninguno de los grupos enfrentados puede naturalmente hacer-
se cargo de la dirección universitaria. Por ello, la salida que propone el
Consejo Universitario es el gobierno de una Junta administrativa, cuya
virtud sea su papel de equilibrio.16 Una solución propuesta como transi-
toria dura hasta 1972.
De 1967 a 1969 los estudiantes democráticos sostendrán una activa
lucha, a veces cuerpo a cuerpo, en contra del pandillerismo. Esto los legiti-
mará luego entre la comunidad estudiantil. Si bien existen varias fuerzas
sustentadas en el pandillerismo, la de los hermanos Santillana, con vínculos
en el gobierno y su aparato partidario, opuso la mayor resistencia.17 Consti-
tuida desde fines de los cincuenta, en torno a la figura de Arturo Santilla-
na, mantuvo sus bases de apoyo en la escuela de Medicina y las escuelas
preparatorias, sobre la base de un discurso liberal que se volvió obsoleto,
vacío y contrario a las prácticas enunciadas.
En junio de 1968 comenzó la lucha por el control del Directorio Estudian-
til Poblano entre las fuerzas democráticas, las agrupadas en el Frente de
Reforma Universitaria y los Santillanistas. Las dos últimas por separado
se pronunciaron en contra de “agitadores al servicio de la CNED que quieren
entregar nuestra Universidad a personas extrañas.18
Las elecciones a celebrarse el 13 de junio fueron suspendidas por la agre-
sión que sufrieron las fuerzas democráticas a manos de los Santillanistas.
Dos días antes de los comicios, los estudiantes llamados democráticos se
dirigían a la casa del Oficial Mayor de la UAP, doctor Arturo Santillana,
para protestar por los atropellos que cometiera la planilla santillanista Trébol

15
Vélez Pliego, 1978, pp. 66-67.
16
ASGUAP. Sesión del 27/VII/1967.
17
Excélsior, 12/VII/1968.
18
Se referían a Joel Arriaga, Alfredo Romero Palma, Román Salazar, Jorge Fernández,
Celso Peña y Julio Reyes Caballero, entre otros. Vid. El Heraldo de México en Puebla, 28/VI/
1968; El Sol de Puebla, 28/VI/1968

79
Circula Azul en la Preparatoria Diurna, cuando desde la residencia de dicho
funcionario, un grupo respondió con tiros a los gritos de los manifestantes,
arrojando la tregua un muerto y nueve lesionados por armas de fuego.
Enardecidos por la agresión los democráticos sitiaron la casa; la policía
intervino para proteger a los agresores: ocultó las armas y se negó a infor-
mar sobre el paradero de los “cabecillas”.19 Once, catedráticos y miembros
del Consejo Universitario manifestaron que el único responsable del gangste-
rismo estudiantil era el gobierno por proporcionar subsidios y prebendas
a los miembros del Directorio y a los líderes estudiantiles de todas las faccio-
nes. Pidieron incluso que “desaparezca el Directorio porque en realidad ni
representa a los estudiantes universitarios, ni sirve de algo positivo a la
institución. Además de que se presta para que se ejerza un control extrauni-
versitario sobre sus elementos, se pretextó de que con ello se logra manejar
el estudiantado a voluntad...”20
Asimismo, el Consejo Universitario en sesión extraordinaria (11/VII/
1968) acordó suspender en sus derechos universitarios a los 61 detenidos
por la policía como presuntos responsables de las agresiones; demandar del
gobierno la aplicación estricta de la ley; protestar por la negligencia de las
autoridades durante los hechos; y, suspender las elecciones del Directorio
en espera de que las asambleas estudiantiles determinen su futuro.21 El
Oficial mayor de la UAP fue suspendido de su cargo el día de los hechos. La
lucha, sin embargo, por eliminar el pandillerismo se prolongó por más de
un año, lapso en el que comenzaron a fortalecer a las posiciones de izquierda
y a incidir en la idea de conformar un nuevo proyecto de Universidad.22
Desde luego esto no hubiera sido posible con igual rapidez sin la explosi-
va situación regional y el impacto de Tlatelolco, fin de una larga lucha en
los sesenta (Guerrero, 1960; Puebla, 1964; Morelia, 1966; Sonora, 1967;
Tabasco, 1967) por el ejercicio pleno de la constitución y las libertades
políticas.

19
Excélsior, 11/VII/1968; La Opinión 13/VII/1968. Excélsior, 12/VII/1968.
20
El Heraldo de México, 12/VII/1968; El Sol de Puebla, 12/VII/1968; El Heraldo de México, 13/
VII/1968.
21
ASGUAP. Sesión 11/VII/1968.
22
La Voz de Puebla 1/VIII/1969.

80
LOS ESTUDIANTES POBLANOS EN EL MOVIMIENTO
POPULAR-ESTUDIANTIL DE MÉXICO

La participación y apoyo de los estudiantes poblanos al movimiento popu-


lar-estudiantil de la ciudad de México (23/VII/2/X/1968) fue temprano,
y el 30 de julio en protesta por la toma que las fuerzas armadas hicieron
de la escuela Preparatoria de San Ildefonso (30/VII/1968; 0:40 A.M.), la
escuela Preparatoria Nocturna, la escuela de Economía y dos Colegios de
la escuela de Filosofía y Letras pararon sus actividades.23
Después, cuando el 8 de agosto el Consejo Nacional de Huelga (CNH)
emitió su pliego petitorio, los Comités de lucha de las escuelas de Derecho
y Ciencias Sociales, Filosofía y Letras, Preparatoria Diurna, Economía y
activistas de otras “facultades”, se dedicaron a difundirlo entre los habitan-
tes de Puebla.24 Hacen pintas de apoyo; asisten a marchas; están presentes
en el movimiento.
A principios de septiembre, el cuatro, con miras a evitar que el sinarquis-
mo y los panistas canalicen a su favor supuestos agravios a la bandera y a
la catedral, ocurridos en la ciudad de México, los estudiantes combativos
organizan un mitin en la ciudad de Puebla “para informar al pueblo”. En
el edificio Carolino hay carteles de apoyo y desde sus balcones, con magna-
voces, se avisa y brinda la más amplia solidaridad. Funciona asimismo un
Comité de Huelga.25
Las autoridades de la UAP desaprueban estos actos y urgen a los líderes
del movimiento que la Universidad vuelva a la calma.26 Por su parte el
ímpetu de la lucha en la ciudad de México tiende a decrecer. Hasta el 18
de septiembre pocos e impuntuales delegados asisten a las sesiones del
CNH. Las protestas y manifestaciones también bajan su ritmo.
En este marco, el 19 de septiembre los poblanos se despiertan con la
noticia de que han sido invadidas o tomadas (18/IX!/X/1968) por el ejército
las instalaciones de la UNAM. Catedráticos, estudiantes y empleados conde-
nan de igual forma el atentado. El Consejo Universitario, bajo la presiden-
cia de la Junta Administrativa, se reúne y acuerda exigir al gobierno federal

23
El Sol de Puebla 4/IX/1968.
24
El Día, 13/IX/1968
25
Novedades, 4/IX/1968; La Opinión 5/IX/1968; La Opinión 6/IX/1968.
26
El Sol de Puebla. 4/IX/1968

81
la devolución inmediata de los recintos universitarios y la libertad de los
detenidos a causa del movimiento.27
La sociedad poblana también se polariza. Para los estudiantes de izquier-
da son días de intenso activismo político. Manifestaciones. Fe en el triunfo.
Ausencia, es cierto, de demandas académicas ¿Cómo enarbolarlas sin
conseguir antes las libertades políticas?... luego, la intolerancia represiva
de Tlatelolco, la dolorosa masacre física y moral, el entrañable dolor que
no puede ser descrito.
El 3 de octubre en protesta contra el régimen, los estudiantes poblanos
toman la calle, lo denuncian. Sería la última manifestación tolerada a
corto plazo. A partir del día 5 quedan prohibidas, “toda clase de manifes-
taciones y actos públicos estudiantiles” en toda la ciudad.28 Por eso, dirá
el Comandante de la XXV Zona Militar, general Eusebio González, “se
han girado instrucciones a todos los destacamentos militares y defensas
rurales en el Estado, para que cooperen con las autoridades municipales y
les otorguen todo su apoyo para evitar la realización de actos sedicio-
sos”.29 Hasta el día 10, el ejército en coordinación con otros “cuerpos del
orden” impidió mítines en Chiautla, Izúcar de Matamoros, Atlixco,
Ciudad Serdán y Huauchinango. En esta última ciudad un grupo de 10
activistas provenientes de México fue aprehendido y deportado a la capi-
tal de la República. Había órdenes precisas de que se entregaran de inme-
diato todos los elementos subversivos a las autoridades judiciales del D.F.30
Las olimpiadas deberían de transcurrir en la más completa “tranquilidad
pública”.31 Llenar las cárceles era para el gobierno problema de poca monta;
concentrada la oposición, vencerla resultaba, teóricamente, un tanto fácil.
Muy a pesar de este clima intimidatorio y represivo, el Consejo Nacio-
nal de Huelga-sección Puebla (CNH-Puebla) mantuvo paralizada la Univer-
sidad hasta el 6 de diciembre. Ese día la mayor parte de las escuelas,
excepto Leyes, Economía y Filosofía y Letras votaron por levantar la
huelga. De la misma manera, el CNH-Puebla acordó transformarse en
Comité Nacional de Lucha y mantener sus demandas: libertad a todos los
presos políticos del país; entrega de los subsidios estatal y federal reteni-
dos injustificada y arbitrariamente, y cese a toda represión, puesto que las

27
La Voz de Puebla 20/IX/1968; ASGUAP. Sesión 19/IX/1968.
28
La Opinión 5/X/1968; Novedades 6/X/1968
29
Novedades 11/X/1968.
30
La Opinión 6/X/1968.
31
La Opinión 10/X/1968; El Sol de Puebla, 10/X/1968; Novedades, 11/X/1968

82
actividades que “hemos desarrollado y seguiremos empleando, siempre
han sido pacíficas y de ello da testimonio el mismo pueblo”. En fin, el
Consejo Nacional de Huelga-Puebla anunció que los estudiantes formarían
brigadas de ayuda social y politización para la “gente de la ciudad y del
campo”.32

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

La última propuesta de constituir brigadas de politización encontró cauces


más precisos al reagruparse en Puebla varios activistas del reprimido
movimiento popular-estudiantil, quienes en los Comités de Lucha y/o la
Juventud Comunista dieron mucho de su tiempo y esfuerzo militantes.
Si mantenían la lucha en contra del pandillerismo, también iban enarbolan-
do demandas políticas y académicas de nuevo cuño. Así, los grupos de
izquierda fueron definiendo desde su propia perspectiva, las relaciones
de la Universidad con el entorno social poblano. Pero su radio de influen-
cia no sería otro que el proceso histórico regional. Por ello, su retórica y
acciones se encuentran inscritas en el mismo, cuyas pautas más generales a
fines de los sesenta y principios de la siguiente década son: las pugnas
internas de los empresarios respecto al desarrollo económico y político
de la entidad; el ocaso del cacicazgo avilacamachista y el papel de distin-
tas organizaciones políticas en la movilización social del campo y el medio
urbano y sobre todo, la política de Luis Echeverría respecto a las Univer-
sidades.33 La fuerte represión ejercida por el gobierno contra el movimiento
popular-estudiantil de 1968 condicionó la emergencia de un discurso de
“apertura democrática” que implicaba en teoría la capacidad del régimen
para negociar con la oposición y repartirle parcelas de poder, si no quería
agotarse así mismo.
En este contexto los universitarios comprometidos moralmente con la
Revolución y la transformación social del país, propusieron un conjunto
de medidas para reformar la Universidad, encontrando teóricamente un
apoyo indiscutible en la sociedad y los propios universitarios.34 Asimismo,

32
La Opinión, 6/XII/1968; El Sol de Puebla, 6/XII/1968; El Heraldo, 6/XII/1968
33
Gómez Jara, 1981: 219-228; Therán, 1980: 115-136; Vélez Pliego, 1977: 17-72.
34
Después veríamos cómo estarían ausentes los principios pregonados. “Hoy sabemos
que en aras de ciertas convicciones o viles intereses, el ejercicio de la democracia se
centralizó en unos cuantos; cómo la crítica a la sociedad comenzó a opacarse después de

83
su apoyo a las luchas de los trabajadores, entre 1972 y 1975, produjo dobles
beneficios. Algunos grupos de los empresarios y aun el gobierno utilizaron
el auge de los conflictos sociales para combatir y desplazar a sus aliados
o, al menos, contraer su influencia; la izquierda del Partido Comunista
obtuvo, a su vez, en la figura del químico Sergio Flores Suárez, el control
de la UAP, el 8 de junio de 1972.35

Jornadas –dirá Miguel Angel Burgos, representante de los Comités de Lucha en


el acto donde toma posesión el nuevo rector– duras, largas y sangrientas a lo largo
de once años, hoy han llegado a dar resultado; la posibilidad de que la Univer-
sidad en su conjunto sirva a las causas del pueblo. (...) Hoy… hablan las voces de
los oprimidos, de los explotados, de los parias y de los estudiantes revolucionarios
“nos adjudicamos esa voz porque nuestra posición en la cátedra, en la manifesta-
ción, en la solidaridad, en una palabra, en la práctica, ha sido a favor de los
explotados. De la clase obrera y de los campesinos”. “Por todas esas luchas, por
todos los caídos y los privados de la libertad, nuestra responsabilidad es más
grande”; (...) aún falta mucho camino por recorrer, muchas luchas que dar y
desgraciadamente mucha sangre que derramar, porque la primera etapa del cami-
no no terminará hasta que se elimine la explotación del hombre por el hombre.36

Así, como resultado de una lucha anterior por la reforma de la Universi-


dad, la crisis política del avilacamachismo, las pugnas entre los empresarios;
la represión del movimiento popular-estudiantil de 1968 –que nutrió a la
Universidad Autónoma de Puebla de estudiantes y maestros perseguidos
por sus ideas políticas– y las necesidades aperturistas del régimen, comen-
zaría a vislumbrarse el proyecto de la Universidad Democrática, Crítica
y Popular, cuya institucionalización sería en 1975.37
El movimiento popular-estudiantil de 1968 significó, entonces, una
coyuntura para fortalecer la llamada Reforma Universitaria Democráti-
ca, que reconocía sus orígenes en los principios de Córdoba y el movimien-
to estudiantil de 1961. Hacer un balance crítico de lo que significó este
proyecto, es otra historia.

los últimos estertores del avilacamachismo [en los primeros años de la década de 1970] y
cómo las colegiaturas bajas no son garantía para el acceso de los pobres a la UAP, cuando
no hay una infraestructura complementaria y reglamentada, casas y comedores estu-
diantiles, por ejemplo”. Márquez Carrillo, 1992, p. 122.
35
Cazés. 1983, t. I, p. 8
36
Revista de la Universidad Autónoma de Puebla. Vol. 1 núms. 2,3 y 4, 1973 pp. 48, 52.
37
Rivera Terrazas, 1979.

84
FUENTES Y BIBLIOHEMEROGRAFÍA

Archivos

AHU Archivo Histórico Universitario


ASGUAP Archivo de la Secretaría General BUAP
PJAN Papeles de Joel Arriaga Navarro
PECB Papeles de Enrique Cabrera Barroso

Entrevistas

Everardo Rivera Flores/Jesús Márquez. Puebla, Puebla, 19/XII/1986


Manuel Lara y Parra/Jesús Márquez. Puebla, Puebla, 14/IV/1985; 4/
V/ 1985
Rafael Campos/Jesús Márquez. Teziutlán, Puebla. 23/ VI /1980.
Urbano Deloya Rodríguez/Jesús Márquez. Puebla, Puebla. 21/IX/1996.

Hemerografía

El Día. Junio-diciembre, 1968.


El Heraldo. Junio-diciembre, 1968.
El Heraldo de México en Puebla. Junio-diciembre, 1968.
El Sol de Puebla. Junio-diciembre, 1968.
Excélsior. Junio-diciembre, 1968.
La Opinión. Junio-diciembre, 1968.
La Voz de Puebla. Junio-diciembre, 1968.
Política. Abril-octubre, 1961.
Revista de la Universidad Autónoma de Puebla. Vol. 1 núms. 2,3 y 4, 1973
Tiempo. Abril-octubre, 1961.

Biblio-hemerografía

ARAMBURU LLAGUNO, FRANCISCO. “Historia de la ciudad de Teziutlán”, en


Revista de la Sierra Norte de Puebla, Año I, núm. 5, 31/VIII/
1959.

85
CABRERA BARROSO, ENRIQUE. Génesis política de la Reforma Universitaria. Ms.
CALVILLO, TOMÁS. “Manuscrito hallado en San Luis”, en El Buscón. Méxi-
co, Letrofilia, Año II, vol. 2, marzo abril de 1984.
GATICA KRUG, NORA. “La revuelta popular de octubre de 1964 en Puebla”,
en Boletín de Investigación del Movimiento Obrero. Puebla, CIHMO-
ICUAP, Núm. V, marzo de 1985.
GÓMEZ JARA, FRANCISCO (1981). El movimiento campesino. México, Secre-
taría de la Reforma Agraria-Centro de Estudios del Agraris-
mo en México.
GONZÁLEZ LARA, VÍCTOR (1980). La industria de la transformación en
Puebla. Puebla, UAP, Tesis de licenciatura en Economía.
LINDIN, DINO PACIO (1978). Juventud radical, 1956-1968. Introducción,
Carlos G.Reigosa. Madrid, Ediciones Felmar.
SANTIAGO, OCTAVIANO DIONICIO (1981). El movimiento estudiantil guerrerense.
Chilpancingo, Cuadernos de la FEUG.
RIVERA TERRAZAS, LUIS (1979). Programa de Reforma Universitaria y Desa-
rrollo Democrático de la UAP. Puebla, Universidad Autónoma
de Puebla.
STATERA, GIANNI (1977). Muerte de una utopía: evolución y decadencia de los
movimientos estudiantiles en Europa. Traducción de Waldo Lei-
rós. Madrid, Ediciones Felmar.
THERÁN, MARTA. “El levantamiento de los campesinos gasquistas”, en
Cuadernos Agrarios. Editorial Macehual, Año V, No. 10-11,
1980.
VALLE, EDUARDO (1979). “El Movimiento Estudiantil”, en 50 años de opo-
sición en México. México, UNAM-FCPS.
VÉLEZ PLIEGO, ALFONSO (1977). “La situación regional y la política de los
comunistas”, en Informe y resoluciones del I Congreso Regional
Puebla–Tlaxcala. Puebla, Ediciones del Comité Regional del
P.C.M.
VÉLEZ PLIEGO, ALFONSO. “La sucesión rectoral, las lesiones de la historia y
las tareas actuales del movimiento universitario democráti-
co”, en Crítica. Revista de la UAP. Año I, No. 1, oct.-dic. 1978.

86
LA RELACION UNIVERSIDAD-ESTADO
LA BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
EN LOS SESENTA Y SETENTA

Ya nadie en Puebla tiene


la vida segura bajo el manto de la impunidad,
cien, mil asesinos andan sueltos.
H. Sotelo

Blanca Edith Vergara Ortega

Dice un documento oficial del Archivo Universitario: la tendencia predo-


minante de la universidad –refiriéndose a los años sesenta en la BUAP–
era de un tipo de liberalismo político anticlerical y nacionalista (Vicerrec-
toría, 1995). Sin duda,1 esta “tendencia dominante” tiene un antecedente
local y regional que forma parte de la herencia posrevolucionaria que
marcó la construcción de las estructuras sociales en México.
En la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), se habla
de los años sesenta destacando la identidad liberal anticlerical y nacio-
nalista, dicha identidad vive algunas confrontaciones en la que se involu-
cran a dos bandos; los identificados como conservadores y por supuesto
los liberales.
Antes de que se espere demasiado de este escrito sólo quiero mencionar
que, como quien desempolva del baúl de los recuerdos una fotografía de

1
En la ideología liberal nacionalista, los liberales estaban empeñados en crear una nación
moderna, por lo que el proyecto educativo tenía un carácter político instrumental, más
que una idea finalista conservadora y, por lo mismo, los liberales radicales consideraron
que la educación debía estar a cargo del estado, para ampliar ver Guevara Niebla, Gilber-
to (1983-1984). El saber y el poder, Colección Realidad Nacional, Núm. 13, UNAM y del
mismo autor Introducción a la Teoría de la educación, Biblioteca Universitaria Básica, UAM-
Trillas, México.

87
la época, el presente artículo pretende visualizar un período, con las deman-
das, crisis e historias que se vivieron en la BUAP en las décadas de 1960 y
1970.2 Así, veamos por ejemplos que en el mes de mayo de 1961… En
diferentes medios de información de estas fechas se registra un conflicto
político, iniciado por un incidente ocurrido después de una manifestación en
apoyo a la Revolución Cubana del cincuenta y seis, donde se atacó al edi-
ficio del diario El Sol de Puebla (resultó incendiado); debido a que la línea
política que mantuvo este diario fue anticubana. (El Sol de Puebla mayo
1961 o la revista Tiempo de abril a agosto de 1961).
Así mismo, en esa misma línea de demandas y confrontaciones los
estudiantes de la UAP que se identificaban como del bando de los libera-
les agrupados en el Comité Estudiantil Poblano, el primero de mayo de
1961 encabezaron un primer movimiento de reforma universitaria.3 Las
demandas generales de dicho movimiento fueron:
– Introducción de métodos de enseñanza modernos.
– Democratización de la estructura administrativa.
– Participación activa de los estudiantes en la toma de decisiones.
– Educación laica (Pansters, 1996: 89-90).
Al proponer métodos de enseñanza modernos, se puede observar que
una de las prioridades de estas demandas evidencian una preocupación,
que las nuevas generaciones tengan una “formación adecuada a los tiempos”;
así también se observa una lucha por relaciones más horizontales, pues se
exige a los docentes la preparación o actualización de sus planes y la supre-
sión de sus didácticas tradicionales y autoritarias. El punto que demanda
la democratización de la estructura administrativa hace referencia a la

2
Cabe señalar que el presente artículo forma parte de una investigación que aún está en
proceso en la cual se aborda la relación entre las reformas educativas en el contexto
neoliberal y los procesos que se han generado en las universidades públicas. El tema de
dicha investigación está vinculado a la observación de dos procesos mayores: la transfor-
mación del Estado Nacional Mexicano y la puesta en práctica de nuevos modelos de
acumulación. Ambas cuestiones y sus interrelaciones están también vinculadas con el
proceso de construcción de las subjetividades, entonces, como parte de la visión antro-
pológica que evidencia mi formación presento una imagen del contexto observado en la
BUAP en esos años.
3
En el documento oficial de Vicerrectoría, se menciona que a partir de la reforma de 1961
se traza el camino para reabrir a la institución al razonamiento, a la ciencia y la cultura,
buscando conducir su vida de manera más democrática y orientándola a satisfacer las
necesidades populares. (Vicerrectoría, 1995: 2)

88
necesidad de una revisión de la Ley Orgánica y del Consejo de Honor,
instalados desde la aprobación de la autonomía del cincuenta y seis.
En términos generales vemos que en esta reforma se cuestiona la direc-
ción vertical que la Institución ejercía a través de su organización aparen-
temente interna –el Consejo de Honor, el patronato–, un poder que en
realidad venía tanto del Estado como de la Iglesia y que impedía la
participación de los estudiantes, así como del resto de la comunidad uni-
versitaria en la toma de decisiones.
También observamos que la demanda de una educación laica se convier-
te en una bandera liberal opuesta a los conservadores, por tanto, esta refor-
ma esperaba la supresión de la influencia del clero con el desconocimiento
del rector identificado con el grupo conservador Armando Guerra y la
desaparición de los grupos estudiantiles conservadores como el Frente
Universitario Anticomunista (FUA).4
La mayoría de los movimientos universitarios que estallaron en las
décadas de 1960 y 1970, como dice Sotelo, en gran medida tuvieron sus
raíces en “fenómenos sociales más complejos, como el atraso en el que
se encontraba la universidad y sus métodos despóticos de ciertos cacicaz-
gos, aunque para algunos la chispa que encendió dichos movimientos fue
producto de las pugnas provocadas por la intromisión del gobierno en la
vida interna de la universidad, que aunadas a las fricciones que se presen-
taban al interior del partido en el poder, terminan por enardecer las tensio-
nes que vivía la institución” (Sotelo, 2004: 163).
Es evidente que la relación entre la Universidad y el Estado en Puebla
tenía que ver de alguna manera con lo que ocurría en el contexto interna-
cional. El problema de la Guerra Fría, la Revolución Cubana y sus
consecuencias en América Latina penetraron en general en la política
mexicana de la época, pues en diversos movimientos sociales se vio proyec-
tado, al menos discursivamente, el antagonismo entre el comunismo-
anticomunismo.
La visión que se tenía de la identidad universitaria poblana, hablaba de
una comunidad consciente, reflexiva, capaz de capitalizar los movimientos
nacionales para entender y solucionar sus problemas locales. Esto me

4
El Frente Universitario Anticomunista nace como una contraofensiva después de la
creación del Comité Estudiantil Poblano de los liberales, el FUA mantenía estrecha
relación con estudiantes de colegios católicos y privados, en sus manifestaciones se
escuchaba a coro el grito unificador “Viva Cristo Rey” (Pansters, 1996: 90).

89
lleva a pensar en el tipo de formación que se impulsa en la Universidad
en esa época, las prioridades analíticas y las preocupaciones sociales de la
comunidad en general. Pansters (1998) asegura que cuando México se
estremeció por las demandas democratizadoras del grupo ferrocarrilero
de Vallejo en 1959, ya en Puebla se había dado el primer paso para el
cambio. Y es difícil no verlo así, pues aunque la Reforma Universitaria de
1961 busca resolver una problemática muy local: crear una universidad
más horizontal o al menos administrativamente menos jerárquica, también
con esta reforma universitaria se inicia el proceso de crisis del cacicazgo
avilacamachista, “uno de los grupos que surgieron desde las luchas hereda-
das de la revolución de 1910 y parece culminar precisamente con la caída del
gobernador Bautista O’Farril” suceso en el cual la Universidad juega un
papel importante.
La Reforma Universitaria liberal de 1961 tiene lugar durante un gobier-
no nacional que se autodefinía dentro de la constitución como de “extrema
izquierda”.5 Así se inicia una serie de reformas universitarias que empie-
za a construir esa identidad universitaria de las características que habla-
mos antes. Los universitarios son actores políticos locales importantes,
cabe señalar que el hecho de que la Reforma Universitaria se haya dado
en estas fechas no es casual, pues se da dentro de la necesidad de “reesta-
blecer la erosionada legitimidad del Estado después de la dura represión
de las movilizaciones de 1958-1959” (Pansters, 1998; Sotelo, 2004).
En ese entonces las tensiones entre el sector privado y el Estado fueron
parte del contexto. Dichas tensiones se agudizaron con la nacionaliza-
ción de la industria eléctrica de 1960, pues el sector privado acusó a la
élite gubernamental de tendencias “socializantes”. Así, desde los primeros
años del gobierno de López Mateos se tomaron nuevas disposiciones y
entre las medidas para incrementar el poder adquisitivo de los trabajadores,
la ampliación del sistema de seguridad social y salud pública, la educa-
ción, las políticas educativas, también fue favorecida.6
Es preciso señalar que en el marco del régimen de López Mateos, es
desde donde se debe ubicar el Movimiento de Reforma Universitaria
liberal de 1961, pues como dice Pansters (1998), no fue un hecho aislado

5
El gobierno de Adolfo López Mateos 1958-1964.
6
De hecho con la nacionalización de la industria eléctrica se marca una pequeña línea
divisoria entre el Estado y la empresa, división que en años posteriores se va a convertir
en una gran brecha, salvo en el período de las represiones del gobierno de Bautista
O’Farril que Estado y la empresa parecieron unificar sus intereses.

90
de las crisis políticas que vivía el país, generada por los movimientos del
propio sistema capitalista, sino que encontró un ambiente en el cual se
pudo desarrollar. “Los estudiantes de la reforma estaban claramente conscien-
tes de las nuevas directrices dentro del sistema económico nacional y
pudieron capitalizarlo” (Pansters, 1998: 191).
De estas fechas también podemos contar que la Universidad crea la
Preparatoria Diurna Lic. Benito Juárez García con 1 502 alumnos y tres
años después, en 1964, con la misma infraestructura y nombre se abre la
Preparatoria Nocturna (Vicerrectoría, 1995).7 Un aspecto a subrayar es que
la demanda de la educación media en la región fue en aumento a partir
de esos años. Sin embargo, no se puede afirmar que este incremento en la
demanda educativa haya sido producto de un período de estabilización
social, ya que en esas fechas como un reflejo de los cambios políticos y
económicos del país en el estado de Puebla se viven serios problemas
sociales, principalmente, de índole económicos. En 1963 el entonces gober-
nador del estado, el general Antonio Nava Castillo,8 intenta industrializar
y modernizar la economía poblana. En el discurso modernizador se subsi-
dió la inversión de capital, hubo incrementos fiscales sustanciales, pero
quizá lo que generó mayor alarma fue el incremento de 300% en el impues-
to del predial y en la tasa de impuesto sobre el pequeño comercio.
En ese mismo año en la Autónoma de Puebla con un nuevo rector, el
profesor liberal Manuel Lara y Parra, se adopta una nueva ley orgánica.
Gatica (1985) señala que precisamente por el nuevo rector y por la nueva
ley, la relación Universidad y Estado empieza a tensarse nuevamente.
Entre los grupos anticomunistas y los comunistas la tensión se tensa más
en agosto de 1964, cuando el Gobierno del estado entre sus políticas de
industrializar y modernizar la economía poblana envía una ley al Congreso

7
Walter Vallejo en una semblanza de la preparatoria dice que la fundación de esta prepara-
toria que se celebra en los sesenta, no es una fundación en sí, más bien es una unificación
de las preparatorias que ya existían desde los treinta y una vez después de que la Univer-
sidad vive su primera reforma, ya en un espacio propio el rector Manuel Lara y Parra
formaliza su existencia, al nombrar al profesor Enrique Aguirre Carrasco como director
de la Preparatoria Diurna y al doctor Arellano Ocampo como director de la Preparatoria
Nocturna. (Preparatorias, 2004: 190)
8
Nava Castillo asume la gubernatura de Puebla en 1963, durante la presidencia de
Manuel Ávila Camacho dirigió la CNOP y antes fue director del Departamento de Policía
y Tránsito de la ciudad de México. Pansters (1996) presume que el carácter violento de
la crisis política de 1961 en Puebla fue un hecho importante para que se designara a un
militar como gobernador.

91
local en la que se ordena la pasteurización de toda la leche producida en
la entidad, dice Gatica que esta curiosa ley obligó a los productores a
entregar la leche a una fábrica donde el propio Nava Castillo era accionis-
ta (Gatica, 1985:35-36). Este hecho hizo que la Universidad apareciera
en escena como actor político combativo en la lucha por las causas popu-
lares, pues los productores y la población en general confiaban en la capa-
cidad de los estudiantes para contrarrestar las propuestas del Gobierno
del estado.
En las movilizaciones populares de productores y familias afectadas
por dicha ley, se vivieron serias represiones por parte del Gobierno Estatal.
Ante esta respuesta del Gobierno del estado, los manifestantes respon-
dieron con demandas dirigidas directamente al Gobierno Federal, en su
pliego petitorio se pidió la destitución del gobernador y de los oficiales de
policía responsables de las represiones.
En el desenlace de estos sucesos se vio la efectividad de la organización
popular, aunado a la organización de los universitarios de ese entonces,
ya que mientras sus demandas eran escuchadas, su experiencia política
crecía y se ampliaba el prestigio social y capital político de los universi-
tarios. No es casual que después de que el Gobierno Federal destituyera
de su puesto al gobernador Antonio Nava Castillo y el 31 de octubre de
1964 se nombrara como gobernador interino al C. Aarón Merino Fernán-
dez, éste visitó la UAP y dejó manifiesta su posición conciliatoria. Así
también, poco antes de que dejara la presidencia, Adolfo López Mateos
visitó la Universidad y fue recibido con honores, reafirmándose así la
relación entre la Universidad y la Presidencia federal.
Esta política conciliadora del Gobierno Federal se intensifica aún más
después de las luchas de los setenta. Dice Sotelo que esta nueva política
–refiriéndose a la década de 1970– estuvo “orientada en lo fundamental
a evitar que la situación se escapara de control... pues busca –más que por
la elaboración de un nuevo discurso que reconquistara el consenso de la
sociedad civil– recuperar su capacidad de maniobra, y de ensanchar sus
márgenes de acción política” (Sotelo, 2004: 176).
Sin duda alguna para todos aquellos que se dicen llamar universi-
tarios, la década de 1970 en México está marcada por los sucesos dolorosos
del 2 de octubre de 1968, para algunos el suceso fue resultado de una
mala educación y se habla de una crisis educativa. Gilberto Guevara
Niebla analiza tal crisis de la Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co (UNAM) y asegura que “para muchos empresarios y funcionarios del

92
estado”, el problema del 2 de octubre del 68 en México,9 expresa el rechazo
de los estudiantes al principio de autoridad y desprecio por los grandes
lemas del establishment y, “sólo podía explicarse por las disfuncionalida-
des del aparato escolar”. También se plantea que el problema central de la
manifestación de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco no fue asunto del
problema de la libertad como se proclamaba, “el problema –dicen los funcio-
narios del estado– se hallaba en el sistema educativo cuyas fallas hicieron
posible que la juventud en masa, se convirtiera en carne de cañón de
fuerzas subversivas” (Guevara, 1981: 11).
Así, la interpretación que hicieron desde el aparato de poder planteaba
que la culpable fue la Educación, los cuestionamientos que pudieron hacerse
en ese momento y siguen sonando a la fecha actual fueron: ¿Qué principios
se les enseñan a los jóvenes?, ¿con qué valores forma la escuela pública?
Tenemos que, después de la masacre que dejó centenares de víctimas, se
construyó una campaña de prensa con el objetivo de desacreditar la imagen
de los estudiantes, se habló de: “guerrilleros, conspiración dirigida por po-
líticos resentidos, de corrupción entre las filas estudiantiles, etc. La masacre fue
cubierta por una nube de calumnias contra el estudiantado, en esta atmós-
fera –de miedo y confusión– se decidió levantar el estado de huelga y
desaparecer el Consejo Nacional de Huelga (CNH)” (Guevara, 1988: 44).
Poco antes del desenlace del 2 de octubre, en el mismo año en la ciudad
de Puebla se vivió un acontecimiento igualmente lamentable, cabe mencio-
nar que en este mismo texto se narra la triste historia de cinco trabajadores
administrativos de la Autónoma de Puebla, quienes fueron linchados en

9
El movimiento del 68 se caracterizó como espontáneo, independiente y político. Es una
lucha espontánea por haber estado al margen de organizaciones estudiantiles permanentes
o por una dirección partidista, independiente y política, porque en el análisis de sus deman-
das se ve no solo un movimiento democrático que reivindicó el significado de lo político.
Pansters dice que fue la última de una serie de crisis en donde las contradicciones
sociales estallaron abiertamente y cuya aparición estaba relacionada con el carácter ambiguo
del Estado Mexicano y sus políticas (Pansters, 1998: 235). Lo lamentable del acontecimien-
to fue que después de una gran manifestación, convocada a través del movimiento estudiantil
y el Consejo Nacional de Huelga (CNH), en la plaza de las Tres Culturas se vivió una
represión –no había sido la primera– que ordenó el gobierno del presidente Gustavo Díaz
Ordaz y resultó una matanza de cientos de estudiantes y civiles que ha quedado registrada
en diversos documentos como el que ahora se presenta, testimonios, videos, etc., por
ejemplo, Poniatowska, Elena (1985). La noche de Tlatelolco. Era, México, (44º edición);
Guevara Niebla, Gilberto, (1988). La democracia en la Calle. Crónica del movimiento estudiantil
mexicano. IIS. UNAM-Siglo XXI, México, entre otros.

93
el pueblo de San Miguel Canoa el 14 de septiembre del 68.10 Este suceso
no se ha visto estrechamente relacionado con el de Tlatelolco. Sin embar-
go, ambos eventos fueron producto de una situación de tensión política
vivida en el país, entre liberales y conservadores, aunado a las diversas
luchas estudiantiles,11 “compartían un carácter político democrático con
un principio de crítica, contra el orden político antidemocrático y autori-
tario que imperaba en la sociedad mexicana” (Guevara, 1988: 35).
Con la caída de Nava Castillo en 1964. El aire de una victoria ganada
aún se respiraba en Puebla. Sin embargo, la tensión entre liberales progre-
sistas contra radicales de izquierda y contra los bandos conservadores,
dentro y fuera de la Universidad continuaba, para algunos autores en el
curso de los años sesenta los grupos radicales aliados con el Partido Comu-
nista Mexicano (PCM) conformaron el grupo de oposición más poderoso
dentro de la Universidad, mientras que los grupos liberales progresistas
desempeñaron un papel cada vez más subordinado (Pansters, 1998: 233).
Posteriormente la agitación política recorría las universidades del país
como un efecto de la imagen que dejó el problema del 68. Guevara Niebla
(1981:13) asegura que de 1969 a 1974 los movimientos de las universi-
dades en la mayoría de los casos fueron “hacia adentro”, centrífugos y
desligados de los sectores populares.12
Sin embargo, esto último en la UAP se siente de manera diferente, la
Universidad siguió manteniendo contacto con otros grupos de presión,
como ferrocarrileros, maestros del Movimiento Revolucionario Inde-
pendiente (MRI), campesinos de la Central Campesina Independiente

10
La intención de los cinco universitarios era pasar la noche en el pueblo y al día siguien-
te subir en excursión a La Malinche, pero su viaje fue impedido por la hostilidad de
algunos lugareños que habían difundido el rumor de que los visitantes eran estudiantes
comunistas que pretendían izar una bandera rojinegra en la torre de la iglesia y al caer la
noche las campanas de la iglesia convocaron al pueblo a la plaza y al grito de “muera el
comunismo, viva Cristo Rey ” atacaron a los miembros de la Universidad. Para ampliar
ver a Pérez Turrent T. Canoa, Memoria de un hecho vergonzoso. La historia, la filma-
ción el guión. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1984.
11
Michoacán 1963 y 1966, Guerrero 1960, Sonora 1967, para ampliar ver a Guevara
Niebla Gilberto, La democracia en la calle. Crónica del movimiento estudiantil. IIS, UNAM,
Siglo XXI, México, 1988, pp. 24-37.
12
Guevara menciona el caso de la UNAM, cuando en diciembre de 1972 dos personajes
kafkianos se apoderaron de rectoría y pusieron en crisis a una institución que agrupaba a
cerca de 200 000 estudiantes, asunto que aprovecharon los medios de información priva-
dos para atacar a la Universidad Nacional.

94
(CCI), se mantenía la preocupación por los problemas sociales, pero al
interior de la institución se organizaba la conformación de grupos de poder.
Es decir, su movimiento fue tanto hacia fuera como hacia dentro.
Es importante observar que la historia dio un vuelco, pues por lo que
se ha comentado líneas arriba, en otro momento la imagen de las universi-
dades públicas tenía una identidad con un prestigio social indiscutible –estu-
diantes críticos, reflexivos–. Sin embargo, después de los sucesos del 68,
propiamente toda la década de 1970 ser universitario significaba “perte-
necer a un mundo escolar aparentemente corroído por la politiquería, la
drogadicción, la holgazanería, el relajamiento espiritual y la rebeldía nihilis-
ta” (Guevara, 1981: 14). Con este clima en el aire en la UAP se siente un
cambio en la relación Universidad-Estado.
La estrategia política del gobierno de Luis Echeverría desde el discurso
de la campaña electoral marcó las premisas claramente dirigidas a la edu-
cación y a la Universidad. De entrada, se preocupó por “abrir canales de
comunicación política con las fuerzas estudiantiles, visitando universida-
des y luego buscó relajar la situación liberando a los presos políticos de
1968” (Guevara, 1981: 58). Además incrementó el presupuesto a la ense-
ñanza superior, fomentó iniciativas de reestructuración del orden legal de
ciertas universidades e impulsó el beneficio de los sectores medios urbanos.13
En este período se vive una reforma educativa de amplios alcances
que incluye la modernización de la educación básica, además la introduc-
ción de nuevas opciones de estudios superiores (estudios técnicos), pero
sobre todo algo sorprendente de esta reforma a la educación fue el finan-
ciamiento educativo, “El gobierno aplicó desde 1971 una política que
benefició ampliamente a la educación superior sobre los otros niveles del
sistema y universidades del país obtuvieron recursos financieros en propor-
ción sin precedentes” (Pescador, 1981).14

13
Guevara Niebla señala que estas premisas se justifican por el deseo de las autoridades
del país de conciliarse con los sectores disidentes del 68, y para modernizar la economía
y la política del país. En este escenario más tarde se justifican la creación del CONACYT,
la fundación en 1973 de El Colegio de Bachilleres y posteriormente la Universidad
Autónoma Metropolitana, el reforzamiento del Colegio de México, la creación del CIDE,
de UPIICSA y –a lo largo de su sexenio– toda la red compleja de instituciones técnicas
agrícolas e industriales destinadas a producir técnicos de nivel medio.
14
Sin embargo, poco antes de que diera inicio dicha apertura política, el gobierno local
poblano con Aarón Merino Fernández trataba de ganar más control sobre los acon-
tecimientos de la Universidad y sentía contar con el apoyo del gobierno federal de Díaz
Ordaz por ser un “Hijo de Puebla”. Gustavo Díaz Ordaz nació en San Andrés

95
En algún momento se llegó a plantear que el Gobierno de Puebla tenía
apoyo especial, pero dicho apoyo no se proyectó en la infraestructura “se
construyeron sólo unos pocos edificios universitarios con (el poco) subsidio
del gobierno nacional y ayuda financiera de las empresas regionales… y
la fundación Mary Street Jenkins” (Pansters, 1998: 234). Este problema
financiero dio pie para que resurgieran algunos conflictos violentos, tales
como la renuncia en 1967 del entonces rector de la UAP (el maestro Garivay).
Así es como la política del estado se delineó claramente desde la campa-
ña electoral de Luis Echeverría en 1969. En esta etapa se enfocó “la reestruc-
turación del aparato económico, su refuncionalización bajo la dirección
del estado, el rescate de las funciones propias del mismo en este sistema
económico, nuevas tareas para el sector público y una práctica reorgani-
zación del funcionamiento de la empresa privada en el proceso económico
global…”15
Por otro lado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que antes
había sido bandera de la oposición de izquierda reestructuraba la vieja ideo-
logía y política de la Revolución Mexicana, pues también entre la reestruc-
turación económica se revivió la figura del ejido colectivo y así se reforzó
la organización campesina con el arribo de Luis Echeverría a la presiden-
cia, se inaugura un nuevo discurso oficial en el que se subraya “la misión
social” respecto al desarrollo nacional y por supuesto que correspondía a
las instituciones universitarias.
Con el incremento al subsidio para las universidades se intentó la conci-
liación con los disidentes de 1968, dando una apertura relativa en los
medios a ciertas voces opositoras. Con estas políticas conciliatorias se
evidencia la necesidad del Gobierno de relacionarse con las universidades
de manera prudente y cautelosa.16 En el plano local, las fuerzas progresi-
vas de la universidad, el sector de la población universitaria en general

Chalchicomula, su sexenio fue de 1964 a 1970. No obstante, a pesar de que se habla de un


hijo de Puebla, cada que el gobernador del estado Merino Fernández solicitó apoyo,
siempre se encontró con negativas.
15
Las heridas que dejaron el movimiento del 68 y su terrible represión fueron una de las
principales causas que vinieron a reestructurar el sistema de dominación del Estado
(Córdova, 1981: 41).
16
Ver González Villarreal, Roberto (2006). Un Frío Monstruo racional. El populismo en tiempos
de Echeverría, Universidad Pedagógica Nacional, México. El doctor González Villarreal
analiza las políticas públicas del período Luis Echeverría desde una perspectiva foucoltia-
na con la racionalidad gubernamental en el discurso de poder.

96
siguió manteniendo relación con los grupos populares, la evidencia de
esto fue la creación de una nueva escuela pensada para los trabajadores
(Vicerrectoría, 1995). En enero de 1970, en la junta administrativa que
entonces gobernaba la Universidad se acordó y fue legalizada la existen-
cia de la preparatoria Popular Emiliano Zapata.17 La creación de esta nueva
escuela evidencia el problema de la demanda educativa que los universi-
tarios intentaron resolver, también se empieza a hablar del Departamento
de Educación Media Superior dedicado exclusivamente a la administra-
ción y atender las necesidades propias del nivel.18
En estos momentos se subraya la necesidad por parte de los universi-
tarios de prestar atención a los problemas sociales del país, en general, y a
los problemas en Puebla en particular. En este sentido los estudiantes
realizan movilizaciones y en una de estas movilizaciones un grupo de estu-
diantes, los Carolinos, toma el edificio central de la Universidad. Este suceso
marca el inicio de un nuevo período de enfrentamientos.
En 1971, posterior a la elección del Consejo Universitario de la UAP, se
dieron numerosos conflictos que se extendieron cada vez más fuera de la
Universidad, así que tocaron tanto a la comunidad universitaria, como
a la sociedad poblana en general. Dichos enfrentamientos revivieron pasio-
nes de las luchas comunistas y anticomunistas de los conflictos del 61.19
Las presiones que generaron los conflictos fueron suficientemente fuertes
como para que el entonces gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle,
en abril de 1972 renunciara y Gonzalo Bautista O’Farrill fuera nombrado
gobernador interino.20

17
La escuela “empezó a funcionar con 617 alumnos de primer ingreso, distribuidos en
once grupos, atendidos por una planta docente de 88 profesores hora clase, catorce
titulados, trece pasantes y 61 estudiantes de carrera profesional de la misma universidad”.
Cabe mencionar la coherencia del discurso universitario de entonces, donde se planteaba
todo el apoyo a las demandas populares, pues ningun docente recibe salario durante dos
año (1972-1973) y se mantuvo esta situación hasta que con la primera generación de
egresados se demostró la viabilidad del proyecto (Preparatorias, 2004: 115).
18
En la preparatoria Zapata se organizan los primeros congresos académicos de Educación
Media Superior: uno en marzo de 1977 y otro en septiembre de 1980, donde se anali-
zaron temas de la reforma del mapa curricular del bachillerato universitario, formas de
gobierno interno, métodos didácticos, etc. (Preparatorias, 2004: 123).
19
Para ahondar en este conflicto ver Vélez Pliego, Alfonso, “La sucesión rectoral. Las
lecciones de la historia y las tareas actuales del movimiento universitario democrático”,
Crítica. Revista de la UAP, Núm. 1, año I, Oct-Dic/1978.
20
El gobernador interino Gonzalo Bautista O’Farril (1972-1973), era hijo del exgoberna-
dor Dr. Gonzalo Bautista Castillo (1963-1964), partidario de la familia Ávila Camacho.

97
En 1973 se emite el decreto de creación del Colegio de Bachilleres,
cuyas principales funciones se centran en ofrecer una formación general a
los egresados de secundaria, con una estructura académica organizada en
tres áreas de formación: propedéutica, de capacitación para el trabajo y
paraescolar. A las dos primeras áreas se les asignó un carácter obligatorio,
conformando el plan de estudios; mientras que el área paraescolar se consi-
dera como optativa, sin valor en créditos (Comisión 2020).
La Universidad de Puebla con todo y sus tensiones con el entonces
gobierno interino, medianamente revive su identidad política, pues figuró
como un intermediario importante entre el Estado y la sociedad.21 El
hecho de que el rector Sergio Flores fuera miembro del Partido Comunis-
ta Mexicano (PCM) devino en una polarización de los conflictos entre la
Universidad y el Estado. Desde 1971 inicia un movimiento que apunta-
ba a “la transformación institucional de la universidad y que se prolon-
garía hasta desembocar en una nueva tensión donde resultaron los llamados
mártires de 1973”.22
De estas confrontaciones, en julio de 1972 resultó asesinado el arqui-
tecto Joel Arriaga Navarro, quien era director de la Preparatoria Noctur-
na Benito Juárez y miembro activo del PCM, “la universidad acusó al
gobierno, a la Iglesia y a la burguesía de ser responsable del asesinato”
(Pansters, 1998: 240). En esta etapa –dice Humberto Sotelo a Alberto
Domingo (3 de enero de 1973) columnista de la revista Siempre– daba la
impresión de que Puebla “era el imperio de los matarifes. Ya nadie en
Puebla tiene la vida segura bajo el manto de la impunidad, cien, mil asesi-
nos andan sueltos…”
La inestabilidad era evidente, en la Preparatoria Diurna Benito Juárez
“fueron nombrados tan sólo en un año –en 1971– seis diferentes direc-
tores” (Preparatorias, 2004: 199-200). Además de que en los encabezados
de los diarios se ventilaban las rencillas, como el publicado 18 de octubre

21
En estos años intervino para resolver repartos de tierras de diferentes regiones, donde
por su apoyo generó simpatía y respeto, como en el distrito de Tecamachalco, lo que sirvió
de antecedente a la creación de la Preparatoria Popular Regional Enrique Cabrera Barro-
so en julio de 1973. Walter Vallejo señala que el proyecto de esta preparatoria constó de
tres ejes principales: 1) llevar la educación media y superior a todas las regiones, 2)
generar conocimiento adecuado a las necesidades de la región, 3) vincular el proyecto de
una universidad crítica, democrática y popular con su entorno social (Preparatorias, 2004).
22
El primero de mayo de 1973 se consumó una masacre cuando un policía disparó contra
una multitud inerme que festejaba el día del trabajo frente al Carolino, resultaron cinco
muertos, cuatro estudiantes y un obrero. (Guevara, 1988: 64-88).

98
de 1972, en este se leía “Cárcel a los Comunidatas, pide Bautista”. El
Gobierno Estatal y los grupos empresariales de derecha, apoyados por la
Iglesia Católica y todas sus organizaciones, así como centrales obreras, como
la CTM dirigida entonces por Blás Chumacero Sánchez, realizan una mani-
festación en el zócalo. Ahí, el gobernador Bautista O’Farrill pronuncia un
discurso incendiario, en el que da instrucciones precisas al Procurador de
Justicia del Estado para que girara órdenes de aprehensión en contra del
rector Sergio Flores Suárez, del ingeniero Luis Rivera Terrazas, del director
de la Preparatoria Popular Emiliano Zapata, Alfonso Vélez Pliego, y de
otros, a quienes llama delincuentes.23
También se anuncia el recorte del subsidio estatal a la Universidad
Autónoma de Puebla y provoca con ello una ola de apoyo de la derecha de
todo el país a su gobierno. La derecha local afirmaba que era el primer
gobernante poblano, que en 12 años (el Movimiento de Reforma Universi-
taria se había iniciado en 1961) se había mostrado como un hombre resuelto
a tomar acciones efectivas para restaurar la ley y el orden (Pansters, 1998).
Desde que ambos interinatos concluyeron y tanto Gobernador como
Rector confirman su elección formal, también se ratifica su posición
como líderes de dos bloques rivales, por lo que es lógico pensar que las
confrontaciones no cesaron y es más, se intensificaron. El universitario
Enrique Cabrera recibió un balazo por la espalda (El Sol de Puebla, 21 de
diciembre 1972).24 Pocos meses después, en mayo de 1973 fue asesinado
otro líder universitario, Alfonso Calderón Moreno.25
El 7 de mayo de 1973, a seis días de la masacre lamentable, con el respaldo
de la burguesía regional y el Estado salen de la Universidad los grupos
conservadores y fundan una nueva universidad particular, la Universidad
Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).26 Al siguiente día de

23
Ver a Gabriel Sánchez Andraca en www.la quinta columna.com. Pulso Político. “Se
cierra la última pagina del avilacamachismo”.
24
Enrique Cabrera era el encargado de las actividades de los estudiantes en las áreas
rurales (Pansters, 1998: 242).
25
En 1973, después de una de las terribles represiones, el conocido poeta Efraín Huerta
escribe su poema Puebla endemoniada.
26
En www.la quinta columna.com. Pulso Político. “Se cierra la última página del avilacama-
chismo”, dice: “Ante su derrota, el Bloque de Ciudad Universitaria, que agrupaba a los
estudiantes de derecha, decidió salir de la UAP. Con el apoyo del sector privado, fundaron
la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla en el mismo mes de mayo del
73. Empezó a funcionar en el ex rancho de La Noria. Se asegura que un factor definitivo
para la terminación del conflicto entre izquierda y derecha en Puebla, lo constituyó el

99
esta importante fundación, “el 8 de mayo hubo un paro nacional de uni-
versidades como parte de un movimiento de solidaridad en todo el país
por los mártires del 73 en Puebla” (Guevara, 1988: 77).
Las protestas locales y la solidaridad nacional de las universidades del
país generaron que el problema rebasara la relación Universidad-Estado,
extendiendo la imagen social de la Universidad a otros niveles.
Es oportuno señalar que la renuncia de Bautista O’Farril, también tuvo
de fondo un conflicto entre el Gobierno local y el Gobierno nacional. La
línea dura del Gobierno poblano atacaba también la política del Gobierno
federal al plantearse en contra de los nuevos principios del PRI.27 Con la
renuncia del Gobierno local las confrontaciones violentas disminuyeron.
En ese sentido, el movimiento universitario popular de los años 1972-1973
reconstruye la identidad universitaria para algunos. “A partir de entonces
los gobiernos que sucedieron al de Bautista O’Farril se vieron obligados a
respetar la autonomía de la Universidad y a brindarle un tratamiento políti-
co a los problemas sociales, en lugar de darles tratamiento policíaco”
(Sotelo, 2004:12).28 La vida universitaria entra en un período de calma y
conciliación, pues los gobiernos subsecuentes “comprenden que ya no era
posible resolver los problemas sociales a través de la represión, sino que
se requiere enfrentarlos mediante el trato político” (Sotelo, 2004: 177).
Después del duro suceso de 1968 se continuó con un período de
gestión, de desarrollo académico y administrativo, como diría Guevara
Niebla, “He aquí un caso raro de un movimiento estudiantil estatal relati-
vamente victorioso” (Guevara, 1988: 77), pues ya con una inercia de “refor-
ma universitaria” se plantean principalmente las siguientes demandas:

fallecimiento del arzobispo Octaviano Márquez y Toríz. La derecha poblana hizo grandes
esfuerzos para que la sede arzobispal fuera ocupada por el obispo de Tlaxcala, Luis Munive
y Escobar, pero el Vaticano prefirió designar a un titular de transición, Ernesto Corripio
Ahumada, que llegó de Oaxaca y de aquí fue a la ciudad de México. En 1978 fue designa-
do el actual arzobispo Rosendo Huesca y Pacheco”.
27
“El gobierno de Echeverría estaba tratando de restaurar la erosionada legitimidad del
partido (PRI) y una manera de hacerlo era buscar la reconciliación de los estudiantes e
intelectuales” (Pansters, 1998: 271). Era evidente que Bautista O’Farrill, como parte de la
línea dura avilacamachista, nunca estuvo de acuerdo con la política conciliadora de
Echeverría.
28
Al respecto Sotelo asegura que después de estas luchas, “la UAP dejó de ser un botín
de las clases dominantes y un espacio controlado por los gobernantes en turno, quienes
solían sostener vínculos con determinadas fuerzas o corrientes al interior de la universi-
dad, con objeto de asegurar el control de la misma” (Sotelo, 2004: 162).

100
– la defensa de la educación laica y gratuita,
– la transformación de la UAP en universidad popular pero con un alto
nivel académico y cultural.
Para julio de 1975 se crea una nueva preparatoria, la Alfonso Calderón
Moreno, que en el nombre lleva la intención de su origen, pues el hecho
de nombrarla así por parte de los universitarios en memoria de un líder
caído en las luchas por la democratización de la Universidad, refrenda el
triunfo, aunque con dolorosas bajas, de un movimiento de reforma victo-
rioso y que seguía firme y ahora trabajando.29
Como quien pasa la página de ese empolvado álbum de fotografías e
intenta observar momentos contemporáneos, tenemos que con el Lic.
José López Portillo en la presidencia de la República, se empieza a escu-
char el discurso que caracteriza la actual política educativa nacional, donde
se habla del proceso de modernización eficiente que “establezca mayor
funcionalidad entre las instituciones –de educación del país– y el desarrollo
de mecanismos para prevenir la generación de movimientos de oposición
política, así como fijar los límites dentro de los cuales pueden manifestarse
legítimamente” (Fuentes, 1981: 68).
La inercia del sistema capitalista y la nueva estrategia de desarrollo de
José López Portillo, que llega a la presidencia de un país en crisis, con
diversos conflictos socio-económicos y políticos, subraya las preocupa-
ciones de la inflación y el desempleo, para lo que se propone aumentar la
productividad. De acuerdo con Guzmán (1978) el gobierno de López
Portillo decide aumentar la inversión pública y privada, principalmente
inversión de los fondos públicos originados mediante el gravamen al sala-
rio, gracias al proteccionismo del Estado, a la acumulación de capital y a la
inversión privada, de modo que parece que se obtiene un relativo crecimien-
to económico.
Sin embargo, aun con la explotación a gran escala e indiscriminada de
los yacimientos de petróleo encontrados a principios de los años setenta, el

29
Jorge Labarreda señala que “el origen de la escuela, es una respuesta al notable
incremento que experimenta la demanda de acceso al bachillerato, fenómeno que no
sólo se presenta a nivel regional sino también nacional. En el año que inicia la prepa
Calderón su funcionamiento, el número de egresados de secundaria es de 15 489, teniendo
991 más que en el ciclo anterior” (Preparatorias, 2004: 61-74). Estos datos muestran la
observación de la realidad por parte de las autoridades universitarias y su compromiso
para resolver los problemas sociales.

101
petróleo no resulta ser una poderosa arma para combatir a la crisis, pues
se tiene que después de la famosa declaración “defenderé el peso como perro”,
se anuncia que el Banco de México se retiraba del mercado cambiario
internacional, el peso perdió más de 50% respecto al dólar.30
Debido a estas presiones, es como se decide por una colaboración del
sector privado, un modelo de desarrollo industrial donde en el ámbito de
la educación se abandona el proyecto educativo de Echeverría, quien veía
a la educación como un instrumento político para obtener el consenso de
las masas (estudiantes, trabajadores, campesinos). El proyecto educativo
se orienta a lograr una mayor eficiencia del sistema educativo en la produc-
tividad y se señala que “la educación en general –en especial la técnica–
debe ser el desarrollo de recursos humanos altamente calificados para
desarrollar trabajos productivos” (Guzmán, 1978: 76).
Sin embargo, antes de hablar de la modernidad en la Universidad, tene-
mos que hacer un alto y preguntarnos ¿si la Universidad logró mayor
democratización con la revisión de la Ley Orgánica de los años cincuen-
ta, como lo esperaban los reformadores en el 61 y como se replanteó en
movimientos posteriores? ¿Las reformas de 1961 sentaron las bases de lo
que tenemos ahora? La ya trillada pregunta de ¿hacia dónde va nuestra
universidad pública ahora?, sigue en el aire, o sólo habría que preguntarse
¿qué lecciones aprendimos con todas esas movilizaciones estudiantiles?
Sobre todo de las que dejaron huellas dolorosas como las de 1968 y 1973
en Puebla, dejar estas preguntas abiertas es parte de la tarea de reflexión
que los universitarios actuales tenemos que plantearnos.

BIBLIOGRAFÍA

GATICA, K.N. (1985). “La revuelta popular en octubre de 1964 en Puebla”,


en Boletín de investigación del movimiento obrero. Año V, núm. 8.
GONZÁLEZ VILLARREAL, ROBERTO (2006). Un Frío Monstruo racional. El
populismo en tiempos de Echeverría. Universidad Pedagógica
Nacional, México.
GUEVARA NIEBLA, GILBERTO (1981). La crisis de la educación superior en México.
Nueva Imagen. México.

30
En 1974 la explotación petrolera es de 1.3%, para 1980 asciende a 61.6% (Proceso, junio
1980: 8).

102
_________ (1983). El saber y el poder. Colección Realidad Nacional, Núm.
13, UNAM.
_________ (1984). Introducción a la Teoría de la educación. Biblioteca Uni-
versitaria Básica. UAM-Trillas. México.
_________ (1988). La democracia en la Calle. Crónica del movimiento estu-
diantil mexicano. IIS. UNAM-Siglo XXI, México
GUZMÁN J., TEÓDULO (1978). Alternativas para la educación en México. Edi-
ciones Geinika, México.
PANSTERS, WIL G. (1998). Política y poder en Puebla. FCE-BUAP.
_________ (1996). “Las aulas al zócalo. La UAP y el ocaso del avilaca-
machismo, 1956- 1973”, La mirada del fénix. CEU-BUAP.
PESCADOR J., ÁNGEL (1981) “La crisis fiscal y el financiamiento de la edu-
cación superior en México”, en La crisis de la educación superior
en México, Nueva Imagen. México.
PÉREZ TURRENT, T. (1984) Canoa, Memoria de un hecho vergonzoso. La historia,
la filmación el guión. Universidad Autónoma de Puebla, Puebla.
PONIATOWSKA, ELENA (1985). La noche de Tlatelolco. Era, México, (44º
edición).
PREPARATORIAS DE LA BUAP (2004). Varios autores. Gobierno del Estado
de Puebla-BUAP, Puebla.
SOTELO MENDOZA, HUMBERTO (2004). 1972-1973, Puebla de los demonios.
Gobierno del estado de Puebla-BUAP. Cuadernos del Archivo
Histórico Universitario. Puebla
VÉLEZ PLIEGO, ALFONSO (1978). “La sucesión rectoral. Las lecciones de la
historia y las tareas actuales del movimiento universitario de-
mocrático”, Crítica, Revista de la UAP, Núm.1, año I, Oct-Dic.
VICERRECTORÍA DE DOCENCIA (1995). Plan Fénix.
_________ Plan General de Re-diseño Curricular. DGEMS-BUAP.
Revista Proceso. junio 1980.
Revista Tiempo, abril, agosto de 1961.
Revista Tiempo, noviembre, diciembre 2005.
El Sol de Puebla, abril-agosto de 1961
El Sol de Puebla, 23-27 de octubre de 1964
El Día, 23-27 de octubre de 1964.

103
104
EL MOVIMIENTO DE 1968 EN PUEBLA

F. Humberto Sotelo M.

El movimiento de 1968 en Puebla surge en unos momentos en los que las


fuerzas democráticas y de izquierda de la UAP, pese a los avances logra-
dos, se encontraban en una situación sumamente difícil debido a las luchas
que habían tenido que librar unos meses atrás contra los grupos estudian-
tiles incondicionales del rector José F. Garibay, quien –con el respaldo de
algunos funcionarios importantes del gobernador Aarón Merino Fernán-
dez– pretendió frenar el desarrollo del movimiento de Reforma Universi-
taria que surge en la institución a partir de 1961, recurriendo a todo tipo
de iniciativas: desde la cooptación de algunos dirigentes universitarios,
pasando por el impulso al porrismo, hasta la promoción de la violencia al
interior de la institución.
Se trataba, de ese modo, de dar la impresión de que el movimiento
reformista era derrotado desde dentro por los propios universitarios. El
gobierno, de funcionar dicha estrategia –a diferencia de lo sucedido en
años anteriores–, no aparecería ante la opinión pública –estatal y nacional–
como responsable de la violencia, permitiéndose el lujo de lavarse las manos
frente a las tropelías que perpetrasen sus aliados al interior de la institución.
El ejecutivo estatal estaba perfectamente consciente de los daños políti-
cos que podría traer consigo el seguir atacando a las fuerzas democráticas
de la universidad desde el aparato estatal: ya había experiencias –como la
caída del gobernador Nava Castillo en 1964– que ponían de relieve los
riesgos a que se exponían las autoridades de continuar con esa política,
por lo cual pensó que había llegado la hora de montar una estrategia más
“sutil”. De ahí que optara por darle “carta abierta” al rector José F. Gari-
bay en lo relativo a la hostilización del movimiento democrático univer-
sitario. Éste asumió dicha labor con gran entusiasmo, contratando a grupos
porriles –como el encabezado por los hermanos Santillana– para que se
diesen a la tarea de hostigar a los líderes reformistas, desplegando al mismo

105
tiempo diversas iniciativas encaminadas a corromper a diversos núcleos
universitarios que simpatizaban con éstos.
Merino Fernández, sin embargo –a diferencia de su predecesor Nava
Castillo, a quien por cierto sustituyó en el cargo al verse éste obligado
a dejar el cargo en octubre de 1964–, no le apostó solamente a la estrate-
gia mencionada para sofocar al movimiento de reforma: también impulsó
otras medidas encaminadas a ganarse la buena voluntad de los universita-
rios. Así, por ejemplo, logró convencer a la Fundación Mary Street Jenkins
acerca de la necesidad de promover la construcción de Ciudad Universi-
taria, un viejo anhelo de los estudiantes, profesores y trabajadores de la
institución.1 El edificio Carolino, desde varios años atrás, ya no estaba en
condiciones de albergar a la población estudiantil, que había pasado –entre
los años de 1956 a 1967– de dos mil quinientos alumnos a diez mil. Las
obras se iniciaron el 4 de junio de 1965.
Asimismo, el ejecutivo estatal intentó involucrar a la iniciativa privada
en lo concerniente a la problemática financiera de la institución, arguyen-
do que las arcas del gobierno no estaban en condiciones de aportar los
recursos que la UAP necesitaba. Los representantes del sector privado
aceptaron la propuesta, sugiriendo la creación de un Patronato Universi-
tario, integrado por representantes de las cámaras empresariales, de las
organizaciones obreras, de los colegios de profesionistas y de la Asociación
de ex Alumnos. Dicha instancia se daría a la tarea, entre otras cosas, de
“obrar como agente financiero de la Universidad Autónoma de Puebla, en
todo aquello que solicite dicha institución y exista acuerdo entre ambas”.2
Del mismo modo, el gobierno estatal y la iniciativa privada llegaron a
la conclusión de que se tornaba necesario que los estudiantes aportasen el
equivalente a 50% del costo de su formación profesional durante su estancia
en la universidad, en aras de que la institución contase con los recursos
necesarios para su desarrollo académico y administrativo.

1
El proyecto de construcción de Ciudad Universitaria se esboza en 1963, durante el
rectorado de Alberto Guerrero Covarrubias. Empero, fue el rector Manuel Lara y Parra
(1963-1965) quien convence al gobernador Aarón Merino Fernández acerca de la impor-
tancia que reviste el cristalizar dicho proyecto. Vid. F. Humberto Sotelo M., “Luis Rivera
Terrazas y Manuel Lara y Parra: construyendo la universidad del porvenir”, Tiempo Uni-
versitario, año 9, No. 11, 10 de agosto de 2006.
2
Vélez Pliego, Alfonso, “La sucesión rectoral, las lecciones de la historia y las tareas
actuales del movimiento universitario democrático”, Crítica, revista de la Universidad Autó-
noma de Puebla, No. 1, año 1, octubre-diciembre de 1978, p. 67.

106
Hasta donde llega nuestra información, es el primer intento en la historia
contemporánea de nuestro país en que se trata de resolver la problemáti-
ca financiera de la Universidad Pública a través de las aportaciones
económicas de los estudiantes, adelantándose así a las iniciativas que impul-
saron a fines de los años ochenta y noventa del siglo pasado los rectores
de la UNAM, Jorge Carpizo y Francisco Barnés.
De 1965 a 1967, pese al malestar de la comunidad universitaria de la
UAP por las medidas de referencia, daba la impresión de que las cosas
iban por buen camino en lo concerniente al establecimiento de un clima
de paz y tranquilidad al interior de la institución. Lamentablemente, el
rector Garibay y sus adláteres se excedieron en sus esfuerzos por ejercer un
control absoluto al interior de la universidad, llegando al extremo de decla-
rarle la guerra al movimiento democrático, cuyos miembros se ven ante
la necesidad de reorganizarse. De este modo impulsan la formación del
“Movimiento Democrático 23 de marzo”, contando con el respaldo de
la comunidad de las Preparatorias Diurna y Nocturna Benito Juárez, de las
escuelas de Economía, Físico-Matemáticas y Ciencias Químicas.
Frente a tales acciones, los incondicionales del rector Garibay deciden
redoblar su hostilidad hacia los líderes y grupos que simpatizaban con el
movimiento democrático decidiendo, entre otras cosas, deshacerse de
varios miembros del H. Consejo Universitario que estaban en desacuerdo
con su política. En contrapunto destituyeron, entre otros, al director de la
escuela de Ciencias Físico-Matemáticas, doctor Virgilio Beltrán, al direc-
tor de la Preparatoria Nocturna, doctor Francisco Arellano Ocampo –quien
desempeñó un papel fundamental en el impulso al movimiento que surgió
en 1956, gracias al cual la Universidad de Puebla consiguió su autonomía–,
y al profesor Enrique Aguirre Carrasco, director de la Preparatoria Diurna.
Aparte de estas acciones, los grupos porriles llegaron al extremo de impul-
sar actos vandálicos como la destrucción de las instalaciones de la escue-
la de Ciencias Físico-Matemáticas, de las escuelas Preparatorias (Diurna
y Nocturna) Benito Juárez y, parcialmente, de la escuela de Economía.
Del mismo modo, decenas de profesores, investigadores y estudiantes
identificados con el movimiento de Reforma Universitaria –frente a las
amenazas de los esbirros de Garibay– no tuvieron más opción que aban-
donar la universidad, trasladándose a la UNAM, el IPN y a otras universi-
dades de provincia.
Pese a la andanada represiva de las autoridades, el movimiento univer-
sitario logra –a mediados de 1967– la renuncia de Garibay, obteniendo
así un triunfo fundamental para el impulso del movimiento de Reforma

107
Universitaria. Alfonso Vélez Pliego anotaba al respecto: “La derrota de
Garibay no sólo simbolizaba una nueva derrota de las fuerzas reaccionarias
al interior de la universidad, significaba también un triunfo del movimiento
democrático en su lucha por la autonomía y la democracia universitaria y
un nuevo fracaso de la burguesía y el gobierno por restablecer su control
en la UAP”.3
Pese a dicho triunfo, el movimiento democrático universitario no estaba
aún en condiciones de gobernar a la institución. Por ello estuvo de acuer-
do con la decisión del H. Consejo Universitario –una vez que se suscitó
la renuncia del rector Garibay– de que la UAP fuese gobernada por una
Junta Administrativa, compuesta por cuatro miembros. Integraron
dicha instancia el ingeniero Antonio Osorio García, el doctor Rolando
Revilla Ibarra, el licenciado Amado Camarillo Sánchez y el licenciado en
filosofía Joaquín Sánchez Mc Gregor. Este último era un individuo
ampliamente identificado con el movimiento democrático.
Mientras tanto, se abre paso al interior de la universidad un debate
acerca de las formas de gobierno más adecuadas que necesitaba la institu-
ción y, del mismo modo, surgen varias propuestas enderezadas a crear
una nueva Ley Orgánica, empero estas cuestiones se posponen debido al
estallido del movimiento estudiantil de 1968.
La solidaridad de los universitarios poblanos con el movimiento estu-
diantil de la ciudad de México no se hizo esperar. Así, el 30 de julio de
1968, en protesta por la agresión de las fuerzas policíacas al edificio de la
escuela Preparatoria de San Ildefonso, deciden suspender las actividades
de la Universidad Autónoma de Puebla.4 Asimismo, retoman los princi-
pales puntos del pliego petitorio de sus correligionarios de la UNAM y del
Instituto Politécnico Nacional (entre ellos la desaparición de los artículos
145 y 145 bis, la libertad de los presos políticos y la exigencia de diálogo
con las autoridades de la Federación), y se dan a la tarea de impulsar la
creación de la Sección Puebla del Consejo Nacional de Huelga –el máxi-
mo órgano de dirección del movimiento estudiantil de 1968.
El 19 de septiembre, al enterarse que las instalaciones de la UNAM
habían sido ocupadas por el ejército, desarrollan varios actos de protesta
y presionan al H. Consejo Universitario para que emita una declaración
pública de condena al hecho de referencia, exigiendo al gobierno federal

3
Ibid., p. 66.
4
Gómez Bonilla, Edgar, “Cronología de movimientos estudiantiles en Puebla y la ciudad
de México, 1968”, Tiempo Universitario, Año 10, No. 14, octubre de 2007.

108
la devolución inmediata de los recintos universitarios, y la libertad de los
estudiantes encarcelados.5
Frente a la reanimación del movimiento democrático universitario, la
derecha poblana decide nuevamente pasar a la acción, desatando una
vehemente y descomunal campaña de desprestigio contra los universita-
rios, recurriendo para ello a todo el complejo de sus instancias de la socie-
dad civil –cámaras empresariales, clubes de servicio, organizaciones de
vecinos, círculos religiosos, culturales, etc.–, abriendo otra vez el viejo
baúl en el que guardaba sus artimañas favoritas: entre ellas, la invocación
del fantasma del comunismo.
En dicha cruzada El Sol de Puebla –que en esos años era el órgano infor-
mativo más influyente de la entidad– desempeña un papel fundamental:
no hay un solo día en no publique notas alarmistas sobre los intentos del
“comunismo internacional de apoderarse de México”, y sobre “el peli-
gro que se cierne sobre nuestros valores, nuestra religión, nuestra patria y
nuestras instituciones”. Asimismo, no pasa un solo día en que el diario
no publique notas apologéticas acerca del “patriotismo” del presidente
Gustavo Díaz Ordaz.6
No es de ningún modo que dicho medio informativo decida jugar ese
papel (tanto en Puebla como en todo el país): su propietario, el coronel
José García Valseca, había logrado construir su imperio periodístico gracias
al respaldo económico otorgado por Maximino Ávila Camacho, jefe del
clan al que sirvió durante varios años el licenciado Gustavo Díaz Ordaz,
quien se convierte primero en Diputado local (1943-1946), después en
Senador (1946-1952), luego en Secretario de Gobernación durante la
presidencia de Adolfo López Mateos (1958-1964) y, finalmente, en Presi-
dente de la República (1964-1970), gracias al respaldo del cacicazgo
avilacamachista.
Al convertirse en el principal defensor de la política de Díaz Ordaz,
García Valseca no hace otra cosa que “servir a la familia” que lo entroni-
za en el mundo periodístico de México.
El Sol de Puebla no sólo se encarga de difamar al movimiento estudian-
til: también se da a la tarea de aglutinar a toda la “familia revolucionaria”
en contra del mismo, ¿de qué modo? Exhortando a diputados, presidentes
municipales, líderes obreros y campesinos, jerarcas religiosos, incluso hasta

5
Ibid.
6
Véase el ensayo “Retrato de familia” de Jorge Labarreda, publicado en este libro, donde
el autor analiza el papel jugado por la cadena García Valseca.

109
uno que otro universitario, a pronunciarse en contra de los estudiantes
rebeldes, acusándolos de ser “marionetas” del comunismo internacional.
No son pocas las ocasiones, incluso, en que exhorta al Presidente de la
República a recurrir a las fuerzas armadas, “con el objetivo de imponer el
orden que reclaman nuestros conciudadanos”.
En contrapunto, las instancias y organizaciones sociales de la derecha
–en particular la Federación de Barrios y Colonias de la Ciudad de Puebla–
no cesan un instante de lanzar proclamas en contra del movimiento estu-
diantil, generando un ambiente de histeria anticomunista en la entidad.
En medio de ese ambiente se produce la tragedia de Canoa, el 14 de
septiembre, cuando una multitud enardecida de dicha comunidad lincha
a cinco trabajadores de la UAP que se disponían escalar La Malinche. El
párroco local, Enrique Meza Pérez, fue el instigador de dicha acción, por
el hecho de convencer a sus feligreses de que aquéllos eran comunistas
que habían ido al pueblo con el afán de apoderarse de la estatua del santo
patrón de Canoa. En el incidente fueron asesinados dos de los jóvenes,
Jesús Carrillo Sánchez y Ramón Calvario Gutiérrez. Los otros tres –Julián
González Báez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre– quedaron
heridos de gravedad. También perdieron la vida Lucas García García –quien
brindó hospedaje a los muchachos– y su hermano Odilón.6
Si bien el párroco de referencia –como señalamos– fue el instigador, en
los hechos el principal factor que propició la tragedia fue, sin duda, el
ambiente de histeria anticomunista provocado por la derecha, encabeza-
da por El Sol de Puebla.7
La tragedia conmovió al país entero y a la opinión pública internacional.
En sesión extraordinaria celebrada el 17 de septiembre, el H. Consejo
Universitario de la UAP acordó exigirle al gobierno el castigo de los respon-
sables de tal acción bochornosa. Si bien las autoridades se comprome-
tieron a adoptar las medidas correspondientes para cristalizar tal demanda,
en los hechos nunca cumplieron con su promesa. El único castigo –si se
le puede llamar así– que recibió el cura Enrique Pérez Meza fue su trasla-
do a otra parroquia.

7
Para una descripción detallada de los hechos ocurridos en la comunidad de referencia,
remitimos al lector al libro Canoa, el crimen impune de Guillermina Meaney. Cuadernos del
Archivo Histórico Universitario, BUAP, Gobierno del Estado de Puebla, 2000, p. 141.
8
Véase la entrevista que aparece en este libro a Julián González Báez y Miguel Flores
Cruz, sobrevivientes de la tragedia.

110
El H. Consejo decidió también otorgar una ayuda económica a los
empleados que sobrevivieron y a las familias de los que fallecieron,
cuestión que se resolvió agregándole cinco pesos a la cuota de inscripción
que pagaban los estudiantes, dinero que fue repartido equitativamente.
Además, la universidad les pagó puntualmente sus honorarios a los traba-
jadores sobrevivientes durante el lapso en que estuvieron hospitalizados.
Sin temor a equivocarnos, podríamos aseverar que lo sucedido en Canoa
anticipó el desenlace trágico del movimiento estudiantil de 1968 y, al
mismo tiempo, puso de relieve el grave peligro a que condujo la furibunda
campaña anticomunista de la derecha poblana, la cual no tuvo más remedio
que replegarse provisionalmente, temiendo que, de continuar con sus accio-
nes, fuese objeto de la ira de los universitarios y de amplios sectores de la
población.
Frente a la situación descrita los universitarios, lejos de amilanarse, por
el contrario deciden continuar con sus acciones de apoyo a sus compañeros
del Distrito Federal.
La masacre del dos de octubre, tal como sucede a nivel nacional, deja
estupefacta a la sociedad poblana. Pese a que amplios sectores de ésta respal-
daban al presidente Díaz Ordaz, ese acontecimiento atroz los lleva a recon-
siderar, si es que no a romper definitivamente, su adhesión hacia aquél.
De ese modo los adláteres del sistema político –comenzando por El Sol
de Puebla–, y desde luego la derecha poblana, observan desolados cómo se
hacen trizas sus esfuerzos por acabar con el movimiento democrático
universitario. Paradójicamente sus llamados a la represión de éste se
vuelcan –a la manera de un boomerang– contra ellos. Ciertamente en un
primer momento festinan y aplauden la “conducta viril y patriota” del
presidente Díaz Ordaz, empero, pocas semanas después se percatan de
que lo sucedido en Tlatelolco echa por la borda –reiteramos– su intento
de aplastar al movimiento.
El 3 de octubre, en protesta contra la masacre del 2 de octubre en Tlate-
lolco, los universitarios poblanos realizan dos manifestaciones de protesta
en el zócalo de la ciudad de Puebla. A partir del 5 de octubre, el gobierno
anuncia la prohibición de toda clase de manifestaciones y actos públicos en
todo el estado. Esta medida no arredra a los universitarios, quienes preten-
den realizar otra manifestación de apoyo a sus compañeros del Distrito
Federal para el 10 de octubre, pero el ejército impide tal acto, ocupando el
zócalo y bloqueando el acceso al edificio Carolino.
A pesar de tales circunstancias adversas, la sección Puebla del Consejo
Nacional de Huelga mantuvo paralizada a la institución hasta el 6 de diciembre.

111
La masacre del 2 de octubre, si bien propicia –como era de esperar– el
repliegue del movimiento democrático universitario, tanto en el ámbito
estatal como nacional, poco tiempo después logra recuperarse, adquirien-
do una gran fuerza e influencia, no sólo al interior de las universidades
sino incluso en la misma sociedad.
Esto lo observamos claramente en Puebla: antes del movimiento del
68 los universitarios, si bien ya habían establecido vínculos importantes
con los movimientos sociales –tal como sucedió en el movimiento lechero
de 1964–, lo cierto es que enfrentaban todo un cúmulo de problemas para
estrechar sus nexos con los mismos, debido principalmente a los obstáculos
que interponían las centrales oficialistas y las organizaciones sociales de
la derecha. Empero, a partir del movimiento de 1968, se crean condiciones
inmejorables para que el movimiento democrático universitario se fortalez-
ca tanto al interior de la UAP como en el conjunto de la sociedad poblana.
En ese sentido, sin temor a equivocarnos, podríamos afirmar que el
movimiento de 1968 se convirtió en un parteaguas decisivo para el desarro-
llo y profundización del movimiento de Reforma Universitaria, tanto a
nivel estatal como nacional.
¿Qué lección podemos desprender del movimiento de 1968 en Puebla?
En primer término, que no fue un simple epifenómeno surgido al calor
del movimiento que estalló en la capital del país, tal como sostiene una
visión centralista de la historia contemporánea de México. Tanto las condicio-
nes específicas del movimiento democrático universitario, así como el
contexto concreto de la sociedad poblana, propiciaron que el movimien-
to tuviera rasgos propios, peculiares, mismos de los que habría que partir
para comprender las transformaciones que se producen pocos años después,
tanto al interior del movimiento democrático universitario como en el
conjunto del Estado de Puebla. Como es del conocimiento público, en
1973 acceden a la dirección de la UAP las fuerzas que habían desempeñado
un papel fundamental en el impulso a la Reforma Universitaria, encabe-
zadas por el Partido Comunista Mexicano, siendo desplazados de la uni-
versidad no sólo los grupos afines a la derecha sino incluso los grupos
afines al gobierno estatal, entre ellos el “Grupo 64”, debido a su incapaci-
dad para deslindarse de la ofensiva contra el movimiento democrático.
Lejos de la versión que sostiene que los comunistas arribaron a la
dirección de la universidad debido a algo semejante a un “golpe de Estado”,
lo cierto es que aquéllos lograron el respeto de la comunidad universitaria
debido a que estuvieron a la altura de las circunstancias, comprendiendo que

112
una reforma académica y cultural a fondo de la UAP no era posible mientras
la institución estuviese sujeta a los designios de la derecha y del gobierno.
Tuvieron, asimismo, el mérito de comprender que una auténtica Refor-
ma Universitaria implicaba el estrechar las relaciones de la universidad
con los movimientos populares. Esto lo planteó claramente el ingeniero
Luis Rivera Terrazas en su discurso de toma de protesta como rector de la
UAP para el periodo 1975-1978, donde exhortó a la comunidad universi-
taria a poner en marcha un Proyecto encaminado a pugnar por una Univer-
sidad Democrática, Crítica y Popular, como alternativa a la política del
régimen en el campo de la educación superior. Dicho proyecto –pese a sus
limitaciones, errores, e incluso desviaciones– coadyuvó de manera decisiva
a la transformación académica, cultural y administrativa de la institución.
Aparte del impacto que ejerció en la UAP, el movimiento democrático
universitario contribuyó de manera fundamental a la transformación del
conjunto de la sociedad poblana. Si bien es verdad que desde el estallido
del movimiento de Reforma en 1961 los universitarios habían estado luchan-
do por la ampliación de las libertades políticas en la entidad, lo cierto es
que la coyuntura del 68 les permitió dar un gran paso al respecto, debido
principalmente a que contaron de ahí en adelante con la cobertura nacional
de los procesos democratizadores que surgieron en la mayoría de las
universidades públicas del país.
Cierto: la derecha poblana –y sus aliados al interior del gobierno estatal–
no cejaron en su empeño de aplastar al movimiento de reforma, tal como
sucedió en 1973, cuando el gobernador Gonzalo Bautista O’ Farril puso en
marcha una nueva cruzada anticomunista que condujo al asesinato de los
líderes universitarios Enrique Cabrera Barroso y Javier Arriaga Navarro,
y de cinco estudiantes, el primero de mayo del año de referencia. Empe-
ro, no menos verdad es que la solidaridad de las fuerzas democráticas
universitarias de todo el país hacia la UAP impidió que prosperara la ofen-
siva mencionada, permitiéndole al movimiento democrático derrotar la
intentona de O’Farril, llegando al extremo de provocar la caída de éste.
Esos avances fueron un resultado, insistimos, del movimiento de 1968.

113
114
¿POR QUÉ REMEMORAR EL 68?

Gloria A. Tirado Villegas

Podría mencionar infinidad de anécdotas de activistas ocurridas en Puebla,


peripecias que recuerdan con gusto de su haber vivencial quienes he entre-
vistado. Por razones de espacio reduciré mis comentarios a la pregunta
que titula este artículo ¿Por qué es importante rememorar el 68? El 68
infundió en sus participantes la impresión del cambio súbito mental y aními-
co; para muchos ante la inexistente democracia la opción fue la guerrilla.
El 68 volvió a la ciudadanía, no sólo a los jóvenes sino a los padres de
familia que se involucraron a rechazar la intervención de Estados Unidos
en Vietnam, a ver los horrores del imperialismo, de un capitalismo salva-
je que arrastraba muchas víctimas –y lo sigue haciendo– que mueren de
hambre. Mostró la necesidad de la solidaridad allende fronteras naciona-
les: con los negros, con los vietnamitas, con los cubanos, con los checos,
con los hermanos latinoamericanos. El 68 hizo que se retara al poder
masivamente, y pudieran acuñarse las expresiones de la disidencia, sin
temor a ser llamada comunista. Posibilitó la igualdad de géneros en univer-
sidades como la nuestra, que eran especialmente de ambiente masculiniza-
do. Por el 68 se modernizó el contenido de las materias en las instituciones de
educación superior.
El 68 fue un prisma cultural y modificó la forma de ver la vida, concien-
tizó a los jóvenes sobre la pobreza, la injusticia, la intolerancia y la inexis-
tencia de derechos humanos. Desnudó el sistema político autoritario,
anquilosado y lleno de barbarie. Desnudó, también, lo anquilosado en las
instituciones de educación superior. En todo caso, el movimiento estu-
diantil se volvió la conciencia del pueblo.
El movimiento estudiantil de 1968 o los movimientos estudiantiles de
1968 ocurrieron como en cascada y casi al mismo tiempo en varios países.
El peligro de generalizar desde el marco internacional nos lleva siempre a
querer pensar que las causas fueron exactamente las mismas, por ello convie-

115
ne extender la mirada para comprender lo ocurrido en cada país, estado,
lugar. El error común es simplificar y pensar que el movimiento estudian-
til en México inició con la gresca del 22 de julio, o que el movimiento de
1968 se reduce a lo ocurrido el 2 de octubre. Digamos que hay un contex-
to social que se comparte en el país: la política autoritaria seguida desde
el presidente Miguel Alemán, o la “del garrote y el caramelo”, como se le
llamó a la implementada por Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López
Mateos y su recrudecimiento con el gobernante Gustavo Díaz Ordaz.
Hay un contexto internacional que se vivió con la Guerra Fría. Las
revoluciones socialistas, la China y especialmente la Revolución Cuba-
na, mostraron a los jóvenes otro camino distinto al del capitalismo. El
rechazo en el mundo a la intervención de Estados Unidos en Vietnam.
En esos años la URSS era una potencia económica y la información que
llegaba al país oscurecía los saldos vulnerables del socialismo real. Los
jóvenes especialmente se entusiasmaron con la transformación social;
tanto preocupó al gobierno que vigilaba a quienes consideraba simpatiza-
ban con la Revolución Cubana, seguía y daba información exacta de
quiénes y cuándo salían a Cuba, de ello podemos cerciorarnos en la infor-
mación que la Dirección Federal de Seguridad proporcionaba.
Una serie de elementos se fueron sumando y vale la pena hacer un breve
recuento: los presos políticos del movimiento ferrocarrilero, Vallejo y
Campa, privados de la libertad desde 1959, no salieron libres sino hasta
once años y cuatro meses después de su encarcelamiento. Simpatizantes
vallejistas en diferentes lugares del país fueron encarcelados, a éstos se agre-
garon los presos David Alfaro Siqueiros y Filomeno Mata, encarcelados
en el sexenio de López Mateos, el 23 de mayo de 1962 murió acribillado a
tiros el líder campesino Rubén Jaramillo, asesinado en Xochicalco, estado
de Morelos, junto con su esposa Epifania García Zúñiga y sus tres hijos
Ricardo, Enrique y Filemón. Durante los primeros meses del gobierno de
Díaz Ordaz, en 1964, fue reprimido el movimiento de los médicos. En 1967
aprehenden a Elí de Gortari y a Talamantes, de la Universidad Nicolaíta.
En la Universidad Autónoma de Puebla se venían dando enfrentamientos
entre dos fuerzas representativas: los liberales y los conservadores (FUAS);
el momento cumbre fue el movimiento de Reforma Universitaria de 1961.
En 1964 se dio un movimiento contra el gobernador Antonio Nava Castillo
que terminó deponiéndolo; en 1967 suceden varios enfrentamientos inter-
nos por llegar a la rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla, enfren-
tamientos que dejaron serias resacas entre los integrantes de los grupos.
Esta lucha ideológica entre liberales y conservadores continuó.

116
En la Universidad Autónoma de Puebla los jóvenes se organizaban
desde 1963, cuando se fundó la Confederación Nacional de Estudiantes
Democráticos (CNED), una opción que desarrollaba varias actividades y
aglutinaba a estudiantes, distinta al Directorio Estudiantil Poblano. La
CNED surgió en 1963 a partir de los movimientos en provincia, principal-
mente en Morelia y en las normales rurales. “En la formación de la CNED
confluyeron estudiantes sin partido, militantes de la Juventud Comunis-
ta (JC) y de la Liga Comunista Espartaco”, afirma Raúl Jardón.1
En Puebla había logrado reunir a varios integrantes. Uno de sus repre-
sentantes era Alfredo Romero Palma, estudiante de Economía. La CNED
contaba con miembros de la JC, bastante activos y comprometidos con
las actividades que se proponían, prueba de esto fue que en febrero de 1968
asistieron a la Marcha por la Libertad exigiendo la libertad de Elí de Gortari
y Rafael Talamantes, presos políticos de la Universidad Nicolaíta de
Michoacán.
Todo lo dicho me permite enfatizar que el 68 no fue un movimiento
que surgió el 22 de julio por el enfrentamiento entre dos pandillas de
estudiantes, de la Vocacional y los de la preparatoria Isaac Ochoterena,
sino por una serie de malestares que debían manifestarse. Los hechos del
22 de julio, con la salvaje intervención de los granaderos, quitaron la válvu-
la de escape, que al menos en Puebla no terminan con el levantamiento
de la huelga nacional el 6 de diciembre de 1968, sino prosigue con mayor
intensidad en los años setenta. Los enfrentamientos se recrudecen, con el
gobierno y con la intervención de la derecha, a tal grado que ocurren los
asesinatos de Joel Arriaga Navarro y Enrique Cabrera Barroso en 1972.
Por si no bastara se dieron los hechos ocurridos el 1 de mayo de 1973, con
un saldo de cinco muertos, entre ellos Alfonso Calderón Moreno, y varios
que sufrieron convulsiones por los gases lacrimógenos. Alfonso Calderón
Moreno cayó muerto en el portón del edificio Carolino.

RETOMANDO LOS HILOS DEL MOVIMIENTO

Para no perdernos en la información intentaré seguir la cronología de


hechos, que aparece en Vientos de la democracia,2 sobre todo para entender

1
Jardón, Raúl (1998). 1968. El fuego de la esperanza, Siglo XXI editores, México, p.17.
2
Tirado Villegas, Gloria A. (2001). Vientos de la democracia, Puebla, 1968. Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, Dirección Editorial, 355 páginas.

117
algunos episodios de ese 1968 ocurridos en la Universidad Autónoma de
Puebla y para no abusar como suele ocurrir de la crónica nacional, en la
que se ha abundado suficientemente.
Siguiendo las actas del Consejo Universitario conocemos que su primera
sesión en 1968 fue el 11 de enero, se nombró una comisión encargada de
reestructurar la escuela de Físico Matemáticas, conformada por los inge-
nieros Héctor Gómez Calzada, Luis Rivera Terrazas y Octavio Sánchez
Jiménez. Por una petición de los estudiantes de Idiomas se acordó que
continuaran las clases en esta escuela, según el plan de estudios aprobado
en la época del rector Manuel Lara y Parra. El licenciado Nicandro Juárez
Torres solicitó la creación de dos nuevos grupos en la Preparatoria Nocturna
Lic. Benito Juárez, y en caso de ser insuficientes se abriría un tercer grupo,
esta petición se aprobó.
Catorce escuelas universitarias iniciaban clases con los mejores augurios
de trabajo, según afirmaba el licenciado Amado Camarillo; aproxima-
damente 11 000 alumnos ingresaban a los planteles universitarios.
De las siguientes sesiones, realizadas el 12 de febrero, el 1 de abril, el
23 de abril y 28 de junio, sobresale esta última: sesión extraordinaria en la
que se abordó como único punto la discusión y aprobación, en su caso, de
reformas a la Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Puebla:
Cuando se procedió a la votación el consejero alumno Sergio Pérez Vallado-
lid se levantó y molesto expresó que los consejeros alumnos se negaban a
votar. La sesión terminó para reanudarse en próxima fecha.
La reforma tenía como fondo que en lo sucesivo la figura de rector, como
única autoridad, sería sustituida por una Junta Administrativa o Junta de
Gobierno. La redacción del anteproyecto de modificación quedó a cargo
de la comisión integrada por el contador público Rafael Moreno Valle, el
licenciado Amado Camarillo Sánchez y los estudiantes Federico López
Huerta y Sergio Pérez Valladolid. Hasta entonces los estudiantes no tenían
representación alguna y la figura de la Junta parecía ser más democrática
en cuanto a representación estudiantil.
En ese contexto había divergencias entre los grupos estudiantiles y
cuando en el mes de julio debían realizarse las elecciones para renovar el
Directorio Estudiantil Poblano ya no se llevaron a efecto: uno de los grupos
fue baleado por el otro comandado por los santillana. La balacera dio
inicio desde la azotea del edificio de la 5 Oriente 211. Se afirmó que los
santillana dispararon hacia un grupo de jóvenes que caminaba sobre la 5
oriente y resultó muerto el estudiante Marco Aurelio Aparicio como
consecuencia de un balazo, al parecer calibre 22. Hubo más de quince

118
heridos. La Defensa Social, a cargo del licenciado Armando Romero
Marroquín, dictó órdenes de aprehensión a diez personas del grupo de los
santillana. Las averiguaciones continuaron y llegaron a aprehender a 61
estudiantes.
La información publicada en La Opinión afirmó que estos hechos se
debían a la disputa interna por el liderazgo del Directorio Estudiantil
Poblano (DEP), por ello muchos maestros y estudiantes se sumaron a la
idea de que el DEP desapareciera. La Junta Administrativa de la Universi-
dad discutió este penoso asunto y declaró como obligación de los alumnos
sujetarse a la disciplina de la Universidad, y citó a una sesión extraordi-
naria del Consejo Universitario.
La cuestión no paró ahí, un sector de estudiantes aprovechó para acu-
sar al grupo extrauniversitario de la CNED . Gabriel Aceves Romero,
presidente de la sociedad de alumnos de la Preparatoria Diurna Benito
Juárez, acusó a “personas plenamente identificadas como miembros de
la CNED”, según declaró a El Sol de Puebla, entre ellos a Joel Arriaga,
Miguel Ángel Burgos, Jorge Fernández “El Zarco”, Manuel Fernández
“El Kilo”, Raúl Méndez Morales “La Salerosa”, Víctor Manuel Pintos
Pérez, Román Salazar “El chanatón” y algunos otros.
Entre los 61 detenidos (acusados de ataques generales a las vías de
comunicación, lesiones, ataques peligrosos, daños en propiedad ajena y
homicidio tumultuario, portación de armas) había de los dos grupos. Los
días 16 y 17 de julio fueron liberados Jaime Saldaña y Jorge Fernández
“El Zarco”, este último señalado por los contrarios como uno de los princi-
pales responsables de los disturbios.
En el Consejo Universitario se nombró a la Comisión de Honor y Justicia
para levantar los informes precisos y castigar a los responsables. Mientras
tanto se llevaron a cabo las elecciones del Directorio Estudiantil Poblano,
al menos en la escuela de Derecho y Ciencias Sociales; los resultados se
dieron a conocer el 22 de julio. Siguieron las demás escuelas. Al parecer
pudieron ponerse de acuerdo y elegir la nueva mesa directiva del DEP,
cuyo presidente fue René Meza Cabrera, vicepresidente Wilebaldo Montiel,
secretario Cuauhtémoc Herrera y tesorero Andrés Cosme Meneses.
En estos problemas estaban cuando ocurrió lo del 22 de julio en la ciudad
de México. Las autoridades de las escuelas preparatorias se reunieron el
30 de julio para ver cómo debían atenderse “los problemas de la juven-
tud”. El profesor Enrique Martínez Márquez, director del Centro Escolar
Niños Héroes de Chapultepec, con los directores de los colegios Benavente,

119
Humboldt, Oriente y el Americano, abordarían el asunto del enfrentamien-
to del 11 de julio y lo ocurrido en la ciudad de México.

LA COYUNTURA POLÍTICA LOCAL

No bien iniciaba el conflicto estudiantil cuando en Puebla se respiraba un


ambiente político con cierta efervescencia: se aproximaban elecciones
por la alcaldía, la gubernatura y las diputaciones. Se exigía apoyo y unidad
al interior del partido oficial. Por este motivo los primeros días de agosto
Alfonso Martínez Domínguez, presidente nacional del Comité Ejecuti-
vo del PRI, estuvo en Puebla; su misión sería unificar a los priistas y lograr
un sólo candidato. Al final de la reunión se conoció al candidato de unidad
para la gubernatura: Rafael Moreno Valle. El 4 de agosto se publicó un
manifiesto de apoyo al licenciado Gustavo Díaz Ordaz. El 8 de agosto
Moreno Valle renunció como Secretario de Salubridad y Asistencia Públi-
ca; en los siguientes días se realizaban concentraciones de campesinos y
organizaciones populares en torno al candidato.
En ese ambiente se pretendía avanzar en Puebla, después de haberse
depuesto en 1964 al general Antonio Nava Castillo como gobernador.
Los siguientes años habían sido difíciles dentro del PRI, la división se
mantenía y muchos pedían mano dura a los universitarios. Gustavo Díaz
Ordaz, quien se formó en la Universidad de Puebla (autónoma desde
1956) tenía una base de apoyo muy fuerte en la ciudad donde se formó
académica y políticamente. Extendió sus relaciones especialmente con la
escuela de Derecho y como muestra de ello en enero de 1968 regaló un
autobús a un grupo de estudiantes. Era lógico que los candidatos busca-
ran apoyo en los universitarios, pero el ambiente no permitía lograrlo
fácilmente. En charlas de pasillo y extra aulas se generaba una visión
crítica de lo que ocurría en el mundo y en el país.
Considérese que en Puebla, además, se atravesaba la crisis de la industria
textil; había paros y despidos, las fábricas cerraban, y siendo esta indus-
tria la principal en Puebla y en el estado repercutió en la situación económi-
ca de un gran sector de la población. El movimiento obrero, ya dividido
por viejas rencillas, se vio fracturado por estos despidos masivos que ni la
CTM, la CROM, ni FROC pudieron resolver. Los obreros, los ferrocarrile-
ros, los ambulantes, se dirigían a pedir apoyo a los estudiantes. La cifra de
desempleados llegó al orden de 20 000 trabajadores.

120
El 4 de septiembre se realizó en la ciudad el primer mitin de solidari-
dad en el zócalo; fue pacífico, no hubo roces con la policía ahí y desde lo
alto de un balcón del restaurante Granada, convertido en tribuna, hablaron
representantes de varias escuelas y una profesora a nombre de los padres
de familia. Aun y cuando no ocurrió desorden alguno el mitin fue califi-
cado de violento por los discursos pronunciados. Eran pocos los manifestan-
tes, un participante calcula que más o menos cincuenta estudiantes, había
más pancartas que manifestantes, pero en la segunda ya hubo cientos y
en la tercera miles.
La Junta Administrativa desaprobó los actos realizados por los alum-
nos en apoyo al movimiento estudiantil. De una nota periodística retomo
lo siguiente: “los cuatro miembros de ese organismo han pedido a los
líderes del movimiento local que retiren los cartelones con los que han
ensuciado las paredes del edificio Carolino y que se abstengan de usar
magnavoces para pronunciar discursos desde los balcones”.
El gobierno estatal, por su parte, procedió a citar a una manifestación
en apoyo al Presidente de la República. La concentración fue en el zócalo
y a las 7 de la noche los comercios cerraron para que los empleados asis-
tieran. Fue gigantesca, atestiguan los periodistas. El 11 de septiembre
salieron en otra manifestación los estudiantes, esta vez eran cientos, acom-
pañados con mantas y pancartas. Para entonces el movimiento estudian-
til atraía la solidaridad del pueblo. Los jóvenes, independientemente del
género, se subían a los camiones a hablar, a denunciar lo ocurrido, míti-
nes, aquí y allá, con perifoneo, elaboración de carteles, volantes. La crea-
tividad de los activistas animaba la vida estudiantil, cuyos comités de
huelga se posicionaron de los recintos universitarios.
La estrecha relación con los estudiantes de la ciudad de México, del
Politécnico, la UNAM, Chapingo, y con los intelectuales que se adhirieron
al movimiento, volcó ideas en cierta sintonía. Conocer a figuras como
José Revueltas, que desde el inicio se dedicó en cuerpo y alma al movimien-
to en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, los puso en un aprendiza-
je cultural que en los recintos de la UAP no hubiera sido posible, donde se
cuestionaba que se enseñara marxismo. Mucho tuvieron que ver los inte-
lectuales con sus libros filosóficos, sociológicos, con novelas, que tuvieron
una gran repercusión en la cruzada cultural. Todo absolutamente los llevó
a una resistencia activa, ante la actitud intolerante y cerrada del gobierno.

121
Como dice Carlos Monsiváis,

1968 no sólo es la densidad homicida de Tlatelolco. Es también la primera resisten-


cia masiva a las insensatez policial y gubernamental que la capital conoce en
varias décadas, la vivencia multitudinaria de expresiones como “emoción popu-
lar”, “resistencia civil” o “aparato represivo”, la sucesión de actos e imágenes
que definen un momento histórico.3

Los jóvenes se atrevían a retar el statu quo, ¿debemos preguntarnos cómo


impactó a toda esta generación de estudiantes? Independientemente de
su grado de participación, si militantes, si activistas o despistados, toda la
generación fue marcada: la persecución, la búsqueda de familiares, la desa-
parición de jóvenes, la desinformación, los rumores y lo ocurrido en septiem-
bre y el 2 de octubre fue parte de esta nueva cultura política. Se perdió el
miedo, no importaba lo que sobreviniera, estar en contra de un sistema
opresor, corrupto.
El movimiento estudiantil no pretendía la democracia en México, lo
han repetido una y otra vez los integrantes del Consejo Nacional de Huelga
(CNH). No, de acuerdo, pero fueron las voces de todos, la actitud, las
experiencias de muchos, lo que generó esa lucha por la democratización
del país, que no alcanzamos a ver si existe realmente. Muchos lemas
pintados en las mantas, como “Prohibido prohibir”, muestran un hartaz-
go contra todo tipo de autoritarismo.
Como sabemos, en los siguientes días el movimiento estudiantil fue en
ascenso y, en consecuencia, la represión. El 27 de agosto salieron manifes-
taciones de diferentes puntos de la ciudad y se concentraron en el zócalo
de la ciudad de México; decidieron quedarse y esperar hubiera un diálo-
go, pero éste no se dio: en la madrugada salieron tanques y ejército bien
armado del Palacio Presidencial. Fue terrible la campaña en contra del
movimiento que El Sol de México y el Sol de Puebla hicieron a través de la
campaña de desagravio a la bandera.
Los hechos ocurridos el 14 de septiembre en San Miguel Canoa fueron
el colmo de la manipulación de la Iglesia en la gente del pueblo: unos
excursionistas de la UAP no pudiendo llegar a La Malinche debido al mal
tiempo, decidieron pernoctar en Canoa. Pidieron ayuda en la iglesia
del pueblo y como no les dieron permiso buscaron algún lugar donde

3
Carlos Monsiváis. “De la importancia probada y muy posible del 68”, en La Jornada
semanal, Suplemento cultural 187, 4 de octubre de 1998, p. 2.

122
dormir; una persona accedió. Por la noche una turba llegó armada con
palos y machetes, tiraron la puerta, mataron a cuatro personas y otras dos
quedaron heridas.
La asistencia a la marcha del silencio el 13 de septiembre fue multitu-
dinaria. Muchos poblanos fueron a la ciudad de México y gozan al recor-
dar que la manta que portaban decía “Díaz Ordaz, tu tierra te repudia”; a
su paso la gente les aplaudía, les echaban confeti. El 18 de septiembre,
cuando el ejército ocupó Ciudad Universitaria y el rector Javier Barrios
Serra protestó por la ocupación y la violación a la autonomía universita-
ria, en Puebla las autoridades deciden manifestarse en contra.
Pese a todo, los jóvenes no se amedrentaron, aunque ya había varios
desparecidos; por el contrario, el coraje aumentó. La Unión Nacional de
Mujeres convocó, con otras organizaciones, a una manifestación de mujeres
el 19 de septiembre; ésta fue multitudinaria. Madres, hermanas, novias,
estudiantes se manifestaron ya con una lista de desaparecidos. No hubo
barreras generacionales ni de género, poco a poco la represión guber-
namental mostró el único camino: “la unión hace la fuerza”. La persecu-
ción, la paranoia, el espionaje, la desinformación trataron de vulnerar el
movimiento estudiantil. Lo ocurrido el 2 de octubre mostró las operacio-
nes paramilitares que estaban organizadas desde la Dirección Federal de
Seguridad, de la Secretaría de Gobernación. Hubo muchos muertos, aun
y cuando se han identificado a más de doscientos cincuenta, los vecinos
de Tlatelolco han dicho que vieron muchísimos más. No importa que sólo
20 nombres aparezcan en la Estela de Tlatelolco, porque como dice Raúl
Álvarez Garín quisieron apegarse sólo a los que identificaron con nombre
y apellido. A Joel Arriaga Navarro lo aprehendieron dos días después en
Puebla. Había muchos poblanos ese día en la Plaza de las Tres Culturas,
incluido Enrique Cabrera, pero lo soltaron pronto. Lo ocurrido ese 2 de
octubre fue la punta que desenredó la madeja de represión y guerra sucia.
Podría resumir que el movimiento estudiantil en Puebla no parte de
1968, llega a este año y se solidariza, pero tiene profundas raíces en el
conocido movimiento de Reforma Universitaria que detona en 1961. En
el movimiento de 1968 se fortalecen grupos democráticos y en los años
setenta es la izquierda el grupo en ascenso y dominante dentro de la Universi-
dad Autónoma de Puebla. 1968 fue el despertar de muchos jóvenes que
adquirieron una conciencia social que les permite hablar por los demás,
defender a las capas sociales desposeídas y enfrentar en cada momento un
sistema político anquilosado, corrupto y autoritario. Ese romanticismo

123
propio de la juventud apoyó vigorosamente la creación de más escuelas, en
la UAP nació una preparatoria nueva, llamada después Emiliano Zapata.
Este año se conmemora el cuarenta aniversario del 68. Por fortuna
estamos y estaremos señalando las leyendas que la historia oficial quiso
distorsionar en los periódicos de la época: las declaraciones del presidente
Díaz Ordaz; los embates de la derecha; los excesos de la represión; la viola-
ción de garantías individuales; la desaparición de jóvenes. Y en Puebla
los asesinatos de Joel Arriaga, de Enrique Cabrera, de Alfonso Calderón
Moreno, ninguno se ha esclarecido hasta ahora.

124
1968 EN LA MEMORIA

Teresa Bonilla Fernández

En 1968 a muchos jóvenes mexicanos nos asfixiaban los estrechos


márgenes de las instituciones, el Estado presidencial tenía el mando único
de los industriales y terratenientes del país, quienes se habían beneficiado de
la revolución y del modelo económico keynesiano impulsado en el ámbi-
to internacional de la posguerra, materializado en nuestro país como de
“sustitución de importaciones”, que para ese año ya se encontraba agotado,
aunque todavía en el marco de la soberanía nacional. Las clases medias
contaban con solvencias escasas y fuera de los dirigentes corporativos de
los obreros y los campesinos, sobre todo, estos últimos, en su mayoría
estaban condenados a vivir siempre con lo menos, mal pagados, mal
alimentados, mal vestidos, discriminados, maltratados y mal informados.
Desde el triunfo de la Revolución Mexicana hasta una década posterior a
la irrupción estudiantil dominó en el ámbito gubernamental un solo parti-
do, el PRI.
La institución familiar seguía los cánones impuestos por la Iglesia
Católica con la complicidad del poder político, el patriarcado casi absolu-
to que dejaba a la mujer y a los hijos sometidos a las decisiones del jefe de
familia; en la mayoría de los casos la comunicación entre padres y el
resto de su estirpe era mínima o no existía; la escuela, con las excepciones
que marcaron el cambio, era una mezcla de los intereses del conjunto del
poder, que en el caso de Puebla, sus miembros se enriquecían sin esfuer-
zo y sin compromiso con el desarrollo económico del estado, la mayor
parte de ellos era del grupo Jenkins, fundado varias décadas atrás por el
estadounidense William Oscar Jenkins y su brazo militar, Maximino Ávila
Camacho. Esta agrupación influyó decididamente en la imposición de
los presidentes priistas desde Manuel Ávila Camacho hasta Gustavo Díaz
Ordaz, uno de sus más destacados y leales representantes (Bonilla, 2004).

125
No obstante que en años anteriores habían emergido los movimientos
ferrocarrilero, médico, magisterial, campesino, popular y estudiantil en
diferentes momentos y estados del país, las movilizaciones de 1968 y los
posteriores cambiaron el clima político que resultaría en lo que hoy esta-
mos viviendo.
El 26 de julio de ese año, cuando irrumpió el movimiento estudiantil, un
gran segmento de los profesionales de la educación se movía, en parte igno-
rante de nuevos avances científicos y, en parte, cómplice de las normas impues-
tas, ocultaba o ignoraba los conocimientos necesarios para la comprensión
de la situación prevaleciente y el asentamiento de las bases para superar-
lo. Tal opresión de arriba hacia abajo se hacía cada vez más intolerable,
nos ataba, nos impedía cumplir nuestros sueños, encontrarnos con la feli-
cidad, principalmente a las mujeres, quienes históricamente no teníamos
lugar en el poder económico y político, ni siquiera en el familiar y, por
ende, en el personal.
El movimiento estudiantil de 1968 del Distrito Federal fue un respiro
que cuando surgió fue brutalmente reprimido, sin embargo, en lugar de
sofocarse se extendió al resto del país abarcando a los estudiantes de provin-
cia y a buena parte de las generaciones adultas, la solidaridad al Consejo
Nacional de Huelga fue generando un ambiente, además de solidario,
temerario, rebelde, irreverente, insolente, y con ello, se dio la lucha por el
rescate de la dignidad; se engendraron los cambios positivos y sus contra-
partes, estos últimos posteriormente unificados para la recuperación de
las derechas.
Para muchos de nosotros, a partir de los acontecimientos del 68, nuestro
quehacer cotidiano como estudiantes (también profesores y autoridades
como los rectores Sergio Flores y Luis Rivera Terrazas) incluyó la lucha
por la libertad, era una constante la búsqueda de justicia, la defensa de
la educación pública, gratuita y de calidad científica en la configuración
del pensamiento crítico y del compromiso social.
Los universitarios poblanos hicimos propios el programa del Consejo
Nacional de Huelga (Quiroz, 2006: 182); la lucha por la libertad de los
presos políticos (del y anteriores al movimiento estudiantil) y la masificación
de la enseñanza universitaria con sentido crítico y con compromiso social.
En la Universidad Autónoma de Puebla se transformaría la estructura
académica que abría paso a la democracia universitaria, vinculándose con
la realidad económica y social, solidarizándose con las causas populares
a través de novedosos programas de extensión universitaria, diseñados para
el mejoramiento material de las localidades de mayor pobreza en el estado,

126
que en poco tiempo presentaban mejoras incalculables, pero que por parte,
nuevamente, del grupo político en el poder, el 20 de diciembre de 1972
cobraría la vida del director de Extensión Universitaria, el ingeniero Enri-
que Cabrera Barroso, a quien unos días antes de su homicidio le preguntara
si contaba con elementos para su defensa en caso de agresión y tranquilamen-
te contestó “quien nada debe, nada teme”, porque estaba haciendo lo
correcto, era un hombre de bien.
Los estudiantes organizaban brigadas, miembros y no de los comités
de lucha, estaban presentes en las asambleas universitarias, en las escue-
las de educación media, en las luchas de los trabajadores ferrocarrileros,
electricistas, textiles, los choferes foráneos; en las tomas de tierra y demás
contiendas campesinas; en el movimiento de los vendedores ambulantes;
de los ciudadanos por la vivienda, contra el alza del pasaje urbano, contra
el aumento de la tarifa eléctrica (que en Puebla, tras la derrota de la Tenden-
cia Democrática y con el pretexto del alumbrado público se impuso un
aumento extraordinario de 6%, que prevalece hasta la fecha), etcétera.
La participación estudiantil en el movimiento popular rápidamente rele-
gaba el pensamiento dogmático impuesto por las instituciones del poder.
Del 68 siguieron esas luchas en todo el país, mismas que identificaban
a los estudiantes con el resto de las clases desposeídas, se formaron orga-
nizaciones para la defensa de los presos políticos entre los que se conta-
ban obreros como Campa y Vallejo; campesinos, en su mayoría indígenas
que luchaban por la tierra; pintores de la talla de Siqueiros y escritores
como José Revueltas; profesores como Joel Arriaga asesinado el 20 de
julio de 1972; guerrilleras y guerrilleros (la minoría, porque los más fueron
desaparecidos y asesinados), y estudiantes, mujeres y hombres que se
planteaban el objetivo común de cambiar la situación prevaleciente.
El coraje y la impotencia ante el autoritarismo gubernamental, las masa-
cres del 2 de octubre del 68 y del 10 de junio de 1971, los asesinatos de
dirigentes y activistas, las desapariciones forzadas, el cinismo de la mayoría
de los medios de comunicación en sus publicaciones y emisiones falaces,
motivadoras del linchamiento político, no sólo a los militantes del movimien-
to y a los revolucionarios, sino incluso a la institucionalidad universitaria,
porque para ellos todo aquel que no comulgara con sus ideas era “traidor
a la patria”, empujaron a miles de jóvenes a la lucha armada, se multiplicó
el movimiento guerrillero, al mismo tiempo que se agudizó la crueldad
para anular toda manifestación de descontento. La pérdida de vidas siguió
sin cuenta porque simplemente para el poder “no existieron”. Nuestro país
perdió una gran cantidad de valiosas vidas.

127
Las luchas rindieron frutos a corto y mediano plazo, se recuperó la
esperanza de lograr justicia e igualdad social, muchos presos políticos
recuperaron la libertad, aunque algunos de ellos para perder la vida como
en los casos de Enrique y Joel; se derogaron los artículos 145 y 145 bis; se
obtuvo la renuncia del gobernador Gonzalo Bautista O’Farril (socio del
grupo Jenkins); se incrementaron los recursos a las universidades públi-
cas ampliándose sus matrículas, y se acrecentaron las plazas y los salarios
a los universitarios; se resolvieron favorablemente algunas huelgas obreras;
se repartieron tierras a los campesinos y se estatizó el servicio de transporte
público municipal (que en pocos años se devolvería a sus antiguos propie-
tarios). Al mismo tiempo que a nivel nacional y especialmente en Puebla,
las derechas se fueron posesionando de los logros democráticos hasta
asumir el poder con el apoyo y la exigencia del Gobierno Federal, ya en el
marco de su sumisión ante de los organismos internacionales (el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros), el Gobierno de los
Estados Unidos y las grandes empresas transnacionales, hasta llegar a lo
que ahora somos, un país que ha perdido la mayor parte de la propiedad
de su riqueza natural y, sobre todo, su soberanía.
La Universidad Autónoma de Puebla fue víctima de un golpe de fuerza
asestado por el Estado en complicidad con un grupo de universitarios que
no fueron favorecidos con el voto en las elecciones de rectoría; se impuso
una nueva Ley Orgánica que eliminó el carácter democrático de la institu-
ción, se anuló el voto universal, directo y secreto, la máxima autoridad
debe ser palomeada por el gobernador en turno y las autoridades medias,
por el rector, el sindicato independiente se mantiene de nombre porque el
rector trata con dos sindicatos blancos, formados para tal efecto, la seguridad
y estabilidad en el empleo es cada vez más escasa, el salario real bajo 80%
de su capacidad adquisitiva (INEGI); el pensamiento crítico se sostiene en
la enseñanza universitaria solamente por los catedráticos que luchan contra
marea para evitar que se anule, se privilegia la educación técnica sin llegar
a cumplir los requerimientos mínimos para considerarla de punta, y la insti-
tución misma, aunque sigue siendo de carácter público, se ha vuelto un
negocio para sus autoridades, de ser casi totalmente gratuita, ha pasado a ser
de paga, los estudiantes egresados de la educación media en la misma casa
de estudios, tienen que pagar a una empresa extranjera para realizar el
examen de admisión, y no se les garantiza su entrada; los jóvenes de
escasos recursos han sido excluidos de la enseñanza superior, la baja ha
sido de más de 50% de 1990 a la fecha.

128
Y AHORA ¿QUÉ LES QUEDA A LOS JÓVENES?

¿Qué le queda a los jóvenes? como atinadamente titula su poesía Mario


Benedetti (1997: 151), cuando vivimos una nueva era de consumismo,
desempleo, de sufrimiento de las masas, de conciencias torturadas, cuando
el lenguaje neoliberal trata de borrar del léxico colectivo los términos
“ganancia”, “proletariado”, “capitalismo”, “explotación”, “clases socia-
les”, “lucha”, “injusticia”, “solidaridad”, “igualdad”, cuando los dueños
del mundo gobiernan la economía mundializada por encima de las fronteras,
cuando “Una mayoría de seres humanos ha dejado de ser necesaria para
el pequeño número que, por regir la economía, detenta el poder”, cuando
la indiferencia permite la adhesión masiva al nuevo régimen (Forrester,
2003: 11, 24, 31 y 49), y cuando el actual valor al amor “responde a las
necesidades narcisistas de los individuos para valorarse como personas
únicas” (Lipovetsky, 2006: 38), competitivas.
Les queda, entre otras cosas, reencontrarse con el movimiento estudiantil
de 1968, cambiar de paradigma, tener la esperanza de lograr las utopías,
como sin saberlo, la tuvimos los jóvenes de hace cuarenta años; acabar
con el horror que significa el sistema en el que vivimos, ayudarse entre sí
y entre nosotros para volver la hoja del mundo que nos ha dejado la globali-
zación neoliberal, no obstante que los autollamados “sabios, académicos
y conocedores de nuestro mejor destino” nos traten de convencer de lo
contrario.

BIBLIOGRAFÍA

BENEDETTI, MARIO (1998). La vida ese paréntesis. Poemas, Colombia, Seix


Baarral, abril.
BONILLA FERNÁNDEZ, MARÍA TERESA (2004). El secuestro del poder. El caso de
William O. Jenkins, Puebla, BUAP.
FORRESTER, VIVIANE (2003). El horror económico, México, FCE, (primera
edición en francés, (1996), segunda reimpresión en español.
LIPOVETSKY, GILLES (2008). La sociedad de la decepción. Entrevista con Bertrand
Richard, Barcelona, Anagrama, (primera edición, París, 2006).
QUIROZ PALACIOS, ABRAHAM (2006). Las luchas políticas en Puebla 1961-198,
Puebla, BUAP.

129
130
1968. LAS HERENCIAS

“El tiempo corre de la misma manera


para todos los seres humanos,
pero cada ser humano flota
de distinta manera en el tiempo”
Yasunari Kawabata. Lo Bello y lo Triste

Ana María Dolores Huerta Jaramillo

1968 es, para los mexicanos, el emblema de un conjunto de significados que


se articulan en torno a una fecha trágica: 2 de octubre. Una fecha mítica,
evocación de una época que invita a buscar en la memoria de cada uno
los acontecimientos extraviados en los tiempos personales, compartidos
y reestructurados una y otra vez cada que el ritual nos remueve los recuer-
dos. Por eso no hubo, no hay un 68. Existieron muchos, y se crean nuevas
versiones y reflexiones, sobre todo mientras vivamos los contemporá-
neos de esas fechas. Acostumbrados a rememorar la crueldad y la violen-
cia de los acontecimientos en Tlatelolco nos hemos negado la mirada a
otros rumbos posibles, a escuchar otras historias. Si pudiéramos tejer con
esas vivencias diferentes una historia enriquecida, el acontecimiento de la
Plaza de las tres culturas tendría sentido más pleno, más allá de los lamen-
tos trágicos, de la indignación. A través de una visión cada vez más lejana
en los tiempos pero más cercana al sentimiento, podemos encontrar las
claves que muchos hemos buscado sin hallar. Soy heredera del 68, pero me
niego a ser únicamente memoria de la tragedia o de la derrota, quiero ser
principalmente testigo y mensajera de la creatividad, de la alegría de ser, del
desenfado y del espíritu generoso de una juventud que hoy atraviesa o se
acerca a los 60 pero de su edad cronológica.
En 1968 no pasaban las mismas cosas en todas partes. Ni todos se entera-
ban de las mismas noticias, cada quien tenía su atención en situaciones
diferentes y, por supuesto, no todos pensábamos igual. No había fax, ni

131
teléfonos celulares, ni localizadores personales, ni fotocopias, ni Internet,
ni I pods. Ese año se estrenaba “2001: Odisea en el espacio” dirigida por
Stanley Kubrick y escrita por Arthur C. Clarke, profetas del cine y la
literatura. Para las jóvenes que asistíamos a colegios particulares, de monjas
y además poblanos, que vestíamos uniforme azul marino con dobladillo
reglamentario debajo de la rodilla, en 1968 si algo revolucionario descu-
brimos fue a The Beatles, los zapatos de plataforma con mucho tacón, la
música de The Animals y la canción de “Young girl” románticamente
interpretada por The Unión Gap. Aquel año mis amigas y yo estuvimos
muy tristes al enterarnos de que los integrantes de The Mamas and the
Papas se separaban, y nos conformábamos escuchando en medio de
suspiros al grupo californiano de folk-pop interpretando “California
dreamin”. Nuestras atrevidas escapadas del colegio no llegaban más allá de
la barra de Woolworth a saborear papas a la francesa con salsa catsup, o al
también céntrico café Rococo a revisar a medio mundo en medio de una
taza de café y un pastel de moka. Eran los momentos en que estábamos
por decidir si después de la secundaria continuaríamos la escuela prepara-
toria con planes de ingresar a la universidad o cursar una carrera secretarial
que tan de moda estaba. Muchas de mis compañeras soñaban con portar
el uniforme rojo y blanco con falda zancona y tableada de cuadritos de la
entonces en boga Academia Comercial Inglesa. Pero cualquiera de las dos opcio-
nes, de acuerdo con la voluntad e inclinación de nuestros padres, tendría
que ser en instituciones exclusivamente para el sexo femenino, aunque
ya se anunciaban grandes cambios en esto. Las “madres” o monjas que nos
cuidaban, ya para entonces usaban escandalosas medias transparentes de
nylon y acortaban sorpresiva y ‘peligrosamente’ sus faldas combinadas
con blusas de colores tradicionalmente inusuales como el rosa, el amarillo
o el azul. No sólo se soltaron la greña, sino hasta se la cortaron. Parecía
que aprovechaban la distracción producida por la celebración de los juegos
olímpicos, indudablemente el mundo estaba cambiando.
Las mujeres y nuestras circunstancias fuimos lanzadas por derroteros
nunca imaginados. Con el tiempo nos enteramos de que en un lugar ances-
tralmente llamado Tlatelolco se había masacrado a la población indefen-
sa a manos del ejército y de la policía. No recuerdo cuando me enteré, pero
fue por los escritos de Elena Poniatowska, por las manifestaciones que
anualmente se organizaban en la universidad, por la memoria compartida
de mis compañeros estudiantes. Pero fue también por los carteles, por las
canciones de protesta, por las pintas chorreadas en las paredes de mi ciudad.
En la fatídica epopeya a mí no se me murió ni un hermano, ni un tío,

132
ningún pariente, pero el lazo de consanguinidad se establecía porque a
quienes habían aplastado los puños poderosos eran estudiantes. El simple
hecho de pensar en la masacre de estudiantes universitarios nos sumergía en
un vínculo de identidad. Nos reconocíamos en ellos. La justicia, la solidari-
dad, el respeto, la tolerancia, el diálogo y la paz como demandas continuaron
vivas y alimentaron transformaciones en los centros de educación superior.
Cuando ingresé a la Universidad Autónoma de Puebla, en 1971, su
historia estaba entretejida con crónicas de rebeldía. En 1964 un goberna-
dor de la entidad cayó como consecuencia de las movilizaciones de una
población enardecida por los discursos estudiantiles. Y tres años antes, en
el 61, otras multitudes fueron encendidas por el Arzobispo para linchar
estudiantes y profesores de esta Universidad. Y por supuesto el inolvida-
ble 1968 había trasminado los muros de las conciencias estudiantiles.
Fueron las historias transmitidas oralmente los ropajes místicos que nos
vistieron a quienes ingresábamos a la institución, había dejado de ser hija
del Verbo Encarnado y mi nuevo estandarte estaba coloreado con las
grandes experiencias políticas de los universitarios poblanos. Ser estu-
diante era sinónimo de rebeldía. El 10 de junio se divulgó por la radio la
noticia sobre el ataque perpetrado por un grupo de paramilitares, “los
halcones”, a una manifestación estudiantil en la ciudad de México y descu-
brimos el dolor de saberlo. Y todos lo conectaban con el 68.
Al inicio de los años setenta las ideas socialistas, tanto en las aulas
como en las charlas de pasillo, vinieron a llenar insatisfacciones teóricas.
El plan de estudios de la carrera de Historia incluía varios cursos de materia-
lismo dialéctico e histórico, otros de economía política. La mayoría buscaban
razonamientos diferentes que explicaran el origen de las cosas, de la fami-
lia, la propiedad privada y el Estado. Circulaban folletos que divulgaban
el pensamiento marxista y el modelo socialista entonces en boga y hoy
derrumbado: la Unión Soviética. Nos tocó vivir y disfrutar las herencias
del 68, asistir a los cineclubes en el salón de proyecciones del primer
patio del edificio Carolino, las manifestaciones, los comités de lucha, los
esténciles y los mimeógrafos, el papel revolución, la minifalda y los panta-
lones de mezclilla en el armario femenino. Otros legados más fueron Janis
Joplin cantando “Piece Of My Heart” con Big Brother and the Holding
Company, el primer disco de The Creedence Clearwater Revival, la fundación
de Led Zeppelin.
Desde el comité de lucha de Filosofía y Letras, al cual pertenecí, las
participantes compartíamos la inquietud de algo que se denominaba la
“liberación femenina”, que incluía entre otras demandas la “maternidad

133
voluntaria”, que se iniciaba con la necesaria información sobre el funcio-
namiento de nuestro propio cuerpo para decidir conscientemente acciones
que transformarían nuestras vidas. Los escritos de Alejandra Kolontay,
Gisele Halimi y Margaret Randall alimentaban un movimiento que se
empezaba a identificar como feminismo. Eran propuestas novedosas
que contrastaban rotundamente con la tradicional instrucción religiosa.
En los espacios de actividad académica se generaron reflexiones acerca
de nuestras relaciones con los varones, la política de las tareas domésti-
cas, las nuevas ocupaciones femeninas y sus ingresos económicos, el cuida-
do de los niños. Nos apasionaba una revolución como la veía Randall, en
la que fueran esenciales “tanto un hombre nuevo como una nueva mujer”.
Secretarias, alumnas, bibliotecarias, deportistas, profesoras, habitábamos
espacios que muchas otras mujeres de tiempo atrás habían conquistado
para nosotras.
1968 es un momento en el tránsito de las mujeres, tradicionalmente
relegadas a los espacios privados, a los espacios públicos, y uno de ellos
fue la Universidad. Esa es una de nuestras grandes herencias, además de
tantas otras como la obra de Simon de Beauvoir, Hannah Arendt, Allen
Ginsberg, Marguerite Yourcenar o el premio Nóbel de literatura de ese
año: Yasunari Kawabata.
Cuarenta años después, rememorar es volver a organizar el panorama y
ver nuestra experiencia juvenil en una cadena interminable de acontecimien-
tos culturales a lo largo y ancho del planeta, donde otros jóvenes de nuestra
edad vivían sus experiencias de California a París, de Brasil a Pekín, de
Puebla a Berlín. Al mismo tiempo muchos adultos de entonces nos
entregaban joyas de la producción científica, artística y literaria que
encontraron terreno fértil para construir nuevos sueños. Volver la vista al
68 con toda esa herencia pero con renovado espíritu de entusiasmo en la
aventura humana, podría contribuir a hacer que esos mundos posibles
soñados por tantos jóvenes de entonces detengan la pesadilla que amena-
za envolvernos a todos en estas horas decisivas de 2008.

134
RECUERDOS DEL 68… 40 AÑOS DESPUÉS

Daniel Juárez López

El edificio Carolino era el centro universitario más importante del estado


de Puebla, en éste se encontraban la mayoría de las Escuelas Profesiona-
les de la Universidad Autónoma de Puebla: Administración de Empre-
sas, Contaduría Pública, Economía, Filosofía y Letras, Ingeniería Civil,
Ingeniería Química, Ciencias Químicas, Físico-Matemáticas, Odontolo-
gía, el Departamento de Educación Física, el Departamento Escolar y
demás oficinas administrativas (sólo estaban fuera del edificio: Medicina
y Derecho).
Anterior al 68, la Universidad había sido protagonista de movimientos
sociales muy importantes: el del general Nava Castillo, la lucha por la
rectoría entre el Dr. José Garibay y el Dr. Francisco Arellano O. y la dispu-
ta por el Directorio Estudiantil Poblano entre diversos grupos estudiantiles,
básicamente entre FUAS y Carolinos (lucha que llegaría a su fin, relati-
vamente hasta el año de 1973, cuando los FUAS fundan su propia Univer-
sidad: UPAEP).
La escuela de Economía, pequeña en población, no creo que tuviera
en ese entonces más de 200 alumnos, entre los cuales destacaban profesio-
nistas de otras carreras a quienes les atrajo participar, a través de un grupo
especial cuyas clases las tomarían por las tardes-noches, recuerdo que
uno del mencionado grupo era el extinto Lic. Alfonso Vélez Pliego, quien
años después sería electo rector de nuestra máxima casa de estudios.
La comunidad estudiantil de la escuela estaba dividida en tres grupos: los
democráticos, los que podríamos llamar del centro y los incondicionales a
la dirección de la escuela, mejor conocidos como “los estrellitas”, los cuales
nunca participaron en el movimiento estudiantil y presionaron para “levan-
tar” la huelga después de los acontecimientos del 2 de octubre.
El ímpetu juvenil y la injustificada y salvaje intervención de la fuerza
pública en una Preparatoria en la ciudad de México, aunada al clima

135
“calientito”, un tanto por los conflictos anteriores, así como un incipiente
descontento por la estrechez de las condiciones de infraestructura (compe-
tencia entre los estudiantes del primer patio del Carolino por salones de
clase y la carencia de planes de estudios consolidados en algunas escue-
las) motivó una respuesta digna de la comunidad estudiantil, pues la acción
cometida por los “granaderos” no tenía justificación alguna, y tiempo
después varios la consideramos como un “pretexto” para iniciar algo en
la organización del movimiento, que primero fue estudiantil y que al paso
de los días se transformó en popular, ya que gente del pueblo apoyó en las
“volanteadas” y desde mercados públicos de la ciudad como el de la
Acocota y La Victoria aportaban ayuda “en especie” para que el
movimiento continuara, también en las marchas que se efectuaron asis-
tían contingentes de diversas organizaciones populares, destacaron los
compañeros: Joel Arriaga, Miguel Ángel Burgos, José Luis Victoria, Arturo
Villarreal, Martín Bernal y estudiantes de otras escuelas de la Universi-
dad como: Federico López Huerta, los hermanos Sánchez Daza y otros
más, se distinguieron por su liderazgo y su estrecha relación con el CNH,
formado en la capital del país luego de los ataques a las instalaciones
universitarias por parte del ejército.
La dinámica del movimiento fue en ascenso y la marcha del 13 de
agosto con la participación de más de 100 000 personas en el Distrito Federal
lo confirma. Aquí en Puebla, la efervescencia no se hizo esperar, se realiza-
ban asambleas estudiantiles de información y organización, la gente del
pueblo incrementó su simpatía por los estudiantes y colaboraba a mante-
ner el movimiento, los “mítines relámpagos” de información a la ciudadanía
tenían éxito en diferentes lugares de la ciudad, el volanteo también fue
practicado para informar y recabar fondos. Cuando se votó por la huelga
como forma de protesta contra la represión y de presión para la solución
pronta del conflicto, se establecieron diversas comisiones para mantener
el movimiento, al principio hubo mucha participación de la base estudian-
til, pero a medida que el tiempo pasaba, muchos estudiantes se retiraron
a sus casa y otros miembros de la comunidad universitaria se dedicaron al
“turismo”, es decir, a realizar “excursiones” incurriendo algunos de ellos
en acciones “imprudentes” que lejos de apoyar al movimiento estudian-
til, estimularon la campaña de “linchamiento” desatada por las “fuerzas
vivas” de la ciudad y comunidades cercanas. Otros, en alrededor de los
seis meses que duró la huelga se casaron (v. gr. Carlos Hernández Monterro-
sas), por ello nos pareció un error táctico el estallar la huelga, parecía que
el gobierno quería ganar tiempo como parte de sus estrategia, pues en

136
varios días no hubo declaraciones en los “medios” (vendidos, la mayoría,
sobretodo la hoy Televisa). Las marchas y los mítines fueron fotografiados;
fueron infiltrados agentes del gobierno en las asambleas y los provoca-
dores sabían cuando actuar (Sócrates Lemus fue uno de ellos en la ciudad
de México, que sin consultar a nadie se atrevió a izar una bandera rojinegra
en el zócalo, un buen pretexto para la represión de parte del ejército que
vigilaba las calles en el mes de septiembre), identificar a la dirigencia estu-
diantil y sus nexos le llevó tiempo, así como planear el tiempo límite al
conflicto, recuerden que los Juegos Olímpicos se acercaban (octubre) y
había que “limpiar la casa” antes de que llegaran los invitados. Se desarrolla-
ron “pláticas” con funcionarios del Gobierno dando la imagen de que se
buscaba una solución pacífica y ocultándose, tal vez, algo siniestro que acabara
de una buena vez con todo, no importando el precio político, pues todos
sabíamos que en ese entonces, un solo partido político, en la realidad,
organizaba y ganaba las elecciones en los diferentes niveles de los gobiernos
desde municipales hasta federales, ese era el PRI que controlaba la actividad
política del país, situación a la cual Mario Vargas Llosa, escritor colombiano,
bautizó como “La dictadura perfecta”. Los indicadores socio-económicos
de nuestro país no podrían tener tranquila y esperanzada a la población,
la palabra “Democracia” era y sigue siendo una «Gran mentira», por ello
creo que el movimiento alcanzó un gran crecimiento en varios estados
del país, por ejemplo: Nuevo León, Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí,
Estado de México y otros más.
Mientras tanto en Puebla, en el edificio Carolino, se establecía Radio
Universidad, la cual consistía en que los estudiantes mediante un altopar-
lante informaban a la ciudadanía de la marcha de los acontecimientos y
en los intermedios se escuchaban “corridos revolucionarios”, a López
Tarzo y un sinfín de melodías como “El Cóndor Pasa” y muchas más,
eran días de tensión, pero además, de entusiasmo estudiantil por el apoyo
a la causa. El Periódico Mural hecho con recortes de los diarios nacionales
como Excélsior y de la revista Por Qué se hacía presente en la entrada del
Carolo. El “arrastre” que el movimiento iba desarrollando en la ciudada-
nía poblana, fue preocupante, entonces, había que revertirlo y nada mejor
que «usar a los medios de comunicación» para desprestigiar a un movi-
miento que nunca fue violento y ponerle en contra a la ciudadanía. De
comunistas, flojos, revoltosos, vende patrias y otras linduras no bajaban a
los estudiantes.
Otra exitosa forma de combate fue el papel que jugó la Iglesia Católica
en sus arengas o “monólogos domingueros” y hasta en eventos deportivos

137
exaltando: “Cristianismo sí, Comunismo no”, fue tal su “éxito” que hubo
“estudiantes” que «ya querían clases», pues a ellos «los mandaban a estu-
diar no hacer borlotes». El movimiento continuó y se fortaleció en todo el
país durante los meses de agosto y septiembre. Eso preocupó a las autori-
dades y seguramente las encaminó a planear el “golpe final”… era un
Gobierno autoritario que unido a las “ambiciones” políticas de grupos
que se “frotaban” las manos ante la sucesión presidencial y de la “mano
invisible” de nuestros vecinos, buscarían «un triunfo definitivo» para la
tranquilidad de sus intereses y el “disfrute de sus Juegos” (aun en medio
de la sangre de una juventud que pedía diálogo y respeto, traducido en un
México más justo y más democrático).
Un tercer elemento que utilizó el Gobierno en su estrategia por mediati-
zar el movimiento estudiantil fue el «miedo», a través del uso de la fuerza
pública y luego con el uso del ejército en las instalaciones universitarias y
manteniéndolas en sitios estratégicos en el Distrito Federal, creo que nadie
imaginaba lo que se preparaba para el 2 de octubre, máxime que se habían
establecido las pláticas entre los representantes del Gobierno Federal y
del CNH, se decía que “iban avanzando” (recordamos los comunicados del
CNH firmados por Marcelino Perelló).
Podemos afirmar que el movimiento estudiantil en Puebla tuvo gran
apoyo popular, el cual se reflejó en las marchas que se realizaron y que
culminaron en el zócalo de la ciudad, seguramente esto llevó a establecer
una “guerra sucia” contra los estudiantes. Los diarios de la cadena G.
Valseca: El Sol de Puebla y La Voz de Puebla con la pluma de Enrique
Montero Ponce y otros “arrastrados” desarrollaron una labor de despresti-
gio contra el mencionado movimiento, que aunque tuvo el rechazo estu-
diantil, la ciudadanía en buena parte la siguió (hoy Montero entra y sale
del Carolino como en su casa y hasta un homenaje le ofreció un oscuro
rector años después, sin olvidar la concesión de una radiodifusora, segura-
mente por su labor “patriótica”, los “incultos” se apoderaron de los medios
desde entonces... ¡Bendita ignorancia, que todavía padecemos!).
Los que atacaban a los estudiantes no sabían ni que era “Comunis-
mo”, pero utilizaban el término como el comer y para “asustar” a la
población, si en ese tiempo hubiese estado de “moda” el término: “Terro-
rismo”, se nos hubiera aplicado, ¡seguro... el chiste era fregarnos!
El arzobispo Octaviano Márquez y Torís desarrolló con éxito también
su labor de desacreditación junto con los miembros de la Curia Poblana;
posterior al 68, su sucesor es invitado de honor a los informes del C.
Rector (¡bendito Dios!).

138
El 2 de octubre en Tlaltelolco fue un inesperado golpe para los estudian-
tes poblanos que esperábamos una solución digna al conflicto, pensába-
mos que el diálogo con las más altas autoridades del país era posible y que
varios objetivos se lograrían después de tantos sinsabores, desvelos y
corretizas (recuerdo lo ridículos que se veían los “granaderos” correteándo-
nos por el zócalo, gordos y pesados nunca nos alcanzaron, quizá sean los
mismos o sus descendientes los que hoy día “vigilan” el Centro Histórico,
deberían darles un libro para que aprendan a leer y no den ese pésimo espec-
táculo de “momias represivas”), y de las horas de clase perdidas, debo
hacer notar que nunca se pidió la caída del Presidente ni mucho menos, en
otras contribuciones de este libro se puede consultar “el pliego petitorio”
que presentaron los estudiantes a través del CNH. Al saber de la «Matanza»
la tarde-noche del 2 de octubre, pensamos que la traición se había consumado
y que se privilegió al autoritarismo en lugar del diálogo. Muchos dirigentes
del CNH fueron atrapados sorpresivamente en el templete del edificio
Chihuahua, de la Unidad Nonoalco-Tlaltelolco, se les acusaba de intransi-
gentes y de que querían «todo o nada», ese día quedó claro que el intransigente
fue el Gobierno Federal, pues arrasó con todo y no dejó nada… bueno sí,
dejó sangre inocente. La concentración del poder y el abuso del mismo
iban a ser las constantes por muchos años en nuestro país, hasta el presen-
te... la soberbia, el cinismo, la corrupción y la impunidad iban a reinar
para beneplácito de la Derecha nacional y de las empresas trasnaciona-
les… los traidores buscaban “su árbol para colgarse” o una diputación,
evidentemente, en el río revuelto algunos ganaron (pero con sus manos
manchadas de sangre para siempre y sin paz para su conciencia).
La huelga se levantó, nuestros compañeros presos en el Campo Mili-
tar No.1 y en la Penitenciaría de la ciudad de México (Lecumberri), otros
desaparecidos y muchos escondidos en medio de un sentimiento de frustra-
ción, furia y pérdida de credibilidad en las autoridades.
Una Bengala fue la señal del inicio del fin del movimiento, seis meses
duró aproximadamente la huelga y los que exigían clases… tuvieron
sus clases, sin embargo, hoy día, cuando vemos de frente los problemas
nacionales, podemos afirmar que «el deseo de un México mejor» que soste-
níamos en ese entonces, sigue vivo y seguirá mientras las terribles desigual-
dades socio-económicas y la gran concentración del poder persistan en
nuestro país… más nos vale que eso cambie en paz, porque de otra manera
el fantasma de un movimiento muy superior al del 68 será una constante
en nuestro camino, esto nos debiera preocupar a todos.

139
¡Tantos sueños, tantos anhelos robados y tanta sangre inútilmente
derramada!.. años después alguien comentó, y quiero creerlo, que el féretro
de Díaz Ordaz, el responsable del artero golpe, él así lo asumió en su Informe
a la Nación, era marca Versage, el cuerpo estaba cubierto por una manta
marca Levi’s y aunque ya “apestaba”, había restos de perfume Christian
Dior, latas de Coca Cola, un diploma de la CIA y varias chequeras de Bancos
Extranjeros listas para ser utilizadas en el «Banco del Infierno» para finan-
ciar su fiesta de recepción... se fue con millones de... ¡maldiciones para
llegar más rápido!.. Así acaban ese tipo de políticos, pero no entienden.
La situación actual que vive el país nos ofrece la oportunidad de elaborar
otro pliego petitorio en el cual, porsiblemente, estés de acuerdo conmigo
que incluya:
– Fin al monopolio de la política de los Partidos Políticos.
– Fin del monopolio televisivo y de las radiodifusoras.
– Respeto al voto de los ciudadanos.
– Educación Integral y Universal desde Preescolar hasta Posgrado.
– 1% del PIB a Ciencia y Tecnología.
– Planeación a largo plazo del Deporte Nacional con una sola dirección.
– Espacios culturales y de distracción a los jóvenes.
– Creación de cuando menos un millón anual de empleos formales.
– Apoyo integral a nuestros migrantes sin cobro de comisiones en los
bancos al recibir sus remesas de familiares desde el extranjero.
– Apoyo integral al campo y, sobre todo, a los pequeños productores.
– Programas integrales de previsión para la vejez, que en poco tiempo
tendrá un crecimiento espectacular y una estrategia de “pensiones”
satisfactoria para todos.
Ustedes también pueden aportar sus peticiones a este «Pliego», y si
aprendemos a trabajar en equipo y sin las corruptelas que nos distinguen
en el panorama internacional, ello será una buena forma de honrar a los
caídos y desaparecidos ese día… quizá alguien diga que estoy soñando,
yo respetuosamente les digo que: Muchos que fueron considerados soña-
dores, lograron cosas extraordinarias y, en todo caso, quien no sueña está
muerto. ¡Necesitamos gente viva, consciente y responsable!

¡No, más sueños traicionados o secuestrados!


¡Vivan las víctimas del 2 de octubre de 1968 ! ¡Vivan los estudiantes conscientes!
¡Por un pueblo preparado y exigente de sus derechos y en sus obligaciones!
¡Por el México que merecemos todos!

140
EL GRUPO POBLANO QUE APOYÓ A
GUSTAVO DÍAZ ORDAZ

Guadalupe Prieto Sánchez

INTRODUCCIÓN

Del movimiento del 68 se han escrito libros, estudios generales, ensayos;


se ha planteado el problema desde varias perspectivas como son la litera-
ria, artística; se han recopilado documentos, publicado catálogos, monogra-
fías en revistas; se han dado a conocer grabaciones y se han abierto diversas
páginas electrónicas, pero poco se sabe de la posición, que el grupo de poder
económico poblano sostuvo durante este movimiento estudiantil. De ahí
que un documento trascendental al respecto y que hemos analizado a lo
largo de estas cuartillas, es el titulado “Puebla, al licenciado Gustavo Díaz
Ordaz”, publicado en Excelsior, el 3 de septiembre de 1968 y que se encuen-
tra en la recopilación que elaboró (por sugerencia de Gastón García Cantú),
María de los Ángeles Knochenhauer, titulado El movimiento estudiantil en
México. La obra consta de cuatro tomos, escritos en máquina de escribir,
razón por la que sólo existen algunos ejemplares.
En el documento un grupo de poblanos pertenecientes a cámaras, clubes
y otras asociaciones expresa abiertamente su apoyo al presidente, pero de
antemano, podemos decir que su ideología y características, chocaban con
las de los universitarios, por ser este último, un sector de “jóvenes con inquie-
tudes políticas propias, distintas a las generaciones anteriores, con ideas
de orientación progresista y democrática, con aspiración a ser de vanguardia
y con demandas que concuerdan con los intereses de la clase trabajadora y
de los amplios estratos populares”.1

1
Ramírez, Ramón (1969). El movimiento estudiantil de México: julio/diciembre de 1968, T.I,
México: Ediciones Era, pp. 15-16.

141
PUEBLA EN LOS SESENTA

Cabe mencionar que a partir de las décadas de 1930 y 1940 del siglo XX,
en Puebla se disparó un desarrollo industrial y poblacional que trajo como
consecuencia el crecimiento de la ciudad. De acuerdo con la investigadora
Rosalina Estrada, en el período de 1940 a 1965 se establece un predomi-
nio de la industria textil y de 1965 a 1976 surge “un nuevo tipo de indus-
tria con una mayor composición orgánica de capital; una cierta estabilidad
monetaria, con fijación de precios y una mayor atención (en) los problemas
relativos a la infraestructura para el desarrollo industrial”.2 Y efectivamen-
te, la ubicación de la industria se establece en zonas circunvecinas a la
ciudad, principalmente en algunos municipios de Cholula, San Martín
Texmelucan y Xoxtla. Para esta nueva industria, Puebla ofrecía energía
eléctrica, gas, agua, medios de comunicación y otros servicios como
centros de educación, vivienda y teléfono de larga distancia. En estos años
llegan a Puebla grandes industrias como la planta VW, Hylsa de México,
se construye la carretera México-Puebla, se establece el Parque Indus-
trial, se emboveda el río de San Francisco, aparece Aurrera, la ciudad de
Puebla se encuentra en pleno auge urbanístico, aunque de manera anárquica
y desfavorable para los sectores populares, tal y como lo indica Estrada:

La infraestructura industrial y comercial, desarrollada en estos años, contrasta


con los servicios ofrecidos a los sectores populares, que mientras tienen que
integrarse a los aires modernizadores en el trabajo y en el consumo, viven una
serie de carencias, mostrando que los viejos problemas citadinos, se encuentran
aún presentes.3

En este contexto citadino, es importante observar que desde mucho


tiempo antes de constituirse como Universidad Autónoma de Puebla, los
estudiantes de esta institución se caracterizaron por su participación comba-
tiva, ante el descontento de algunas políticas erradas. Pocos años antes
del movimiento del 68, los estudiantes de la UAP habían superado una
etapa de militarización y conquistado la autonomía (1956), así como
también, habían intervenido en la defensa del artículo tercero constitucio-
nal y en el movimiento contra el gobernador Antonio Nava Castillo (1964).

2
Estrada Arroz, Rosalina (1991). Industrialización y clase obrera en Puebla, 1940-1970, México:
Gob. del Estado de Pue., p. 8.
3
Estrada, Industrialización…, p. 18.

142
Estos movimientos estudiantiles reflejan los cambios desiguales que estaba
sufriendo Puebla, tanto en el sector educativo, como en el económico, social
y cultural.
El movimiento del 68 llegó de inmediato a la conciencia de los univer-
sitarios poblanos y al igual que los estudiantes de otros estados, se solidari-
zaron con éste. Como parte de algunos comunicados del Consejo Nacional
de Huelga de la UNAM, está el del martes 13 de agosto, día en que se dio
a conocer la existencia de las brigadas de enlace con los estudiantes del
interior de la República y donde, por supuesto, se incluía Puebla. El Consejo
explicó que en solidaridad con el movimiento, maestros y estudiantes de
más de setenta planteles de educación superior se pusieron en huelga,
habían organizado manifestaciones y publicado declaraciones en periódicos
y volantes,4 entre las actividades que se iniciaron en este día, se encuentra
la manifestación que 150 universitarios emprendieron por las calles del
centro de Puebla.
El movimiento estudiantil poblano crecía, de tal forma que en los últi-
mos días de agosto aparecieron banderas rojinegras en Derecho, Filosofía
y Letras, Físico-Matemáticas, Medicina, Preparatoria Nocturna y en un
balcón del Carolino.5 Y aunque tímidamente los trabajadores petroleros,
electricistas, ferrocarrileros y de otros sindicatos se unían a los estudiantes
del Distrito Federal, sobre todo en la manifestación del 13 de agosto. El
movimiento tenía varias interpretaciones, incluso una de ellas es que en
México se preparaba una conjura comunista,6 tal y como se lo explica-
ban algunos sectores conservadores de Puebla: “grupos de derecha” reac-
cionaron ante esta situación, “enrarecieron el ambiente en la ciudad con
una profusa propaganda anticomunista; en los ciudadanos se fue creando
tal confusión que la palabra estudiante llegó a ser sinónimo de comunista”.7
Mientras tanto, la UAP atravesaba por una fuerte crisis financiera a cau-
sa del precario presupuesto que recibía del gobierno (cabe recordar que el
gobernador interino de Puebla era el ingeniero Aarón Merino Fernández:

4
V. El movimiento estudiantil en México, 1968: documentos / compilación por M. A.
Knochenbhauer. [México: s.n., 196?], p. 9.
5
V. Gómez Bonilla, Edgar. “Cronología de movimientos estudiantiles en Puebla y la
ciudad de México, 1968”, en Tiempo Universitarios, Gaceta histórica de la BUAP, Año 10,
No. 14, octubre, 2007.
6
V. Zermeño, Sergio (2003). México: una democracia utópica: El movimiento estudiantil del 68,
México: Siglo XXI.
7
Dávila Peralta, Nicolás (2006). 50 años de Autonomía Universitaria (1956-2006), México:
BUAP, p. 64.

143
1965-1969), razón por la cual los empresarios propusieron la creación de
un Patronato Universitario, integrado por representantes de las cámaras
de empresarios, un representante de las organizaciones obreras, uno de
los colegios de profesionistas y uno de la Asociación de Exalumnos. Estos
empresarios, entre otras cosas, proponían cuidar y manejar las inversio-
nes de la UAP.8
En represalia para la Universidad Autónoma de Puebla, por sus acciones
de solidaridad con el movimiento, la iniciativa privada poblana no consti-
tuyó el Patronato Universitario que tanto esperaban las autoridades y
lejos de eso, el no integrado Patronato indicó que los mismos estudiantes
financiaran a la institución. El 22 de agosto, la Junta Administrativa de la
UAP, “asegura que probablemente en ese año no se constituirá el Patronato
Universitario, ya que la comisión de la iniciativa privada, encargada de su
creación, se ha abstenido de comunicar sus acuerdos”, sin embargo, los
acuerdos se dan a conocer en el Proyecto de Ley que crea el Patronato
Universitario, el 1 de octubre, donde “se propone que sean los estudiantes
quienes financien el sostenimiento de la Universidad, cubriendo el 50 por
ciento con el pago de sus cuotas anuales y el otro 50 los gobiernos Federal
y Estatal”,9 pero la Junta Administrativa no lo acepta.

CÁMARAS, CLUBES Y OTRAS AGRUPACIONES POBLANAS

Los firmantes poblanos que apoyaron abiertamente al Presidente de la


República, el licenciado Gustavo Díaz Ordaz, en contra del movimiento
estudiantil se pueden catalogar como un grupo de poder económico, ya
que eran los poseedores de un capital considerable que les permitía mantener
un status social por arriba de los que estaban en una situación de escasez
o precariedad. Los firmantes se puede clasificar en tres: a) Cámaras: Cámara
Nacional de Comercio de Puebla, Cámara de la Industria Textil de
Puebla y Tlaxcala, Cámara Agrícola y Ganadera de Puebla y Tlaxcala,
Cámara de la Propiedad Urbana de Puebla, A.C. y la Cámara de la Indus-
tria Maderera y Similares, delegación Puebla; b) Clubes: Club Rotario
Puebla, Club Rotario Noroeste, Club Senadores de Puebla, Club Kiwanis

8
V. Vélez Pliego, Alfonso, “La sucesión rectoral, las lecciones de la historia y las tareas
actuales del movimiento universitario democrático”, en Crítica, Revista de la UAP, N° 1,
año I, Oct-Dic/1978, p. 67.
9
V. Gómez, “Cronología de movimientos…”

144
de Puebla, Club de Leones de Puebla, Club Centro de Puebla y c) Otras
agrupaciones: Federación de Barrios y Colonias de Puebla, A.C., Círculo
de Relaciones Culturales Interescolares de Puebla y una institución educa-
tiva, la Asociación Lasallista de Puebla.
Es importante mencionar que la investigadora Elsa Patiño Tovar, en
un análisis sobre el movimiento empresarial, clasifica a estos grupos como
organizaciones de ideología social-cristiana. A los del inciso a, los identifica
como “Organizaciones gremiales, es decir, que defienden los intereses de
la propiedad privada en el terreno “económico”. El grupo del inciso b, como
“organizaciones que de acuerdo a la ideología empresarial cumplen con
la vocación de “servicio social”, inherente al concepto de libre empresa”
y al inciso c, como “organizaciones cívicas que encubiertas en la defensa
de los derechos ciudadanos hacen el trabajo político que los empresarios
evitaron hacer abiertamente hasta 1982”.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LOS FIRMANTES

Como ya se mencionó anteriormente, este grupo tenía una ideología y


características diferentes a los estudiantes, por su parte, Elsa Patiño hace
una importante investigación y afirma que “(…) los discursos, propaganda
y movimientos de los empresarios, denotan la fuerte polarización social
existente en la ciudad de Puebla; por lo cual éstos siempre tocan, de forma
central o colateral, el aspecto medular de su ideología: acabar con la izquier-
da local que es de tendencia fundamentalmente comunista”.10 Y además
tienen cierta especialización, ya que “todas promueven la ideología empresa-
rial en los aspectos de la vida social en que cada una participa y todas coad-
yuvan a la realización de los intereses patronales”, aunque no todas tienen
una participación continua y permanente.

Algunas son organizaciones creadas en el momento en que se presenta un conflicto


para, a través de membretes, dar la impresión de un apoyo masivo; otras para
abordar un problema en concreto que una vez resuelto, y sin más explicaciones, no
vuelven a aparecer en la vida pública de la ciudad. Esto se da, fundamentalmente,
en las organizaciones de carácter cívico y en las propiamente patronales.11

10
Patiño Tovar, Elsa (1986). “El movimiento empresarial”, en Castillo, Jaime, (Coord.),
Los movimientos sociales en Puebla, México: DIAU-ICUAP, p. 21
11
Patiño, “El movimiento…”, p. 31

145
Así por ejemplo, en mayo de 1962 se formó el Comité Coordinar
de la Iniciativa Privada para pedirle al entonces gobernador Fausto M.
Ortega, su intervención contra los universitarios y “poner fin al clima de
agitación, amenazas y acciones vandálicas que vivía la sociedad, el comercio
y la industria de Puebla”,12 además de firmar el documento la Cámara
Junior, el Club Sembradores de la Amistad, el Club Automovilístico de
Puebla y la Asociación de Charros de Puebla, se encontraban el Club Rotario
y el de Leones, mismos que también aparecen en el grupo poblano que apoya-
ba las iniciativas de Gustavo Díaz Ordaz contra el movimiento del 68.
El Club de Leones se ha caracterizado porque siempre ha tenido como
fin “ofrecer a la juventud del mundo entero la oportunidad de desarrollar-
se y contribuir, individual y colectivamente, como miembros responsables
de la comunidad local, nacional e internacional” y precisamente en 1968
se creaban nuevos clubes. Así también aparece el Club Kiwanis, que en
1915 se organizó en Detroit, Michigan y llegó a México en 1962, apoyaba
principalmente a niños, de ahí su slogan “Sirviendo a los niños del mundo”.
Sus seis objetivos muestran mucho de su ideología, ya que por ejemplo
uno de ellos especifica que se deben “Promover la adopción y aplicación
de altos estándares sociales, comerciales y profesionales, así como Desarro-
llar, por precepto y ejemplo, una ciudadanía más inteligente, dinámica y
servicial” y el último establece “Cooperar en la creación y sostenimiento
de esa opinión pública sana y alto idealismo que hacen posible el incremen-
to de la rectitud, justicia, patriotismo y buena voluntad”.13
Como se puede observar, en estos objetivos existen varios conceptos,
pero indiscutiblemente el que ahora llama la atención por estar relaciona-
do con el movimiento del 68, es precisamente el último punto, donde se
menciona el patriotismo, ya que este concepto denota la acción de “salvar
a la patria” o administrar un control social a favor del gobierno.
Otro grupo firmante, y que en cierta forma se entiende su actitud por
las viejas rencillas con la UAP, es la Asociación Lasallista (porque fundan
su pensamiento en Jesucristo y el Evangelio, en los principios de la Iglesia
y la vida de San Juan Bautista de La Salle) de Puebla, ya que se deben
recordar los acontecimientos del 61. En la universidad se gestó un grupo
llamado Frente Universitario Anticomunista (FUA), el cual el 24 de abril
de 1961 organizó una marcha en repudio a Fidel Castro, cerca de cuarenta

12
V. www.periodicodigital.com.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=58186
&Itemid=85
13
http://www.kiwanis.org/EspanolAboutKiwanis/tabid/374/Default.aspx

146
personas llegaron al Carolino para externar consignas como la de “Cristia-
nismo sí, comunismo no”. A los FUAS se unió un grupo de alumnos del
Colegio Benavente y a las puertas del Carolino lanzaron improperios,
agredieron físicamente a universitarios y condenaron el “gobierno de
Castro Ruz, al comunismo soviético, al imperialismo yanqui, y después
dijeron que había que acabar con los comunistas que “infestan la Universi-
dad”.14 Posterior a estos acontecimientos, un grupo de universitarios,
encabezados por Enrique Cabrera Barroso, se organizaron en el zócalo y
lanzaron consignas contra los FUAS, pero la presencia de este grupo no se
hizo esperar y armados con varillas, pedazos de mangueras rellenas de tierra,
cadenas, boxers, lastimaron a varios universitarios. Al día siguiente, estu-
diantes de la UAP, de la Normal, de las escuelas Venustiano Carranza,
Flores Magón y otras, formaron un contingente de más de cinco mil perso-
nas que apoyaban a Cuba y protestaban por los hechos del día anterior.
Después de la intervención de los oradores, surgió un grito unánime ¡Al
Benavente, al Benavente! Al llegar a este colegio, los manifestantes
rompieron 1 900 cristales, de acuerdo con el lasallista Rafael Martínez
Cervantes, director del plantel.15

DOCUMENTO DE LOS FIRMANTES

El 2 de septiembre, los estudiantes de Leyes y Medicina realizaron otra


manifestación, todas estas actividades estudiantiles alertaron a un sector
de la población en Puebla, de ahí que ese mismo día, empresarios, clubes,
agrupaciones y la institución educativa ya mencionada, publicaran en
el periódico Excelsior el siguiente comunicado16 en apoyo a su paisano, el
entonces presidente de la república Gustavo Díaz Ordaz. El comunicado
comenzaba con un fragmento del IV Informe de Gobierno: “(…) para cuidar
los bienes supremos que me han sido confiados, sé que tendré que enfren-
tarme a quienes tienen una gran capacidad de propaganda, de difusión, de
falsía, de injuria, de perversidad. Sé que, en cambio, millones de compa-
triotas están decididamente del lado del orden y en contra de la anarquía”.

14
Yáñez Delgado, Alfonso (1996). La manipulación de la fe: FUAS contra carolinos en la
universidad poblana, México: Imagen Pública y Corporativa, S.A., p. 45.
15
V. Yáñez, La manipulación... , pp. 45-46.
16
El movimiento… Knochenbhauer... p. 506.

147
Posteriormente expresan su opinión acerca de los acontecimientos,
mismos a los que tachan de agitación y se dicen ser la representación de
la colectividad poblana.

Sentimos el grave e indeclinable deber de nuestra responsabilidad cívica de expre-


sar a toda la nación, como organismos representativos de la colectividad poblana,
nuestro criterio ante las soluciones objetivas, claras y de viril patriotismo que
planteo el señor Presidente de la República en su IV Informe de Gobierno,
frente a la agitación, desatada en la ciudad de México, que amenazaba hundirnos
en la anarquía.

Como uno de los sectores más reaccionarios de la sociedad poblana,


apelan al principio de autoridad (idea de que algo vale o no, dependiendo
de quien lo diga, igual a la autoridad paternal o religiosa) y orden justo,
que bien pudo ser un aliciente para que Díaz Ordaz tomara la decisión de
aplacar el movimiento del 68 con la participación brutal del ejército.

Manifestamos nuestra firme convicción, sostenida a través de los años, de que


solamente con el respeto al principio de autoridad y a las instituciones que los
representan, nuestra Patria podrá continuar su desarrollo integral, empresa común
del Gobierno y la ciudadanía.

Como mexicanos, compartimos las responsabilidades del Gobierno de preservar


y acrecentar el orden justo, único clima propicio para la paz y progreso de nuestra
nación, libre de influencias extrañas y destructivas.

Como poblanos solidarios con su compatriota y amigo, el grupo firmante


del documento mostraba su apoyo a las decisiones del Presidente:

Por lo tanto, respaldamos decididamente las medidas legales que estas responsa-
bilidades exijan para establecer la tranquilidad y la estabilidad política de la
República, cuya implantación y mantenimiento ha costado mucha sangre a los
auténticos mexicanos. Aceptando la invitación del señor Presidente a la ciudada-
nía, ofrecemos presentar oportunamente nuestro criterio acerca de los artículos
145 y 145 bis del Código Penal Federal.

Con el gobierno de Miguel Alemán, el artículo 145 y 145 bis se


emplearon contra los ferrocarrileros y maestros huelguistas; en 1968, los
estudiantes incluían en su pliego petitorio la derogación de este artículo,
mismo que se efectúa con la llegada de Luis Echeverría Álvarez a la
presidencia.

148
Por su parte, el grupo firmante concluye el texto con una propuesta
(aportar ideas y trabajo) que quizá no le gustó al Presidente, ya que de
alguna manera pone en evidencia su capacidad para poder gobernar:

Aceptamos también nuestra responsabilidad de aportar nuestras ideas y nuestro


trabajo para la profunda reforma educacional que nuestro sistema educativo reclama
a fin de que nuestra juventud no sólo se instruya sino que se forme y eduque con
sentido de solidaridad genuinamente humano.

Invitamos a las diversas organizaciones e instituciones de la República a expresar


también su posición en esta coyuntura trascedental (sic) para el futuro de México.

Puebla, Pue., a 2 de septiembre de 1968.

REFLEXIONES FINALES

Por esto último que menciona el documento del grupo firmante en apoyo
al Presidente, unas reflexiones finales, ya que nos parece importante desta-
car que el grupo de poder económico poblano en el 68, ya planeaba tener
cierto control en la educación, de allí que decidieran no formar el Patronato
Universitario y por el contrario crear sus propias instituciones educativas,
como fue el caso de la Universidad de las Américas (UDLA), que en ese
mismo año obtuvo legalmente su nombre y reconocimiento, aunque un
año antes ya se había iniciado la construcción de sus instalaciones en Cholu-
la, con el apoyo de la Fundación Mary Street Jenkins.
Así como tampoco es casual que cuatro años después el exjefe del
Partido Acción Nacional en el estado, el ingeniero Manuel Iguiñiz, propu-
siera la creación de una universidad particular, misma que se inaugura el 7
de mayo de 1973, en presencia de la iniciativa privada, el gobierno estatal
y las fuerzas armadas. Esta institución adquiere el nombre de Universidad
Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) e inicia actividades con
un subsidio de tres millones de pesos anuales, la ayuda de la iniciativa
privada, la Fundación Mary Street Jenkins y el gobierno estatal.17
También es importante reflexionar que el 30 de noviembre de 1968
(después de los acontecimientos del 2 de octubre), el Consejo Universitario
de la UAP publicó en el periódico Excelsior, un texto sobre los problemas

17
V. Yáñez Delgado, Alfonso (1988). Reforma y violencia, México: UAP, p. 156.

149
que en ese momento afrontaba la institución y que eran preocupantes. En
éste se menciona que la Universidad atravesaba por una situación “alar-
mante y de extrema gravedad”, prácticamente los motivos que exponen son
tres: uno que Ciudad Universitaria estaba por ser entregada y eso implica-
ba problemas organizativos; otro que los exámenes finales estaban inte-
rrumpidos, causa por la que no se había podido cerrar el año escolar y el
último, que el subsidio federal aún no se recibía: “durante los últimos tres
meses no se ha cubierto a nuestra casa de estudios el subsidio federal y en
consecuencia se han tenido que atrasar los pagos de los señores profe-
sores y a los empleados de la institución hasta el punto de causar, entre
ellos, un justificado malestar y descontento”.
Cabe mencionar que desde el 4 de junio de 1965, la Fundación Jenkins
aceptó financiar el proyecto de Ciudad Universitaria, de ahí que el Gobierno
del estado, las autoridades universitarias y la Fundación supervisaran los
avances de la obra hasta el 25 de enero de 1969, fecha en que Manuel
Espinosa Iglesias hizo entrega oficial de las obras al gobernador Aarón
Merino Fernández, quien a su vez se las entregó a las autoridades de la
UAP, el 31 de enero de 1969 (último día de actividades del gobernador).
Probablemente la entrega de las instalaciones de Ciudad Universitaria
sirvió de control a los universitarios poblanos, ya que continuaron en
huelga hasta el 5 de diciembre.

150
RETRATO DE FAMILIA
SEPTIEMBRE DE 1968, MES DE LA PATRIA

Hay que tener una actitud de comprensión hacia los demás,


saber que los desgraciados que quedan atrapados en delirios
ideológicos están efectivamente poseídos
Edgar Morin, La naturaleza Humana

Jorge Labarreda González

El domingo primero de septiembre de 1968 despiertan todos los estados


de la República Mexicana con un clamor lleno de consternación y fervor
patriótico. Un llamado con sabor a arenga que hace la empresa periodística
García Valseca invitando a la realización de ceremonias en desagravio de
uno de los símbolos más preciados y representativos de la “mexicaneidad”
la Bandera Nacional.1
En la primera página, dicha empresa se compromete a dedicar un espa-
cio de honor en la parte superior y paradójicamente a la izquierda, donde
aparecerá día con día, durante todo el mes de septiembre, una imagen de la
Bandera con frases como “perdona a tus ofensores”,2 además de realizar
una encuesta de opinión en la cual podemos escuchar diferentes voces:
“Las opiniones vertidas son contundentes. Autoridades, el campesino, el
estudiante, el obrero, el profesionista, coinciden en que el mes de septiembre

1
“Reafirmación de la Mexicaneidad. Puebla, presente en el desagravio a la Bandera.
Todos los poblanos han respondido de inmediato y de forma entusiasta al llamado de
los periódicos García Valseca, sumándose al resto del país en la organización de ceremo-
nias de desagravio al Lábaro patrio, para reafirmar así su alto sentido de Mexicaneidad y
su entrañable apego a la unidad nacional”. El Sol de Puebla, 1 de septiembre de 1968, p.1.
2
Este sitio de honor de El Sol de Puebla será destinado a la Bandera durante el mes de
septiembre, mes de su desagravio, por iniciativa de los 32 diarios de la Organización
Periodística GARCÍA VALSECA. Ídem

151
sea dedicado a honrar a nuestra bandera. Las encuestas que a continuación
publicamos, da una idea clara del ánimo que impera en todos los sectores”.3
Realizar una consulta de opinión, no únicamente es hacer una serie de
preguntas, sino que lleva un trabajo previo; ¿quién la solicitó, para qué la
encuesta, cómo cumplir de manera adecuada con las expectativas de la empre-
sa editorial y a quién se busca complacer? Práctica que implica un proceso
de selección, organización y adecuación de dichas preguntas.

(…) la importancia que adquiere este procedimiento de articulación de la infor-


mación, se establece en la medida en que son puestos de relieve los valores de
organización de la empresa, que permitirán definir el mecanismo de percepción
de la realidad… impera la subordinación a la organización como el elemento
estructurador de la coherencia axiológica que le imprime sentido a la estructura
general de comunicación del medio.4

El día 2 de septiembre, un día después del llamado que hace la empresa


periodística, en la tradicional comida que se realiza cada año con el Presiden-
te de la República, todos los gobernadores de los estado que integran la
República Mexicana se pronuncian a favor de dicho homenaje.5 Durante
el transcurso del día, poco después de la comida, el señor José García Valse-
ca, promotor de la iniciativa para desagraviar a la Bandera, se acerca al
presidente Gustavo Díaz Ordaz para felicitarlo por su valiente discurso,
además para decirle que “su voz era la guía que el pueblo de México
esperaba. Era una voz serena y enérgica”.6
La reunión y el pronunciamiento que se da en ésta, hacen de dicho llamado
un acto institucional. Abrir El Sol de Puebla en el mes de septiembre de 1968
es recorrer el telón del escenario donde la familia revolucionaria se festina.
Con guiños, palmadas, apretones de mano y las sonrisas forzadas se transmi-
ten mensajes cifrados, todo está listo; el frío acero de la maquinaria diseña-
da para eliminar de mil maneras posibles a aquellos que tejen utopías.7

3
El Sol de Puebla, 1 de septiembre de 1968, pp. 1-3
4
Armando Zacarías Castillo. “Las noticias, factores de percepción de la realidad: estructu-
ras de conocimiento”, Revista Universidad de Guadalajara, Núm. 22, año 2001-2002, p. 2.
5
“Los gobernadores de todas las entidades de la república coincidieron en hacer suya la
campaña para rendir un homenaje nacional a la Bandera de México, en desagravió por las
ofensas que se le infirieron”, El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968, p.1.
6
Ídem.
7
Entiendo que la utopía puede resultar “una fuerza de transformación de la realidad en
acto y adquiera bastante cuerpo y consistencia para transformarse en auténtica voluntad

152
Una de las tantas estrategias empleadas para legitimar la exclusión,
es fabricar a modo la opinión pública con frases como: están represen-
tados todos los sectores. Claro, la base de aquella estructura corporativista,
los tres famosos sectores: obrero, campesino y popular. Acotaciones restric-
tivas para impedir pensar lo imposible. La urgencia del contexto obliga
a diseñar una forma diferente de clasificar. En este momento no funciona
la acotación social corporativista, no se trata de activar los mecanismos de
acarreo, las porras, patrocinados magistralmente por los líderes charros.
Tal vez si existiera un manual de los clichés más usados en el arte de
descalificar, considero que “la traición a la causa” se llevaría las palmas.
No le hizo falta el hipotético manual al candidato a la gobernatura de Puebla,
el licenciado Rafael Moreno, cuando en la opinión que emite sobre el
desagravió a la Bandera, organiza a la sociedad mexicana en los buenos y
los traidores: “Aplaudo con entusiasmo esa idea que estoy seguro se
convertirá en realidad. La exaltación del símbolo de la patria que es nuestra
bandera, la exaltación de nuestra devoción permanente por México, y
sus manifestaciones y el fortalecimiento de los valores superiores de la
Patria, constituye una obligación de todos los buenos mexicanos”.
La organización de la nota periodística es clave para comprender la
investidura y el grado de compromiso que se le va adjudicando a cada uno
de los entrevistados. En tonos muy variados se leen las diversas opiniones
emitidas, jerarquizadas según la lógica del mensaje; escuchamos declara-
ciones demasiado solemnes: “El secretario general de Gobierno, Licencia-
do Enrique Molina Johnson, expresó: estoy plenamente de acuerdo con
la iniciativa. La aplaudo porque creo que al respecto no pudo haber idea
más oportuna. Los mexicanos debemos tener respeto a todos los pabello-
nes extranjeros, pero dentro del territorio mexicano sólo se debe reveren-
ciar a uno solo: el nacional”.8
De manera gradual, el tono va decantando en un discurso menos institu-
cional, no son los hombres de Estado los que hablan, sino los representan-
tes de los campesinos, quienes más que una declaración parece una voz
de alerta para prepararse en todos los rincones del estado de Puebla para
vigilar cualquier conspiración sospechosa en contra de la Bandera Nacio-
nal, tal es la declaración del diputado José I. Alonso Carreón: “En este

innovadora y encontrar los medios de la innovación”. Abbagnano, Nicola (1982). Diccio-


nario de Filosofía, FCE, p. 1171.
8
Ídem

153
mismo momento estamos enviando cartas circulares a los comités regio-
nales de la Liga y a los campesinos en general para que organicen actos de
esta índole en sus respectivas localidades, porque nada ni nadie tiene dere-
cho a mancillar el símbolo más sagrado de los mexicanos”.9
La palabra interpretación viene estrechamente ligada a la de los símbo-
los, una lectura correcta de éstos no es posible, ya que por su misma
estructura encontramos que tiene un significado manifiesto y otro laten-
te. Según los promotores del desagravio, el sentido correcto de lo que
simboliza la Bandera es: “como sus colores lo indican: el verde esperanza
en el pueblo y de manera preponderante en la juventud; el blanco paz
común a todos los mexicanos y el rojo, sangre ya derramada y que esta
misma ha redituado ya el progreso de México”.10
Evocación de acontecimientos que dan sentido a una mirada, a una forma
de entender a la sociedad mexicana. Punto de vista difuso que a través de
generalidades cancelan la posibilidad de aspirar a algo nuevo, ya que todo
lo que representa la Bandera es un punto final, todo está dicho. Postura
ideológica que promueven un clima de linchamiento: ¿Quién es el enemi-
go en contra de quien se levanta toda la maquinaria del Estado Mexicano?

Y si osare un extraño enemigo, profanar con sus plantas tu suelo, piensa oh patria
que el cielo un soldado en cada hijo te dio y unirnos la juventud en contra de quienes
tratan de perturbar la paz y ofendan a nuestra Enseña Patria, algo que jamás permi-
tiremos… La ofensa a nuestra Bandera y la perturbación de la paz, son delitos que
deben castigarse con toda energía… No permitiremos que nadie con malos fines
o falsas ideas trate de mencionarlos siquiera… Pueblo y juventud reunidos lograrán
acabar con quienes son antipatriotas o extranjeros, que tratan de introducir doctri-
nas no necesarias ni justas en nuestro país.11

Resulta de suma importancia retomar la opinión del Secretario de Educa-


ción Pública en el Estado de Puebla, el profesor Humberto Munive, ya
que nos permite comprender cual es el concepto de educación que promueve
el Estado. Según él, la recepción y análisis de las diferentes teorías deben
quedar sujetas a las restricciones que impone una verdad que está más allá
de ellas: la Patria. Lo que propone, en este caso el profesor Munive, es
cerrar la posibilidad de cambios sustantivos de la realidad mexicana,

9
Ídem
10
Ídem
11
Ídem

154
guiados por una concepción del conocimiento crítico y plural. “Que la
juventud examine con absoluta libertad todas las corrientes ideológicas
existentes, y las manifestaciones del pensamiento que se presenten, pero
que recuerden que tratándose de la Patria, el concepto es uno”.12
Edgar Morín plantea una diferencia entre racionalidad y racionaliza-
ción, la cual nos permite profundizar en las expectativas del mundo que
alberga dicho profesor, y que además es piedra angular en el pensamiento
promovido por el sistema político mexicano.
La racionalidad permite mantener una actitud abierta, no hay límites
para la razón, siempre hay algo nuevo, no hay una realidad absoluta, pensar
de esta forma es tener presente, como dice Morín; “que hay algo que se
resiste en la realidad”, punto de partida para pensar que la esperanza en
México es posible, ya que se abre un espacio para el porvenir. ¿Qué
podemos esperar de una perspectiva educativa fincada en la racionalización?
Un clima de persecución basado en supuestas verdades absolutas. Dice
Morín: “La racionalización se convierte así, en un mal espantoso, por que
el espíritu racionalizador se cree racional y que los demás son delirantes”.13

LA GENTE LOS CONFUNDIÓ CON ESTUDIANTES Y FUERON ATACADOS

El contexto en el cual se da el llamamiento al desagravio de la empresa García


Valseca, se torna revelador del complicado juego de argucias que utiliza el
sistema de Estado para salvaguardar los fundamentos que le permiten
ejercer el control. Al abrir las páginas del periódico y leer las diferentes
opiniones ahí vertidas, la organización y jerarquización de las notas, se
descubre como van subiendo de tono las declaraciones, desde aquellas
que cuidan las formas porque se trata de un hombre de Estado, hasta el
tono violento que emplea cualquier hombre de la calle y que no tiene
porque utilizar eufemismos.
La arenga que leemos en el periódico empieza a cumplir con su cometido:
generar un clima de polarización social. Dividir a la sociedad, entre los
hijos bien nacidos y los hijos malos y cobardes.14 Empieza a sentirse en el

12
Id
13
Morín, Edgar. La Naturaleza Humana, Paídos, p. 37.
14
El Lic. Carlos Arruti, Presidente de la Unión Ganadera Regional del Estado de Puebla,
expresó: “homenajear y desagraviar a nuestra Bandera, es lo menos que podemos hacer
los mexicanos. Insultar a la Bandera es como insultar a nuestra propia madre, y cualquier

155
estado de Puebla un clima de violencia, de persecución y temor. Condi-
ciones propicias para la impunidad. En los periódicos hay declaraciones
que piden el uso de las fuerzas armadas para defender a la nación.
El 4 de septiembre de 1968 salen a las calles cientos de estudiantes de la
Universidad Autónoma de Puebla y campesinos con mantas con leyendas
en las cuales exigen al gobierno el cumplimiento del pliego petitorio de
los estudiantes de la ciudad de México. Después de recorrer varias calles
de la ciudad de Puebla, se realizó un mitin en el zócalo, desde uno de
los balcones del Restaurante Granada, que sirvió como tribuna, se manifes-
taron varios oradores, el tema principal de los discursos fue la adhesión al
movimiento estudiantil de la capital del país. Además de manifestarse en
contra del clima de linchamiento contra los estudiantes de la UAP, que
estaba generando la empresa García Valseca en su llamado a desagraviar
a la Bandera.15 Algo que no se debe olvidar, es el sentido que se le da a un
objeto, cuando se le adjudica el valor de símbolo, no brota de dicho obje-
to, sino del sentido que lo hace ser o parecer.

hijo bien nacido tiene que estar de acuerdo en que el desagravio a la madre en tales
condiciones, es especial…” El poeta Gregorio de Gante: “El ultraje a la bandera nacio-
nal, símbolo de nuestra Patria, es un ultraje hecho a nuestra Patria mima. Sólo un mal
hijo, cobarde, acepta en silencio el desacato que le hacen a su madre…” Juan Aguilar
Gasca…”mi opinión respecto… a la Bandera Nacional, queda insertada en… los ideales
de nuestros antepasados a la acción del presente, condenando por tanto todo el libertinaje
al que desgraciadamente han llegado algunos jóvenes en estos momentos, instigados
por maquinaciones ajenas a la verdadera libertad de nuestra patria”. El Sol de Puebla, 3 de
setiembre de 1968, pp. 1-3.
15
“MITIN ESTUDIANTIL EN EL ZOCALO.
Un grupo de estudiantes y campesinos con mantas alusivas desfiló ayer por varias calles
del primer cuadro manifestando su adhesión al movimiento estudiantil del Distrito
Federal… se reunió en la explanada donde se realizó un mitin.
El mitin fue pacífico aunque violento en los discursos que se pronunciaron, especialmen-
te para reafirmar su objetivo: solidarizarse con el pliego petitorio de los estudiantes
capitalinos.
Desde lo alto de un balcón del restaurante Granada, convertido en tribuna hablaron
representantes de las siguientes escuelas de la UAP: Economía, Filosofía y Letras, Derecho,
Preparatoria Nocturna, Escuela vocacional número 16, Ciencias Química, un campesino
y un padre de familia.
Se atacó también a los periódicos García Valseca por la campaña que viene haciendo en
desagravio a la Bandera Nacional. Después de una hora de discursos. Los líderes invita-
ron a los presentes a trasladarse al interior del edificio carolino, sin cometer actos de
violencia “para no dar lugar a provocaciones”. El Sol de Puebla, 5 de septiembre 1968, p 3.

156
En la toma de nota periodística, lo que predomina es el sarcasmo, la
ironía. Tal vez hubieran querido que el movimiento se desbordara, se radi-
calizara para hacer uso de los medios de represión. Pero no ocurrió así,
quienes habían preparado el escenario para la violencia se quedaron con
las armas en la mano. En otra manifestación será.
Una parte de la comunidad de la UAP que representa a la sociedad
“bien nacida” se encuentra en la llamada Junta de Gobierno, integrada
por el maestro Joaquín Sánchez Mc Gregor, doctor Rolando Revilla Ibarra,
licenciado Amado Camarillo e ingeniero Antonio Osorio, quienes sólo se
contentaron con manifestar su desaprobación a dicha movilización estu-
diantil, confesaron que hubieran querido hacer más, pero no contaban
con mecanismos más eficaces para hacerse “respetar”16
El 5 de septiembre, como reacción a la movilización de los cientos de
manifestantes en apoyo a los estudiantes de la ciudad de México, sale una
convocatoria en El Sol de Puebla invitando a una gran concentración
para ese día que se realizará a partir de las siete de la noche para respaldar
al licenciado Gustavo Díaz Ordaz. La Federación de Barrios y Colonias de la
Ciudad de Puebla, A.C. y la Coalición de Organizaciones Poblanas se dieron
a la tarea de distribuir 50 000 banderas para la gran concentración de esa
noche.17

16
“LLAMADO DE LA JUNTA DE LA UNIVERSIDAD. La Junta de Administración
de la Universidad desaprobó los actos que está realizando algunos alumnos de la UAP
en apoyo del movimiento de estudiantes de la ciudad de México. Es más, los 4 miembros
de ese organismo universitario, han pedido a los líderes del movimiento local que retiren
los cartelones con los que han ensuciado las paredes del edificio carolino y que se absten-
gan de utilizar magna voces para pronunciar discursos desde los balcones.
Se dijo que oficialmente se encuentran en paro las siguientes instituciones: Escuela de
Derecho, Escuela Preparatoria Nocturna, dos de los cuatro colegios que forman la Escuela
de Filosofía y Letras y la Escuela de Economía. Estas agrupaciones no representan el 25
por ciento de las dependencias de la UAP y puede afirmarse que el movimiento no a
cundido en Puebla, se aclaró. Advirtió la junta que lo único que puede hacer es prohibir,
pero que carece de medios para hacerse respetar. El Sol de Puebla, 5 de septiembre de 1968”.
17
“GRAN CONCENTRACIÓN EN EL ZOCALO. A partir de la 7 p.m., los esta-
blecimientos comerciales habrán de cerrar, a fin de sumarse tanto los empleados como los
comerciantes, a la manifestación cívica de respaldo al Lic. Gustavo Díaz Ordaz… La
federación de Barrios y Colonias de la Ciudad de Puebla, A.C., en estrecha colabora-
ción con la Coalición de Organizaciones Poblanas, distribuyó ya 50 mil banderas que
deberán portar los habitantes de los barrios y colonias en la gran concentración de apoyo
al Gobierno de la República, y de homenaje a la Bandera Nacional hoy a las 19 horas en la
Plaza de la Constitución de esta ciudad”. El Sol de Puebla, 5 de septiembre de 1968, pp. 1-3.

157
En la nota periodística del 6 de septiembre se lee que millares de perso-
nas manifestaron su apoyo Gustavo Díaz Ordaz y al Ejercito Nacional,
pidiéndoles que reprimieran e impusieran el orden al ataque a la soberanía
nacional. En la manifestación se expresaron cuatro oradores, uno de ellos
fue un estudiante quien expresó su decisión de “aprovechar el dinero del
pueblo en su formación, y su repudio a ideas extrañas; los auténticos
estudiantes mexicanos luchan… por buscar el orden, la tranquilidad y
alcanzar la meta de su preparación servir a México”. El siguiente orador
fue un representante del sector obrero, quien dijo: “que el uno por ciento
debe ser destinado a los verdaderos estudiantes; condenó las agitaciones
y las zozobras causadas por los asaltos a los camiones urbanos, a los comer-
cios, a los vehículos y pidió un respaldo absoluto para el Presidente Díaz
Ordaz y para el Ejército Nacional”. El último orador pidió a los miles de
manifestantes “dar su apoyo a la doctrina expuesta por Díaz Ordaz en su
informe presidencia… pidió la unidad en torno al símbolo Patrio y repudió
al extraño trapo que los apátridas inmiscuidos en el estudiantado capitali-
no quisieron enarbolar ofendiendo a la bandera”.
Debió haber sido impresionante el despliegue de recursos en la organiza-
ción de dicha manifestación. El uso al máximo de la estructura del gobierno,
el acarreo como uno de los mecanismos más excelsos del sistema, las
miles de personas con su banderita nacional, su torta y su agua (no habían
todavía frutsis), gritando lo que escuchaban de sus líderes.18
Cinco días después cientos de manifestantes salen a la calle encabezados
por un representante del Comité Nacional de Huelga Estudiantil y repre-
sentantes de varias escuelas de la UAP: escuela de Derecho, escuela Prepara-
toria Nocturna, dos de los cuatro colegios que forman la escuela de Filosofía
y Letras y la escuela de Economía, invitando a la gente a unirse, a apoyar
las demandas de los estudiantes de la ciudad de México.19

18
“Los vítores al ejercito Nacional, al Presidente, a México fueron interminables, constan-
tes; la condenación al comunismo y a las doctrinas extrañas y atentatorias contra México
fueron condenadas enérgicamente, a lo largo del desfile de la manifestación”. El Sol de
Puebla, 6 de septiembre de 1968, pp.1-3.
19
“NUEVA MANIFESTACION DE APOPYO AL MOVIMEINTO ESTUDIANTIL...
Varios cientos de participantes se lanzaron a la calle, encabezados por un representante
del Comité Nacional de Huelga Estudiantil, y por los organizadores de la manifestación,
que pertenecen a diversas escuelas de la UAP... invitaban al pueblo para que se les
uniera; portaban mantas y pancartas con leyendas alusivas a su postura anti-gobiernista
y de ataque al señor presidente de la república.

158
El despliegue de diferentes mecanismos para dividir a la sociedad debe-
mos entenderlo como un recurso propicio para legitimar el uso de la violen-
cia. La construcción de una cierta percepción de la realidad, como diría
Paul Ricouer, no viene dado por la existencia de una realidad externa, sino
por el sentido que se asigna a esa realidad, es lo que crea la referencia-
lidad.20 En estos términos podemos comprender que la violencia que se
cierne sobre los estudiantes, no tiene ninguna base real, sino la preservación
de formas autoritarias de gobierno.
La irracionalidad nunca es razonable. El clima de linchamiento que
se genera en contra de los estudiantes, se manifiesta de la manera más
absurda en un poblado que se encuentra a unos cuantos kilómetros al norte
de la ciudad de Puebla, donde lincharon a trabajadores universitarios,
pensando que eran estudiantes y que iban a plantar una bandera rojinegra
en su pueblo.21

Hicieron uso de la palabra diversos oradores que en tono violento, incitaron a los asis-
tentes para sostener el pliego de peticiones presentado por los huelguistas de la capital”.
El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1968, pp. 1-3.
20
Ricoeur, Paul (2002). Del texto a la acción, FCE., p. 26.
21
“Zafarrancho en San Miguel Canoa; cuatro muertos y tres heridos.
TRATARON DE ISAR UNA BANDERA ROJO Y NEGRO Y FUE LA CONSECUENCIA
Los tres heridos graves que están en la Cruz Roja son empleados. Y uno de ellos Miguel
Flores Cruz, el único que pudo declarar, dijo que iban de excursión a la Malintzi y
cuando se detuvieron en una tienda de esa población, la gente los confundió con estudian-
tes y fueron atacados.
Sin embargo, la policía que intervino para acabar con la trifulca, afirmo que los vecinos de
Canoa manifestaron que los empleados y la gente que llevaba, quisieron saquear una
tienda donde tomaban refrescos y además implantar una bandera rojinegra en la torre
del templo, y por eso fueron atacados”. El Sol de Puebla, 15 de septiembre de 1968, p.1.

159
160
ENTREVISTA CANOA*

Ocurre que hay épocas en que los puntos divergentes se ven de frente, se
rozan, aunque después se vuelvan a situar a la distancia que les cede el
porvenir. Momento en que la esperanza luce su bello rostro luctuoso,
manchado de sangre, para que la humanidad sepa que todo es posible a
pesar de los pronósticos. El año de 1968 es un año mágico, terrible y
doloroso. Fecha en que las calles, las plazas, las azoteas, los rinconcitos
y los continentes se llenan de canciones y poemas. Fecha en que las calles,
las plazas, las azoteas, los rinconcitos y los continentes se llenan de dolor
y desesperación.
Todorov, en su libro Los abusos de la memoria, da cuenta de manera
contundente de la forma en que los Estados autoritarios y aquellos que se
autonombran democráticos reducen la memoria a aquello que ellos quieren
que se recuerde. La memoria no implica solamente almacenaje de infor-
mación, sino que también es selección. La apuesta para cancelar la esperan-
za consiste en que los “genios” de la desesperanza, además de apropiarse
de la información, de la comunicación, cancelen principalmente la posi-
bilidad de la selección.

Hoy en día se oye a menudo criticar a las democracias liberales... reprochando


su contribución al deterioro de la memoria, al reinado del olvido. Arrojados a un
consumo cada vez más rápido de información nos inclinaríamos a prescindir de ésta
de manera no menos acelerada; separados de nuestras tradiciones, embrutecidos
por las exigencias de una sociedad del ocio y desprovistos de curiosidad espiritual
así como de familiaridad con las grandes obras del pasado, estaríamos alegremente
condenados a festejar alegremente el olvido y a contentarnos con los vanos placeres
del instante. Por lo tanto, con menor brutalidad pero más eficacia –en vez de
fortalecerse nuestras resistencias, seríamos meros agentes que contribuyen a acrecen-
tar el olvido–, los Estados democráticos conducirían a la población al mismo
destino que los regímenes totalitarios, es decir, al reino de la barbarie.1

* La captura de la entrevista la hizo Esperanza Pérez Hernández.


1
Todorov, Tzvetan (2000). Los Abusos de la Memoria, Buenos Aires, Argentina, p.16.

161
La selección, procesamiento y distribución de la información es algo
sumamente delicado, así lo entienden los medios de comunicación y el
Gobierno Mexicano. Tanto que tiene que ver con las pautas para la acción y
generación del sentido común. Un caso particular pero revelador es el papel
que juegan los medios de comunicación como instauradores de la hegemo-
nía gubernamental encaminada a anular cualquier tipo de pensamiento
alternativo.
Para el caso que aquí nos convoca, El Sol de Puebla es una muestra de
lo terrible y eficiente que suele ser el control de los instrumentos de comu-
nicación. Durante el mes de septiembre de 1968, dando muestra de una
convicción patriótica ejemplar, la empresa García Valseca se proclama como
la encargada de emprender una serie de actos en desagravio de la Bandera
Nacional en los treinta y cinco periódicos que la conforman en el ámbito
nacional. El señor José García Valseca entiende perfectamente bien la noción
de patria que hay que promover, un traje a la medida del grupo gobernante.
El presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, un día después de la
proclama que realiza la empresa, poco después de la comida que ofrece a los
gobernadores de los estados de la República Mexicana, concede el honor
al señor José García Valseca de estrechar su mano, como una señal de
complacencia, porque había captado muy bien lo que había que hacer.
A través de entrevistas, fotografías, anuncios, felicitaciones, manifesta-
ciones de apoyo, etc… se va creando cierta idea de patria; dolorosa,
humillada, envilecida, pero no derrotada. Se va construyendo una noción
del patriota ofendido, doloroso, pero dispuesto al desagravio. En un mani-
fiesto del SNTSS publicado en El Sol de Puebla, leemos:

México entero con Díaz Ordaz. Defendamos al gobierno Nacional y con él a la


patria en todos sus terrenos. Se va construyendo al patriota por excelencia en
la figura del Presidente: Invitamos... a unirse en torno a la Doctrina de la Revolu-
ción para que de esta manera podamos seguir construyendo una patria como la
que él señala, a la medida de nuestros sueños.2

El sueño de unos, algunas veces, se convierte en la pesadilla de otros.


Fue una pesadilla la que vivieron unos trabajadores que iban de excursión
a La Malinche, se les acusó de comunistas, de querer instalar una bandera
rojinegra en el atrio de la iglesia del pueblo, de llevar propaganda comunis-
ta a la gente de la comunidad. En fin, se les acusó de todo aquello de lo que

2
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968.

162
se acusaba en los medios de comunicación a los mexicanos que no estaban
de acuerdo con la forma en que el gobierno patriota, el gobierno de la paz,
viril, campeón de las olimpiadas… estaba gobernando. También se les
acusó, por qué no, de la miseria de la gente, de la falta de escuelas… en
fin, de todo aquello que pudo estar, para evitar dicho suceso.
Otra de las pesadillas originadas por el sueño patriota de los que enarbolan
la Doctrina Revolucionaria, es la que vivió la señora María Tomasa Arce
García,3 esposa del campesino que ofreció su casa para que se guarecieran
de la lluvia los excursionistas. Al abrir la puerta, los que daban posada y los
que la recibían, nunca se imaginaron que una maldita mafia los había condena-
do a la muerte, la soledad, la tristeza… como cerrarle la puerta a la impu-
nidad política de este país.
En este contexto, ubicamos una entrevista que se realiza en el Programa
de Estudios Universitarios Comparados, el día 27 de agosto de 2008,
a dos sobrevivientes de la campaña mediática emprendida por García Valse-
ca, el Gobierno del estado de Puebla y el Gobierno de la República, Gusta-
vo Díaz Ordaz. Los entrevistados son Miguel Flores Cruz (MFC), Julián
González Báez (JGB), quienes en el momento en que ocurre el linchamiento
contaban con 22 y 26 años de edad respectivamente. La entrevista fue

3
“Nada, nada habían hecho esos muchachos; estaban con nosotros en mi casa comiendo
fruta y ya se iban a acostar cuando pasó todo… aseguró hablando dificultosamente en
castellano. Pero haciéndose entender claramente, la campesina María Tomasa Arce García
al declarar oficialmente en torno al crimen colectivo la noche del último sábado en el
Pueblo de san Mi C., consumó una turba enardecida y asustada por falsos rumores y
malos entendido. La humilde mujer, viuda del labriego Lucas García García, el hombre
que pago con su vida el gesto humano y generoso de dar alojamiento en su choza a los
cinco empleados de la UAP... soportando con autentico estoicismo la tragedia de quedar-
se viuda con cuatro hijos y sin el menor asomo en su semblante de los eternos minutos
de espanto que vio al contemplar aterrada la masacre... al ser interrogadas por el Agente
Primero del Ministerio Público, licenciado Isauro González Méndez, encargado de la
averiguación previa del caso, insistió una y otra vez que los excursionistas no habían
hecho nada.
No es cierto que fueran bandidos o comunistas; no es cierto que hubieran hecho algo
malo, ni que anduvieran alborotando... cuando estaban comiendo fruta y ya se iban a
acostar unos hombres y mujeres –como trescientos– comenzaron a pegarle de pedradas
al puerta, hasta que la tiraron; luego se metieron echando tiros y gritando que en mi casa
había bandidos ladrones y comunistas, y comenzaron a pegarles a todos y luego se los
sacaron de mi choza. Yo me salve por que tenía en brazos a mi criatura –de nueve meses–
y estaba atrás de mis otro hijos…” El Sol de Puebla, miércoles 18 de sep, 1968 p. 3.

163
realizada por el Mtro. Jorge Labarreda González (JLG), casi para finalizar
es invitado, por lo entrevistados, a intervenir el Mtro. Humberto Sotelo
M. (HSM).
JLG: ¿En qué año entran a trabajar a la universidad?
MFC: Entro a trabajar el primero de mayo de 1966.
JGB: Yo también el 1° de mayo, sólo que de 1961.
JLG: ¿Laboran en el mismo lugar?
MFC: No, yo trabajé en Rectoría y Secretaría General hasta que me jubilé.
JLG: ¿Y qué era lo que hacían?
MFC: Bueno, mi trabajo consistía en atender a todo el público que llega-
ba. El lugar en el que estaba, era una sala de recepción. Y el cargo en que
me desempeñaba fue de Auxiliar de Dirección, entonces mi trabajo era
recibir a todas las personas que llegaban, ver que se anotaran, que hicieran
su audiencia y pasarlos con el Rector o con el Secretario General según
fuera el caso.
JLG: ¿Dónde se encontraba ubicado el lugar donde trabajaban?
MFC: En el edificio Carolino, mero donde están los dos escudos de la
Universidad y creo que ahí sigue todavía la Rectoría.
JLG: Y usted, señor Julián.
JLG: Yo llegué a la escuela de Medicina. Cuando yo entré a Medicina,
nada más había una planta, y el trabajo fue como Auxiliar de Servicio.
Estuve muy poquito tiempo ahí, porque mero en el 61 fue cuando el
ejército entró a la universidad por el conflicto que había entre FUAS y
Carolinos. Estuvimos tres meses sin trabajar, porque estaba tomada la
escuela de Medicina. Y acá en el Carolino, también el ejército tenía toma-
da la parte que era la Prefectura. Ya cuando se definió si quedaba el Lic.
Armado Guerra o si quedaba otra persona nos volvieron a dar trabajo.
JLG: ¿Ustedes estaban enterados que en el mes de agosto los estudiantes
de la ciudad de México habían colgado una bandera rojinegra en el asta
bandera de la plaza de la constitución?
MFC: Sí, sí, nos enteramos.
JGB: Sí, estaba enterado.
JLG: ¿Y cuál es la idea que tenían acerca de eso?

164
JGB: Bueno, yo de por sí estuve al pendiente de estos jóvenes, del movi-
miento que estaban llevando. Yo me entere de esto a través de la prensa,
de la televisión que lo estuvo manejando mucho, desde luego lo maneja-
ron a su conveniencia y yo entendí que este tipo de bandera que pusieron
era una bandera de huelga, no precisamente de comunismo, ni nada de
eso, pero los medios le dieron otra orientación y quiero comentar que, por
ejemplo cuando nos pasa esto en la prensa se mencionó: que los estudiantes
habían profanado un lugar, que pues que ocupaba el símbolo que era de la
bandera de México y todo esto, la verdad el papel que manejó la prensa,
sobre todo la del periódico de García Valseca, fue muy tendenciosa, pero
a su favor siempre atacando a la universidad y por supuesto a los estudiantes.
JLG: ¿Y usted Miguelito, cómo recuerda lo de la bandera?
MFC: Sí, me acuerdo, ya estábamos pendientes también de esos sucesos.
Aun así, nosotros en agosto, creo de ese mismo año, habíamos hecho una
excursión a Veracruz. Ahí estuvimos un grupo de compañeros trabajadores,
disfrutando de la playa un rato, de la arena y a raíz de ese viaje, aquí mi
compadre Julián –que es ahora–, nos empezamos a organizar para ir a La
Malinche en septiembre, porque había en esos días oportunidad de dejar
de trabajar e ir al cerro.
Entonces, así a profundidad, yo por ejemplo, al movimiento no lo
entendía. Además que yo soy apolítico, no me gusta la política, y pues sí,
me llamaba muy poco la atención. Pero sí estaba yo pendiente.
En nuestro grupo se trataba de ir a disfrutar del campo, de la naturaleza,
pues era una situación muy distinta de lo que estaba pasando en el país.
Desgraciadamente, como dice Julián, nos detuvimos ahí en Canoa por la
lluvia. Llegando empezaron a tocar las campanas. Pero es que ya el padre,
nos enteramos después, en cada sermón que daba siempre les decía que iban
a ir los comunistas, cosa que nosotros, bueno hasta ahorita, pues no partici-
pamos en el Partido Comunista, nosotros éramos, pues ora sí; gente libre.
JLG: ¿Cómo percibía y cómo reaccionó la comunidad universitaria por lo
que estaba ocurriendo en la ciudad de México en 1968?
JGB: Bueno, en el aspecto de los estudiantes yo decía que sí había partici-
pación, en el caso de los empleados como que no, inclusive porque no
estaba organizado ningún sindicato, era una asociación de empleados, y
yo veía realmente que no había participación. De los estudiantes sí, yo
recuerdo que había, se organizaban en Comités de lucha, jóvenes que
estaban pues de alguna manera apoyando a las cuestiones de México.

165
Entonces en el caso de maestros yo vi que sí había participación, había
maestros muy activos en el sentido de promover, de apoyar en este caso
a los de México. Y bueno, se estaba dando un juego ahí muy importante.
Pero sí, en el caso de los empleados, yo recuerdo que no, habíamos poquitos
que sí nos llamaba la atención. Yo siempre estuve observando que desde
el 61 esas marchas tan grandísimas que hacía la gente, siempre las habían
relacionando con el aspecto religioso y terminaba ahí en la explanada de
lo que es el zócalo, lo que es la catedral y siempre lanzando consignas y
expresiones pero en contra de la universidad.
Para mí, esto que se da en el 68, digamos de lo que nos pasó a nosotros
y luego lo que pasa también con los estudiantes, esto, yo siento que estuvo
pues planeando, no, –cómo decir– pues planeando, más bien se estuvie-
ron tocando todos estos asuntos y calentando los ánimos de la gente, yo
recuerdo, en ese tipo de manifestaciones tan grandes que hacían, había
gente que decía que se fuera contra la universidad. Afortunadamente
había gente prudente que decía que eso no estaba bien, pero sí, los ánimos
se vivieron así, muy intensos, pero siento que hubo un grupo muy amplio
en contra de la universidad, podría decir que a la mejor dentro de esas
grandes manifestaciones estaba lo que podíamos decir los FUAS, y ya la
otra parte pues era los que estábamos dentro de la universidad y pudiéra-
mos decir, maestros, estudiantes y empleados, pero sí eran tensiones fuertes.
La prensa estaba muy dura, era del gobierno de este señor Díaz Ordaz
y Echeverría, y pues de por sí, como que le traían ganas de dar como un
escarmiento a su manera al estudiantado, yo así lo percibí.
JLG: ¿Qué era lo que querían los estudiantes, por qué se estaban manifestando?
JGB: Bueno, de lo que yo vi en Puebla, en ese entonces había actividad muy
amplia del estudiantado, se permitía tomar camiones o bueno, se permitía
porque lo hacían. También de lo que recuerdo es que se hacían planto-
nes, marchas, pegas de volanteo y todo. Era para mí una actividad muy
fuerte, eso es lo que siento que a la ciudadanía no le gustaba. Por eso me
daba la impresión de que la universidad siempre era señalada como una
universidad que se dedicaba más a agitar, que a estudiar.
En cuanto a los estudiantes, yo pienso que las causas que ellos defen-
dían eran buenas, siempre en favor del más amolado, el sindicato que
requería en ocasiones también el apoyo de la universidad ya sea a través
de maestros o estudiantes, pues estaban pendientes. En el caso de los
empleados no ocurría así, porque no teníamos nada, aún nosotros no
nos encontrábamos organizados, ya hasta el setenta y tres empezamos a

166
hacer algunas consignas, empezamos a reunirnos clandestinamente para
hacer peticiones a la Universidad, trabajábamos de siete a una y de tres a
ocho, también el sábado.
Lo que buscábamos era organizarnos para hacer nuestras peticiones y
afortunadamente lo logramos cuando estaba Lara y Parra e Isauro Gonzá-
lez, fue cuando logramos las ocho horas, desde luego el que nos apoyó
muchísimo, muchísimo, fue el ingeniero Terrazas y los alumnos que sí
apoyaron nuestras peticiones en el Consejo.
Recuerdo que cuando se presentó la oportunidad de empezar a manifes-
tarse recibimos apoyo de ellos, a mí me tocó ser Consejero Universitario
Empleado. Yo siento que fue decisivo el apoyo del Ingeniero, del maes-
tro Villegas que estaba en ese entonces para que pudiéramos organizar,
primero un Consejo de Delegados, luego hacer Estatutos y de ahí citar a
elecciones, pero sí fue toda una labor, un trabajo grandote y ustedes saben
bien, que de ahí, más adelante los maestros hicieron también lo propio,
su sindicato y todo, recuerdo eso…
MFC: Sí pues, yo creo que lo que dice Julián ha sido así, esa es una parte
de la historia, así comenzó primero, como una Asociación de Empleados
con los trabajadores no académicos y después de eso, pues sí, se hicieron
los Estatutos y salió el primer Comité del SUNTUAP, que era Sindicato
Único de Trabajadores Universitarios No Académicos.
JLG: ¿Y quiénes eran los representantes del sindicato?
MFC: Bueno, en ese tiempo el primer secretario que tuvimos fue Armando
López de Ita.
JGB: No, antes, pero, ¡ah sí! del sindicato.
MFC: Sí, del sindicato, los que antes, pues sí la Asociación de Empleados,
el último que recuerdo era Alberto Gutiérrez, antes estuvo don José
Gallardo, que también éramos parte, yo también participaba en la Aso-
ciación de Empleados y después de ese proceso desapareció la Asociación
y ya quedó el SUNTUAP. El SUNTUAP se quedó, y así empezó a trabajar. Y
como dijo Julián, en poco tiempo los maestros se organizaron y se formó
el STABUAP, así se llamó en ese tiempo y ya después, no recuerdo en que
año, se fusionaron los dos sindicatos y se quedó como SUNTUAP.
JLG: ¿En el movimiento del 68 qué maestros, alumnos y trabajadores
eran los que más destacaban en los mítines?

167
JGB: Bueno, del que me acuerdo mucho es de Gustavo Velásquez, lo
recuerdo porque él era Consejero Alumno de la prepa, a él le tocó desde
que hubo una toma del Carolino quedar dentro y a éste no le fue muy bien,
y sin embargo él decidió seguir participando. Recuerdo mucho que cuando
estábamos en lo que era ya la organización él nos apoyaba. Otro de los
que más recuerdo, hay muchos de los que sí me acuerdo, pero no me acuerdo
bien de los nombres. Había maestros, me acuerdo de varios, entre ellos
este maestro que trabaja acá, no recuerdo bien su nombre.
JLG: Rafael Torres Rocha.
JGB: Rafael Torres Rocha, sí pero aparte otro.
JLG: Humberto Sotelo.
MFC: Sí, sí, Humberto Sotelo.
JGB: A él siempre lo vi muy metido, bueno con una participación fuerte, les
digo no me acuerdo bien de muchos, pero había varios de Economía,
había de Físico-Matemáticas, me acuerdo mucho también del maestro
Moneda.
MFC: También del licenciado Vélez, también él participó.
JGB: Por supuesto que sí el maestro Vélez y el maestro Sergio Flores.
MFC: Supuestamente todos eran de izquierda, participaba en ese tiempo
la escuela de Medicina. Tenía su Comité de lucha, participaba en los
mítines para apoyar al movimiento estudiantil de la ciudad de México.
JLG: ¿Comentaban que los objetivos de los alumnos eran nobles, cuáles
eran?
JGB: Bueno, uno de ellos era la educación, siempre con miras a tener una
mejor educación y para todo el pueblo. Claro, esto dependía de los subsidios
que le daba el gobierno, eso para mí era un objetivo bueno. La otra parte,
la social, de apoyar a grupos, ya sea campesinos, sobre todo a ellos. Y a
grupos dentro de la parte urbana de la ciudad, apoyar a los obreros, ni se
diga. Y hablando de sindicatos ya sea independientes o universitarios,
siempre estaba el apoyo de ellos, ya sea manifestándose por escrito o con
volantes o con pintas, ahí estaban.
Yo siento que eso que ocurrió hace muchos años era bueno, veía que
los sindicatos estaban bien organizados. Yo veía tres poderes, el estudian-
til, el de los maestros y el de los empleados. Y por supuesto las autoridades
dentro de este poder, también tenían prestigio tanto regional y como nacio-

168
nal, o sea yo lo veía así, ahora ya no lo hay, no hay organización sindical,
ni desgraciadamente de estudiantes, ya no lo hay.
MFC: Sí, yo recuerdo que el Frente Estudiantil que había en ese tiempo
desapareció cuando surgieron los sindicatos, entonces la fuerza más fuerte
que había, ya no eran los estudiantes, sino era el sindicalismo universi-
tario. Ahí fue donde empezó a apoyarse la autoridad, en este caso el químico
Sergio Flores, el ingeniero Terrazas, los dos se apoyaron en el sindicato.
Pero también respaldaron mucho al sindicato para que se fortaleciera. De
esa forma se luchaba, estábamos unidos todos los sectores de la universi-
dad, porque en esos tiempos teníamos que salir a las calles, tanto el Rector
como todos los trabajadores y estudiantes a pedir, a pelear el subsidio que
se nos tenía que dar, para que así nos pudieran aumentar nuestro salario y
tuviera recursos la universidad, pero así fue la lucha en ese tiempo.
JLG: ¿En el 68 se estaba discutiendo la creación de un Patronato que
junto con el Gobierno asumieran 50% del subsidio y la otra mitad la
pagaran los estudiantes, qué decía la comunidad universitaria al respecto?
MFC: No, nunca aceptaron los estudiantes.
JGB: Era una de las demandas de su lucha, rechazar todas las intenciones,
sobre todo de la iniciativa privada, que desde siempre ha querido privatizar
la enseñanza, y pues a mí me agrada mucho que el estudiante nunca se
dejó. Ojala que en el futuro tampoco lo permita, ojala.
MFC: De lo que recordamos, ahora ya no hay nada, el estudiantes es un
cero a la izquierda. Ya no participa, porque los métodos de conducta ya
son otros. Para poderlos controlar. Pero yo creo que hay mucha, en sí hay
mucha, mucha necesidad de que se expresen los estudiantes para ver si
deberás estamos bien o necesitamos enderezar el camino. Sí hace falta,
yo como lo digo, no me gusta mucho la política, pero lo que sí sé, es que...
es muy sucia a veces mejor me reservo un poquito.
JLG: ¿Quién organiza la visita a La Malinche?
MFC: Julián.
JLG: ¿Usted antes había subido a La Malinche?
JGB: Sí, el 19 de agosto hicimos por primera vez la excursión, y fuimos
seis, como no teníamos ninguna idea de los caminos de la montaña,
nos metimos por la boca y llegamos hasta la pared. Nos agarró también el
agua, pero insistimos y logramos subir. Iban el compañero José Marroquín,

169
Francisco Martínez, Ramón Gutiérrez Calvario y Aurelio Barrena, éra-
mos seis. Por dos de los compañeros tuvimos que parar. Uno, al gordito
Francisco Martínez le dio el mal de montaña, yo le dije a Ramón, que si
no lo podía cuidar, ya que yo quiero alcanzar a Marroquín y ya va muy
adelante –les dije– y se regresaron a donde estaban las cosas, yo logré
alcanzar a Marroquín y a los demás, logré el objetivo. Pero por esos dos
compañeros volvimos a hacer la excursión en septiembre. Ellos decían
que se habían quedado picados y que se volviera a programar la excursión.
Yo les dije, miren va a haber este puente de sábado, domingo y lunes, si es
posible lo volveremos a hacer. Pero fue por la situación de esos dos compañe-
ros, si no, ni la hubiéramos hecho. Y luego yo recuerdo muy bien, no se si
te acuerdes del señor Zavala.
MFC: Sí, Nicolás Zavala.
JGB: Estábamos esperando lo del pago de la quincena, y le decía, ojala
que no paguen. Y el señor Zavala, decía, por qué. Y yo le decía, es que si
pagan, vamos a tener dinero para hacer la excusión, para comprar algunas
cosas. Yo no sé, sí ya lo que va a pasar tiene que pasar, ese día nos paga-
ron más temprano. Entonces me dijeron, como la teníamos planeada. Y a
las tres de la tarde estábamos listos para salir, esperamos hasta tres y
media. Luego yo me enteré que llegaron dos personas más, afortuna-
damente nosotros decidimos salir tres y media, pero era precisamente
por saber que iba a llover. No era por otra cosa, no teníamos otra idea,
más que esa. Y pues de la excursión, todavía hubo, tuvimos la oportuni-
dad, ya estando allá, en el pueblo de que nos regresáramos, pero si ustedes
vieron la película, vieron como lo echamos a un volado y les ganamos a
Ramón y a Jesús. Ellos tenían la intención de que nos regresáramos al ver
que no había las condiciones de pasar la noche ahí, nadie nos daba posada
y la lluvia no paraba. Entonces, como también nos informamos de que ya no
había corrida de camión para Puebla y de que no había muchas posibili-
dades de tomar un coche que nos acercara a donde pudiera pasar un camión
a Puebla, yo les decía, pues como ven si nos vamos caminando, son como
10, 12 kilómetros. Cuando llegaron estas personas, les pedimos posada y
de inmediato, después de que nos habíamos encontrado con negativas,
ellos nos dieron la oportunidad, de inmediato nos llevaron, ahí con el
señor Lucas. Sí no, tampoco nos hubiera pasado nada.
MFC: No, yo creo que sí iba a pasar, porque ya desde que llegamos al
pueblo, ya la gente nos estaba cuidando, nos estaban vigilando. Pienso

170
que de todos modos, no nos íbamos a escapar ese día, nos hubieran segui-
do, nos hubieran golpeado de todos modos.
MFC: Bueno, de acuerdo a lo que tú dices, que salimos a las tres, ahí sí difiero
de tu punto de vista, porque no salimos a las tres de aquí.
JGB: A qué hora fue.
MFC: Porque te a cuerdas que nos vimos hasta las cinco de la tarde que
habían llegado, que estabas tú, que estaba Roberto, Jesús y yo, que llegué un
poco después. Que ya hasta ni queríamos ir, eso decían, que como éramos
muy poquitos, porque inicialmente era un grupo, supuestamente, como
de 20 a 25 personas los que se habían anotado para ir. Pero los que nos
reunimos en ese momento, nada más fuimos los cinco. Yo había quedado
de llevar una escopeta que me iba a prestar mi hermano y ya no la llevé a
la prefectura, y el compañero Rojano se molestó, porque no llevé la escope-
ta para echar tiros por allá. Finalmente decidimos ir a tomar el camión
aquí en la dos, creo. Pero no fue a las tres de la tarde, si no a las cinco y
llegamos a las seis a Canoa.
JGB: Yo recuerdo que sí, llegamos a las seis, por que pasamos ahí donde
está el Puerto de Veracruz a comprar una botella para el frío que hace allá
arriba, luego pasamos con Hermilo, también nos fuimos caminando.
MFC: Pero todavía estábamos trabajando cuando fuimos hacer esas cosas,
todavía estábamos dentro de la universidad trabajando y yo fui con
Roberto, ahí por la cinco, donde estaba una armería, a ver las escopetas, y
ya de ahí nos regresamos, ya después salimos, fuimos por nuestras cosas
y nos venimos. Por eso digo que salimos a como a las cinco de aquí, yo
creo que así está en la película-libro guión que se hizo porque más o menos
salimos a esa hora.
JLG: ¿En el grupo iban maestros y estudiantes, o sólo trabajadores de la
universidad?
MFC: Todos éramos trabajadores.
Desafortunadamente ya estando en el pueblo, Julián fue a comprar unas
pilas con Ramón. Fue entonces cuando de paso, quisieron pasar a la iglesia
a pedir albergue para que nos pudiéramos quedar. Ahí fue a donde el cura
le dijo que sí nos daba albergue. Pero después les preguntaron que ha dónde
iban. Lo que les contestaron es que éramos trabajadores de la universidad.
Y a partir de ahí, nos lo negaron. Al ver eso, decidieron regresar a donde
estábamos. Nosotros nos habíamos quedado en la tienda, donde inicialmen-

171
te habíamos llegado y nos fuimos a atajar del agua. Entonces pensamos
en salir a buscar albergue, porque el señor donde estábamos, nos dijo
que fuéramos a la iglesia y fuimos. Esa iglesia tiene dos entradas, una por
el lado norte y otra por el lado sur. Nosotros nos fuimos por el lado sur,
cuando llegamos había tres personas con cobijas y todo. Al llegar los
saludamos y como respuesta, que nos dicen, lárguense antes que los mate-
mos y sacaron la escopeta. Y órale que corremos, que nos damos la vuelta
y que nos vamos, regresamos a la tienda y ya había llegado Julián y Ramón.
Les empezamos a platicar sobre lo que nos había pasado. Entonces
decidimos regresarnos a Puebla. Julián decía que conocía a don Francisco,
a Panchito en Atlixco, que mejor nos regresáramos y que nos fuéramos allá.
JGB: Panchito era un bibliotecario, un señor ya grande que era muy ameno
con los cuentos y con las cosas bonitas. Entonces Jesús, en especial él y
Ramón, decían, mejor nos vamos con Panchito para cenar con él, y la
verdad ya estábamos con la idea de regresar, pero Miguel, Roberto y yo,
decíamos: ya estamos aquí, ya hicimos gastos, vamos a seguir con la
excursión. Para ponernos de acuerdo, lo hicimos con el volado, y les ganamos.
JLG: ¿Qué les decía la gente de Canoa, de qué los acusaban?
MFC: Cuando llegamos a la casa del señor Lucas, empezaron a tocar las
campanas y su hermano, el que nos había llevado, le dijo, oye hasta parece
que va a ver difunto mañana, verdad. El señor Lucas le dijo que no,
le decía que eran problemas del cura. Que no había nada con nosotros. Es
más, cuando estábamos ahí en la casa y escuchábamos los balazos y magna-
voces que hablaban que se juntara el pueblo para ir a sacar a los bandidos,
nosotros les dijimos que si era necesario, también íbamos a acompañar-
les. Entonces decía don Lucas, que no, que son problemas que tiene el cura.
Y así seguimos, verdad Julián, hasta que nos llegaron a sacar. Yo salí al
baño, y vi que venía un grupo de gente con antorchas y gritando. El señor
Lucas al ver a la gente, que atranca la puerta, y al poco ratito, que empieza
a dudar de nosotros, y nos preguntó que qué habíamos hecho, y nosotros
pues nunca hicimos nada, sino simplemente estar en ese lugar.
JLG: ¿Y usted Julián, qué recuerda, qué decían, de qué los acusaban?
JGB: Yo recuerdo a un joven, que decía, ya cuando estaba la golpiza, nos
preguntaba por la propaganda. Nos gritaba cuando iban a venir los demás.
Yo le decía, de qué me estás hablando. Le argumentaba: nosotros somos
empleados, venimos a subir a la montaña. En la excursión anterior, uno
de los que fueron, Marroquín, tenía una abuelita allá en el pueblo. Marro-

172
quín habla un poquito el dialecto de allá, entonces yo les decía, aquí está
la abuelita de Marroquín. Y empezaron a gritar, quien conoce a Marroquín,
y pues nadie, nadie conocía a Marroquín. Pero sí de todo el griterío que
había, sí decían de la propaganda y sí decían que éramos de la universi-
dad. Hablaban y preguntaban mucho por la propaganda del comunismo.
Y eso es. Pero yo recuerdo bien, que era el terror tan fuerte, que yo hasta
cambie la versión, les dije que era yo empleado de La Violeta, y eso, yo
no sé ni porque lo dije, era tanta la tensión que había.
JLG: ¿Me platicaba Miguelito que en la película los realizadores omitieron
muchas cosas, para suavizarla, para que se pudiera ver?
JGB: Bueno, yo digo que no se ve tal como pasó, lo que se ve en la película
fue sólo una síntesis, un resumen, inclusive cuando le decíamos al Sr. Furren
y al director, esto paso así. El decía, me lo van a contar pero no va aparecer
todo, y decíamos pero es que así pasó. Yo recuerdo que una sola vez vi a
Miguel, una sola vez, después de que nos amarraron a Roberto y a mí, a él
de su brazo derecho y a mi de acá, a ti de las manos.
MFC: Yo iba atrás de ellos, iba con el amigo del hermano del dueño de la
casa, a él lo mataron llegando al puente que está allá, iba gritando mucho y
le dicen muérete desgraciado, y lo mataron. Sí, y yo ya me fui solo atrás de
ellos, pero nos iban golpeando con todo lo que podían, hasta los niños
participaban ahí.
JGB: Yo vi a Miguel una sola vez, ya en el transcurso, cuando nos llevaban
y su cara estaba totalmente cubierta de sangre.
MFC: Sí me machetearon muy feo.
JGB: Está claro que la golpiza estuvo fuerte, yo creo que Ramón y Jesús
cayeron primero, porque se ensañaron más con ellos, y ya en el camino,
era tanta gente que a algunos les hacíamos a un lado sus escopetas y de
otros tratando de librarnos de un golpe con un palo, un machetazo o pedra-
da. Lo que no entiendo, es por que ellos con los machetes, en lugar de
pegar con el filo, pegaban así con lo de atrás, había cosas que estaban
pasando que yo no me explico. En una parte que quedamos tirados, uno
de ellos disparó con la escopeta, bueno yo supongo a que nos diera el
balazo, o yo no sé si sólo era para asustarnos o no sé, pero fue así, hasta la
lumbre de la escopeta la vi cerca de mi cara, pero no me dio.

173
MFC: La otra cuestión es que estaban muy tomados, estaban muy borra-
chos, no los podíamos hacer entender, todos los gritos salieron sobrando,
porque de todos modos nos golpeaban.
JGB: Bueno, eso sí. También ahí dentro de la casa de Lucas, el primero
que me pegó fue aquí en el estómago y me caí. Y se acercó una persona
adulta ya muy grande y como era el griterío, bueno era un caos ahí, yo no le
escuchaba lo que me decía, y me incorporé poquito, y era una de groserías,
que ahora sí nos iban a matar. O sea, la gente estaba muy, muy, agre-
siva, por más que se les explicó. Yo no sé, sino interviene uno que era
como policía que estaba vestido de civil, nos hubieran matado ahí dentro
de la casa.
MFC: Ahí querían matarnos, nada más que llegó la persona esta, que yo
creo que lo respetan, verdad, y los calmó de momento.
JGB: Aunque después lo rebasaron, y cuando dijo, ya por su culpa mataron
al dueño y alguien gritó que los amarren, obedezcan, y pues afortuna-
damente, pues no sé, salimos pero fue difícil.
JLG: ¿Cuántos sobrevivieron?
MFC: Tres
JLG: ¿Cuántos iban?
JGB: Cinco
MFC: Cinco y regresamos tres, mataron a Ramón Gutiérrez Calvario y a
Jesús Carrillo Sánchez, son los que murieron de nuestros compañeros, y
murió el dueño de la casa Lucas García, y murió Odilón Sánchez Islas,
creo que así se llamaba el muchacho que acompañaba a su novia. Una de las
muchachas, sobrinas de don Lucas, era novia del muchacho, que fue con
el hermano de él, entonces también le tocó.
JGB: A él suponemos que lo mataron, porque la gente pensó que era del
grupo de nosotros, porque cuando todavía salimos él se quedó, yo lo vi
todavía, estaba tratando de apoyar a las dos muchachas, pero el caso es
que también lo mataron. Sí, les comentó que la gente estaba muy
predispuesta, de eso nos enteramos después, porque hubo una persona
del pueblo que afortunadamente no estuvo de acuerdo con lo que hicieron,
y él fue el que dio la información valiosa, de quienes intervinieron, quienes
organizaron a tanta gente. Este señor dijo que de meses antes el sacerdote
siempre estaba como predisponiendo, siempre hablando fuerte en contra

174
de la universidad, entonces yo siento que la gente ese día como que ya
estaba lista, como que ya de alguna manera estaba dispuesta a hacer esto.
MFC: Además, te acuerdas que don Lucas nos estaba contando que 15
días antes de nuestra llegada, había ido un grupo de estudiantes de la
escuela de Derecho, de acá de leyes, que iban a participar ahí con los
miembros de la CCI, que estaban funcionando así en ese pueblo, estuvieron
bien, pero a su regreso creo que se trajeron unas gallinas.
JGB: Sí, creo que eso también valora mucho la gente, y entonces llegamos
nosotros y pensaron que éramos igual, que éramos estudiantes y comunis-
tas también. Y así es, que pues ya.
JLG: ¿En la pérdida de la conciencia de la gente para actuar como actuó,
ustedes creen que se conjunta el fanatismo religioso, con el patriota y el
alcohol haciendo una mezcla explosiva?
JGB: Yo lo que vi, es que era sábado y día de descanso. En el pueblo venden
mucho pulque, bueno no sé si hasta la fecha, es un lugar que venden bastante
pulquito y luego era vísperas del grito, entonces yo pienso, no quiero decir
que la gente, al menos que recuerdo que dentro de su generalidad todos
estuvieran tomados, pero sí habían varios tomados, entonces ellos azuzaron
mucho. Por la información que nos dio el campesino dice que unos de
apellidos Luna, ellos son los que empezaron a organizar por secciones, a dar
la información, luego los de los altavoces hicieron lo suyo, pero creo que
ahí se conjugó todo, y todo lo que podía informar la prensa, la radio, la
televisión y luego por desgracia por ser día de descanso, y luego a parte de
eso, pues yo siento también, meto ahí un poco la cosa religiosa, al fanatismo,
yo siento que también hizo lo suyo, y la ignorancia ni se diga, también es
un pueblo tan cerquita de la ciudad pero con un atraso tremendo, hay un
Doctor que lo vivió muy después, él me dijo que le tocó estar como hacien-
do el servicio, el internado no sé como se le llama, dice, fíjate que acá,
todavía siguen usando su tipo de cómo curarse, pero no recurren todavía de
lleno al médico, entonces ahí se ve otra cosa, yo señalo bueno, siempre lo
he señalado que el gobierno tiene lo suyo en esto, el gobierno es el adminis-
trador de los servicios, de la educación, de todo, entonces esto que pasó
en Canoa, pues, es un ejemplo de lo que puede pasar en distintos lugares, el
atraso sigue igual, a lo mejor ya mejoró un poco, pero creo que en las califica-
ciones que le dan a nuestro país estamos lejos, muy atrasados.
JLG: ¿Cuál fue la reacción de la comunidad universitaria, cómo se manifies-
ta la comunidad?

175
MFC: Bueno en ese momento después del accidente, nos informan los
trabajadores universitarios no académicos que se estaban organizando
ellos, y también los estudiantes que querían ir a quemar las casas de ese
pueblo, entonces ya estaban organizados ya para salir, pero el ejercito les
impidió y ya no le siguieron, porque sino hubiera habido una matazón
más fuerte de la que había pasado, pero sí, sí participaron, tenían mucho
interés eso de venir a vengar ese hecho y entonces pues que bueno que
no fueron porque también se hubiera hecho más desastre.
JGB: Bueno, también recuerdo yo, bueno esto lo supe, después que por
iniciativa de un estudiante de Ingeniería Civil hizo una propuesta en el
Consejo Universitario y se acordó que de la matrícula se dieran cinco pesos,
de todo lo que se recolectó fueron aproximadamente 40 000 pesos y esos
posteriormente se les repartió a todos incluyendo a las viudas. También en
ese Consejo Universitario se nombró una comisión para que hiciera todo,
la parte integral. Yo lo que también recuerdo, es que sí apoyó, aquí no sé
si estoy bien seguro si los gastos de los funerales, no sé si la Universidad lo
dio o lo dio el Gobierno, no lo sé. Lo que sí sé, es que la Universidad nos
apoyó mucho, nos dio toda la cosa médica y la facilidad de estar apoyan-
do, y estuvo pues al pendiente la Universidad, sobre todo el estudiantado
se manifestó a través de esa cuota, y luego ya estando en el hospital sí
vimos el apoyo de ellos. Se hacían juntas en los salones, hacían cooperacio-
nes de monedas. Llegaban y decían el grupo de la escuela, pues te trae
esto, y pues la verdad, sí como que nos ayudó mucho este tipo de manifes-
taciones porque nos levantó el ánimo bastante. Yo estaba trabajando en
ese entonces en la Biblioteca de Ingeniería Civil e Ingeniería Química, y
grupos de ahí, de esa escuela pues me llevaron esto. Y era una visita
grandísima al hospital, la verdad que bueno que se dieron estas manifesta-
ciones de apoyo, porque nos ayudó. Yo siento que nos animó a recobrarnos
más rápidamente, y pues sí hubo buena participación. ¿Maestro no sé si a
usted le tocó estar en ese 68?
HSM: No, yo llegue a Puebla en 1976
JGB: Porque no sé si se acuerde que hubo ese Consejo
HSM: Me han comentado, pero no.
JGB: Fue una sesión extraordinaria y fue lunes, me parece, cuando sesionó
ese Consejo, seguramente en esas actas están todos los acuerdos que se
tomaron.
MFC: Yo tengo una copia de esa acta.

176
HSM: ¿Y qué se acordó en esa sesión?
MFC: Que todos los estudiantes de nuevo ingreso, que todos los que ingre-
saran tenían que aportar una cuota de cinco pesos extra de su inscripción.
JGB: A propuesta de ellos.
MFC: Para que de alguna forma nos ayudaran a los heridos y a las viudas
para salir adelante. Y sí, como dice Julián, sí hubo mucho apoyo de la institu-
ción, estaban totalmente puestos en las necesidades que se requerían, nos
daban permiso para lo que se necesitara, siempre hubo buena disposición de
las autoridades de aquel tiempo.
JLG: ¿La ciudadanía Poblana cómo vio esto?
MFC: Bueno, yo siento que de acuerdo a los periódicos que salían, que
decían que nosotros habíamos ido a ese pueblo a emborrachamos, que no
pagamos lo que consumíamos y que queríamos secuestrar a sus mujeres,
fue totalmente falso. Yo creo que ahí, la gente que no conocía nada, pues
dudó alguna vez de que si fue cierto o si éramos culpables, porque noso-
tros siempre defendimos que nunca hicimos nada y gracias a Dios hasta
ahorita, después de salir de ese trauma, nos sentimos contentos porque
sabemos que nunca hicimos ninguna maldad en contra del prójimo, no.
Entonces estamos bien anímicamente, porque así pasaron las cosas, y
nos confundieron, porque sí decían que habíamos ido a atacarlos, pero
eso nunca fue cierto, no estábamos borrachos. Afortunadamente en los
estudios que nos hicieron, no teníamos ninguna gota de alcohol. Aunque
Julián ya tenía ganas de tomar, se compró una botellita de esas, pero
bueno de ahí no pasó y eso nos salvó de que todos los estudios salieran
sin nada de alcohol, entonces sí, nos empezaron a creer que nosotros
fuimos golpeados allá injustificadamente.
JGB: Bueno, cuando esto pasa desde luego que sí fue algo, cómo podría
decir, como complejo de asimilar, yo lo veo así dentro de la sociedad,
porque señalamos al sacerdote y entonces yo recuerdo que fui a la mitra, es
una dependencia de la Iglesia Católica, para decirle a la persona que me
atendió que realmente el sacerdote tenía mucho que ver en esto. Era una
de las personas, digo, no nada más fue él. Aquí, si buscamos quien más
motivo todo esto son varias cosas, pero hubo una defensa tremenda, lo
único de lo que yo me enteré, es que nada más cambiaron al sacerdote de
lugar, y luego ya me enteré también que estuvo muy enfermo y luego
que murió. La comisión que nombró la Universidad, sí le dio seguimien-

177
to, hubo detenciones de algunos de una lista que se presentó, de los que
motivaron a toda esa gente. Aunque, en algunos casos, lo que sabíamos
es que a estas personas ya las habían liberado. Entonces, no recuerdo bien
Miguel, si fueron como seis meses los que todavía estuvimos asistiendo,
cuando teníamos que carearnos y todo esto, pero la verdad a esto le dieron
carpetazo, o sea en la cárcel sí estuvo una persona muy grande de edad y
un joven, pero realmente la lista esa donde la encabezaba el sacerdote, el
comandante, el alcalde o bueno el presidente del pueblo y demás gentes,
los dueños del altavoz y todos esos, nadie, nadie estuvo en la cárcel.
Después se fue apagando y cuando se hizo la película, ahí es donde tuvimos
la oportunidad de hacer la denuncia pública, porque aquí ya salió a todo
el mundo. Y la verdad, yo me acuerdo de muchas experiencias, me acuer-
do que había unas gentes que estuvieran enojadísimas de lo que nos habían
hecho, y otras no lo creían, decían esto no puede ser, esta manipulado, y
esto es así, pero había polémica fuerte, me acuerdo que yo iba a la ciudad
de México a ver unas cosas y en el camión estaba el tema, me metía a
comer y el tema estaba ahí candente.
O sea, sí fue un problema que de alguna manera siento, que motivó a
mucha gente por estar metida en las cosas de la religión y también por
la forma en que el gobierno había venido señalando a la universidad y a los
universitarios. Y en el tiempo que se da, era cuando la universidad, pues
también tenía participación, desde luego, con la cosa del socialismo, del
comunismo. Afortunadamente todo se fue aclarando. Pero sí siento, que sí
hubo mucha participación de una o de otra forma por parte de la sociedad.
JLG: Ustedes vivieron un evento sumamente violento, terrible, doloroso.
Unos días después ocurre otro que pareciera la continuación de lo que
ustedes vivieron, la consumación de una trampa que se había preparado,
y en la que ustedes cayeron como lo dicen por accidente, me refiero al
asesinato de estudiantes que realiza Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría
el 2 de octubre en la ciudad de México ¿cómo vivieron dicho suceso?
MFC: Pues yo en lo personal, lo que quería era recuperarme, honestamente,
de los males que tenía. Yo estaba rebanado de la cabeza de los machetazos
y todos los golpes. Pues realmente, apenas si podíamos ver la televisión
en esos días, apenas había pasado. Entonces no sé, si mi compadre Julián,
pero yo, esto fue lo que sentí.
JGB: Pues yo la verdad siempre he reprobado eso, siempre. Yo siento que el
Gobierno se excedió con esto, si tenían estudios, así como lo señalaban
ellos. Yo siento que nunca se debió de haber recurrido a ese tipo de violencia

178
y, sobre todo, a ese tipo de armamento y de todo el poder que tienen ellos
para reprimir. Las manifestaciones, yo no lo niego, eran fuertes. A lo mejor
una parte de la sociedad estaba molesta, yo creo que sí, pero nunca para
agredir así de esa manera. Yo creo que esto queda para la historia. Y
que este hecho es una mancha para el gobierno, de seguro que sí, y lo que
siempre he dado en mi opinión y que ojala y nunca, bueno eso sólo es un
deseo, que no se repita más esto. Así lo de Canoa y lo de este tipo de
agresiones del gobierno, ojala nunca más vuelvan a ocurrir. Sin embargo
en el caso de atentados contra la gente, en distintos lugares del país y de
nuestro estado se siguen dando, donde luego la gente se hace justicia por
su propia mano, se van contra la gente sin saber en muchísimas ocasiones,
si realmente es lo que ellos piensan que son, se han equivocado muchísi-
mo, yo vi cuando lesionaban a uno, creo que fue en Tecamachalco, creo
que desconocieron hasta el mismo presidente de ahí. Otro en Veracruz. A
los policías del Estado de México que amarraron y quemaron, la verdad
ese tipo según de hacerse justicia, es totalmente negativo, incorrecto
Ojala que las nueva generación de jóvenes participen mucho y sean
promotores, pero de la no violencia, y que se usen todos los medios legales
que deban de usarse, que con todos los estudios que tienen los jóvenes, desde
primaria para adelante, se hagan una conciencia que pueda ser promovida en
lugares, como son los pueblos, para que ese tipo de personas no sean mani-
puladas, porque desgraciadamente todavía hay ese tipo de manipulación.
JLG: ¿Un poco para concluir a la distancia de los años, cómo se explican
lo que les pasó?
JGB: Bueno, nada más desde mi punto de vista, que fuimos confundidos
con los jóvenes estudiantes por el hecho de estar en una universidad que
en ese momento estaba señalada como una universidad de izquierda o comu-
nista. Y que también nos tocó la de malas, que la prensa no estaba como
ahorita, con más conciencia de dar una información más adecuada,
entonces esa prensa era muy, muy, amarillista, manejaba las cosas pero
muy a su manera. Entonces yo siento que a la prensa le tocó jugar el
papel más importante. Pero también, indudablemente lo juega el fanatis-
mo, la ignorancia, la manipulación de autoridades de allá, de ese lugar,
que no les dieron una orientación adecuada. Desde antes de que llegára-
mos nosotros, donde pudieran centrar al pueblo y decirles, lo que ustedes
estén viendo, lo que está pasando, no es así, o sea, de alguna manera ser
promotores de una información correcta. Entonces sentimos que éstos
fueron algunos de los factores que intervinieron para que pasara esto.

179
MFC: No, pues así fue, nos confundieron con estudiantes, nosotros fuimos
trabajadores universitarios en todo ese tiempo. Entonces, realmente lo
que paso ahí, pues era premeditado, ya estaba hecho para que cuando noso-
tros llegáramos, pues nos atacaran, pues desafortunadamente nos tocó a
nosotros, y pues bueno, aquí estamos. Ya casi vamos a cumplir los 40
años, y los primeros años fueron muy difíciles, porque sí nos sentíamos
muy mal. Pensamos, bueno yo en lo particular, que nunca iba a quedar
bien, afortunadamente estamos bien, estamos con la familia, estamos
luchando y estamos saliendo adelante.

180
LAS IZQUIERDAS EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE PUEBLA DESPUÉS DEL 68

Daniel Cazés Menache

BREVE ADVERTENCIA PREELIMINAR

En 1968 yo no vivía en Puebla ni trabajaba en la Universidad Autónoma de


Puebla (UAP). Varios de mis maestros y de mis colegas, y un buen número
de estudiantes habían sido víctimas de la persecución, o eran presos
políticos y algunos ya estaban entre quienes en Puebla –con su profunda
y omnipresente religiosidad– se denominan “mártires”. Yo salí del país y,
salvo algunas visitas esporádicas y cortas, permanecería fuera una década:
En una reunión de la American Anthropolgist Association que tuvo lugar en
Nueva Orleans llevé la voz de algunos colegas y alumnos para informar
lo que había sucedido en México, y en particular sobre las amenazas y
persecuciones ejercidas por algunos de los antropólogos más poderosos
contra estudiantes y profesores de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia (ENAH). Con el apoyo del caucus radical del encuentro, se integró
una comisión que investigaría lo que unos miembros del gremio habían
hecho contra otros. Más adelante, en México, durante el congreso de la
Asociación Estadounidense de Antropología Aplicada, en el que los estu-
diantes no podían tomar la palabra, leí en su nombre la ponencia que un
grupo de ellos preparó. Se hablaba en esa época de antropología crítica y
de antropología militante. Con estos antecedentes, y seguro preocupado
por mi seguridad, el doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, quien era subsecre-
tario en la Secretaría de Educación Pública y había sido mi maestro en el
doctorado de la Universidad Nacional Autónoma de México, me ofreció
una beca para estudios de posgrado en alguna universidad de Estados
Unidos. Mauricio Swadesh, el maestro con el que recibí lo más importante
de mi formación y que se había refugiado en México por la persecución
macartista en su país, acababa de morir. Uno de sus maestros y uno de

181
sus colegas me propusieron trasladarme a París para contribuir a la integra-
ción de un grupo de investigación que se ocuparía de lenguas amerindias.
Inquieto y temeroso de que me sucediera lo que hasta entonces no me había
sucedido pese a las amenazas, agradecí a Aguirre Beltrán su ofrecimiento:
ya había sido contratado en Francia. Debo decir que Aguirre Beltrán fue
conmigo muy amistoso, pese a que nunca estábamos de acuerdo en nuestras
apreciaciones y propuestas; en uno de sus textos en que habló de antropolo-
gía radical y antropología desarrollista, ubicó mi nombre en la misma lista
en la que puso a Flores Magón y a Miguel Othón de Mendizábal. Yo pensé
al principio que era una broma, pero cuando salió su libro me di cuenta de lo
serio que era don Gonzalo. Por todo eso, mi reconocimiento fue aún mayor
e incluso afectuoso.
1968 y los setenta. Entonces lo queríamos todo y lo queríamos de
inmediato. Formábamos parte del conjunto de generaciones que en todo
el mundo se rebelaron contra los valores de la violencia, la injusticia, el
lucro, el consumismo y el conservadurismo prevalecientes en todo el mundo.
La mayoría habíamos nacido durante o poco después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando se instalaron en el mundo la muerte y la deses-
peranza como premisas indispensables para la modernidad que entonces
se edificaba teniendo como cimientos los negocios, sobre todo los nego-
cios de las armas y los energéticos. Las bombas de Hiroshima y Nagasa-
ki, innecesarias como no fuera para justificar los millones invertidos en
fabricarlas, confirmaron todos los intereses de los poderes del dinero y
del dominio. Y desde luego el rechazo de quienes soñábamos con una
vida diferente, libre de guerras y de opresiones, en la que todo fuera soli-
daridad, amistad, placer: como la fiesta del 68 que fue combatida y aho-
gada en sangre.
Ese año, desde la distancia, habíamos respirado el oxígeno que parecía
haber inyectado en París la “revolución de mayo”, y nos dominaba el
entusiasmo pues creíamos que todo estaba a punto de cambiar. Así, lo
que en México se inició como una riña entre estudiantes de una prepara-
toria privada y una vocacional del IPN el 22 de julio, sería tomado como
el inicio de nuestra propia revuelta.
Al principio, todo se centró en protestar contra la violencia de Estado
que respondía a alguna maniobra política relacionada con la sucesión
presidencial; se dice, entre muchas otras cosas, que uno de los propósitos
era mostrar que no era necesario un general en Los Pinos, pues un civil
podía mantener el orden y cerrar el camino al “comunismo soviético”
con mayor eficacia, sobre todo en lo que se refería a las muestras de fuerza

182
y poder de las armas. El nacionalrevolucionarismo predominante en el
gobierno no iba a poder evitar convertirse en una dictadura como las que
proliferaban en América Latina, pero lo harían mejor que las otras, pues
la de aquí no parecería dictadura y prevalecería el cambio sexenal de
caciques civiles; por ello, sería perfecta.
La coyuntura nos llevó a exigir deslinde de responsabilidades. Y luego
cancelación de las persecuciones y la represión, y en adelante diálogo públi-
co entre gobernantes y gobernados para resolver los puntos del pliego
petitorio.
La respuesta fue un incremento demencial de la presencia del ejército
en las calles, de las medidas represivas y de las potencialidades del uso de
las fuerzas armadas y de sus bayonetas, tanques y balas contra la gente.
La Ciudad Universitaria de la UNAM fue ocupada y saqueada por quienes
el enfurecido dictador sexenal llamo “los modestos juanes”, que, hay que
decirlo, sólo cumplían con las órdenes que provenían de la ciega discipli-
na de su cotidianidad.
Yo participaba en brigadas informativas y como representante de los
maestros de la ENAH en la Coalición de Maestros de Educación Media-
Superior y Superior por las Libertades Democráticas. Al lugar en que
sesionábamos llegaba minuto a minuto una gran cantidad de informacio-
nes y de apoyos de la ciudadanía más variada y heterogénea. Cada instante
era de enorme tensión, de rabia, de algunas expectativas efímeras.
Nada tenía resultados mínimamente satisfactorios. Poco después de la
masacre más execrable, sin embargo, se borró del código penal el delito
de disolución social y los presos políticos, cuya liberación fue central para
“el movimiento”, fueron saliendo de prisión, al igual que quienes habían
sido depositados en ella por su rebeldía antiautoritaria.
Tuvo que pasar un tiempo para que un cierto número de sesentaiocheros
y sesentaiocheras percibiéramos que el deseo, los proyectos, las exigen-
cias y las acciones espectaculares –a menudo anuladas por la fuerza o por
la conveniencia– no bastan para que las cosas cambien. Las tradiciones
culturales, las creencias, los prejuicios, los intereses –en especial estos últi-
mos– no ceden ante la conciencia social, por elevada y potente que sea.
En el 68, ninguna reivindicación fue académica, aunque en algunos lugares,
como la ENAH y ciertas facultades de diversas instituciones, donde la
crítica a los hábitos profesionalizadores se había iniciado desde antes del
68, lograron experimentar con alternativas inéditas.
Fue la época en que se instaló como herencia del 68 el proyecto de
reforma de la educación superior con el propósito de convertir a cada institu-

183
ción pública en una Universidad Crítica, Democrática y Popular, con todo
el sentido filosófico, social, científico y político que el término comprendía.
Cuando regresé a México para quedarme, las izquierdas habían cambiado
y estaban a punto de transformarse aún más –ni una cosa ni la otra nece-
sariamente en sentido positivo o, por decirlo mejor, democrático y demo-
cratrizante. En varias universidades públicas habían llegado a controlar
–más o menos– la administración: era lo que el poder les había permitido
para mantener a raya a los más escandalosos y activos.
Los proyectos de transformación académica nunca fueron pocos, pero
pienso que ninguno llevó a cabo ni siquiera el principio de su realización.
Era el tiempo de la construcción en que deseábamos participar quienes
habíamos impulsado la crítica a las normas establecidas, a los usos, costum-
bres y tendencias intelectuales prevalecientes y, con mucho, dominantes.
En la UAP, las búsquedas y los principios del 68 se habían transformado
en praxis institucional. Alfonso Vélez Pliego, de grata memoria, quien era
Coordinador de Filosofía y Letras y pronto pasó a la Secretaría General, me
invitó a coordinar la creación del Colegio de Antropología para contribuir
a transformar a la Escuela de Filosofía de la UAP en una Facultad que inclu-
yera a las disciplinas sociales y, en general, a las humanidades, como lo
había resuelto su congreso entonces reciente. Era la oportunidad de contri-
buir a la transformación que aún no se daba y de cambiar lo que había con
nuevas alternativas.
Se aproximaba un cambio en la Rectoría de la UAP y los ánimos estaban
muy caldeados. En cuanto alguien aparecía en el horizonte, como era mi
caso, tenía que declararse públicamente en contra o a favor de la única opción
que se vislumbraba. Si alguien pretendía quedar al margen, un grupo ultra
del Partido Comunista lo calificaba como enemigo y la arremetía contra él.
Pero todos éramos comunistas. Sólo que una fracción, la mayoría de cuyos
miembros no poseían calificación universitaria, consideraba que la UAP
era “el brazo intelectual” del partido y, pretendiendo ignorar que la UAP es
una institución pública cuyos destinos deben ser resueltos por quienes en
ella realizan las tareas sustantivas –sin importar sus afinidades ni sus fobias:
investigación y expansión del conocimiento, se proponía mantener el control
sobre la institución a través de lo administrativo para conservar y acrecen-
tar los privilegios que habían alcanzado indebidamente en momentos en
que la universidad fue amenazada desde fuera con intensidad.
El relevo del ejecutivo universitario dio lugar a todo tipo de acontecimien-
tos. También del 68 habíamos heredado las enfermedades izquierdistas,
una de las más graves era el antiintelectualismo con la convicción de que

184
la UAP tenía que ser el sostén de los movimientos sociales y aun sustituir a
campesinos y obreros si éstos era incapaces de darse cuenta de las necesi-
dades históricas que un marxismo de manual y mecanicista señalaba como
ineludibles, irremediables, como el destino bueno contra el destino malo que
nos imponía el capitalismo a punto de desaparecer. (Hablo de hace cuarenta
años, cuando nos cobijaba la relación con los paraísos del socialismo defen-
didos por el muro de Berlín y cuando ni se soñaba con que las contradic-
ciones del sistema capitalista producirían su propia revolución neoliberal).
Entre aquellos acontecimientos que se dieron en la UAP trece años después
del 68 y de los que fueron protagonistas sesentaiocheros relevantes y no
pocos de los seguidores de sus interpretaciones, sólo mencionaré tres (casi
todos fueron registrados y documentados en los cuatro volúmenes de
Sucesión rectoral y crisis en la izquierda, UAP, 1982-84):
1. Al Consejo Universitario, secuestrado por los vándalos del Partido
Comunista, se le obligó a aprobar que el rector y las demás autoridades
directivas de las escuelas fueran electos por sufragio universal, contando
un voto por cada universitario dedicado o no a las labores académicas,
dando con ello por sentado que la mayoría de los estudiantes y de los
trabajadores no académicos votarían por su candidato. Otra enfermedad
infantil: la del clientelismo ultrarrevolucionario.
2. Este resultó ser un activista de su partido que ocupaba una curul en el
Congreso del Estado y carecía de título profesional (ser dirigente con
discurso ultra significa ser automáticamente todólogo, estar capacitado
para cualquier tarea).
3. La rectoría realmente electa por la comunidad universitaria, que estaba
harta de la burocracia dominante en la institución y en la izquierda, fue
combatida desde el día en que tomó posesión y las oficinas centrales
de la UAP fueron balaceadas tres veces durante los primeros tres años de
su desempeño. Todo esto tolerado por la dirección nacional del Partido
Comunista Mexicano (PCM) que nombró un candidato oficial y expul-
só, minutos antes de disolverse, a cerca de doscientos militantes que no
se plegaron a su decisión (la revolución tiene que ser violenta, en ella
podemos vengarnos de quienes no nos son simpáticos, y la inconscien-
cia de las masas puede ser sustituida por las armas de un puñado de gente
consciente que sabe al menos dispararlas contra los objetivos
diabólicos).
Para la UAP, sin embargo, los años en que fue encabezada por los rectores
Flores, Rivera Terrazas y Vélez Pliego fueron también –y sobre todo–

185
herencia de las luchas nacionales del 68 y de las que habían tenido lugar
frente a los gobiernos de Puebla y a los intereses empresariales represen-
tados por ellos. En ese período y hasta bien entrada la década siguiente.
Diez años después, pese a logros académicos y científicos sin precedente,
pese a acercamientos a formas democráticas de gobierno, y pese a la
generosidad de la UAP en la atención a problemas sobre todo campesinos
y obreros, así como de otros organismos ciudadanos, era urgente, impos-
tergable, academizar a la institución académica por excelencia, la única
importante en el estado y, con mucho, de lo que se conocía como región
centro-sur de ANUIES.
Más tarde, dominarían en la institución las perspectivas eficientistas y
empresarial que prevalecen hoy en muchos centros de educación superior
del país.

LA UNIVERSIDAD COMO ESPACIO DE LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES

Las instituciones de enseñanza preparatoria y superior han constituido


espacio privilegiado –que en ocasiones se antoja único– de la elaboración
teórica, del encuentro, del debate, de la organización y de la acción de las
izquierdas. En la Universidad Autónoma de Puebla, además, el Partido
Comunista Mexicano y sus aliados controlaron y dirigieron el gobierno y
la administración durante largo tiempo, no en todos los aspectos de manera
acorde con los ideales de reforma democrática de la educación.
En Puebla, como parte de las secuelas del 68, al culminar en 1972 un
proceso iniciado diez años antes, los grupos democráticos y las izquierdas
consiguieron que el movimiento universitario alcanzara dimensiones sin
precedente, y lo convirtieron en una fuerza política resuelta y vigorosa.
Los empresarios, la jerarquía católica, los sectores más conservadores
definieron por ello a la universidad como diabólica y colectivista, y la
combatieron duramente. La fuerza pública tomó a su cargo infiltraciones,
provocaciones y represiones.
El proceso de lucha por la democratización política del país, en el que
destaca la participación de las izquierdas, no ha sido privativo de las univer-
sidades. Desde fines de la década de 1960, los poblanos en lucha encon-
traron un aliado en el movimiento universitario, y al mismo tiempo
expresaron de una u otra manera su aceptación del impulso democratiza-
dor de la universidad y le brindaron apoyos valiosos.

186
Durante más de diez años, los movimientos populares –el universitario
de manera notable– incidieron en la vida del estado de Puebla y de su
capital, que, incuestionablemente, ha sido ciudad universitaria y obrera;
lo hicieron sobre todo abriendo espacios a la presencia y a la expresión de
grupos sociales –campesinos, vendedores ambulantes, organizaciones
políticas y gremiales, jóvenes, mujeres, homosexuales, curas contesta-
tarios, los universitarios mismos– que antes se hallaban casi por completo
silenciados o pasivos bajo el influjo del poder casi ilimitado de caciques,
clero, policía, ejército y corporaciones priístas.
El estado de Puebla y su capital, durante largo tiempo respetuosos –por
las buenas o las malas– de las distancias sociales, de la respetabilidad
tradicionalista y del conservadurismo católico, cambiaron de manera tal, que
evocar su atmósfera en las décadas de 1960 y 1970 se asemeja a hablar
de un mundo distante, cuya existencia se antoja legendaria.
En ese cambio profundo –necesario sin duda para el proyecto de la
burguesía modernizante y en grado aún mayor para los sujetos históricos
emergentes– intervino de manera decisiva la izquierda. Sobre todo las
izquierdas universitarias.
Con mayor o menor agudeza según el momento, la violencia marcó
la vida universitaria con tal intensidad que durante mucho tiempo su marca
pareció indeleble. Entre las víctimas elegidas por la derecha, estuvieron
varios de los más destacados dirigentes comunistas de la universidad,
quienes fueron inmolados en asesinatos aún impunes.
Durante cinco años, hasta 1976 –cuando el edificio Carolino sufrió el
asalto del FEP-PST en el último intento por desalojar a la izquierda de la
UAP–, la violencia sangrienta fue cosa de todos los días. A partir del momen-
to en que los invasores de las instalaciones universitarias se vieron obligados
a abandonarlas, y hasta 1981, la violencia sería esporádica, limitada en gran
medida a manifestaciones verbales. Su trascendencia política, sin embar-
go, fue siempre de importancia: tuvo el poder de unificar a la mayoría de
los universitarios y de los poblanos en general en contra de quienes la
promovían, incluso hasta la década de 1980.
Además, la violencia y la reacción en su contra contribuyeron a la
complejidad de los procesos políticos en Puebla. Ha sido en situaciones
violentas cuando se han presentado coyunturas únicas, aprovechadas con
habilidad y fortuna desiguales por los diferentes protagonistas en momentos
diferentes. Así, durante 1a primera parte de la década de 1970, el movimien-
to democratizador –opuesto a la represión– avanzó contra la violencia y
de esa manera abrió el espacio para importantes avances de la izquierda.

187
Al mismo tiempo, sectores calificados de modernizadores, tecnocrati-
zantes y ligados al gobierno federal, aprovecharon coyunturas en cuya crea-
ción, tal vez, participaron para combatir y desplazar a algunos de sus aliados
calificados de conservadores y localistas, o reducir su influencia. En aque-
llas condiciones, la izquierda supo aprovechar las contradicciones internas
del bloque dominante para incrementar su avance, fortalecer sus posicio-
nes y obtener el consenso universitario para el gobierno de la UAP; mientras
tanto, una parte de la derecha se beneficiaba de la efervescencia política
creada en gran medida por los movimientos populares, y aumentaba su
poderío. La izquierda obtuvo así el control de la universidad y un sector
de la burguesía logró cambiar la correlación de fuerzas entre éste y sus
aliados, y transformar la orientación del gobierno de la entidad. En ese
clima, contra viento y marea, bajo la dirección de las izquierdas y aún con
el impulso del 68, la UAP creció y alcanzó realizaciones que, aunque vistas
hoy pueden parecer modestas, carecían de precedente; pudo hacerlo sobre
todo durante la segunda mitad de la década de 1970 y, aunque el desarrollo
no fue uniforme en su seno, logró proyectarse como una universidad de
avanzada en los planos nacional e internacional.
Los empresarios crearon nuevas universidades privadas y fortalecie-
ron –no sin tropiezos– la que ya poseían. Al igual que el gobierno, no
dejaron de combatir a la Universidad Autónoma, pero no tuvieron más
remedio que aceptar su existencia y su nueva personalidad, diferente de
la que ellos deseaban.
Para fines de la década mencionada, cuando las izquierdas ocuparon
en México el espacio jurídico-político que su propia fuerza les permitió
conquistar, la UAP fue imponiendo paulatinamente su espacio autónomo e
inició la delimitación del sitio que le corresponde en la sociedad poblana.
Algunos indicios permiten afirmar que, cuando la derecha se vio obli-
gada a aceptar que la UAP se le había escapado de las manos, la iniciativa
privada y el gobierno descubrieron que podían encomendar a las izquierdas
la atención de una problemática cada vez más complicada y desagradable:
el desbordamiento cuantitativo de la matrícula en la enseñanza prepara-
toria y profesional. No es improbable que en el mismo momento contem-
plaran la posibilidad de que, dejando la universidad a los comunistas y
sus aliados, se conseguiría restringir la acción política izquierdista e izquier-
dizante a ese ámbito de manera exclusiva o casi.
No se puede negar que las izquierdas universitarias poblanas supieron
manejar la fenomenología de la llamada masificación de la educación supe-
rior con suficiente eficacia abriendo las puertas de la UAP ilimitadamente,

188
y de esa manera evitando que surgieran protestas antigubernamentales por
restricciones al ingreso o a la permanencia de estudiantes en sus aulas.
Simultáneamente, las izquierdas poblanas permitieron que en su seno se
desarrollase una tendencia a aceptar su propia reclusión en el gueto univer-
sitario, al que algunos de sus representantes y voceros se obstinaron en
mirar como una isla socialista y otros como escenario único de la lucha de
clases, como territorio cerrado en el que se resolverían las contradicciones
del capitalismo y del que irradiaría la revolución.
Así pues, entre 1972 y 1981, los comunistas poblanos, sus aliados y sus
compañeros de todo el país llevaron a la práctica las concepciones predomi-
nantes entre ellos; algunas de las explícitas en declaraciones programáticas
y, sobre todo, las implícitas en su acción cotidiana, en la que no faltaron –y
en ciertos momentos abundaron– la simulación, los intereses personales
y de lucro, y la corrupción.
Nada pareció indicar que, en el momento oportuno, los comunistas
percibieran con claridad la tarea que el poder les asignaría para toda una
década o más, ni que hayan estado conscientes del muro invisible que se
intentaba levantar en torno suyo y de sus aliados y simpatizantes. Pero
asumieron con firmeza y decisión, desde 1972 y más aún a partir de 1976,
la rectoría de una universidad en la que abrieron posibilidades que se vislum-
bran sin límites; entre ellas se contó la de experimentar –y en ocasiones
llevar a feliz término– los proyectos más diversos y contradictorios que
los universitarios de izquierda hubiesen concebido alguna vez.
Con el paso del tiempo, sin embargo, la descomposición de las izquier-
das, generadas precisamente en el desprecio de la intelectualidad creativa
y en la carrera oportunista hacia puestos de alta remuneración y prestigio
potencial, se apoderó de las izquierdas y arrasó a su paso con la universidad.
Esa historia, iniciada en Sinaloa, sería la misma en todas las instituciones
de educación superior en donde las izquierdas tenían fuerza e incluso
preponderancia.
Todo eso también fue parte de la herencia, diversa y contradictoria del 68.
Concluyo citando una alocución del rector Vélez Pliego en 1984. En
ella se sintetizan las visiones sesentaiocheras que aún hoy están vigentes:

(...) todos nuestros esfuerzos han estado guiados –como lo estarán en el futuro–,
por una orientación filosófica y política fundamental: la democratización del
saber, desde la generación del conocimiento hasta su transmisión y su aplicación
en interés del desarrollo humano, del que son portadores miles de millones de
explotados y oprimidos.

189
Desde la UAP, hemos consagrado lo mejor de nuestros esfuerzos a hacer realidad
la posibilidad del ejercicio real del derecho de los mexicanos a la educación
media-superior y superior.
Buscamos que las instituciones universitarias (...) estén en condiciones reales
de cumplir plenamente con sus funciones, preparando a sus egresados de manera
integral para la práctica de sus profesiones, y con una orientación laica, desalienan-
te y científica, mediante la cual adquieran la conciencia de los problemas humanos
de nuestro tiempo...
Estamos convencidos de que son éstas las únicas bases sobre las que podremos
establecer las más correctas relaciones entre la institución universitaria y el conjun-
to de la sociedad en la que cumple funciones específicas.
La universidad es uno de los espacios sociales más importantes para el desarrollo
de la ciencia, de la tecnología, del pensamiento social y filosófico críticos, de la
literatura, del arte, de la inquietud y de la imaginación. En este espacio universi-
tario se crea, se desarrolla y se ejerce el poder intelectual.
El poder que queremos crear y ejercer (...) es un poder intelectual transformador
que, a través de la lucha por la democratización del saber, coadyuve al establecimien-
to de nuevas relaciones sociales fundamentadas en la solidaridad, la cooperación,
la amistad, la aplicación de los resultados de la ciencia a la satisfacción de las
necesidades humanas, y el ejercicio permanente de la libre creatividad.
Consideramos que el poder intelectual, el verdadero poder académico univer-
sitario, constituye el contenido político del quehacer cotidiano de los estudiantes
y trabajadores académicos y no académicos (...), el único contenido que concebi-
mos como válido para la labor universitaria en el mundo de nuestros días.
Desde fines del siglo XI, en las universidades se ha secularizado la generación
del conocimiento, en síntesis y la reflexión filosófica a la que da origen. Son las
universidades las que han permitido que el conocimiento y el pensamiento hayan
salido de las abadías, de los conventos y de los monasterios, para expandirse, cada
vez con mayor libertad, por todos los ámbitos de la vida social y convertirse
en motor ineludible del desarrollo de las fuerzas productivas y de la transformación
de las sociedades.
A través de los siglos, pero sobre todo en el momento histórico que nos ha
tocado vivir, las universidades han llegado a ser universos políticos extremadamente
complejos, en los que el poder alcanza una dimensión social única, cuyo desplie-
gue rara vez es inmediato y claramente palpable.
En el espacio universitario, lo político se caracteriza por el desenvolvimiento
paulatino, multifacético y plural de posiciones científicas, filosóficas, políticas y
artísticas, es decir, intelectuales, que se diversifican y confluyen; se contraponen
y se concilian; se vuelven consenso y sentido común o pierden vigencia social,
pero nunca permanecen encerradas en marcos definitivos e inmutables, y siempre
tienen la potencialidad de cambiar y fructificar.

190
Hoy, como desde hace casi un milenio, en las universidades se elabora y se
transmite el conocimiento, se descubren y se plantean las verdades y las dudas de la
ciencia y la filosofía, y se construye el punto de partida para que ambas se transfor-
men en actitud y acción social cotidianas, contradictorias y en constante flujo,
para que se materialicen en la vida diaria. De las universidades surge, además, parte
fundamental de los proyectos de sociedad nueva en todas las épocas.
Por la importancia histórico-social de las funciones que cumplen las universida-
des más allá de los textos legales que las definen, siempre hemos actuado para evitar
que la universidad (…) sea instrumentada de manera coyuntural o para que el
rectorado se reduzca a la simple administración de proyectos, bienes y servicios.
Nuestra acción universitaria la hemos concebido siempre como una acción de
alcances profundos a cuyos objetivos se llega en plazos largos y mediante una
revisión permanente de nuestro programa transformador, a la luz de lo producido
por nuestra propia acción y por el conjunto del devenir social.
Para el despliegue del auténtico poder intelectual universitario, del poder del
saber y de la reflexión, es precisa la plena autonomía de las instituciones de
enseñanza media-superior y superior, y de investigación científica.
La autonomía tiene que ser la garantía del total cumplimiento de las funciones
universitarias…
Con la autonomía, el trabajo intelectual creativo y la formación de nuevos profe-
sionales, técnicos, docentes e investigadores, jamás podrán estar supeditados a una
visión única ni a una sola escuela o corriente científica, filosófica o artística, ni
podrán estar dominados por la invalidación impositiva de las demás, de manera
que se impida la confrontación de todas y la lucha ideológica imprescindible en el
proceso social del trabajo intelectual creativo, que constituye una de las formas
principales del combate entre los poderosos y los sometidos.
Cuando decimos autonomía universitaria, estamos hablando del derecho que
cada comunidad de universitarios tiene de ejercer plenamente la facultad constitu-
cional para establecer sus propios programas, planes y proyectos académicos,
para autogobernarse de la manera en que libremente lo decida, para administrar
la totalidad de su patrimonio en la forma en que sus propias instancias lo resuelvan
sin presiones ni imposiciones venidas del exterior, y para recibir del erario público
el financiamiento oportuno y suficiente para cumplir con su función social.
Hemos sostenido durante años, y de ello hemos logrado convencer a un número
creciente de universitarios democráticos y, en general, de ciudadanos mexicanos,
que la institución universitaria debe ser autónoma del gobierno; de los partidos
políticos, de los sindicatos, de las organizaciones religiosas, de cualquier otra
agrupación social, y de las empresas privadas.
Por ello, consideramos como uno de nuestros más grandes triunfos el
rompimiento definitivo de la llamada relación orgánica entre un partido político
y la UAP.

191
En la relación entre la UAP y la organización gremial que como trabajadores
de la misma contribuimos a crear y a la que pertenecemos, hemos definido como
norma el absoluto respeto mutuo y la independencia de la institución y del sindica-
to, sin menoscabo del derecho que todos los miembros de la institución, en cuanto
tales, tenemos para proponer, debatir y resolver en las instancias universitarias.
Hemos consagrado una parte de nuestras energías a promover una nueva ley
orgánica para la UAP, que consideramos modelo para todas las universidades
públicas del país, con la que buscamos que se consagre adecuadamente, en el plano
jurídico, la autonomía universitaria, sin que los poderes del Estado legislen más
allá de los principios constitucionales, y para que todo aquello que corresponda a
la vida interna de las universidades y al cumplimiento cotidiano de sus funciones
académicas sea resuelto por los universitarios y por nadie más.
Pero puntualizamos, como ya lo hemos hecho reiteradamente: la autonomía
jurídica plena que exigimos es sólo uno de los instrumentos de la autogestión
universitaria y de su cogobierno académico.
Autonomía jurídica, autogestión y cogobierno no son fines en sí mismos, sino
elementos fundamentales para el ejercicio real y para el desarrollo más amplio y
completo de la autonomía del trabajo intelectual, para la autonomía del pensamien-
to de que habló José Revueltas, y para la democratización del saber que queremos
para la sociedad en que vivimos y para la que deseamos construir para el futuro...

192
1968, EL INICIO DE UNA NUEVA
PSICOLOGÍA NACIONAL

Abraham Quiroz Palacios

INTRODUCCIÓN

Como ya es de dominio público, en 1968 México vivió un significati-


vo movimiento estudiantil-popular que muchos autores lo han calificado
como el primer parteaguas político, social y psicológico de la historia moder-
na del país, y como uno de los más importantes –desde la perspectiva de
sus efectos a largo plazo– que sólo es equiparable al realizado en los años
treinta del siglo pasado, en torno a la nacionalización del petróleo.
La revuelta de los jóvenes en 1968 –iniciada en el mes de julio– no fue,
sin embargo, privativa de la sociedad mexicana; se observó también, un
poco antes, en otros países, específicamente en Italia y no precisamente
entre estudiantes, como en general se piensa, sino entre la nueva clase obre-
ra de la automotriz Fiat de la ciudad de Turín, movimiento al cual le siguió
el Mayo Francés, el mismo que por involucrar a todos los sectores de la
sociedad llegó al punto de casi colapsar al régimen de Charles De Gaulle.
La ola de protestas del 68 pasó también por Checoslovaquia, Hungría,
Argentina, etc., y culminó –por decirlo de esa manera– en las grandes
movilizaciones populares efectuadas en Estados Unidos contra la guerra
de Vietnam.
En términos de tiempos, 1968 fue, como lo afirma Gilly (1993: 26), a la
vez punto de llegada y punto de partida. De llegada porque a la sazón
terminaba una larga onda de expansión económica, cuyo origen se encontra-
ba en la Segunda Guerra Mundial, y punto de partida porque, también por
esos años se iniciaba, de modo general, un reordenamiento de las relaciones
sociales en Occidente, y al mismo tiempo se preludiaba la reestructuración
del propio capital y se daba paso a una nueva fase de la economía. Esto
para quienes gustan relacionar ambos aspectos, o mejor dicho, para quienes,

193
junto con Marx, afirman que las nuevas formas del capital traen siempre
aparejadas nuevas relaciones sociales.
Pero hay quienes, sin dejar de tener razón, dan en sus análisis un peso
considerable a los factores culturales y sociales en general, porque, afir-
man, éstos conforman el contexto histórico que le da el toque específico
a cada evento, de modo que cuando desde esta perspectiva analizamos el
movimiento del 68, encontramos que el período fue, en efecto, muy sui
géneris, pues los diversos fenómenos dados en el mundo –únicos en su
tiempo– hicieron sentir sus respectivas influencias en la totalidad de los
protagonistas; recordamos, por ejemplo, que los propios jóvenes, por lo
menos en los países desarrollados, intentaron llevar a cabo la famosa
revolución sexual que Wilhem Reich había proclamado con mucha ante-
lación como una necesidad inaplazable en las sociedades puritanas y de
corte represivo; recordamos, de igual manera, el escandaloso movimien-
to hippie que, con su conocido lema de “peace and love”, pudo extender
su influencia en muchos países de Europa y de América Latina. Los de
aquella generación constatamos también que el rock pesado demostró,
una y otra vez, su gran capacidad de catarsis colectiva, su incuestionable
convocatoria para reunir a imponentes multitudes de muchachos que con
frenesí le refrendaban su gusto y hasta sus pasiones; pero recordamos
también, con cierta nostalgia, que la literatura de la época hizo de igual
modo lo suyo al alejarse del acriticismo y de las concepciones formalis-
tas, atacando al conservadurismo y dejando atrás lo abstracto como tema
predilecto.
Debido a esos giros, los lectores (jóvenes y adultos) inclinamos nuestras
preferencias hacia temas de la vida cotidiana y hacia la literatura con mensaje
y contenidos críticos; por ello Marcuse, Sartre, Fanon, Neruda, Cortazar y
Revueltas –por sólo citar a algunos de los muchos ensayistas, filósofos,
poetas y científicos sociales de aquellos años– se convirtieron en nuestros
autores predilectos, pues mediante sus agudas obras nos develaban
las contradicciones, los vicios y los pseudovalores que ahogaban al sistema
capitalista mundial y que hartaban a la juventud y a las distintas socieda-
des coloniales y semicoloniales, entre otras a Argelia, Cuba y Vietnam,
cuyas revoluciones fueron también fuentes de inspiración para muchos
de los rebeldes –utopistas o no– de la época.

194
EL PARTO DE LA NUEVA MENTALIDAD

Se trató entonces, en resumidas cuentas, de una actitud profundamente


libertaria de la juventud, cuyas fuentes motivacionales fueron muy varia-
das, es decir, que tuvo como sustento una amplísima gama de factores
que, viniendo de lejos algunos de ellos, se acumularon y entrelazaron con
los recientemente generados por el sistema desde todos los ángulos y
ámbitos de éste: la explotación en la economía, el autoritarismo en la
política, la censura en los espectáculos, la moralina en la vida escolar, etc.
“En plena olimpiada cultural –por ejemplo– la esposa de (Gustavo) Díaz
Ordaz mandó poner sostenes a las bailarinas del ballet folklórico de
Nigeria” (Álvarez, G., 1998: 6).
Comparado con otros movimientos juveniles de aquel año, el 68 mexica-
no adquirió o exhibió rasgos muy peculiares que finalmente lo hicieron
muy distinto a aquellos, a saber:
a) una creatividad política que rebasó por mucho los controles corporati-
vos de tipo orgánico que por muchos años había implementado con
éxito el Estado Mexicano;
b) una capacidad propagandística, a través de sus numerosísimas briga-
das, cuya efectividad dejó en ridículo a la estrategia mediática oficial,
de la televisión, la radio y la “prensa vendida” que nunca pudieron
hacer crecer su credibilidad,
c) una imaginación organizativa que desplegaron los estudiantes, basada
en las brigadas, los comités de lucha y el Consejo Nacional de Huelga,
que se volvió prácticamente indestructible, aun después de la represión
del 2 de octubre, y
d) una claridad meridiana sobre el tipo de régimen político que padecía
la sociedad y que era el punto central de la denuncia, sobre todo la rela-
cionada con la obcecada actitud del gobierno federal, a lo largo del conflic-
to, de no negociar nada, rígido molde de conducta que nunca estuvo
dispuesto a modificar y que consistió en una serie de patrones mentales
de intolerancia, de prepotencia, de autoritarismo y de nula visión políti-
ca, cuestiones que, hasta donde sabemos, nunca exhibieron, por ejemplo,
los gobiernos de los demás países que enfrentaron también moviliza-
ciones de las masas estudiantiles.
En cambio, Gustavo Díaz Ordaz (cuya personalidad autoritaria mere-
ce, postmortem, un riguroso estudio clínico para tratar de encontrar sus
frustraciones, sus complejos de fealdad y de inferioridad, o sus posibles

195
desviaciones y perversiones sexuales que nunca las pudo satisfacer a pleni-
tud y por eso, quizá, las simbolizaba a través de actos sado-masoquistas y
de ritos sangrientos) a pesar de que tuvo oportunidad, desde que se gestó el
conflicto hasta su última etapa, de optar por la negociación de los puntos
petitorios y de buscar en consecuencia una salida pacífica, pactada y de
consenso con los dirigentes del movimiento, prefirió inclinarse por el enfren-
tamiento con los muchachos y aplicarles “todo el peso del Estado” –según
la frase “post leviatan” (valga la expresión) utilizada por otro presidente
de la República, de triste memoria, Ernesto Zedillo, para hacer frente a la
organización guerrillera denominada EPR– con inocultable encono y con
medidas abiertamente represivas; de modo que, sin ceder en ninguna de
las inocuas demandas planteadas (que entre otras eran la de destituir al
Jefe del Cuerpo de Granaderos del Distrito Federal, abolir los artículos
145 y 145 bis del código penal –creados durante la Segunda Guerra
Mundial por razones de seguridad nacional– y otras que al cederlas no
representaban grandes costos políticos para el sistema) ordenó, el 2 de
octubre, “matarlos en caliente” en la Plaza de las Tres Culturas, lugar
donde ellos, junto con algunos obreros, amas de casa y gente del pueblo
llevaban a cabo uno más de los muchos pacíficos mítines que a lo largo del
movimiento habían realizado.

2 DE OCTUBRE: INGRESO A LA MEMORIA COLECTIVA

Debido a este lamentable desenlace, que como todos sabemos, aparte


incluyó encarcelamientos, destierros y persecuciones tanto a dirigentes
como a activistas del movimiento, cada año la memoria colectiva del
pueblo grita conmemorando la fecha: “2 de octubre ¡no se olvida!”, y en
cada ocasión también las mentalidades democráticas extraen nuevas e
importantes lecturas políticas, sociológicas y psicológicas de aquel funes-
to acontecimiento, acrecentando así la experiencia y el saber acerca de
nuestro sistema político y demandando los cambios que este requiere para
ingresar de lleno a la modernidad democrática.
Hay que decir también que con la represión del 2 de octubre, y al situarse
el movimiento en una etapa histórica en la que se empieza a cerrar un ciclo
del capital mundial del cual México no fue ajeno, el sueño del desarrollis-
mo entre las clases medias se empezó también a desvanecer y las grandes
expectativas de bienestar económico y de ascenso social, que el propio
gobierno había metido en la cabeza de los mexicanos, comenzaron de igual

196
modo a desmoronarse; de la misma manera que se esfumaron para siempre
todas las creencias que el pueblo tuvo hasta ese instante acerca de que los
hombres de Estado, por sus propias convicciones revolucionarias, podían
conducir a México a una vida de plena democracia y a un sistema político
donde prevalecieran la pluralidad y la tolerancia.
Como hemos afirmado arriba, 1968 es entonces el año de arranque de
una nueva etapa en nuestro país, etapa que nosotros caracterizamos como
de tipo mental, en la que el colectivo estudiantil –y poco más tarde los
colectivos obreros y populares– aplicó una mirada estrictamente crítica
hacia todo lo que olía a establishment, y asumió una conciencia incorrupti-
ble a toda prueba, un “espíritu irreverente, festivo y contestatario” (Del
Castillo, 2008: 13) y, desde luego, una actitud práctica orientada al cambio
social.

EFECTOS E IMPACTOS

1968 es entonces el año en que se inicia el andar de un largo, complicado y


costoso camino que, para fortuna de toda nuestra sociedad, nos ha venido
conduciendo hacia un sistema político en el que ya no existe más la hege-
monía unipartidista –la del viejo PRI– y en el que, muy a pesar de que hoy
en día ejerce el poder federal un gobierno de derecha, la cultura política
de la sociedad civil ya no es la misma que fue hasta los años previos al 68,
sino que es distinta en gran medida porque ha hecho suyas las bases psico-
lógicas de aquel movimiento libertario; es decir, utiliza el arma de la críti-
ca, es participativa, se organiza de manera independiente y lucha por sus
propias concepciones, por plasmar su imaginario social y por el respeto al
estado de derecho, entre otros muchos atributos.
Cabe explicitar también que aquella conciencia anti-autoritaria y la
convicción democrática de los participantes del 68, han estado presentes,
a partir de entonces, en movimientos como el estudiantil de 1971 en la
ciudad de México; el de la insurgencia sindical de los obreros electricistas
en los años setenta; el provocado por los sismos en 1985 en el Distrito
Federal; en el de la insurrección electoral de 1988, pasando por los movi-
mientos feministas de los años setenta y, desde luego, en el levantamiento
indígena de 1994; la resistencia activa de los habitantes de Atenco y en el
proceso electoral de 2006 con Andrés Manuel López Obrador al frente, e
incluso en el surgido al seno de las escuelas activas infantiles, que llegaron
a cuestionar la estructura familiar tradicional, según lo reporta Hiriart (1993).

197
Del movimiento de 1968 nace, entonces, una nueva psicología políti-
ca de alcances nacionales que, por cierto, a la vuelta de 40 años lo podemos
decir con toda claridad, no estuvo motivada ni por una ideología comunista,
ni por sentimientos apátridas, ni mucho menos por impulsos antiolímpi-
cos, como pretendió hacerlo creer el gobierno de Díaz Ordaz, sino que
más bien obedeció a un conjunto de estímulos que incluían “el rechazo
de injusticias obvias, la ansiedad de participación cívica, el hambre de
modernidad política [y también] el hartazgo ante el anacronismo cultural
sostenido por un ‘nacionalismo’ en el que nunca han creído o apenas
creen los gobernantes” (Monsiváis, 1993: 125)

LA CONTRA OFENSIVA MONETARISTA

En el marco de la transición económica, 1968 representa el momento en


que el modelo predominante (de tipo keynesiano, con todo y sus ingredien-
tes especiales que proveía el ideario de la revolución mexicana) muestra
signos evidentes de agotamiento, a tal grado que otros elementos aje-
nos a éste van cobrando relevancia dentro de sus propias entrañas, de tal
suerte que a partir del gobierno de Miguel de la Madrid, tiene lugar lo que
Villarreal (1985) denominó la contrarrevolución monetarista en México,
mejor conocida en el lenguaje popular como el Neoliberalismo, cuyos
efectos históricos –que a la fecha no hemos podido terminar de enlistar-
los– han sido, en todos los sentidos y niveles, devastadores para el grueso
de la población, la misma que ha visto girar en 180 grados muchas de sus
formas de relación tradicionales, sus afectos, sus actitudes y sus sentimien-
tos, y ha abandonado también algunos de sus valores fundamentales (como
son la cooperación y la solidaridad colectivas) para adoptar, a cambio,
patrones extraños a su forma de ser (v. gr. la competencia individual y el
egoísmo). En resumen, el neoliberalismo, dicho en términos de Kurt Lewin,
ha forzado a la población mexicana entera a hacer una reestructuración de
su campo psicológico.

LAS NUEVAS IDENTIFICACIONES DE LA PSICOLOGÍA NACIONAL

Lo que aquí signamos como psicología nacional se refiere a un conjunto


de atributos, de formas de acción, de valores y de símbolos que comparten
en lo general, durante un período histórico dado, la casi totalidad de los

198
habitantes de un país; derivándose de ello fuertes lazos de integración o
de cohesión, sentimientos de pertenencia e identidad. Tal país –o nación
si se prefiere– es el equivalente a una “comunidad política” en el sentido
amplio, es decir, considerada “en todas sus vertientes psicológicas, socia-
les, culturales y económicas” (Cappello, 1988).
Dicho en otros términos, la identidad colectiva o el “sí mismo colecti-
vo” es “una realidad intersubjetiva que está conformada por un modo de
sentir, de comprender y de actuar sobre el mundo, y por formas de vida
compartidas que se expresan en instituciones, comportamientos regulados,
artefactos, objetos artísticos, saberes transmitidos, en suma, por lo que
entendemos por una ‘cultura’. [De ahí que] el problema de la identidad
de los pueblos remita a su cultura” (Villoro, 1994).
En función de estas consideraciones, podemos afirmar que en México,
la identidad nacional es producto, por lo menos de los siguientes factores:
1) del papel histórico que ha jugado el Estado como constructor primero de
un territorio común; como creador, representante y defensor después
de un proyecto multívoco que, a pesar de las distintas modalidades que
al paso del tiempo le han impreso los diferentes gobiernos, ha mantenido
aglutinada a la población en torno a este importante referente de identi-
dad que se llama nación;
2) de la religión católica, con su sello particular de guadalupanismo, que al
ser profesada por aproximadamente 90% de los habitantes del país, devie-
ne también en factor de identificación;
3) del idioma español que, con sus expresiones y modismos particulares, y
al ser hablado por una indiscutible mayoría, nos permite identificarnos
como mexicanos;
4) del uso cotidiano de los símbolos patrios, de su “veneración” y de la
profunda creencia que tenemos en ellos (la bandera, el himno nacional,
los héroes históricos, etc.), que por estar fuertemente arraigados en las
estructuras cognitivo-emocionales del pueblo nos dan cohesión y sentimien-
to de pertenencia a la misma historia, y
5) de las diversas costumbres y tradiciones que existen en diferentes regio-
nes del país; de los ritos muy peculiares que se realizan en algunas
fechas claves (día de muertos, bodas, quince años, bautizos, etc.), de
ciertos ritmos musicales y de sus correspondientes intérpretes (José Alfre-
do Jiménez, La Sonora Santanera, Juan Gabriel, etc.), de los lenguajes
cifrados en señas, gestos y albures, de las comidas y platillos típicos, de

199
algunas fiestas del patrón de cada pueblo, de ciertos espectáculos depor-
tivos y, en general, de los modos de ser y de hacer las cosas en común.
De todo esto, repetimos, deviene una innegable identidad que tiene alcan-
ces nacionales, es decir, que da lugar a un acto de conciencia acerca de
quiénes somos y cómo somos; “proceso que, [por lo demás, es tan profun-
do que] permea al sistema societario y le otorga una consistencia unitaria,
una integración sociopsicológica que, [a su vez], cimenta la nacionalidad
como una realidad política vigente, dinámica y orientadora del quehacer
diario y futuro” (Béjar y Cappello, 1987).
En estos términos, puede afirmarse que todos y cada uno de los pueblos
tienen un alma propia, un espíritu que los caracteriza y, por tal motivo, al
hablar de México tenemos que referirnos, lógicamente, a los elementos
que lo identifican como una entidad particular, a pesar de que su identidad
la hace descansar, según opinión de Del Paso (1992: 21), en la mezcla de
valores locales y universales, y a pesar también de que permanentemen-
te nos invada la sensación –cosa que han advertido Octavio Paz, Cosío
Villegas y otros importantes escritores– de que hemos estado sufriendo un
grave deterioro en nuestro concepto de nación, y de que “comenzamos a
perder la identidad antes de encontrarla” (El laberinto de la soledad); no
obstante esto, nos quedan muchas e importantes costumbres vivas y una
indeclinable memoria histórica que nos siguen proporcionando fuerzas
de integración y de cohesión como entidad nacional.
Ahora bien, en términos estrictamente psicológicos, por Identidad
debe entenderse “la sensibilidad afectivo-emocional que produce el
apropiarse del pasado y del presente de un grupo o nación, y de correr su
misma suerte histórica, [con] orgullo de ser parte de esas experiencias
colectivas de la cultura... [de esa misma que] se expresa como un conjun-
to de actitudes de lealtad a los símbolos de unidad del grupo. En cambio,
por carácter [debe entenderse al] conjunto de estrategias de compor-
tamiento habituales, que los componentes de un pueblo desarrollan para
resolver los problemas cotidianos y extraordinarios, que confrontan como
individuos y grupos frente a las diversas vicisitudes históricas que les ha
tocado vivir colectivamente” (Béjar y Cappello, 1987:10).
Aclaramos, sin embargo, que ninguno de estos elementos culturales,
psicosociales o ideológicos por sí solos pueden definir el carácter nacio-
nal; porque éste es y ha sido siempre el resultado de una conjugación
histórica compleja de la totalidad de aquellos, e implica o ha implicado
procesos que consisten, por un lado, en ir eliminando los aspectos que, en

200
este caso los mexicanos, consideran caducos e infuncionales para la nueva
circunstancia histórica que viven y, por otro, en ir incorporando, a la vez,
los ideales y valores universales de democracia, de libertad, de respeto a los
derechos humanos y de justicia, lo mismo que las novedades científico-
cognitivas, los avances tecnológicos y otros aspectos positivos que va
creando el mundo moderno y que inmediatamente se dan a conocer gracias
a la comunicación electrónica y al ciberespacio existentes (radio, televi-
sión, correo electrónico, fax, Internet, etc.)
Merced a esto ninguna comunidad, ningún pueblo, por más confinados
que estén, pueden hoy en día concebirse aislados del resto de la humanidad;
recuérdese al respecto que el Subcomandante Marcos, con una habili-
dad extraordinaria, sacó de las lejanas selvas del estado de Chiapas a la rebe-
lión indígena de 1994 y la colocó en el centro de atención de las más
importantes agencias noticiosas del mundo desarrollado, y todavía algo
más importante para el tema que tratamos, es que logró, con la publicidad
desplegada, generar un movimiento nacional de apoyo y adhesión a los
indígenas levantados en armas, partiendo quizá de la hipótesis –que en todo
caso corroboró– de que el pueblo mexicano tiene una identificación psicoló-
gica inequívoca con sus “hermanos” de sangre y, por lo mismo, no los iba
a dejar solos en los momentos más difíciles. Al igual que en el 68 los padres
de familia, el pueblo en general, no dejaron solos a sus estudiantes.
Regresando al centro del tema, señalemos que si antes de la etapa globali-
zadora era una falacia sostener que el carácter nacional es fijo e inmutable,
hoy con mayor razón lo es debido al mismo proceso –por lo demás irrever-
sible– de integración económica multinacional e intercontinental que esta-
mos viviendo, cuyos intercambios en las áreas de consumos, idiomas,
gustos, fiestas, modas, tecnologías, modelos políticos, etc., son cada vez
más intensos y de influencias mutuamente inocultables, de tal manera
que por tales permeabilizaciones, el carácter nacional tiene que entenderse
como algo históricamente flexible, sin que ello signifique que por tal
motivo deba perder o pierda sus grandes ejes articuladores, es decir, las
costumbres, los sentimientos y los valores propios de la comunidad nacional,
aunque tampoco está exento de las tensiones culturales y psicológicas que
derivan de esos intercambios y de la adopción de “nuevos centros de adhe-
sión” que, como podemos constatar, están induciendo a muchos países a
realizar las adecuaciones pertinentes, v. gr., lo que hicieron los europeos al
adoptar como moneda común al euro y acordar el tránsito libre de un terri-
torio a otro, etcétera.

201
Por otro lado, cuando un país sufre cambios radicales en sus estruc-
turas social, económica y política, casi de inmediato sus efectos se hacen
sentir en la esfera de su carácter, el cual, a partir de ese momento, inicia
un proceso de transición hacia rumbos generalmente inciertos, cuestión
que no nos debe extrañar porque el concepto de nación es precisamente
eso, “(...) ‘un plebiscito cotidiano’, una adhesión diaria a una cierta unidad
territorial, política y cultural, una suma de valores que informan y justi-
fican las ideas de nación y de nacionalismo” (Fuentes, 1991). Quizá el
ejemplo más ilustrativo al respecto lo encontramos en el proceso de integra-
ción política –promovido desde los más altos círculos del poder– de la
gran Yugoslavia en los años cuarenta, y en su inevitable desintegración
violenta –sostenido desde abajo– en los años noventa, debido al deseo de
cada nación (Bosnia, Monte Negro, Macedonia, etc.) de recuperar su propia
identidad, su territorio, su religión, su etnia, su idioma, sus costumbres,
sus recursos, etcétera.
En consecuencia, a pesar de las permeabilizaciones de la era moderna
y de la flexibilidad que tiene el carácter nacional, de una cosa habrá que
estar ciertos –como lo estamos para el caso de nuestro país: por más profun-
das que hayan sido o que puedan ser sus rupturas históricas, lo seguro es
que “el pasado permanece (y va a seguir permaneciendo) vivo en el espíri-
tu” de cada pueblo (Riding, 1985: 25).
Pero, ¿cuáles son entonces los rasgos centrales del carácter y de la identi-
dad que tenemos hoy en día los mexicanos? A pesar del 68 podemos decir
que ¿seguimos siendo impuntuales, machistas, desconfiados, derrotistas,
acomplejados, abúlicos, conformistas, corruptos y sin visión de futuro, tal
como nos caracterizaron varios autores en los años del desarrollismo?,
¿cuál es el tipo de transición caracterológica que estamos viviendo?, ¿estamos
realmente sacudiéndonos los estigmas de la sumisión y del conformismo?
o, finalmente, ¿somos ya otra nación desarrollada, democrática y de respe-
to al estado de derecho? Pensamos que el 68 es la base para responder a
estas y a otras muchas interrogantes.

CONCLUSIÓN

En términos psicológico sociales y de acuerdo con nuestro punto de vista,


sobre las actitudes críticas y sentimientos libertarios de la juventud univer-
sitaria, el movimiento estudiantil popular del 68 sentó las bases para que
los mexicanos pudiéramos dar paso a la construcción de nuevas represen-

202
taciones sociales acerca de la política, el gobierno, las instituciones y la
sociedad civil.
Con los elementos generales que se han agregado desde entonces a la
fecha, los cuales tienen que ver con la globalización económica, la revolu-
ción informática, el intenso intercambio nacional e internacional y las
nuevas articulaciones de valores, símbolos, sentidos de vida y proyectos de
diverso tipo, la cultura y sus componentes psicosociales de los mexicanos
apuntan a una integración nacional de tipo crítico y a una identidad muy
diferenciada en términos regionales, debido al desigual desarrollo que en
el plano político las clases y grupos subalternos han alcanzado en su lucha
contra la producción cultural e ideológica de quienes detentan la hegemonía.
No es casual que, desde esta perspectiva, los habitantes del Distrito Fede-
ral –sede central del movimiento estudiantil popular del 68– sean como
entidad los más politizados del país y los que, simbólicamente, resistan
mejor a los proyectos culturales de la derecha.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ÁLVAREZ, GARÍN. “El decenio de los sesenta en México”, Revista Memoria,


No. 115, Ed. Cemos, México, 1998.
BÉJAR NAVARRO, R. y CAPPELLO HÉCTOR M. (1987). Crisis económica, carácter
nacional e identidad transicional, UNAM, México.
CAPPELLO, HÉCTOR M. “Acerca de la conciencia nacional”, en Fundamentos
y Crónicas de Psicología Social Mexicana, Somepso, año 1, No. 1,
México, D.F., 1988.
CAZÉS, D. (2000). Crónica 1968, Ed. Plaza y Valdés, México.
DEL CASTILLO, T. A. “La mirada del poder y la óptica ciudadana”, en
Diario La Jornada, 13/ago/2008.
FUENTES, CARLOS. “Nacionalismo e integración”, Revista Este País, No. 1,
Abr/1991, México, D.F.
GILLY, ADOLFO. “1968: la ruptura en los bordes”, Nexos, No. 191, Nov. 93.
HIRIART, HUGO (1993). “La revuelta antiautoritaria”, en Álvarez Garín y
otros. Pensar el 68, Ed. Cal y Arena, México.
HOPENHAYN, EN MATO (2005). Cultura Política y Sociedad, Perspectivas Lati-
noamericanas, Ed.Clacso, Argentina.
MONSIVÁIS, CARLOS (1993). “¿También las multitudes son históricas?”, en
Álvarez Garín y otros. Pensar el 68, Ed. Cal y Arena, México.
RIDING (1985). Vecinos distantes, Ed. Grijalbo, México.

203
VILLARREAL, RENÉ (1986). La contrarrevolución monetarista, Ed. FCE, México.
VILLORO, LUIS (1994). “Sobre la identidad de los pueblos”, en Olivé León
y Salmerón Fernando Editores, La identidad personal y la colecti-
va, UNAM.

204
EL 68, UN ACONTECIMIENTO LIBERTARIO

Patricia Gutiérrez-Otero

El sesenta y ocho en México, aunque de memoria muy dolorosa y cruenta


por el abuso ignominioso del poder, no fue una fecha fatídica: fue un
momento clave en la historia de la libertad social en Occidente: la sangre
derramada, los compañeros presos, los torturados: todos y todas hicieron
que se diera un paso hacia la participación ciudadana, que se limitara hasta
cierto punto el autoritarismo estatal. Fecha fatídica, pero fecha de apertura;
fecha de revuelta, de una nueva izquierda, no comunista, que buscaba un
cambio de orden social: los que murieron o fueron encarcelados y tortura-
dos, por aquellos que quedamos y por los que siguen, pagaron un alto
precio, no inútil, no exclusivo y que no puede quedar sólo en el pasado: es
un honor seguir en la lucha con ellos, por ellos y por los que vienen. Quizá
muchos de esas chavas y de esos chavos murieron y sufrieron ingenuamen-
te, en un instante de generosidad y de indignación, pero su vida entregada
es un llamado para que aquellos de generaciones posteriores busquemos,
con todos sus riesgos, la no sujeción y la justicia.
La situación mundial a finales de los años sesenta se prestaba a que tuvie-
ra lugar uno de los vaivenes sociales que tienden a compensar al que le
antecede o al que ha dominado. Basta pensar que a cada movimiento de
racionalismo a ultranza sucede un movimiento de sentimentalismo (lláme-
se romanticismo, misticismo u otro) y a cada movimiento de control autori-
tario le sucede uno de búsqueda de libertad. Ambos movimientos están
ligados, por una parte, por el deseo de control y, por la otra, por su contra-
rio: la búsqueda de autonomía.
Europa, después de atravesar dos guerras occidentales, la de 1914-1918
y la de 1940-1945, donde un país deseaba dominar a los otros; después de
enfrentar diversos totalitarismos: el fascismo, el franquismo, el nazismo,
el estalinismo; después de tener fuertes ideales sociales concretados en partidos
comunistas que, posteriormente brillantes intelectuales abandonaron ante

205
la brutalidad del régimen soviético; tras entrar en la era del progreso y de la
comodidad y del ideal de que la técnica triunfante vencería a la servidum-
bre humana y haría entrar en un universo del confort (lo que antes sólo
había conocido la aristocracia y, posteriormente, la burguesía), se confron-
taba con nuevas realidades: la caída del colonialismo y el surgimiento en
su conciencia de otras culturas válidas –el resquebrajamiento, pues, del
eurocentrismo–, la desconfianza ante el régimen soviético y la búsqueda
de otros socialismos, el temor de la guerra fría y las amenazas de destrucción
enterradas en la explotación de la energía nuclear, una exploración de la
afirmación de derechos civiles para los jóvenes, para los obreros, para la mujer.
En Norteamérica se soñaba con el American way of life: una prosperi-
dad ilimitada que el boom industrial y tecnológico permitía, y se soñaba
con el ideal concreto de salvaguardar las libertades civiles. Ahí, las mujeres
y los negros buscaban su espacio de igualdad jurídica.
El aire libertario soplaba por todas partes: en 1965 había concluido una
de las grandes reformas de la Iglesia con el largo concilio de Vaticano II
donde la Iglesia institucional cedía el paso a la Iglesia comunitaria. De
manera ajena a la política en su sentido estrecho, surgió el movimiento
Hippie, con su lema central: Peace and love; en música, el Pop y el Rock
(los Beatles y los Rolling Stones, la maravillosa Joplin, el denso Hendrix);
en poesía, la generación Beat: Kerouac, Ginsberg, Brurrouhgs... En Francia
surgió con fuerza un movimiento estudiantil-obrero: mayo del 68, cuyo
mayor lema fue “alto a la represión, libertad, democracia, viva la unión
de obreros y estudiantes”, movimiento que aglutinó a cientos de miles de
personas, vencido por la implacable marcha del Estado y el deseo genera-
lizado de mantener el orden. En Checoslovaquia se dio, desde arriba y
abajo, el fenómeno de apertura, la “Primavera de Praga”, abortado en la
noche del 20 y 21 de agosto con la entrada de las tropas soviéticas.
Ese aire libertario, constante en el mundo moderno, padre e hijo del anar-
quismo más profundo, no dejó de sentirse en México, por lo menos en los
grupos más sensibles al llamado de la época: los estudiantes y los obreros.
En nuestro país, los estudiantes, uniéndose a demandas obreras, reali-
zaron paros en la UNAM y el Politécnico, marchas silenciosas y con ruido,
mítines, pintas. El 1o. de agosto el entonces honorable rector de la UNAM,
Barrios Sierra, defensor de la autonomía universitaria, encabezó una mani-
festación. Luego nació el Consejo Nacional de Huelga (CNH) que no sólo
aglutinó universidades estatales como la UNAM, el IPN, COLMEX, Chapin-
go, sino universidades privadas como la Universidad Iberoamericana y la
Salle. El movimiento estudiantil se extendió del 26 de julio al 2 de octubre

206
de 1968 cuando, la llamada operación Galeana, formada por grupos poli-
ciales y del ejército, victimó a cientos de estudiantes, jovencitos de 18,
20, 22 ó 24 años, en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas, Tlalte-
lolco, Distrito Federal, y detuvo y torturó a muchos otros. La fuerza del
Estado ganó sobre las demandas libertarias.
La fuerza del Estado no es algo que surge de manera gratuita. Es un
poder real, dotado de poderes reales. El Leviatán, así llamado por Hobbes,
es el poder del Estado que se sostiene en el poder que le delegan los ciudada-
nos incapaces, por sí mismos, de llegar a acuerdos. La fuerza, entonces, es
depositada en un ente mayor que salvaguarda los intereses, aparentemente,
de todos. El Gran Estado es una claudicación del propio poder. Lo sostiene
la fuerza delegada y encarnada en cuerpos como el Ejército, la Policía
federal y estatal, la Policía judicial y los cuerpos especiales. Ellos, en nombre
del bien público, pueden aplastar a los luchadores sociales y a aquellos
que no van en el sentido de la totalidad social o de los poderes económi-
cos que guían, en este estado de cosas, el rumbo de la sociedad. Usar el
poder desde el poder político es usar la fuerza de las armas contra los disi-
dentes: eso fue el 2 de octubre: la salvaguarda del status quo. La negociación
concluyó cuando intervinieron las armas, y cuando el peso de éstas fue
mayor, difícil que no sea así, de la que tiene el pueblo alternativo, con
frecuencia el disidente, el pobre, el humillado. El 2 de octubre, que jamás
se olvidará, es el testigo máximo del triunfo de las armas del Estado. Pero,
no se trató sólo del Estado ni de Díaz Ordaz ni de Luis Echeverría, sino
de la totalidad de la sociedad: aquella que delegó al Estado su poder para
mantenerse en su productiva y tranquilizadora inercia. Todos aquellos
que no estuvimos en contra (aclaro que éramos sólo unos niños), estuvi-
mos a favor de la masacre, si no, no se puede pensar que hay sociedad civil.
Fueron cientos, digamos miles, digamos un millón, los que lucharon por
una sociedad alternativa, menos represiva, más incluyente, fueron cientos
los que cayeron en la Plaza de las Tres Culturas, pero, ¿qué eran en relación
con la totalidad de la población en México? No eximimos de responsabili-
dad ni al Secretario de Gobernación de aquel entonces ni a su presidente,
fue una gran traición; responsabilidad la tuvieron, no estuvieron a la altu-
ra, pero fueron responsables apoyados por sus cómplices a los que defen-
dían: el conjunto social. Todos aquellos que no salieron a la calle los
apoyaron: sin querer justificarlos, debemos decir que dos hombres obedecie-
ron cruentamente al mandato de la mayoría, de los que querían paz a costa
de justicia, de los que querían estabilidad para lucirse en unos ridículos

207
juegos olímpicos (circo de los que no tienen pan), de los que no podían ni
querían renunciar a sus privilegios.
El 68 fue un movimiento libertario en ciernes, el 2004 en México,
surgimiento de los indios e indias desterrados y humillados en nuestro
país, fue, y sigue siendo, un movimiento libertario. Los movimientos así
son marginales. Los indios, sobre todo en Chiapas, llevan ahora el estandarte
de la libertad. ¿Hasta dónde llegaremos? Hasta donde la masa beneficiada,
porque son más masa que muchos, quiera un mundo alternativo. En este
momento, por desgracia, se repite el esquema del 68: un pueblo indivi-
dualista e indiferente a los grandes reclamos de libertad; un pueblo ganado
por el deseo de conservar privilegios –aunque casi no tenga–; una opinión
pública cobarde; unos juegos olímpicos detestables: China no proclama
un mundo libertario, Tibet es sólo la muestra de ello, sino que se apega al
más deleznable pragmatismo; un gobierno y una sociedad que al grito
de “Orden y paz” es capaz de sacrificar sus más altos ideales de justicia
y libertad. De todo ello, todas y todos, los que no optamos, somos parte y
cómplices.

208
LA FALSEDAD DE LA REALIDAD. EL MOVIMIENTO
ESTUDIANTIL EN LA OBRA DE GARCÍA PONCE

Frank Lovelan

Se cumplen en México cuarenta años de la masacre de Tlatelolco. Cuarenta


años de no olvidarla. Evento que no puede celebrarse, mucho menos pensar
que sucedió hace tantos años. Pues México sigue viviendo bajo la sombra
de Tlatelolco, seguimos sufriendo las consecuencias de una masacre impune.
Nuestras vidas, como mexicanos, han ocurrido bajo la sombra, más bien,
la advertencia, de la vigencia de dicho evento. Y ahí están Aguas Blancas
y Atenco, la APPO y lo que venga con la privatización petrolera, que di-
cen no es tal, para demostrarlo.
Algunos optimistas o demagogos gustan afirmar que México cambió a
partir de 1968, y que desde entonces ha habido una “transición a la demo-
cracia”. Más bien hemos sufrido una transición a la resignación y la
impotencia. El deterioro de nuestra vida social es notable, el desconcierto
y aislamiento del ciudadano urbano, ni se diga, y el medio rural en extinción
migratoria. Algo ha cambiado, sin embargo. Si alguna vez soportamos
una dictadura de sistema autoritaria y paternal, que mal que bien se preo-
cupaba porque sus hijos tuvieran un país que robar, hoy estamos bajo la
dictadura de juniors irresponsables, una especie de largo año de Hidalgo
final, donde los que puedan llevarse algo podrán también establecer resi-
dencia y descendencia en el extranjero.
México vive una realidad grotesca. El discurso oficial ha perdido credi-
bilidad ante prácticamente toda la población. Al separarse discursos y rea-
lidad, aquéllos se vuelven ficción y ésta desconcertante. Vivimos una
realidad irracional, movida por el querer del poder, mientras los usos de
la razón se emplean para ocultar, malamente, dicha irracionalidad. Como

Citas tomadas de Crónica de la intervención, Tomos I y II (paginación seguida), FCE,


México D.F., 2001.

209
una mala obra de teatro, la realidad revela en plenitud su falsedad. Y es
esta falsedad, esta inverosimilitud del discurso oficial, lo que me impulsa
a escribir aquí sobre quien, según la mayor parte de la crítica literaria,
sería uno de los escritores más “apolíticos” de aquella época: Juan García
Ponce. (1932-2003).
De García Ponce se remarcó siempre su ausencia de compromiso político,
su dedicación a un arte intimista, burgués, erótico y de espaldas a la realidad
histórica y la injusticia. Fuera para denostarlo o admirarlo, hablar de una
postura política en su obra o su persona parecía fuera de lugar. Y si el
movimiento estudiantil del 68 tiene presencia importante en dos de sus
obras, ello obedecía, según la mayor parte de la crítica, a “motivos” de
índole literaria, necesarios a la anécdota, y que bien podrían haber sido
otros. Pero no son otros. Son México y el 68. Aun así, nadie incluye las
novelas La invitación y Crónica de la intervención, de García Ponce, en las antolo-
gías y/o listas de “Novelas del 68”.
Habría que notar los requisitos para que una obra sea considerada “del
68”, pues no basta que los hechos de año tan aciago estén representados
en el suceder de esta o aquella novela, sino que deben constituir el tema
y centro del texto. La postura del escritor/a debe ser “políticamente
correcta”, claro está, lo que implica un cierto discurso prefabricado que
tanto el lector como el crítico esperan encontrar.
En las dos novelas mencionadas, García Ponce viola estos requisitos:
el tema de las novelas no es el 68, y el narrador, en el caso de Crónica, se
permite en momentos observaciones que, si bien celebran el movimiento
estudiantil, descalifican el discurso “serio” de una izquierda que tardíamen-
te intentaba controlar el movimiento y razón de las protestas:

Hay una legítima alegría en el hecho de poder celebrar colectivamente los rasgos
de humor y poder burlarse con eficacia de los lugares comunes detrás de los que
se parapetan los representantes del orden cuando el desorden se muestra con todo
el esplendor de su fuerza liberada. Es menos divertido, en cambio, asistir a intermi-
nables asambleas en las que se abusa cada vez más de los casi tan gastados lugares
comunes del lenguaje ideológico de la “izquierda” y se elaboran confusos planes de
acción; pero la diversión se recupera apenas la acción se inicia... (p. 1358-9)

Esta postura claramente “anarquista” descalifica a García Ponce como


“novelista del 68”. Carece, en efecto, de la seriedad requerida para la
narración de hechos históricos tan graves. Cabe recordar, sin embargo,
que la propia izquierda del 68 descalificó en principio el movimiento estu-

210
diantil como rebelión de la clase media –la gran excepción fue José Revuel-
tas, por aquel entonces expulsado del PCM–, y sólo al paso de los años le
reconoció cierto carácter “revolucionario”.
Para García Ponce, en cambio, se trata de un enfrentamiento entre un
orden autoritario y un desorden vital. Sobre el primero no hay ambigüedad
alguna. Poder surgido de una “Revolución” que tenía “... la ventaja de que
no podía traicionar sus orígenes porque en verdad nadie era capaz de asegurar
a ciencia cierta cuáles eran esos orígenes...” (p. 1339) y que

(...) en medio del desequilibrio total en los niveles de vida de las diferentes capas
de la población, del hambre de los campesinos, del mutismo de una incipiente clase
trabajadora manipulada por líderes convenientemente fieles al gobierno, de la
tibia satisfacción de una mínima clase media, del disimulo y el silencio de una florecien-
te iniciativa privada y la absoluta y casi inconcebible corrupción de las clases
dirigentes, para aquel entonces el rostro de la Revolución era el de un abogaducho
con gruesos lentes que parecía tener hacia afuera su propia calavera... (p. 1340)

Sobre el movimiento estudiantil, en cambio, el narrador –y varios de los


personajes centrales de la novela– manifiesta una políticamente incorrecta
simpatía por aquello que lo impulsa: imaginar un mundo diferente, celebra-
torio, generoso y ajeno al cálculo del interés personal –“¿Qué es lo que [los
estudiantes] podían querer si no querían nada para sí?” (p. 1356). Para
García Ponce, la importancia del movimiento no radicaba en su posible
ideología o proyecto revolucionario, sino precisamente en la oposición, rea-
firmada a lo largo de la novela, entre aquéllos que realizan proyectos, planes
y cálculos para manejar una realidad que piensan absoluta, y quienes, sea
por voluntad, obsesión, desadaptación o ligera demencia, transgreden o
ignoran dicha realidad a nombre de una imaginación, reflexiva y desean-
te, que busca en el otro, en los demás, la complicidad lúdica que abre paso
al misterio de la existencia y la posible recuperación de lo sagrado en un
mundo vaciado de todo significado real. Ideólogos de izquierda y derecha
quedan entre los primeros, unos para reprimir y otros para “encauzar” el
movimiento, mientras que el desinteresado entusiasmo juvenil es la fuerza
que, ingenuamente segura de sí, corre hacia una tragedia segura: “Ni una
sola de las peticiones de maestros y estudiantes fueron escuchadas.
Después de todo, la importancia de un movimiento que no espera ganar
nada para sí ni siquiera merece tomarse en cuenta y es imposible recono-
cer, por parte de los que lo quieren todo para sí, que ésa puede ser su
fuerza.” (p. 1357)

211
Una fuerza, una energía vital que mueve la historia, pero que al hacerlo
se vuelve “útil” para los intereses de unos y otros, y sobre la historia va
dejando una estela de formalizaciones institucionales muertas. Sabemos lo
que no hemos sido, la sublimación de nuestras energías vitales en estrategias
y discursos de poder, de deber ser, de reglamentos y proyectos ajenos que
nos incluyen.

Quizá el secreto de la coherencia interna del mundo moderno se encuentra en el


hecho de hacer sentir al mayor número posible de individuos desorientados que
están contribuyendo a la edificación de una realidad cuyo sentido último se les
escapa a todos, pero que terminará aclarándose algún día. Siempre y cuando se
tenga en cuenta, sin pensarlo, que ese día no llegará nunca. (p. 472)

Quizá con la excepción del neozapatismo, la izquierda no ha variado


mucho ni su discurso ni sus prácticas. Hoy, cuando la mayoría de los ciudada-
nos están conscientes de que tomar postura ante cualquier conflicto, legis-
lación o proyecto gubernamental de graves consecuencias implica también
brindar apoyo a líderes e instituciones dudosos, por decir lo menos –sea
la llamada reforma energética o las leyes sobre el aborto, sea la inseguridad
o la corrupción policiaca, etc.–, la dimensión política en la escritura de
García Ponce parece ir ganando en pertinencia.
Dimensión política porque no existe un discurso de tipo político en la
obra de García Ponce. Pero está la presencia, los efectos que el mundo del
poder causa sobre las deseantes ficciones que no tienen más remedio que
ubicarse en un mundo donde estos efectos se hacen notables. Ante estos
efectos, es más elocuente la resistencia que la tragedia. Se recuerda el 68
por Tlaltelolco, por la masacre que puso fin, hasta la fecha, a la esperanza
o posibilidad de un México mejor. Prefiero, como hito histórico, señalar
la impresionante manifestación del silencio que se realizó durante el
llamado movimiento estudiantil. Ese otro México que desbordaba y hacía
mentira la ficción de que se trataba de un movimiento sólo de estudiantes.
Ese México suprimido del plano histórico por medio de la violencia ofi-
cial, pero que existe en todo ciudadano que se resiste a adoptar el cinismo
a que la “realidad” le invita.
Tanto en Crónica de la intervención como en La invitación, los hechos
históricos del movimiento del 68 juegan un mismo papel: en historias ficti-
cias que tienen muy otros intereses, indiferentes a la política y a los grandes
discursos gregarios, intereses relacionados con la existencia, la conciencia
fragmentada, el erotismo, el otro, la amistad y el lúdico sinsentido de la vida,

212
en medio de estas ficciones íntimas e históricamente irresponsables, sin
otro referente que no sea nuestra perplejidad y las revelaciones de un ero-
tismo misterioso y contemplativo, los hechos con referente, es decir, los
hechos que el lector puede reconocer como históricos, “reales”, irrumpen
para interrumpir y dar fin a la ficción, al deseo, a la producción de la
novela misma. Hechos ajenos a la ficción, que nada tienen que ver con el
mundo autónomo que la ficción construye, irrumpen con violencia irracio-
nal, como elementos “que no iban” con la historia relatada.
Así, el protagonista de La invitación emerge de una larga enfermedad a un
mundo que desde la fiebre parece plano, escenográfico, como el recuerdo
de un mundo que ya perdió el sentido, y donde constantemente se oye el
ulular lejano de sirenas, advertencia de una violencia que rodea los apacibles
ambientes soleados y escenográficos. Ahí, esta conciencia que en cierto
modo apenas nace, se enamorará de una extranjera. Indiferente a la inquie-
tante realidad que lo rodea, obsesionado con su amor, el protagonista será
arrestado por su aspecto de estudiante y pasará una noche compartiendo y
descubriendo el infierno al que los estudiantes, por el hecho de serlo, han sido
condenados. Aclarada la confusión y liberado, el protagonista va en busca
de su amor para descubrir que la mujer no existe, quizá nunca existió, y
que en su lugar hay una familia vulgar, en continuo pleito entre padre e
hijo acerca del movimiento estudiantil. No quedando otro espacio para la
escritura que las paredes urbanas, el protagonista muere mientras pinta
una de ellas con otros estudiantes, balaceado por las fuerzas del orden.
Y en la interminable Crónica..., novela que no se dirige a ningún lado y
podría, como el Tristram Shandy de Sterne, continuar hasta que la muerte
detenga a la mano que escribe, el 68 irrumpe hacia el final de la novela
con la misma función que en La invitación: interrumpir y hacer imposible
la continuación de la novela. Mueren personajes centrales en Tlatelolco,
y la historia ficticia pierde así “material” esencial para su prolongación.
La “realidad histórica”, que en una ficción constituye una ficción más,
funciona, cuando aparece en la obra de García Ponce, para cancelar y
asesinar la literatura. Como entidad literaria, está siempre fuera de lugar, es
una mala ficción arbitraria y violenta. La literatura de García Ponce, efecti-
vamente, niega la realidad: no niega su presencia, sino su significado.
Realidad que no dice nada más allá de su violencia institucionalizada,
que utiliza el lenguaje para engañar y ocultar la extraordinaria pobreza de
su sabiduría realista. La realidad existe, pero no es verdad. De ahí su
“incorrección política”, pues es axioma de la cultura Occidental que la
Realidad es la Verdad, y por tanto hay que tomarla en serio.

213
Pero dicha “verdad” resulta, en la práctica, de la consistencia con la que
la realidad repite comportamientos y procedimientos: sus modos de produc-
ción, de educación, de creencias, etc., y esta consistencia, esta homogeni-
zación que permite descubrir verdades que habitan la realidad, sólo puede
existir, emparejar, por medio de la coerción, de la violencia. Y también
convenciendo a quienes la habitan que sus consistencias constituyen la
Verdad (el “realismo” de los cínicos, por ejemplo).
García Ponce parece sugerir que la alienación consiste precisamente en
creer que la realidad como es, es el único mundo posible. El sarcasmo
conque Crónica... describe el Gran Proyecto –las Olimpiadas, la nación y
su Revolución, el discurso oficial pues– y, sobre todo, a los prohombres
cuyo poder les permite planear las farsas y huecos discursos –la “Olim-
piada Cultural” del 68 recibe particular atención sarcástica– que piensan
demuestran su saber y cultura, no deja lugar a ambigüedad alguna. Por lo
mismo, otorgarles importancia discursiva parecería caer en una trampa:
no dicen nada, no significan lo que dicen, y en la novela, hasta antes de la
crisis de octubre, aparecen casi como apartes, entremeses que interrum-
pen el flujo de la historia que sí importa para un rato de humor y sarcasmo.
Nuestra fe en la materialidad del cosmos y el tiempo lineal produce un
análisis de la realidad que la convierte en resultado del pasado en el presente.
Verdad, en todo caso, a medias. Como bien señala A. Touraine, este tipo
de análisis excluye la presencia del futuro en el presente: el deseo, la imagina-
ción hacia lo que no es... o aún no es. Su lugar, en todo caso, es ocupado
por los proyectos gubernamentales o las utopías ideológicas.
Las ideologías nos presentan siempre un mundo por el que hay que
sufrir y sacrificarse para que el mañana sea mejor. La invitación de García
Ponce no a ignorar, pero sí a rehusarse a aceptar al poder como interlocutor,
adquiere nuevo significado en nuestra llamada posmodernidad, que parece
haber cancelado la validez de las metanarrativas: discursos que, basados
sobre un conocimiento clave que subyace el acontecer histórico –sea la volun-
tad de Dios, la dialéctica materialista, o las claves mismas del discurso del
poder–, imagina un futuro de saber consistente y absoluto (o casi), es
decir, un futuro final. Como diría quizá García Ponce, no está mal creer
en eso, siempre y cuando sepamos que dicho final no llegará nunca.
Hoy que la inverosimilitud de los discursos oficiales ha alcanzado su
propia esencia, la mentira, y que podemos adivinar el deseo de poder
detrás de la vehemente discusión con y/o contra el mismo, debemos
quizá reconocer el muy subversivo carácter implícito en los “mensajes”
de la literatura de García Ponce en el plano de la política y la realidad. La

214
vida está en otra parte, pero la terca realidad buscará impedirnos buscarla,
a la vez que siempre intentará paralizarnos ante la violencia que promete
su presencia.
Por eso, “no olvidar” la masacre de Tlatelolco resulta un tanto débil:
cómo lo vamos a olvidar si todavía vivimos sus consecuencias. Pero el
énfasis en la masacre quizá sí nos hace olvidar lo más importante: la
manifestación del silencio. Ahí donde el deseo colectivo por un mejor
México se expresó con sorprendente elocuencia:

Esta vez se recorrieron las avenidas en silencio. Esa muda protesta resultaba
todavía más impresionante que la alegre algarabía de la manifestación anterior.
La interminable columna parecía tener un reconocimiento mucho más grave de
su inquebrantable unidad interior y se cerraba sobre sí misma, como si una sola
voluntad avanzara por las calles: la voluntad de oponerse a la ya tradicional
mentira de las palabras con la verdad del silencio. (p. 1375)

215
216
REFLEXIONES SOBRE EL USO POLÍTICO DEL PASADO
EN LA MODERNIDAD

El deber de memoria es el deber de hacer justicia a otro mediante el recuerdo


(……) El olvido no sólo es el enemigo de la memoria y de la historia. Una de
las tesis por las que siento más apego postula que también hay un olvido de
reserva que lo convierte en recurso para la memoria y para la historia.
Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido.

Abraham Moctezuma Franco

La mejor forma de rendir tributo a la ejemplaridad de los caídos es recor-


dándolos. Pero el recuerdo se impone como un acto de desobediencia,
sobre todo, cuando los acontecimientos vividos son de naturaleza trági-
ca, ese imprescriptible derecho se transforma en un imperativo, en un
deber: el de acordarse. Dicha postura adquiere su razón de ser frente a los
usos del olvido; ese olvido institucionalizado que mantiene una relación
directa con la memoria de la sociedad, fundamentalmente, en su papel de
configuración del presente y sostenimiento del régimen de historicidad
que debe prevalecer en el ámbito del conocimiento histórico.
Estas reflexiones parten de la mirada de alguien a quien no le tocó vivir
y sentir directamente dichos eventos. No obstante, parten de la mirada de
alguien que observa desde un mirador distinto –desde el mirador de la
posteridad1– a fin de observar la significación y relevancia de los acon-
tecimientos aquí tratados.
La memoria colectiva no tiene que ver tanto con una mera acumulación
como con una selección. Dicha selección siempre tiene un sentido orienta-
do hacia lo único que a la memoria colectiva le es permitido retener dentro

1
Aquí el término posteridad es usado para referir a los miembros de una generación que
aparece alrededor de una década después de lo ocurrido.

217
de los márgenes de un pasado social formalizado y elaborado desde un
poder. De este modo, el pasado que restituye el historiador llega a ser el
de un pasado perdido, sí, pero no necesariamente aquel por cuya pérdida
nos lamentamos (Yarushalmi, 1998).

OLVIDAR EN NOMBRE DEL RECUERDO

Hay una elemental distinción que en muchas ocasiones suele pasar inadver-
tida y se hace invisible en nuestras observaciones sobre ese pasado; es la
que existe entre su recuperación y su uso. El lugar de la memoria en las
sociedades modernas y el papel del pasado dentro de las mismas cuentan
con una importancia mayúscula, dado que participan de múltiples formas
en los diferentes ámbitos de nuestra vida social, en nuestra comprensión
general de la vida pública y en nuestras conductas éticas y políticas. De ahí
que el acto de recordar y el deber de guardar memoria, sean actividades
cuidadosas las cuales requieren minuciosa vigilancia sobre los militantes y
afectos a su ejercicio.
Por otro lado, esto mismo explica esa compulsiva tendencia a celebrar
o conmemorar, pero no para entender, sino para mostrar el signo de salud
de un país donde felizmente nunca pasa nada, procurándonos así los bene-
ficios de contar con una buena conciencia en el entendido de que todo
marcha sobre ruedas. Y los lugares donde se aloja y preserva esta práctica
de la memoria son justamente las conmemoraciones oficiales, la ense-
ñanza escolar, los medios masivos y los libros de historia. Quizá uno de
los rasgos característicos de las sociedades de nuestro tiempo esté dado
por el lugar dominante que ocupa la memoria, pero una memoria que
opera bajo una consigna rectora: olvidar en nombre del recuerdo, según
afirma Todorov (Todorov, 2000).
¿Es válido oponerse a la forma tradicional de recordar aun cuando la
tradición hace descansar su autoridad en nombre de la voluntad general y
el bienestar común? ¿Acaso la memoria de la sociedad es compatible con
la memoria que construyen las instituciones del Estado, e incluso, con la
que construye la misma disciplina de la historia?
En la memoria se encuentra la raíz de nuestras convicciones y sentimien-
tos. Una tremenda revelación del pasado como consecuencia de su revisión
y reinterpretación puede generar nuevas imágenes, nuevas formas de mirar,
nuevos sentidos, lo cual coloca a la memoria en situación de peligro que
puede resultar insoportable y, por tanto, rechazable.

218
Celebraciones, homenajes y conmemoraciones se suceden una tras
otra como una forma de subordinar el pasado al presente; de la misma
manera que el pasado es utilizado para legitimar cuando el presente tiene
poco que celebrar. La situación impone la tarea de repensar y redefinir
nuevos criterios de selección que conduzcan a otras formas de reminiscen-
cia que, a la vez, ofrezcan el sustento de una crítica a los usos de la memoria.
¿Acaso sólo nos queda contentarnos con suspirar ante la idea y continuar
sometidos a la lógica que impone una tradición, resignados ante el impacto
hegemónico de una epistemología que selecciona, impone y censura los
así llamados hechos? (Foucault,1976)
Benjamín sostiene que no sirve de nada decir que el pasado aclara el
presente o que el presente aclara el pasado. Una imagen contraria y, quizá,
mejor, más transparente y cristalina, es aquella en que el Antes encuentra
al Ahora, “en un relámpago fugaz que da forma a una constelación”. De
acuerdo con este enfoque, el tiempo histórico es colocado en una situación
opuesta a lo efímero. Cuando el presente se dilata y se ensancha, se ampli-
fica nuestra lente, esto da lugar a una visión amplificada del Ahora que
parece contener y hacer visible al pasado dentro de él, en su forma oculta,
en la memoria profunda que encuentra indisolublemente ligados al Antes
y al Ahora en un mismo espacio, en un mismo momento, coexistiendo,
de forma paralela, atravesando al Ahora, decodificándolo instantánea-
mente a partir de la mirada que mira hacia “atrás” (Benjamín, 1982).
La historia como escritura no existe de manera independiente de los
acontecimientos, no existe de forma autónoma en sí misma, al margen de
los sucesos, no tiene sentido ni realidad fuera del torrente de la historia como
acontecimiento. Estos acontecimientos que conforman la historia escrita
están, a su vez, marcados por rupturas, fisuras, rendijas a partir de las
cuales se puede entrever lo que ha quedado fuera de ella. Del mismo modo,
el tiempo histórico en su dimensión pasada se hace visible en los momen-
tos presentes, sobre todo, en los de ruptura y crisis más que en los tiempos
de relativa calma.
La mayor o menor profundidad de los acontecimientos presentes señala
a la historia escrita la emergencia de situaciones inconclusas, necesidades
por resolver y representaciones por aclarar, que suelen aparecer de manera
simultánea advirtiendo aquello hacia lo que debe prestarse atención, aquello
que es preciso volver a mirar.

219
LA REPRESIÓN DEL SESENTA Y OCHO EN LA ACTUALIDAD

Mucho es lo que se ha escrito sobre la dinámica de los hechos ocurridos el


dos de octubre del sesenta y ocho, al respecto, contamos ya con muchos
pedazos de esa historia; sin embargo, se ha hecho y se ha dicho muy poco
sobre la evolución política del movimiento. En este sentido y siguiendo con
la lógica benjaminiana, la represión sobre el movimiento no ha cesado. Se
ha perpetuado, ha sobrevivido, continúa de diversos modos, por otros
causes, a través de nuevos y sofisticados artefactos.
Los acontecimientos políticos del sesenta y ocho siguen sepultados por
el propio sistema y sus versiones oficiales (Niebla, 2004). Y es que no sólo es
un problema de historia, también lo es de ética y, sobre todo, de política. Por
eso se mantienen ocultos, en un nivel de opacidad patológicamente alarman-
te; sin embargo, parecen hacerse visibles a la hora de pensar en la actual
desorientación política en la que está entrampada nuestra sociedad, en
la transformación de las anquilosadas estructuras de viejo régimen, en la
generación de cambios sociales y económicos más significativos y en
las reformas institucionales que están en la agenda de la política presente.
Ahí aparece el recuerdo y al mismo tiempo la deuda, con ellos, con los
caídos.2 Ahí aparece la terquedad y el empuje de la historia, ahí está la
presencia de “un pasado que no quiere pasar”,3 ahí está el acontecimiento
que retorna y la presencia de una historia que reclama salir a flote frente
a una política de Estado que se resiste a investigar los hechos del pasado, al
mismo tiempo que se resiste a pasar del autoritarismo a una transición demo-
crática. De acuerdo con Koselleck, eso es lo que configura “nuestro espacio
de experiencia”, en tanto que hablamos de un pasado vuelto presente y en
tanto entendemos que los procesos históricos no se limitan sólo a su dimensión
discursiva en términos de ser meras representaciones4 (Koselleck: 1993).

2
De acuerdo con el enfoque de Walter Benjamín, de lo que se trata es de liberar por
medio de la historia las promesas no cumplidas, e incluso impedidas y reprimidas en
el curso ulterior de la historia; se trata de reactivar el potencial utópico irrealizado del
inconsciente colectivo, el cual espera ser despertado a lo quedo, en el registro histórico,
sólo como un sueño (Buck-Morss, 1989).
3
Ricouer habla de “un vibrato de lo inacabado que bruscamente da color a todo un
pasado” entendiendo a la historia del presente como una colisión constante entre pasa-
do y presente. De esta manera, el pasado podría interpelarnos con la fuerza de un pasado
hasta hace poco presente. (Ricoeur,2003)
4
En la medida en que entendamos las posibilidades de acción que se abrieron en bene-
ficio de los actores de un pasado que fue para ellos su presente, estaremos en condicio-

220
De aquí que sea preciso poner el pasado al servicio del presente, o lo
que sería lo mismo decir, ponerlo al servicio de la vida, lo cual significa
mantener viva la memoria de ese pasado y acelerar su proceso de transmisión
a las nuevas generaciones. Aun cuando esto no haga posible reparar el
daño sufrido, sí evita ignorar las amenazas actuales, sí permite estar alerta
frente a situaciones nuevas, y sin embargo, análogas.
Desde su nacimiento el Estado moderno no ha dejado de “administrar”
la historia como una más de las áreas pragmático instrumentales a su servi-
cio. Asimismo, no ha dejado de ocuparse de la cuestión del “otro”y su
representación. Su especialidad, por tanto, es la de establecer relaciones
del presente con el pasado. Pero su práctica, finalmente tiene que ver con
el establecimiento de lugares propios desde donde realiza la operación de
recorte y selección.
Visto desde esta perspectiva, caemos en la cuenta de que el origen del
pasado se encuentra alojado en el presente y no en un pasado remoto. Así,
a partir del establecimiento de un lugar desde donde se escribe, no “la
historia”, sino “una historia”, se procede a explicar al “otro”, al extraño
distinto de uno mismo, en este caso, al extraño distinto del poder para
después incorporarlo dentro de las narrativas que estructura ese mismo
poder, lineales y progresivas, a fin de articular una sola narrativa, la propia,
la de la patria y la nación.
A la investigación sobre ese episodio de nuestra historia reciente, que,
por cierto y parafraseando a O’Gorman, constituye uno de nuestros tantos
traumas como nación, se ha antepuesto una verdad jurídica a una verdad
histórica. Se han investigado a algunos de los represores, de los que tortu-
raron o jalaron el gatillo, o de los que dieron la orden para hacerlo; pero no
se permite llegar hasta el punto donde se observe que detrás de estos
verdugos había toda una maquinaria que los sostenía y que era el aparato
de control y represión creado a partir de la Revolución Mexicana en su
forma institucionalizada.
Ofrecer verdades jurídicas para cancelar verdades históricas. Forma parte
ya de una tradición política asociada con un principio de legalidad a la
mexicana, la censura como forma de legitimación del poder político. Verda-
des jurídicas que justifiquen el deber de defender a las instituciones,
verdades jurídicas a partir de las cuales se decida que no hay elementos de

nes de modificar nuestra relación con ese pasado dando lugar a la formulación de una
experiencia moderna de la historicidad.

221
responsabilidad respecto a los inculpados. Ese es el sesenta y ocho visto
desde el poder. Ofrecer verdades jurídicas que justifiquen y encubran una
increíble guerra del gobierno contra los ciudadanos, una guerra en contra de
un enemigo desarmado, en contra de la ciudadanía. Por eso el PRI no
quiere que se sepa.
Por otro lado, en la actualidad la investigación de ese pasado no es un
tema que interese a la derecha entronizada en el poder, la cual, por antono-
masia, no tiene ningún compromiso con la historia. Lejos de eso, la presen-
cia en el poder de la derecha ofrece a cada momento una promesa de ruptura
hacia el pasado. Y ni que decir de una izquierda institucionalizada que,
sencillamente, desconoce su propia historia, le da la espalda a la hora de
entregarse a una lógica continuista basada en una serie de intercambios
con dicho poder.
No hay ni puede haber transición a la democracia sin revisión del pasa-
do, sin reparación de injusticias y agravios. Dicha transición tiene que
pasar no sólo por un juicio histórico a los culpables directos de la represión;
es preciso también un juicio histórico al régimen y al partido de Estado
que lo perpetró (Ornelas, 2004).
Sin embargo, estas “fallas” mostradas por la memoria histórica en su
versión oficial, no son obra de la casualidad, son consecuencia de una
intención política precisa, directa, premeditada; proceden de la configura-
ción de una idea de nación y de un nacionalismo como “artefactos cultu-
rales” paridos por la modernidad, y como tales, deben ser comprendidos,
analizados y tomados en cuenta con miras a su deconstrucción.
De aquí que el problema de la imagen o representación de la nación
con sus incoherencias, sus contradicciones y sus resistencias frente a las
transformaciones de las sociedades contemporáneas, ocupe un lugar central
en los análisis de un tiempo a la fecha. El punto crucial está en compren-
der y des-cubrir, en el sentido de mostrar, cómo la nación es “imaginada”
por el poder y por los mismos miembros de una sociedad; el modo cómo
históricamente se ha ido construyendo y se sigue construyendo el “ima-
ginario nacional” (Anderson, 2000).
Esto sin descontar, por supuesto, el papel que ha jugado el poder de la
escritura, el poder de la historiografía, sobre todo, la política –es decir,
aquella que da vida a los discursos que se pronuncian como parte de los
rituales del Estado para celebrar o conmemorar algún suceso histórico
relevante– en sus afanes de conformar e ir conformando la construcción
narrativa de la nación.

222
El historiador, en consecuencia, debe interrogar las diversas modalida-
des de fabricación y percepción del acontecimiento a partir del modo en
que es presentada su trama textual. Este movimiento durante el cual la
escritura historiadora re-examina el pasado va acompañado por la exhuma-
ción de la memoria nacional y refuerza aún más el momento memorial
actual (Dosse, 2003).
El nacionalismo como artefacto cultural de control, dominación y mani-
pulación, sólo se entiende a partir de observar los usos que la modernidad
hace del pasado. Es decir, a través de las formas en que el Estado moderno
hace las mediaciones entre el pasado y el presente (Zermeño, 2002).

SIGNIFICACIÓN HISTÓRICA DEL SESENTA Y OCHO EN NUESTRO TIEMPO

La reflexión nos ha acercado a considerar la relación entre la historia, la


historiografía y el Estado. A reconocer el protagonismo del Estado moderno
como principio ordenador y normatizador de la historia. A tomar distan-
cia de esa historia monumentalizada, en tanto narrativa del poder estatal
y configuradora de entidades abstractas como “nación” y “ciudadano”
que forman parte del “imaginario nacional”, el cual sobrevive bajo múlti-
ples y diversas formas a la hora de plantearnos el recuerdo.
Por supuesto que las actitudes emotivas de añoranza y de nostalgia
sobre los encantadores años sesenta, aunque insoslayables, no resuelven
el dilema, antes bien, complican aún más las cosas en la medida en que
contribuyen a su olvido; un olvido disfrazado de recuerdo.
El énfasis no debe dejar de sostenerse en la importancia de evitar eludir,
como país y como sociedad, hacer un balance puntual y muy consciente
sobre los lamentables acontecimientos del sesenta y ocho, a fin de impedir
que a la postre sea el olvido el que termine por imponerse, o en todo caso,
terminemos por perder nuestra capacidad de indignación o nuestra capaci-
dad de duelo al ver lo ocurrido dentro de un esquema de normalización, o
sea, como lo normal, lo que siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo,
simplemente porque así son las cosas y punto.
El recuerdo de dicha represión coloca al Estado moderno en una posición
que asemeja a la máquina-monstruo de Frankenstein; el estado máquina,
el estado androide, la máquina-monstruo que tiene un cerebro pero carece
de mente, tiene materia pero no espíritu. La electricidad, ese simulacro
tecnológico se encarga de animar a la máquina antropomorfa. Una máquina

223
en la que Freud observa lo siniestro en su automatismo, en sus compulsio-
nes y repeticiones, en su experiencia maquínica, en su torpeza psicomotriz.
Una máquina de exclusión que falla, olvida, corrige y aplasta. Una
máquina, una cosa que nos ve a todos como cosas, cosas autómatas como
ella. Cosas a las que hay que mantener distraídas, entretenidas, automati-
zadas, para así cancelar la posibilidad y emergencia del pensamiento crítico.
Una máquina monstruo guiada desde un controlador que responde con
movimientos elementales al accionar de un interruptor: pararse, caminar,
estirar un brazo, seleccionar, excluir y aplastar. Una máquina ensamblada
y conectada a otros dispositivos complejos y elaborados: las instituciones.5
Es preciso insistir en que la experiencia del sesenta y ocho no debe eva-
luarse a partir del enfrentamiento de dos fuerzas en igualdad de condiciones,
sino como un fenómeno complejo que involucró muchos elementos, a toda
la maquinaria del Estado y a una gran cantidad de actores cuya participación
hizo carecer de uniformidad y equilibrio al episodio, lo cual, finalmente
devino en catástrofe, en tragedia, en homicidio; un homicidio colectivo.
Como en cualquier caso de psicoanálisis la sociedad mexicana necesita
re-elaborar dicha experiencia una y otra vez, tantas como sea posible,
pues de no hacerlo la conducta colectiva seguirá gobernada por factores
no conscientes.
Pero adviértase bien que el sesenta y ocho nunca podrá ser un tema
histórico entre tantos en la medida en que tengamos la capacidad de
desmarcarnos y poner en entredicho esa aspiración oficialista que busca
recordar por recordar. El deber de memoria remite a lo inolvidable, sí, es
cierto, pero siempre y cuando el tratamiento que hagamos de lo inolvidable
no termine por arrastrarnos en esta dinámica inercial del recuerdo mecáni-
co, automático, irreflexivo, superficial, el cual, peligrosamente puede
conducirnos hacia el establecimiento de una “memoria feliz”, de un “olvi-
do feliz”, de un “final feliz”.
Al respecto, Ricoeur nos insta a no perder de vista lo que “significa el
duelo para mí”y el riesgo que puede correr la pérdida de dicho significado
ante los excesos: “Me quedo perplejo ante el inquietante espectáculo que
brinda el exceso de memoria aquí, el exceso de olvido allá, por no hablar
de la influencia de las conmemoraciones y de los abusos de la memoria –y de
olvido. En este sentido, la idea de una política de la justa memoria es uno
de mis temas cívicos reconocidos”. (Ricoeur, 2003).

5
Tomo prestado el ejemplo de Alfonso Miranda en su interesante artículo Maquinas que
está en: http://www.henciclopedia.org.uy/autores/AlonsoM/Maquinas.htm

224
Ricouer señala que el “deber de memoria” debe estar sostenido por un
sólido y reflexivo “trabajo de memoria” como una forma de resistencia
ante los excesos de memoria y olvido que apuntan hacia la trivialización
de un momento traumático.
De acuerdo con esto, el “acuérdate” debe girar en torno a una singu-
laridad moral soportada por un enriquecido y sistematizado trabajo de
memoria. Esto puede evitar que el acontecimiento quede envuelto en un
acto de conmemoración más o menos sacralizado, al punto de llegar a
presentárnoslos bajo la aberrante idea de una celebración.
En oposición a lo anterior, debe colocarse el carácter de identidad
narrativa negativa que tiene el sesenta y ocho, restituirlo en su última
singularidad, pero al mismo tiempo, acentuando su valor universalizante
en tanto acontecimiento fundador. Es decir, observar su significado como
acontecimiento fundador en modo negativo. Al respecto, Ricoeur señala:
“La conmemoración en duelo ejerce entonces la misma acción fundadora
que los acontecimientos fundadores positivos, en la medida en que legiti-
man los comportamientos y las disposiciones institucionales capaces de
impedir su retorno” (Ricoeur, 2003: 52).
La memoria como conmemoración en duelo en oposición a una contra-
memoria mecánica e irreflexiva que tiende a regodearse en la machaco-
nería y las conmemoraciones oficiales. Además, la reflexión debe inscribirse
en un ámbito todavía más amplio que atraviese la presencia de lo trágico
destacando, por encima de todo, el deseo del ser humano de ser capaz, es
decir, su capacidad de actuar. No dejar de mencionar que si alguna lección
se encuentra alojada en un evento tan traumático como el que aquí se trata,
esa se encuentra en la capacidad de actuar, esa está en la praxis, en el
horizonte de acción del ser humano.
Por otra parte, el olvido –siguiendo con Ricoeur– no puede resultar
algo tan despreciable para nosotros si no aprendemos a observarlo en su
justa dimensión y a explotar el importante y positivo papel que juega en
relación con el recuerdo.
Al evocar ese olvido “sobre pedido”, Ricoeur reflexiona sobre sus usos
con el fin de librar a esa dimensión de su definición exclusivamente nega-
tiva, al verlo como la condición misma de la memoria, lo cual lo transforma
en un olvido de reserva; un olvido de reserva dispuesto a la remembran-
za, es un olvido que preserva: “El olvido asume una significación positiva
en la medida en que el haber-sido prevalece sobre el ya-no-ser en el signi-
ficado atribuido a la idea de pasado. El haber-sido convierte al olvido en el
recurso inmemorial dispuesto a la elaboración del recuerdo” (Ricoeur, 374).

225
Así pues, en estas guerras de la memoria en las que nos encontramos
en la actualidad, es imprescindible hacer una distinción entre la memoria
patológica que actúa como compulsión de repetir y la memoria viva desde
una perspectiva reconstructiva que se incline hacia el renglón de una
historia crítica.
Asimismo, la ausencia de un proyecto nacional en nuestra moderna
sociedad mexicana nos recuerda la función de la deuda ética de la histo-
ria respecto de ese pasado. De este modo, el deber de memoria es y
seguirá siendo legítimo aun cuando pueda dar lugar a ciertos abusos o a
ciertos excesos, ya que forma parte de la dimensión de nuestra condición
histórica como seres de memoria y de historia.

BIBLIOGRAFÍA

ANDERSON, BENEDICT (2000). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el


origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económi-
ca, México.
BENJAMÍN, WALTER (1982). “Tesis sobre filosofía de la historia”, en Para
una crítica de la violencia, Premia Editora, México.
BUCK-MORSS, SUSAN (1989). Dialéctica de la mirada. Walter Benjamín y el
proyecto de los pasajes. Madrid, España.
DOSSE, FRANCOIS (2003). “Lugares, trabajo, deber de memoria en la obra
de Paul Ricoeur”, en Historia y Grafía, Universidad Iberoame-
ricana, número 21.
FOUCAULT, MICHEL (1976). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo
XXI, México.
GUEVARA NIEBLA, GILBERTO (2004). La libertad nunca se olvida, Editorial
Cal y Arena, México.
KOSELLECK, REINHART (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos
históricos, Barcelona-México, Paidós.
RICOUER, PAUL (2003). La memoria, la historia, el olvido, Madrid, Trotta.
TODOROV, TODOROV (2000). Los abusos de la memoria, Editorial Paidós,
Barcelona.
YURASHALMI, YOSEF HAYIM (1998). “Reflexiones sobre el olvido”, en Usos
del olvido, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires,
ZERMEÑO, GUILLERMO (2002). La cultura moderna de la historia. Una aproxi-
mación teórica e historiográfica, México, El Colegio de México,

226

Você também pode gostar