Material introductorio al Seminario de Criminología de la UBA.
Por Matías Bailone
E l Seminario troncal de Criminología tiene como objetivo central desandar
los caminos teóricos y empíricos de la diversidad heterogénea de aproximaciones [proto/pseudo] científicas a la problemática del desorden social y la disidencia individual. Ambas cuestiones fueron fundantes del pensar político de la sociedad moderna, y en cada momento societario se estructuraron alrededor de las preguntas prístinas sobre los modos de autogestión de las comunidades humanas. Desandar los caminos teóricos significa trazar un recorrido -a modo de iter interpretativo- sobre las cronologías y los diversos universos académicos, las plurales formas de pensar esta problemática. El programa del seminario está instrumentado sobre la base de los textos clásicos de las criminologías críticas, pero principalmente toma la caja de herramientas conceptuales de la nueva obra criminológica de Eugenio Raúl Zaffaroni: “La palabra de los muertos” (2011 – 2012). Sobre la obra zaffaroniana se organizan algunas de las visiones, perspectivas y variaciones sobre la finalidad del saber criminológico y las prácticas de control punitivo, pero también la genealogía -de tipo foucaultiana- sobre el momento originario en que se comenzó a utilizar a la criminalidad como discurso ordenador de la sociedad, como práctica política. Zaffaroni es uno de los primeros teóricos de la cuestión criminal en anteceder el origen y génesis del poder punitivo de la modernidad y sus discursos legitimantes al período de la Inquisición europea, mientras los manuales al uso lo colocan en las teorizaciones iluministas. Según su entender, la praxis y la ideología del momento inquisitorial dieron origen al poder punitivo descontrolado y emergencial de nuestra era, y ya no podemos excluir esa instancia de control societario en el centro de Europa de la narración del poder de la modernidad. Silvia Federici, en su más conocida obra (“Calibán y la bruja”), que en el presente seminario analizaremos en la segunda / tercer clase, se ha dedicado a brindar detalles acerca de las metonimias entre capitalismo y punitivismo inquisitorial: “la caza de brujas fue el primer terreno de unidad en la política de las nuevas Naciones – Estado europeas, el primer ejemplo de unificación europea después del cisma de la Reforma”. La persecución de mujeres en el corazón de Europa llevada a cabo por las agencias punitivas de la Inquisición tenía varias finalidades que sirvieron al momento de acumulación originaria del capitalismo esclavista. Sirvió de clivaje contrarrevolucionario del campesinado europeo, que había protagonizado un verdadero memento revolucionario contra el feudalismo en caída, a través de la generación de una distinción sexista donde sólo había espíritu de clase: el sometimiento de la mujer al control masculino y la conversión de ella en una fuerza de trabajo esclavo y en un cuerpo domesticado. Gayatri Spivak decía que cuando el subalterno es mujer, “su destino se encuentra más profundamente a oscuras”. El capitalismo esclavista, mercantilista y patriarcal, tuvo que manufacturarse un poder punitivo a su medida, que aún hoy está vigente con los mismos ropajes discursivos. La quema de brujas no es un epifenómeno que aparece deus ex machina en la historia de la modernidad, sino una calculada instancia de terrorificación de las sociedades que debían ser convertidas en proletariado sumiso. Estas querellas sobre el origen de esta punitividad moderna y capitalista están enmarcadas en la forma y la politicidad de los conceptos criminológicos, como se verá a lo largo del seminario. Cualquier discusión sobre la cuestión criminal, por nimia o ascéptica que parezca, a pesar de disfrazarse de tecnicismos irrefutables, encierra en miniatura un modelo societario, o mejor dicho un paradigma de cómo debe ser una “buena” sociedad. Patrones culturales, finalidades políticas y modelos de sociedad, son aquello que encierra una teoría criminológica. Garantizar el orden social y asegurar el control estatal son las finalidades centrales de todos los esfuerzos teóricos del saber criminológico ortodoxo, manifestado como decía Massimo Pavarini hace 36 años, en una pluralidad de discursos, una heterogeneidad de objetos y de métodos no homogeneizables entre sí. Las relaciones entre la política y la criminología son tan endogámicas e intrincadas, que parecería a simple vista, una naturalidad de imbricación, un estado de cosas que surge de la misma existencia de ambos polos de atracción. Sin embargo, y a mi entender, quizá lo que más relaciona ambas ideas, es de construcción arbitraria: es la necesidad de control y de sumisión del vulgo que las clases dominantes demandan a la criminología. Siguiendo una tradición ítalo-latinoamericana de larga data, preferimos -como ya se habrá notado- la expresión “cuestión criminal” para referirnos a los pensamientos criminológicos. Así, Alessandro Baratta y la escuela de Bologna, nucleados en derredor de la mítica publicación que lleva ese nombre (“La questione criminale”), fueron los primeros en nomenclar así el esfuerzo teórico por entender de una forma distinta el estudio de la criminalidad, sus significados, significantes y soluciones. Esta nomenclación, como explica Máximo Sozzo, se hace cargo de una manera “construccionista” de pensar al delito y salirse de la focalización exclusiva en el “delito” y el “delincuente”, así como pensar la temática como un “problema” o en el contexto de una problematización. La cuestión criminal es un artificio que se forja en un primer plano en la ley penal, pero no sólo en ese sitio, sino en las intrincadas maneras de darle significado a los actos en un segundo plano, tanto desde actores estatales como no estatales. Decía Tamar Pitch: “Estudiar la cuestión criminal es diferente de estudiar la criminalidad. Esto quiere decir que la criminalidad no es considerada independientemente de los procedimientos por medio de los cuales es definida, de los instrumentos desplegados para su administración y control, de las políticas penales y de orden público y del debate en torno a ella. La cuestión criminal puede, en consecuencia, ser definida provisionalmente como un área constituida por acciones, instituciones, políticas y discursos cuyos límites son móviles. Si bien la referencia a la justicia penal como el lugar en que las acciones son definidas como delito es fundamental, reducir la cuestión criminal a una cuestión de la justicia penal lleva, sin embargo, a un fracaso en la exploración de esta última, a conferirle una suerte de fijación y rigidez impermeable a las relaciones con otras instituciones”. Lo que se espera de la cursada del presente seminario es que cada alumno haga las lecturas previas y posteriores a las clases, y genere su propio pensamiento crítico sobre las ideas expuestas, lo que enriquecerá los debates en el aula. Es también recomendable acometer las lecturas no obligatorias, que se ofrecen en la carpeta compartida de Dropbox, y aún de aquellos textos mentados como optativos en la bibliografía del programa. En la lógica de la llamada “criminología cultural” (Ferrell, 1995), se utilizarán ejemplos y objetos de la cultura popular, como películas, literatura y teatro, para referenciar el marco societario y los patrones culturales que envuelven las concepciones sobre la criminalidad y la desviación. El arte y sus sucedáneos, aquellas manifestaciones del alma popular, o aquellas visiones de vanguardia y de retrospectiva sobre la sociedad, son elementos de alta importancia para entender el fenómeno de la cuestión criminal. Por ello se utilizará o recomendará material foráneo al saber jurídico o sociológico, que tendrá que analizarse desde el prisma de la criminología cautelar.
Material de lectura obligatorio y opcional en la carpeta compartida de Dropbox de @matiasbailone
Material Seminario Criminología BAILONE UBA 2016.
Material extra y recomendaciones bibliográficas: www.matiasbailone.com