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TEORÍA DEL CONOCIMIENTO – PARTE I

Los griegos y su preocupación por lo real

PLATÓN

Fragmentos escogidos:

1er diálogo: Teeteto

El tema fundamental de esta obra es epistemológico. Se trata de averiguar qué es el saber. Las
tres definiciones que el personaje de Teeteto propone son rechazadas por Sócrates. El saber no
es percepción, ni opinión verdadera, ni una explicación acompañada de opinión verdadera.

SÓCRATES: Teeteto, vuelve al principio e intenta decir qué es realmente saber. No digas que no
puedes, pues, si Dios quiere y te portas como un hombre, serás capaz de hacerlo.

TEETETO: Ciertamente, Sócrates, exhortándome tú de tal manera, sería vergonzoso no


esforzarse todo lo posible por decir lo que uno pueda. Yo, de hecho, creo que el que sabe algo
percibe esto que sabe. En este momento no me parece que el saber sea otra cosa que
percepción.

S: Ésa es una buena y generosa respuesta, hijo mío. Así es como hay que hablar para
expresarse con claridad. Pero vamos a examinarlo en común, a ver si se trata de algo fecundo o
de algo vacío. ¿Dices que el saber es percepción?

T: Sí.

S: Parece, ciertamente, que no has formulado una definición vulgar del saber, sino la de
Protágoras. Pero él ha dicho lo mismo de otra manera, pues viene a decir “el hombre es
medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del no ser de las que no son”.
Probablemente lo has leído. ¿No?

T: Sí, lo he leído y muchas veces.

S: ¿Acaso no dice algo así como que las cosas son para mí tal como a mí me parece que son y
que son para ti tal como a ti te parece que son? ¿No somos tú y yo hombres?

T: Eso es lo que dice en efecto.

S: No es verosímil que un hombre sabio pueda desvariar. Así que vamos a seguirlo. ¿No es
verdad que cuando sopla el mismo viento, para uno de nosotros es frío y para otro no? ¿Y que
para uno es ligeramente frío, mientras que para otro es muy frío?

T: Sin duda.

S: ¿Diremos entonces que el viento es en sí mismo frío o no? ¿O creeremos a Protágoras y


diremos que es frío para el que siente frío y que no lo es para quien no lo siente?

T: Puede que sea así.

S: ¿Acaso no nos parece así a los dos?

T: Sí.

S: ¿Y este “parece” no es percibir?

T: Así es, efectivamente.


S: Por consiguiente, la apariencia y la percepción son lo mismo en lo relativo al calor y a todas
las cosas de este género, pues parece que las cosas son para cada uno tal y como cada uno las
percibe.

T: Puede ser.

S: En consecuencia, la percepción es siempre algo que es infalible, como saber que es.

T: Así parece.

S: … También yo te voy a hablar de una doctrina que no es nada vulgar. Afirma, en efecto, que
ninguna cosa tiene un ser único en sí misma y por sí misma y que no podrías darle ninguna
denominación justa, ni decir que es de una clase determinada. Al contrario, si la llamas grande,
resulta que también parece pequeña y, si dices que es pesada, también parece ligera, y así
ocurrirá con todo, ya que no hay cosa que tenga un ser único, ni que sea algo determinado o de
una clase cualquiera. Ciertamente, todo lo que decimos que es, está en proceso de llegar a ser,
a consecuencia de la traslación, del movimiento y de la mezcla de unas cosas con otras, por lo
cual no las denominamos correctamente. Efectivamente, nada es jamás sino que está siempre
en proceso de llegar a ser. Y en esto, uno tras ototro todoso los sabios, excepto Parménides,
están de acuerdo, tanto Protágoras como Heráclito y Empédocles y los más eminentes poetas
de uno y otro género, Epicarmo en la comedia, y Homero, en la tragedia, el cual al decir:
Océano, origen de los dioses, y la madre Tetis,

Afirmó que todo se engendra a partir del flujo y del movimiento. ¿O no es eso lo que parece
decir?

T: Sí, eso me parece a mí.

S: … por lo que se refiere a los ojos, lo que llamas color blanco no es algo que en sí mismo
tenga una realidad independiente fuera de los ojos, ni en los ojos, y no le puedes asignar
espacio alguno, ya que, sin duda, al ocupar una posición determinada, permanecería inmóvil y
no podría llegar a ser en el devenir.

T: Naturalmente.

S: Sigamos, una vez más, aquella doctrina y demos por sentado que ninguna cosa tiene un ser
único y en sí misma y por sí misma. Así resulta evidente que el negro y el blanco y cualquier
otro color no se engendra sino por el encuentro de los ojos con el movimiento adecuado. Lo
que decimos que es cada color no será ni aquello que se dirige al encuentro, ni lo encontrado,
sino una realidad intermedia que se engendra específicamente para cada uno. ¿O estarías
dispuesto a afirmar que cada color te aparece a ti como le aparece a un perro o a cualquier
otro animal?

T: Por Zeus, claro que no.

(151 d-154 b)

S: Pero… Si para cada uno es verdadero lo que opine por medio de la percepción y una persona
no puede juzgar mejor lo experimentado por otra, ni puede tener más autoridad para examinar
la corrección o la falsedad de la opinión ajena, y, según se ha dicho muchas veces, sólo puede
juzgar uno mismo sus propias opiniones, que son todas correctas y verdaderas, ¿en qué
consistirá, entonces, la sabiduría de Protágoras? ¿Cómo podrá justificar su pretensión de
enseñar a otros a cambio de grandes honorarios? ¿Tiene algún sentido decir que nosotros
somos más ignorantes y que tenemos que acudir a él, cuando cada uno es la medida de su
propia sabiduría?

(161 c-d)

S: Y esto es lo más gracioso de todo: que por reconocer como verdaderas las opiniones de
todos, él debe admitir que es verdadera la sentencia de los que opinan en contra de su
sentencia, y creen en consecuencia que él piensa falsamente.

(171 a)

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