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fe'lix guattari
politica
y psicoanálisis
terra nova
POLÍTICA Y PSICOANALISIS
Título ongm"al: Polítique et psychanalyse
félix guattari
S"
La cuestión que se ha plan'teado al movimiento obrero revolu-
cionario es la de un desfasamiento entre:
—— Las relaciones de fuerza aparentes en cl nivel de la lucha
de clases.
-— La carga deseante real de las masas.
El capitalismo explota la fuerza de trabajo de la clase obre-
ra, manipula para su beneficio los soportes de la producción,
pero se insinúa igualmente en la economía deseante de los
explotados. La lucha revolucionaria no podría circunscribirse
solamente al nivel de las relaciones de fuerza aparentes. Debe
desarrollarse igualmente en todos los niveles de la economía
deseante que estan" contaminados por el capitalismo (en el
nivel del individuo, de la pareja, de la familia, de la escuela,
del grupo mil'itante, de la locura, de las prisiones, de la homo-
sexualidad, etc.).
Los objetos y los métodos de lucha son diferentes para
cada uno de estos niveles. Los objetivos del género “el pan, la
paz, la libertad . . .” requieren la ex1s'tencia de organismos polí-
ticos que se inserten en el campo de las relaciones de fuerza,
reagrupando por consiguiente estas fuerzas, constituyendo
bloques. Estas organizaciones deben ser “representativas”,
coordinar las luchas, proponerles una estrategia y una táctica.
MgEn tanto ufie_l*a_lucha contra _Melfascis,m_ío\_*g__,_g_d_microscóz'co auel
que se instaur_Va‘_en__elee‘_no_de las m_a'g._u1n'r_,_a3'Md ntes no odrí
recurrir a la intermediac1'o'n__d__e_ “defile_g___adon_s” d,e_‘_‘r‘pe___resentan-
RM..-”. __._.,—._7 ,_.- ---_. _,.aw,_
[lll
12 fe'hx’ guattan'
ke
o a la era pre-te/Lcnoló'ca. Deben, por el contrario,
afrontar la sociedad real, las relaciones sexuales, las relaciones
familiares reales, etc. Pero es necesario reconocer que, por su
parte, el movimiento obrero organizado se ha negado, hasta el
presente, a ocuparse seriamente de su propia contaminación
por el poder burgués, de su propia polución interna. Y ningu-
na ciencia constituida podria, en la actualidad, prestarle ayu-
da en esta vía; ni la sociología, ni la psico-sociología, ni la psi-
cología, y menos aún el psicoanálisis, han asumido el relevo
del marxismo en este dominio.
El psicoanal'isis, bajo la apariencia de una ciencia, propo-
ne como normas insuperables los procedimientos mismos de
la subjetividad burguesa, a saber: el mito de una castración
necesaria, la sumisión al trian'gulo edípico, _______rp______-una
interetación
14 fe'lix guattan'
“el W
' ' te de toda situacíón’Lue_”J____p_*tlendeaseararl'a devsus
implicaciones sociales reales.
todo lo que-el
wii len a'e lleva a cabo m' ' elació
abstracta entre los individuos; Un grupo, una clase, no están
constituidos por individuos; es el dominio de las relaciones de
Wwwwducciónca italistas sobre el campo soc1a'l del deseo lo ue
produce un flu'o de individuos descodificados, como condi-
RAMJCÍÓD
de catación de la fuerza de traba'o.
y Whabría
sido inconcebible
l
del derecho común tuviera un determm'ado sentido politico,
r ue los homosex
ran manifestarse en la calle¿“W
'-
defender su articular 0'-
A_p__\_vc10nconresectoaldes"eo. La lucha de liberación de las.
t_muj_____¿'eres la lucha contra la represión psiquiátrica, etc., han
PcmLáflwlvambiado
Whido
comletamente de sentido y de método. Los pro-
blemas pues se plantean de otro modo, pero __q____)_sin
realmente una “fract a”; questo
es 'do a la ausencia
ue ha'a
WMde
una an má um'a revolucionaria. Cierto número de repre-
sentaciones dominantes contln'úan ocasionando daños enel
seno de los propios grupos revolucionarios. Estos han empren]
dido la critica del burocratismo de los sindicatos, de los pare
tidos; han puesto en duda parcialmente el principio de la
“delegación del poder” al partido de vanguardia, asi como el
sistema de la “correa de trarsmisión” entre las masas y el par“
tido, etc. Pero continúan prisioneros de muchos prejuicios de
la moral burguesa y de las actitudes represivas con respecto
al deseo. Es esto tal vez lo que explica que en mayo del 68 no
haya habido una contestación al psicoanal'isis como ocurrió
puc'oanal'isis y polz'tzc'a 17
m'/ere_c_‘e_rnm_a_gon¡.W31derac10ncentral"'en la.act1v1da_p_____d
011t1c_,__ga
351-
nandoselegsMunafllmfiportuancm__Ltan ande ____*__CL__J,.como
a cualuler otra
____,__g“fi___fltarea
de oranización, c_uLal___’__qfi________p____quiera
ue ésta sea tan imortante
como enfr_e_nt>ar__4pal_o_de____g1¿_J_p_at__L___p__Lr
burés al ro'n a la oh'c' . . .
La lucha debe ser Hevada hasta nuestras propias filas, con-
Ptra nuest_,p__p__L_____s_ra
ro ia olicía m'terior. No se trata de un frente
¡sechggmund' como ciertos maoístas lo consideran, o de una
lucha c_o‘m,p_lementaria, de una lucha m_g____arm'al. Mientras se
mantenga la dicotomía entre la lucha en el frente de clase y la
lucha en el frente del deseo todas las recuperaciones son posi-
bles. Es deplorable que después de mayo del 68 los mov1m'ien-
tos revolucionarios no hayan comprendido la importancia de
la falla que se reveló con la lucha estudiantil. De un solo
golpe, estudiantes y jóvenes trabajadores “olvidaron” el res-
peto del saber y del poder de los profesores, de los capataces,
de los responsables, etc. Rompieron con cierta forma de
sensatez del pasado y abrieron una nueva via. Y bien, todo
esto fue cargado a la cuenta delMesontanersmofonnatransr"-
vtoria dewfilaexpwresión Wuedeborf0'-
vtrali,2_ald_,ca_s\_d*_g___ecme
oraniza". El deseo surgió entre las masas: se
le dio su lugar. No se consideró que este era el objetivo per-
manente de todas las luchas económicas y políticas.
Cuando se trata “ENmarxismo de freudismo, lo ue e.
presenta ante nosotros Wes
un cierto '
deTreudydelostextoWs
m_
de Marx. Considerados en ese plano,
_/_,——g
18 fe'h'x guattan'
'
La cuestión es saber qué uso se hará de ellos. Hay, como
,I. para cualquier enunciado, dos tipos de usos posibles, creo yo.
Un uso que se servirá del texto en su calidad de punto de refe-
Á rencia para el esclarecimiento de las conexiones sociales rea-
les: el encadenamiento de las luchas; y un uso que tenderá
a rebajar, a reducrr', la realidad al texto.
Estoy de acuerdo con la intervención del camarada que
hace un momento subrayó el aspecto, finalmente muy dogmá-
tico, de una serie de exposiciones acerca de la relación entre
marxismo y freudismo.
Pienso que no sera' posible salir de este atolladero sino
expresándose sin reticencías respecto a la realidad de las luchas,
pero de las luchas efectivas. ¿Cual' es la posición, por ejemplo,
de Jervis en el momento actual en relación con el Partido Co-
munista Italiano, respecto de las diferentes tendencias del
mov1m'iento revolucionario y las distintas corrientes que exis-
ten ahí donde lleva a cabo su trabajo? ¡De eso no nos habla!
Vayamos aún más lejos: ¿cuál es la política que él lleva hasta
el seno de su unidad de trabajo, al seno de su entorno fami-
liar, etc.? ¿Será posible esclarecer los problemas politicos
reales tanto en el plano de la lucha social como en el plano
del deseo? ¡'MMi'entrawjeWs
se man ' 'nción entre vida ri-
Mada vida úblwlc'wa, nujLuMase saldrá de ahí!
Esclarecer los compromisos politicos, los compromisos de
clase, si esto no constituye sólo una forma de refugiarse en el
discurso, se convierte en sinónimo de hablar de ellos en el nivel
de la práctica más inmediata, se trate de una práctica de mtl'i-
tantes, de una práctica de médicos o de una práctica famth'ar,
conyugal, etc.
psicoana'lísu' ,y política 19
pwoliticadel"'_cieseo y un‘p____a
olitica__rev-Nrohcionaria, pero solamen-
te a par'tir' del momento en que se pongan las cosas “sobre la
mesa” o, como se dice en francés: les p'z'eds dans le plat.
Me ha interesado mucho el debate de hoy. Me da la impre-
sión de estar situado más cerca de las realidades políticas de
Italia. Me llamó particularmente la atención la última inter-
vención, y me gustaria recoger algo que se ha dicho y que no
me parece en absoluto obvio: esta idea, en suma, de que el
dilema se formularia en términos de una politica de “la alter-
nativa psiquiátrica” (reformista) o de una política psiquiátri-
ca que seria de principio revolucionaria. Se tendrían entonces
dos campos: en un lado se podria ubicar a Jervis y, tal vez,
a Valtouchi; en el otro, por ejemplo, al S.P.K.
Parece ser que el problema, desgraciadamente, no es tan
simple. La lucha que se confronta, desde el momento en que
se quiere pensar una politica del deseo, no se circunscribe ya
a un solo frente, a un solo enfrentamiento entre el capitalis-
mo y la clase obrera. Creo que hay una multitud de frentes en
la medida en que la clase obrera y las organizaciones del movi-
miento obrero están contaminadas por la subjetividad de las
clases dominantes. No basta “ir a los obreros”y hacer referen-
cia a los clásicos para salir de la represión burguesa en el fren-
te del deseo. En este sentido no puedo asimil'ar, como lo ha
hecho Jervis, los intereses objetivos de los trabajadores, con
su deseo. Los intereses de la clase obrera americana, por ejem-
plo, pueden ser objetivamente fascistizantes desde el punto de
vista de una politica del deseo. La lucha sindical de defensa
de los m'tereses, por legítima que sea, puede ser también per-
fectamente represiva respecto del deseo de toda una serie de
grupos sociales, de minorías étnicas, sexuales, etc. Creo pues
que es preciso no hacerse ilusiones acerca de una alianza poli-
tica entre una corriente psicoanalitica de vanguardia, que
creería haberse liberado de la represión psiquiátrica, y las
organizaciones actuales de la clase obrera. No se sale del hos-
pital psiquiátrico cuando se va hacia la clase obrera: se entra
20 fe'hx' guaraní
JWüOJLNMbI
ero dos drr'ecciones, dos oli'ticas, SOJn osibles_a_pwart1r_'
de este encuentro. Una es que se utüice a las palabras como
pcvfiïáosasomenolas al servicio de las intensidades de cualquier
naturaleza; el pequeño mn"o dice: “voy a arrancar la cabeza a
mi hermano", pero en seguida prosigue con cualquier otra
cosa muy dif'erente: le gustaría ir con él a la luna; es posible
darse cuenta de que odia a su hermano, pero que al mismo
tiempo lo ama; en resumen, que no sabe lo que quiere, que
es polim'orfo, ambrv'alente. ¿Pero debe considerar'selo por eso
como perverso? ¿Arrancar la cabeza a su muñeca, tener ganas
de acariciar el vientre de la madre son cosas que tienen real-
mente que ver con objetos completos? ¿involucra esto una
responsabilidad del nm"o como tal? ¿Concieme esto, por
ejemplo, al valor económico de la muñeca? Es ésta una
política que reduce las cosas a las palabras de la ley. Se co-
psicoanal'u'u' y política 25
W
negación. La negación está siemp_____g____‘\___/__re
“4-
liada a la posición de un
3 de un ob'eto y de un referente. E\_s__'____p_l
VWQMsujeto, deseo, como ura
inf/Wensidad
no conoce ni sujeto ni objeto es flu'o e intensi-
viduos, conWe
ac10nes e o JCtOS y
“¿T
e AintenidadmesSObÏS
mvímmasetoasmlarge-“,3- gue harian"isalfigirval dr,e,SiC.O_-dCHCSÍa.
Mmy,,z
gilles deleuze
Permítaseme presentar solamente cuatro proposiciones que
conciemen al psicoanah"sis.
La primera es ésta: cómo el psicoana'hs'ls' impide toda
producción de deseo. El psicoanal'isis es m'separable de un
peligro político que le es propio y que se dis'tm'gue de la
amenaza que cu'cunda un'plícitamente el viejo hospital psi-
quiátrico. Este constituye un lugar de reclusión localizado.
De alguna manera, el psicoanalista tiene la posición del mer-
cader en la sociedad feudal según Marx: funciona en los poros
libres de la sociedad, no solamente en el nI\"el del gabinete
privado, sino en el nivel de las escuelas, las instituciones, la
secton'alización, etc. Este funcionamiento nos coloca en una
situación sm'gular con respecto a la empresa psicoanalitica. El
hecho es que el psicoanal'isis nos habla mucho del m'conscien-
te; pero de alguna forma, es siempre para reducirlo, destruir-
lo, conjurarlo. El m'conscíente es concebido como una contra-
consciencia, un negativo, un parasitaje de la conciencia. Es
el enemigo. Wo es war, 5011 ¡ch werden. Se ha traducido: “ahí
donde ello era, ahí como sujeto debo advenir" —ello no cam-
bia nada, incluido el 5011. ese extraño “deber en sentido mo-
ral”—. Lo que el psicoanal'isis llama producción o fomiación
del m'consciente, está constituido siempre por fracasos.
conflictos imbécües, compromisos débll'es o burdos juegos de
palabras. Cuando ello triunfa, se trata de sublimación. de la
desexualizacio'n, del pensamiento; pero, lo que es mas" impor-
tante, en nm'guna ocasión se tratará del deseo ——el enemigo
[29]
30 gilles deleuze
e,
¿formidable producción de inconsciente, y no hay muchas
¿Ïotrasz ello nada tiene que ver con' un Zapsus o con un acto
kfallido. El inconsciente noooesnnnrsmujeto gaueproducu”íaretoños
en la conciencia, es un objeto de producción, es e'l quien debe
ser producido, conula condición de que no se vea uno impedi-
do para hacerlo. Más bien: no existe sujeto del deseo, asi
como tampoco existe objeto. Unicamente los flujos son la
objetividad del propio deseo. Deseo, nunca existe suficiente.
s- .__..-—— -Ññv
El deseo esel Sistema de signos asignificantes a partir de los
cuales se producen flujos de inconsciente en un campo social
histórico. Nunca surge la eclosión del deseo, sea cual sea el
lugar (pequeña famll'ia o escuela de barrio), sin que se tambn-
lee el aparato o se ponga en cuestión el campo social. Eldeseo
es revolucionario porque quiere siempre más conexiones. El
psicoanal'isis corta y abate todas las conexiones, todos los dis-
positivos; es su vocación, odia el deseo, odia la politica. Pros
ducción de inconsciente = expresión de deseos = fornmcio'n
de enunciados = sustancia o materia de intensidades.
.t ' ‘ ’ ’ ' .1
La realizacmn fonetica de la cxpresron Bouche: du Rhóm: puede encontrar
una 3501194210" C100 ¡a Palabra daronne que es un término común para designar a la
madre. del T.,
proposiciones so bre el psicoana'hs'is 35
la interpretación
de los enunciados
gilles deleuze
félix guattari
Claire parnet
andré scala
En el psicoanal'isis de niños se ve todavía mejor que en cual-
quier otro psicoanah"sis cómo los enunciados son aplastados,
asfixiados. Es imposible producir un enunciado sin que se le
abata sobre una rejilla de m'terpretación concluida y previa-
mente codificada. El nm'"o no puede salir de ella: se encuentra
“derrotado” de antemano. El psicoanal'isis es una formidable
empresa para impedir toda producción, tanto de enunciados
como de deseos reales. Tomamos tres ejemplos de niños por-
que en ellos es donde el problema se hace más evidente: el
famoso juanito, de Freud; Richard,* de Melanie Klem'; y
Agnes, como ejemplo de sectonz'ación actual. Las cosas van
de mal en peor. +W‘LW.5
Ponemos primero lo que dice el niño, y a continuación
lo que el psicoanalista o el psicoterapeuta entienden, o bien
fabrican. Queda al lector la tarea de juzgar la enormidad de
la separación que, bajo las apariencias de la significancia y la
interpretación, marca un ma'xnn'o de represión, de traición.
Este trabajo de comparación que se ha hecho sobre tres
casos de niños ha sido realizado en grupo (G. Deleuze, F. Guat-
tari, C. Parnet y A. Scala) con la esperanza de que grupos
* La traducción sigue los textos tal y como han sido publicados en español:
pam el caso de Freud, se han tomado las Obras Completas en 3 tomos, Biblioteca
Nueva, Madrid, 1973; para la versión de Melanie Klein, se han tomado las Obras
Completas en 6 volúmenes, Paidós, Buenos Aires, 1976. El número entre parénte-
[les' cdorresïonde a las pag'ma's donde aparece la cita en las ediciones respectivas.
. el T.
[41]
42 delcvze-guattanïpmet-scala
JUANITO. 5 AÑOS
HU'LUI)
JUANl'l'O
FREUD
3‘. bon tres errores que recorren los textos de Freud recogidos bajo el um!“-
La me sexueile, FJI}.
ínterpretación de los enuncm'dos 47
JUANITO
FREUD
5. Freud ne'ne claramente el presenum'len'to de aquello que combate: que “el ea-
ballo había sido siempre pan Juanito un ejem'plo del placer del movtmae"nto"
(1436); Y que "la fantasía de Juanito crea bajo el m'a de lo: "tapones" (subra-
ledo por Freud) (1408). Freud hace los planos, reproduce la Win, es deck.
es el' mnm'o qme'n marca Im movun'le'ntos de destern'tomhns"‘w"n y las líneas de
fuga líbidm'alu (por eje'mplo el ¡ano meme-depósito [1387]; y d plano pan
el caso del Hombre de las ratas {1469]}. Pero el dibujo-'pmgnma es ¡emm de
mm'edn'to por el un'ema fantasna-m'terprrmeno"n—man‘tomhnao""n.
50 deleuze-guattari-parnet-scala
JUANITO
FREUD
será, una vez tras otra y cada vez mas' profundamente, madre,
padre y, después, falo. O mas' precisamente:
l) La angustia está ligada, en prm'cipio. a la calle y a la
madre (“ ¡le falta la mamá en la calle! ”).
2) La angustia se transforma, se fija, se profundiz'a como
miedo de ser mordido por un caballo, fobia del caballo ligada
al padre (“el caballo debía ser su padre”).
3) El caballo es una gran cosa de hacer pipi que muerde.
De esta forma el u'ltlm'o dispositn'm de Juan, su ul'tim'a tentati»
va de destem'ton'ah'zación como devenir-animal, es fragmen-
tada para ser retraducida en términos de territorialidad de
famflia, como triangulación farnil'iar. ¿Por qué es tan impor-
tante desde este punto de Vls'ta que la madre se desplace haua'
el padre y el padre hacia el falo? Porque la madre no debe (115.-
poner de un poder autónomo que permitiría la subsistencia
de una dispersión territon'al; hemos visto que aunque la
madre domin'e, el poder de la famil'ia es faloce'ntrico. Por lo
tanto, es necesario que el padre sostenga a su vez su poder del
falo eminente, para que la triangulación se realice como ope-
ración estructural o estructurante. Es solamente con esta
condición como el deseo castrado podrá socializarwe y subli-
marse.
Lo esencial para Freud es afirmar que el deseo se reprm'ie
a si mismo. Para lo cual, es preciso mostrar que el deseo no
soporte las “intensidades”.° Freud tiene siempre presente el
modelo histérico donde, como bien lo habia observado la
psiquiatría del siglo XIX, las intensidades son de'bües. Como
consecuencia, será necesario fragmentar las intensidades para
impedir' su libre Cir'culación, su transformación real; es pnecim
inmovüizarlas, cada una en una especie de redundancia signs}
ficante o simbólica (= deseo por la madre. deseo contra el
padre, satisfacción masturbatoria); es preciso recomponer un
sistema artificial donde giren sobre el mismo sitio. Es pR‘CiSO
mostrar que el deseo no está reprimido sino que se reprime a
si mismo, tomando por objeto aquello que en su esencia
***
MELANIE KLEIN
7. Entre muchos otros ejemplos, el dial'ogo de Juan con su padre: “Pero (un
niño) puede pensadas". “No está bien que las piense”, responde el padre. “Pero
si lu ple'nn, está bne'n que las piense para escn'bir'las al profesor" (1401).
8. Melame' Klem', Relato del pne'oanlasxs" de un nm"o, en Obras Completas.
vol. 5, Paidós, Buenos Au'es.
interpretación ¡le las enuncta'dm 53
RICHARD
MELANIE KLEIN
‘g‘
L.
‘l'udu mln durante 47.") ¡n'igiuzm Richard está sdmgmlo y el
Ic-cmr sumido cn cl hzuiliu. Richard será l'mgrncnladu, (,ow'du
cn un ¡m'rcililc V/urcz'ng. arrimmimlu rn cl galrincir. de la «rn?»
ru K cn funnu artificial: pcnr que cn la Íwnilia, pam qua .rri
la cscuclzr n u través dc Im. periódicm. N.’um.a ha hai'u'dn mcjur
muestra (lc que cl ninn nn licnc cl derecho dc hucr puli'I,k'.-a:
se sohrccnli(:mlc que la guerra nn cs nula par'a un n1n"'o; para
la libido del niñn sólo cuentmn “sus pulsiunm dmtmuim”.
lis preciso entonces confirmar este hecho: la conccpa'ón
klcininna dc los ubjcuis parciaJ'cs, lejos dc ¿i'm'r la vana/ha
frcudiana, refuerza, pnr cl contrario, [adn cl famüim'smo,
clcdipismu, cl í'aJ'n(,'(#___'__L__p_____Lp_L______cntrismu
rm in dt: ‘icnan'al'isic.
La whom¡acncnntmd'o medios todavía mas" dn'cctm
par'a sacar partido dc los afectos, amuncda' los afectos como
fantasmas c interrumpir ¿J' niño pwa ¡'mpcdirlc produar'
sus cnunciadns. Y las manes son muy simples:
l) La teoría dc lu posiciones está hecha pava conducn'
al niño dc su posición pardn'nidc-maquims'ta a una posicu'ín
dcprcsiva donde la familia vuelva a encontrar un papel dc
unificuión, dc integración pcrsonológica y estructummc
que val'c para todos los demas' dispmitw‘m.
2) La señora K toma prestad'os sus conceptos bipolarcs
a la escuela: el buena y el malo, todos los dualismos dd
bueno y del mal-n. Su gab'inetc cs al mis'mo tiempo una 52h
dc clases y una rccam'ara de famil'ia. La señora K da la kc-
ción. Esta cs la novedad de Melanie: a los nm"os no sc les puc-
dc acomoda en un dn' ¿n que sea equivalent: a la cama farm?
liar, es necesario un cquw'al'entc a la escuela. El pnc'oanahsn'”
dc niños no cs posible sino a esc precio (lo que Ana, la hija de
Freud, no habia comprendido).9 La señora K interpreta,
pues, la familia a partir' dc la escuela, cngrosa la famüu' con
la esmcla.’ Pero tmbm’h dota a la famün' dc fuerzas emma}
les que ¡a th'C‘fl capaz dc desviarse y recuperar todas las cz!-
gas lüridinalcs del Socius.
***
AGNES, 9 AÑOS
10. Ignorancia del cuerpo sin órganos por Melanie Klein, quien lo sustituye
por organos sin cuerpo.
interpretación de los enunciados 57
ACNES
SECTORIZACIÓN
AGNES
félix guattari
Las categorías de Hjelmslev seran' ut1l'izadas aquí solamente
como un m'tento para mostrar la posición del significante en
la institución; posición que pasaría m'advertida si se partiera
de la situación analítica clásica.
Es preciso recordar que la distinción que él hace entre
_‘___p_______y___*_____.la
exresión y el contenido es recortada por una tripartición
entre materia____fl___J
la la sustancia y la forma. Nos apoyaremos
esencialmente en la oposición que establece entre la materia
de la exresión y materia del contenido) y la for-
(___________p___materia
mación de las sustancias semióticas.
Lo que yo quisiera señalar aquí es que mientras las se-
miologías de la significación funcionan en los cuatro estra-
tos constituidos por el recorte que sobre la expresión y el
contenido hacen la sustancia y la forma, las semióticas a las
que nos vemos enfrentados en la psicoterapia institucional
usan, además, las dos dimensiones de las materias no semió-
ticamente formadas; a saber: el sentido, como materia del
contenido; y el continuum de los flujos materiales, como
materia de la expresión.*
Para Hjelmslev, una sustancia es semióticamente formada
cuando se proyecta la forma sobre la materia o el sentido,
“como un cordón tendido proyecta su sombra sobre una
[63]
64 fe'hx' guattan'
foWlngueraalnarelacmnesde"IerL/aruizaciom.sm‘e'gacwmUna ¡ \
ciuto tl'v__fl/__O
de ma'uina dmgnnLq'n__c_51;'v'e de sfiorporte.a.ma'.-,
qum'as abstractas que conforman el dis'pos1'vt_1'wvn_o_d__‘el”o_s*_‘glcomle-
LWCXCHCÏCO.'JUCOFN. 'Se‘ Haga; un punto donde af!
misma distinción entre máquinas de signos y ma'qum'a técnico-
científica deja de ser pertinente; la m'vención de un nuevo
tipo de cadena química o el descubrimiento de una partícula“
microfísica está, de alguna manera, preformflada por FunaÍH
p rodu CCI"ón s em ronca/(La
,. d- .m 4
" ' ue deterrL_1na
' noMsnxtelas
y“. ‘ i
coor_;d_
"‘\.._.—/-r/’/\‘”"‘—“ ¿N -._./—-' ' l
La máquina sigm'fican_t_e_estaba
MMM-.—
fiel
——-
basada sobr sistema de
wlapreresentacdlon, es decir, una." producción redundancia
semiótica que constituye u Kfléfigfimundo
Í de c asi-objetos, de
íconos, de esquemas, situado en el lugar e las intensidades
y multiplicidades reales. ¡El efect ' ¡ificación que resulta
de la conjunción de los dos formulismos, el del significante y
el del significado, se encuentra atrapado en un verdadero
circulo vicioso: los flujos semióticos y los flujos materiales se
neutralizan recíprocamente en el campo de la representación.
Un mundo de significación domm'ante se instaura sobre las
retern'ton'alizaciones significantes que resultan de esta especie
de automutflación de las máquinas semióticas a partir del
hecho de su monocentraje sobre la máqum'a significante, má-
. . . . . , W.
quma de Simulacro y de impotencmaon. El‘Jgngficante se
z nm x. e
ifrputerextancLa.‘ M" I
Esta posición del sujeto será modificada además, radical-
mente, con la emergencia de semióticas____gn\asiific_want_es. El
W
conceptos y ¿”He's
ob'etosz la “referencia” en el vértice supe-
p-____—-
A »m,_,.oo>
semióñtiÏ’hcas.os'
L ’1’ '
Lines alteran
cMosas las Mi” ' ca' d e' ‘la rere - á,
mas d,
sentac10n. LM SlgnOS las cosas se disponen entre ¡nde en-
g.
prácticas se_fiL_ñ__ïm1'o'tl'cas
X la de la le,es—— decir,la del _m___,Q_.dunde
las signpi_fic__ac_ELE“domlnant'es. A nadievsme atribuye la igno-
rancia de sus propios actos, sus gestos, sus muecas; y sin ein-
bargo los actos, los gestos, las muecas del nm'"o o del loco no
n,___otign‘"enla.v__o,_caci___ó'___\__p___¡¿____n
de la aroiaciq'n. ¿Puede decirse, por
consiguiente, que se ha fijado o ha regresado a semiologl'as
presignificantes multicentradas? ¿Estamos ante gente que ha-
bría permanecido más acá del muro de la sacrosanta castra-
ción? ¿Será preciso expresar su funcionamiento semiótico
en términos de insuficiencia, de carencia, de pregenitalidad,
etc." Se puede considerar igualmente que el tipo de máquina
institucional que confrontamos, respondiendo a una Cierta
demanda social de contención de los marginales semióticos,
se abre a pesar de todo hacia un rebasamiento de las semióti-
cas signhificantes, y Aumcmistitu e namente el comienzo de una _.
máquina asigmrnificante de la. ¡misma especie a la que pertene- .
w “’“M'd7m ' -x" “Nu -I f4" i- z...,\"’“w-T*" ""Á
cen-las maquinas crenïilcas, las maqumas literarias, artistica»;
rmñ' My _ . v M al; o - I. M-V bi‘u' ¡M I ü
etc. A partir de ello, el anrsrs como 1nst1tuc1on tendria que
"N a...
el signfiic'ante en la institución 69
escoger cutre dos olitiAcas: abatir todas las expresiones poli vo» /
cas sobre un campo semiológico significante únicoi'o establecer
conexiones sistemáticas con los otros tipos de semiótica:
awgSImTflca'Mn"tewsldqemn-almaraleza socio-historic_,_aglc16“‘w,1ficaant'7'metisL-"iw
¿dew eMtMcÏDe esta manera-71a posición de la subjetivación y de la
transferencia será radicalmente diferente en el anal'isis dual y
en la institución. En la institución, una politica de sigm‘fican-
cia y de interpretancia enfrentará el riesgo de producir estragos
todavia mayores que en anal'isis dual, ya que los efectos de
una perversión paradigma'tica colectiva pueden repercutir en
todos los domm'ios de la vida cotidiana. La transferencia in's-
titucional, para conjurar los efectos de destem'ton'alización del
análisis, tenderá a caer naturalmente en la identificación, inclu-
so el mimetismo, tenderá a favorecer las actitudes terapéuticas
readaptativas y a reforzar las estructuras de despotismo je-
rar'quico. El despotismo psicoanalítico podrá así desplegarse
m'finitarnente en el campo 1'magm'an'o de una institución
cerrada sobre si misma. A la m'versa, una poli'ticainstitucional
que consista en aceptar y, mas' que eso, en favorecer un poli-
centrismo semiótico respecto de la formación de sustancias
semióticas relativamente autónomas e intraducibles, recogeria
el sentido y el no sentido del deseo en lugar de las significa-
ciones y las leyes de la sociedad domm'ante; tendria, como
consecuencia, el dar su lugar a las singularidades deseantes
de los sujetos que, por una razón u otra, escapan a la norma
común. La interpretancia, sujeta al código de las significado-
nes reinantes, se desvanecería tras un drs'positivo de enun-
ciación que modulara los efectos de la ley y que orientara la
aceptación del superyo. De esta forma se encontran'an organi-
zadas, formadas semióticamente, materias expresivas, intensi-
dades singulares, sobre estratos micro-sociales en ruptura con
las estructuras famil'iar-centristas. Estos dispositivos colecti-
vos no constituirian, sin embargo, modelos preformados y
obligatorios, sino sistemas abiertos que pueden entrar en con-
junción con todo lo que se presente como “matena"’de singu-
laridad.
Regresemos al ejemplo extremo evocado por Aymé: el de
70 féltx' guattan'