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2Estaré abi el Fénix? se pregunta Ferndn Sénchez disfrazado de Galin- Ge. criado de don Félix, observando tras una imperceptible rasgadura de & tela del escenario al pablico que se va congregando en el corral. La sccion de asientos, més prdxima al tablado, esté casi lena, y la gente, en == mayoria una chusma tufianesca de rudos jornaleros, lacayos sin librea, seldados de permiso, hampones y malvivientes, sigue entrando en el pol- eso patio para apretujarse, de pie, en el fondo del local. Sanchez se frota 5 manos satisfecho al mirar el ir y venir de los alguaciles entre los asis- Sates exigiendo, a despecho de gruftidos, rezongos y Pprotestas, el precio & Ia entrada a més de un picaro que intenta introducirse sin pagar a la Ssacida. Sin dinero no baila el perro, murmura codicioso. Uno puede Negara buen actor, se dice, sin ser por eso mal empresario. E] hace bien emabas cosas a la vez. Intenta contar siluetas, bultos, y luego calcula, Seme, multiplica. A los treinta y un matavedis de cada espacio en el Genco y treinta y seis en la grada debe afiadir veinte por cada cabeza que =50ma tras el degolladero, la viga que divide las localidades con asientos y =f patio de pie, més veinticuatro por cada mujer en la cazuela. Hace mameros, redondeando cifras para facilitar la operacién, y aunque el mon- == exacto se les escapa, tantea lo suficiente como para frotarse las manos = contento. Eso sin contar lo de los aposentos y las celosfas. Ni los “semos abonados por los espectadores para beneficio del Hospital General. 9 Las cofradfas de la Soledad y la Pasién, propietarias del corral, estarén contentas de haber conseguido permiso ante el. juez protector de hospita- les y teatros para que él, Ferndn Sdnchez Vargas, célebre autor de come- dias, y su tropilla de cémicos interpreten El sembrar en buena tierra, \a obra més reciente de Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, a quien tuvo que pagar quinientos buenos reales por los derechos de representacién. Y aun asi Lope no se los hubiera cedido a no intervenir Lucfa de Salcedo, la Loca, con sus atrumacos y puterias para convencerlo, Cuentan que él hace todo lo que ella le pide. Algunos de sus comediantes lo han sorprendido entrando a deshora en las habitaciones de la actriz sin molestarse siquiera en tocar a la puerta. La noche es capa de pecadores, piensa Ferndn Sén- chez, y més tiran las nalgas en el lecho que los bueyes en el barbecho, pero desvia la vista pata no traicionar su pensamiento antes de advertirles: son licencias que le da su habito, que nadie les oiga murmurar de un religioso y menos si es familiar del Santo Oficio. Los actores se miran de reojo riendo con malicia. Imaginan los rezos del cura y la actriz tras la puerta cerrada, A menos que el buen padre acuda a confesarla, se burlan unos, que mucho tendra ella que contarle; 0 que la esté visitando por érdenes de Sessa, insintian otros, no se sabe si mas cinicos, més piadosos, o con mayor fe en el voto de castidad sacerdotal. El flamante actor empresario esté seguro de que Lope de Vega no viene a buscar a Lucia de Salcedo en nombre del duque de Sessa, ni se encierra con ella para ofrla en confesién. Sabe que se conocen desde hace varios afios, desde que la Loca actuaba en la compafifa de Alonso de Riquelme, gran amigo del mismo Sénchez y de Lope, y por eso esté enterado de ese ttozo de la historia. Pero son anécdotas que no esté dis- puesto a compartir con los otros. Confidencias que pertenecen al Fénix, al genio. Fragmentos de una existencia mitolégica que desborda los limites de las vidas comunes y cortientes para saltar al escenario y confundirse con el teatro. La historia de Lope de Vega, él, Fernaén Sanchez, la conoce tan bien como la suya propia; ha sido testigo de buena parte de ella, y la que no pudo presenciar él mismo la ha escuchado de boca de los farandu- leros viejos, invariablemente repetida con un tono de reverente admira- cién. Imtitil que Lope trate de ocultar los nombres de las mujeres que inspiraron sus antiguas pasiones. Amores, diablos y dineros, no pueden andar secretos, se dice el empresario. De nada sirven los poéticos seudéni- mos, los Marfisas, Filis, Belisas, Celias y Camilas Lucindas, con los que el poeta trata de encubrir, en sus obras, la identidad de sus amances, Todos saben quiénes fueron. E] mundo familiar de Lope estuvo ligado siempre a la comedia y numeros ctores, compatieros de Sanchez mu= chos de ellos, las conocieron y trabaron amistad con ellas, 10 Eso, desde luego, ocurrié antes de que Lope se ordenara sacerdote. Antes de que cambiara los amores humanos por el amor divino. Ahora su vida se comenta en voz baja, lejos de los ofdos de sus numerosos enemigos y; sobre todo, de las largas y temidas orejas de la Santa Inquisicién, de la que el mismo poeta forma parte. Sus circunstancias le han vuelto mds vulnerable que nunca. La acusacién de impiedad 0 sacrilegio pende como una filosa cuchilla sobre su cabeza. Por eso Sdnchez quisiera verlo esa tarde entre la gente, ansioso de que fuera testigo, él también, de la numerosa concurrencia. Tal vez asf acce- diera en el futuro, sin intervenciones ajenas, a venderle nuevos pliegos. Porque si la gente, al anunciarse una comedia, pronuncia la frase magica «es de Lope», queda asegurado el éxito econémico y artistico de la repre- sentacion. Si no que lo diga esa especie de oraci6n que pregonan sin cesar sus admiradores y que ha escandalizado a mds de un alma mojigata: «creo en Lope todopoderoso, poeta del cielo y de la tierra». Y Fernén Sanchez la repite con el mismo fervor, él cree también en el Fénix todopoderoso, aunque por razones que difieren en parte de las del ptiblico madrilefio. El poeta significa para él negocio, dinero para sostener su tropilla de actores, y papeles buenos que sigan consagrando su fama de cémico. ‘Ya pasan de las dos de la tarde, hora fijada para la representacién. El corral de comedias esté lleno. Arriba, en la cazuela, la seccién destinada a las mujeres, éstas respingan y chillan cuando el apretador las empuja para omodar a una que llega con retraso. Nadie presta atencién a la mtisica que termina. Algunos espectadores gritan y silban; quisieran imponer cio para que comenzara la funcién y s6lo consiguen aumentar el ba- Un actor asoma al tablado. Trata de ganarse, con la loa tradicional ln benevolencia de los asistentes, pero al ver que le acogen con burlas é sultos termina refugiandose de nuevo tras bastidores. La comedia est a punto de empezar. Sanchez, sin dar demasiada importancia al alboroto del ptiblico, que ya exige a comeciantes en escena, examina con intensidad a los espec- tudores, esforzdndose en reconocer los rostros en las hileras mas proximas. (ristGbal Ortiz de Villazdn, su primer actor, a quien toca en la obra el papel de x, galdn indiano, le hace una sefia para salir al escenario. Hl empresa pte con la cabeza, Ortiz teme a esos truhanes de mos- ‘jueteros, piensa, y acaso tenga razén. Hay que empezar antes de que los #11104 Ke Conviertan en silbidos. Una vez que se desatan, nada los acalla Jara el final de ta funcién. Hiern fox, acompatiados de Benito de Cas feieio, elamigo fntimo de ele jocoKO que provoca ) representando a Flo- n Félix, Sinchez aparece con un estudiado maciones entre los espectadores, mux 1 chos de los cuales estén ahi para verlo a él, el gran Fernén Saénchez Var- Bas, uno de los cémicos més reputados del momento, gran rival en el favor del ptiblico de la villa de Baltasar Osorio y del bisofio Cosme Pérez, quien se hace llamar Juan Rana. Castro y Ortiz esperan, hasta que se extinguen los ultimos aplausos, para iniciar la comedia con una discusién sobre los méritos y deméritos de la fidelidad. El primero arguye que las mujeres encuentran més attactivo al hombre que galantea varias a la vez. Sanchez interviene para apoyarlo asegurando que los que por vino van, / nunca su dinero dan / en donde ven poca gente, y afiade: GALINDO. De ah{ podras entender, si todas juntas las quieres, que donde ve mds mujeres més quiere cualquier mujer. publico rie de la ocurrencia y Sanchez aprovecha el respiro que le dan las réplicas de Ortiz y Castro, continuando la discusién, para echar otra larga ojeada sobre el mundillo madrilefio congregado esa tarde en el corral. Ni todo lo que reluce es oro ni todo lo que blanquea es harina, osofa atisbando de reojo la abigarrada mezcla de gafianes, bravucones y maleantes, los Ilamados mosqueteros, u hombres de bronce, que contem- plan la comedia desde el fondo del patio. Pardsitos atrafdos por el esplen- dor de una corte que no tiene con qué sustentarlos, pero que si no puede ofrecerles pan, les envia, cuando menos, al circo. Las gradas y butacas, en cambio, estan repletas de pequefios comerciantes y artesanos. Muchos de los cuales aprovechan la ocasién para fingirse caballeros; visten capa, espa- da y daga, y se pavonean intentando impresionar con ellas a las damas de suela, Si Lope de Vega anda pot ahf se encuentra de tapadillo, tras algu- na celosfa, reflexiona Sanchez escrutando la hilera de aposentos; asf Ila- ma la gente a las habitaciones de las casas vecinas donde se han abierto ventanas hacia el corral para rentarlas 0 venderlas a los nobles y ricos que desean asistir en privado a las representaciones. El cémico vuelve a su obsesiva exploracién de los asientos cercanos. Busca a alguien mds: un roscro odiado y familiar que preferirfa no enconerar entre los concu- rrentes. Ortiz de Villazin rechaza, mientras tanto, los argumentos de sus dos acompafiantes y confiesa que, desde su Hegada del Pert, sélo tiene la beldad a cuyas puertas acaban de dete- lac nerse; 12 Don FELrx. Son éstas sus rejas? FLORENCIO. Son. DON Fétrx. jOh cércel que el alma adora! Sanchez toma al vuelo la frase de Ortiz para dirigirse al ptiblico. a con el pulgar las pretendidas ventanas de la dama y dice, entre cémplice y zumbén: Gatinbo. Bien dijo cdrcel que aqui esta el amor por alcaide el desdén por sotalcaide, que siempre al entrar le vi. Es la obligacién grillero, los ojos el alguacil y con su vista sutil son los celos el portero. Es la sala la asistencia; jueces, todo el lugar; relator, el murmurar, aunque esto pasa en ausencia. Escribano, la memoria; procurador, el dinero; que sin él no hay prisionero que salga con la victoria. ptiblico rie de nuevo y aplaude; los mosqueteros, muchos de los conocen sin duda de cerca y por experiencia propia el ambiente deserito por Sanchez, hacen més estruendo que los otros. El cémico les hace una profunda reverencia. {Eso es de Lope! jLa obra alaba al maestro! iQue Gongora y Cervantes escriban, si quieren, para unos cuantos discre- les entiendan, y que sigan de pobres y mueran de envidia y que ! El Fénix sabe lo que la gente quiere, y se lo daa janos Henas, con una gracia y un donaire nunca vistos en otro autor. Para él los aplausos, la fama, el dinero. Pata él ese ptiblico que lo idola- mm, Para él y los actores, como Sanchez, que representan sus comedias, Todavfa se escuchan algunas palmas entusiastas cuando entra en 1 segunda actriz de la Real Compafifa de Fernan Sanchez, Eugenia galas de dofia Prudencia. La acompafia su Inés. Dicen aguardar a un criado que fue a buscarles un coche part dar un paseo, inclina largamence ante la dama, La 13 pluma de su sombrero se arrastra por el tablado. Si coche esperdis, sefiora, le dice, el sol quisiera yo ser, / no por sélo amanecer en vuestra rosada aurora, / mas por prestaros al carro... DONA PRUDENCIA. Basta; que en toda ocasién venis, don Félix, bizarro. Agradézcoos el deseo de suplir la falta mia, Hace un coqueto gesto de resignacién, y afiade con un suspiro: jPoética cortesia! DON FELIX. Mil afios ha que no os veo. DONA PRUDENCIA. jQué buena estuviera yo, si dijérades verdad! Yo cuento la voluntad siempre por siglos. DONA PRUDENCIA. Yo no. DON FELIX. Un instante, una hora es; una hora, un dia, y un dia, una semana, y porffa amor que se cuenta un mes. Un mes es mayor que un afio y aeste paso... DON FELIX. Risas. Eugenia corta con fastidio la relacién de Ortiz: DONA PRUDENCIA. No paséis adelante, que daréis en el mayor desengajfio: que dicen que es el mayor la brevedad de la vida. Don FELix. No os tengais por ofendida de la cuenta de mi amor. cA dénde vais? DONA PRUDENCIA. Ir queria al Prado, Hisea palabra da pie a Ortiz para lanzar una nueva parrafada Lirica en la que compara las gracias de la joven con las flores que adornan los prados, Hugenia de Villegas repite su gesto de aburrimiento, No le interesan ni ld liciones ni requiebros, ella es una mujer prdctica y sus intereses son (ante mas mundanos. Los despliegues verbales, insinéa, hay que de- Jarlos a los poetas: DONA PRUDENCIA. A los tales se concede poder desa suerte hablar, porque no tienen qué dar: la pluma da lo que puede. Pero un caballeto indiano... Verniin Sanchez, al escuchar la Gltima frase de dofia Prudencia, mira 10H consternacién a Benito de Castro. Ya encajé la fulleria, le dice; éste Feaponde que no le debe impresionar / el que sepa una mujer / c6mo ha de wicar dinero, Pues ellas, insiste, una sola cosa aprenden en la vida: en- FLORENCIO, y si dan en estudiar desde que nacen doncellas hasta que mueren sin don, esta Ciencia 0 este vicio, y tienen tanto ejercicio gsabranlo con perfeccién? Tints vex es Benito de Castro quien se inclina para agradecer la ruidosa in de los mosqueteros. Las mujeres de la cazuela se defienden con , chillidos y protestas, Fernén Sanchez responde celebrando también ‘¢/ Ingenio de su amigo. El didlogo continéa mientras el empresario se ‘Piepunta como es posible que el puiblico entienda los versos a pesar del pdndalo, la bulla, la infernal griteria de los truhanes del fondo. Ortiz ~ tlehe fv6n en temerles. De ellos depende el éxito o el fracaso de la repre- 3 hentacidn, Mientras rfan, griten y aplaudan, aunque los actores se des- paliten parw hacerse escuchar, todo va bien. Si algo no les parece, si efivan las reclamaciones, silbidos, pitos, matracas y campanillas... ey cada df Santa Marfa, piensa Sanchez sintiendo un escalofrio al fquellas funciones interrumpidas, sepultadas bajo aludes de pe- , Membrillos, naranjas, trozos de melén y demés proyectiles malo- . Hintrecinco, Ortiz parece haber llegado a un acuerdo con Eugenia ilegs, quien abandona Ja escena seguida de su dama. Sanchez y i se acercan & Ortiz, demostrando curiosidad por saber lo que ha 15 FLORENCIO. {Qué es lo que los dos tratdis? Don FE£Lix. Florencio, amarnos los dos. FLORENCIO. ¢Y camina al casamiento este amor? Don FELIX. Pues claro esté. Mientras Sénchez lanza una graciosa diatriba al matrimonio ruidosa- mente festejada por la turba, Inés, la criada de dofia Prudencia, entra de nuevo en escena con un recado de su ama en Ja mano. Se lo entrega a Ortiz quien besa el papel con manifiesta ternura e indica a la joven que cumpliré al pie de la letra las instrucciones ahi esctitas. Cuando ella se va, Sanchez y Castro se aproximan curiosos intentando averiguar, a hurtadi- Ilas, lo que dice el mensaje. Ortiz se pone fuera de su alcance para leerlo sin intromisiones. Castro pregunta impaciente sobre el contenido y como el galén le responde con ambigiiedad, sin interrumpir su lectura, decide aproximarse sigiloso y asomar la cabeza por encima del hombro de su amigo para leer al mismo tiempo que él. Este lo descubre y se da la vuelta alejindose un poco més. ;Qué dice, por Dios?, insiste Castro, y Ortiz hace un gesto de resignacién: DON FELIX. Dice diecisiete varas. GALINDO. —¢De alguaciles? DON FELIX. De Tabi; trencillas y pasamanos, gran nimero. Castro y Sénchez rien al unfsono. La carta de dofia Prudencia es, en realidad, una lista de materiales que pide a don Félix, como obsequio, para confeccionarse un vestido. Los tres interrumpen el juego fingiendo que algo, oculto todavia a la vista del ptiblico, atrae poderosamente sus miradas. Sanchez distingue la rubia cabeza de Lucfa de Salcedo asomando entre bambalinas, aprestan- dose a entrar en escena, Murmura para sus adentros «la muy puta», y comenta en voz alta: GALINDO. | Brava dama! DON FéLIx. Siempre veo salir esta ninfa a misa con nuevas galas, Florencio, FLORENGIO, Es tiea y bizarra dama, Don Feix, ¢Fl nombre? Frormneio, Celia se Hama 16 {i aparece en un extremo del escenario, elegantfsima, seguida de sy lacayos. A don Félix le sorprende que tan extraordinaria “i contintie soltera. Florencio le explica que el padre, al morir, dejé do en su testamento que su hija deberfa casarse con cierto deudo, suyo, 0 perder toda su cuantiosa herencia. DON FELIX. Y ese deudo donde esté, que cuidado no le da mujet tan rica y hermosa? FLORENCIO. Pienso que en Flandes. Ya viene. DON FéLIx. Dios les haga bien casados; que a mi en diversos cuidados mi dulce amor me entretiene. jVitud ahi el Bénix?, se pregunta Lucia de Salcedo deteniéndose con et mitad del escenario. Castro, Sanchez y Ortiz han hecho mutis i duefia del tablado. Ella parece no percatarse de los murmullos Imircién que su belleza despierta entre el ptiblico. Un mosquetero iit exclamacion de procaz entusiasmo. Los otros rien festejando la ‘iin, Lucia vuelve el rostro hacia el lugar de donde partié el grito. jules ojos azules escudrifian las cabezas asomadas tras el degolla- wusido de icentificar al culpable. Por primera vez, desde que se ja funeién, hay una pausa de avergonzado silencio. La hermosa Iiice un soberano ademan de desprecio y vuelve su mirada hacia las ile los aposentos como queriendo penetrar tras las celosias. La clara U1 crlada rompe el breve espasmo de silencio en el cortal; dice, dove a don Félix: Tuna. Mucho ha reparado en ti ese caballero indiano. CuLiA, Todos reparan en vano pues no hay que esperar de mf. Tita. Tiene agradable persona; enfrente de casa vive. efi ignora el dedo que se levanta sefialando el supuesto alojamiento Iii y dice eon fastidio: CHA, Pues a tu tierra lo escribe. TiLtNA, gEisto ce cansa? Perdona, 17 cEstara ahi el Fénix? Si. Tiene que estar. Le dijo que irfa esa tarde a verla. Aunque ella no esté ya como para fiarse de sus palabras y en esos dias lo haya notado més frio, mds distante que de costumbre, no puede creer que no asista a la representacién. Su tiltima de la temporada en Madrid. El la sabe a punto de partir. Ferndén S4nchez ha hecho arreglos con el conde de Lemos para que la pequefia tropilla de actores, después de cumplir unos compromisos en Aragén, vaya a encontrarlo a Barcelona, de vuelta de su virreinato de Napoles. La ausencia de Lope esa tarde signifi- catia que ha petdido los dltimos restos de interés por ella. Y a Lucfa de Salcedo los hombres no la hacen a un lado asf como asf. No, ni atin el Fénix de los Ingenios. No est4 dispuesta a dejarlo escapar; cuando menos no antes de que le cumpla la promesa de escribir una comedia especial- mente concebida para ella. Si hizo La dama boba, pensando en Jerénima de Burgos, y fue capaz de crear el personaje principal a la medida de esa ramera de poca monta para que se inmortalizara como actriz, gpor qué no habria de hacer lo mismo por ella, Lucia de Salcedo? Algo con lo que sobrepasara la fama alcanzada por Jerénima y le permitiera levantarse, a ella también, hasta los umbrales de la leyenda. Si, Lope de Vega est ahf. De seguro esta ah{. Tal vez escondido en el aposento del duque de Sessa, planeando alguna nueva fechorfa con su sefior. Junto a ella, en el escenario, Liseo y Fidelio defienden a Elena, la criada. Admiran entre ellos, pero con la evidente intencién de hacerse escuchar por la actriz, el garbo y la grandeza de don Félix, su buen gusto en el vestir y la generosidad con que trata a sus amigos. Lucfa‘corta el hilo de sus comentarios con una afirmacién distrafda, su pensamiento ocupado todavia por la idea de que Lope de Vega y el duque de Sessa estén en el corral presenciando la comedia y tienen los ojos puestos en ella. CELIA. Parece que os concertdis. Como si pudiera ser que yo tuviera poder de querer lo que alabdis. Quitdronme la eleccién, y ha de ser fuerza casarme con mi primo. ‘Tal vez estan con la mosca muerta de Marta de Nevares, sospecha de pronco: ni Lope ni el duque parecen poder privarse de su compafifa esas tiltimas semanas, Sf, seguro que la invitaron al aposento, jY al marido! ¢Por qué no? También al tarugo del marido, Si la acompatia a todas partes, Tan honrado y orgulloso como se sience el pobre imbécil por el 18 w cel duque y la amistad del poeta més célebre del reino. No se tu de sus burlas, de sus frases de doble sentido, de los desprecios que “le tween en privado. Sélo lo soportan por acercarse a su mujer. Menudo Hrudillo pone el infeliz al alcance de ese par de lobos. Lo tienen listo para Iw lidia, Al primer descuido le ornardn la cabeza con un astado mayor que _ thle lox roros de Medellin. Pero ;c6mo desconfiar de un sacerdote o del _ Witty alto y noble almirante de Napoles? Si supiera la fama de que ambos min en ln corte. Sessa de vicioso y pervertido, Lope de alcahuete y algo jer Hl conde de Villamediana, quien no la ve con malos ojos y la visita a HWehudlo, tan seductor, tan refinado, tan espléndido, le confié la verdade- fiv00 por la que el duque estuvo en una época expulsado de Madrid. rii/iti las historias de duelos y cuchilladas, mentira la paliza a los al- ‘les, Primero le prohibieron Ia entrada a las habitaciones reales por- jicituba al joven principe a juegos y pasatiempos nada conformes con # sus Majestades consideraban apropiado para la salud y dignidad | litre rey de Espafia. Luego se le alejé con el pretexto de que des- ih Ii aclministracién de sus posesiones andaluzas. Ahora, que se le l/i0) In pena cle destierro y se le ha permitido volver a la corte, se le mira tecelo y sus coscumbres se comentan en voz baja. De Lope se murmura #1 verdadero empleo consiste en proveer al duque de queridas, aunque relencin, cuchichean, no gusta nada més de las mujeres. 1a Hegada de Juan de Valdivieso la saca de sus pensamientos. El Jo ulin joven de la compafifa de Fernén Sanchez hace un Alonso iy Marcial que entra por un extremo del escenario con las botas de manchadas de polvo y lodo, sin haberse quitado las espuelas, HH) Hi fuviera mucha prisa en Legar y acabara de recorrer un camino D lingo. Tras él vienen Herrera, en el papel de Lisardo, y un criado. buwcar una direccién. LINARDO, » Down ALONso. Por las sefias, ésta es la casa Y quien entra en ella debe ser Celia bella. No hay de qué suspenso estés. Bila es sin duda. Lisanpo, vied se acerca a Lucia de Salcedo, Sus movimientos son rigidos, ii) we dletiene ance ella titubeando, sin encontrar qué decir, Ha / que cle este Lugar salf, aventura por fin y afiade: Don ALONse, Con el alma os conoef, si no hay en el alma engatios, 19 y llego a vuestra presencia de dos maneras turbado, port novedad desposado y extrafio por tanta ausencia. Lucia de Salcedo finge sorpresa; responde sin poder alejar de su mente la imagen de Lope de Vega y el duque de Sessa mir4ndola, junto con Marta de Nevares, tras las celosias del aposento ducal. CELIA. éEs mi primo? Don ALONSO. Soy, sefiora, quien por mil obligaciones os ama. En las palabras de Lucfa hay una estudiada mezcla de amargura y frialdad. Reprocha a su primo sus escasas muestras de amor después de tantos afios de ausencia, Luego parece cambiar de opinién y lo abraza: CELIA. Mis brazos os quiero dar, por no dudar de pensar que habéis a Madrid llegado. Don ALonso. En tanto bien es forzoso que se anegue, como en mar, el alma. Valdivieso aprovecha la ocasién que le ofrecen la actriz, y su papel de prometido, para despertar los celos de los mosqueteros estrechéndola con mis fuerza y sensualidad de lo que la escena requiere. Le rodea la cintura y la atrae hacia él con evidente placer. Lucia se deja acariciar, complacién- dose en las vociferaciones, bramidos y exclamaciones de envidia que esta- llan tras el degolladero. Ojala esté observando Lope de Vega, piensa, que vea, que recuerde, que sienta, Crtia. A tanto tardar, bien debéis el amoroso término con que llegdis. Luego mira a su alrededor, como déndose cuenta de que se abrazan en plena calle, y dice zafindose de los brazos de Valdivieso e invitdndolo a su casas 20 CELIA. Mal estamos deste modo. Entrad, pues es vuestro todo cuanto, llegando, mirdis. Don ALonso. ¢Traerdse mi ropa aqui? CELIA. No podré daros posada hasta que esté desposada. Don ALONSO. {Pues hay que temer de mi? CELIA. De vos no; mas pienso yo que a los dos nos esta bien; que atin hay que temer. Don Atonso. {De quién? CELIA, No sé, pero suele un no llegar mds presto que un sf. Don Atonso. Entrad, y haré que mi gente aqui cerca me aposente. ‘se va; hace como que entra en su casa para dejar el escenario Herrera y Valdivieso que se deshacen en alabanzas a su belleza. idores, se deja caer de mal humor en una silla al tiempo que ie Villegas sale de nuevo a escena haciendo, con su criada, un fe lox obsequios enviados a dofia Prudencia por sus admiradores. Jen de la torpeza con que éstos le escriben declarando su amor. hw, como en la lejanfa, un parlamento de Eugenia que resume lefclas y que le suena como una pulla del Fénix a sus detractores: DONA PRuDENCIA. jOh, cudntos hombres se ven, de baja o alta fortuna, que se burlan y hacen risa he de los que al ptiblico escriben; y cuando ellos se aperciben sea despacio o de prisa a escribir algan renglon, salen con mds necedades que letras! etd ah y ha escuchado con una sonrisa complacida las de Hugenia de Villegas. Observa la comedia desde el | ducue de Sessa y no se perdié ni el desplante erdtico ni movimiento de Lucfa de Salcedo sobre el escenario, ¢Por qué sarne ev débil? Lo cierto es lo contrario, La carne es fuerte y el a1 espiritu débil. Esa mujer que acaba de desaparecer tras bambalinas ;qué fuerza tiene que atrae su carne como piedra de imén al metal?, zy no es de carne ella misma? De sutil carne de hembra, densa de noche y misterio. Lope entrecierra los ojos, suefia despierto, desatiende lo que ocurre en la comedia donde dofia Prudencia se percata del movimiento inhabitual del vecindario e interroga a Inés sobre la identidad de los forasteros que inva- den la calle. Aparta la vista del tablado. Sabe que cuando Prudencia se entere de que se trata de la comitiva de don Alonso, el apuesto prometido de su vecina, Celia, a quien tanto detesta, se propondrd conquistarlo. Para atraerlo a su casa fingiré poner en venta unas joyas que el recién llegado pueda comprar a buen precio y obsequiar a su fucura esposa. Lope vuelve la cabeza y se encuentra con la mirada de Marta de Nevares que le sonrfe bajo el selvdtico horizonte de sus ojos verdes. Los rizos negrisimos que le enmarcan el rostro hacen destacar més la blancura de sus facciones. Bl tiene una debilidad proverbial por las rubias como Lucia de Salcedo, pero algo en ese gentil continente le provoca un involuntario estremeci- miento. |Oh gustos de amor traidores, / suefios ligeros y vanos, / goza- dos, siempre pequefios, / y grandes, imaginados!, piensa al tiempo que descubre el catirredondo semblante del duque de Sessa mirdéndolo tam- bién, con una sonrisa entre enigmdatica y burlona. Se pregunta si el mari- do de ella, Roque Hernandez, lo estard observando a su vez, pero no se atreve a averiguarlo. Vuelve los ojos al tablado. Le duele apartarlos de aquella belleza perfecta. Perfecta y distinta de la que admiré en escena instantes atrés. Finge interesarse en la comedia y se entretiene analizando los parecidos y diferencias entre Marta de Nevares y Lucia de Salcedo. Las dos son igualmente hermosas, aunque de bellezas distintas, pero su dis- paridad es, sobre todo, anfmica. La Loca es como él, se dice; ambos participan de la misma alma empedernida de Jer6énima de Burgos y del duque de Sessa, Otro punto en que se asemejan nobles y comediantes, Marta en cambio es un 4ngel de bondad, Ileno de dulzura, incapaz de concebir la menor doblez. A Lope le complacen la compafifa de la joven y los nobles sentimientos que ella despierta en él. ¢Cémo podria definirlos? ¢Una platénica ternura? La ve entusiasmada con ese nuevo mundo que el duque y él despliegan ante sus ojos, pero demasiado fragil para resistir el contacto de Sessa o el prolongado roce con la faréndula, No se talla el fino cristal para frotarse contra rocas de granito. Las risas del ptiblico lo arran- can de sus pensamientos., Festejan la aparicién de Ferndn Sanchez, Benito de Castro y Ortiz de Villazén otra vez en escena. Sinchez parece suftir bajo el peso de los regalos, paquetes, telas y objetos que dofia Prudeneia sonsacé a su amo, Ortiz, muy galdn, hace una profunda reverencia al ver a su dama, 22 Féux. Honraste sefiora, mi pensamiento con el gusto de mandarme; pero no son estas cosas las que quiero que me mandes. Amante soy verdadero, mdndame comprar diamantes; emplea mi voluntad en lo mejor; no repares en mis fuerzas... jie los rayos del sol / me parecen cosa facil / para ofrecerte...», Lope, haciendo eco, en su cabeza, a las palabras de Ortiz y divi- wifi Su pensamiento entre Lucia de Salcedo y Marta de Nevares: DONA PRUDENCIA. A lo menos, Félix m{o, que mfo puedo llamarte, pues tan grande amor me tienes, pues tanta merced me haces, si diamantes es ahora la prueba de los amantes, un apretador me venden que los tiene razonables. éQuiéresle ver? 0 rie con Lope de Vega y los demas ocupantes del aposento. ii un golpe en la frente, admirandose de la destreza de la wablear a sus pretendienctes. Eugenia de Villegas lama al cria- de Hevarse los regalos de don Félix y le ordena traer el tiene guardada la joya. i DONA PRuDENCIA. Bow taux, i Veisle aqui. Bueno y nuevo; gcudnto vale? y (ato se miran consternados. Su pasmo ante la codicia de / i inpenuicad y largueza de su amigo no tiene limites. Yo no he visto apretador que asi parezca apretante. {Dios nos saque deste aprieto! ‘Temiendo estoy que lo pague. 23 DONA PRUDENCIA. Quinientos escudos piden. DON FELIX. Toma Florencio estas Ilaves y saca esa cantidad de donde sabes. FLORENCIO. éQué haces? DON FELIX. Esperarte con el oto. FLORENCIO. Di mejor desesperarte. Lope admira el tono enfatico, la perfecta inflexién que da Castro a esa frase de repudio con la que rechaza cualquier tipo de complicidad en lo que est4 sucediendo. Le ve, cruzado de brazos, negarse a recibir las llaves que le tiende Ortiz y a cumplir su encargo. El galan se vuelve hacia la dama. Inquiere con la intenci6n de Ievarle el dinero él mismo: DON FELIX. Esta tarde ¢dénde iréis? Dota PRUDENCIA. No he de salir esta tarde. DON FELIX. éPor qué? DONA PRUDENCIA. Por no tener coche; y siento tanto el faltarme, que aunque venda cuanto tengo, no he de estar sin él el martes. No es dificil el tenerle. Conforme fuere el comprarle... DON FELIX. GALINDO. dice Sdénchez interviniendo a su vez. Esté a punto de atacar uno de sus parlamentos preferidos en la obra, calcula Lope; el cémico sabe que, al final del mismo, tiene el aplauso asegurado. Su tnica preocupacién es hacerse escuchar con claridad, dominar con su voz el rumor del ptiblico, Le mira hacer una pausa después de la primera frase para comar aire y aclararse la garganta; conffa en que su diccién sera rotunda y perfecta, Esta la corte de coches como el mar con varias naves. Hay coches, utnas flamencas; coches, galeras reales; coches, naves de alto bordo; coches, pequefios patajes; coches, ingleses batiles; coches, cofres alemanes, Perdidos ya los estribos de correr por tantas partes GALINDO. 24 coche he visto de la muerte, que le tiran, sin tirarle, unos caballos de hueso con encetados por carne. Otros hay, tan comedidos, que por no poder pararse, colorados de vergiienza, no hay cuesta donde no paren. Hay caballos de ajedrez con sarna, como estudiantes, y caballos pretendientes, que sélo espetanzas pacen. Por uno de éstos se dij «Caballito ¢cudnto vales?», porque tener hambre y coche, no es coche, sino cochambre. jiitto ensordecedor, seguido de vivas atronadores hacen eco a la fiw de Sanchez. Escarnecidos en p&blico y envidiados en se- hes se han vuelto una de las mayores plagas de Madrid. Todo Ww queja de que dificultan la circulacién, de que obstruyen las ‘jultninan en tiempo de luvias enlodando de paso a los peato- quisieran poseer uno; entre més lujoso, mejor. Hay quie- © venden cuanto tienen, como quiere hacer dofia Prudencia, li vanidad de comprarlo. Por las tardes, en el Prado o en la ‘indo se organiza una ria porque las damas quieren lucirse y los sefiores se animan a dar un paseo, los coches que wcla semejan un torpe ejército de hormigas estorbandose jDeja esos necios discursos, hoy le compro! jDios te guarde! Que le guarde Dios, bien dices, si le afiades: «de comprarle». Tope ignora las visas de la concurrencia, Su pensamiento Jo que sucede en el escenario, Tiene 1a vista fija en una ‘entre lis primeras hileras de bueacas. Alguien que Hamé su fe apluudie Lo mismo que los otros, y por no ponerse en pie eetuban a su lado al cerminar Ferndn Sanchez su cémica 25 diatriba a los vehiculos que infestan la ciudad. Andrés de Almansa y Mendoza, el insoportable secuaz, «hijo intelectual», se dice él, de G6n- gora. ¢C6mo puede un hombre de tan pocas prendas ganarse la confianza de un genio? Bastante malparado estd en la corte el safiudo racionero cordobés, como para todavia tener que ahijar a semejante progenie. Lo imagina en su retiro andaluz. ;Habré recibio su segunda carta? Casi segu- to que si; la mandé un par de semanas antes. En ella se atreve a poner el dedo, la ufia bien afilada, en el punto més sensible de la anatomia de su rival: su talento poético. Le escribié una larga misiva criticando la prime- ra parte de un vasto y ambicioso poema que, por intermedio de ese mis- mo Mendocilla, Géngora hab{fa dado a conocer en la corte varios meses atras. Se titula «Soledades». ¢Cémo reaccionaré ante la violencia de su ataque? ;Qué le estaré preparando como respuesta? Lope tiene presente todos y cada uno de los numerosos versos que el cordobés ha escrito para zaherirle. Por eso no dejé pasar inadvertida la aparicién de «Soledades», Era una ocasién demasiado hermosa y Géngora un blanco demasiado evi- dente como para no asestarle un saetazo. Medité mucho tiempo su carta, Mezclé lo mordaz con lo erudito, lo técnico con lo filoséfico, y le escribié dandole venenosos consejos enmascarados de buena fe, como alguien ho- nestamente preocupado por las extravagantes tonterfas que se publicaban en su nombre. Hubiera querido demolerlo de un solo golpe, que no se levantara més, acabarlo para siempre, y ahora, que no sabe nada de él, su silencio le inquieta. Todos los cafiones de la armada de Inglaterra, piensa Lope, son nada comparados a la pluma del infernal andaluz. Inés, la criada de dofia Prudencia, asoma por un costado del escenario y encuentra a su ama en compafifa de su tenaz pretendiente. Le hace sefias para hablarle aparte y se acerca a avisarle que la esté esperando don Alon- so, el prometido de Celia, quien viene atrafdo por lo de la venta del collar. Eugenia de Villegas se vuelve hacia Ortiz de Villazan y lo despide con una mentira: DONA PRUDENCIA. Un rato puedes dejarme, Félix, que esta aqui el platero, y no quiero que él ni nadie presuma que tti me compras esta joya. Muy bien haces; yo voy a buscar el coche, Y yo espero que me mandes lo que fuere de tu gusto, Sélo deseo agradarte, Don FELx. DONA PRUDENCIA. Don FAnix. 26 don Alonso se deja deslumbrar por dofia Prudencia, y ella # sis artilugios de conquista para enamorar al prometido de su 4 que conseguiré sin gran dificultad, Marta de Nevares prende Jilas de sus ojos en el perfil del autor de la comedia, el reveren- Velix Lope de Vega y Carpio, cuya vista parece llegar més all4 do, hundirse tras de los actores mismos, en la lejania de sus wamientos, le inquieta ese cura poeta de mirar penetrante, labios irénicos , todavia gallardo al pasar de los cincuenta. Le fascinan esas -yaroniles y perfectas, esos ojos grandes entre bondadosos y burlo- ite amplia y la nariz recia. Parece, mds que un sacerdote gentil- 4) gentilhombre con habito de sacerdote. A su lado, el duque de 4) pretencioso vestir pasado de moda, se ve més bien tosco. ‘asi li misma edad, aunque Marta sabe que su excelencia es iis joven, Bfectos del vivir de noche y del ocio y la flojera y la flensa ella a la que también perturban las marcas que afean el fo dle Sessa, Una larga cicatriz corta la mejilla izquierda del ile Npoles bajando hasta deformar el labio inferior. Lope le Je quedaron de las estocadas recibidas en un duelo con el duque , varios afios atrds, Amigos que no se reconocieron de noche, sle una dama, le explic6 el poeta mostrando una devocién 4) seflor: Sessa hizo pedazos su espada en la pendencia que- de su adversario. A Marta, el duque le parece mds bien nia y tomo de inceligencia. El Fénix es todo luz, piensa ella, . tole teatro, todo poesfa; sin embargo la literatura nunca forma ‘soiversaciones con el duque. Este prefiere las historias pican- obscenos y las frases de doble sentido, las que acompaiia con © insinuaciones disimuladas. Su risa es perversa y des- O00 habrin hecho para juntarse almas tan dispares? ¢Y qué los mancendrin unidos? ¢Existiré verdadera amistad entre 4, el poeta encontrarfa sin duda algiin otro benefactor en la 4) tly a su altura. Un Lemos, un Saldafia, un Olivares, a win Wh esplendoroso porvenir por su gran ascendiente fiicipe de Asturias, heredero del trono, Hombres no sdlo Ai fide cultos, avisados y gentiles que el almirante de Napoles. pluce excarneciendo a veces al pobre sacerdote. Lo trata |, (Hi Inmerecida dureza, como para mostrarle a ella quién es el i amblo, nunca pierde el respeto a la alta jerarquia ducal, yevielw hay na Cerna suavidad, una solicieud que roza la del i) Le rife con delicadeza, le aconseja y, para las respuestas mpre frases ingeniosas, a7

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