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INTRODUCCION

La humanidad ha navegado diversos viajes intelectuales que le han dado forma al


mundo en que vivimos. Nuestra historia y sus instituciones son simplemente
manifestaciones del proceso, por medio del cual los sueños se van convirtiendo en
realidad. Más tanto lo que nos maravilla como lo que nos aterroriza ha sido
producto de sueños.

El hombre ha sido elegido para realizar sus sueños y al optar por hacer realidad
sus pesadillas se ha condenado a vivir en el terror. Ya que los sueños son parte
de la vigilia, o como dirían los poetas, toda la vigilia es un sueño y, finalmente,
ambos son la meta en la que se desenvuelve la vida. Los sueños de vivir en un
mundo unido son tan viejos como el mundo mismo. Francisco de Quevedo soñaba
con llenar los mares de esponjas para que éstas absorbieran el mar y así los
continentes quedaran unidos.

Los sueños han ido cambiando a medida que la concepción del hombre sobre el
mundo que habita se ha ido transformando. Dicha concepción se encuentra
íntimamente vinculada al desarrollo de la tecnología, la cual ha permitido traspasar
las fronteras naturales. Primero el mar, después los cielos, luego el espacio y
ahora el ciberespacio.

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LA GLOBALIZACIÓN.

Concepto. Se puede definir globalización como el proceso de expansión del


liberalismo económico y el capitalismo con el objetivo de crear un gran mercado,
de dimensiones mundiales, donde las economías nacionales se van integrando en
una economía única de carácter mundial.

Características.

a) La exaltación de la libertad individual como valor absoluto en si mismo,


desligado de su vertiente social o comunitaria, que está conduciendo a un
enorme individualismo. Se hace referencia a los derechos del individuo no
de las sociedades.
b) La defensa de la libre iniciativa, en concreto, de la creación de empresas,
que desemboca en el libre mercado (libertad de comercio).
c) La competitividad como valor a desarrollar, que conduciría a la consecución
del éxito y triunfo individual, que conduce a la situación de “sálvese quien
pueda”. (Si a mí me va bien a quien le importa que a los demás le vaya
mal).
d) El culto al dinero. Incremento de la importancia social que se le da al dinero
y a las personas o instituciones que lo acumulan o manejan. Se 2 trata
como si fuera un dios al que se le rinde culto y se le ofrecen sacrificios
(humanos y medioambientales).
e) La búsqueda del beneficio y la rentabilidad económica, que conduce a una
concepción insolidaria de la existencia humana, la cual favorece la creación
de bolsas de marginación social y económica, es decir, de grupos de
personas que se quedan fuera de los beneficios del progreso económico.
f) El darwinismo social. Parte de la idea de imposición de los más fuertes
sobre los más débiles en la sociedad, y que aplicado a la lógica de la
globalización supone la eliminación de todos aquellos que no se atienen a
las reglas del mercado (personas, grupos sociales, pueblos...). Se trata de
hacer ver que fuera del mercado no hay salvación y que valores como el
altruismo o la justicia social son caducos.

Aspectos.

i. Globalización financiera y empresarial. Es uno de las facetas básicas de


la globalización. La globalización financiera ha llevado a la ampliación de
los movimientos de capital a nivel planetario, los cuales tienen una finalidad
esencialmente especulativa. Esta enorme expansión ha sido posible en
gran medida por el enorme avance de las tecnologías de
telecomunicaciones, principalmente Internet. (Ej. Una persona desde su

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casa con una conexión a Internet puede invertir en la bolsa de Nueva York
o la de Tokio). Otro factor que la ha hecho avanzar la liberalización está en
el menor control de los Estados en la circulación de capitales (impuestos
que gravan los capitales o la identificación de los poseedores de capitales)
Al mismo tiempo estamos asistiendo a un proceso de fusión o
concentración de capitales y de empresas, hasta dar lugar a la formación
de corporaciones empresariales de dimensiones gigantescas con un poder
que supera al de muchos Estados del planeta y cuyo ámbito de acción es
ya planetario: las empresas multinacionales o trasnacionales.

ii. Globalización productiva. Dentro de este ámbito hay que destacar el


fenómeno de la deslocalización, la cual se trata de una política aplicada por
las grandes empresas multinacionales, consistente en desmontar las
factorías que tienen en los países desarrollados y trasladarlas, junto todo su
aparato productivo, a los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo,
con el objetivo de obtener una mano de obra más barata, mayores
beneficios fiscales (pagar menos impuestos) y unas legislaciones laborales,
sociales y medioambientales menos estrictas.

iii. Globalización comercial. El eje básico de la globalización comercial está


en la liberalización del comercio mundial La liberalización del comercio
mundial es promovida por los teóricos del neoliberalismo económico,
quienes afirman que el desarrollo del comercio trae consigo un mayor
crecimiento económico a nivel mundial. Esta liberalización implica que cada
país debe especializarse en la producción de determinados bienes o en la
oferta de determinados servicios y adquirir el resto de bienes y servicios en
otros países. Pero si un país importa más de lo que exporta, en ese caso,
puede pedir préstamos para comprar los bienes que no produce. Para
aplicar la liberalización del comercio mundial han aparecido organismos
económicos de carácter internacional: Banco Mundial (BM), Fondo
Monetario Internacional (FMI), Organización Mundial del Comercio (OMC), -
controlados por los países ricos como Estados Unidos- cuya misión ha sido
la de impulsar la eliminación de aranceles (barreras aduaneras) entre los
países del mundo y de condicionar la obtención de préstamos para el
desarrollo (solicitados por países pobres o en vías de desarrollo) a la
realización de políticas económicas muy duras, que en los países donde se
han aplicado han creado serias dificultades socioeconómicas. No hay que
olvidar la realidad de las reglas del comercio internacional por las cuales el
precio de las materias primas (países pobres) es inferior al de los bienes
manufacturados (países ricos).

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iv. Globalización desreguladora. La llamada desregulación se está
produciendo por la presión que están ejerciendo los poderes económicos
(grandes corporaciones o empresas multinacionales y grupos financieros),
sobre los Estados para que estos tengan cada vez un menor control político
sobre el movimiento de capitales, la producción y el empleo. Las grandes
empresas y grupos financieros se guían por la idea de obtener el máximo
beneficio, sin atender el interés general o los problemas medioambientales.

v. Globalización cultural. En los últimos tiempos estamos asistiendo a una


uniformación cultural favorecida por el desarrollo de los medios de
comunicación de masas (Televisión...), que se manifiesta en fenómenos
como la adopción de las formas culturales de Estados Unidos, la primera
potencia económica mundial (comida basura, música, forma de vestir,
fiestas...)

Repercusiones

El proceso de globalización económica ha tenido efectos positivos, sin embargo ha


acarreado asimismo una serie de consecuencias negativas.

Respecto a los beneficios de la globalización, que señalan algunos entendidos en


la materia estarían:

- Favorecer la integración económica de muchos países.

- Promover el crecimiento económico general. - Incentivar el desarrollo de las


telecomunicaciones (Internet).

En el polo opuesto, el de las carencias o problemas que se derivan de la


globalización hay que indicar:

- Acrecentar, en general, las desigualdades económicas entre los países, ya que


el crecimiento económico ha favorecido a unos pocos.

- En el ámbito la producción y el comercio: el cierre de empresas en muchos


países por no resistir la competencia de los productos importados o a causa de las
deslocalizaciones. La aplicación de políticas promovidas por los organismos
económicos internacionales (FMI) ha tenido el efecto de producir el
empobrecimiento de muchos países.

- En terreno empresarial: El crecimiento y expansión de las empresas


multinacionales, que al contar con más recursos y capacidad para reducir costes,
cuentan con ventaja respecto de las medianas o pequeñas, que no pueden

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aguantar la competencia y acaban desapareciendo. Este hecho da lugar a la
aparición de monopolios u oligopolios, perjudiciales al consumidor.

- En el marco de las legislaciones nacionales: el menor control de los Estados


sobre la actividad de las grandes empresas multinacionales, las cuales tratan de
buscar aquellos países donde hay menos control a sus actividades e incluso en
algunas naciones donde están instaladas llegan a amenazar a los gobiernos con
abandonar sin no cumplen con sus exigencias.

- A nivel tecnológico: La implantación muy desigual de los avances en las


tecnologías de las telecomunicaciones, cuya mayor difusión se está dando en los
países desarrollados.

IDENTIDAD

La identidad es considerada como un fenómeno subjetivo, de elaboración


personal, que se construye simbólicamente en interacción con otros. La identidad
personal también va ligada a un sentido de pertenencia a distintos grupos socio-
culturales con los que consideramos que compartimos características en común.
Ello, en correspondencia con un proceso dialéctico de formación de la propia
identidad, a partir de la representación imaginaria o construcción simbólica de ella
(autodefinición) y la identidad social que se elabora a partir del reconocimiento, en
la propia identidad, de valores, de creencias, de rasgos característicos del grupo o
los grupos de pertenencia, que también resultan definitorios de la propia
personalidad. Es una especie de acuerdo interior entre la identidad personal que
se centra en la diferencia con respecto a los otros y la identidad social o colectiva
que pone el acento en la igualdad con los demás.

Tajfel (1981) ha definido a la identidad social como aquella parte del auto concepto
de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social
junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia.
Asimismo, asocia esta noción con la de movimiento social, en la que un grupo
social o minoría étnica promueve el derecho a la diferencia cultural con respecto a
los demás grupos y al reconocimiento de tal derecho por las autoridades estatales
y los exogrupos. Carolina de la Torre plantea la siguiente definición de identidad
personal y colectiva: “Cuando se habla de la identidad de un sujeto individual o
colectivo hacemos referencia a procesos que nos permiten asumir que ese sujeto,
en determinado momento y contexto, es y tiene conciencia de ser él mismo, y que
esa conciencia de sí se expresa (con mayor o menor elaboración) en su capacidad
para diferenciarse de otros, identificarse con determinadas categorías, desarrollar
sentimientos de pertenencia, mirarse reflexivamente y establecer narrativamente
su continuidad a través de transformaciones y cambios. […]…la identidad es la

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conciencia de mismidad, lo mismo se trate de una persona que de un grupo. Si
se habla de la identidad personal, aunque filosóficamente se hable de la igualdad
consigo mismo, el énfasis está en la diferencia con los demás; si se trata de una
identidad colectiva, aunque es igualmente necesaria la diferencia con “otros”
significativos, el énfasis está en la similitud entre los que comparten el mismo
espacio socio psicológico de pertenencia.”

Asimismo, De La Torre hace referencia a la necesidad de las personas de


construir una identidad individual y colectiva, sobre todo por la sensación de
seguridad y estabilidad que proporcionan. Resulta gratificante el sentido de
pertenencia a diversos grupos humanos, “que se ven a sí mismos con cierta
continuidad y armonía, dadas por cualidades, representaciones y significados
construidos en conjunto y compartidos.” Además, con la siguiente aclaración: “…la
durabilidad, profundidad y sentido de estas identificaciones puede ir desde
pertenecer al club de fans de la Charanga Habanera, hasta sentirse parte de los
sin tierra, de la comunidad latinoamericana, o de la identidad universal del ser
humano. Pero las grandes identidades no necesariamente se contradicen con las
otras, por más complejas que sean las maneras en que se relacionen.”4 Se puede
decir que la identidad colectiva o social por excelencia es la humana. Pertenecer
al equipo humano debería ser tenido como punto de partida (o de llegada) de toda
construcción identitaria o autoconcepto de identidad. A partir de allí, cada uno
puede identificarse con el resto de los grupos sociales y culturas que colorean este
mundo. De este modo, se evitarían muchos prejuicios y discriminaciones. En el
mismo sentido y en contra de la discriminación entre grupos, Pettigrew (1986) ha
elaborado la hipótesis del contacto, afirmando que el trato entre los miembros de
grupos diferentes lleva a actitudes más positivas de unos hacia otros. Para ello, se
debe fomentar la cooperación entre ellos y una posición social aproximada (sentido
de la condición de iguales, de posibles interlocutores). Marcela Lagarde define a la
identidad personal enfatizando el carácter activo del sujeto en su elaboración, que
toma lo que considera necesario y deja a un lado lo que no precisa, del siguiente
modo: “ la identidad tiene varias dimensiones: la identidad asignada, la identidad
aprendida, la identidad internalizada que constituye la auto identidad. La identidad
siempre está en proceso constructivo, no es estática ni coherente, no se
corresponde mecánicamente con los estereotipos. Cada persona reacciona de
manera creativa al resolver su vida, y al resolverse, elabora los contenidos
asignados a partir de su experiencia, sus anhelos y sus deseos sobre sí misma.
Más allá de las ideologías naturalistas y fosilizadoras, los cambios de identidad
son una constante a lo largo de la vida. Sus transformaciones cualitativas ocurren
en procesos de crisis. Por ello, la identidad se define por semejanza o diferencia
en cuanto a los referentes simbólicos y ejemplares. Cada quien es semejante y
diferente. Finalmente, cada quien crea su propia versión identitaria: es única o

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único.” Los cambios de identidad como una constante a lo largo de la vida, que
menciona Lagarde, nos recuerda a Heráclito y su teoría del devenir. Nadie puede
bañarse dos veces en el mismo río. El río fluye constantemente y nosotras
cambiamos inevitablemente con él.

IDENTIDAD Y GLOBALIZACIÓN

En las últimas décadas han coexistido a nivel mundial dos procesos paralelos: la
globalización, por un lado, y la reafirmación de diversas identidades
culturales, por otro. Ambos procesos están interrelacionados, ya que la
homogeneización cultural con la que suele asociarse a la globalización implica una
amenaza a las culturas locales, las identidades específicas. Surge así el miedo a
perder las referencias culturales que definen a las personas, y de ahí los conflictos
y reivindicaciones en torno a las identidades locales o regionales. En este doble
proceso han tenido mucho que ver las políticas de los estados-nación, que en
muchos casos gobiernan identidades distintas en un mismo marco estatal. Para
que el Estado-nación no se convierta en «Estado fallido», es necesaria una
voluntad civilizadora que legitime esas identidades.

Latinoamérica vive intensos procesos culturales como parte del fenómeno


globalizador de las economías que, al homogeneizar patrones de consumo, afecta
a las culturas locales (principalmente a las populares e indígenas), así como a los
mecanismos a través de los cuales los portadores de estas culturas construyen,
modifican y redefinen sus propias identidades. Hopenhayn afirma que “no hay
identidades que resistan en estado puro más de unas horas ante la fuerza de
estímulos que provienen de todos los rincones del planeta”. Para Nelly Arenas “La
globalización aparece como el hogar inevitable, esa gran residencia donde
habitamos todos.” La globalización rompe límites nacionales —cualquiera sea el
grado de desarrollo del país en cuestión— echa sus raíces en todos los lugares, y
ahonda las diferencias de clase. La globalización no desaparece a las identidades
locales, pues si las homogeneiza al mismo tiempo exacerba lo que se ha
denominado “dinámica autoidentificadora”, que se expresa en el estallido de
nacionalismos y en la revitalización de pueblos indios y otros grupos sociales que
encuentran en esa identificación una afirmación local, ya que necesitan raíces en
una sociedad cada vez más transnacionalizada: requieren un sitio donde todo les
resulte familiar, es decir, un sentido de pertenencia. Carlos Fuentes define la
identidad, como lo que “somos ahora mismo”. Al pasado no hay que perseguirlo:
éste nos busca cuando lo requerimos y lo hace como memoria colectiva ordenada
y legitimada, entendible, actualizada y profética. El mismo Carlos Fuentes
afirmaba en una entrevista periodística: José Antonio Mac Gregor está a cargo de

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la Dirección de Capacitación Cultural de la Dirección General de Vinculación
Cultural (DGVC) de Conaculta. Identidad y globalización “México sabe que no hay
un ya fuimos; hay un estamos siendo, vamos a ser, porque seguimos siendo
cuanto hemos sido.” Para Fernando Calderón “América Latina vive tiempos
culturales truncos y mixtos de premodernidad, modernidad y posmodernidad.”3
Quizá sea gracias a esta convivencia que la personalidad cultural de nuestra
región, además de múltiple, sea ambigua amén de metamorfósica, y nuestra
identidad, en sus diversos espacios y tiempos, sea varias identidades, de tal modo
que podamos encontrar en nosotros varios “yo profundos”. La identidad cultural es
sentido de pertenencia y diferenciación que se construye en las prácticas
cotidianas y rituales de una comunidad, creando, reproduciendo y transformando
una producción simbólica a través de dos grandes bloques: la acción social y los
procesos de significación, actos y discursos que se desarrollan a través de la
praxis entendida, a la manera de Paulo Freire, como el proceso permanente de
reflexión y acción que los hombres realizan sobre el mundo para comprenderlo y
transformarlo. Si bien el sentido de pertenencia permite al hombre su identificación
como parte de algo y de alguien que se construye históricamente con un nombre y
apellido, con domicilio en una comunidad y una nación específica, el sentido de la
diferencia permite “observar en otro su forma y oponerla a la propia, fenómeno en
que surge la imagen de lo distinto, de lo ajeno y, no necesariamente por
consecuencia inmediata, la idea de sí mismo”. Así, cada persona se define a partir
de una relación con otro, con esa “otredad” o “alteridad” que le permite ser
diferente. El concepto de cultura está unido a las nociones de “identidad y
alteridad y también tiene una raíz profunda en la configuración del sentido”.
Cultura es el campo del sentido y, “como toda acción humana y su representación
semiótica son componentes del sentido, todo lo humano es cultura. Una
perspectiva totalizadora.” La cultura tiene una vocación universalizadora y
concentra en su seno el proyecto humano, porque desde la cultura se comprende,
se ordena lo humano. Más allá de la cultura se une “lo limitado con lo que no tiene
límite humano”. En la cultura “está el aprendizaje de sí mismo en su relación
vocacional con lo que incluye y rebasa, lo otro, lo más que humano.”

La identidad, sus procesos de construcción y sus diversos objetivos, tienen


indudablemente un papel de extraordinaria relevancia en la construcción de lo
político, vale decir, en la construcción de las hegemonías. Para comprender los
nuevos fenómenos identitarios ya no es suficiente afirmar que la información es
poder, sino entender que hoy por hoy lo que determina el poder es la velocidad,
porque la sociedad se reconstituye a partir de este nuevo vector. “El que posee la
velocidad gobierna con ella.” Según Lechner, estos nuevos ejes sobre los que se
mueve hoy lo real modifican la noción del tiempo, derrumbándose su
estructuración histórica. Si en la modernidad el tiempo marcaba un desarrollo

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donde pasado, presente y futuro eran distintos pero encadenados, y en el
presente podían leerse los signos del futuro, ahora la distribución entre pasado,
presente y futuro se diluye: las experiencias del pasado son cada vez menos útiles
y no hay modos confiables de pensar el futuro. Vivimos en un presente que lo
succiona todo, un “presente omnipresente”. Una cultura globalizada que embiste a
lo local con afanes hegemónicos y lo local que se resiste a desaparecer mediante
mecanismos de sobrevivencia y, a veces, de embate movilizador reivindicativo,
producen una ambigüedad en los modelos identitarios, “en virtud de que la gente
quiere acentuar sus valores locales al mismo tiempo que compartir los estilos y
valores globales”. De ahí que pueda hablarse de una “universalización de los
particularismos” o de la “valorización global de las identidades particulares”.10 Si
ya era obsoleto el afán que pretendía eliminar las formas tradicionales de
expresión cultural para avanzar hacia la modernidad, igualmente absurda resulta
ahora la ingenua aspiración de “conservar” o “preservar” las culturas tradicionales
intentando valorarlas en la dinámica nacional como lo “propio” o “auténtico”. Ese
culto al pasado, a las “raíces” como el lugar donde reside la verdadera identidad
nacional, poco favor le hace a los portadores de las culturas tradicionales
condenadas, bajo estos planteamientos, a quedar reducidas a estereotipos que
asfixiarían hasta el exterminio no sólo su potencial transformador, sino incluso los
mismos procesos de reproducción de lo tradicional.

Podemos entender lo “propio” como lo hacía Guillermo Bonfil, es decir, como la


capacidad de un pueblo para decidir sobre su “cultura propia”, que se constituye
por la suma de elementos “autónomos” (originados por el mismo pueblo), más
aquellos que denomina “apropiados” (que se producen fuera del pueblo, pero que
éste incorpora dinámicamente a su vida cotidiana decidiendo sobre ellos. Un
ejemplo de ello es el manejo que ya hacen varias organizaciones indígenas de
complejos sistemas de informática, incluido por supuesto el uso del internet.)
Néstor García Canclini explica que al constituirse no sólo en relación con un
territorio, sino también en conexión con redes internacionales de mensajes y
bienes, la definición de identidad no debe ser únicamente socio-espacial, sino
socio-comunicacional. Por lo tanto, tendrá que articular los referentes locales,
nacionales y también de las culturas post-nacionales que reestructuran las marcas
locales o regionales establecidas a partir de experiencias territoriales distintas. La
identidad se conforma tanto mediante el arraigo en el territorio que se habita,
como mediante la participación en redes comunicacionales deslocalizadas. Esta
necesaria reconstrucción del concepto de identidad, o deconstrucción de lo viejo,
se fundamenta en cuatro cambios conceptuales: a) el carácter históricamente
constituido y por lo tanto no sustancialista de las identidades; b) el papel de los
componentes imaginarios en la constitución de las identidades étnicas y
nacionales, así como en la caracterización de las diferencias con otras etnias y

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naciones a partir de lo cual la identidad no sería la expresión natural en que se
viven; c) la composición multicultural e híbrida de las identidades particulares de
cada nación o etnia; y d) el creciente rol de los condicionantes transnacionales en
la constitución de nuevas identidades y la disminución de los condicionantes
territoriales y raciales de las identidades étnicas y tradicionales.

O como enunciaba Nelly Arenas la modernidad debe ser leída de otro modo en
América Latina. “La lectura que de ella se haga deberá dar cuenta de nuestras
mezclas y tiempos.” Quizá —continúa— ella sirva para reafirmar nuestras
posibilidades “desde nosotros mismos (y no desde el Occidente, desde donde
siempre nos veíamos)” sin desdeñar lo que de afuera nos viene, sin prejuicios.
“Quizá en esa mezcla resida nuestra capacidad inclusiva no expedita en otras
culturas.” Las actuales condiciones de globalización no sólo generan la
homogeneización y desaparición de lo local en aspectos tan profundamente
arraigados como lenguas indígenas, tradiciones, valores, rituales, formas de
organización, prácticas sociales y recursos naturales, que permitían la
reproducción de culturas ancestrales que inevitablemente han desaparecido.
También ofrecen posibilidades no imaginables para desarrollar la “cultura propia”
aprovechando lo mejor de la modernidad, utilizando todas las vías para una más
rápida y mejor comunicación a través de mecanismos de resistencia que puedan
arraigar en espacios propios o que, incluso, trasciendan el ámbito territorial
vinculando las reivindicaciones de carácter local con dinámicas más amplias;
diversas organizaciones indígenas, ecologistas, de género y defensa de los
derechos humanos ya han dado de qué hablar en materia de “mundialización” de
procesos solidarios. Hoy y como respuesta a la globalización, crece entre los
pueblos una necesidad de autoafirmación de sus identidades que lucha por
preservar, conservar y recuperar aquellos elementos simbólicos de su ayer que les
sirven para entenderse en una recuperación que sólo a ellos les corresponde
decidir y realizar a través de experiencias colectivas y autogestivas. En esa lucha
también han aprendido a incorporar múltiples elementos externos que han hecho
convivir con los suyos a pesar de las condiciones de desigualdad que acentúa la
injusta distribución de condiciones para desarrollarse. En suma, las “identidades
acechadas” sufren derrotas y pérdidas culturales; eliminan, adaptan y recuperan,
imitan, innovan y desarrollan nuevas alternativas y opciones para crecer. Surgen
día a día y por todo el país proyectos culturales que pugnan por un modo de vida
que, sin regresar al pasado, retome de su memoria colectiva lecciones, orgullo y
fortaleza; que sin despreciar la modernidad la haga capaz de actualizar y
refuncionalizar distintos aspectos de su cotidianeidad, vinculándose a fondo con
sus comunidades sin desatender lo que sucede en otros territorios.

BIBLIOGRAFIA

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contemporáneas: conceptos, debate y retos”, disponible en: http://www.psicologia-
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11
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Nelly Arenas, Op. Cit, p. 130.

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