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Apocalipsis 11

Versículos 3-13

Se ha escrito que este capítulo 11 es, simultáneamente, el más importante y el más difícil
de todo el Apocalipsis. Su dificultad es obvia, dado que contiene problemas de
interpretación de cuya solución no se tiene absoluta certeza. Y su importancia radica en que
contiene una especie de sumario del resto del libro; Juan, el Apóstol, autor del libro, profeta
y vidente de estas tremendas visiones, trazará en este capítulo 11 las líneas maestras del
resto del libro. Tan seguro está, del curso de los acontecimientos, que a partir de este
capítulo 11 cambia el tiempo de su narración y habla de los hechos futuros, como si ya
hubieran pasado; este es recurso literario que caracteriza a los profetas del Antiguo
Testamento.

Pero antes de comenzar y para una mejor comprensión de este capítulo, permítanos
avanzar un breve esquema del mismo: En nuestro programa anterior asistimos, en los
versículos 1 y 2 de este capítulo 11, a la escena de la medición del Templo. Recordamos,
además, que estamos en una sección del libro donde se describen los devastadores efectos
del toque de las siete trompetas. Y ahora, nos encontramos en el intervalo, una pausa, entre
la sexta y la séptima trompeta. De los versículos 3 al 6 leeremos sobre la predicación de los
Dos Testigos, que son los heraldos del fin. En los versículos 7 al 10 surge por primera vez el
Anticristo, en forma de bestia del abismo, y su temporal triunfo que resulta en la muerte de
los Dos Testigos. En los versículos 11 al 13 se nos presenta la restauración de la vida de los
Dos Testigos y el consiguiente arrepentimiento y conversión de los judíos. En los versículos
14 al 19 encontramos un primer boceto del triunfo final de Cristo, Su reinado inicial, el
levantamiento y derrota de las naciones, el juicio de los muertos y el establecimiento del
reino de Dios y de Su Ungido. Leamos ahora el versículo 3 de este capítulo 11 de Apocalipsis,
que dice así:
3 Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

Estos dos testigos son individuos investidos del poder de Dios y una autoridad especial para
predicar un mensaje de juicio y salvación durante la segunda mitad del período de la
Tribulación. Estos dos profetas serán la culminación del testimonio de Dios a Israel, por
medio de un mensaje contundente sobre el juicio divino y su oferta gratuita del evangelio
a todos los que se arrepientan y crean. Y la primera pregunta a la que nos enfrentamos aquí
es: ¿Quiénes serán estos dos testigos? El Apóstol Juan no aporta ninguna aclaración al
respecto. Un estudioso de la Biblia, llamado Godet escribió: "Éstas son las figuras más
asombrosas de este asombroso libro".
Sin embargo, si la identidad de estos dos Testigos fuera algo esencial para la comprensión
de este libro, estamos convencidos que Juan habría apuntado más detalles; pero no es el
caso. Por este motivo, mucho se ha especulado a este respecto.

Siempre formó parte del pensamiento judío la idea de que Dios enviaría a un mensajero
especial que anunciaría a los hombres la llegada del "Día del Señor", un día en el que Dios,
finalmente, haría justicia y pagaría a las naciones impías su justo castigo por su violencia
hacia su querido pueblo, Israel. El profeta Malaquías escribió: "Yo os envío al profeta Elías
antes de que llegue el día Grande y Terrible del Señor" (Mal. 4:5). Así pues, en este pasaje
nos encontramos con la llegada de estos profetas del Señor antes de que se produzca la
contienda final.

Estos Mensajeros tienen la misión de profetizar; y profetizarán 1260 días, es decir, tres años
y medio. Su mensaje será sombrío porque están vestidos de cilicio, de luto. Será un mensaje
de condenación: el escucharlo será como una tortura, y la gente se alegrará cuando maten
a los dos Testigos, como veremos en el versículo 10.

Pero, ¿quiénes serán estos dos testigos? Dos investigadores, Seiss y Govett, afirman que
posiblemente se trate de Enoc y Elías. En la Biblia se nos da a entender que ninguno de ellos
murió. El libro del Génesis podemos leer lo siguiente: "Caminó pues Enoc con Dios, y
desapareció porque Dios se lo llevó" (Gn. 5:24). Elías fue arrebatado en un torbellino y en
un carro de fuego (2 Reyes 2:11); y Tertuliano, uno de los antiguos padres de la Iglesia, se
refiere a la creencia de que Dios los guardaba en el cielo para que dieran muerte al
Anticristo.

Los comentaristas Bíblicos Dean Alford, Walter Scott y Donald Grey Barnhouse piensan que
estos dos Testigos podrían ser Moisés y Elías, a quienes los judíos consideraban,
respectivamente, el más grande legislador y el más grande de los profetas. Fueron estos
dos personajes quienes se aparecieron a Jesús en el Monte de la Transfiguración (Marcos
9:4) y todas los poderes que se atribuyen a los dos Testigos fueron proezas realizadas
previamente por ambos personajes bíblicos. Sobre Elías, podemos leer en el libro del
profeta Malaquías, capítulo 4, versículo 5: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que
venga el día de Jehová, grande y terrible". Y el mismo Señor Jesucristo dijo, tal y como
recoge el capítulo 17 del evangelio de Mateo, versículo 11: "Respondiendo Jesús, les dijo: A
la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas". Volvamos ahora a la Palabra,
en el versículo 4, donde podemos leer:
4 Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de
la tierra.
Observemos que esta era precisamente una de las expresiones favoritas del profeta Elías.
En el primer libro de los Reyes, capítulo 17, versículo 1, podemos leer: "Entonces Elías
tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya
presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra". Otros
comentaristas sugieren, por otra parte, que Juan el Bautista podría ser el segundo testigo.
Él fue el precursor de Cristo en Su primera venida. También cierta similitud con el profeta
Elías, en la manera de exponer su mensaje. Los dos conocían muy bien a las fuerzas malignas
enemigas de Dios, y lo que era ejecutar órdenes de Dios contra fuerzas sobrenaturales.
Podríamos incluso apuntar la idea de que Juan el Bautista fue el testigo del Nuevo
Testamento, mientras que Elías fue el testigo del Antiguo Testamento. En cualquier caso,
en el Antiguo Testamento siempre se requerían dos o más testigos para confirmar la
legalidad de un testimonio (Dt. 17:6, 19:15).

Se nos antoja, sin embargo, bastante improbable que Enoc pudiera ser uno de los testigos,
ya que él era gentil, y el hecho de que no muriera no lo convierte automáticamente en
candidato para asumir esta misión.

Ahora bien, aquí se mencionan mil doscientos sesenta días durante los cuales ambos
testigos desempeñarán su función profética. Y la característica más reseñable acerca de
ambos testigos no es su identidad, sino el momento de su aparición. Y aunque la Biblia no
señala fecha alguno, es posible que sea conocida su presencia durante la primera mitad,
dado que ellos testifican hasta que aparece el Anticristo, también llamada la Bestia, para
luego morir como mártires. Leamos ahora, los versículos 4 y 5 de este capítulo 11 de
Apocalipsis, que dicen así:
4 Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de
la tierra. 5 Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos;
y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera.

Esta imagen está relacionada con el Antiguo Testamento, concretamente con el libro del
profeta Zacarías, en su capítulo 4. La visión de Zacarías iba a tener cumplimiento en un
futuro próximo, que para él sería la reconstrucción del Templo a cargo de Josué y Zorobabel;
pero también tenía una proyección más lejana, en el futuro lejano, que serían los dos
Testigos, cuyo ministerio apunta hacia la restauración final de Israel, en el Milenio. ¿Qué
significado pueden tener aquí "los dos olivos" y "los dos candeleros"? El aceite de oliva se
utilizaba para encender las lámparas, así que los olivos junto a los candeleros representan
la luz de avivamiento espiritual. Por ello, la lectura de estos versículos sugieren con fuerza
la idea de que la predicación de estos dos Testigos será la chispa que encenderá un
avivamiento, tal y como sucedió con la intervención de Josué y Zorobabel, en Israel tras el
cautiverio en Babilonia. La lectura del versículo 5 arroja, además, la idea de que ambos
Testigos serán totalmente intocables e inmunes a cualquier ataque del hombre, hasta su
muerte final a manos del mismo Anticristo. Este versículo advierte literalmente que "Si
alguno quiere dañarlos, sale fuego de su boca y devora a sus enemigos". Se trata de una
referencia probable a un fuego literal. Ambos Testigos serán invencibles durante su
ministerio, protegidos por un poder sobrenatural e inexplicable para el resto de la
Humanidad. Y el falso profeta imitará, con fraudulencia, esta señal, tal y como podremos
apreciar en Apocalipsis 13:3. Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 11 de Apocalipsis:
6 Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y
tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda
plaga, cuantas veces quieran.

Si echamos una mirada atrás, podremos ver que a lo largo de toda la Biblia, en numerosas
ocasiones, los milagros han servido para autentificar a los profetas del Señor. Aquí, la sequía
de tres años y medio (tal y como sucedió en la época de Elías) añadirá un tormento
inconmensurable a aquellos que estén sufriendo los desastres globales de la Tribulación, y
exacerbará su odio hacia los dos Testigos. Y es, de hecho, esta referencia a la sequía, lo que
ha motivado que destacados comentaristas se hayan decantado por pensar que los dos
Testigos serán el profeta Elías, que tuvo poder para parar la lluvia, y Moisés para
desencadenar las temibles plagas en Egipto.

También menciona este pasaje que ambos Testigos poseen la facultad de convertir las aguas
en sangre. Recordemos que el agua de la Tierra ha sido devastada por la segunda y tercera
trompetas, por lo que dejará de ser apta para el consumo humano y esto aumentará en
gran medida el sufrimiento causado por la sequía. Continuando ahora con nuestra lectura,
leamos los versículos 7 al 10:
7Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra
ellos, y los vencerá y los matará. 8 Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad
que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue
crucificado. 9 Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres
días y medio, y no permitirán que sean sepultados. 10 Y los moradores de la tierra se
regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos
profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.

Los Testigos han de predicar el tiempo que se les ha señalado, y luego vendrá el Anticristo
como la Bestia del abismo; seguidamente Dios les retirará su protección sobrenatural y
ambos serán asesinados, algo que nadie había podido hacer con éxito por el momento. Esta
es la primera de las treinta y seis referencias a la Bestia que encontramos en Apocalipsis,
que es nada más y nada menos que el llamado Anticristo. El hecho de que ascienda del
abismo indica que su poder es de origen satánico. Toda esta escena sucede en Jerusalén,
que aquí recibe los nombres de Sodoma y Egipto. Mucho tiempo atrás, el profeta Isaías se
había dirigido a los gobernantes de esta ciudad llamándolos gobernadores de Sodoma; y al
pueblo de Jerusalén como el pueblo de Gomorra (Is. 1:9). Sodoma y Gomorra
representaban los prototipos del pecado. La maldad de Jerusalén ya había crucificado a
Jesucristo, y en los días por venir, contemplará la muerte de Sus testigos con gozo. Los
habitantes de Jerusalén odiarán a los dos Testigos hasta tal punto que dejarán sus cadáveres
en la calle sin enterrar. Para los judíos era algo terrible no dar sepultura a un cadáver.
Cuando los paganos atacaron al pueblo de Dios, para el salmista era la mayor tragedia de
todas que no hubiera nadie que los enterrara (Salmo 79:3).

El comentarista Dr. Newell lo describe de la siguiente manera: "Aquí se presenta la


verdadera revelación del corazón del hombre. La avaricia, la enajenación, lo inhumano,
brutal, infernal, la humanidad entera se regocija por la muerte de estos hombres. Se envían
regalos los unos a los otros. Hacen de este asesinato una hermosa celebración, una especie
de Navidad del diablo, una celebración de lo que el Anticristo ha hecho, en lugar de celebrar
la venida de Cristo a Belén". Leamos, el versículo 11 de este capítulo 11 de Apocalipsis, que
dice así:
11Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se
levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.

Los hechos no acaban aquí y los acontecimientos se precipitan, tomando un cariz cada vez
más intenso y dramático: algo está a punto de suceder que cambiará esta celebración en
gran temor para los hombres: a los tres días y medio (una vez más nos encontramos con
esta cifra), cuando la fiesta por la muerte de ambos Testigos esté quizá en su punto álgido,
cuando quizá las cámaras de televisión estén aún enfocando la imagen de ambos cadáveres,
súbitamente éstos recobrarán vida y se pondrán de pie. Dice la Biblia que "cayó un gran
temor sobre los que los vieron". ¿Qué sucedió a continuación? El versículo 12 nos lo cuenta:
12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube;
y sus enemigos los vieron.

Aún habrían de suceder hechos increíbles; a la vista de todos, los dos Testigos fueron
subidos al cielo, re-presentando, como si dijéramos, la primera partida de Elías al cielo en
el torbellino y carro de fuego (2 Reyes 2:11). A continuación un gran terremoto arrasó una
décima parte de la ciudad, produciendo la muerte de siete mil de sus habitantes; leámoslo
en los versículos 13 y 14 de este capítulo 11 de Apocalipsis:
13En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y
por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y
dieron gloria al Dios del cielo. 14 El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.
El resultado fue que los que habían visto estos acontecimientos aterradores y escaparon
con vida, dieron gloria a Dios; es decir, se arrepintieron, porque esa era la única manera real
de dar la gloria a Dios. Y el gran interés de este pasaje es el hecho de que los incrédulos
fueron ganados mediante la muerte sacrificial y la resurrección de los Testigos. Aquí
tenemos una rememoración de la historia de la Cruz y la Resurrección. El mal debe ser
conquistado y las personas ganadas, no por la fuerza sino por la aceptación del sufrimiento
por el nombre de Cristo.

A los siete mil fallecidos en esta ocasión debe ser agregada la cuarta parte de la población
mundial que murió al principio de las plagas. Es decir, una cuarta de la población mundial;
y posteriormente, otra tercera parte de la población del planeta, es decir, más de la mitad
de la población mundial; y ahora siete mil más. No nos sorprende entonces que el Señor
hubiera dicho, muchos siglos atrás: "Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería
salvo".

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