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Tuviste mala suerte, chaval. Fuiste a nacer en el peor sitio para ser blanco y europeo. Y
encima, tus padres son heterosexuales. Joder, es que peor imposible.
Si por lo menos tus padres hubieran sido transexuales o te estuvieran dando hormonas para
cambiarte de sexo, ahora mismo las calles de Londres estarían llenas de coloridas
manifestaciones protestando por tu muerte. Seguramente, al juez que ha decidido que no
merecías vivir le hubieran acusado de transbebehomofóbico o algún palabro similar y
estarían pidiendo su cabeza.
Pero es que sólo eras un niño europeo enfermo. La cosa no podía terminar de otra manera,
entiéndelo.
Pero no te agobies, porque no estarás solo. En el sitio donde estás ahora no te faltarán
amigos de tu edad. Hay muchos. Son todos los niños a los que la democracia considera
prescindibles: los niños asesinados por los bombardeos de los demócratas en Dresde, en
Hiroshima, en Vietnam o en Siria; los niños violados y masacrados por el Ejército Rojo
cuando "liberó" Alemania; los niños palestinos asesinados por el ejército sionista de
ocupación; los niños perdedores como tú.
Descansa en paz, chaval. Aunque dentro de unos pocos días, esa bacinería hortera que
llaman opinión pública se haya olvidado de ti, unos pocos seguiremos recordándote aunque
sólo sea para no olvidar la clase de marrajos asesinos e hipócritas que tenemos enfrente.
J.L. Antonaya