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Importancia de los planes de tratamiento en psicología:

Los objetivos que nos proponemos en Terapia Cognitivo Conductual organizan


y dirigen las estrategias de intervención. Así, las entrevistas no son charlas
improvisadas sobre la marcha sino que giran en torno a ejes previamente
acordados entre paciente y terapeuta. Otros enfoques terapéuticos,
particularmente el Psicoanálisis, no plantean metas claras en términos
concretos; ello hace que las sesiones se conviertan en conversaciones libres y
hasta caóticas, sin una guía clara que las ordene. ¿Cuáles son las
consecuencias que acarrea cada una de estas diferentes posturas?

La psicología, como disciplina profesional, ofrece hoy día diversos tipos de


abordajes terapéuticos. Entre dicha variedad, se destacan la Terapia
Gestáltica, la Terapia Sistémica, el Psicoanálisis y la Terapia Cognitivo
Conductual. En otros artículos publicados, ya hemos analizado y debatido
acerca de la eficacia e ineficacia de las diversas vertientes terapéuticas. En
este caso, nos abocaremos a revisar uno de los tópicos principales, imposible
de desdeñar y que distingue a la Terapia Cognitivo Conductual de otros
abordajes, a saber, los objetivos del tratamiento.
Como ya sabemos, la Terapia Cognitivo Conductual (TCC) es un abordaje
basado en los paradigmas que adhieren al uso del método científico en
Psicología. Tres operaciones esenciales lleva a cabo el terapeuta cognitivo
conductual: explicación, predicción y modificación del comportamiento.

Los objetivos del tratamiento se derivan de dichas instancias y no desde un


criterio arbitrario o de gusto personal del psicólogo hacia determinada técnica.
Esto no excluye el papel activo del paciente en el tratamiento e incluye la
consideración ética de que los objetivos formulados son acordados entre
terapeuta y paciente a su vez que expresamente aceptados por este último.
Precisamente, a los fines de poder formular objetivos concretos y racionales, es
necesario en primera instancia que el psicólogo cognitivo conductual lleve a
cabo una evaluación del caso.

No es el objetivo del presente artículo explayarnos sobre los pasos de la


evaluación conductual. En otros trabajos de la presente revista ya nos hemos
dedicado a la importancia de la evaluación específica del caso en cuestión; por
ello, sólo nos limitamos a continuación a sintetizar los elementos esenciales
que caracterizan a la evaluación en TCC.

En primera instancia, es necesario que el psicólogo delimite el trastorno


psicológico particular que el paciente padece. Por eso, durante la recopilación
de datos, es necesario identificar:

 La conducta(s) problema(s) que el paciente padece (esto incluye no sólo


conductas observables sino también variables inferidas, como
pensamientos y emociones).
 Las situaciones ambientales, interpersonales y contextuales pertinentes al
estado psicológico del paciente.
 El diagnóstico psiquiátrico.
 El inicio, evolución y curso del problema del paciente así como algunos
datos relevantes de su historia clínica.
Una vez que el psicólogo ha dedicado algunas sesiones a la evaluación
(generalmente entre 3 y 5), llevará a cabo un análisis pormenorizado de los
datos, formulará hipótesis sobre el mantenimiento de la(s)
conducta(s)problema(s) y diseñará un plan de tratamiento específico. Llegado
este punto, es necesario que el terapeuta tenga muy en claro 3 cuestiones:

 Las variables que provocan y mantienen la(s) conducta(s) problema(s).


 Los objetivos generales y metas específicas a alcanzar.
 Las técnicas a implementar.
Planteados los ejes troncales de la evaluación conductual, volvamos a
concentrarnos en los objetivos de la terapia. Ya dijimos que los mismos son
acordados entre terapeuta y paciente. Los objetivos “dirigirán”, por así decir, las
intervenciones que llevemos a cabo.

En relación a este punto, es necesario no solo tener en claro la “conducta-


problema”, sino también la conducta opuesta a la misma, es decir, la que
procuramos alcanzar, denominada, “conducta-meta”. De paso, recordemos que
en TCC se adaptan y ajustan los pasos de las técnicas al caso por caso, no el
paciente a la técnica. Ilustrémoslo con un ejemplo.

Un paciente plantea como motivo de consulta su deseo de dejar de fumar. Si


en la evaluación no se detectan temas más graves, el psicólogo entonces
procederá a aplicar técnicas para que el cese el tabaquismo en unos meses.
Un modelo de intervención característico de los programas conductuales para
el tabaquismo tiene una duración aproximada de unos 4 meses.

Luego de la evaluación, el psicólogo presenta el plan de trabajo al paciente. En


primera instancia, le solicita que elija y fije una fecha dentro de unos 4 meses,
en la cual dejará de fumar. Durante 16 semanas, el psicólogo aplicará diversos
procedimientos, tales como control de estímulo precedente al consumo,
extinción y reforzamiento diferencial de conductas incompatibles a fumar,
disminución gradual del consumo, entrevista motivacional, análisis de
consecuencias, sensibilización encubierta y reestructuración cognitiva.

Naturalmente, durante el plazo acordado de 4 meses, las intervenciones del


profesional durante las entrevistas y las técnicas aplicadas se subordinan al
objetivo en cuestión, la cesación tabáquica. Si bien la TCC incluye una visión
de amplio espectro del caso, es necesario que el psicólogo no descuide la
especificidad de su trabajo orientando hacia el objetivo formulado.

Una pregunta que podría surgir al lector es qué sucede si el paciente desea
tratar además otros temas en la terapia. La respuesta es simple: se trabajará el
tema que motiva al paciente (dejar de fumar) y paralelamente, se revisarán y
considerarán otros temas que generen malestar y padecer a la persona (por
ejemplo, estrés). No suelen presentarse mayores obstáculos en ello, siempre y
cuando la terapia no ronde sobre muchos problemas simultáneamente.

De todos modos, volvemos a remarcar que aun cuando el psicólogo focalice


sus intervenciones en más de un problema, no debe perder de vista los
objetivos principales del tratamiento. De hecho, sucede con bastante frecuencia
que algunos pacientes abren diversos temas en diferentes sesiones; en este
caso, será necesario que el psicólogo evalúe el proceso psicológico que
provoca e influye en la variada aparición preocupaciones (por ejemplo
dificultades en el manejo de la ansiedad, sesgos en el procesamiento de la
información, intolerancia a la incertidumbre, dificultades generales en la
resolución de problemas cotidianos, emisión intermitente de hábitos
disfuncionales, etc.).

Más allá de estos detalles, lo que seguramente no hace el terapeuta cognitivo


conductual es llevar a cabo la entrevista con el paciente como una charla libre y
espontánea sobre una multiplicidad de temas diversos e inconexos. La
entrevista no es una mera conversación. Contrariamente, posee pasos
puntuales, objetivos, silencios, reflexiones, resúmenes de información, entre
otros tantos tecnicismos cuya intención es recopilar datos precisos o intervenir
con especificidad sobre la problemática del paciente. Y, justamente en el
sentido que venimos discutiendo, los objetivos del tratamiento son los que
ordenan nuestro trabajo clínico, evitando numerosas conversaciones con el
paciente sin una dirección determinada.

A los fines de esclarecer la importancia de los objetivos en TCC, analizaremos


4 cuestiones cruciales y necesarias en el trabajo del psicólogo cognitivo-
conductual: la importancia de la psicoeducación, las técnicas a implementar, la
diferencias de objetivos entre TCC y Psicoanálisis y la ética en Terapia
Cognitivo-Conductual.

1. Objetivos terapéuticos y psicoeducación

La psicoeducación consiste en proporcionar al paciente información sobre la


naturaleza de su problema, las variables que lo mantienen y las técnicas que
pueden modificarlo.

En lo que concierne a la naturaleza de su problema, el psicólogo explicará en


términos claros y concretos los conceptos y nociones que la psicología
científica ha aportado para la comprensión de su trastorno. Por ejemplo, a un
paciente cuyo diagnóstico psiquiátrico es “Trastorno Bipolar tipo II” (y, por ende,
ha padecido en el transcurso de su vida episodios cíclicos de hipomanía y de
depresión), el psicólogo le transmitirá una explicación basada en las
investigaciones en psicología.

Ya sabemos que los datos proporcionados en la psicoeducación permiten que


el paciente tenga formas más saludables para afrontar futuras crisis depresivas
o hipomaníacas. Ahora bien, ¿qué relación tiene la psicoeducación con los
objetivos terapéuticos? Sigamos con el ejemplo de la bipolaridad.

Supongamos que el paciente con Trastorno Bipolar consume alcohol en exceso


o drogas. Indefectiblemente, es necesario incluir en la agenda de trabajo que el
paciente deje de consumir tales sustancias. Ya dijimos que los objetivos del
tratamiento son acordados entre terapeuta y paciente, aunque muchas veces el
psicólogo advertirá que los objetivos propuestos por el paciente no son
racionales y deberá, por lo tanto, explicarle al mismo la necesidad de su
reformulación.En este caso, la psicoeducación, permitirá que el paciente
entienda que el consumo de sustancias aumenta drásticamente las
fluctuaciones en su estado de ánimo y precipita la aparición de crisis.

Por ello, insistimos, la psicoeducación está íntimamente relacionada con la


adherencia al tratamiento y a la aceptación racional por parte del paciente de
los objetivos terapéuticos. En las depresiones severas, en la esquizofrenia, en
los trastornos bipolares, en los casos de ansiedad patológica grave, en
pacientes con un proceso de estrés intenso y demás cuadros clínicos de
magnitud, los objetivos y expectativas del paciente son considerados. No
obstante, el psicólogo propondrá la reformulación de los mismos a la luz del
conocimiento específico derivado de los hallazgos de las investigaciones
científicas contemporáneas del trastorno en cuestión.

De esto se desprende pues, y máxime en casos graves o complejos, que no


podemos darle siempre al paciente la libre elección de sus objetivos, si estos
aumentan la probabilidad de agravamiento de su estado psicológico.

2. La Formulación de objetivos y metas y su relación con las


técnicas terapéuticas

La formulación de objetivos se halla íntimamente asociada al plan de


tratamiento a implementar. Tal como planteamos en nuestro artículo
sobre Terapias Eficaces, el psicólogo le dará prioridad a aquellas técnicas que
han mostrado su eficacia en estudios controlados de investigación clínica. Por
ejemplo, si un paciente padece depresión pueden formularse los siguientes
objetivos generales:
1. Que el paciente incremente la frecuencia de actividades placenteras.
2. Que el paciente pueda identificar y cuestionar creencias distorsionadas e
irracionales sobre sí mismo, el ambiente y su futuro.
Nótese que ambos objetivos son casi ineludibles en el abordaje de la depresión
y de ellos se desprenden procedimientos validados y conocidos por los
psicólogos conductuales: la activación conductual (1) y la reestructuración
cognitiva (2).

De todos modos, es necesario aclarar que, según las particularidades del caso
en cuestión y la personalidad del paciente, el psicólogo adaptará tales objetivos
generales en forma de metas específicas, realistas y concretas; acordes con la
gravedad y complejidad de cada uno de los problemas que presenta el
paciente.

Veamos dos ejemplos específicos de formulación de metas: “que el paciente


pueda salir a caminar con un amigo, al menos una vez a la semana, durante 30
minutos” (meta derivada del primer objetivo general), “que el paciente pueda
llevar un registro escrito de pensamientos alternativos a los pensamientos
automáticos negativos que provocan su tristeza” (meta derivada del segundo
objetivo general).

Como el lector habrá notado, intentamos establecer metas claramente


definidas, concretas y concisas. La delimitación de objetivos y metas surgidas
de una adecuada evaluación conductual del caso y también de los aportes
propios de las investigaciones científicas del trastorno que padece el paciente
evitan un abordaje caótico, facilitando el curso del tratamiento y la dirección de
las intervenciones terapéuticas. Si el psicólogo no tiene en claro hacia dónde
debe llegar el paciente, es poco probable que pueda ayudarlo
consistentemente a cambiar su comportamiento.

Cerramos este apartado destacando que, durante la psicoeducación, el


psicólogo le presentará al paciente las técnicas terapéuticas que implementará,
otorgándole al mismo la posibilidad de plantear sus objeciones o diferencias
con ellas.

3. Diferencias entre los objetivos de la TCC y los objetivos del


Psicoanálisis

Un tema que no podemos omitir (y de hecho es una de las preguntas más


frecuentes que nos formulan los pacientes en la primera sesión) es la diferencia
entre los objetivos terapéuticos en TCC respecto de los del Psicoanálisis.

En Psicoanálisis, el objetivo consiste en la indagación y búsqueda de supuesto


material inconsciente reprimido por el paciente. Las sesiones de Psicoanálisis
no apuntan, por ejemplo, a la aplicación de técnicas de modificación de
conducta, tales como la desensibilización en las fobias, la exposición
interoceptiva en la ansiedad y el pánico, la técnicas cognitivas en casos de
depresión, los ejercicios de focalización sensorial en ciertas disfunciones
sexuales o la prevención de rituales en el trastorno obsesivo compulsivo.

En Psicoanálisis no se aplican técnicas de modificación de conducta pues su


doctrina defiende la creencia en que la implementación de procedimientos
cognitivos y conductuales directos de cambio obturará la aparición de supuesto
material oculto inconsciente. A diferencia de la TCC, el Psicoanálisis propone
un método exclusivo, la “asociación libre”, cuyo objetivo radica en la escucha
del deseo inconsciente. Por ende, la dirección del análisis es ajena a la
formulación de metas precisas y aplicación de técnicas puntuales para alcanzar
la modificación de conductas, pensamientos y emociones.
El tratamiento postulado por la TCC no se encuentra basado en la premisa de
que el paciente “oculta algo que debe develarse” ni considera que debe
buscarse “algo detrás”. Por otra parte, considera que la idea planteada por el
Psicoanálisis de que las conductas y síntomas de los pacientes caerán cuando
se acceda al supuesto material oculto no posee apoyo empírico. En efecto, no
existen estudios controlados de investigación científica que hayan demostrado
la eficacia de la interpretación de los sueños o la asociación libre para el
cambio del comportamiento. Esta diferencia no es menor: los objetivos son
diametralmente opuestos entre ambos paradigmas. La ética dictamina que el
paciente conozca claramente desde la primera sesión desde qué orientación
trabaja el profesional.

La psicoeducación sobre el trastorno del paciente, los objetivos y las técnicas


terapéuticas que se aplicarán se encuentran en íntima consonancia con la ética
de la Terapia Cognitivo-Conductual, tema que analizaremos a continuación.

4. Objetivos terapéuticos y ética de la TCC

Hasta aquí el lector habrá notado que el psicólogo tiene un papel bastante
activo y puntual en el establecimiento de objetivos y metas del tratamiento.
Sabemos que algunos lectores plantearán las siguientes preguntas: ¿y la
subjetividad del paciente?; ¿acaso el paciente no tiene derecho a plantear él
mismo los objetivos que quiere alcanzar en la terapia?; ¿el psicólogo le impone
sus metas? ; ¿el paciente no opina? Todas preguntas pertinentes que atañen a
cuestiones éticas importantísimas que son consideradas en Terapia Cognitivo-
Conductual.

En primera instancia, recordemos que los objetivos y metas se formulan luego


de la evaluación pormenorizada del caso por caso; por ende, estamos
considerando la subjetividad y la particularidad única de la persona que nos
consulta.

Respondiendo al segundo interrogante, destacamos que el psicólogo cognitivo


conductual le pregunta indefectiblemente al paciente en la primera entrevista
qué objetivos le interesa alcanzar con el tratamiento. Está claro que esto no
puede desdeñarse y se considera fundamental en el tratamiento que se
aplicará, aunque el psicólogo también deberá ajustar el motivo de consulta
cuando el mismo no sea acorde a los estándares de salud que persigue el
tratamiento psicoterapéutico.

Por ejemplo, si un paciente con alcoholismo le plantea al psicólogo que su


objetivo es “tomar menos cantidad de alcohol”, el terapeuta le transmitirá
durante las sesiones de psicoeducación que lamentablemente, el objetivo no es
acorde a lo sugerido por los protocolos de tratamiento para el alcoholismo ya
que resulta altamente probable que una ingesta incluso mínima de alcohol,
derive en episodios de embriaguez. Y esta confrontación no es, por así decir,
un capricho del profesional de turno, sino que se sustenta en la dirección del
tratamiento establecida por las investigaciones clínicas y epidemiológicas
existentes acerca de la prevención de recaídas en pacientes con alcoholismo.

En este ejemplo, nosotros mostramos que estamos respetando la subjetividad


del paciente, pues trabajamos para que deje de consumir alcohol, aunque
proponemos objetivos más realistas y racionales. Dejar que el paciente tenga
total libertad de elegir qué hacer ante la ingesta de alcohol significaría
descuidar la ética, en un caso como el mencionado, porque el psicólogo ya
conoce cuáles son las consecuencias negativas de avalar metas terapéuticas
deslindadas de las investigaciones sobre la terapéutica del alcoholismo.

Nótese que el psicólogo orientado en TCC no impone la dirección del


tratamiento al paciente, sin considerar su motivación; opuestamente, considera
su motivo de consulta, pero propondrá los ajustes pertinentes emanados de las
investigaciones científicas sobre su trastorno. Este punto nos da el pie para
responder la tercera cuestión de este apartado, en el sentido en que el
psicólogo perteneciente a la TCC no “impone” metas, sino que “propone”
metas.

Por último, de más está decir que la ética de la TCC requiere que en la
propuesta de objetivos que el psicólogo efectúa al paciente, el profesional le
pregunte expresamente al paciente si está o no de acuerdo. En TCC adherimos
a la aplicación del consentimiento informado y defendemos la idea que el
paciente tiene derecho a opinar e incluso a plantear su disconformidad con la
dirección del tratamiento. Afortunadamente, la mayoría de las veces, cuando el
psicólogo ha llevado a cabo una evaluación correcta del caso y se halla por
ende en condiciones de explicar claramente al paciente los fundamentos
teóricos y clínicos de los objetivos a alcanzar, esto es muy bien recibido por los
pacientes, ya que perciben que el psicólogo tiene un plan de trabajo específico
para ayudarlo a superar su padecer.

En síntesis, la ética está íntimamente relacionada a la eficacia. El paciente nos


deposita su confianza y nos pide que lo ayudemos a cambiar. La formulación
de objetivos y de metas precisas es un componente central en TCC, pues
incrementa la probabilidad de eficacia de los procedimientos seleccionados. Un
tratamiento caótico no es un tratamiento ético. La ética terapéutica implica que
el psicólogo tenga en mente el cambio que desea alcanzar su paciente y, por
supuesto, que posea él mismo como profesional claridad respecto del modo
específico de dirigir el proceso terapéutico.
Introducción a la planificación
El primer punto de la planificación es la definición de un objetivo. Un objetivo es
un resultado que esperamos obtener del plan que vamos a construir.

Es conveniente distinguir entre objetivos y valores. Valores son consecuencias


globales deseadas a muy largo plazo, mientras que los objetivos son
consecuencias que se esperan obtener en un relativamente corto plazo de
tiempo.

“Con los valores definimos cómo queremos el mundo futuro y la forma ideal de
cómo nos gustaría vernos en él. Los valores tienen características especiales:
no pueden ser alcanzados, no pueden ser poseídos como objetos, ni pueden
conseguirse permanentemente. Son direcciones en la vida, y como tales nos
indican un camino, no una meta a alcanzar. Cuando caminamos hacia nuestros
valores podemos encontrar señales que sobrepasamos, objetivos que
alcanzamos, que son pequeños pasos que vamos dando y nos señalan
nuestros avances; pero lo importante no es alcanzar esas señales, sino seguir
el rumbo fijado”. ("Curso Terapéutico de Aceptación I y II" ). En contraposición,
los objetivos han de ser alcanzables, pueden ser poseídos como objetos y se
pueden tener permanentemente.

Fijar los resultados que son compatibles con nuestros valores y que son
alcanzables en un relativamente corto espacio de tiempo es una forma de
avanzar por la vida en la dirección que deseamos y que nos marcan nuestros
valores.

El valor define un objetivo cuando prevemos algo tangible en la dirección que


nos marca. Para ello, concretamos un resultado tangible, le asignamos una
fecha, elaboramos unos planes para alcanzarlo y ponemos los medios
necesarios para conseguirlo.

En este sentido un objetivo es un sueño con una fecha, un plan y unos medios
para conseguirlo.

Los objetivos se refieren a “QUÉ” es lo que queremos los planes se refieren a


cómo conseguirlo.

Los componentes de un objetivo:

Los objetivos tienen como componentes principales: el resultado que se


espera, la fecha de su consecución,

1. El resultado que se pretende que ha de ser:

 Específico. Los objetivos han de ser específicos, es decir, se han de


concretar en un resultado concreto y sin posibles ambigüedades.
 Medible. Dentro de la concreción se ha de tender a que sean medibles,
de forma que cualquiera pueda determinar si se ha conseguido o no.
 Aceptable por aquellos que van a participar en su consecución.
 Reforzante o reforzado. Conseguir el resultado que supone un objetivo
ha de ser reforzante para aquel que lo consigue y, si no coincidiera con
los valores de quien ha colaborado para conseguirlo, este ha de ser
reforzado.

La fecha de consecución o tiempo para obtener el resultado. En este


aspecto los objetivos propuestos han de ser:

1- Realista. Se han de poder conseguir en el tiempo fijado, con los


medios de los que se dispone y con el plan trazado.

2- Un objetivo, para dejar de ser un sueño deseable, ha de tener una


fecha y también un plan y unos recursos humanos y materiales para
conseguirlo.

Planes:

Los planes son la secuencia de acciones necesarias para conseguir el


resultado, es decir, el objetivo. Cada acción del plan con lleva:

 Una serie de precondiciones para poder hacerla. Las precondiciones


son los elementos necesarios para poder iniciarlas.
 Un resultado. Toda acción tiene un resultado que se convierte en sí
mismo en un objetivo intermedio y como tal tiene que tener las mismas
características que cualquier objetivo.
 . Los medios necesarios para llevarla a cabo. La disponibilidad de los
recursos en el momento preciso es también una precondición
necesaria para poder llevar a cabo la acción.

 Un tiempo de finalización que ha de estar coordinado con el resto de
las acciones precisas para conseguir el objetivo global.

Un responsable de la acción. En la planificación se asigna una


persona que adquiera la responsabilidad de que la acción se realice y
produzca el resultado esperado. Responsable significa “capaz de dar
respuesta”, es decir, la persona elegida ha de tener la capacidad de llevar a
cabo la acción y de planificarla. Es importante que esa persona tenga e
La tarea de planificar:

La planificación implica la secuenciación de las distintas acciones teniendo en


cuenta las dependencias causales que existen entre ellas y que han sido
puestas de manifiesto por las precondiciones de cada una de ellas.

La planificación establece las relaciones temporales entre las acciones


necesarias para obtener el objetivo propuesto.

Las acciones se pueden realizar de forma paralela, cuando no se interfieren


entre ellas. De forma secuencial, cuando el resultado de una de ellas es una
precondición de otra. De forma confluyente, cuando son necesarias las dos
para obtener un único resultado. La asignación de recursos ha de hacerse de
teniendo en cuenta estas características.

El responsable de la planificación ha de ser capaz de simular en su cabeza las


acciones, sus precondiciones, sus resultados y su secuencia para poder
realizar el plan de forma adecuada.

La capacidad de planificar implica capacidades cognoscitivas que nos permiten


imaginar las acciones intermedias, adelantar sus resultados y realizar la
coordinación precisa para armonizarlas en el tiempo y en las precondiciones
para lograr la consecución del objetivo.

El control del plan:

El "Curso Terapéutico de Aceptación I y II" plantea claramente qué es el control


y su importancia a la hora de planificar.

“Los seres humanos tenemos un modo muy potente de funcionar que nos ha
permitido conquistar la tierra. Aprendemos las leyes que gobiernan los distintos
sistemas, nos proponemos objetivos concretos e influimos en el
comportamiento del sistema para conseguirlo. Nos convertimos así en
un sistema de control que tiene como meta controlar el comportamiento de
otro sistema controlado y para ello necesitamos:

Un objetivo, meta o estándar que alcanzar. El ser humano se puede plantear


objetivos propios, nuevos y originales creando una representación mental, más
o menos clara, de lo que quiere alcanzar a través del manejo del
comportamiento del sistema controlado.

Un método para observar el avance hacia el objetivo. El sistema de control


necesita un seguimiento continuado del resultado que se está obteniendo en
cada momento.

Un método de comparación para cotejar la situación actual con el objetivo que


se persigue.
Capacidad de modificar el comportamiento del sistema controlado. Cuando la
diferencia entre lo esperado y lo que se va obteniendo es significativa, el
sistema de control actúa sobre el sistema controlado, para modificar su
comportamiento y conseguir que vaya hacia el objetivo.

Un ejemplo sencillo de sistema de control son los termostatos de los


calefactores:

 El objetivo es mantener en un recinto un intervalo de temperatura


determinado.
 El termostato mide de forma continua la temperatura de la habitación y
la compara con el objetivo a conseguir.
 Cuando se sobrepasa una determinada temperatura (objetivo), el
termostato interrumpe el funcionamiento del sistema que calienta el
recinto. Para ello ha de tener acceso a un interruptor que pare el sistema
de calefacción.
 Cuando la temperatura baja al límite inferior predeterminado el sistema
de control pone de nuevo en funcionamiento el sistema de calefacción.

El sistema de control posee un modelo del comportamiento de aquello que


quiere controlar, de forma que sabe lo que va a ocurrir cuando realiza cualquier
acción correctora sobre él. En efecto, el termostato se construye de acuerdo
con un modelo simple del funcionamiento de la calefacción: si el interruptor
está apagado, la calefacción deja de dar calor y si está encendido, lo
proporciona. Si el tiempo es frío y el sistema deja de funcionar, la temperatura
bajará. Cuando llegue al mínimo que marca el termostato, lo encenderá
accionando el interruptor. Por eso es necesario medir constantemente la
temperatura, para saber si hay que dejar de generar calor o no.

Las personas también pueden funcionar como un sistema de control. Muchas


actuaciones aparentemente sencillas, como mantener el equilibrio al andar o
sujetar una copa, son ejemplos de acciones que siguen este modelo de
funcionamiento. Cuando lo empleamos, nos comportamos de forma automática
y efectiva. Seguramente la evolución de la especie humana ha ido
configurando un cerebro con esa capacidad muy desarrollada, por la eficacia
que tiene para resolver nuestros problemas de supervivencia. También es una
forma muy extendida para manejarnos en la producción de bienes y servicios,
en la que nuestra civilización ha sido tan exitosa. Virtualmente todas las
relaciones sociales pueden verse bajo el paradigma de la persecución de
objetivos (Bargoon, 2000), en la que el control juega un papel fundamental.
Una de las funciones más importantes de esa manera de operar es
prepararnos para afrontar riesgos. Cuando prevemos un peligro, nuestra mente
se dispara de inmediato para intentar controlarlo” ("Curso Terapéutico de
Aceptación I y II", páginas 23 y siguientes).
Grupos de trabajo:

El responsable del grupo de trabajo es el encargado de concretar los objetivos


de grupo. Ha de hacerlo en función de los valores de cada miembro que son
compartidos por todo el grupo. Es también el encargado de fijar las fechas,
realizar el plan y de conseguir los medios precisos.

Resumiendo el control supone

 Comparar los resultados obtenidos con los esperados. Chequeando en


el tiempo las tareas realizadas y las esperadas.

 Corregir problemas: Generando las acciones alternativas que pueden


corregir las desviaciones detectadas.

 Cambiar los objetivos cuando se comprueba que no es posible
alcanzarlo, adecuando el objetivo al tiempo y al recurso disponible en
cada momento.

Los planes están para ser modificados. Un plan rígido se puede convertir en un
corsé que impida alcanzar el objetivo. El control del avance del plan permite su
modificación y su adaptación a las circunstancia concretas. La tarea de
planificación es constante a lo largo del desarrollo del plan.

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