Você está na página 1de 4

EL JARRÓN AGRIETADO DE TESLA

http://www.quepasa.cl/articulo/ciencia/2016/08/el-jarron-agrietado-de-tesla.shtml/

José Edelstein/Andrés Gomberoff

Somos seres gregarios. Buscamos el reconocimiento de nuestros pares, quienesquiera que estos sean. Aun cuando
elijamos posicionarnos contra lo establecido, lo hacemos acompañados, adoptando un discurso preestablecido. La
libertad de pensamiento en el fondo nos resulta aterradora. Ser capaces de analizar una consigna sin que se nos diga
cuál es su origen o quién fue su vocero. Quizás por ello somos tan proclives a sentir fascinación por personajes que
se hayan movido en los márgenes. Seres indómitos, excéntricos y complejos, en el fondo inclasificables, a los que de
inmediato acomodamos en una categoría que nos permita justificar nuestra desbordada admiración por ellos e
identificarnos con aquellos que nos habrán de acompañar en este nuevo culto. Nuestros pares.

Necesitamos encontrar un modesto oasis en el que poder descansar de la náusea existencial y para ello fabricamos
héroes o mártires, cuidándonos antes de limar aquellas aristas que no resulten convenientes para la fábula que nos
disponemos a construir y a la que nos entregaremos con la devoción de un creyente. La cruda realidad de nuestra
humana condición nos resulta insoportable. Cualquier vía de escape es abrazada con entusiasmo en esta quijotesca
aventura abocada a la derrota a la que llamamos vida. De allí el éxito de las religiones y de la industria de la evasión.

Por un extraño giro dialéctico, al mismo tiempo que nos tranquiliza ser parte de un rebaño queremos pensarnos
también como seres especiales y singulares. Pero no estamos dispuestos a pagar el costo de serlo. Es allí donde hasta
el último de nuestros poros se abre a “lo alternativo” y nos encandilan aquellos personajes a los que identificamos
como genios incomprendidos o aquellas ideas que parecen ir contra lo que entendemos como “lo establecido”. Creer
que somos parte de un selecto grupo que se dio cuenta de que el hombre no llegó a la Luna, que las vacunas son un
invento de la industria farmacéutica para enriquecerse, que el cáncer se cura con jugo de guanábana, pero la
industria ya mencionada no quiere que lo sepamos, o que Nikola Tesla es el genio más grande del siglo XX y que ha
sido ninguneado maquiavélicamente por una conspiración universal del establishment científico.

La naturaleza de los fenómenos eléctricos y magnéticos fue entendida cabalmente en el siglo XIX. El trabajo de
Michael Faraday y James Clerk Maxwell, entre otros, significó el punto de partida para la aparición de numerosos
inventores que exploraron con rapidez e ingenio sus posibles aplicaciones. Nikola Tesla fue uno de los más
destacados. La gran cantidad de importantes patentes que llevan su firma y de industrias que surgieron bajo la batuta
de sus creaciones así lo confirma. Era, además, un visionario incombustible, cuya tenacidad y confianza para
perseguir hasta la más disparatada de sus ideas le dio tanto frutos extraordinarios como sonoras derrotas.

Tesla fue el más prodigioso de los manipuladores de la así llamada “corriente alterna”. Aquella que fluye por los
cables de alta tensión que vemos en las calles y que entra a nuestras casas a través de múltiples enchufes que
pueblan sus paredes. Cuando conectamos allí un artefacto eléctrico, la corriente cambia de dirección 60 veces cada
segundo. A fines del siglo XIX había enérgicos debates sobre si era este tipo de corriente o la “corriente continua”,
aquella que no cambia en el tiempo, la más apropiada para el uso doméstico. Fue Tesla quizás el más grande
impulsor de la corriente alterna, para la que encontró un sinnúmero de aplicaciones que modelaron drásticamente
nuestra forma de vida. Una de sus más importantes creaciones fue un motor eléctrico “de inducción”, que utiliza
corriente alterna en su operación. Tesla hizo además desarrollos fundamentales en la tecnología de la iluminación,
los transformadores y los generadores eléctricos y, más importante, en la transmisión inalámbrica de señales
eléctricas. Fue uno de los creadores de la tecnología que permitió el desarrollo de la radio y el primero en construir
un dispositivo a control remoto; un pequeño barco que presentó públicamente en 1898.

La relevancia de Tesla en el desarrollo económico de comienzos del siglo XX es indudable y queda de manifiesto en
un honor que sólo un reducido grupo de seres humanos posee: en la decimoprimera conferencia de pesas y medidas
realizada en 1960 se decidió que la unidad estándar para el campo magnético se denominaría tesla. Para que el lector
se haga una idea, el campo magnético que mueve a una brújula en la superficie de la Tierra tiene una intensidad
igual a la veintemilésima parte de un tesla. Cuando nos toman imágenes médicas de resonancia magnética nuclear,
en cambio, nos exponemos a campos magnéticos de algunos teslas.

Todo lo que hizo Tesla se podía entender en base a las teorías que hombres como Faraday, André-Marie Ampère y
Maxwell desarrollaron algunas décadas antes. En la confección de sus sorprendentes ingenios, lo último que
preocupaba a Tesla era contribuir a la comprensión de los fenómenos electromagnéticos. De hecho, no se sentía muy
atraído por el lenguaje formal de la ciencia básica. Por supuesto, recibió una exhaustiva educación en física y
matemática como estudiante del Politécnico Austriaco de Graz, sin la cual no habría podido emprender sus
invenciones. No terminó la carrera, pero aprendió las artes de la ingeniería trabajando en empresas de telefonía y
eléctricas.

En 1884, emigró a los EE.UU., donde había sido contratado para trabajar con Thomas Alva Edison, el más
renombrado inventor estadounidense de todos los tiempos. Poco tiempo estuvo allí. Apenas un año más tarde
comenzó su exitosa carrera en solitario. A principios del siglo XX era uno de los más afamados personajes de la
escena social neoyorquina. Misterioso, soñador y excéntrico, se lo hallaba habitualmente dando entrevistas e
impartiendo conferencias en las que mostraba sus últimos inventos y relataba sus visiones de futuro. Todo esto a
espaldas de la revolución científica que por aquellos años tenía lugar de la mano de la física cuántica y la teoría de la
relatividad. Víctima de su narcisismo, no tuvo la voluntad de aprender de otros y fue encerrándose en la convicción
de que las nuevas teorías eran un disparate colectivo que no merecía mayor atención.

Poco a poco, los mismos ingredientes que lo llevaron a la cima comenzaron a empujarlo hacia el despeñadero: la
excesiva confianza en sí mismo, la práctica de poner sus sueños por delante de las evidencias y, lo que es peor, la
falta de interés en el trabajo de sus pares. Su proyecto más ambicioso, el de construir una red inalámbrica de
transmisión de energía eléctrica, terminó por socavar su credibilidad y sus finanzas. A pesar de toda la evidencia en
contra y de las opiniones desfavorables de otros expertos, Tesla continuó solitaria y obstinadamente persiguiendo
sus propios sueños.

A pesar de haber perdido buena parte de su credibilidad ante el mundo científico y empresarial, su fama en la
sociedad seguía incólume. En sus entrevistas continuaba proponiendo ambiciosos avances científicos y
tecnológicos: hablaba de motores que funcionaban con rayos cósmicos, de armas mortíferas o se lanzaba en contra
de la ya bien establecida teoría de la relatividad. En un poema burlón que envió a su amigo, el poeta filonazi George
Sylvester Viereck, Nikola Tesla, el hombre solitario que vivió hasta los 86 años en habitaciones de hotel y acudía
diariamente a alimentar a las palomas de una plaza neoyorquina, se refirió a Albert Einstein como un “chiflado
extravagante de pelo largo”.

En la comunidad científica hay un término que se utiliza despectivamente para referirse a aquellos que pretenden dar
respuestas a importantes problemas con más entusiasmo que comprensión: crackpot. La traducción al castellano
sería algo así como chiflado y excéntrico. Nikola Tesla fue víctima del mecanismo freudiano de la proyección al
depositar en Einstein estos adjetivos que tan bien le sentaban a él. Los argumentos con los que atacaba la teoría de la
relatividad desnudan una profunda ignorancia de esta y, lo que es peor, una acusada desidia para comprenderla,
injustificable en alguien de su capacidad intelectual.

Tesla fue víctima de un narcisismo colosal y de un pecado muy extendido en nuestra especie: redoblar la seguridad
en nuestras opiniones cuanto más débiles sean nuestros argumentos y mayor nuestra ignorancia. Quizás no sea de
extrañar que se transformara con el tiempo en héroe y mártir de una legión de crackpots consumados. Él, genio
incomprendido y solitario como ellos. Él, que sabía lo que ellos saben, lo que ellos proponen, pero que las
conspiraciones científicas y las grandes corporaciones no permiten aflorar.

Nada tuvo de mártir Nikola Tesla, pero la suya es la historia trágica de un prodigio que llegó a lo más alto y allí
pareció perderse. Su arrogancia, su desprecio por las ideas de sus pares y otros expertos, la ceguera ante la evidencia
experimental mientras sus sueños grandilocuentes lo encandilaban le pasaron la cuenta. Sus años finales fueron
solitarios, rodeado más de prensa y aduladores que de empresarios, ingenieros o científicos.
Esto, por supuesto, no opaca ni un ápice el calibre de su obra y su influencia. Lo que sí hace es darnos una rotunda
advertencia. La gran advertencia que siempre la ciencia nos está entregando. La autoridad no existe. No hay árboles
firmes a los que abrazar. Incluso los más grandes pilares pueden desmoronarse en cualquier momento. En ciencia
hay sólo una autoridad: la naturaleza. A ella hay que escucharla con detención y modestia reverencial. Nuestras
ideas, nuestros sueños, por bellos y razonables que parezcan, pueden no tener relación alguna con ella. Y eso no es
necesariamente malo. Pero no es ciencia.
CUESTIONARIO GUÍA

1.¿Cuál es la concepción de ciencia que suponen los autores?: ¿es una empresa colectiva o individual? ¿es una actividad
convergente o divergente? Justifique.

2.¿Cuál es el análisis de los méritos intelectuales de Nikolai Tesla que realizan los autores? Los inventos de Tesla, ¿son tan
geniales o se sostienen sobre el trabajo de sus pares?

3.Nikolai Tesla, ¿hacía ciencia para estos autores? Este juicio, ¿es el mismo que haría Thomas Kuhn? Justifique.

4.¿Qué roles cumplen la Naturaleza y la Autoridad según los autores?

Você também pode gostar