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Tesis 3. Corpus joánico y paulino.


A) Corpus joánico: Origen y desarrollo de los escritos joánicos (Ev. de Jn. y
Cartas)1.
De entre los muchos aspectos que continúan siendo objeto de estudio y atención,
hemos escogido uno que resulta suficientemente importante y significativo: etapas en la
redacción del evangelio. Se puede considerar como aceptado unánimemente por la
crítica que hay que contar con varias etapas en la redacción de Jn.
El trabajo que se está realizando en esta línea no deja de ser muy hipotético. Con
todo, la línea de investigación ha producido por lo menos un cierto grado de consenso
en los siguientes puntos: 1) redacción progresiva de Jn; 2) núcleo narrativo inicial; 3)
fuerte interacción con la sinagoga farisea; 4) ampliación del núcleo inicial a través de la
labor catequética y homilética de la comunidad; una última redacción que,
ordinariamente, no introduce aspectos especialmente relevantes, con alguna excepción
importante.
Lo más sobresaliente de este apartado es la correlación entre la historia literaria
del evangelio de Juan y la historia de la comunidad.
Presentamos, entre otras hipótesis, la progresiva redacción del Ev. de Jn en
cuatro etapas:
1.- JUAN I: “Pre-Jn” “sinóptico”. Se trata de los paralelos con los relatos
sinópticos. Es decir, parece que Jn ha realizado una labor parecida a la de los sinópticos.
Ha tenido a su disposición materiales que formaban parte del acervo de tradición sobre
Jesús y los ha ido utilizando en la redacción de la obra.
2.- JUAN II: En un segundo momento la “comunidad del discípulo amado”
lleva a cabo una intensa teologización de Jn I. Bajo su influjo, la cristología se hace más
“elevada” y se amplía a la pre-existencia de Jesús.
3.- JUAN III: En un tercer momento se incorporan los discursos de Jesús con
cierto sabor pre-gnóstico. En efecto, parecen “oráculos “que llegan a sus interlocutores
desde el mundo celestial. Así, Jesús habla a menudo de lo que ha visto y oído junto al
Padre, y una aureola de otro mundo envuelve los discursos de Jesús, que resultan
bastantes enigmáticos. Más aún, algunas veces los discursos parecen incorporados sin
más a un texto, sin enlace ni relación posible con el texto (3,31-36).
4.- JUAN IV: La última edición de Jn es llevado a cabo por un último redactor
(siglo II), que habría introducido el capítulo 21. El final del evangelio se encuentra en
20, 30-31. En este texto se anuncia no sólo la finalidad de la obra, sino que se da por
concluida. Es, sobre todo, la palabra “libro” (20,30) la que da a estas afirmaciones la
fuerza de obra concluida y acabada. Parece, por tanto, que Jn 21 es un apéndice que se
añade cuando la obra ya estaba acabada. De hecho, así se entiende generalmente 21,24,
que, a primera vista, parece desvelar la identidad del autor (el discípulo amado), pero
que conserva el anonimato al no desvelar quién es el misterioso discípulo amado. Para

1
Cf. BROWN, R.E., Las Iglesias que los apóstoles nos dejaron, Desclee de Brouwer, Bilbao 1986, 85-100;
TUÑÍ, J.O-ALEGRE, X., Escritos joánicos y cartas católicas, Edt. Verbo Divino, Estella 1995, 135-141.
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muchos autores, Jn 21 formaría parte del acervo de la tradición de signos de Jesús y se


habría incluido como justificación del status de Pedro (de pescador a pastor) y del papel
del discípulo amado. Parece que una de las intenciones del último redactor fue mostrar a
la comunidad joánica que Cristo no dijo que el discípulo amado no moriría. Este
capítulo nos muestra también una Iglesia en expansión (siglo II), como parece indicar el
detalle de los 153 peces (el número de especies conocidas en aquella época).
En cuanto a las Cartas de Jn, centrará nuestra atención 1 Jn. 2 Jn parece que es o
bien un resumen de 1 Jn que se envía a otra comunidad, o bien, una breve nota que da
pie a 1 Jn, ya que el mensaje fundamental es similar. Por otro lado, 3 Jn es una
brevísima nota que tiene poco contenido doctrinal explícito. Es más que probable que 1
Jn y 2 Jn se hayan escrito cuando el evangelio aún no había alcanzado su forma
definitiva. Como hemos visto, Jn se escribe en varias etapas y que los últimos retoques
al núcleo fundamental fueron, probablemente, poco importantes y sólo se añadieron al
evangelio, cuando éste ya había alcanzado una forma sensiblemente idéntica con la
forma definitiva que ha llegado hasta nosotros. En este sentido, resulta menos urgente la
clarificación de si Jn se escribió por entero antes que las cartas. Y podemos dar por
supuesto que el núcleo fundamental de Jn es anterior a las cartas.
Hoy se admite comúnmente que la finalidad del Evangelio de Juan es mostrar a
sus destinatarios, los judíos, la divinidad de Jesús –que era negada por los judíos-. Pero
aquello que es lo más significativo del evangelio revela un punto débil. Los
secesionistas (falsos maestros pre-gnósticos, ex-hermanos de la comunidad), de hecho,
han acentuado la cristología alta (o desde arriba), es decir, la divinidad de Jesús –
presente en el ev.- y han negado la humanidad del Hijo de Dios, es decir, su humanidad
es absorbida por la filiación divina. El autor de las cartas advierte del peligro para la fe.
Los falsos maestros niegan la Encarnación del Hijo de Dios y para ellos su acción
histórica no tiene valor salvífico. Niegan el valor redentor y expiativo de la muerte de
Jesús. Si en el ev., el peligro viene de fuera, de los judíos –que son los principales
adversarios de Jesús-; en las cartas, en cambio, el peligro está dentro de la comunidad,
en los anticristos o falsos maestros y precisamente en aquellos que se han separado de la
comunidad. La finalidad de 1 Jn es mostrar la humanidad de Cristo; de ahí que diga,
contra los pre-gnósticos, que no sólo nos redimió el “Agua” (=divinidad), sino también
“la sangre” (=humanidad).

B) Jesús y el Padre en los escritos joánicos.


1. Jesús es el revelador del Padre.
a) Lo que Jesús ha visto y escuchado. Jesús habla, hace y revela “lo que ha visto y
escuchado”.“Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que
permanece en mí es el que realiza la obra”. Parece claro que el acento no son las cosas
vistas o las palabras escuchadas, sino el hecho de que Jesús hace y dice lo que viene del
Padre. Jesús es revelador del Padre.
b) Jesús y la verdad: Verdad y palabra de Jesús son idénticas. La expresión “la verdad
que he escuchado acerca de Dios” afirma el carácter revelador de la palabra de Jesús.
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2. Relación entre Jesús y el Padre


Esta relación se expresa en Jn mediante afirmaciones que ilustran y describen el
misterio de identidad y unidad de una relación única: “Si me conocéis a mí, conoceréis
también a mi Padre; “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Este misterio de unión
se refleja en: “Yo y el Padre somos una mismas cosa”; “Para que todos sean uno, como
tú en mí y yo en ti”.
a) Jesús el enviado: Si Jesús ha salido de Dios, si ha venido al mundo es porque el Padre
lo ha enviado. Jesús en Jn es el enviado plenipotenciario del Padre. Es uno con el Padre.
En este sentido, su función será la misma que la de aquel que lo ha enviado. Por eso,
quien ha visto a Jesús, ha visto al Padre que lo ha enviado. La obligación de volver que
tiene el enviado con plenos poderes se hace patente en Juan: “me voy (a aquel que me
ha enviado)”. Finalmente, en Jn hay una expresión que describe la misión de Jesús:
“Venir, en nombre de mi Padre”.
b) Jesús el Hijo: Juan habla de Jesús como el Hijo, el Hijo unigénito y el Hijo de Dios.
- Hijo de Dios. Estamos ante un título mesiánico enraizado en las tradiciones reales del
A.T.: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”.
- El “Hijo”: la imagen del Hijo expresa la relación de dependencia de Jesús respecto al
Padre.
3. El Padre de Jesús: Es evidente que el Padre de Jesús es Dios. Jn lo dice
explícitamente: “…porque a éste, a quien el Padre, Dios ha marcado con su sello”; nos
lo dice también Jesús: “Padre, ha llegado la hora… esta es la vida eterna, que te
conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo…”. Es Jesús quien habla de Dios
como Padre. En cambio, los interlocutores de Jesús hablarán del Padre como Dios.
a.- Dios invisible como Padre de Jesús: el evangelio de Juan utiliza la palabra pater para
hablar de Dios. Es Jesús quien habla de Dios como Padre. Las expresiones “el Padre” y
“mi Padre” sirven a Jesús para expresar quién es aquél que lo ha enviado, aquel con
quien se identifica. Por eso, honrar al Hijo es honrar al Padre, conocer y ver al Hijo es
conocer y ver al Padre. La realidad de Jesús, nos lleva al conocimiento del Padre
b.- Dios como origen y destino de Jesús: el vocablo theos sirve para explicitar el origen
de la acción salvífica salvadora de Jesús. En algunas ocasiones Jesús se refiere a Dios
con el término theos. Cuando Jesús emplea el vocablo es para subrayar el origen divino
de sus palabras y obras. En Jesús, Dios se da a conocer como Padre.
4. Preexistencia de Jesús: Jesús, en Jn, es el preexistente. El prólogo ya identifica al
logos con Jesús, pero el resto del evangelio presenta imágenes conocidas como: el Hijo
del hombre o el Hijo. El Padre de Jesús, es el Dios judío, es Yahvé, el Dios del A.T. La
comunidad joánica confiesa a Jesús como el que está con Dios desde siempre. En el
fondo es una forma de poner a Jesús como centro del A.T. ponerlo con Dios. La
preexistencia de Jesús, no menos que su existencia terrena, forma parte de su
cristología. Sin la preexistencia, Jesús estaría al nivel de los personajes judíos y su
status no sería superior al de Moisés y Abraham. Por ello, en Jn la preexistencia de
Jesús es un aspecto fundamental de la confesión cristológica.
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B. Corpus paulino2:
a. Contexto histórico y misional3
En las cartas que la mayoría de la crítica científica atribuye a Pablo, éste se
enfrenta decididamente al judeo-cristianismo, negando el valor salvador de la ley (sobre
todo, aunque no exclusivamente en 2 Corintios, Gálatas, Romanos y Filipenses). Pablo
experimenta, en su primer viaje misionero, que el judaísmo de la diáspora es reacio a
aceptar su predicación y que, sin embargo, los gentiles la oyen con gusto y la secundan.
Por esto los admite al bautismo sin imponerles la Ley. A la vuelta del viaje da cuenta a
la comunidad de Antioquía, la cual aprueba su decisión. Sin embargo, al enterarse la
comunidad de Jerusalén no acepta tal decisión y se levanta una fuerte polémica. Se
soluciona con el diálogo establecido en el “primer concilio” de Jerusalén. Los gentiles
se admiten a la fe, pero un buen grupo provenientes del fariseísmo mantienen su
posición obligando a la circuncisión previa al bautismo. Estos judeo-cristianos visitan
las comunidades fundadas por Pablo e intentan hacerles abrazar la Ley. Esto crea un
gran desconcierto entre los fieles. En el segundo viaje misionero (49-52) Pablo, Silas y
Timoteo llegan a Tesalónica, al ser expulsados de Filipos. Al llegar Pablo predicó
durante más de tres semanas (estancia breve) en la Sinagoga con escaso éxito, pero las
intrigas de los judíos le obligan a huir. Deja tras de sí una comunidad no excesivamente
formada. Desde Atenas envía a Timoteo. Estando ya en Corinto (51) recibe las buenas
noticias que éste le trae, de cómo siguen siendo perseguidos y del problema que se les
ha planteado al ver a algún miembro de la comunidad morir antes de la Parusía. Pablo
les escribe en nombre de los tres misioneros (1 Tes), con un tono suave y optimista,
asegurándoles el amor y la estima que les profesan, animándoles y dándoles algunas
advertencias, y a propósito de los difuntos, afirma que todos los que hayan muerto con
anterioridad y los que vivan en el momento de la Parusía tendrán la misma suerte en el
Señor (4,13-18).
1 Tes había generado el malentendido de que la Parusía estaba cerca. Por eso,
Pablo les vuelve a escribir poco tiempo después (2 Tes) para decirles que la Parusía no
es inminente. Antes ha de tener lugar la apostasía universal y ha de manifestarse el
Anticristo. Dada la imposibilidad de conjugar las dos posturas ante la Parusía, hay
quienes piensan que esta carta no puede ser de Pablo; y otros dicen que es de Pablo,
pero posterior, bien porque la dirigió a otra comunidad, o bien porque estaba escrita
para diferentes iglesias.
Pablo desde Éfeso, o poco después de salir de allí, en el tercer viaje misionero
(53-58), recibe la visita de Estéfanos, Acaico y Fortunato, que le traen de la comunidad
de Corinto una serie de preguntas acerca de algunos interrogantes que tiene planteada la
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Cartas paulinas: 1 Tes, I y II Cor, Gál, Flp, Fil, Rm; deuteropaulinas: Col, Ef., I y II Tim y Tito). Cartas
de la cautividad: Gál, Flp, Col, Ef y Fil.
3
Breve cronología: Nacimiento en Tarso; Conversión-vocación, camino de Dmasco (ca.36); preparación
al apostolado en Antioquía (36-44): dos viajes a Jerusalén (primero, encuentro con Pedro y Santiago (2
semanas); segundo, enviado con Bernabé por Antioquía para socorrer a la comunidad jerosolimitana);
primer viaje misionero (45-49): Pablo, Bernabé y Juan Marcos enviados por Antioquía: Chipre, Asia
menor; “Concilio de Jerusalén” (49-50); 2º viaje (51-52): visita las iglesias del primer viaje (separación
de Pablo y Bernabé, a causa de Juan Marcos), Asia menor, Filipos (Lidia), Tesalónica (estancia breve
(más de 3 semanas): llegada, predicación en Sinagoga, fundación y huida); Atenas (Areópago), Corinto
(no evangeliza hasta la vuelta de Timoteo; estancia 2 años); tercer viaje (53-58): Éfeso (prisión), Corinto,
Jerusalén; Pablo prisionero y apelación al César (58-63): Jerusalén, Cesarea, Roma; últimos años de
Pablo (63-66/67): ¿España?, visita las iglesias fundadas en los tres viajes apostólicos, regreso a Roma;
Muerte, decapitado en Roma durante la persecución de Nerón (66/67).
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comunidad: virginidad y matrimonio, licitud de comer las carnes a los ídolos, el uso de
los carismas, las asambleas litúrgicas y la resurrección. Y mientras tanto “por los de
Cloe” (posiblemente esclavos de comercio) se ha enterado de algunos desórdenes: la
división que ha supuesto la predicación de otros misioneros después de marcharse
Pablo, que ha creado tensiones entre la comunidad, algún caso de escándalo (incestuoso,
tribunales paganos y fornicación) y posiblemente algunos abusos en las asambleas
litúrgicas. Pablo les escribe (a.55) contestando las preguntas formuladas (1 Cor) y
aprovecha la ocasión para poner orden en los abusos de los que ha sido informado.
Posteriormente, Pablo les vuelve a escribir (2 Cor parece ser el resultado de la
unificación de varias cartas). Ahora reivindica su condición de apóstol por voluntad de
Dios frente a unos misioneros procedentes de Palestina (pero con unas doctrinas más
elaboradas que los simples judaizantes de Galacia). Se tienen a sí mismos por
superhombres, hebreos por excelencia (Cristo sería el ejemplo supremo de este hombre
celeste), dotados de una sabiduría superior. El éxito era la prueba de su poder. Frente a
éstos Pablo abajará su orgullo, dejando claro el valor de la muerte de Cristo y del
sufrimiento y sacrificio del apóstol.
Veamos ahora las llamadas cartas de la cautividad, que son aquellas en las que
Pablo está en la cárcel cuando las escribe: Gálatas, Filipenses, Filemón, Colosenses y
Efesios. Estando cautivo (57), probablemente en Éfeso, escribe a los Gálatas debido a su
claudicación ante los judaizantes. Frente a éstos, Pablo reivindica su autoridad
apostólica y enseña a los de Galacia que lo que justifica es la fe en Cristo, no la Ley. En
consecuencia, libertad y filiación son los dos fundamentos sobre los que gira la nueva
situación cristiana (4, 1-31). Filipenses, que todo apunta a ser fruto de la fusión de dos
cartas: la primera está escrita en acción de gracias a la comunidad de Filipos porque por
medio de Epafrodito le han enviado una colecta en socorro del apóstol; la segunda es
una carta poniendo en guardia contra los falsos apóstoles que iban desde el judaísmo
deshaciendo la labor apostólica de Pablo. No obstante, la idea central que atraviesa toda
la carta es la alegría. Poco antes de su llegada a Jerusalén, en el último viaje misionero
(58) escribe (¿Corinto o Éfeso?) la carta a los Romanos (no es de la cautividad), obra de
la madurez paulina, que constituye el primer tratado de teología sobre el misterio en la
salvación en Cristo. La doctrina expuesta sumariamente en Gál va a ser retomada y
profundizada por Pablo en Rm. El contexto sigue siendo el mismo: la necesidad de
atajar las desviaciones en torno a la justificación. Contra una economía de la salvación
fundada en los principios del mérito y la retribución, cuyo instrumento serían las obras
de la ley, Pablo diseña una economía de la salvación fundada en el principio del amor
gratuito, cuyo instrumento es la fe.
Si aceptamos que Colosenses es obra de Pablo, seguramente Filemón sería
contemporánea suya, lo que no autoriza a pensar que ésta sea la famosa carta a Laodicea
que hemos perdido. Pablo escribe a Filemón –probablemente desde Éfeso, donde
estaría cautivo- para que acepte sin represalias, más como un hermano querido que
como esclavo, al fugitivo Onésimo. Si bien no es una carta abolicionista, su contenido
refleja la igualdad cristiana.
Las últimas cartas de la cautividad son Colosenses y Efesios –cartas que la
crítica presenta como fruto del desarrollo de la doctrina paulina, más que como obras
originales del Apóstol-. En estas cartas el adversario es el Pregnosticismo4 que
4
Pensamiento que une elementos judíos y filosofías helénicas con algunos elementos mandeos. Esta
filosofía enseña que la salvación es una gracia que otorga a algunos elegidos un conocimiento especial de
Dios que les capacita para entablar una relación. Para alcanzarla, hay que “ganarse” a las Potencias
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amenaza la fe de las comunidades. Hoy se acepta que es Efesios la que depende de


Colosenses. Efesios sirve para desarrollar la cristología paulina: Cristo preexistente
mediador de la creación y Cristo muerto y resucitado como redentor. Algunos
consideran Efesios una carta circular. Se trataría de una reflexión sobre la doctrina de
Colosenses, pero sin la polémica contra los gnósticos que allí aparecen: el misterio del
plan divino es hacer de Cristo la cabeza de una nueva hermandad entre los hombres,
incluyendo a judíos y gentiles (1,3-3,21).
Finalmente, en las Cartas Pastorales (finales del s. I), que casi con toda
seguridad no son de Pablo (paulinas en cuanto a la teología, pero manteniendo las
diferencias: el autor podría ser un discípulo entusiasmado con su Maestro, aunque
posiblemente no llegase nunca a conocerlo), presentan la primera ordenación de la
Iglesia (presbíteros-obispos). Es aquí donde primera vez descubrimos una Iglesia
organizada y que comienza a poner las condiciones para su institucionalización.

b. Cristología y soteriología: selección de textos.


1. CRISTOLOGÍA
Aunque la cristología paulina está presente en el conjunto de las cartas paulinas,
hemos seleccionado el antiquísimo himno de Filipenses 2, 5-11. El himno propiamente
comienza en el v. 6.
Estamos ante un himno paleocristiano, posiblemente judeocristiano, ya que está
construido a la manera de los salmos judíos, mediante paralelismos entre sus
formulaciones antitéticas. Y, a la vez, descubrimos en él una serie de palabras extrañas
en el vocabulario paulino; y, además, acusa algunas diferencias con la teología paulina:
no se resalta el “para nosotros” como significación salvífica de la muerte de Cristo, ni se
cita la Resurrección. Si a ello le añadimos que en el v. 8 Pablo ha interpolado “y una
muerte de cruz”, entonces descubrimos que efectivamente el himno es prepaulino y
Pablo lo ha utilizado para iluminar con el ejemplo de Cristo esa humildad que ha pedido
a los filipenses. El himno constituye una muestra del kerigma primitivo. El himno nos
presenta este movimiento: preexistencia divina (2,6); humillación en la Encarnación
(2,7); humillación en la muerte (2,8); Exaltación celestial (2,9); Adoración universal
(2,10); Título universal de Kyrios (2,11).
La fórmula “en morphe theou” no puede ser entendida como algo constitutivo.
La forma es la apariencia externa. En el AT la forma externa de Dios es su gloria, el
kabod Yahvé; por lo que si lo que aquí se dice es que Cristo es esa forma externa, esa
manifestación externa de Yahvé, entonces se puede afirmar que Cristo es de condición
divina. Naturalmente aquí no se habla ni de naturaleza, ni de sustancia, simplemente se
dice que “poseía” la condición divina. Pero no hizo alarde de su condición de Dios. Ser
como Dios es algo que Cristo no retuvo como un privilegio para él y del que tenía que
beneficiarse. A Dios se le puede ver en Cristo. Cristo se vació de su ser como Dios, y de
la “forma de Dios” pasó a la “forma de esclavo”. No fue despojado de su condición de
existencia divina, sino que Él mismo fue quien la cedió. Llegó no sólo a tener “forma de

celestes que rigen el gobierno del cosmos. El sometimiento a las Potencias se lleva a cabo por el culto y
por ciertas prácticas ascéticas. Como ocurría con la Ley, tanto las Potencias celestes, como el culto y la
ascética se presentan como mediadores de la salvación y con la pretensión de ser un camino de salvación
elevado.
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hombre”, sino que se hizo como los otros hombres, alguien sin privilegios. Este es
también el sentido de siervo, sin que tenga nada que ver, como algunos pretenden, con
el Siervo de Yahvé de Is 53. El himno dice que se manifestó en condición semejante a
los hombres, pero también distinto a ellos. Si hasta aquí puede haber algunas
semejanzas con las mitologías, el v. 8 rompe toda posibilidad de entender así el himno.
Hay una palabra que da un giro nuevo a todo el conjunto del himno y es “la
obediencia”. Y es que el abajamiento de Cristo no fue a la cúspide de la naturaleza
humana, sino que descendió a lo más profundo, haciéndose menos que la mayoría de los
hombres. Dicho de otra forma, no solo abandonó la existencia divina, sino también la
comunidad humana de los piadosos, para tratar con los pecadores. Y esto no fue algo
impuesto: se humilló a sí mismo (Kénosis). Es más, para resaltar la magnitud del hecho,
Pablo no se contenta con lo que dice el himno, poniendo el acento en una obediencia
que desemboca en la muerte, sino que añade “y una muerte de Cruz”. Esa muerte, la
más ignominiosa de aquel tiempo, es la que expresa la perfección de su obediencia.
Hasta aquí Cristo es el sujeto de las acciones. Él es quien actúa.
A partir del v. 9 es Dios quien comienza a actuar. No deja a Cristo en su abajada
situación. No sólo le devuelve a su anterior condición, sino que le “superexaltó”, le
elevó a las alturas más encumbradas. Ahora es el sumo, por encima de todos los
hombres. El contraste está claro entre el abatimiento y la exaltación. Dios le entrega su
propio Nombre con lo que recibe una condición que nadie tiene: “El nombre que está
sobre todo nombre”. Este nombre nos dirá el v. 11 que es KYRIOS. El nombre que
supera a todos los seres celestiales. Para el semita el nombre supone naturaleza y
dignidad.
v. 10. El nombre de JESÚS es citado con toda intención: Jesús, el que murió en
la cruz, es el EXALTADO. A su nombre se debe doblar toda rodilla, pues toma una
dimensión cósmica. No ha abandonado este mundo pecador para dejarlo a su fatal
suerte, sino que ahora, se le acata como soberano de todo el cosmos.
v. 11. No hay ninguna rivalidad con el Padre. Su “kénosis” y “superexaltación”
dan gloria a Dios. Y esa gloria se le reconoce con la confesión de una de las más
primitivas fórmulas de fe (posible adición de Pablo): Jesucristo es Señor. El mensaje del
himno: Si quieres ser como Dios, ¡HUMANÍZATE!

2. SOTERIOLOGÍA
Al intentar rebatir la pretensión judeocristiana de presentar la Ley como
mediadora de la salvación, Pablo nos presenta a Cristo como único mediador. No es
exagerado afirmar que su cristología se manifiesta como soteriología, pues la salvación
es el objetivo fundamental para las comunidades paulinas, y por extensión para todas las
Iglesias. Hay que entender la teología de la salvación como consecuencia de la
cristología. La soteriología5 paulina queda así principalmente en Gálatas, Romanos y
Filipenses:
1.- Dios ha querido por amor, y desde siempre, la salvación del hombre.
2.- Para manifestar y realizar esta salvación envía a su Hijo al mundo, nacido de
una mujer y, movido por ese amor, muere en la cruz. Al ser resucitado por Dios, Dios

5
Cf. CUENCA MOLINA, J.F., Jesucristo, único mediador de la salvación en los escritos paulinos, 27-29.
8

ratifica la vida nueva que revela en su historia en Palestina. Se crea, pues, un mundo
nuevo en el que el hombre es constituido como hijo adoptivo de Dios.
3.- Esta salvación es ofrecida a la humanidad, que la acepta o rechaza, al
abrazar la fe, o al apartarla.
4.- El creyente, adherido por la fe a Cristo, es un ser salvado e hijo de Dios
adoptivo por naturaleza.
5.- Esta filiación se manifiesta con una vida de acuerdo con lo que uno es. Una
vida acorde con el ser hijos.
De esta manera la salvación no se debe al obrar, es previa a la obra. El hombre
no obra para ser salvado, sino que obra como manifestación de lo que ya es. Dicho de
otra manera: para Pablo el obrar no produce la salvación, sino que la manifiesta (por lo
que se puede hablar con toda propiedad de la Ley de Cristo: Gál 6,2).
Esto se encuentra formulado por primera vez en Gál 2,16: “El hombre no se
justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo”. La acción justificadora se
expresa con un verbo (dikaioûn) que importa no tanto una simple declaración forense de
inocencia cuanto la acción por la que Dios comunica su “justicia” al hombre, justicia
consistente en la fidelidad divina a la alianza, que hace a Dios usar de perdón y
misericordia con su pueblo, esto es, que lo justifica (lo hace justo). La tesis paulina es:
hacer la voluntad de Dios, expresada en la ley mosaica, no basta para la salvación. Por
el contrario, Pablo sostiene que el factor determinante es la fe que tiene por objeto a
Jesucristo. La antítesis érga nómou (obras de la ley)-pístis Christoû significa que la
pístis (fe) no es un érgon (obra) y que Christós (Cristo) no es un nómos (ley). Cristo es
más bien el “espacio” en donde tiene lugar la justificación (2,17: “ser justificados en
Cristo”), espacio que se nos abre exclusivamente por la fe. La justificación conlleva una
nueva vida: la vida misma de Cristo es transfundida al cristiano (2,20: “no vivo yo, es
Cristo quien vive en mi”). El cristiano vive ahora gracias al Cristo entregado por él.
En resumen; a la cuestión subyacente en la polémica contra los judaizantes
(¿por qué no pueden justificar las obras de la ley, sino la fe?), la respuesta de Pablo es
clara: decir justificación es decir nueva vida. Pero esa vida nueva es la de Cristo; solo
puede ser recibida como don absolutamente gratuito, como vida entregada. No puede
adquirirse autónomamente con esta o aquella obra (érgon) humana, sino acogerse en la
adhesión amorosa y agradecida de la fe (pístis). La justificación, en suma, es pura
gracia, y la gracia es la persona y la vida del mismo Cristo dándosenos. La ley puede
ejercer únicamente una función pedagógica (Gál 3,24: “la ley ha sido nuestro pedagogo
hasta Cristo”), pero no puede salvar. Si la ley tuviese esa virtualidad, concluye Pablo,
“Cristo habría muerto en vano” (Gál 2,21).
Posteriormente (principalmente en Efesios y Colosenses) el pensamiento de
Pablo se profundiza y, manteniendo esta visión, añade nuevos aspectos de la salvación
que enriquece su teología:
1.- Dios ha destinado a la humanidad a ser sus hijos desde toda la eternidad.
2.- Este designio de la voluntad de Dios ha permanecido el secreto; en palabras
de Pablo “el Misterio escondido en Dios”.
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3.- Esta voluntad divina ha sido revelada por Cristo quien es constituido
Primogénito, Cabeza, Plenitud y conduce al hombre, Sellado por el Espíritu, a ser
alabanza viva de Dios.
El hombre es así un ser salvado, llamado a cumplir, como hijo adoptivo de Dios,
la Ley de Cristo que alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como
a ti mismo (Gál 5,14)

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