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Historia de la Biblia I:

Los primeros escritos


27 Julio, 2011por Alan Brain

El papiro P52, también conocido como “El fragmento de San Juan” pues
contiene un fragmento del evangelio de Juan, fue supuestamente escrito
hacia el año 125 DC, y es el documento cristiano más antiguo que
tenemos.

Este es el primer capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la


Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. A lo largo de esta serie
veremos que los apóstoles no escribieron el Nuevo Testamento, que
luego de la muerte de Jesús aparecieron muchas cristiandades diferentes
a la que conocemos, analizaremos como la “ortodoxia cristiana”
estableció el monopolio de la fe, que libros fueron excluidos del
“Canon” oficial del Nuevo Testamento, hablaremos del famoso “Textus
Receptus” de Erasmo de Róterdam, de la increíble historia de Constantin
Von Tischendorf, el cazador de manuscritos que dedicó su vida y
recorrió el mundo buscando antiguos manuscritos de la biblia, y
finalmente veremos la fiabilidad de las ultimas versiones y traducciones
del Nuevo Testamento, para demostrarles que éste no fue hecho por
Dios sino por hombres de carne y hueso.

Historia de la Biblia I: Los primeros escritos


La importancia que los cristianos le han otorgado por siglos a la Biblia
no es gratuita, pues la religión judía, de la cual se derivó el cristianismo,
recogía sus tradiciones en libros sagrados que se conservaban en el
templo de Jerusalén para ser leídos e interpretados durante los servicios
religiosos. Según Bart Ehrman, El judaísmo fue la primera “religión del
libro” y el cristianismo siguió el mismo camino.
El cristianismo comenzó con Jesús, un rabbi (maestro judío) que
aceptaba la autoridad de los libros sagrados judíos y que leyó, estudió e
interpretó esos libros para sus discípulos.Jesús fue judío de nacimiento
por parte de padre y madre. Fue un erudito conocedor de la religión
judía.
Jesús, no dejó iglesia, doctrina, ni religión. Además, resulta paradoxal
que alguien que acordaba tanta importancia a los textos, no dejara
ninguna obra escrita. Todo parece indicar que decidió no hacerlo
deliberadamente. Predicaba con su vida y transmitió sus ideas a través
de imágenes o parábolas. Después de muerto los apóstoles y otros
seguidores que lo identificaron como el mesías que esperaba el pueblo
judío, se dedicaron a propagar su mensaje viajando y fundando
comunidades de creyentes. Cabe aclarar que los judíos en su mayoría, no
creyeron que Jesús era el mesías pues según las profecías del Antiguo
Testamento ellos esperaban a un rey guerrero como David que derribara
los enemigos de Israel, y estableciera a Israel, una vez más, como un
estado soberano. Para ellos, Jesús representaba la antítesis de lo que
esperaban.

“San Pablo predicando en Efeso”, Eustache Le Sueur.

Uno de aquellos judíos que identificó a Jesús como el mesías y decidió


viajar predicando su mensaje fue Pablo de Tarso, un judío romano con
una buena educación que le permitió leer las sagradas escrituras judías.
Pablo no fue uno de los apóstoles, y según el Nuevo Testamento no
conoció a Jesús, sin embargo se convirtió muy pronto en uno de los
pilares del cristianismo. Se erigió como el “apóstol de los gentiles” o “el
apóstol de los no judíos” pues siempre sostuvo que el mensaje de Jesús
era para todos, judíos y no judíos, a diferencia de los apóstoles liderados
por Santiago y Pedro, quienes preferían predicar el mensaje de Jesús
solo a los judíos.

Según sus propias cartas incluidas en el Nuevo Testamento, Pablo fundó


iglesias en varias ciudades del este del mediterráneo. Después de ganar
nuevos adeptos en una ciudad, continuaba su camino para seguir con su
prédica, pero algunas veces le llegaban malas noticias de las
comunidades que había establecido: problemas de autoridad, mal
comportamiento, inmoralidad y otros. Cuando esto sucedía Pablo
escribía una carta a la comunidad en cuestión lidiando con el problema.
Estas cartas son los documentos más antiguos del Nuevo Testamento.

La primera carta de Pablo a la comunidad que él mismo fundó en


Tesalónica, denominada “Primera Carta a los Tesalonicenses” está
datada alrededor del año 49 y es el documento cristiano más antiguo que
tenemos en la Biblia. Fue escrita 15 años después de la muerte de Jesús
y 20 años antes de la aparición del evangelio más temprano, el de
Marcos, que relataría la vida de Jesús.

Tesalonicenses V, 26, 27, Saluden a todos los hermanos con el beso


santo. Les conjuro por el Señor que esta carta sea leída a todos los
hermanos.
Como bien aclara Ehrman, esta no era una carta cualquiera que se puede
leer y desechar. Pablo insiste en que sea leída a todos los miembros de la
comunidad y que sea aceptada como una declaración oficial del
fundador de la comunidad.

“San Pablo predicando en Atenas”, Rafael Sanzio

La importancia de los escritos para la religión cristiana no implicaba


necesariamente que la mayoría de sus creyentes podía leer. Según los
estudios de William Harris y Catherine Hezser, solo un 10% de la
población de esa región (Palestina) podía leer y/o escribir. En esa época,
saber leer era un privilegio de las clases pudientes.

Estas cartas fueron fundamentales para el desarrollo de las primeras


comunidades cristianas, y algunas de ellas, por su contenido, llegaron a
ser consideradas tan importantes como las escrituras judías del Antiguo
Testamento.
Estos primeros documentos unificaban a los cristianos en sus creencias,
los guiaban en sus prácticas, y sobretodo los hacían diferentes de otras
religiones pues se jactaban de pertenecer a un movimiento cuyos
principios no sólo se transmitían de manera oral, sino que estaban
certificados en documentos.

Con la aparición de las cartas se plantea por primera vez un problema


que sería recurrente en los primeros documentos cristianos, la falsa
autoría.

La mayoría de los conocedores del tema afirman que muchas de las


cartas atribuidas a Pablo fueron realmente escritas por sus seguidores en
su nombre, pues para las comunidades cristianas una carta firmada por
alguno de los apóstoles sería recibida con mucho más respeto y acogida
que una escrita por un desconocido.

Pero Pablo no es el único que escribió cartas; los apóstoles liderados por
Santiago, el hermano de Jesús, también hicieron lo mismo como
veremos en otro artículo.

Mientras que la imagen de Jesús se alejaba en el tiempo, en sus


seguidores crecía la necesidad de conocer más sobre su vida y
enseñanzas. El siguiente paso lógico era componer el relato del
nacimiento, muerte y resurrección del líder del nuevo movimiento.

Así nacieron los evangelios que tenemos en la Biblia, y los hubo tantos
que pocos años después de la muerte de Jesús, se contaban por decenas,
pero solo cuatro fueron incluidos en el Nuevo Testamento, ninguno de
estos escrito por los apóstoles. ¿Por qué y cómo se hizo esto? lo veremos
en la siguiente entrega de la historia de la Biblia.

Historia de la Biblia II:


Los evangelios
1 Agosto, 2011por Alan Brain

“Los cuatro evangelistas”, Pieter Pauwel Rubens.


Este es el segundo capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de
la Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. Si las cartas escritas
por Pablo de Tarso son los documentos más antiguos del cristianismo,
los más importantes son los evangelios que narran la vida del líder del
movimiento. Los evangelios se escribieron respondiendo a la necesidad
de los creyentes de saber más de la vida, las enseñanzas, la muerte y la
resurrección de su maestro. En los años posteriores a la muerte de Jesús
se escribieron muchos evangelios, como el Evangelio de Tomás, el de
Marcos, el de Pedro, el de Mateo, el de Lucas, el de Juan, el de Felipe, el
de Judas, el de los Nazarenos y el de los Ebionitas, entre muchos otros.

Historia de la Biblia II: Los evangelios


Solo cuatro de esos evangelios fueron incluidos en el Nuevo Testamento
de la Biblia: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Según la tradición católica
fueron escritos por Mateo, un apóstol que era un recolector de
impuestos; Juan, “el discípulo amado” mencionado en el cuarto
evangelio; Marcos, el secretario del apóstol Pedro; y Lucas, el
compañero de viaje de Pablo. Nada de esto es cierto.

Según Bart Erhman, el nombre de los evangelios lo dice todo, por


ejemplo en “El Evangelio Según Mateo”, es evidente que quien le puso
ese nombre no fue el autor. Es muy extraño que un autor titule su libro
en tercera persona.
Es más, el Evangelio de Mateo, atribuido al apóstol Mateo, está escrito
en tercera persona, narra lo que “ellos”, Jesús y sus discípulos hicieron,
y no lo que “nosotros” hicimos. El autor no se incluye en el grupo de
discípulos. Cuando en el mismo evangelio, Mateo es llamado para unirse
a los apóstoles, se habla de “él” y no de “mi”.

Mateo IX, 9, Cuando se iba de allá, al pasar vio Jesús a un hombre


llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice
“Sígueme”. El se levanto y le siguió.
¿No seria lógico pensar que si realmente el apóstol Mateo escribió este
evangelio se habría asegurado de dejar bien en claro que él fue el autor.
Papiro 46 o P46. Este documento fue escrito alrededor del año 200 DC y
contiene la mayoría de las cartas de Pablo. Es una de las copias más
antiguas existentes del Nuevo Testamento.

Lo mismo sucede con el evangelio atribuido al apóstol Juan. Al final del


evangelio el autor dice:

Juan XXI, 24, Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que
las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
El autor diferencia entre su fuente de información a la que se refiere
como “el discípulo que da testimonio” y él mismo, al que se refiere
como “nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”. Aquí todo
indica que el autor y el testigo de los hechos son dos personas diferentes.
El caso de Lucas es el más patético, pues aparentemente no estuvo cerca
de algún testigo ocular. Según la Iglesia fue acompañante del
autodenominado apóstol Pablo de Tarso, quien ni siquiera conoció a
Jesús. En el evangelio que se le atribuye a Lucas, el autor reconoce
además que no estuvo presente en los hechos, sino que investigó y que
lo escribió por encargo de un tal Teófilo.

Lucas, I, 1-4, Puesto que muchos han intentando narrar ordenadamente


las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han
transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y
servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber
investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su
orden, ilustre Teófilo.
No conocemos a los verdaderos autores de los evangelios de la Biblia.
Estos se le atribuyeron a los apóstoles y a sus compañeros para crear la
idea de que fueron escritos por testigos oculares o por gente que
acompañó a esos testigos oculares.

En general, los apóstoles no podrían haber escrito ninguno de los


evangelios pues, como bien nos cuentan los mismos evangelios, ellos
eran humildes pobladores de la parte rural de Palestina y si algo nos dice
ese detalle, es que no sabían leer ni escribir. Un pasaje de “Hechos de
Los Apóstoles” nos lo confirma.

Hechos IV, 13, Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran
hombres sin instrucción ni cultura.
A buen entendedor, pocas palabras….

“Despedida de los apóstoles”, Duccio de Buoninsegna.


Además, como judíos de Galilea, los seguidores de Jesús no hablaban
griego, lengua en la que fueron escritos originalmente los evangelios.

Pero entonces, ¿Quién escribió los evangelios que tenemos en la Biblia?

Lo que podemos conocer sobre la identidad de los autores de los cuatro


evangelios, a través de su legado, no concuerda con la realidad de los
discípulos de Jesús. Los autores de los evangelios del Nuevo Testamento
parecen ser cristianos con una educación de alto nivel que les permitía
escribir en griego y utilizar una serie de técnicas propias de la
composición literaria.

Hoy sabemos que de los veintisiete libros que componen el Nuevo


Testamento, sólo ocho fueron escritos por el autor al que le han sido
atribuidos. Estos son: siete de las cartas de Pablo, y “El Apocalipsis de
Juan”. Aunque no tenemos claro, si ese Juan fue realmente el discípulo
de Jesus.

Los eruditos concuerdan en que el Evangelio de Marcos, considerado el


más antiguo de los 4, sirvió de base al Evangelio de Mateo y al de
Lucas, quienes enriquecieron el relato en forma y contenido. Es muy
probable que los autores de estos últimos hayan tenido acceso a una
fuente desconocida para quien escribió el Evangelio de Marcos. En
cuanto al Evangelio de Juan, responde a una tradición oral muy diferente
de los otros 3, que son denominados como “sinópticos” por su
semejanza en el relato.
Ante la expansión del movimiento y la aparición de nuevas

Historia de la Biblia
comunidades

III: Los escribas


3 Agosto, 2011por Alan Brain

Ilustración de un escriba en plena labor de copia.

Este es el tercer capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la


Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. Cuando leemos un libro
confiamos en que esta libre de errores porque sabemos que fue
producido en una imprenta donde, antes de su impresión, se verificó el
texto con el mismo autor o el editor. En el siglo I, cuando aparecieron
las cartas, los evangelios y otros escritos cristianos, la realidad era
diferente. En aquella época se escribía a mano en rollos de papiro, papel
grueso hecho de láminas de una planta acuática que crece en el rio Nilo.
No existía la imprenta, ni el internet, ni los documentos digitales y la
única forma de reproducir uno de esos manuscritos era copiándolo a
mano, letra por letra de acuerdo al original.

Historia de la Biblia III: Los escribas


Si alguien escribía un texto, probablemente se lo leería a un grupo de
amigos, y luego haría unas cuantas copias en rollos de papiro para
distribuirlas. A esto se resumía “la publicación de un libro” en la época.
Probablemente, así se “publicaron” los evangelios o las cartas de los
primeros lideres cristianos, un original, y algunas copias. Sin embargo,
la demanda por estos manuscritos se fue haciendo cada vez más grande.
Las nuevas comunidades de cristianos que se iban formando necesitaban
poseer una copia de esas cartas o evangelios que circulaban desde Roma
a Antioquia, pues certificarían sus creencias y se convertirían en el
centro de sus discusiones y rituales. Las opciones eran pocas, o le
pagaban a un escriba profesional que se ganaba la vida copiando un
texto de un papiro, para que produjera una nueva copia, o alguno de los
miembros de la comunidad tendría que hacerla.

Según los historiadores que estudian a los primeros “escribas cristianos”,


los papiros originales de las cartas y evangelios, fueron copiados, en su
mayoría, por las mismas personas que los necesitaban, y que se vieron
obligadas a hacer las veces de escribas sin ser profesionales del oficio.
Fueron cristianos instruidos, probablemente de clase acomodada, que
prestaban sus casas para las reuniones de la comunidad, y que habían
tenido acceso a una educación de alto nivel que les permitía leer y
escribir.

Detalle de la colección de papiros denominada “Codíce Vaticano”


donde se puede apreciar la “escritura continua” en griego. Este
codíce ha sido datado paleograficámente hacia el siglo IV y contiene
la mayoría de los libros de la Biblia.

La tarea no era fácil, las copias de los primeros documentos cristianos se


hicieron en griego, pues era el lenguaje en el que fueron escritos los
originales, y presentan un tipo de escritura continua denominada “scripto
continua”. Este tipo de escritura no utilizaba signos de puntuación, ni
diferencia entre mayúsculas y minúsculas, y sobretodo eliminaba los
espacios entre las palabras. Leer un documento escrito de esta manera
era muy difícil, y transcribirlo sin errores aún más.
Para Bart Ehrman, la tarea era tan complicada y demandaba a los
escribas tanta atención para mantenerse alertas y evitar un error
mecánico de transcripción, que en algunos manuscritos de la época
encontramos frases como “el final del manuscrito, gracias a Dios”. Hasta
los escribas bien entrenados y competentes cometían errores, pero de
otro tipo. Algunas veces simplemente cambiaban el texto porque
pensaban que debían cambiarlo, otras porque creían que el pasaje
contenía un error, o porque encontraban lo que ellos consideraban una
contradicción. 
 
 Orígenes de Alejandría (120-180), uno de los padres
de la Iglesia Católica del siglo II, escribió alguna vez sobre las copias
que se estaban realizando de los evangelios.

Comentarios sobre el Evangelio de Mateo, Libro XIV, 15, 
 La


diferencia entre los manuscritos se ha hecho grande, sea por la
negligencia de algunos escribas o por la perversa audacia de otros;
Ellos, o se niegan a revisar lo que han transcrito, o en el proceso de
revisión añaden y sustraen como les parece.
En el Códice Vaticano, uno de las colecciones de manuscritos más
antiguas que existen, escrito alrededor del siglo IV, encontramos un
ejemplo de cómo los escribas cambiaban los textos. En el primer verso
de la “Epístola a los Hebreos” hay un pasaje que dice, ” El que sostiene
todo con su palabra poderosa”. Este texto fue cambiado una y otra vez
por diferentes escribas hasta que uno de ellos añadió una nota a pie de
página en el manuscrito con lo que pensaba del escriba anterior “Tonto y
bribón, deja el texto antiguo, no lo cambies”.
“Aparición a María Magdalena”, Duccio di Buoninsegna.

Los 12 versículos finales del evangelio de Marcos


El caos que produjo el trabajo de los escribas que copiaron los textos
cristianos queda ilustrado en el caso de los últimos doce versículos del
Evangelio de Marcos. Todos sabemos que el Evangelio de Marcos
termina con la resurrección de Jesús y su posterior aparición ante María
Magdalena, ante dos hombres que estaban caminando, y ante sus
discípulos en la mesa. Si observamos bien cualquier Biblia que se digne
de ser seria, veremos que en el versículo nueve del capitulo XVI de
Marcos, aparece una nota del editor, probablemente muy parecida a esta:
Este final, versículos del 9 al 20, es inspirado y canónico, pero no se
puede probar su pertenencia a la redacción de Marcos. Lo omiten
manuscritos muy importantes como el Vaticano y el Sinaítico.

Para la gran mayoría de estudiosos del Nuevo Testamento los doce


últimos versículos del Evangelio de Marcos (XVI, 9-20) son añadidos
posteriores a la obra original que no fueron escritos por el mismo autor
del evangelio. Este sería el final original.

Marcos XVI, 8, 
 Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran


temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a
nadie porque tenían miedo…
Entonces, si para los eruditos la forma comprobable más temprana del
Evangelio de Marcos terminaba en el verso XVI, versículo 8, ¿porqué
los doce versículos del 9 al 20 están aún en nuestras biblias?

 
 Muchos de los “comités editoriales” de las Biblias que conocemos,
decidieron como una deferencia a la evidente antigüedad de los doce
versos y su importancia en la tradición evangélica, incluirlos y advertir
al lector de su diferente autoría, con una pequeña nota a pie de página.

 Es decir, quizás no sean originales, pero si ya todos hablan de ellos
porque no dejarlos…

El caso de la mujer adúltera


Un caso idéntico es la historia de la mujer adúltera al inicio del capítulo
ocho del Evangelio de Juan. 
 
 A los estudiosos del Nuevo
Testamento no les cabe duda que este pasaje no fue escrito por el autor
del evangelio de Juan, y fue más bien un agregado que empieza a
aparecer en los manuscritos a partir del siglo IV, la mayoría de los
manuscritos más antiguos lo omiten.

“Jesús y la adúltera”, Rembrandt.

Algunas teorías dicen que el pasaje se eliminó del evangelio en los


primeros siglos pues la facilidad con que Jesús perdonaba a la mujer
adúltera era un acto irreconciliable con la disciplina de la Iglesia
Católica en aquella época. Agustín de Hipona (354-430), más conocido
como San Agustín, se refirió al tema en una de sus obras.
Sobre los Matrimonios Adúlteros II, 7 , Algunas personas de poca fe, o
enemigos de la fe verdadera, temiendo, supongo, que se les de
impunidad a sus esposas en el pecado, retiran de los manuscritos el acto
de perdón del Señor hacia la adultera, como si el que ha dicho, No es
pecado, hubiera dado permiso para pecar.
Este pasaje permanece también en nuestras biblias por las mismas
razones que el anterior. Es como si alguien hubiera dicho, ¿cómo vamos
a sacar a la mujer adúltera de la vida de Jesús si todo el mundo conoce
esa historia?

Bruce Metzger, “Un Comentario Textual Sobre el Nuevo Testamento en


Griego”. 1971, 
 Aunque el comité de las Sociedades Biblicas Unidas
del Nuevo Testamento en Griego fue unánime en que el pasaje de la
mujer adultera no es parte original del Evangelio de Juan, en deferencia
a la evidente antigüedad del pasaje , la mayoría decidió imprimirlo
entre paréntesis, en su lugar tradicional luego del versículo 52, del
capitulo 7 de Juan.
Aquella era la situación de los textos cristianos en los primeros siglos.
Los manuscritos podían no haber sido escritos por el autor al que se le
atribuían, podían tener errores de transcripción, podían tener agregados u
omisiones provocadas por los escribas, y además, como veremos en la
siguiente entrega de la historia de la Biblia, podían ser modificados
deliberadamente para apoyar una doctrina en particular.

.
Historia de la Biblia IV:
Las otras cristiandades
9 Agosto, 2011por Alan Brain

“Resurrección de Lázaro”, Giotto di Bondone.

Este es el cuarto capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la


Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. La vida y el mensaje de
Jesús, inspiraron una serie de relatos y cartas, estos fueron escritos en
griego sobre papiros. Muchos de estos manuscritos fueron
incorporándose progresivamente a los rituales de los cristianos hasta
obtener el nivel de “sagradas escrituras”. Como bien dice Karen
Amstrong, para los cristianos, quienes provenían del judaísmo, los
manuscritos reemplazaron al templo, que siempre había sido el centro de
su religión.

Historia de la Biblia IV: Las otras


cristiandades
El problema era que todas las comunidades querían tener una copia de
esas “sagradas escrituras” para leerlas en sus rituales. Se empezaron a
producir copias, pero como vimos en la entrega anterior de esta serie,
muchas tenían errores mecánicos o intencionales producto de la
incompetencia o la audacia de algunos escribas.

Pero ese solo fue el inicio…sigamos en este viaje por las páginas del
Nuevo Testamento.

Después de la muerte de Jesús, su hermano Santiago, secundado por


Pedro, tomó el control del movimiento nacido en Jerusalén, y los demás
apóstoles viajaron a predicar el mensaje de Jesús a diferentes ciudades,
convirtiendo a judíos y no judíos.

A pesar de que nos imaginamos a los apóstoles como un grupo de


misioneros con una doctrina clara y definida, la realidad parece ser haber
sido otra. El mensaje de Jesús era simple y se prestaba a una serie de
interpretaciones.
Por todo el Mediterráneo y Asia empezaron a aparecer comunidades de
cristianos con interpretaciones diferentes del mensaje de Jesús. Los
Gnósticos decían que Jesús no tuvo un cuerpo material y que le
transmitió una sabiduría esotérica a unos cuantos discípulos, los
Ebionitas dudaban de la concepción divina y la resurrección de Jesús,
los Marcionistas creían que el Dios colérico retratado en las paginas del
Antiguo Testamento era una entidad menor y diferente al Dios de amor
y perdón del que hablaba Jesús, o los Montanistas quienes tenían
profetas que aseguraban haber visto a Jesús en forma femenina y decían
que la confesión no servía de nada a los pecadores.

Todas estas comunidades eran cristianas. Existían diferentes


cristiandades cada una de ellas con una interpretación singular del
mensaje y misión de Jesús en la Tierra, y con la convicción que su visión
era la correcta.
“San Pablo en su escritorio”, Rembrandt.

Las Cartas de Pablo son prueba irrefutable que inclusive las


comunidades fundadas por el llamado “apóstol” podían desarrollar una
visión diferente del mensaje de Jesús. Según las cartas, en la mayoría de
las comunidades fundadas por Pablo tenemos casos de falsos maestros
que proponen su propia interpretación del mensaje.

En su carta a los Gálatas, Pablo tiene que lidiar contra cristianos de su


propia comunidad que dicen que para ser hijos de Dios deben adoptar
todas las costumbres del judaísmo. En su carta a los de Corinto, Pablo
tiene que lidiar con cristianos, también dentro de su misma comunidad,
que creen que ya han experimentado los beneficios de la salvación y que
están gobernando al lado de Jesús como humanos superdotados
espiritualmente.

Las comunidades cristianas sabían que un manuscrito que hiciera


referencia a un detalle particular de su particular interpretación del
mensaje de Jesús podía servir como aval, como un respaldo..

Estas comunidades podían producir una copia de algún evangelio con


una simple omisión en el texto, o con un párrafo agregado, inclusive un
evangelio nuevo construido basándose en partes de algunos evangelios
existentes.
“Resurrección de Cristo”, Albrecht Altdorfer.

Así, la alteración de los manuscritos se convirtió en una de las armas que


las comunidades utilizaron para respaldar sus creencias.

El panorama era confuso, en las comunidades cristianas circulaban


copias manuscritas de diferentes evangelios como el Evangelio de
Marcos, el de Mateo, el de Lucas, el de Juan, el de Pedro, el de Santiago,
el de Tomas, el de Marcion, el de Los Ebionitas, el de Judas, el de
Felipe, el de Matías, el de los Gnósticos y el de los Hebreos, entre otros.

Algunos manuscritos tenían simples errores de transcripción, otros


tenían agregados u omisiones, algunos provenían de tradiciones orales
de testigos oculares o gente que escucho de los testigos oculares, otros
eran invenciones posteriores, otros habían sido construidos a partir de la
combinación de otros evangelios, etc.

Ireneo de Lyon (120-190), obispo de Lyon durante los últimos años del
segundo siglo, le escribe a Marcion, líder del Marcionismo y el más
fuerte opositor de la Iglesia Católica durante los primeros siglos, sobre
los escritos que este último utilizaba para predicar su versión
del cristianismo.
Contra Las Herejías, Libro I, 27, 
 Desmembró las cartas de Pablo,
quitó todo lo que es dicho por el apóstol respecto a que Dios hizo el
mundo, al efecto que El es el Padre de nuestro Señor Jesús Cristo, y
también esos pasajes de las escrituras proféticas que los apóstoles citan,
para enseñarnos que los profetas ya anunciaban la llegada del Señor.
Ante semejante caos, quizás con la idea de crear un bloque que comparta
la misma interpretación del mensaje de Jesús, una de esas tantas
cristiandades, específicamente aquella basada en Roma, empezó a
proclamar que manuscritos se debían leer, que solo ellos tenían la
correcta interpretación del mensaje de Jesús pues eran los verdaderos
descendientes de los apóstoles y que todas las demás comunidades de
cristianos que no compartieran su interpretación estaban equivocadas.
Este grupo de cristianos de Roma, sería el que ganaría la batalla,
eliminaría toda huella de las otras comunidades, reescribiría la historia a
su favor, decidiría que libros y en que versión formarían parte del Nuevo
Testamento y establecería la doctrina y estructura de lo que hoy
conocemos como Iglesia Católica. Bart Ehrman denomina a este grupo
de cristianos como, “los proto-ortodoxos”. Esto lo veremos en la
siguiente entrega de la historia de la Biblia.

Historia de la Biblia V: La
ortodoxia cristiana
22 Agosto, 2011por Alan Brain
“Cristo como Salvador”, El Greco.

Este es el quinto capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la


Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. Como vimos en la
entrega anterior, el mensaje de Jesús fue interpretado de diferentes
formas por las comunidades de cristianos. La Iglesia Católica no es una
síntesis de las creencias de todas aquellas cristiandades, sino la de un
grupo especifico.
La Iglesia de hoy es la visión particular de un grupo de cristianos de
aquella época que tenía su base en la ciudad de Roma, y que afirmaba
tener las enseñanzas directas de los apóstoles. Según esta comunidad de
cristianos de Roma oponerse a ellos era oponerse a quienes habían sido
escogidos por los apóstoles, quienes habían sido escogidos por Jesús,
quien había sido enviado por Dios.

Historia de la Biblia V: La ortodoxia


cristiana
Bart Ehrman denomina a este grupo de cristianos como los “proto-
ortodoxos” pues su particular interpretación del mensaje de Jesús
prevaleció y con los años se convertirían en la “ortodoxia” cristiana.
Entender a este grupo de cristianos es entender como se formó el Nuevo
Testamento.

La palabra “ortodoxia” proviene de dos palabras griegas orthós


(correcto) y dóxa (opinión), es decir los proto-ortodoxos eran aquellos
que luego establecerían la “opinión correcta” sobre el mensaje de Jesús.
Según Eusebio,(263 – 339 DC) en su libro “Historia de la Iglesia” del
siglo IV los proto-ortodoxos siempre fueron mayoría en Roma y en el
Mediterráneo, fueron también la doctrina original en la mayoría de
lugares donde empezó elcristianismo, y además sus enseñanzas
provenían directamente de los apóstoles. Es decir, era natural que su
interpretación del mensaje de Jesús prevaleciera.
La verdad era otra.

“Martires cristianos”, Konstantin Flavitsky.

En 1934, Walter Bauer (1877-1960), teólogo alemán y estudioso de las


primeras iglesias cristianas, publicó una investigación titulada
“Ortodoxia y Herejía en Los Primeros Cristianos” y demostró que la
versión de Eusebio no era cierta.
Bauer sostuvo que el grupo de los “proto-ortodoxos” de Roma no tenía
ningún vinculo con los apóstoles que fuera más directo o cercano que el
de las otras cristiandades, y que no representaba la mayoría.

Es decir, que la particular interpretación del mensaje de Jesús de los


proto-ortodoxos de Roma, tenía tanto derecho de prevalecer como las
otras cristiandades.

Entre los primeros “proto-ortodoxos” podemos contar a Ignacio de


Antioquia, Policarpo de Smirna, Justino Mártir, Ireneo de Lyon, y
Tertuliano. Todos considerados padres fundadores de la iglesia católica.

Habría entonces que preguntarnos, ¿cómo prevaleció la visión de los


proto-ortodoxos?

La respuesta es simple, esta visión se apoyo en el poder reinante.

 La comunidad de Roma era más grande e influyente que las demás,


estando situada en la capital del imperio tenia líderes con habilidades
administrativas propias de los aparatos del estado, y con mucho más
recursos materiales a su disposición.
 Tenían una solida estructura jerárquica basada en el poder absoluto
de los obispos.
 Compraban la libertad de esclavos a cambio de una posible
conversión alcristianismo.
 Usaban de manera inteligente los regalos a otras comunidades para
asegurarse una escucha más dispuesta a sus prédicas.
 Estaban mejor situados geográficamente. La red de caminos unía a
Roma con todo el imperio y extendía la influencia de la comunidad
romana sobre las otras.
Ninguna otra comunidad cristiana de la época tuvo tanto poder en sus
manos. estas comunidades tampoco supieron unirse en un frente ante los
de Roma con su red de obispos y poder político. Muchas de ellas, no
estaban interesadas en el poder, y simplemente se aislaron del conflicto
para luego desaparecer en el tiempo o ser absorbidas por los proto-
ortodoxos.

Lo que es hoy la Iglesia Católica no se originó en base a algún consenso


entre las diferentes comunidades de cristianos, simplemente
prevaleció la comunidad que tenía más poder.

“La última plegaria de los mártires cristianos”, Jean-Léon Gérome.


Para inicios del siglo IV, la vida de los cristianos en el Imperio Romano
era dura. No existía libertad de culto y todos los cristianos tenían que
realizar sus reuniones y rituales en secreto pues corrían el riesgo de ser
perseguidos y torturados. Sin embargo todo cambiaria en el 312 DC,
pronto los perseguidos se convertirían en perseguidores. Esto lo veremos
en la siguiente entrega de lahistoria de la Biblia.

Historia de la Biblia VI:


El canon cristiano
28 Septiembre, 2011por Alan Brain

“Lamentación sobre el Cristo muerto con santos”, Sandro Boticelli.


Este es el sexto capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la
Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. Hace años me contaron
un extraño relato sobre la infancia de Jesús. La historia decía que Jesús,
cuando tenía 5 años, tomó un pedazo de barro, lo moldeó y creó 12
gorriones. El pasaje me pareció tan original, que decidí buscarlo en mi
Biblia.
No encontré nada parecido.

Años más tarde, mientras leía un evangelio apócrifo llamado


“Evangelio de la infancia de Tomás”, me encontré con el extraño pasaje
de los gorriones de barro de Jesús y me pregunté, ¿por qué no está en la
Biblia?

El “Evangelio de la infancia de Tomás” es un evangelio apócrifo. Es


decir, para la Iglesia Católica es un relato de autenticidad cuestionable,
por no decir falso, que no merece estar en la Biblia. Los evangelios que
fueron excluidos del Nuevo Testamento son denominados apócrifos y
los que fueron incluidos, canónicos.

Historia de la Biblia VI: El canon cristiano


Los primeros 5 libros del Antiguo Testamento de la Biblia constituyen el
primer “canon” o colección de libros del cristianismo. Para Jesús y la
mayoría de judíos de aquella época, estos escritos sagrados eran la
palabra de Dios y se les llamaba “las escrituras”.
“La Comunión de los apóstoles”, Fra Angelico.

Jesús, durante su ministerio público, dijo que él predicaba con una


autoridad igual a la de las antiguas escrituras y no menor. Quizás por
esto, luego de su muerte y supuesta resurrección, sucedió un fenómeno
singular.

Las palabras de Jesús, recogidas por la tradición oral, empezaron a ser


citadas por las primeras comunidades de cristianos en sus reuniones y
con el tiempo tomaron un lugar al lado de las escrituras antiguas, como
si fueran también “palabras de Dios”. Al inicio circularon oralmente, de
persona en persona, y luego se compilaron en escritos que en los que se
mezclaban con diferentes episodios de su vida. Así nacieron los
evangelios que tenemos en nuestras Biblias.

En paralelo a estas narraciones de la vida de Jesús, aparecieron también


interpretaciones de su mensaje escritas en forma de cartas. Un buen
ejemplo son las cartas escritas por el apóstol Pablo a diferentes
comunidades de cristianos.

Así, sin desplazar al antiguo canon de los judíos, apareció una colección
de escritos sagrados que se convertiría en el nuevo canon de los
cristianos.

Justino Mártir, apologista cristiano del siglo II, nos cuenta que en las
ceremonias dominicales de su tiempo, realizadas en la clandestinidad, ya
se leían algunos evangelios.

Las despiadadas persecuciones a los cristianos emprendidas por los


emperadores romanos tuvieron también una influencia importante en el
desarrollo del canon.

Bruce Metzger nos cuenta que en los tiempos del emperador romano
Diocleciano, alrededor del año 305, en medio de una de las más
sanguinarias represiones a los cristianos, la policía imperial tocaba a la
puerta de un cristiano y le ordenaba que entregara sus libros sagrados.
Para el cristiano, este hecho se convertía en un terrible dilema
existencial. ¿Cuál evangelio debo entregar sin incurrir en sacrilegio?
¿Cuál debo esconder y proteger para la posteridad? ¿Por cuál estoy
dispuesto a sufrir?

Para Metzger, la persecución de Diocleciano eliminó aquellos escritos


que no eran considerados tan valiosos para los cristianos, sentando una
base para lo que años después sería el canon de la Biblia católica.

“La conversion de Constantino”, Peter Paul Rubens.

En el año 312, el emperador romano Constantino I, en un episodio que


más parece obra del azar que del Espíritu Santo, decidió convertirse a la
fe católica cristiana. Específicamente, se convirtió a aquella que tenía su
base en Roma y que, como vimos en la entrega anterior de esta serie,
representaba al grupo de los “proto-ortodoxos”.
Un año después, en el 313, Constantino I promulgó el Edicto de Milán,
que establecía la libertad de religión en el imperio romano, dando fin a
las persecuciones contra ciertos de grupos religiosos, particularmente
contra los cristianos.

El Códice Vaticano y el Códice Sinaítico, las colecciones de manuscritos


de la Biblia más antiguas que conocemos, fueron escritos, muy
probablemente, después del Edicto de Milan, alrededor del 350 d.C.

Posteriormente, en el 380 d.C. Teodosio I el Grande mediante el Edicto


de Tesalónica instituyó al catolicismo como la religión del Imperio. En
este momento, los “proto-ortodoxos” se convierten en la ortodoxia
cristiana, se autodenominan como la Iglesia Católica Apostólica Romana
y empiezan a llamar “hereje” a todo aquel que se opusiera a su doctrina,
la doctrina correcta.

La persecución había terminado pero no para todos los cristianos. La


recién instituida Iglesia Católica, con la ayuda del Emperador, suprimió
las comunidades cristianas que tenían una doctrina diferente de la suya y
trató de eliminar toda evidencia de su existencia. Así empezó el
monopolio de la fe.

El siguiente paso de la Iglesia Católica fue uniformizar la doctrina hasta


en el más mínimo detalle, de manera que fuese impenetrable, y para eso
se necesitaba una lista de los escritos que ellos consideraban como
verdaderos y dignos de ser leídos por los fieles, así como una lista de
aquellos que debían ser eliminados. En el primer Concilio de
Constantinopla realizado en el año 381 d.C., se discutió si Jesús era
Dios, si tenía alma, si era humano o divino, o si era más o menos
poderoso que la paloma del Espíritu Santo. Al final del concilio se
decidió que Jesús era parte de la Santísima Trinidad (un tema que
merece un artículo aparte) junto el Padre y con el Espíritu Santo. Dios es
un ser único que existe simultáneamente como Jesús, como el Padre y
como el Espíritu Santo. Para sellar el asunto, la Iglesia instituyó, en ese
mismo concilio, el credo niceno-napolitano más conocido por sus
primeras palabras: “Yo creo en dios todopoderososo…”.

Busto del emperador romano Constantino I.

Finalmente, en el año 382, en el Concilio de Roma y durante el papado


de Dámaso I, se estableció el canon del Nuevo Testamento. Los libros
incluidos en el canon del Nuevo Testamento son los mismos que han
llegado hasta nuestros días. La Iglesia Católica estableció que los
escritos que habían sido excluidos eran falsos. Existen alrededor de
cincuenta escritos apócrifos.

Según Metzger, los criterios que debían cumplir los escritos para ser
incluidos en el canon eran tres:

 El escrito tenía que ser congruente con la particular interpretación del


mensaje de Jesús de la joven Iglesia Católica.
 El escrito tenía que provenir, directa o indirectamente, de algún
apóstol.
 El escrito tenía que haber sido aceptado por la mayoría de
comunidades asociadas a la incipiente Iglesia Católica.
Ireneo de Lyon, obispo de la ciudad de Lyon en el siglo II, en un
comentario realmente desafortunado, afirmó que los cuatro evangelios
por él defendidos eran los cuatro pilares de la Iglesia, y que no podían
ser más o menos de 4 pues, así como hay cuatro vientos y cuatro puntos
cardinales, sólo pueden existir cuatro evangelios.

Felizmente no escogió las 3 puntas del triángulo porque sólo hubieran


sido incluidos tres evangelios.

Pero aun así, los problemas seguían apareciendo en el camino de los


escritos del Nuevo Testamente. En el proximo capítulo, la primera
Biblia, la Vulgata Latina.
Historia de la Biblia VII:
La Vulgata latina
20 Octubre, 2011por Alan Brain

Ilustración del Concilio de Nicea. El emperador Constatino, al centro, y


los obispos sosteniendo el credo de Nicea-Constantinopla, oración que
resumió las bases de la doctrina católica.

Este es el séptimo capítulo, de una serie de diez, sobre la historia de la


Biblia, especificamente del Nuevo Testamento. En el año 382 d.C.
durante el Concilio de Roma la joven Iglesia Católica, ya convertida en
religión oficial del imperio romano, estableció el canon cristiano. Es
decir, hizo una lista de los escritos que podían leer los cristianos y de los
escritos que debían ser condenados por herejía.
En este contexto nació La Biblia. No se trató de una investigación para
determinar los verdaderos hechos de la vida de Jesús, sino que fue un
esfuerzo más de la Iglesia Católica por eliminar la influencia de otras
comunidades cristianas que no compartían su particular interpretación
sobre la vida y obra de Jesús.

Historia de la Biblia VII: La Vulgata latina


La Biblia es la unión del conjunto de escritos que representaban el
Antiguo Testamento, proveniente de la religión judía, y este nuevo
canon o colección de 27 escritos sagrados sobre la vida y el mensaje de
Jesús que se denominó Nuevo Testamento.

Para ese entonces, más de 300 años después de la muerte de Jesús, ya


existían varias versiones diferentes de cada uno de los escritos cristianos
incluidos en el canon del Nuevo Testamento.

Esto debido esencialmente a que entre los errores mecánicos de los


escribas, que copiaron los manuscritos en griego, y los errores
intencionales hechos para sustentar una u otra interpretación del mensaje
de Jesús, los textos “originales” de los evangelios y cartas que
componían el Nuevo Testamento fueron distorsionados.

Y el proceso no se iba a detener.


Si el camino que siguieron esos 27 escritos hasta llegar al canon fue
sinuoso, lo que vendría sería aún peor.

“San Agustín”, Philippe de Champaigne.


Con el avance del latín, los cristianos se vieron obligados a realizar sus
ceremonias en la lengua romana, y como la mayoría de sus manuscritos
estaban en griego, empezaron a traducirlos.

Según Bruce Metzger, estudioso del texto de Nuevo Testamento, los


cristianos empezaron traduciendo oralmente las escrituras del griego al
latín durante las ceremonias. Luego, a fuerza de costumbre, pusieron
esas traducciones por escrito.

Así, tan temprano como en el siglo III, aparecieron las primeras


versiones de los libros del Nuevo Testamento en latín.

Agustín de Hipona (354-430), padre de la Iglesia latina más conocido


como San Agustín, nos cuenta en su obra “Doctrina cristiana”.

“En los primeros años de la fe cada hombre que poseía un manuscrito


en griego, y que imaginaba que tenía algún conocimiento del griego y
del latín, fuera del nivel que fuera, se atrevió a traducir.”
Los manuscritos en latín de estas traducciones que han llegado hasta
nuestros tiempos, corroboran lo que nos cuenta Agustín de Hipona. Son
testigos de un esfuerzo desorganizado y caótico que distorsionó aún más
el texto original de los manuscritos griegos.

Después de las traducciones al latín, los textos se habían modificado


tanto que dos manuscritos del mismo escrito no coincidían.

Esta colección de traducciones al latín pasó a la historia con el nombre


de “Vetus Latina” o “Antigua Biblia latina”.
En el año 382 d.C. el Papa Dámaso I, dándose cuenta de lo caótico de la
situación, que hacía que durante las reuniones rituales de los católicos se
leyeran textos diferentes sobre los mismos autores, trató de uniformar el
mensaje de los textos.

Decidió entonces encargarle a Jerónimo de Estridón, reconocido


intelectual romano de la época, que recopilara los manuscritos griegos
más antiguos de los cuatro evangelios en circulación y que
comparándolos con las antiguas traducciones latinas o Vetus Latina,
produjera otra versión latina de los cuatro evangelios, pero esta vez
corregida y homogenizada, para ser copiada y distribuida a los obispos y
presbíteros de las diferentes iglesias.

“San Jerónimo y dos ángeles”, Bartolomeo Cavarozzi.


Jerónimo no tenía más de 35 años cuando recibió el encargo de definir el
texto de la Biblia que se usaría en el mundo occidental. (Cabe aclarar
que la historia de la Biblia en Oriente tiene variantes significativas.)
San Jerónimo, Revisión de los cuatro evangelios, Usted me urge a
revisar la antigua versión latina, y a emitir juicio sobre las copias de las
escrituras que están ahora diseminadas a lo largo del mundo. Y
considerando que unas difieren de otras, quiere que decida cuales de
ellas están de acuerdo con los originales griegos. Esta es una labor de
amor, pero al mismo tiempo peligrosa y osada…¿cómo me puedo
atrever a cambiar el lenguaje del mundo en su venerable ancianidad y
llevarlo de regreso a los días de su infancia?
Para el año de la muerte del Papa Dámaso I, 384 d.C. Jerónimo acababa
de terminar la tarea de revisar los cuatro evangelios. Entre el 382 y el
405 d.C. Jerónimo tradujo algunos libros del Antiguo Testamento del
hebreo, otros del arameo, le encargó a otros la revisión de algunos libros
del Nuevo Testamento como Hechos de los apóstoles y las cartas de
Pablo, y así terminó de producir un texto latino del antiguo y del Nuevo
Testamento. Este texto podría ser usado por las iglesias en sus
ceremonias y pasaría a la posteridad con el nombre de la “Vulgata
Latina”.
Portada de una edición de la Biblia con el texto de la “Vulgata Latina”.

Jerónimo cometió algunos errores durante los escasos dos años que le
tomó la revisión del texto de los cuatro evangelios. Considerando el
estado de las comunicaciones en aquellos tiempos y la cantidad de textos
diseminados a lo largo del mundo, Jerónimo no pudo recolectar
suficientes manuscritos sino sólo los que estaban a su alcance. Fue muy
poco lo que pudo ver y analizar en ese lapso de tiempo.

Pese a todo, este fue el texto que se copió y distribuyó masivamente a


través de los dominios de la Iglesia Católica por más de 1,000 años hasta
que apareció la imprenta y cambió el mundo. Esto lo veremos en
la siguiente entrega de lahistoria de la Biblia.

Historia de la Biblia VIII:


El Textus Receptus
4 Junio, 2012por Alan Brain
El intelectual holandés Erasmo de Rotterdam publicó, en 19xx, la primera
edición del Nuevo Testamento en griego, el famoso “Textus Receptus”.

Como hemos visto en la entregas anteriores de esta serie sobre la historia


de la Biblia, en el Concilio de Roma del añ0 382 d.C. se estableció el
canon del Nuevo Testamento. Cuatro siglos después de la muerte
de Jesucristo, la recién instituida Iglesia Católica proclamaba tener una
colección de escritos que representaban el mensaje, vida y obra del
fundador del movimiento cristiano.
La historia es otra. Revisemos los hechos.

El texto original de varios de los escritos cristianos había sido alterado


por los escribas, la autoría de la mayoría de estos textos no era fácil de
determinar y los manuscritos incluidos en el canon no eran
necesariamente los más populares o los más utilizados por las diferentes
comunidades cristianas. Además, se habían perdido los textos originales
de muchos evangelios, las traducciones hechas del griego al latín en el
siglo IV habían modificado nuevamente los textos y la recopilación
encargada por el Papa Dámaso I a San Jerónimo en el 382 d.C. para
tratar de corregir estos problemas no había sido realizada con la
rigurosidad necesaria para remediar el caos reinante.

Todo esto sin tomar en cuenta que la comunidad cristiana, aquella con
base en Roma, que se convirtió en la Iglesia Católica, no representaba
un consenso entre las diferentes comunidades cristianas de la época, la
mayoría de las cuales tenían una interpretación particular del mensaje
de Jesucristo sino que se impuso gracias a sus influencias y capacidad
organizativa. Luego de imponerse y convertirse en la religión oficial del
imperio romano, la comunidad de cristianos de Roma estableció que
ellos eran los únicos que tenían la opinión correcta sobre el mensaje de
Jesús, los demás eran herejes.
“Aparición de Cristo a la Magdalena”, Francisco Henriquez.

La importancia de las otras comunidades cristianas fue eliminada en


esfuerzos como el libro “Historia de la Iglesia” de Eusebio (263 – 339
DC). En esta obra, Eusebio, quien era parte de la comunidad de Roma,
pretende hacernos creer que la interpretación del mensaje de Jesús de la
comunidad cristiana de Roma fue la doctrina original en la mayoría de
lugares donde empezó el cristianismo. Walter Bauer demostró que el
caso era más complicado y que las comunidades locales fueron tan o
más importantes que la de Roma.

El canon es una lista hecha por la Iglesia Católica en el año 382 d.C. en
la que se especifica que escritos podían leer los católicos durante sus
rituales. Estos libros fueron los que luego se armaron en colecciones de
manuscritos y son los que ahora conocemos como la Biblia. Los libros
que no se incluyeron en el canon fueron declarados como apócrifos.

Afirmar a finales del siglo IV, que el texto de los libros del canon
católico era la palabra de Dios y el mensaje de Jesucristo como él se lo
había transmitido a sus discípulos, es ocultar los hechos y simplificar la
verdad. En todo caso, podríamos decir que el canon católico es una
colección de textos que representa una visión particular del mensaje de
Jesucristo y que además, sufrió serias alteraciones a través de los
primeros siglos de la era cristiana. El solo hecho de que existan tantos
evangelios apócrifos refuerza la idea de que una comunidad fue la que se
impuso sobre las otras sin ningún tipo de consenso.
Pero el canon era solo un documento que especificaba que libros que
podían ser leídos en los rituales católicos y cuales no debían ni mirarse,
los famosos apócrifos. El canon no indicaba el texto o la versión correcta
de los manuscritos que debían leer los cristianos.

En un intento por detener la alteración que sufrían los textos de los libros
del canon al ser traducidos improvisadamente del griego al latín, el Papa
Dámaso I (304 – 384 d.C.) le encargó al intelectual Jerónimo de
Estridón (340 – 420 d.C.), en el 382 d.C., que recopilara los manuscritos
griegos y hebreos más antiguos para producir un texto único en latín
capaz de erigirse como el texto oficial aceptado por la Iglesia Católica.
Una de las páginas de la famosa “Vulgata Latina”, que sirvió como la
Biblia oficial de la Iglesia Católica desde el siglo IV hasta el siglo XVI.

Historia de la Biblia VIII: El Textus


Receptus
Así llegamos a los inicios del siglo V con esta primera versión de la
Biblia, o colección de textos, llamada la Vulgata Latina recopilada por
Jerónimo de Estridón. La Vulgata Latina, como vimos en la entrega
anterior de esta serie, fue compilada sobre el análisis de manuscritos que
no eran necesariamente los más fieles al original ni los más antiguos.
Pese a los errores, la Vulgata Latina fue la Biblia del mundo occidental
por más de 1000 años, hasta que llegó la imprenta.
Alrededor de 1439, Johannes Guttenberg (1398-1468) empezó a
desarrollar técnicas de impresión mecánica y cambió para siempre la
forma en la que se reproducían los libros. El difícil trabajo que habían
realizado los escribas copiando manuscritos letra por letra fue
reemplazado por un sistema mecánico, que al margen de la producción
masiva, permitía tener un control casi absoluto sobre la fidelidad de las
copias.

La primera impresión masiva realizada por Johannes Guttenberg fue la


reproducción de una edición de lujo de la Vulgata Latina que tomó seis
años en completarse, desde el 1450 a 1456.

Al inicio del siglo XVI, un cardenal español llamado Francisco Jiménez


de Cisneros (1437-1517) decidió producir una versión del Nuevo
Testamento en griego. Al mando de un equipo de eruditos, Jiménez de
Cisneros produjo una edición políglota de la Biblia. El Antiguo
Testamento se presentó, recurriendo a los textos originales, en tres
columnas: hebreo, latín y griego. El Nuevo Testamento se editó en
griego porque la mayoría de manuscritos antiguos y/o originales de los
textos estaban en griego.
“El Cardenal Cisneros dirigiendo la construcción del Hospital de Caridad
en Toledo”, Alejandro Ferrant.

Esta Biblia fue producida en Alcalá, España, y es conocida como la


Complutense Políglota. Constaba de seis volúmenes y se terminó de
imprimir alrededor del 1514. Su publicación fue retrasada hasta 1520 ya
que siendo una producción oficial de la Iglesia Católica necesitaba la
aprobación del Papa Leo X (1475 – 1521).

No se conoce con exactitud que manuscritos utilizó Jiménez de Cisneros


para producir la Complutense y con que criterio los seleccionó. Una
pista sobre la procedencia de los manuscritos utilizados se encuentra en
la dedicatoria que Jimenez de Cisneros escribe para las primeras páginas
de la Complutense. En esta, Jiménez le agradece al Papa Leo X por los
manuscritos griegos que le prestó para realizar la publicación por lo que
podemos deducir que algunos de los textos que utilizó provienen de la
Biblioteca del Vaticano.

Según Bart Erhman, reconocido erudito del estudio de la Biblia, a inicios


del siglo XIX, un investigador danés llamado Moldenhawer visitó
Alcalá para tratar de buscar en las bibliotecas de la región los
manuscritos que podían haber servido como fuente para la edición
complutense (además de los del Vaticano). Moldenhawer queóo
sorprendido cuando descubrió que la biblioteca local si había conservado
manuscritos griegos antiguos pero que estos habían sido vendidos, como
desperdicios, a un fabricante de fuegos artificiales llamado Toryo en
1749.
Primera pagina de la edicion Complutense Poliglota de la Biblia realizada
por el Cardenal Francisco Jimenes de CIsneros. Al centro se aprecia el
escudo de armas de Jimenes de Cisneros.

El detalle es que la Complutense fue la primera edición impresa del


Nuevo Testamento en griego y de la Biblia en general, pero no la
primera en publicarse. Entre el 1514, año en el que se terminó de
imprimir, y 1520, año en el que se publicó la Biblia Complutense
Políglota, Erasmo de Rotterdam (1466 – 1536), un intelectual holandés,
produjo y publicó una edición del Nuevo Testamento en griego y en
latín. Erasmo tenia razones personales para publicar la Biblia en los dos
idiomas.

Erasmo pretendía publicar en latín, entre otras razones, para corregir la


Vulgata Latina producida por San Jerónimo como explica en esta frase:

“Sería justo que San Pablo se dirigiera a los romanos en un latín


ligeramente mejor.”
Por otro lado, Erasmo quería también que la edición incluyera el Nuevo
Testamento en griego porque sentía que el texto original había sido
alterado por los escribas:

“Pero algo que los hechos dicen, y es claro, como dicen, hasta para un
ciego, es que a menudo la torpeza o falta de concentración del traductor
han alterado el texto en griego; a menudo el verdadero y genuino
significado ha sido corrompido o alterado por escribas ignorantes que
son autodidactas y que se duermen mientras realizan su tarea.”
La importancia de la publicación del Nuevo Testamento en griego radica
en que la mayoría de los textos que componen el Nuevo Testamento
fueron escritos originalmente en griego y podían servir como referencia
para analizar la famosa Vulgata Latina y corregirla. Es decir, era una
buena oportunidad para tratar de regresar a los textos originales de los
evangelios y cartas del Nuevo Testamento.

Las circunstancias no fueron las más propicias y sucedió lo contrario.

Erasmo de Rotterdam produjo una versión apurada del Nuevo


Testamente en griego que lamentablemente aún permanece como la
base de la mayoría de nuestras Biblias modernas.

En Julio de 1515, Erasmo viajó a la ciudad de Basel en busca, casi


desesperada, de manuscritos antiguos griegos para usarlos como base
para su texto griego del Nuevo Testamento. Según varios investigadores
como Bart Erhman, Erasmo no encontró demasiados manuscritos y tuvo
que arréglaselas con lo que tenía. Al parecer, Erasmo se basó
principalmente en un solo manuscrito griego del siglo XII para los
evangelios, y en otro del mismo periodo para los Hechos de los
Apóstoles y para las cartas.

Erasmo de Rotterdam y su socio Johan Froben (1460 – 1527) sabían que


la edición de la Complutense estaba en proceso así que apuraron el
proceso de producción y trataron de terminar el texto en griego lo antes
posible. El trabajo fue tan apresurado que Erasmo no transcribió muchos
de los manuscritos sino que se limitó a hacer anotaciones en los mismos
y así los envió directamente a la imprenta.

Un ejemplo de la falta de rigor de Erasmo en la selección y análisis de


los manuscritos utilizados para su Nuevo Testamento en griego está en
los últimos versículos de su version griega del libro de
Revelaciones. Durante su investigación, Erasmo no encontró ningún
manuscrito que incluyera el texto de este libro así que le pidió a su
amigo Johannes Reuchlin (1455 – 1522) que le prestara un manuscrito
de ese libro. Para mala suerte de Erasmo, la última página del
manuscrito proporcionado por Reuchlin que contenía los últimos seis
versículos del libro de Revelaciones era ilegible.
Una de las primeras páginas del Nuevo Testamento en griego publicado
por Erasmo de Rotterdam en 1516.

Ante la presión de entregar lo antes posible el texto a la imprenta para


publicar su trabajo y ganar la carrera contra la versión Complutense
Políglota de Jiménez, Erasmo decidió hacer trampa. Los seis versículos
faltantes del final de libro de Revelaciones los tomó de la Vulgata
Latina, escrita en latín, y los tradujo al griego.

Este es un solo un ejemplo de los errores que Erasmo cometió por apuro
y por falta de rigor. El mismo reconoció que el libro estaba lleno de
errores.

Si bien es cierto que en las ediciones posteriores se trató de corregir


estos errores, el problema principal era que la mayor parte del texto
había sido tomado de manuscritos no muy antiguos, mayormente del
siglo XII, y no muy confiables. Es decir, las correcciones de las
ediciones posteriores solo eran parches que no solucionaban el problema
de fondo.

Los errores cometidos por Erasmo son trascendentales en la historia de


la Biblia porque a pesar de todos estos errores y probablemente como
consecuencia de ser la primera Biblia editada en una imprenta en forma
masiva, su versión fue reeditada y tomada como base para muchas otras
ediciones posteriores del Nuevo Testamento en griego. Una de ellas, de
1633, presentaba el texto con la siguiente frase:
“Ahora usted tiene el texto que ha sido recibido por todos, en el que no
hemos entregado nada cambiado o corrompido.”
Evidentemente, no es cierto porque el texto de Erasmo fue un texto
hecho a base de unos cuantos manuscritos griegos que no eran los más
antiguos o los más fiables. De la frase anterior se derivó el nombre
“Textus Receptus” para denominar a esta versión del Nuevo Testamento
en griego que pese a sus innumerables errores se convirtió en la nueva
versión “oficial” de la Biblia por más de trescientos años, hasta finales
del siglo XIX.
Detalle de una de las páginas de la Biblia editada por Erasmo de
Rotterdam en la que se aprecia al lado izquierdo el griego y al derecho el
latín.

La Vulgata Latina cedió el trono al no mucho mejor Textus Receptus de


Erasmo.

Lo terrible es que, con el tiempo, el Textus Receptus no solo fue


reeditado varias veces en griego, sino que una vez que la Iglesia permitió
la traducción de las escrituras a las lenguas locales, al final del siglo
XVI, este se convirtió en el texto base para todas las Biblias que se
empezaron a publicar en el mundo. Las primeras Biblias traducidas al
alemán, inglés, español o francés usaron como base, para el Nuevo
Testamento, el texto apurado del Textus Receptus.
Una vez más, la supuesta palabra de Dios parecia más humana que
nunca…

Biblias tan famosas como la King James Bible o la Biblia de Casiodoro


de la Reyna estaban basadas en el Nuevo Testamento en griego del
Textus Receptus. La ambición intelectual de Erasmo, su falta de
responsabilidad y su desmesurado apuro han dejado un legado que ha
llegado hasta nuestros tiempos porque el Textus Receptus es, de alguna
manera, la base del texto de la mayoría de las Biblias que tenemos en
nuestras casas.

Pero la reforma llegaría con Westcott, Hort y el gran cazador de


manuscritos Von Tischendorf, aunque no serviría de mucho.

El cazador de
manuscritos de la Biblia
1 Agosto, 2011por Alan Brain
El Códice Sinaítico es la copia existente más antigua de la Biblia. Fue
escrito a mano en griego alrededor del siglo IV, y fue descubierto por Von
Tischendorf en 1859.

Lobegott Konstantin Von Tischendorf (Alemania, 1815-1874), aunque


parezca extraño, fue predestinado para convertirse en el más importante
descubridor de manuscritos del Nuevo Testamento y uno de los más
eminentes estudiosos de La Biblia.
Todo empezó el día en que su madre, estando embarazada, se cruzó por
las calles de Legenfeld con un hombre ciego. Desde ese día, siguiendo
una superstición de la época, se atormentó pensando que Konstantin
nacería ciego. Tal fue su obsesión con la ceguera de su futuro hijo que
cuando dió a luz y comprobó que el niño podía ver, decidió dedicárselo
a Dios poniéndole el inusual nombre de “Lobegott”, que en alemán
significa “adorar a Dios”
A los 19 años Konstantin se convirtió en uno de los discípulos del
famoso especialista en gramática griega Johan Winner, con quien
estudió en la ciudad de Leipzig. Winner le mostró la posibilidad de
reconstruir el texto del Nuevo Testamento en su versión más cercana a la
original basándose en el análisis de los manuscritos griegos más
antiguos. Por aquellos días Konstantin le escribió a su novia:

“Estoy enfrentado a una misión sagrada, la lucha por recuperar la


forma original del Nuevo Testamento”.
Para Konstantin aquello se convirtió en su vida, algo así como una tarea
divina que le había sido encomendada por Dios. En su libro ¿Cuándo
Fueron Escritos Los Evangelios? escribió:

“Se ha establecido sin ninguna duda, que el texto original de los


escritos de los apóstoles, que ha sido copiado, duplicado, y multiplicado
durante 15 siglos, ya sea en griego o en latín, o en otros idiomas, ha
tenido en muchos pasajes modificaciones de significado tan serias como
para dejarnos en una dolorosa incertidumbre sobre lo que los apóstoles
realmente escribieron”.
“En 1839, decidí, dedicarme al análisis de los textos del Nuevo
Testamento, usando todos los hallazgos de los tres últimos siglos, para
reconstruir, si es posible, el texto exacto como fue escrito por los
escritores sagrados”.
Lobegott Friedrich Constantin Von Tischendorf (1815 – 1874)

Impulsado por su fe, con 25 años, y con muy pocos recursos económicos
emprendió un viaje por Europa y el Medio Oriente para ver con sus
propios ojos los manuscritos existentes. Recorrió las bibliotecas de
Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia, Egipto, Libia, y Grecia,
entre otras. Examinó y analizó los textos de los manuscritos que
encontró, y publicó sus investigaciones.

Lo que lo hizo reconocido entre los estudiosos de la época, fue el rescate


del texto del Códice Ephraemi. En la Biblioteca Nacional en Paris,
Konstantin Tischendorf examinó el Códice Ephraemi, un manuscrito del
siglo V escrito en griego que aún nadie había podido leer pues en el
siglo XII sus paginas habían sido borradas y escritas de nuevo con otro
contenido. Tischendorf utilizando una serie de químicos especiales logro
rescatar el texto original y lo interpretó.
Konstantin Tischendorf descubrió manuscritos bíblicos antiguos de
origen sirio, griego, cóptico y árabe, pero su logro más importante, fue
encontrar el manuscrito bíblico completo más antiguo que se conoce
hasta ahora, el famoso Códice Sinaítico. El mismo Konstantin lo relata
en su libro ¿Cuándo Fueron Escritos Los Evangelios?

“Fue en Abril de 1844, cuando me embarque en un viaje a Egipto. El


deseo que tenia de descubrir algunos preciados restos de manuscritos,
específicamente bíblicos, de una antigüedad que nos remontara a los
primeros años de la Cristiandad, se hizo realidad más allá de mis
expectativas. Fue a los pies del Monte Sinaí, en el Convento de Santa
Caterina, que descubrí la perla de todas mis investigaciones. Visitando
la biblioteca del monasterio, en mayo de 1844, percibí en la mitad de
una gran sala, una larga y ancha canasta llena de viejos pergaminos, y
el bibliotecario, quien sabia de lo que hablaba, me dijo que dos
montones de papeles como esos, descompuestos por el tiempo, habían
sido echados al fuego. Cual fue mi sorpresa al encontrar entre este
montón de papeles una cantidad considerable de paginas de una copia
del Antiguo Testamento en griego, que a mi parecer, era una de las más
antiguas que jamás había visto”.
Konstantin fue amigo de Robert Schumann y del compositor Felix
Mendelssohn, quien le dedicó una canción.

Konstantin logró llevarse, con el permiso de los monjes, una tercera


parte de los pergaminos que encontró. Además le pidió a los monjes que
guardaran las otras dos terceras partes de pergaminos del Antiguo
Testamento que había visto y que cuidaran los pergaminos que pudieran
caer en sus manos en el futuro.

Konstantin regresó a Europa y decidió mantener en secreto el lugar


donde había encontrado los pergaminos, pues planeaba volver en busca
de los pergaminos que se había visto obligado a abandonar.
En 1853, nueve años después del descubrimiento, Konstantin volvió al
convento de Santa Caterina en Egipto para copiar los pergaminos pero
no los encontró. Escondido en un rollo de papeles halló un pequeño
fragmento de un pergamino escrito por ambos lados que contenía once
líneas del Génesis, y esto convenció a Konstantin de que los pergaminos
que buscaba, aquellos que había abandonado en 1844 y que contenían el
Antiguo Testamento, ya habían sido quemados.

En 1859, financiado por Alejandro II, Zar de Rusia, Konstantin regresó


al convento a los pies del Monte Sinaí. Esta vez, gracias al auspicio del
Zar los monjes se presentaron más dispuestos a colaborar. Tischendorf
pasó varios días buscando el preciado manuscrito sin ningún éxito pero
un día antes de partir hacia el Cairo, cuando ya le había pedido a los
Beduinos que prepararan sus camellos, sucedió lo inesperado.

“Aquella tarde, estaba caminando con el administrador del convento, y


mientras regresábamos hacia el ocaso, él me pidió que tomáramos un
refresco en su celda. Apenas entramos al cuarto, él retomo la
conversación y dijo: “Y yo, también he leído una copia del Septuaginto
(versión griega del Antiguo Testamento), y diciendo eso, tomó de la
esquina del cuarto un volumen grueso envuelto en una tela roja, y lo
puso frente a mí. Retire la cubierta y descubrí, para mi gran sorpresa,
no solo esos fragmentos que quince años atrás había sacado de la
canasta, pero también otras partes del Antiguo Testamento, El Nuevo
Testamento completo, y La Epístola de Barnabas y una parte del Pastor
de Hermas. Lleno de alegría, que esta vez tuve que ocultar del
administrador y el resto de la comunidad, pedí, sin darle mucha
importancia, si podía llevar el manuscrito a mi habitación para leerlo
con mas libertad, ahí podía darle salida a la alegría que me embargaba.
Sabía que tenía en mis manos el más preciado tesoro Bíblico existente,
un documento cuya edad e importancia excedían las de todos los
manuscritos que había examinado durante 20 años estudiando la
materia”.

La mayor parte del Codíce Sinaítico se encuentra en la Biblioteca


Británica.

Tischendorf lo llevó a su cuarto y pasó la noche leyendo y copiando el


texto. En su diario, que llevaba en Latín, escribió:

“Quippe dormire nefas videbatur” – Seria realmente un sacrilegio


dormirme.
A la mañana siguiente Konstantin pidió permiso para llevarse el
manuscrito, pero los monjes no accedieron pues el padre superior del
monasterio había partido hacia el Cairo dos días antes, y era él quien
podía otorgar el permiso. Tischendorf inmediatamente partió con su
caravana de camellos hacia el Cairo y alcanzó al padres superior
obteniendo su permiso. El padre superior envió un beduino en camello
desde El Cairo hacia el monasterio en busca del manuscrito. El 24 de
Febrero de 1859 Tischendorf recibió el manuscrito que decidió llamar,
“El Códice Sinaítico”, y empezó a copiar sus más de 100,000 líneas.

En 1869, El Emperador de Rusia, le otorgó el rango de noble ruso,


convirtiéndolo en Konstantin “Von” Tischendorf. El Codice Sinaítico
fue otorgado a la Biblioteca Imperial de San Perterburgo y luego fue
vendido a la Biblioteca Británica. Su obra maestra, fue la “Edición
Critica del Nuevo Testamento” donde trató de acercarse al texto original
de los escritos, analizando y comparando los manuscritos más antiguos
existentes. Esta obra es considerada aún hoy en día, como una de las
obras de referencia en la materia. Su octava y ultima edición, de 1869-
1872, incluyó el Códice Sinaítico como parte de los manuscritos
utilizados.

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