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Derecho Internacional Ambiental (DIA) es una disciplina que involucra al mundo entero en la protección de un bien

común: nuestro ambiente. En AIDA lo aplicamos día a día para ayudar a las personas y comunidades a defender
nuestro medio ambiente y los derechos humanos fundamentales que dependen del mismo. Pero ¿dónde surgió y
cómo ha evolucionado esta disciplina global? Evidentemente, sus reglas no han sido dictadas por una institución
nacional. Se trata más bien de un compendio de declaraciones, tratados y normas —vinculantes y voluntarias— que
se han desarrollado a la par del conocimiento científico y la toma de conciencia del estado actual de nuestro planeta
natural. La historia del DIA se puede dividir en tres etapas, separadas por dos de las conferencias internacionales
más relevantes celebradas hasta ahora: la Conferencia de Estocolmo (1972) y la Cumbre de la Tierra de Río de
Janeiro (1992).

LOS INICIOS: ANTES DE ESTOCOLMO

Antes de los años 60, había poca conciencia ambiental y solo algunas iniciativas aisladas de regulación ambiental
internacional. Una de ellas fue la frustrada Convención de Londres de 1900, con la cual se buscaba proteger la vida
silvestre africana. Esa Convención nunca entró en vigor porque no fue firmada por el número mínimo de partes. Fue
reemplazada 33 años después por el Convenio de Londres de 1933 que fue aplicado en gran parte de África
colonizada con la creación de parques naturales y la protección de especies.
Durante esos años, otras iniciativas se llevaron a cabo de forma aislada. Pero las cosas realmente empezaron a
moverse con el despertar de la conciencia ambiental en los años 60, cuando la opinión pública se hizo consciente de
los peligros que amenazaban al planeta.
Algunos de los eventos que marcaron esta época fueron la publicación en 1962 del libro Primavera Silenciosa (Silent
Spring) de Rachel Carson, el cual documentó los efectos negativos de los plaguicidas sobre las aves y el medio
ambiente; y la divulgación de la imagen conocida como Amanecer de la Tierra (Earthrise), tomada por el astronauta
William Anders en 1968 durante la misión Apolo 8. Esa fotografía es considerada de influencia icónica para el
despertar del movimiento ambiental pues evidencia la unidad absoluta de la tierra vista desde la luna. Escuche aquí
la conversación de Anders con el también astronauta Frank Borman mientras capturaba la imagen.Foto: Conferencia
de la ONU sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo. Fuente: Blog respostas sustentaveis.

LA DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO

Producto de la primera Conferencia de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Medio Ambiente Humano, la Declaración
de Estocolmo (1972), fue el primer documento internacional en reconocer el derecho a un medio ambiente sano
mediante 26 principios, muchos de los cuales han jugado un papel importante en el desarrollo posterior del DIA.
El Principio 21, por ejemplo, confirmó una de las piedras angulares del DIA: la responsabilidad de los Estados de
garantizar que las actividades bajo su jurisdicción no causen daños al medio ambiente de otros Estados. La
Declaración estableció además el Principio de la Cooperación, crucial en el desarrollo ulterior del DIA, al reconocer
que para hacer frente a los desafíos globales de nuestro entorno común, los países debían unir esfuerzos.
También en Estocolmo, la Asamblea General de la ONU creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA), órgano central a cargo de los asuntos ambientales en la actualidad.

ENTRE ESTOCOLMO Y RÍO

Después de Estocolmo, comenzaron a verse cambios en los gobiernos nacionales: se formaron los primeros partidos
políticos verdes, se crearon algunos Ministerios de Medio Ambiente, y comenzó a desarrollarse una importante
cantidad de legislación ambiental local.
En 1983, la ONU creó la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como la Comisión
Brundtland. Su labor se centró en la difícil relación entre medio ambiente y desarrollo y resultó en el informe
Nuestro Futuro Común (1987).Imagen: Logo del informe de la Comisión Brundtland.
En ese documento se acuñó el concepto de desarrollo sostenible —definido como “la satisfacción de las necesidades
de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias
necesidades”—, base que guió la evolución del DIA de ahí en adelante.
En esta época, ya empezaban a manifestarse algunos de los problemas ambientales globales que hasta hoy nos
aquejan como el agotamiento de la capa de ozono, los riesgos para la diversidad biológica y la amenaza del cambio

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climático. La cooperación internacional era absolutamente necesaria y los países desarrollados tendrían que ayudar
a los países más pobres para que la humanidad fuera capaz de afrontar tales desafíos.

En 1987, se firmó el Protocolo de Montreal para combatir el agotamiento de la capa de ozono. Este acuerdo
internacional ha sido un ejemplo de cooperación internacional exitosa, y se cree que gracias al mismo la capa de
ozono podría recuperarse para el año 2050.

LA CUMBRE DE LA TIERRA EN RÍO DE JANEIRO

En 1992, durante esta Conferencia, dos convenciones fueron presentadas para firma de los países: el Convenio sobre
la Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). También
se estableció la Declaración de Río, la cual reafirmó la Declaración de Estocolmo y el programa de acción Agenda 21,
el cual aún guía a los gobiernos y los actores no estatales en las actividades de protección del medio ambiente. Ante
la realidad cada vez más evidente de que eran las actividades humanas en pro del crecimiento económico las
responsables de las principales amenazas ambientales, en Río el concepto central continuó siendo el desarrollo
sostenible. Foto: Cumbre de Río (1992). Crédito: Avizora.

Dos de los principios de la Declaración de Río merecen especial consideración: el Principio de Precaución, la forma
más avanzada de prevención e importante en la conformación del DIA moderno; y el Principio 10, que reconoce el
derecho a la información, a la participación y a la justicia en asuntos ambientales. Hoy en día, un instrumento
regional que reconocerá oficialmente los derechos de participación de los ciudadanos está en construcción en
América del Sur y el Caribe. Ello ya es vinculante para muchos países de Europa y Asia Central por el Convenio de
Aarhus (1998).
El reconocimiento de esos derechos también se considera un hito importante en la construcción del DIA, ya que
explica y muestra el surgimiento de la sociedad civil como actor cada vez más importante y activo en el campo de la
protección ambiental global.

LUEGO DE RÍO Y HACIA EL FUTURO

Después de Río, todos los tratados económicos importantes comenzaron a incluir la protección del medio ambiente.
Un caso ejemplar es el Acuerdo de Marrakech, por el cual se creó la Organización Mundial del Comercio en 1994, y
que fue el primer tratado económico en reconocer las metas de desarrollo sostenible y protección del medio
ambiente.
La Convención sobre el Cambio Climático merece mención especial ya que, desde 1995, sus firmantes se han reunido
cada año en la llamada Conferencia de las Partes (COP). En ese marco, en 1997, se presentó el Protocolo de Kioto
que, a pesar de no haber sido exitoso en mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, fue el primer acuerdo
internacional en establecer obligaciones jurídicamente vinculantes para los países desarrollados.Foto: Cumbre
Mundial de la ONU sobre el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo (2002). Crédito: ONU.En el 2000, 189 países
reunidos en Nueva York adoptaron la Declaración del Milenio, misma que fortaleció la importancia del desarrollo
sostenible al reconocer la necesidad de un crecimiento económico sostenible con un enfoque en los pobres y el
respeto a los derechos humanos.
Dos años más tarde, en 2002, representantes de 190 países acudieron a la Cumbre Mundial de la ONU sobre el
Desarrollo Sostenible, en Johannesburgo, para dar seguimiento a los compromisos de la Cumbre de Río. En esa
ocasión, adoptaron la Declaración sobre el Desarrollo Sostenible, centrada en el desarrollo y la erradicación de la
pobreza con un enfoque jurídico-económico sobre las “asociaciones público-privadas”.
Y en 2012, la ONU organizó la tercera Conferencia sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río + 20, la cual
convocó a 192 Estados miembros, empresas del sector privado, ONG y otras organizaciones. El resultado fue un
documento no vinculante llamado El Futuro que Queremos. En las 49 páginas del documento, los Estados renuevan
su compromiso al desarrollo sostenible y a la promoción de un futuro sustentable.

CONCLUSIÓN: ¿EN QUÉ QUEDAMOS?

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Tras revisar algunos de los hitos más importantes relacionados con los esfuerzos globales para enfrentar la grave
crisis ambiental que vivimos, es inevitable quedar sumida en hondas preocupaciones.Foto: Imagen oficial de los Jefes
de Estado y delegaciones durante la apertura de Río + 20. Crédito: The Guardian.
Las iniciativas globales no han logrado motivar el cambio de rumbo que necesitamos para que nuestro planeta
empiece a recobrar la salud. Así como vamos, nadie asegura que las futuras generaciones puedan satisfacer sus
necesidades como lo han hecho las pasadas y actuales.
Pero, pese a las desilusiones, creo importante seguir promoviendo iniciativas mundiales donde se discuten políticas
comunes y donde el DIA adquiere forma y contenido. Aunque hasta ahora esos espacios no han sido capaces de
frenar la crisis ambiental, han fortalecido el DIA como instrumento para defender nuestras causas, cosa que
aprovechamos cada día en AIDA.
Asimismo, las conferencias mundiales son instancias donde surgen posibilidades de protesta y de concientización
masiva por parte de la sociedad civil global, cada vez más alerta y decidida a defender nuestro ambiente. Hoy en día,
gran parte de la esperanza de cambio está en la fuerza de la sociedad civil, en que las personas del mundo logren
alzar la voz para exigir lo que necesitamos: un cambio rotundo en el modelo de desarrollo que aún guía los asuntos
del planeta y que tanto daño está causando.

Principios del Derecho Ambiental Internacional

El Derecho Ambiental Internacional posee principios que son propios de la protección internacional del Ambiente.
Pero, muchos de ellos son compartidos por otras ramas del derecho, inclusive por el derecho internacional. No
obstante, los que a continuación se reafirman constituyen los principios rectores del derecho ambiental, sin
perjuicio, de otros que están actualmente en surgimiento.13

a) Interdependencia ecológica: En un mundo donde la deforestación en un Estado reduce la riqueza biológica de


toda la Tierra, en que los productos químicos y las emanaciones de gases tóxicos liberados a la atmósfera en un
continente provocan efectos que producen cáncer de piel en otro, en que las emisiones de dióxido de carbono
aceleran el cambio climático mundial, en donde el consumo desenfrenado de lassociedades opulentas agrava la
pobreza en los países menos industrializados, la reorientación de lasdecisiones a nivel planetario hacia la
preservación ecológica y el desarrollo sostenible deben consensuarsey compartirse, requiriendo esfuerzos
adicionales que deben ser soportados por todos, principalmente, porlos países industrializados (Principios 2, 6 y 25.
Declaración de Río).

b) Solidaridad: Deviene del anterior. Los países deben ser solidarios en la pobreza y en la riqueza. La riqueza es
menos riqueza si existe hambre y miseria en el mundo o se daña la belleza de los parques naturales y se contamina
las aguas de los ríos y de los mares. (Principios 7, 5 y 27. Declaración de Río).

c) Cooperación ambiental: No supone la ayuda económica sino la ambiental sostenible, que consiste en la
colaboración para prevenir la degradación ambiental y para evitar contaminación de las aguas, el suelo y la
atmósfera, como así también la cooperación para promover un sistema económico internacional favorable y abierto
que permita llegar al desarrollo sostenible y al crecimiento económico preservador (Principios 7, 9, 12 y 27.
Declaración de Río).

c) Obligación de informar e informarse: Mandato imperativo de la CNUMAD Río´92. Este principio tiene dos sentidos:
la información para abajo y la información para arriba. La primera, la obligación por parte de los Estados de crear las
condiciones para que todos los individuos tengan acceso adecuado a la información sobre el Ambiente igual que el
que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que ofrecen
peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones. Y la
segunda, es que los Estados tienen la obligación de notificar inmediatamente a los otros Estados de los desastres
naturales u otras situacionesde emergencia que puedan producir efectos nocivos al Ambiente (Principios 10, 18 y 19.
Decl. deRío).14

d) Universalidad: La Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados de 1974, en los arts. 29 y 30, estableció
la responsabilidad común para la comunidad internacional sobre los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera
de los límites de la jurisdicción nacional; los recursos de la Zona, considerándolos como patrimonio común de la
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humanidad; como, también, la protección, preservación y mejoramiento del Ambiente para las generaciones
presentes y futuras -principio más tarde receptado en la Convención del Mar de Montego Bay (1982)-. Esta idea, de
que los bienes naturales pertenecen a la Humanidad y no pertenecen a ningún Estado en el sentido de propiedad
clásico -que presupone el ejercicio relativo de esos derechos dentro del ámbito territorial-, se está arraigando como
principio universal estableciendo que la Humanidad en su actuales generaciones -como nuevo sujeto de derecho
internacional público contemporáneo- posea entre sus atributos el derecho de utilizar los recursos naturales sin
poner en peligro la capacidad para servirse de ellos de las generaciones futuras y el deber de velar por su existencia y
permanencia en el tiempo. El Ambiente es patrimonio común de todos los habitantes de la Tierra porque la
Humanidad debe respetar y obedecer las inmutables leyes naturales para, de esa manera.15

e) Regulación jurídica integral: Este principio consiste en la armonización y unificación de las legislaciones a nivel
internacional, por un lado. Es decir, la tendencia a uniformar los regímenes jurídicos de los diferentes Estados y
regiones de la Tierra en relación a las normas jurídicas ambientales internacionales destinadas a la prevención,
represión, defensa, conservación, mejoramiento y restauración. Por otro lado, en la capacidad tanto del legislador
como del juez de tener una perspectiva macroscópica e integradora del ambiente debido a la fragmentariedad de las
normas ambientales (Principios 11 y 13.Decl. de Río).

f) Responsabilidad común pero diferenciada: El principio de responsabilidad común pero diferenciadasignifica que
las responsabilidades deben ser compartidas por todos los Estados debido a las alteraciones causadas al ambiente
como consecuencia del ejercicio de actividades dañinas realizadas tanto por persona físicas y/o jurídicas dentro de
sus jurisdicciones. Pero en vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación del ambiente, la
responsabilidad debe ser diferente. Los países industrializados reconocen la responsabilidad que les cabe teniendo
en cuenta las presiones que sus sociedades ejercen en el Ambiente y de las tecnologías y los recursos financieros de
que disponen. Este tipo de responsabilidad referido a la protección del ambiente no se agota en lo meramente
individual, por ello deviene en responsabilidad colectiva, mancomunada o solidaria. La cuantía e importancia de los
riesgos y la objetivación de la responsabilidad no es objeto de este trabajo (Principio 7. Declaración de Río).

g) Principio precautorio: Significa que los Estados y demás sujetos del DIPC no pueden ampararse enla falta de
certeza científica absoluta para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la
degradación del ambiente. El desconocimiento científico no debe ser utilizado como razón para trasladar a las
generaciones futuras las decisiones que se deben tomar ahora enprecaución de eventuales e inexorables daños al
ambiente (Principio 15. Declaración de Río).16

h) Principio de conjunción: Elprincipio de conjunción significa la unión en un mismo orden jurídico, el Ambiental, de
la norma internacional y la nacional debido a que la internacional es cada vez más nacional y viceversa, la nacional es
cada vez mas internacional. Además, la norma ambiental internacional es «ius cogens» una norma imperativa de
carácter internacional que no puede ser dejada de lado sino por otra norma de la misma naturaleza (Agenda XXI y
Declaración de Río).18

i) La variable ambiental: Significa la introducción de la variable ambiental como principio en el proceso de toma de
decisiones, tanto internacional como nacional. La variable ambiental o el factor ambiental surge inevitablemente
puesto que la problemática ambiental se politiza cada vez más porque exige la intervención directa de los Estados a
través de acciones prioritarias y preferenciales en el campo de la protección del Ambiente. El Estado como sujeto
primario del derecho internacional público tiene una influencia decisiva. Es el órgano decisor en relación a la
actuación u omisión en la materia. De allí la necesidad de incluir al factor Ambiente en la globalidad de los actos y
conductas que incidan directa o indirectamente en ejercicio del poder. La variable ambiental o el factor ambiental
incorporado en el proceso de toma de decisiones tanto a nivel horizontal como vertical está configurado y
comprendido dentro de la interdependencia ecológicaexistente entre los Estados. Ambiente y política internacional
se hallan esencialmente interconectados. Las decisiones económicas y de planificación global contribuyen al
fortalecimiento de las responsabilidades en la protección del Ambiente y éste constituye un problema global que no
puede ser resuelto por un sólo Estado, ni una sola región o continente, necesitando imperiosamente la participación
de todos los Estados. Del grado de incorporación del factor ambiental al proceso de toma de decisiones depende en
gran parte el futuro de la humanidad (Principios 3, 4, 8, 9, 12 y 21. Declaración de Río).

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j) Transpersonalización de la norma jurídica ambiental: La razón de este principio se encuentra en la naturaleza del
Derecho Ambiental que al hacer referencia al derecho del hombre y del Ambiente significa que toda violación al
derecho ambiental lesiona tanto a la persona humana como al Ambiente dando lugar al derecho-deber de su
reparación. La Declaración de Río expresa que los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones
relacionadas con el desarrollo sostenible teniendo derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la
naturaleza (Principio 1). Y, paralelamente, el hombre tiene eldeber de proteger y mejorar el entorno para las
generaciones presentes y futuras (Principio 3).

k) No contaminar: El principio no contaminar -dicho bíblicamente no contaminarás-, surge como reacción a la


increible y a la vez paradójica recepción en la Declaración de Río del principio «el que contamina paga» (Principio
16). Este error u horror jurídico, atribuido a la presión ejercida por el establishment en la Conferencia de Río’92, en
realidad, ha servido para cristalizar en los instrumentos internacionales la cómoda y complaciente figura del
"pagador-contaminador" extendida por toda la Tierra. La regla, la norma, debe ser «no contaminar» y la excepción
que confirma la regla es la posibilidad de contaminar pero en determinadas condiciones perfectamente reguladas y
bajo el control de gestión de la autoridad de aplicación responsable y de los responsables de la toma de decisión de
autorizar dicha emanación o desecho y no como erróneamente se establece en el principio 16 de la Declaración de
Río «el que contamina debe pagar». Y para colmo, la Agenda XXI no sólo no se animó a erradicar el principio "el que
contamina paga" sino que se lo incluyó en el capítulo 8 de la Sección I del Programa de Acción referido a la
«Formulación de Políticas para el Desarrollo Sostenible», encontrándolo como una buena solución para resolver
inmediatamente los problemas ambientales globales, cuando en la práctica industrial es uno de los coadyuvantes de
la contaminación industrial, porque en definitiva las industrias terminan pagando sus tasas por contaminar,
transformando el tan deseado desarrollo en el «mal desarrollo».19

L) Utilizador-pagador: Recientemente se ha comenzado a elaborar el principio "utilizador-pagador". Este principio


consiste en que quien usa los recursos debe pagar y responde al criterio de la internacionalización total de los costes
asociados a las distintas fases de explotación, transformación y uso de los recursos naturales, así como de los efectos
ambientales derivados. El principio es relevante porque subsume al mal llamado principio "contaminador-pagador".

CASO PAPELERAS : ARGENTINA c/ URUGUAY

Las Demandas de las Partes

El Caso sobre las Papeleras instaladas sobre el Río Uruguay fue llevado por la República Argentina ante la Corte
Internacional de Justicia en el año 2006 bajo el Gobierno de Néstor Kirchner. La apelación a este Foro internacional
estaba contemplada en el Estatuto del Río Uruguay firmado por Argentina y Uruguay en 1975 (además de
encontrarse en las competencias de miembro pleno de Naciones Unidas que posee el país demandante).

Argentina alegaba que la autorización unilateral por parte de Uruguay para la instalación pasteras de celulosa en el
río Uruguay se encuentran en violación de las obligaciones derivadas del Estatuto del 26 de febrero 1975, por lo cual
se encontraba en situación de Hecho Ilícito y debe incurrir en Responsabilidad Internacional. Las obligaciones
vulneradas por Uruguay son de tipo procesal (o de forma) y cuestiones operacionales (o de fondo).

En cuanto a las primeras se refieren a los artículos del Estatuto del Río Uruguay que contemplan la obligación de las
Partes de comunicar cualquier acción a realizarse sobre el río. Estos apartados (Artículos 7-12) contemplan el
procedimiento de información temprana y la puesta en consideración de las accionas a la otra Parte interesada. En
cuanto a las segundas (cuestiones de fondo), Argentina alegaba que se han incumplido los artículos 36 y 41 del
Estatuto de 1975 sobre la preservación y cuidado del medio ambiente.

Es por ello que ante la CIJ, Argentina solicitó que se obligue a Uruguay a[2]:

a) Cesar de inmediato los hechos internacionalmente ilícitos y reanudar el cumplimiento estricto de sus obligaciones
en virtud del Estatuto del Río Uruguay de 1975;

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b) Restablecer en el suelo y en términos jurídicos la situación que existía antes los hechos internacionalmente ilícitos
antes mencionados (lo cual implica el retiro de las instalaciones de las empresas ENCE y Botnia);

c) Pagar una indemnización a la República Argentina por el daño causado por estos hechos internacionalmente
ilícitos de un importe que determine la Corte;

d) Proporcionar garantías suficientes de que se abstendrá en el futuro de violaciones al Estatuto del Río Uruguay de
1975.

Por su parte, Uruguay pidió que la Corte falle rechazando los reclamos argentinos, basándose en los siguientes
puntos[3]:

a) Argentina no ha demostrado ningún daño o riesgo de daño al río o sus ecosistema en relación a las supuestas
violaciones de las obligaciones de fondo del Estatuto de 1975;

b) El daño a la economía uruguaya en términos de puestos de trabajo perdidos e ingresos serían sustanciales;

c) A la luz de los puntos (a) y (b), el remedio de desmantelar la planta es desproporcionadamente oneroso y que no
debe concederse.

El Fallo de la Haya

En base a los argumentos y pruebas presentadas por las Partes a lo largo del Proceso, la Corte Internacional de
Justicia de Naciones Unidas dictaminó el 20 de abril de 2010[4]:

1) Por 13 votos contra 1 encuentra que la República Oriental del Uruguay (ROU) ha incumplido con sus obligaciones
procesales que surgen del articulo 7 a 12 de Estatuto del rio Uruguay sobre el procedimiento referente a la
información que se da a la otra Parte.

2) Por 11 votos contra 3 La Corte encuentra que la ROU no ha incumplido con sus obligaciones según los artículos 36
y 41 del Estatuto de 1975 sobre la preservación y cuidado del medio ambiente.

3) Por Unanimidad La Corte rechaza todas las restantes presentaciones de las Partes

En cuanto al primer punto de la decisión, La Corte dejó en claro que Uruguay debió haber informado a la CARU
(Comisión Administradora del Río Uruguay), antes de dar aprobación unilateral, sobre la intención de habilitar un
emprendimiento que pudiera afectar al Río, sus recursos o la población que habita en las cercanías. La Corte
considera que el Estado que proyecta las actividades debe informar a la CARU cuando cuenta con un proyecto lo
suficientemente armado, para que ésta pueda determinar si causará un daño a la otra parte.

En este sentido Uruguay incurrió en responsabilidad Internacional ante un Ilícito. Sin embargo, en la
operacionalización de esta sentencia, La Corte declaró que la constatación de estas violaciones constituye una
satisfacción apropiada, es decir, el sólo hecho de reconocerlas es suficiente indemnización para la Argentina.
Finalmente, el cierre definitivo lo realizaría declarando que la cooperación de las Partes en fundamental para el
cumplimiento efectivo del estatuto y que de aquí en más, la CARU deberá ser consultada con la debida anticipación
sobre cualquier acción que se quiera llevar a cabo sobre el río compartido.

En su segundo punto, resolvió que no existieron violaciones de fondo de las obligaciones emanadas de los artículos
36 y 41 referentes al cuidado y protección del medio ambiente. Los monitoreos, controles de plante e informes de
impacto presentados ante La Corte no han logrado demostrar que los niveles de contaminación de Botnia se
encuentren fuera de los estándares permitidos a nivel nacional e internacional.
Es importante aclarar que la Corte no afirmó que Botnia no contaminaba, sino que la contaminación emitida se
encontraba dentro de los parámetros internacionales permitidos. Por lo tanto, Uruguay no se encontró de ninguna

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manera incumpliendo las obligaciones emanadas del Estatuto de 1975. En palabras de la CIJ: “No se encontró
evidencia suficiente” para resolver sobre la cuestión.
Finalmente, la CIJ terminó por desestimar los restantes reclamos de las Partes al considerarlos fuera de su
jurisdicción. Dentro de ésta área se encuentra las denuncias Argentinas sobre contaminación visual, sonora y “malos
olores”, dado que no son conceptos abordados en los artículos del Estatuto del Río Uruguay del 1975, cuya presunta
violación motivó la denuncia.

Así, el Tribunal dictaminó que la violación del Tratado del Río Uruguay fue de “forma” y no de “fondo”, y por lo tanto
no consideró necesarios ni la reparación monetaria ni el desmantelamiento y traslado de la Papelera. La decisión
tiene carácter vinculante pero la CIJ no cuenta con mecanismos punitivos en caso de incumplimiento de sentencia.
Sobre sus repercusiones: La agenda ambiental nacional e internacional y el desafío de La Corte.
A poco más de una semana del dictado del Fallo sobre el caso Papeleras, pareciera que el interés de los medios de
comunicación sólo se centrara en la relocalización o no de Botnia y el futuro del famoso corte de ruta realizado por
la Asamblea de Gualeguaychú hace ya dos años. Sin embargo, Papeleras nos dejó mucho más que un trago agridulce
y un velo de incertidumbre sobre el porvenir del río Uruguay.

A nivel nacional, el trabajo, movilización y esfuerzos de la comunidad impactada han sido constantes y han logrado
comprometer a la más alta autoridad de nuestro país con la agenda ambiental. Antes del conflicto, las prioridades de
la Política nacional se centraban en diversas temáticas (sobre todo la económica). Con el caso de Papeleras, la
sociedad civil argentina ha logrado modificar las prioridades, añadiendo una agenda olvidada o poco tratada en
Argentina. La lucha de esta comunidad se convirtió en una lucha nacional por la conservación y protección de uno de
los recursos más preciados en diversos foros internacionales judiciales y no judiciales, hasta llegar al máximo órgano:
la Corte Internacional de Justicia. Es de esta manera como la agenda ambiental en Argentina creció y se fortaleció,
vinculándola con el desarrollo de políticas públicas por parte de las autoridades gubernamentales que protejan de
manera efectiva los recursos nacionales y a los ciudadanos.

A nivel internacional, el caso ha tenido repercusiones importantes en dos sentidos. Por una parte, el desarrollo del
conflicto y su apelación a diversos foros judiciales regionales e internacionales y mecanismos no judiciales ha creado
un modelo estratégico para la presentación de quejas y denuncias en todo el mundo. La forma en la que se llevó
adelante el caso fue en múltiples escenarios e involucrando a las Empresas, Gobiernos y financiadores (bancos
privados e instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial). La estrategia logró un éxito inesperado
en la definición de conceptos claves las responsabilidades del financiador (nexo de inversión), la “licencia social” que
necesita para que un proyecto se lleve a cabo o la promoción de evaluaciones de Impacto Ambiental Estratégicas
(trasfronterizas) como herramienta clave para prevenir daños irreversibles al ambiente. En la actualidad, Papeleras
se convirtió en un “caso modelo” para muchos países que se encuentran en situaciones similares.

Por otro lado, presentó en la agenda ambiental internacional un desafío que La Corte (según jueces participantes del
caso) no ha sabido aprovechar. Los jueces participantes del Tribunal a cargo del conflicto argentino-uruguayo, Awn
Shawkat Al-Khasawneh y Bruno Simma han presentado formalmente su opinión disidente resaltando que La Corte
debió haber consultado a expertos científicos para el análisis de las pruebas presentadas[5]. Su desacuerdo se
expresa sobre el punto 2 de la sentencia, el cual afirma que Uruguay no violó las obligaciones referentes al cuidado y
protección del ambiente.

Los jueces afirmaron que “La presente controversia entre Argentina y Uruguay se refiere a una cuestión urgente en
nuestro tiempo, el de la protección del medio ambiente y la salud humana”. Dado el complejo componente científico
que poseía el caso, el Tribunal, utilizando sus plenas atribuciones, debería haber nombrado a sus propios expertos.
Este grave error metodológico ha impedido a la Corte sentar jurisprudencia sobre casos con componentes científicos
complejos. En palabras de los jueces:

Se ha tenido ante sí un caso en el derecho internacional del medio ambiente de un carácter ejemplar, un ejemplo de
libro, por así decirlo, de la contaminación transfronteriza supuesta, sin embargo, la Corte ha abordado de una
manera que aumentará las dudas en la comunidad jurídica internacional si, como institución, está bien situada para
hacer frente a complejas cuestiones científicas…

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Aún así, Papeleras ha aportado a la jurisprudencia de casos de Derecho Internacional del medio ambiente en la CIJ.
Éste órgano no ha tenido que resolver sobre demasiadas cuestiones ambientales, por lo que la presente disputa a
llevado al organismo judicial internacional a conocer y entender los desafíos de los problemas ambientales,
acompañando la agenda internacional actual.

En resumen, el caso de Papeleras, a través del compromiso y movilización de los vecinos de Gualeguaychú, ha
colocado a agenda ambiental dentro de las prioridades nacionales. Paralelamente, ha contribuido en la metodología
de presentación de casos y ha brindado un pantallazo general al organismo judicial internacional por excelencia de
las características de los conflictos ambientales y sus necesidades particulares a la hora de brindar una solución
efectiva. Botnia se queda, también el Caso Papeleras.

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