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Selección de textos, captura y antología: M.E.S. Lic. José Antonio García Pérez
Teléfonos de contacto y fax: Facultad de Filosofía: 413-34-49 y 413-54-50. FAX 414-49-32.
e-mail: jogarcia@uach.mx
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Primera Lectura
Natura y Cultura
Natura y cultura
El hombre, que poéticamente habita la tierra, desde muy antiguo emprendió la tarea de dominar en
provecho propio las fuerzas de la naturaleza. Este esfuerzo se halla ahora en pleno desarrollo, al grado
de que la imagen del hombre actual es la de un homo faber.
"Si se quisiera reducir a un solo día la historia de la humanidad desde el descubrimiento del
primer instrumento de piedra, hecho que aconteció aproximadamente hace medio millón de años,
tendríamos que colocar la invención de la primera hacha de metal en los últimos diez minutos; la de la
máquina de vapor, apenas medio minuto antes de la hora. A partir de entonces, en unos cuantos
segundos y con la velocidad propia del relámpago un tumultuoso desarrollo de productos técnicos va
realizando una verdadera transformación del semblante de la tierra" (A. Buchholz: Die Grosse
Transformation, Stutt. 1968, pág. 15)
Las máquinas no sólo abren por doquier nuevos campos al cultivo; tienden, además, carreteras
asfaltadas que unen los centros urbanos en constante expansión.
Cada día aumenta el número de satélites artificiales que en busca de información de valor inestimable
invaden el espacio exterior donde está ubicado nuestro sistema solar.
Si vemos que el hombre es capaz de transformar la tierra y de extender su influencia más allá de las
fronteras de su propio planeta, es natural que nos preguntemos cuál es el origen de este poder
verdaderamente sorprendente, y que reflexionemos sobre el sentido y valor de esta capacidad, para así
entender algo más de lo que es el ser humano.
En la primera parte, estudiaremos el origen de la capacidad que el hombre tiene de utilizar en provecho
propio las cosas que; le rodean. El contenido de la segunda son unas breves reflexiones sobre la cultura
y la técnica. En la tercera parte se hacen algunas consideraciones sencillas acerca del trabajo,
característica inevitable de la actividad por medio de la cual e hombre transforma el mundo.
Las tres partes en las que se divide la unidad son, pues, las siguientes:
3.1. LA CAPACIDAD TRANSFORMADORA, PROPIA DEL HOMBRE.
3.2. LA CULTURA y LA TECNICA
3.3. EL TRABAJO Y EL JUEGO
3.1. LA CAPACIDAD TRANSFORMADORA, PROPIA DEL HOMBRE.
Por estar estructurado de acuerdo con este medio ambiente, cada animal vive realidades distintas. El
perro y la mosca pueden hallarse en la misma habitación; sin embargo, las dimensiones, los peligros,
los estímulos son diferentes. El mismo árbol es algo muy diferente para la zorra que ahí tiene su
madriguera, que para el pájaro que anida en las ramas.
Consecuencias de esta forma como el animal se relaciona con la realidad son, entre otras, las
siguientes:
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a) El organismo de los animales es producto de un largo proceso de adaptación a las condiciones del
medio ambiente en que viven.
Resultado de este proceso es la especialización que experimentan algunos de sus miembros sobre todo
los más directamente relacionados con la subsistencia, esto es aquellos miembros que son sus
instrumentos de defensa o de ataque (garras, cornaduras, etc.).
b) Como se relacionan en una forma inmediata con la realidad, esto es, de acuerdo a reacciones
instintivas, los animales aprehenden de ella sólo lo que satisface sus instintos. Lo demás no existe para
ellos.
c) Su comportamiento, por tanto, es idéntico en igualdad de circunstancias. Se da evidentemente un
cierto ámbito de libertad de acción: los animales pueden hallar cosas: mas debido a que permanecen
ciegamente unidos al medio ambiente, nunca pueden inventar. De ahí que no hagan descubrimientos, ni
desarrollen cultura, ni tengan historia.
El hombre en cambio, no se relaciona en forma inmediata y ciega con la realidad. Depende
biológicamente del medio ambiente, mas supera este nivel, esta predeterminación instintiva de estímulo
y reacción. Se eleva por encima de los datos proporcionados por las imágenes sensibles procedentes del
exterior y proyecta un mundo propio.
El hombre no está ligado ciegamente al mundo. Está frente a él, abierto a él y, en este sentido,
desligado de él.
No reacciona en forma inmediata a los estímulos que le provocan las cosas, sino que reflexiona.
El hombre, pues, no vive en un mundo puramente físico; elabora los datos que recibe y así forma un
concepto propio del mundo. El mundo del hombre es un mundo interpretado (su mundo).
Debido a esto se habla de medio ambiente y de mundo como de dos realidades diferentes. Medio
ambiente significa, el ámbito vital, del cual depende la existencia de un organismo.
Mundo, por el contrario, significa un horizonte desde el cual el ser dotado de razón vive la experiencia
sensible y entiende la realidad.
3.1.2.c. Relación entre la característica de mediateidad del conocimiento humano y el aspecto abstracto
y reflexivo del mismo.
La manera de comportarse del hombre con respecto a realidad, puede ser designada como
distanciamiento fundamental.
Debido a la forma reflexiva que es propia del conocimiento del hombre, éste tiene la posibilidad de
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distanciarse de las cosas (proceso de abstracción), y de elevarse a una altura desde la cual ve la realidad
desde una perspectiva superior y, por consiguiente, más amplia. El conocimiento humano no es fruto de
la reacción que en él provoca el estímulo, sino de la perspectiva del ser de las cosas. Desde esta
perspectiva, entiende lo que las cosas son y, por tanto, para qué sirven. Conoce, pues, la capacidad que
ellas tienen de utilización.
En razón de esta distancia que la reflexión establece entre el hombre y la realidad, el hombre aparece
libre frente a las cosas. Toma así conciencia de ser alguien superior a las cosas; las que entonces
adquieren un carácter de servicio y de instrumento con respecto al hombre (H. Plessner en su o.C. pág. 309 Y
ss. nos habla de las tres leyes fundamentales antropológicas, es a saber, a) la ley de la "artificialidad natural" (natürliche
KunstIichlceit); b) la ley de la "inmediateidad mediatizada (vennittete Unmittelbarkeit); c) la ley de la situación utópica",
(utopische Standort); leyes que, en último término, se reducen a la segunda.).
3.1.3. La mano.
La mano del hombre es símbolo de la forma espiritual y trascendente como nosotros, abiertos al mundo
y en libertad frente a él, nos relacionamos con lo que nos rodea.
El proceso evolutivo hizo que el hombre caminara erecto y sobre dos pies. El caminar erguido trajo
como consecuencia el que la mano pudiera asumir muchas de las funciones que hasta entonces eran
desempeñadas por las mandíbulas. Ya no fue, por tanto, necesario que éstas tuvieran una fuerte
musculatura. La mandíbula dejó de rodear al cráneo, el cual consiguió así mayor espacio y facilitó la
evolución del cerebro. Los ojos se situaron en una posición más hacia adelante; pudiendo entonces con-
vergir hacia un punto y colaborar mejor en la tarea de las II}anos. La mano estuvo menos especializada
para trepar, mas adquirió otras habilidades.
De esta manera, el espíritu, que es la posibilidad de comprender el mundo, tuvo entonces su órgano o
instrumento para tocar la realidad y moldearla. La mano pasó a ser el signo de la dimensión intelectual
del hombre, el órgano especializado del ser racional, así como los cuernos o las garras son órganos
especializados de algunos animales.
Sacudiendo de sí fisonomías propias del animal surgió en un remoto pasado el hombre, cuya mirada y
manos extendidas palpaban y oteaban el mundo; manos que fueron transformando la naturaleza a través
de un proceso histórico inacabado, y que son como un órgano donde convergen el espíritu y la materia.
Si los otros órganos se sustraen a nuestra voluntad, como pasa con los órganos internos, o simplemente
ejecutan una acción estereotipada, como los pies, la mano, en cambio, ofrece a la libertad una
disponibilidad total para transformar el mundo.
a) El hombre se proyecta en la forma como concibe sus utensilios. Estos son, ante todo, prolongación
de los sentidos y de los miembros del cuerpo. El microscopio y telescopio extienden el campo visual
del ojo. La máquina desempeña las actividades de los músculos. El hombre la diseña como un todo,
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como un "organismo.
Si podemos considerar la palanca como una. prolongación de la mano y del brazo, las máquinas
computadoras desarrollan funciones propias del cerebro. Por eso, los sistemas lógicos de control son
una aplicación de las leyes del razonamiento humano. Los satélites artificiales, que giran en número
cada vez mayor alrededor de la tierra y de otros astros, trasladan al espacio cósmico las funciones de
observación y de control propias del espíritu.
b) Si la mano se prolonga en el utensilio y lo fabrica adaptándolo a sÍ, también el utensilio elabora la
mano. La mano del hombre actual es tan flexible y suave, gracias al utensilio que le ha ido facilitando
las tareas. El aparato, al extender la zopa de influencia de los sentidos y plantear así nuevos problemas
al espíritu, ha hecho que éste agudice su inteligencia. La existencia 'del instrumento, además, ha dado
pie a nuevas investigaciones y teorías. Los adelantos científicos han originado nuevas cosmovisiones,
nuevas formas de pensar; lo cual significa que el espíritu se ha ido formando en contacto dialéctico con
la realidad que el instrumento le entrega cada día en forma nueva.
c) El instrumento, además, hace que sea mayor el espacio vital del hombre. El tractor, el fertilizante, el
vehículo, el refrigerador, la operación quirúrgica, todo este mundo de técnica que se ha desatado con la
"instrumentación" de la naturaleza, crea una "zona cojín" entre el hombre y su medio ambiente"
muchas veces hostil; con lo cual la técnica ha prolongado los años de vida del hombre y le ha
proporcionado condiciones en las que éste puede desarrollar más fácilmente las capacidades de su
espíritu. "
d) Con el progreso técnico ha surgido una nueva curva de evolución, que se manifiesta en la mayor
complicación del instrumento (utensilio, máquina, automatización, cerebro electrónico). Esta nueva
evolución no modela tanto la anatomía, cuanto el comportamiento humano. El aspecto de peligro que
comporta el nuevo mundo de la técnica, nace precisamente de esta relación mutua que existe entre el
hombre y su utensilio.
Si, por una parte, el instrumento, fruto de la capacidad transformadora del hombre, ensancha, el
horizonte del espíritu; por otra 'parte influye cada vez más en el comportamiento del ser humano, al
grado de ser un peligro, si el hombre no,:conserva su altura, esto es, si no tiene en cuenta, la
superioridad de su espíritu.
a) Es ante todo obra del hombre. Si el río es naturaleza, el canal ya es cultura. Es, además, obra no
de un solo individuo, sino de todo un grupo. Es herencia social de toda una comunidad, que el
individuo recibe y a su vez transmite. Por eso se habla de la cultura de grupos humanos, de
pueblos o de un amplio sector de la humanidad (cultura occidental). Es fruto del trabajo y de la
puesta en práctica de la inteligencia. No surge espontáneamente ni se transmite en forma
automática. Los dones de la naturaleza se comunican sin esfuerzo, no así los de la cultura. A
todos nos cuesta trabajo aprender aun la lengua materna; como también requiere dedicación el
estudio de las ciencias. Cada generación tiene, en efecto, la tarea de renovar y aumentar los
conocimientos científicos, lo cual se da sólo con gran esfuerzo.
b) La cultura, además, se presenta en elementos perceptibles a nuestros sentidos. Las
manifestaciones más espirituales de la cultura, como son el pensamiento, el arte, la religión, se
presentan siempre en datos sensibles: edificios, ritos, libros, imágenes, etc.
c) Es dinámica, esto es, en constante evolución y transformación, siguiendo el proceso del hombre
en su búsqueda de la verdad. Es tan compleja la realidad, que nuestros espíritus resultan
incapaces de comprenderla; por eso, a cada época, a cada colectividad humana, toca descubrir y
vivir sólo algunos de los múltiples aspectos de la verdad de los seres.
d) Como consecuencia de su aspecto dinámico, la cultura es múltiple. Se "habla de muchas
culturas humanas. La razón última de esta multiplicidad estriba precisamente en la ilimitada
capacidad del espíritu en correspondencia con las ilimitadas posibilidades de la naturaleza.
e) Es, finalmente, creativa, puesto que es una manifestación de la posibilidad creativa propia del
espíritu.
Mas si no es posible en este tema regresar tras las huellas que ha dejado el proceso de evolución que
nos ha conducido a este mundo de técnica, sí, en cambio, conviene descubrir algunos rasgos de este
mundo, para que, a partir e ellos, podamos reflexionar, como desde una nueva perspectiva, sobre lo que
es el hombre y sobre su dimensión trascendente.
a) El mundo empieza a configurarse como técnico, cuando la técnica se relaciona estrechamente con la
industria. La formación de las grandes empresas de producción brotan como conjugación de estas tres
magnitudes: técnica, capital y comercio.
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b) La "grande" empresa da origen a una nueva forma de concebir el trabajo. La tensión que comporta el
dirigir y cuidar de la existencia de las grandes empresas, ha centrado la atención del hombre sobre el
trabajo, al grado de poner la vida entera al servicio del deber, y no el deber al servicio de la vida. Este
culto al trabajo trajo consigo una aceleración del bienestar general, con lo que se convirtió en factor
positivo y dinámico de una nueva sociedad.
c) Apoyada en los recursos económicos de la grande empresa, la técnica hizo que el hombre adquiriera
una nueva imagen del mundo. Si antes el hombre se preguntaba qué era la naturaleza, ahora en cambio
su pregunta es: qué puede la naturaleza llegar a ser. Mientras la técnica primitiva era sólo respuesta a lo
que la naturaleza espontáneamente le ofrecía, la técnica moderna exige de la naturaleza solución a
nuevas necesidades de la sociedad. Antes se consideraba la naturaleza como lo ya formado; en la era
técnica se le concibe como aquello que el espíritu debe "formar", debe "humanizar". Mientras
antiguamente el hombre tenía que adaptarse a la naturaleza, es ahora ésta la que debe adaptarse a las
intenciones del hombre.
De esta manera, el mundo natural va siendo reemplazado poco a poco por el mundo artificial. El
hombre produce materias artificiales cuya dureza o blandura corresponden a sus intenciones y
objetivos.
d) La íntima relación que existe entre la técnica moderna y la economía, se deja ver en la producción.
La técnica antigua fabricaba la cantidad de productos que la comunidad necesitaba, (la demanda
determinaba la producción); ahora, en cambio, gracias a la técnica actual, se produce en grandes
cantidades. La economía industrial se rige por las posibilidades de venta de los productos; la
publicidad, por su parte, se encarga de crear necesidades y demandas. De esta manera, actualmente es
la producción la que determina la demanda.
e) El orden técnico económico necesita un continuo desarrollo para sobrevivir. Exige más inventos y
ampliación de los mercados. Todas las actividades humanas pasan a ser ahora objeto de la investigación
científico-técnica.
Más aún, el mismo mundo artificial que el hombre crea en torno a sí, exige esta investigación y, sobre
todo, su planificación; la cual no puede ya llevarse a cabo, sin un desarrollo cada vez mayor de la
computación y de la electrónica y, por consiguiente, de la misma técnica. La sociedad industrial es todo
lo contrario a un organismo estático.
f) El control técnico del mundo produce decisivos cambios de mentalidad. La revolución técnica ha
acabado definitivamente con la imagen cerrada y conservadora del mundo. Si las catedrales medievales
son signo de la teonomía del hombre de esa época, los satélites artificiales y las naves espaciales son
los signos de la actual autonomía humana.
g) La nueva mentalidad permite al hombre del mundo de la técnica ser capaz de gran movilidad y
dinamicidad tanto geográfica como social. Todo va tomando carácter funcional; y así, por ejemplo, se
va acabando el concepto de "casa paterna". Los recién casados alquilan un departamento pequeño. Al
aumentar la familia, construyen o se trasladan a una vivienda más amplia. En la ancianidad buscan
nuevamente una casa pequeña o pasan a un asilo de ancianos. La urbanización moderna divide las
ciudades por razón de funciones, en zonas comerciales, industriales, residenciales, deportivas, etc.
h) El desarrollo de la técnica amplía las dimensiones sociales. En el proceso de interdependencia de
todas las naciones está jugando un papel muy importante el trinomio: técnica-capital-comercio. Toca a
los adelantos de la técnica la responsabilidad de levantar rápidamente a países subdesarrollados al nivel
de los países avanzados.
i) El proceso de tecnificación no sólo ha estimulado el crecimiento de la comunidad humana; ha
fomentado también una mayor comunicación entre los hombres. La tecnificación y la especialización
en el trabajo, con la correspondiente división de tareas, han creado un vivo y fuerte sentimiento de
colaboración. Se vive la necesidad de trabajar "en equipo". Aun las formas más sencillas del trabajo
exigen ser apreciadas en virtud de su utilidad social. Debido a que el trabajo se ha hecho necesario a
todos y que nadie puede vivir en la sociedad como parásito inactivo, va creciendo en los hombres el
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sentimiento de una igualdad fundamental.
j) El proceso de tecnificación ha modificado las relaciones laborales. En la era pre-técnica estas
relaciones se desarrollaban según los esquemas de la estructura familiar. La sociedad y el mundo del
trabajo eran prácticamente ampliación de la familia, en donde el empresario ejercía una autoridad
patriarcal. Ahora, en cambio, estas relaciones están reguladas por contratos libremente convenidos que
pueden ser revocados por ambas partes. Se han separado definitivamente la esfera de la vida privada y
la del trabajo.
3.2.5. Consecuencias.
a) El antiguo esquema de vida de la sociedad pre-técnica, a pesar de muchas ventajas sobre el actual,
ofrecía, sin embargo, menor campo de acción a la libertad humana. La movilidad social era
prácticamente nula y, por consiguiente, el hombre tenía que vivir y morir dentro de ese ámbito cultural
y social al que pertenecía en razón de su nacimiento. El nuevo orden creado por la técnica ofrece, en
cambio, un amplio horizonte al desenvolvimiento del espíritu, en beneficio de un número cada vez
mayor de hombres. La preparación técnica, que cualquiera puede adquirir, es ahora una cualidad mucho
más apreciada que la posesión económica o antiguos títulos nobilarios.
b) Sin embargo, la técnica no lo es todo ni lo más importante. Nuestra época experimenta que va
perdiendo poder, a medida que aumenta el influjo de la técnica. Si antes el hombre se sentía indefenso
frente a la naturaleza, ahora tiene esta sensación frente a la técnica. Si antes la amenaza fundamental
para la existencia humana provenía de una naturaleza que dejaba sentir su poder sobre el hombre con
fuerza casi invencible y que producía el sentimiento de adoración y temor propios del hombre
primitivo; sometida ya la tierra, ahora el hombre siente el poder de la técnica que él mismo ha creado.
En la medida en que la técnica no se somete a los valores trascendentes del espíritu, en esa misma
medida pasa a ser instrumento de destrucción. Por esto resulta cada vez más urgente proporcionar un
mayor vigor al espíritu, a fin de que sea capaz de frenar el poderío de la técnica.
El optimismo propio de una fe sin límites en el progreso alimentó durante largo tiempo la creencia en el
poder mesiánico de la técnica; mas este optimismo va desapareciendo poco a poco. Se toma ya
conciencia de que el hombre no es un animal de trabajo y de que la verdadera felicidad no está en el
poseer, sino en el ser. La verdadera sabiduría no consiste en una planificación puramente racional de
los objetivos a alcanzar mediante el trabajo; tal planificación conserva en el fondo el carácter de medio
para, que es propio del útil, del instrumento. Dicha sabiduría se da, cuando, superando la esfera
puramente técnica, se pretende dar un sentido personal a la existencia en el mundo.
c) De ahí que el "mundo mejor" consista primeramente en las relaciones justas y respetuosas del
hombre para con su semejante. El poder técnico es muy amplio, pero nunca será de su dominio lo
auténticamente humano. El hombre experimenta y vive esto último, cuando, consciente de su
insignificancia y dependencia, da y recibe, pero en los niveles del espíritu, más allá del intercambio
material de bienes y servicios.
d) La cultura técnica de la época actual ha hecho añicos esa imagen cerrada y conservadora del mundo
que durante siglos ofreció seguridad al hombre. A aquella antigua seguridad debe suceder una nueva; es
la que le ofrece la vivencia de un "nosotros" espiritual y, por consiguiente, super-técnico. El creciente
bienestar, originado por este mundo de la técnica, por sí solo no hace feliz al hombre; necesita un algo
más, algo superior, un alma; lo cual manifiesta la dimensión trascendente del ser humano. No es la
estructura técnica la que en último término puede llevar al hombre a una auténtica y plena realización
de su ser, sino el espíritu. La técnica amplía ciertamente el ámbito de la libertad interior, mas es el
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espíritu el que se lleva a sí mismo a su propia realización y precisamente en el ejercicio de la libertad
interior, cuya mejor manifestación es la relación verdaderamente interpersonal.
a) Por una parte, no se debe considerar el trabajo sólo como un procedimiento inteligente para
satisfacer las necesidades biológicas del hombre; necesidades que por cierto con comunes a los
animales. Desde este punto de vista, el trabajo es una necesidad puramente física, dado el
aspecto biológico de la naturaleza humana.
b) Tampoco se debe idealizar el trabajo (travaillisme) , al grado de considerado como fuente única
de humanismo integral, de verdad y de moralidad. Desde este otro punto de vista, el trabajo lo
es todo: encuentro, diálogo y compromiso.
Para comprender el verdadero sentido del trabajo humano, es necesario tener en cuenta que el
trabajo forma al hombre, mas también le causa desgaste físico.
a) El trabajo es una actividad típicamente humana. Ocupa una posición intermedia entre las funciones
puramente orgánicas y la actividad estrictamente espiritual (conocer, amar); de ahí que no se pueda
decir que los animales trabajen en el mismo sentido en que lo hacen los seres humanos.
b) En el trabajo se trata de una actividad que se dirige hacia fuera. Su término no se halla en la persona
que trabaja, sino en la producción de u..: bien que puede ser un objeto o un determinado servida.
Designamos "trabajo" a una actividad cuya importancia está en hacer "algo" que es físicamente distinto
al "trabajador".
Debido a este aspecto transitivo, el trabajo implica cierta imperfección. Tiene carácter de "medio". Es
actividad encaminada a algo distinto de la persona que trabaja, y tiene un aspecto de condición: se
trabaja en servicio de la vida, esto es, para crear presupuestos necesarios para la existencia humana.
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Implica "autopérdida" .
Del trabajo surge ciertamente solidaridad humana, mas no por la vía "contemplativa", esto es, por la
presencia amorosa de uno junto al otro. La contemplación como amor consciente hacia el otro crea un
círculo, del cual sale el hombre para trabajar y al cual retorna una vez realizado su trabajo. Como
trabajador, el hombre supera el nivel infrahumano; mas precisamente como trabajador no puede llevar a
cabo lo que es propiamente humano, esto es, la relación mutua que tiene lugar en la contemplación.
Debido a que en el trabajo la solidaridad humana surge, en cierto modo, de una necesidad, el trabajo
implica aspectos concomitantes de "rivalidad y competencia" .
El trabajo es una actividad en la cual aparece el cuerpo en su "cuasi-subjetividad", esto es, como el
instrumento apto para la automanifestación de la persona y del espíritu (10). Por esto, en el trabajo se
supera el nivel puramente económico (do ut des); el trabajo pasa a ser medio apto para la humanización
del mundo.
El trabajo, pues, no sólo significa miseria; significa también grandeza. No se trabaja sólo para vivir (o
sobrevivir, como es el caso de los animales), sino que el trabajo mismo es "vida". Para el hombre, el
trabajo es algo más que la creación de medios de vida. Tiene una dimensión formativa. Por el trabajo el
hombre se forma y se desarrolla a sí mismo.
d) El trabajo es un factor muy importante en la construcción de la nueva sociedad. Debido a que el ser
humano necesita inevitablemente del otro, el hombre adquiere mediante el trabajo espíritu de
solidaridad. El valor humano del trabajo moderno no radica tanto en la creación de servicios, cuanto en
la producción común y en el rendimiento común. El trabajo, sin embargo, no es la manifestación
fundamental de la pro-existencia humana. De ahí que a) generalmente conduzca a una rivalidad
individualista generadora de problemas sociales; b) y que, cuando el trabajo domina completamente la
vida, ésta carezca de meta; c) por lo cual la valoración marxista del trabajo es sólo una utopía.
Según la concepción marxista, el trabajo es el valor supremo. Es la actividad por la cual el hombre gana
dominio sobre la naturaleza y se crea a sí mismo.
Toda forma de actividad laboral está en proceso hacia el estado final de la sociedad sin clases ("paraíso
comunista"), en donde cada individuo orientará su trabajo de modo altruista y según sus posibilidades a
toda la humanidad. El hombre encontrará entonces su felicidad en el amor a su trabajo desempeñado en
auténtica fraternidad con los demás. Entonces se solucionará también el problema de la propiedad
privada: cada uno, en efecto, será remunerado según sus necesidades.
Frente a la utopía marxista es necesario subrayar el carácter de utilidad y de medio que necesariamente
tiene el trabajo; carácter del cual deriva su ambigüedad que se manifiesta en los aspectos de desarrollo
espiritual del hombre y de desgaste físico.
e) El carácter ambivalente del trabajo se manifiesta una vez más en el hecho de que esta actividad al
mismo tiempo enajena y libera al hombre. Por una parte libera a hombre. En efecto, a lo largo de
muchos siglos, la vida entera estuvo dominada por el trabajo; sin embargo, gracias a los adelantos
técnicos y a la máquina nuestra sociedad contemporánea va sacudiendo poco a poco el excesivo
dominio del trabajo. Este se hace cada vez más cada vez más funcional, esto es, sólo "trabajo" y no
toda la tarea del hombre, ofreciendo así tiempo y oportunidad para que la persona se dedique a otras
actividades superiores. Mas el trabajo enajena también al hombre en la medida en que imprime su
carácter "funcional" en la persona humana, haciendo que ésta sea prácticamente sólo un funcionario o
pieza del engranaje de la moderna sociedad industrial.
3.3.5. El juego.
En relación con el trabajo, conviene considerar otra actividad llamada "juego", pues la comparación
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entre estas dos actividades nos hace apreciar mejor qué sea cada una de ellas.
El juego toma las formas más variadas; por esto resulta difícil dar una definición, de modo de no
confundirlo con otras actividades humanas. Son juegos: el ejercicio físico (los balones y carreras); los
de mesa (cartas, ajedrez, etc.); los que ejercitan alguna actividad artística (tocar algún instrumentto
musical), o el ingenio (armar trenes eléctricos, los hobbies, etc.).
El juego es una actividad destinada a la distracción, a la diversión, a la alegría y a la realización de uno
mismo.
Quien juega, lo hace en tal forma de dar lo mejor de sí. Compromete todas sus posibilidades. Cada uno
de nosotros, en forma natural, escoge el tipo de juego que más se adapta a las inclinaciones naturales,
pues por medio de él tratamos de afirmamos a nosotros mismos y de poner en evidencia nuestra
capacidad. Debido a esto, el juego absorbe y empeña. Es siempre un reto para uno mismo y para los
demás. En cualquier juego se tiende a la victoria, y no sólo a jugar.
El progreso de la ciencia y de la técnica ha permitido al hombre sustraerse cada vez más a la opresión
del trabajo. Por este motivo se ve ahora el juego en su perspectiva más exacta. No está al servicio del
trabajo; es una actividad autónoma, es un trasunto de lo que siente uno que es el destino del hombre: la
autorrealización personal en la alegría y en la felicidad, como sucede en nuestra infancia.
Con lo anterior queda afirmada una cualidad característica de esta actividad humana: el juego es fin en
sí mismo, no es un medio para conseguir otros objetivos, como sucede en el caso del trabajo. Se juega
para dar expresión a la propia libertad para alcanzar la propia realización. Por eso, un objetivo que
siempre está en primer plano, es la diversión, el placer, la alegría. El fin del juego es el hombre mismo,
se juega para manifestar la inteligencia, la grandeza y la libertad. Por eso se habla también del homo
ludens.
Esta actividad pone de relieve la trascendencia del ser humano. En el juego, en efecto, buscamos
superarnos; buscamos libramos de todo lo que de pesado, fastidioso y opresivo nos impone la vida
diaria. Es una realización, aunque breve y limitada, de esa utopía que está en el corazón de todos: la de
vivir en un estado donde reinen la libertad y la alegría, la serenidad y la felicidad.
LECTURA
Características de la tecnología moderna. H. Stork (H, Stmk Einfühmng in die Philosophi, der Tecnik, Darmstadt
1977, pág, 2-5)
La tecnología actual se diferencia de la anterior principalmente por tres fenómenos que la caracterizan,
es a saber:
- por un proceso de cientización de la técnica;
- por la aparición de la así llamada "Big Science" (ciencias de proyectos)
- por el cambio en los procesos de invención ("innovaciones") .
a) El signo más claro del proceso de cientización de la técnica es el reactor nuclear. Mientras la
máquina de vapor fue básicamente un invento de ingeniería, el reactor nuclear fue diseñado por físicos
teóricos, quienes antes de 1938 no creían todavía en las aplicaciones prácticas de su ciencia. Este hecho
caracteriza todo un proceso, que se ha ido generalizando. El aspecto manual, que jugaba un papel muy
importante en la tecnología pre-industrial, ha perdido ya su importancia. La teoría es la que ahora ha
adquirido preponderancia. Este cambio ha estado acompañado, además, por una
dinámica interacción que tiene lugar entre los nuevos aparatos y sistemas que se inventan por una parte,
y los adelantos de la ciencia, por otra.
No es que la ciencia logre primero nuevos conocimientos, a los que el técnico busque aplicaciones
prácticas. Si así fuera, tal sucesión sería inevitable y la técnica no sería sino ciencia experimental
aplicada. En realidad no sucede así. El técnico inventa aparatos y sistemas que no se derivan
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precisamente de las ciencias naturales. Debido a esto, no raras veces los logros del técnico proceden a
la investigación de las bases científicas. Para perfeccionar después el invento, evidentemente que los
ingenieros se ven en la necesidad de profundizar en dichas bases. Y así fue como, a consecuencia de los
motores de combustión y en estrecha colaboración con ingenieros, se originó la termodinámica teórica.
De esta manera es como se desarrollan las ciencias de la ingeniería, las que tienen en común con las
ciencias naturales la investigación de las bases científicas; mas se diferencian de estas ciencias por la
procedencia de sus problemas. Las ciencias de la ingeniería muestran así claramente cómo la
tecnología moderna está profundamente interesada por tales bases científicas. Precisamente el influjo
estimulante que ejerce la técnica en las ciencias es expresión de esta dependencia.
b) El desarrollo de las ciencias de proyecto comenzó con la decisión de los Estados Unidos de construir
la bomba atómica. Para llevar a cabo este difícil plan que abarca muchas áreas de la ciencia, fue
necesario resolver un conjunto de problemas, de índole puramente científico unos y otros de tipo
técnico. Para separar el isótopo de uranio, se necesitaban, además, instalaciones técnicas enormes a lo
que había que añadir la premura de tiempo debido al adelanto de los alemanes en esta materia. Sin
embargo, fue posible construir la bomba atómica en casi tres años, gracias a una concentración en un
mismo lugar de miles de científicos y técnicos y al trabajo en equipo de ellos.
Con la aparición de la bomba de hidrógeno (1953), las ciudades dedicadas a la investigación atómica
perdieron su valor estratégico. Esto, sin embargo, no significó el fin de las grandes instituciones, las
que desde entonces se dedicaron a investigar y desarrollar reactores nucleares. De aquellas ciudades
dedicadas a la investigación atómica tomaron origen los National Laboratories, que con espíritu de
competencia se dedicaron al estudio de la energía nuclear y al uso pacífico de la misma.
Mas no son sólo los problemas de energía nuclear, los que requieren de la elaboración de proyectos
científicos. Lo son también los viajes espaciales, la física de alta energía y del plasma, la biología
molecular, las predicciones meteorológicas a grande escala, las máquinas de contar con usos
matemáticos y no matemáticos, la estrategia del desarme, la ciencia del comportamiento y la técnica de
los sistemas como la oceanografía...
Ante la idea de analizar y aclarar el concepto de la noción de cultura (ya que de ella se
ocupa la antropología, la biología, la etología, la sociología, la psicología, la historia, la
arqueología y la filosofía), Mosterín emplea un enfoque filosófico y multidisciplinario.
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Objetivo: una conceptualización precisa, general, unitaria y filosófica de la cultura, aplicable por igual
a todas las culturas humanas y a las de los animales no humanos, a las prehistóricas y las modernas, a
los contenidos sublimes y a los triviales.
Analiza la realidad cultural desde un punto de vista sincrónico. Considera sistemáticamente las
diferencias entre la información genética y la cultural, introducen los memes o unidades de información
cultural.
Distingue la cultura de la sociedad, así como los memes de sus manifestaciones conductuales y de los
objetos resultantes de su aplicación.
Precisa la noción de cultura de grupo a partir de la cultura individual.
La cultura humana no es una unidad estática, evoluciona con el tiempo.
Explica cuáles son los factores que determinan dicha evolución.
Pretende demostrar que tanto la ciencia como el arte son susceptibles de ser analizados en términos de
ciertas categorías.
Se plantea el problema de hasta qué punto pueden compararse objetivamente contenidos pertenecientes
a culturas distintas, es decir, hasta qué punto es posible la evaluación cultural.
Presenta algunas consideraciones sobre el momento actual de la evolución cultural, sobre el decalaje
cultural como raíz de la crisis y sobre el papel de la racionalidad.
Presenta una reseña crítica de la teoría de Karl Popper acerca del mundo 3, donde muestra tanto sus
debilidades como sus elementos precursores respecto al actual concepto de cultura.
Etimología de cultura.
Proviene del verbo latino colere = cultivar. A su vez del supino cultum. Significando primariamente
agricultura o agri culturae como las diversas formas de cultivar el campo.
El adjetivo cultus indica la propiedad de un campo de estar cultivado. Incultos, fueron, primariamente,
los campos sin cultivar. Por lo tanto, culto, significaba cultivado, siendo la primera acepción del
diccionario de la Real Academia Española.
Quien cultiva un campo, lo cuida, de ahí que el sentido de cuidado se aplicase a las acciones con que
los sacerdotes cuidaban a los dioses, o sea, al culto que les rendían, pasando así en sentido de “culto”
religioso.
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Viene después la metáfora que compara el espíritu de un hombre rudo con un campo sin cultivar, y su
educación con el cultivo de ese campo, mediante el siguiente símil:
OBJETO REAL OBJETO COMPARADO
Espíritu del hombre rudo Campo sin cultivar
Educación Cultivo de ese campo
Cultivo del alma = Culto
En el siglo XVII se aplicó al lenguaje, a aquéllos que cultivaban un estilo, llamándoseles cultos,
culteranos y culteros. Dos siglos más tarde cultura era asociada con actividades recreativas de las
personas educadas que aligeraban su ocio mediante la lectura de novelas, la asistencia a conciertos,
puestas en escena, exposiciones de pintura. En pocas palabras, los pasatiempos de la clase ociosa.
Según la antropología, cultura es el conjunto de técnicas de determinados períodos.
Los etólogos se refieren a cultura como el conjunto de técnicas productivas, formas de organización
social, creencias, códigos, costumbres, fiestas y pasatiempos. Aquí se combina el sentido clásico y el
vulgar.
Edward Tylor hizo la primera formulación explícita : “Cultura... es aquel todo complejo que incluye
conocimientos, creencias, arte, leyes, moral, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos
adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad” Desde aquí se perfil la idea de que son
algo adquiridos en sociedad y no heredado genéticamente.
Al igual que Tylor, se sumaron otros antropólogos : Franz Boas, Edward Sapir, Bronislaw Malinowski.
Donde se destaca la idea de que cultura es herencia social, no biológica, es decir, transmitida por
aprendizaje.
Natura y cultura.
Naturaleza proviene de natura, que a su vez viene de la forma natus del verbo nasci (nacer). Naturaleza
es aquello que se tiene ya al nacer, lo congénito, o genéticamente programado y adquirido durante el
desarrollo embrionario y fetal.
Tanto natura como cultura son información recibida de los demás, sólo que en la cultura es herencia
social, mientras que natura es herencia genética.
Ejemplifica : Por naturaleza tenemos pelo, de tal color y tipo, por cultura nos lo peinamos, cortamos o
pintamos. Hay calvos por natura y calvos por cultura, como los monjes budistas o los punk. Por
naturaleza vocalizamos, por cultura hablamos un idioma.
La cultura ayuda (los enfermos de diabetes, lentes para mejorar la vista,) y complementa a la
naturaleza, pero también la afecta (nos torturamos), la deforma (fisicoculturismo), la destruye
(fumamos, nos embriagamos, nos drogamos, hacemos la guerra).
Al interactuar en nuestro entorno adquirimos información por nosotros mismos, por aprendizaje, pero
la mayor parte de la información la heredamos de los demás.
Todo lo que el organismo vivo sabe hacer es porque está genéticamente programado, porque forma
parte de su natura.
Todo lo que el organismo vivo sabe hacer, es decir, que ha aprendido socialmente a hacerlo, constituye
su cultura.
Natura es información transmitida genéticamente; cultura es información transmitida no genéticamente,
sin por aprendizaje social.
La información transmitida genéticamente es pasada de una generación a la siguiente por medio de la
herencia de los genes.
La información pasada de un modo cultural se acumula en forma de conocimiento y tradición.
Forma e información.
Según la forma de la señal es la información: eventos, procesos, configuraciones, objetos materiales. La
información es inmaterial, portada por la forma de las señales que la transmiten. NO HAY
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INFORMACIÓN SIN SOPORTE MATERIAL, aunque diversos soportes materiales o señales pueden
tener la misma forma (ejemplares distintos de la misma edición de un libro, diversos discos con la
misma grabación musical). Son soportes diferentes con la misma forma.
Formas distintas pueden almacenar o transmitir la misma información: una noticia puede ser
transmitida de viva voz, por radio, por teléfono, por teletipo, por prensa escrita (soportes distintos).
Aprendizaje individual es cuando adquirimos información por nosotros mismos, tales como el ensayo
y error, impronta o troquelado (imprinting = aprendizaje de ciertas pautas durante una etapa limitada
del proceso de maduración); condicionamiento clásico, condicionamiento operante o instrumental,
habituación, sensibilización, intuición, invención o descubrimiento, conceptualización o generalización
de estímulos, exploración.
Se destaca el aprendizaje por ensayo y error. Situación nueva - ensayo de alternativas - repetición en el
futuro de conductas exitosas y que produjeron placer; evitar aquellas situaciones que produjeron
situaciones dolorosas. Estamos programados para sentir placer por las cosas que nos convienen y dolor
por las que nos perjudican.
Este tipo de aprendizaje puede resultar letal en ocasiones, hay desgaste de tiempo y energía.
Cultura y tradición.
No forman parte de la cultura la información transmitida genéticamente, ni la experiencia individual
que el individuo acumuló en su vida.
Aristóteles ya había dicho que la ciencia puede enseñarse y transmitirse, no así la experiencia de la vida
que es personal e intransferible. Por eso, la ciencia es social y acumulativa, es parte de la cultura, la
experiencia de la vida, no.
Hay informaciones que adquirimos individualmente que son susceptibles de ser transferidas a otros,
éstas se convertirán en cultura en cuanto se trasmite. El primer eslabón de una cadena cultural es
siempre un acto de aprendizaje individual.
Para la noción de cultura, hay ya dos elementos: a) carácter informacional y b) carácter social de la
transmisión de la cultura. (Este segundo elemento lo aportó Durham).
Mosterín cita a Durham”: Para poder ser considerada como cultural, una unidad dada de información
debe se aprendida de otros individuos (es decir, debe ser socialmente aprendida), no transmitida
genéticamente o adquirida por experiencia individual aislada, tal como el ensayo y error” .
La insistencia de que exista el aspecto de transmisión para que la información sea considerada cultura,
se debe al uso indistinto de los términos cultura y tradición. Tradición procede del verbo latino tradere,
que significa transmitir, así que, sólo si una información o pauta de conducta se transmite se puede
considerar tradición o cultura.
Para que algo sea cultura es preciso que reúna la triple condición de 1) Información 2) Transmisión y 3)
Aprendizaje social, para adoptar a siguiente definición : Cultura es la información transmitida entre
seres de la misma especie por aprendizaje social. Las unidades de transmisión cultural se llaman rasgos
culturales o memes (trozos elementales de información cultural, los rasgos culturales, las unidades
convencionales que usamos para analizar las realidades culturales.
Tercera lectura
La cultura como comunicación
(Tomada del libro: El lenguaje silencioso, de Edward T. Hall, Alianza Editorial Mexicana, México,
1959, Introducción (Pp. 7-13), Capítulo 1 Las voces del tiempo (Pp. 15-32), Capítulo 2 ¿Qué es la
cultura? (Pp. 33-45) y Capítulo 3 El vocabulario de la lectura (Pp. 47-71).
Introducción
Han pasado cuarenta y cinco años desde que El lenguaje silencioso apareció por primera vez. En el
intervalo han ocurrido muchas cosas que han dado validez a los principios básicos de este libro. Sin
embargo, cuando se publicó yo estaba tan absorto en mi trabajo que no aprecié totalmente la magnitud
de la necesidad de profundizar y hacer observaciones sobre los cruces de culturas.
En realidad El lenguaje silencioso es una traducción, no de un lenguaje a otro, sino de una serie de
formas de comunicaci6n (complejas, no verbales, dependientes del contexto) a palabras. El título
resume el contenido del libro y además sintetiza una de las grandes paradojas de la cultura. No se trata
sólo de que la gente «hable» entre sí sin utilizar palabras, sino que hay un universo completo de
comportamiento que está sin explorar, sin examinar y que en gran medida se da por supuesto. Funciona
aparte del conocimiento consciente y en yuxtaposición a las palabras. Los que procedemos de una
tradición europea vivimos en un «mundo de palabras» que creemos que es real, pero el que hablemos
no significa que el resto de lo que comunicamos con nuestro comportamiento no sea igualmente
importante. Aunque no hay duda de que el lenguaje modela el pensamiento de maneras especialmente
sutiles, la humanidad no tiene más remedio que acabar enfrentándose con la realidad de otros sistemas
culturales y con el efecto que ejercen esos otros sistemas en la percepción del mundo, la experiencia del
yo y la organización de la vida. Debemos acostumbramos también al hecho de que los mensajes pueden
significar una cosa en el nivel de la palabra y comunicar algunas veces algo muy distinto a otro nivel.
No bastan cuarenta y cinco años para llamar la atención sobre estos puntos; se necesita mucho más
tiempo para tomar conciencia de todas sus implicaciones.
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El vínculo entre el lenguaje y los gestos es mucho más estrecho que entre el lenguaje y los otros
sistemas culturales aquí descritos, como el tiempo y el espacio, por ejemplo. Un gesto y una palabra
pueden intercambiarse, pero eso no ocurre con el tiempo o con el espacio. El espacio, que es el tema
del que trata mi libro The Hidden Dimension (La dimensión oculta), no sólo es una forma de
comunicación en su sentido más básico, sino que también lo organiza virtualmente todo en la vida. Es
más fácil ver cómo el espacio ordena las actividades y las instituciones que reconocer la manera sutil
en que el lenguaje organiza el pensamiento. Lo que es más difícil de aceptar es el hecho de que nuestras
pautas culturales son literalmente únicas y, por tanto, no universales. La dificultad que tienen los seres
humanos para librarse de los odres de su propia cultura es lo que me movió a llevar al papel mis
observaciones y modelos conceptuales.
Una de las ventajas de escribir un libro que sobrevive a los caprichos transitorios de la moda es que se
recibe una informaci6n enriquecedora de los lectores; no sólo palabras de aliento, sino también
confirmación de su validez a través de ejemplos. Quiero expresar mi profundo agradecimiento a los que
me han escrito desde todas las partes del mundo. El libro ha sido traducido al chino, al holandés, al
polaco, al francés, al italiano y al servocroata.
Durante muchos años he estado relacionado con la selección y preparación de americanos que tenían
que trabajar en el extranjero, bien a las órdenes del Gobierno, bien por negocios. Estoy convencido de
que muchas de nuestras dificultades con la gente de otros países se derivan de lo poco que sabemos de
la comunicación en situaciones de cruce de culturas. A causa de esto, la mayor parte de la buena
voluntad y de los enormes esfuerzos de nuestra nación se han desaprovechado en nuestros programas
de ayuda al exterior. Al enviar a los americanos fuera para tratar con extranjeros, lo primero que habría
que hacer es seleccionarlos cuidadosamente según sus aptitudes. Después, por su propio bienestar y
para asegurar su efectividad, deberían aprender a hablar y leer la lengua del país y estar informados a
fondo sobre su cultura. Todo esto lleva tiempo y cuesta dinero. No obstante, como no estemos
decididos a hacer una selección del personal y preparado, perderemos sencillamente el tiempo y el
dinero en el extranjero.
La preparación correcta en lo que concierne a la lengua, la historia, el gobierno y las costumbres es sólo
el primer paso. Es igualmente importante introducirse en el lenguaje no verbal del país. La mayoría de
los americanos son poco conscientes de este «lenguaje silencioso» aunque lo utilicen todos los días. No
se dan cuenta de las elaboradas pautas de comportamiento que establecen el manejo del tiempo, las
relaciones espaciales, las actitudes respecto al trabajo, el juego y el aprendizaje. Además de emplear el
lenguaje verbal, comunicamos constantemente nuestros sentimientos reales por medio del lenguaje del
comportamiento.
Rara vez se comprende por qué se producen dificultades en la comunicación intercultural. Cuando
personas de diferentes países perciben con claridad que no se están entendiendo, todas tienden a
censurar a «esos extranjeros» por su estupidez, su falsedad o sus disparates, como lo ilustra el siguiente
ejemplo.
A pesar de ser un huésped favorable, una misión de ayuda americana en Grecia estaba teniendo muchas
dificultades para elaborar un acuerdo. Sus esfuerzos negociadores topaban con la resistencia y
desconfianza de los griegos y en consecuencia no se conseguía la firma de los convenios. Un análisis
posterior de esta situación exasperante reveló dos inesperados motivos para ese estancamiento. En
primer lugar, mientras que los americanos se enorgullecen de ser francos y directos, entre los griegos
esas mismas cualidades se consideran un inconveniente; la franqueza es señal de una falta de tacto que
los griegos deploran. En segundo lugar, la regla tácita respecto a las reuniones en los Estados Unidos es
limitar su duración al horario previsto y llegar primero a unos acuerdos sobre los principios generales,
dejando posteriormente la redacción de los detalles en manos de sus subordinados. Los griegos veían
esta práctica como una estratagema para embaucarles. La costumbre griega exige que los detalles se
traten en presencia de todos los interesados, lo que hace necesario que las reuniones se prolonguen el
tiempo que haga falta y que no estén sujetas a un horario. El resultado de estos malentendidos
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desembocó en una serie de encuentros improductivos en los que cada una de las partes se lamentaba del
comportamiento de la otra. La conducta de los americanos suscitaba entre los griegos la siguiente
sensación: «Estos individuos no sólo actúan como unos patanes faltos de delicadeza, sino que, con su
tortuosa programación del tiempo y sus trucos, intentan engañamos como a niños».
Es esencial que comprendamos cómo interpretan nuestra conducta las otras personas (y no solo
nuestras palabras, sino también nuestro comportamiento). Si este libro consigue sembrar esta idea, sólo
con ello habrá alcanzado su propósito. Sin embargo, mi meta es más ambiciosa. Lo escribí para
aquellos que están comprometidos en la mejora de la condición humana y quieren aprender más sobre
el inconsciente cultural. Esas personas que a veces se sienten perplejas ante la vida y dirigidas por
fuerzas que no entienden, que ven hacer cosas a otros que les desorientan auténticamente tanto en su
país como en el extranjero, quizá encuentren alivio en estas páginas. Espero mostrar al lector que detrás
de los aparentes misterio, confusión y desorganización de la vida, existe el orden. La comprensión de
esto quizá le lleve a examinar de nuevo el comportamiento del hombre dentro del mundo que le rodea.
También espero que interese al aficionado al tema de la cultura y le lleve aseguir sus propias
intuiciones y hacer sus propias observaciones.
En mis investigaciones en torno a la cultura gocé al principio de la colaboración inestimable de mi
colega George L. Trager. Trager es un lingüista entendido en antropología que ha hecho importantes
aportaciones al estudio del lenguaje. Trager y yo desarrollamos una teoría de la cultura basada en un
modelo de comunicación que está contenida en este libro y que le proporciona su soporte teórico.
Las páginas que siguen llevan al lector gradualmente de lo conocido a lo desconocido. Será provechoso
que piense en la cultura como análoga a la música: a) Si otra persona no ha escuchado una pieza
musical, es imposible describírsela; b) Antes de que existieran las partituras escritas la gente tenía que
aprender sencillamente por imitaci6n; e) El hombre fue capaz de explotar el potencial de la música sólo
cuando empezó a escribir partituras musicales. Esto es lo que debe hacerse por la cultura y este libro
representa el equivalente en el campo cultural de una cartilla elemental de música.
El lector que no sea americano, así como los miembros de muchas subculturas americanas, deberán
recordar que "esta obra fue escrita ante todo como un mensaje del autor a su grupo, en un intento de
acrecentar su comprensión de su propia cultura inconsciente. Puesto que los grupos marginados
producen escasos portavoces y rara vez son expertos realmente en otra cultura, confiamos en que, con
el tiempo, las minorías hispanas, los americanos indígenas y los negros escriban volúmenes similares.
Espero que el estudio de la cultura inconsciente (microcultura) continúe y se fomente en todo el
mundo, ya que el futuro de la raza humana depende de que mantenga su diversidad y convierta esa
diversidad en un beneficio.
Mi reconocimiento, como siempre en primer lugar, para una persona que he aprendido a apreciar, amar
y admirar durante nuestra colaboración a lo largo de los años, mi esposa y compañera Mildred Reed
Hall. Su contribución a todo lo que he hecho ha sido siempre esencial.
Como antropólogo y científico debo una enormidad a mis colegas, pero sobre todo al difunto Ralph
Linton, que fue mi catedrático en la Universidad de Columbia.
Pasamos juntos muchas horas agradables en las que ponía a prueba las ideas que estaba desarrollando
respecto a una sorprendente variedad de temas. Como estudiante, me resultaba difícil comunicarme con
los profesores, pero con Linton nunca se me hizo presente el abismo que me separaba de los demás.
Siempre estaba dispuesto a comunicarse con claridad y a disfrutar de un intercambio auténtico de ideas.
Aunque el contenido de este libro es diferente de cualquier cosa que Linton hubiera escrito, creo que
habría entendido las ideas expuestas en él. Era innovador en el mundo de las ideas y especialmente
libre frente a las restricciones que constriñen a muchos .intelectuales; sus contribuciones a la
antropología fueron considerables.
Otros tres colegas que me procuraron aliento y estímulo a lo largo de los años han sido el fallecido
Erich Fromm, David Riesman y John Useem. Aunque no la conocí mucho, Ruth Benedict también me
proporcion6 un modelo de la función intelectual en sus excelentes e innovadores libros Patterns of
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Culture y The Chrysantemum and the Sword.
Muchas de mis observaciones sobre otras culturas son resultado directo de trabajos sobre el terreno con
hispanoamericanos en Nuevo México y Latinoamérica, navajos, hopis, trukeses, árabes del
Mediterráneo occidental e iraníes. Huelga decir que el antropólogo siempre contrae una gran deuda con
la gente que estudia porque lo que aprende sobre su cultura es-lo que hace más significativa la suya
propia.
Clarkson N. Potter me incitó a escribir este libro y me prestó el estímulo y la comprensión necesarios
para terminado. Deseo expresar mi agradecimiento a Richard K. Winslow y Kermit Lansner por su
importante ayuda editorial.
El tiempo americano
La gente del mundo occidental, en especial los americanos, tienden a pensar en el tiempo como algo
fijo por naturaleza, algo que nos envuelve y de lo que no podemos escapar, una parte de nuestro
entorno que está siempre presente, lo mismo que el aire que respiramos. El que se pueda experimentar
de cualquier otra forma parece antinatural y raro, sentimiento que rara vez se modifica, incluso cuando
empezamos a descubrir lo diferentemente que lo manejan en realidad muchas otras personas. Incluso
en Occidente, ciertas culturas sitúan el tiempo muy por debajo de nosotros en cuanto a su importancia
global. En Latinoamérica, por ejemplo, donde se lo toman con bastante calma, es corriente oír la
expresión: «¿Hora americana, hora mejicana?» (En español en el original. (N. de la T.).
Como regla, los americanos piensan en el tiempo como una carretera o una cinta extendida hacia el
futuro a lo largo de la cual se avanza. La carretera tiene segmentos o secciones que deben mantenerse
separadas «<cada cosa a su tiempo» y se mira despectivamente, como poco práctica, a la gente que no
programa su tiempo. Al menos en algunas partes de Latinoamérica, cuando un norteamericano (así nos
llaman) se ha citado con alguien, se siente molesto al encontrarse con que está atendiendo a un montón
de cosas al mismo tiempo. Un viejo amigo mío de procedencia cultural hispana solía llevar sus
negocios de acuerdo con el sistema latino. Esto significaba que en su oficina se reunían más de 15
personas a la vez. Asuntos que se podrían haber resuelto en un cuarto de hora tardaban a veces un día
entero. Por supuesto, se dio cuenta de que esto molestaba a los angloamericanos y acostumbraba tener
alguna consideraci6n con ellos, dispensa cuyo resultado era que pasaban una hora o más en su oficina
cuando habían planeado estar sólo unos minutos. El concepto americano de la distinción del tiempo y
de la necesidad de programarlo estaba en desacuerdo con este sistema, amistoso y aparentemente
confuso, latino. Sin embargo, si mi amigo hubiera adoptado el sistema americano, habría destruido una
parte vital de su prosperidad. La gente que iba a tratar asuntos con él iba también a enterarse de cosas y
a encontrarse con otros. Los hispanoamericanos e indios -de 10 a 15- que solían reunirse en su oficina
(entre los que me encontré más adelante, cuando aprendí a relajarme un poco) desempeñaban cada uno
su papel en una red de comunicaciones de un tipo especial.
Los americanos no sólo segmentamos y programamos el tiempo, sino que miramos hacia delante y
estamos orientados casi totalmente hacia el futuro. Nos gustan las cosas nuevas estamos absortos en el
cambio. Queremos saber cómo vencer la resistencia al cambio. De hecho, prestamos una atención
especial a las teorías científicas, e incluso a algunas pseudocientíficas, que contienen ideas llamativas
31
respecto al cambio.
Tratamos el tiempo, de algún modo, como si fuera algo material: lo ganamos, lo gastamos, lo
ahorramos, lo perdemos. Para nosotros es un poco inmoral hacer dos cosas a la vez. En Latinoamérica
no es raro que una persona tenga varios empleos simultáneos que atiende desde su despacho o a los
que acude en lugares diferentes, y que dedique poco tiempo a cada uno.
Aunque miramos hacia el futuro, nuestra visión es limitada. Para nosotros se trata del futuro previsible,
no del que contemplan los pueblos surasiáticos que puede abarcar siglos. Efectivamente, nuestra
perspectiva es tan reducida que nos impide la realizaci6n de buen número de proyectos prácticos, como
las obras de conservaci6n a largo plazo -60, 100 años- que requieren ayuda y fondos públicos.
Cualquiera que haya trabajado en la industria o en el Gobierno de los Estados Unidos habrá oído la
siguiente frase: «¡Señores, esto es a la larga! Cinco o diez años».
Para nosotros «mucho tiempo» puede ser casi cualquier cosa: 10 ó 20 años, dos o tres meses, unas
cuantas semanas o incluso un par de días. Los surasiáticos, sin embargo, consideran perfectamente
realista hablar de «mucho tiempo» en términos de miles de años o de incluso un período sin fin. Un
colega me describió una vez su conceptualización del tiempo de la siguiente manera: «El tiempo es
como un museo provisto de nichos y de pasillos interminables. Usted, el visitante, anda por el museo en
la oscuridad sosteniendo una luz ante cada cuadro al pasar frente a ellos. Dios es el conservador del
museo y sólo Él sabe todo lo que hay en él. Una vida representa un nicho».
La visión americana del futuro está ligada a su visión del pasado; la tradición desempeña un papel igual
de limitado en nuestra cultura. En conjunto, lo ignoramos o se lo dejamos a las pocas personas que se
interesan por él por razones muy especiales. Hay, por supuesto, algunos puntos, como Nueva Inglaterra
y el Sur, en los que se hace hincapié en la tradición. Pero en la esfera de los negocios, que es el modelo
dominante en la vida de los Estados Unidos, la tradición se equipara a la experiencia y la experiencia se
considera como muy cercana, si no sinónima, de la habilidad. La habilidad es uno de nuestros bienes
más preciados, de forma que cuando miramos hacia atrás, raramente lo hacemos para disfrutar del
pasado en sí mismo; en general lo hacemos para computar su validez, para evaluar los pronósticos de
éxito en el futuro.
En la vida americana se valora también mucho la puntualidad. Que la gente no sea puntual se toma a
menudo como un insulto o como un indicio de que no se es del todo responsable. Las personas
inclinadas a la psicología dirían que estamos obsesionados con el tiempo; se puede señalar individuos
pertenecientes a la cultura americana que viven literalmente tiranizados por él. Incluso el resto tenemos
ideas muy fijas sobre el tiempo porque nos han enseñado a tomárnoslo muy en serio. Hemos acentuado
este aspecto de la cultura y lo hemos desarrollado hasta un punto no igualado por ningún otro pueblo
del mundo, excepto, quizás, Suiza y la Alemania del Norte. Mucha gente critica nuestra forma obsesiva
de tratar el tiempo. Atribuyen las úlceras y la hipertensión a la presión que genera este sistema. Puede
que estén en lo cierto.
En las zonas más limítrofes de los propios Estados Unidos, hay personas que manejan el tiempo de una
forma que es casi incomprensible para los que no han hecho previamente un gran esfuerzo para
entenderlo. Los indios pueblo, por ejemplo, que viven en el Sudoeste, tienen un sentido del tiempo que
está en completo desacuerdo con las costumbres, determinadas por el reloj, del ciudadano medio
americano. Para ellos los sucesos comienzan cuando es el momento oportuno, y no antes.
Todavía recuerdo una danza de Navidad a la que asistí hace unos 25 años en uno de los «pueblos» cerca
de Río Grande. Tuve que viajar por 45 millas de carreteras llenas de baches para llegar hasta allí. A
7.000 pies de altura, el frío del invierno a la una de la madrugada es una prueba casi insoportable. En la
oscuridad silenciosa, tiritando, buscaba una señal de cuándo iba a empezar la danza.
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Fuera todo estaba impenetrablemente tranquilo. De vez en cuando se percibía el redoble amortiguado
de alguno de los graves tambores pueblo, una puerta que se abría o un destello de luz que perforaba la
oscuridad de la noche. Unos cuantos vecinos blancos se apiñaban en un balcón de la iglesia donde se
iba a celebrar la danza, atentos a cualquier indicio que les indicara cuánto tiempo más tendrían que
aguantar. «He oído que el año pasado empezaron a las diez». «No pueden empezar hasta que llegue el
cura». Todo esto se veía acompañado por castañeteo de dientes y golpes en el suelo con los pies para
activar la circulación.
De repente un indio abrió la puerta, entró y atizó el fuego del horno. Se dieron codazos unos a otros.
«Puede que vayan a empezar ahora». Pasó otra hora. De nuevo entró un indio, cruzó la nave de la
iglesia y desapareció por otra puerta. «Seguro que empiezan ahora. Después de todo, son casi las dos».
Uno opinó que se estaban portando así con la esperanza de que los blancos se marchasen. Otro tenía un
amigo en el pueblo y fue a su casa a preguntar cuándo iba a empezar el baile. Nadie lo sabía. De
pronto, cuando los blancos estaban casi exhaustos, irrumpieron en la noche los sonidos graves de los
tambores, las matracas y las voces profundas de los hombres. La danza había comenzado sin ningún
aviso previo.
Después de años de actuaciones como ésta, ningún blanco en su sano juicio aventurará una suposición
sobre cuándo va a empezar una de estas danzas ceremoniales.
Los que lo hemos aprendido sabemos ahora que el baile no empieza a una hora determinada. N o está
sometido a ningún programa. ¡Empieza cuando «las cosas» están listas!
Como señalé antes, el hombre blanco occidental civilizado tiene una visión superficial del futuro
comparada con la del oriental. Sin embargo, al lado de los indios navajos del norte de Arizona parece
un modelo de paciencia a largo plazo. Los navajos y los europeoamericanos llevan tratando de conciliar
sus conceptos del tiempo casi 100 años. Hasta ahora no han conseguido gran cosa. Para los navajos
ancianos el tiempo es como-el espacio, sólo el aquí y el ahora son totalmente reales. El futuro es poco
real.
Un viejo amigo mío que se crió con los navajos lo expresaba de esta manera: «Tú sabes cuánto aman
los navajos a los caballos y lo que les gusta jugar y apostar en las carreras. Pues bien, si le dijeras a un
navajo: "Amigo mío, ¿conoces mi caballo, el que ganó todas las carreras en Flagstaff el pasado 4 de
julio?", respondería atentamente "Sí, sí", que conocía el caballo; y si entonces le dijeras: "En otoño te
lo voy a dar", su rostro se ensombrecería, se daría la vuelta y se marcharía. En cambio, si le dices:
"¿Ves ese viejo saco de huesos en el que he venido montado? Esa vieja yegua atiborrada de forraje,
patizamba, con la brida medio rota y la montura gastada? Puedes tomarla, amigo mío, es para ti.
Tómala, llévatela ahora mismo", el navajo sonreirá, te estrechará la mano, montará de un salto en su
nuevo caballo y se irá. De los dos, sólo el regalo inmediato es real; la promesa de beneficios futuros no
merece la pena ni, siquiera considerarla»,
En los primeros tiempos de los programas de control de zonas y conservación del suelo fue casi
imposible convencer a los navajos de que iban a ganar algo si entregaban sus queridas ovejas a cambio
de los beneficios de que disfrutarían diez o veinte años más tarde. Una vez participé en la supervisión
de la construcción de pequeños diques de tierra y, corno todos los demás, al principio tuve poco éxito
en persuadir a los trabajadores navajos para que trabajaran de firme y construyesen los diques
rápidamente de forma que hubiera más diques y más agua para sus ovejas. La consideración de que
podrían tener un cacique o diez según cuánto trabajaran no les decía nada, Hasta que no aprendí a
trasladar nuestra conducta a sus términos, no rindieron tanto corno sabíamos que podían hacer.
La solución llegó de la siguiente manera. Había estado comentando el problema con un amigo, Lorenzo
Hubbell, que había vivido en la reserva toda su vida. Cuando surgían dificultades, me resultaba un
alivio desahogarme con él. En sus observaciones siempre había algo que daba la clave de las pautas
ocultas de la vida de los navajos, Durante la conversación me enteré de que ellos entendían y
respetaban los tratos. Tuve una ligera sospecha de esto cuando me di cuenta de lo intranquilos que se
quedaron al permitírseles incumplir el trabajo al que habían accedido, Parecía preocuparles
33
especialmente que se les fuera a pedir una recompensa en el futuro por no haber cumplido con su
obligación. Decidí sentarme con el grupo navajo y hablarles del trabajo. Fue totalmente inútil
argumentar sobre las ventajas futuras que se derivarían de trabajar con empeño; el razonamiento lineal
y la lógica no tenían sentido. Reaccionaron, sin embargo, cuando les indiqué que el Gobierno les estaba
dando dinero para que acabasen con sus deudas, que les estaba proporcionando un empleo al lado de
sus familias yagua para sus ovejas. Recalqué el hecho de que a cambio de eso debían trabajar ocho
horas al día. Se lo presenté como un trato. A partir de mi aclaración, el trabajo avanzó
satisfactoriamente.
Uno de mis trabajadores indios, sin darse cuenta, nos procuró otro ejemplo del conflicto cultural
centrado en el tiempo. Se llamaba «Pequeño Domingo». Era bajo, enjuto y atractivo. Como no es
correcto preguntar a los navajos sobre sus nombres, ni siquiera como se llaman, fue necesario inquirir
de otros por qué se llamaba así. La explicación fue reveladora.
Cuando hicieron su aparición los primeros tratantes blancos, a los indios les costó mucho
acostumbrarse al hecho de que nosotros los europeos dividiéramos el tiempo en periodos extraños y
artificiales en vez de seguir la sucesión «natural» de los días, que empezaba con la luna nueva y
terminaba con la menguante. Especial perplejidad les causaba la noción de semana, introducida por los
comerciantes y los misioneros. Imaginen a un indio navajo que vive a unas 40 ó 50 millas de un
almacén que está a 100 millas al norte de la vía férrea y decide que necesita harina y quizás un poco de
manteca de cerdo para el pan. Piensa en la harina y la manteca, en sus amigos y en lo divertido que lo
pasarán comerciando, o puede que se pregunte si el comerciante le fiará o cuánto dinero podrá
conseguir por la piel que tiene. Después de cabalgar un día y medio o dos, llega al almacén de lo más
dispuesto a negociar, pero está cerrado a cal y canto. Hay otra pareja de indios navajos acampada en la
barraca construida por el comerciante. Le dicen que está dentro del almacén, pero que no negociará
porque es domingo.
Dan golpes en la puerta y les contesta: «Marchaos, es domingo», y el navajo dice: «¡Pero si he venido
de más allá de Black Mesa y tengo hambre! Necesito comida». ¿Qué puede hacer el comerciante?
Pronto abre el establecimiento y todos los navajos irrumpen en él. Uno de los visitantes dominicales
más asiduos e insistentes fue el que se ganó el mote de «Gran Domingo». «Pequeño Domingo», como
se ve, se llevó el segundo puesto.
Los indios sioux nos proporcionan otro ejemplo interesante de perspectivas diferentes respecto al
tiempo. No hace mucho tiempo, un hombre que se present6 como superintendente de los sioux vino a
mi oficina. Supe que había nacido en la reserva y que era un producto de las culturas india y blanca
conjuntamente; había conseguido licenciarse por una de las universidades de la Ivy League.
Durante una larga y fascinante relación de los muchos problemas con que se encontraba su tribu al
adaptarse a nuestra forma de vida, de pronto señaló: «¿Qué pensaría usted de una gente que no tiene en
su lenguaje ninguna palabra para el tiempo? Mi pueblo no tiene una palabra para "tarde" o para
"espera". No saben lo que es esperar o ir con retraso». Después continuó diciendo: «Decidí que hasta
que no supieran contar el tiempo y no conocieran lo. que es, no podrían adaptarse a la cultura de los
blancos. Así que me puse a enseñárselo. No había ningún reloj que funcionara en las aulas de la
reserva, por lo que antes que nada compré unos cuantos. Después hice que los autobuses del colegio
saliesen a su hora, y si un indio llegaba dos minutos tarde, mala suerte. El autobús se marchaba a las
8.42 y él tenía que estar allí a esa hora».
Estaba en lo cierto, desde luego. Los sioux no podían ajustarse a las costumbres europeas mientras no
aprendieran el significado del tiempo. Los métodos del superintendente pueden parecer algo
exagerados, pero eran prácticamente los únicos que podían dar resultado. La idea de hacer que los
autobuses se marcharan y que los conductores se atuviesen a un horario rígido fue genial, y mucho más
provechosa para los indios, para los que fue mejor perder el autobús en la reserva que su empleo en la
ciudad por llegar tarde.
De hecho, no hay otro medio de enseñar el tiempo a gente que lo maneja de una forma tan diferente a la
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nuestra como los sioux. El método más rápido es presentarlo muy técnicamente y hacer que signifique
algo. Más adelante, esa gente aprenderá las variaciones sencillas, pero hasta que no hayan
experimentado y dominado nuestra clase de tiempo nunca se adaptarán a nuestra cultura.
A miles de millas de las reservas de los indios americanos nos encontramos con otra forma de tratar el
tiempo que puede resultar asimismo absolutamente desconcertante para el visitante que no va
preparado. Los habitantes del atolón de Truk, en el sudoeste del Pacífico, tratan el tiempo de una forma
que les ha complicado la vida tanto a ellos como a otros, ya que plantea problemas especiales no sólo a
los gobernadores civiles y militares y a los antropólogos que registran su vida, sino también a sus jefes.
¡El tiempo no discurre en Truk! Los sucesos pertenecientes al pasado se amontonan, depositan una
carga cada vez mayor sobre la población, y pesan agobiantemente. en el presente. De hecho, se tratan
como si acabaran de ocurrir. Esto se hizo visible por algo que ocurrió poco después de la ocupación
americana del atolón al final de la Segunda Guerra Mundial.
Un aldeano llegó sin aliento a la sede del gobierno militar. Dijo que se había cometido un crimen en el
pueblo y que el asesino andaba suelto. Naturalmente el oficial se alarmó, y estaba a punto de enviar a la
policía militar para que arrestase al culpable, cuando se acordó de que alguien le había prevenido de
que no actuara precipitadamente al tratar con los «nativos». Al hacerle algunas preguntas, se descubrió
que la víctima había estado «tonteando» con la mujer del asesino. Más preguntas de tipo rutinario,
dirigidas a establecer el lugar y la fecha del crimen, revelaron que el asesinato no se había producido
pocas horas, o incluso días, antes, como se podría esperar, sino hacía diecisiete días. El asesino había
andado suelto por el pueblo todo ese tiempo.
Otro ejemplo de cómo el tiempo no pasa en Truk es el de una disputa por unas tierras que comenzó en
tiempos de la ocupación alemana, en la década de 1890, continuó a lo largo de la ocupación japonesa y
todavía se mantenía viva y llena de acrimonia cuando llegaron los americanos en 1946.
Antes de la llegada del misionero Moses a Uman en 1867, la vida en Truk se caracterizaba por sus
guerras violentas y sanguinarias. Las aldeas, en vez de estar en la costa, donde la vida era algo más
fácil, se emplazaban en las laderas de las montañas para estar mejor protegidas. Los ataques podían
producirse de improviso y a menudo sin ninguna provocación manifiesta; podían empezar porque un
hombre robara un coco de un árbol que no fuera suyo o porque abordara a una mujer y se aprovechara
de ella: Años más tarde alguien empezaría a pensar en el mal que se había cometido, decidiría que
todavía no se había reparado y, una vez más, una aldea sufriría un ataque en medio de la noche.
Cuando se formulaban acusaciones contra un jefe por cosas que había hecho a su gente, cada pequeño
desaire, el más nimio soborno, eran enumerados; nada se olvidaba. Se pedían daños y perjuicios por
todo. A los americanos nos parecía absurdo, sobre todo cuando mirábamos la lista de acusaciones.
«¿Cómo podía ser tan corrupto un jefe?» «¿Cómo podía recordar tantas cosas la gente?»
Aunque los isleños de Truk cargan con el peso acumulado del tiempo pasado, muestran una
incapacidad casi total para captar la noción de que dos sucesos pueden ocurrir a la vez estando
separados por alguna distancia. Cuando los japoneses ocuparon Truk al final de la Primera Guerra
Mundial, se llevaron a Artie Moses, jefe de la isla de Uman, a Tokio. Hicieron que Artie enviase un
radiograma a su gente como demostración de la magia de la tecnología japonesa. Su familia, pese a
saber que estaba en Tokio, rehusó creer que había mandado el mensaje, que hubiera dicho algo. Los
lugares distantes son reales para ellos, pero las personas que están lejos, están muy, muy lejos, y es
impensable establecer interacción alguna con ellas.
El antropólogo Paul Bohannan informa de una manera de tratar el tiempo totalmente diferente en los tiv
un pueblo primitivo que vive en Nigeria. Como los navajos, señalan al sol para indicar los días y
también observan los movimientos crecientes y menguantes de la luna. Lo que es distinto es la forma
en que usan y experimentan el tiempo. Para los tiv, es como una cápsula. Hay un tiempo para hacer
visitas, para cocinar o para trabajar, y cuando uno está en uno de esos tiempos no cambia a otro.
El equivalente de la semana en los tiv dura de cinco a siete días. N o está ligado a acontecimientos
periódicós naturales, como pueden ser las fases de la luna. A los días de la semana se les da nombre
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según las cosas que se venden en el «mercado» más próximo. Si nosotros tuviéramos el equivalente de
esto, el lunes se llamaría «automóviles» en Washington, «mobiliario» en Baltimore y «almacén de
mercancías» en Nueva York, e irían seguidos de los días para accesorios, licor y diamantes en las
respectivas ciudades. Ello significaría que, al estar de viaje, el día de la semana iría cambiando de
acuerdo con el lugar en que se estuviera.
Un requisito de nuestro sistema temporal es que los componentes deben sumarse: sesenta segundos son
iguales a un minuto, sesenta minutos iguales a una hora. El americano se queda perplejo ante la gente
que no lo hace así. El especialista en Africa Henri Alexandre Junod, al informar sobre los tonga, habla
de un hechicero que había memorizado la cronología de setenta años y podía detallar los sucesos que
habían ocurrido en todos y cada uno de esos años en orden. Sin embargo, este mismo hombre se refería
al período que había memorizado como una «era» que computaba de «cuatro meses y ochocientos años
de duración». La reacción normal ante esta historia y otras por el estilo es considerar que ese hombre
era sencillo como un niño y no entendía lo que estaba diciendo, porque ¿cómo es posible que setenta
años sean lo mismo que ochocientos?; pero, como estudiosos de la cultura, ya no podemos descartar
otras conceptualizaciones de la realidad a base de decir que son infantiles. Debemos profundizar mucho
más. En el caso de los tonga parece que la «cronología» es una cosa y una «era» otra totalmente
distinta, y no existe relación entre las dos operativamente.
Si en estas distinciones entre el tiempo europeoamericano y el de otras gentes parece que recurramos
demasiado a los pueblos primitivos, permítaseme mencionar otros dos ejemplos de culturas que son tan
civilizadas, cuando no tan industrializadas, como la nuestra. Al comparar los Estados Unios con Irán y
Afganistán aparecen grandes diferencias en el manejo del tiempo. La actitud de los americanos
respecto a las citas es un ejemplo. Una vez, en Teherán, tuve la oportunidad de observar a unos jóvenes
iraníes preparando una fiesta. Después de haber quedado para recoger a cada uno a las horas y en los
lugares designados, todo empez a fallar. Algunos dejaron aviso de que no podían pasar a recoger a
fulano o de que se iban a otro sitio sabiendo perfectamente que la persona a la que habían dado el
mensaje posiblemente no podría transmitido. A una joven la dejaron colgada en la esquina de una calle
y a nadie pareció preocuparle. Uno de mis informadores me explicó que él había tenido muchas
experiencias similares. En una ocasión se citó once veces con un amigo. Cada vez, uno de los dos no
aparecía. A la duodécima se juraron que estarían los dos, que nada lo impediría. El amigo no llegó.
Después de esperar cuarenta y cinco minutos, mi informante telefoneo a su amigo y lo encontró todavía
en casa. La siguiente conversaci6n es aproximadamente la que tuvo lugar:
«¿Eres tú, Abdul?»
«Sí».
«¿Por qué no has venido? Habíamos quedado en firme».
«Ya, pero estaba lloviendo», dijo Abdul en un tono quejumbroso que es muy corriente en el idioma
parsi.
Pero si las citas en el presente se toman de una forma bastante despreocupada, el pasado en Irán tiene
una importancia muy grande; la gente recuerda lo que considera las maravillas del pasado y la edad de
oro de la cultura persa. Sin embargo, el futuro parece carecer de realidad o consistencia. Ha habido
hombres de negocios que han invertido cientos de miles de dó1ares en fábricas de varias clases sin
hacer el más ligero proyecto de cómo utilizarlas. Una vez se vendió y envió a Teherán una fábrica textil
completa antes de que el comprador hubiese reunido el suficiente dinero para montarla, comprar
suministros o preparar al personal. Cuando equipos de técnicos americanos fueron a Irán para fomentar
-su economía tuvieron que enfrentarse constantemente con lo que a ellos les parecía una casi total falta
de planificación.
Más al Este, en Afganistán, la diferencia respecto a los conceptos americanos del tiempo va mucho más
lejos. Hace algunos años apareció un hombre en Kabul buscando a su hermano. Preguntó a todos los
vendedores del mercado si le habían visto y les explico dónde se hospedaba por si su hermano llegaba y
quería verle. Al año siguiente regresó y volvió a hacer lo mismo. Por entonces uno de los miembros de
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la embajada americana se había enterado de sus pesquisas y le preguntó si había encontrado a su
hermano. El hombre respondió que su hermano y él habían quedado en reunirse en Kabul, pero que
ninguno de los dos había dicho qué año.
Por extrañas que parezcan algunas de estas historias acerca de la forma en que la gente maneja el
tiempo, se hacen comprensible_ cuando se las analiza correctamente. Hacer esto apropiadamente
requiere una teoría adecuada de la cultura. Antes de volver nuevamente al tema del tiempo -en un
capítulo posterior de este libro- espero haber proporcionado precisamente esa teoría. No sólo
proyectara luz sobre el modo en que el tiempo está mezclado con otros muchos aspectos de la sociedad,
sino que proveerá de una clave para descubrir algunos de los secretos del elocuente lenguaje de la
cultura, que habla de tantas maneras diferentes.
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3. El Vocabulario de la cultura
El éxito que obtuvo Sir Arthur Conan Doyle con la creación de Sherlock Holmes es atribuible en gran
medida al hecho de que Holmes sabía sacar el máximo partido de la comunicación no verbal y extraía
todo lo posible de lo que observaba. El siguiente extracto de Un caso de identidad ilustra este punto
apropiadamente.
“Se había levantado de su sillón y estaba de pie, frente a las persianas entreabiertas,
contemplando la sosa, neutra calle londinense. Miré por encima de su hombro y vi que en la acera de
enfrente había una mujer voluminosa con una gruesa boa de piel alrededor de su cuello y un sombrero
de ala ancha provisto de una larga pluma roja rizada, inclinado coquetamente sobre una de sus orejas
al estilo «duquesa de Devonshire». Por debajo de esta gran panoplia miraba hacia nuestras ventanas
con gesto nervioso y vacilante mientras su cuerpo se balanceaba para delante y para atrás y sus dedos
jugueteaban con los botones de sus guantes. De repente, de un salto, como un nadador que deja la
orilla, cruzó velozmente la calle y escuchamos el agudo sonido del timbre.
«He visto esos síntomas antes», dijo Holmes, tirando su cigarro al fuego. «El balanceo sobre el suelo
significa siempre un affaire de coeur. Querría consejo, pero no está seguro de que el asunto no sea
excesivamente delicado como para confiárselo a otra persona. Sin embargo, incluso en esto podemos
distinguir. Cuando una mujer ha sido agraviada seriamente por un hombre no duda y el síntoma usual
es un alambre de campanilla roto. En este caso debemos deducir que se trata de un asunto amoroso,
pero que la dama está más perpleja o afligida que airada. Pero aquí llega en persona a resolver
nuestras dudas”.
Sir Arthur hizo explícito un proceso muy complejo por el que pasamos muchos de nosotros sin saber
que estamos envueltos en él. Los que tienen los ojos abiertos pueden leer constantemente en lo que
ocurre a su alrededor. A los componentes de una típica comunidad agrícola americana, por ejemplo, no
hay que contarles por qué el viejo señor Jones va al pueblo. Saben que cada dos jueves entra en la
farmacia a comprar una botella de tónico para su mujer y que después se pasa por el almacén de
comestibles, visita a Charley, se deja caer por la oficina del sheriff y luego vuelve a casa a tiempo para
la comida del mediodía. Jones, por su parte, también puede decir si algo preocupa a uno de sus amigos
y seguro que es capaz de figurarse precisamente lo que es. Se encuentra a gusto con su modo de vida
porque la mayor parte del tiempo «sabe de qué van las cosas». No tiene que dar muchas explicaciones
para que le comprendan; basta con que salude con la cabeza o murmure algo cuando se va de la tienda.
La gente le toma como es. Por otro lado, los extraños le perturban, y no porque sus modales sean
distintos, sino porque sabe muy poco de ellos. Cuando Jones se encuentra con un desconocido, la
comunicación, que normalmente es tan natural como respirar, de pronto se vuelve difícil y demasiado
complicada.
La mayoría de nosotros nos movemos tanto en estos tiempos que rara vez llegamos a esa cómoda fase
que ha alcanzado Jones con sus amigotes, aunque siempre tenemos alrededor las suficientes señales
familiares como para no sentimos nunca totalmente desorientados. Sin embargo, hay muchos casos en
los que la gente que va de un lado a otro del país necesita varios días para introducirse realmente en el
nuevo ambiente y sentirse a gusto por completo. Los americanos no sólo andamos metidos en una
constante migración interna, sino que mill6n y medio de nosotros vivimos en el extranjero, en
ambientes extraños, y esta cifra aumenta cada año. La angustia de Jones cuando se encuentra con una
persona o en un medio poco familiar no es nada comparada. con la que experimentan nuestros viajeros
cuando llegan a tierras extrañas: Al principio las cosas parecen bastante similares en las ciudades. Hay
taxis, hoteles con agua caliente y fría, teatros, luces de neón, incluso edificios altos con ascensor y
algunas personas que hablan inglés. Pero el americano pronto descubre que bajo la familiar apariencia
externa existen considerables diferencias. Cuando alguien dice «sí» a menudo no lo significa en
absoluto, y cuando la gente sonríe no siempre quiere decir que esté contenta. Cuando el visitante
americano hace un gesto amable, puede encontrarse con un desaire; en cambio, si intenta ser amistoso,
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no pasa nada. La gente le dice que hará las cosas y no las hace. Cuanto más tiempo está más enigmático
le parece el país, hasta que al final empieza a aprender a observar nuevas señales que retuercen o inva-
liden las palabras que pronuncia la gente. Descubre que hasta Sherlock Holmes se sentiría impotente en
una nación tan distinta como Japón y que sólo su doble japonés podría desempeñar su papel.
Al llegar a este punto, el americano puede estallar de indignación e intentar apartarse lo más posible de
la extraña forma de vida que le rodea o empezar a preguntarse, más juiciosamente, sobre lo que debe
hacer para salir de esa frustrante comedia de enredo. Si es caritativo, incluso puede empezar a
reflexionar sobre c6mo ayudar al recién llegado a evitar la fastidiosa experiencia de hacer todas las
cosas al revés. Esto puede ser el principio de la sabiduría cultural porque lleva a pensar
sistemáticamente sobre el proceso de aprendizaje por el que pasa casi todo el que se familiariza con una
nueva cultura.
Al continuar con el problema de cómo difiere una cultura de otra y cómo puede uno comunicar esta
diferencia en términos generales, decidí primero que no existía una única piedra de toque que pudiera
utilizarse para explicar cualquier cultura. Con esto, me encontré en desacuerdo con muchos
antropólogos que consideran la cultura como una categoría única. Llegué a esa conclusión al darme
cuenta de que no hay una ruptura entre el presente, en el que el hombre actúa como un animal
productor de cultura, y el pasado, cuando no había hombres ni culturas. Existe una continuidad
ininterrumpida entre el pasado remoto y el presente porque la cultura es bio-básica, está enraizada en
actividades biológicas. Se puede llamar infracultura al comportamiento que precedió a la cultura pero
que después el hombre convirtió en cultura tal como la conocemos hoy. La territorialidad es un ejemplo
de actividad infracultural. Se refiere al modo en que todo ser, desde los peces a los leones y al hombre
moderno, reivindica y defiende su territorio.
Remontándose a la infracultura es posible demostrar que las complejas bases -sobre todo biológicas-
sobre las que se ha fundamentado la conducta humana se establecieron en diferentes etapas de la
historia de la evolución. Trager y yo pensamos también que el número de bases infraculturales era
probablemente muy pequeño y conducía a tipos de actividad muy distintos, a cosas que en apariencia
tenían poca relación entre ellas, o cuando menos no muy clara.
Puesto que la cultura se aprende, parecía también evidente que podría enseñarse. Sin embargo, en el
pasado se tuvo verdaderamente muy poco éxito a este respecto, con la excepción importante del
lenguaje, uno de los rasgos dominantes en todas las culturas. El espectacular progreso en la enseñanza,
el análisis y el trabajo sobre el lenguaje que ha hecho posible por la ciencia lingüística moderna, nos
impulsó a investigar muy cuidadosamente cómo se había producido ese avance. Nuestras
observaciones nos llevaron a establecer unos criterios para otros sistemas de cultura. Para satisfacer los
requisitos como sistema cultural, cada sistema tenía que:
A. Estar enraizado en una actividad biológica compartida ampliamente con otras formas avanzadas de
vida. Era esencial que no hubiera rupturas con el pasado.
B. Ser susceptible de análisis en sus propios términos sin referencia a los demás sistemas y estar
organizado de forma que contuviera componentes aislados capaces de formar unidades más complejas,
y paradójicamente
C. Estar constituido de modo que reflejase el resto de la cultura y a la vez estuviese reflejado en ella.
Estos criterios son operacionales. Es decir, se basan en la observación directa del funcionamiento real
de un sistema cultural, en este caso el lenguaje. Los criterios, desde un punto de vista antropológico,
son firmes. Hay diez tipos independientes de actividad humana a los que he llamado Sistemas de
Mensaje Primario (SMP). Sólo el primer SMP implica el lenguaje. Todos los demás SMP son formas
no lingüísticas del proceso de comunicaci6n. Puesto que cada uno está entrelazado con los otros, se
puede empezar el estudio de la cultura con cualquiera de los diez y descubrir finalmente el cuadro
completo. Los Sistemas de Mensaje Primario son:
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1. Interacción.
2. Asociación.
3. Subsistencia.
4. Bisexualidad.
5. Territorialidad.
6. Temporalidad.
7. Aprendizaje,.
8. Juego.
9. Defensa.
10. Explotación (uso de materiales).
Al hablar de los SMP uno por. uno, recalcaré tres cosas: cómo la biología impregna cada SMP, cómo
puede examinarse cada uno en sí mismo, y cómo se engrana cada cual en la red global de la cultura.
2. Asociación. Es fácil olvidar que los cuerpos de los organismos complejos son en realidad sociedades
de células, muchas de las cuales tienen funciones muy especializadas, y que las primeras asociaciones a
lo largo de esta línea se produjeron entre células que se unieron en colonias. La asociación, por tanto,
empieza cuando dos células se han unido.
Hace años los psicólogos atrajeron una atención considerable con sus descripciones de «la ley del más
fuerte»de los pollos. Se recordará que, en cada grupo, hay siempre un pollo que picotea a todos los
demás yal que no pica ninguno, mientras que en la base está uno que recibe todos los picotazos del
resto. Entre los dos extremos, el grupo se ordena en una progresión metódica que va desde el segundo a
partir de la base, que sólo puede picotear a un pollo, hasta el número dos por arriba, al que pica
únicamente el principal. Todo ser viviente organiza su vida sobre algún modelo reconocible de
asociación. Los pollos se ordenan a base de picotazos, los caballos por medio de coces y mordiscos. En
algunos casos, una jerarquía regulada rígidamente se sustituye por otra forma de asociación. Konrad
Lorenz define dos modelos diferentes de asociación en su descripción de los perros. Se basan en el
comportamiento ancestral de los lobos y los chacales. Los lobos guardan una lealtad sumamente
desarrollada ala manada así como al jefe, una lealtad que se establece pronto y que persiste durante
toda la vida. Por otra parte, los chacales parecen formar asociaciones mucho menos compactas,
dependientes de la situación. No son leales como el lobo ni al jefe ni a la manada. Son mucho más
volubles, más rápidos en hacer amigos y menos fieles en los recorridos largos.
Se pueden ver otras formas de. asociación en los rebaños de ovejas, en las manadas de ciervos o
ganado, en los bancos de peces, en las relaciones de pareja de algunas aves y mamíferos, como el león
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el ganso, y en la familia del gorila; Las pautas de asociación persisten durante largos períodos de
tiempo y si acaso cambian es debido a la fuerte presión del ambiente. El famoso antropólogo Ralph
Linton advirtió que los leones de Kenia solían cazar solos o en pareja. Cuando la caza se hizo escasa
empezaron a cazar en grupo. Lo interesante es que cada león tenía una función asociada con su papel
en la familia. El procedimiento era formar un gran círculo, dejando a uno de ellos en el centro. A base
de gruñidos y aproximaciones dirigían a la pieza hacia el centro,. donde, podía matarla uno solo. Los
cambios en las asociaciones de este tipo anticipan la clase de conducta adaptada que muestra el
hombre.
Las elaboraciones del. hombre sobre la base más simple de los mamíferos son tan complejas y variadas
que solo se han analizado y descrito en líneas generales. De lo que trato aquí es de las diferentes formas
en que están organizadas o estructuradas las sociedades y sus componentes.
La interrelación del SMP de asociación y el lenguaje queda demostrada en la variedad de dialectos de
las clases sociales. Otros ejemplos: el tono de voz de la persona que actúa como jefe, la especialísima
elaboración de formas indicadoras de categoría y deferencia desarrolladas por los japoneses para
responder a sus tremendamente estructuradas jerarquías, en nuestra sociedad las maneras respetuosas
de hablar a las. personas. que tienen up rango superior en el trabajo o socialmente (las enfermeras a los
médicos, los soldados rasos al capitán, los capitanes a los generales, etc.).
3. Subsistencia. Como los otros SMP, la subsistencia es básica y se remonta al comienzo mismo de la
vida. Una de las primeras cosas que se tienen que saber sobre cualquier ser viviente son sus
necesidades nutritivas, qué come y c6mo se las arregla para procurarse alimentos en su estado natural.
El hombre ha elaborado esta cuesti6n de alimentarse, trabajar y ganarse la vida, del mismo
modo que ha desarrollado los otros SMP. Incluido en el SMP de subsistencia está todo, desde los
hábitos alimenticios. individuales hasta la economía de un país. No sólo se clasifica y se trata a la gente
en términos dietéticos, sino que cada sociedad tiene su propia economía característica.
Respecto a la relación entre la subsistencia y los demás SMP, basta mencionar cosas como el especial
comportamiento que se tiene con el lenguaje en las comidas. Existen estrictos tabúes que prohíben el
hablar en la mesa de asuntos como el sexo o las funciones fisiológicas. También está el especial
vocabulario, y correspondiente uso, surgido en tornó a cada ocupaci6n y profesi6n, que son formas
muy especializadas de subsistencia. Ni que decir tiene que el trabajo figura siempre en la escala,
encajando estrechamente en las pautas existentes de asociación. Sin embargo, lo muy valorado en una
cultura puede estarlo muy poco en la de al lado. Éste es uno de los muchos puntos con los que se
enfrenta constantemente el americano que se desplaza al extranjero, ya sea en un programa
gubernamental de asistencia técnica, ya en relación con una actividad industrial, ya en un viaje
turístico.
Entre los americanos el trabajo manual no está mal visto, pero en muchas otras culturas se considera
indigno, un signo de baja categoría. Sólo esta diferencia crea ya innumerables dificultades y retrasos. A
veces se interpreta mal el papel del americano cuando «echa una mano» o demuestra cómo se debe
hacer algo. En otras ocasiones, la gente del lugar rehúsa sencillamente todo posible contacto con una
ocupación tan baja que hay que hacerla con las manos. Durante años el cuidar niños profesional mente
sufrió un retraso en Latinoamérica porque estaba situado tan bajo en la escala que sólo las chicas sin
instrucción se hacían niñeras. El manejo de orinales y otras muchas tareas que normalmente están
ligadas al cuidado de los niños se tenían por inferiores y sucias. Del mismo modo, los intentos de
enseñar medidas de seguridad en el trabajo en aquellos países se fueron a pique ante escollos culturales
cuando se supo que los ingenieros de seguridad teman que ponerse monos y «hacer la demostración»
de las medidas de seguridad en contacto con las máquinas de las fábricas.
5. Territorialidad. Territorialidad es el término técnico que se usa para describir la toma de posesión,
utilización y defensa de un territorio por parte de los organismos vivos. Las aves tienen territorios
reconocibles en los que se alimentan y anidan; los animales carnívoros, áreas en las que cazan; las
abejas, lugares en los que buscan la miel, y el hombre utiliza el espacio para todas las actividades en las
que se ocupa. El equilibrio de la vida en el uso del espacio es uno de los más delicados de la naturaleza.
La territorialidad llega a todos los rincones y entresijos de la vida. Hasta los toros de lidia en España,
cuando están en el ruedo, establecen a veces territorios seguros de los que es difícil sacarlos.
La historia del pasado del hombre es en gran parte un relato de sus esfuerzos por arrebatar a los demás
y por defender ese espacio de los extraños. Un vistazo rápido al mapa de Europa del último medio siglo
refleja este hecho. Puede encontrarse multitud de ejemplos familiares para ilustrar la idea de la
territorialidad humana. Los mendigos hacen su ronda, como la hacen los policías que intentan que se
vayan, y las prostitutas se ciñen a su rincón preciso en la calle. Los vendedores y los distribuidores
tienen su territorio propio que defienden como cualquier otro organismo vivo. Tener un territorio es
tener uno de los componentes esenciales de la vida. La falta de él provoca las situaciones más
precarias.
El espacio (o territorialidad) se mezcla muy sutilmente. con el resto de la cultura de muchas formas
distintas. La categoría, por ejemplo, está indicada por la distancia que separa la cabecera de la mesa del
sitio donde uno se sienta en las ocasiones solemnes; el aumento de la distancia conlleva asimismo,
variaciones en la voz (desde el susurro al grito); existen áreas para trabajar y jugar, para la educación y
la defensa, y hay objetos como las reglas, las cadenas y los telémetros que miden el espacio y
establecen los límites de todo, desde una casa a un Estado.
7. Aprendizaje. El aprendizaje cobró una importancia esencial como mecanismo de adaptación cuando
un ancestro desconocido, común a los pájaros y los mamíferos, pasó a tener la sangre caliente en algún
momento del final del período permiano o de principios del triásico, hace unos cien millones de años.
Antes de que esto acaeciera, el ritmo de la vida estaba ligado a la temperatura del ambiente exterior.
Cuando bajaba la temperatura, el movimiento disminuía, sin que ello supusiera desventaja alguna para
ninguna especie determinada, ya que todo se ralentizaba a la vez. Con la interiorización del control de
la temperatura, los animales de sangre caliente se liberaron de las restricciones que les, imponía la
fluctuación de la temperatura externa. Esto aumentó enormemente sus posibilidades de supervivencia,
incrementó sus percepciones sensoriales y al mismo tiempo hizo adquirir gran importancia a las
adaptaciones -las migraciones, los nidos, las guaridas, etc.- que capacitaban al organismo para hacer
frente a temperaturas extremas.
Un resultado de tener la sangre caliente es que impone al organismo un tamaño mínimo sin el cual
perece por falta de calor. Cuando el tamaño de un cuerpo baja de un cierto mínimo, el aumento de la
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superficie respecto al volumen hace que el animal no pueda comer lo bastante deprisa como para
mantener el calor metabólico. Ha quedado establecido que un pájaro mosca gordo puede volar 7,7
horas sin consumir su reserva de grasa (un gramo). A los delgados les iría peor, mientras que, al
parecer, algunas musarañas se morirían de inanición en pocas horas.
Con el aumento de tamaño asociado a la sangre caliente, se impone un tope al número de unidades. Los
pájaros, los mamíferos y los insectos han demostrado tener una gran capacidad para adaptarse a los
cambios ambientales. El reino de los insectos compensó la corta duración de la vida de sus miembros
criando enorme cantidad de unidades. Los animales de sangre caliente, a causa de su gran tamaño, larga
vida y relativamente pequeño número de vástagos, necesitaban, obviamente, otras técnicas de adap-
tación. Pasaron a depender cada vez más del aprendizaje como mecanismo de adaptación, aprendizaje
que realmente se apropiaron como tal mecanismo cuando pudo extenderse en el tiempo y en el espacio
a través del lenguaje. Un ciervo puede aprender cosas sobre los hombres armados por la reacci6n de su
madre cuando aparece uno con una pistola, pero sin lenguaje no hay forma de que ese ciervo esté
prevenido en ausencia de una demostración real. Los animales no tienen modo de almacenar su
aprendizaje frente a necesidades futuras.
Últimamente los psicólogos han mostrado interés por la teoría del aprendizaje, y un antropólogo, John
Gillin, ha introducido dicha teoría en su obra. Lo que complica las cosas, sin embargo, es que la gente
criada en diferentes culturas aprende a aprender de forma distinta. Algunos lo hacen de memoria y
maquinalmente, sin referencia a la «1ógica» tal como la entendemos; otros aprenden a base de
demostraciones, pero sin que el profesor pida al estudiante que participe mientras «aprende». Algunas
culturas, como la americana, insisten en la práctica, mientras que otras son muy poco pragmáticas. Los
japoneses llegan a guiar la mano del alumno; a nuestros profesores, en cambio, normalmente no se les
permite tocar a la otra persona. La educación y los sistemas educativos están tan cargados de emoción y
son tan característicos de una cultura dada como el lenguaje. No habría de sorprendemos que
encontremos una auténtica oposición a nuestro sistema educacional cuando intentamos trasladado
fuera.
El aprendizaje de aprender de una forma distinta es algo con lo que se tiene que enfrentar todos los días
quien va al extranjero e intenta formar a la gente del lugar. A la persona de tipo medio educada en una
cultura le parece inconcebible que algo tan básico se pueda hacer de forma diferente a como le
enseñaron a ella. El hecho es que, una vez que la gente ha aprendido a aprender de un modo, le es
extremadamente difícil aprender de otra forma.
El resto de la cultura refleja la manera en que uno aprende, puesto que la cultura es «el comportamiento
aprendido y compartido». El aprendizaje, pues, es una de las actividades básicas de la vida y los
educadores dominarían mejor su arte si echaran un vistazo a las obras de los pioneros de la lingüística
descriptiva y aprendieran sobre el tema en el que trabajan por medio del estudio de cómo aprende otra
gente. Hombres como Sapir revolucionaron la teoría lingüística y los métodos de enseñanza del
lenguaje como consecuencia directa de haber tenido que resolver problemas que surgían del estudio de
los lenguajes «primitivos». El llamado «método del ejército» de la Segunda Guerra Mundial estuvo
profundamente influido por lingüistas preparados antropológicamente. También lo fue el actual
programa de lenguaje del Departamento de Estado.
Los educadores pueden aprender mucho sobre su propio sistema de aprendizaje sumiéndose en los que
son tan distintos al suyo que originan preguntas que nunca anteriormente se habían formulado. Los
americanos en particular han dado por sentado durante demasiado tiempo que el sistema educativo de
los Estados Unidos representa el no va más del desarrollo y que otros sistemas son menos avanzados
que el nuestro. Incluso las técnicas educativas del Japón, muy elaboradas y hermosamente adaptadas,
se han contemplado despectivamente. Sólo se puede explicar que nos sintamos tan satisfechos y tan
orgullosos de nosotros mismos por la ceguera que la cultura impone a sus miembros. Hay muy pocas
razones para complacerse cuando miramos, no a los demás, sino hacia nosotros. El hecho de que a
tantos de nuestros niños no les guste el colegio o salgan de él hechos unos ignorantes sugiere que
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todavía tenemos mucho que aprender sobre el aprendizaje como proceso.
Cuando uno observa a sus propios hijos mientras crecen y aprenden, reflexiona sobre el papel vital del
aprendizaje como agente de la cultura, por no mencionar e estratégico lugar que ocupa en el
mecanismo de supervivencia. Cualquier niño, desde el momento en que nace, sin cultura, hasta los
cuatro o cinco años, absorbe lo que le rodea a una velocidad que no vuelve a igualar en toda su vida.
Desde los seis hasta los diez los niños todavía marchan muy bien, siempre que el sistema educativo no
haya producido bloqueos en su aprendizaje.
Pero los colegios no son los únicos agentes responsables de la educación. Los padres, y la gente mayor
en general, tienen también su parcela de responsabilidad. Habiendo aprendido a aprender de una
manera particular, los adultos pueden comunicar sus prejuicios y sus convicciones en multitud de
formas sutiles, y a menudo no tan sutiles. He aquí un ejemplo de algo que ha experimentado de un
modo u otro casi todo aquel que comparte nuestra cultura.
Esta historia comienza cuando una bisabuela visita a su bisnieta de tres años. La niña, como la mayoría
de las de su edad, va haciendo sus pinitos y absorbiendo todo lo que ocurre. Aparte de comer y beber,
una de sus principales preocupaciones es conseguir dominar las comunicaciones que tienen lugar a su
alrededor para poder relacionarse con los demás en los términos de ellos. La bisabuela la observa. Algo
de lo que ve la inquieta. Sigue sentada un momento Y de repente, sin avisar y en tono reprobador dice
bruscamente: «Mirad qué mono de imitación. Luisa, estáte quieta. No seas tan copiona». Negando su
aprobación, la bisabuela muestra una de las principales formas en que el aprendizaje es desviado de la
imitación consciente, que ella obviamente desaprueba.
Los niños, por supuesto, son extremadamente sensibles a este proceso.
Para servir al género humano, el aprendizaje, como el sexo, no puede ser indisciplinado; tiene que estar
canalizado y, a veces, dirigido. Hay mucho que aprender sobre los detalles de c6mo funciona este
proceso en culturas diferentes y cabe la remota posibilidad de que, al estudiar a los demás nosotros, los
americanos, que presumimos de nuestra eficiencia, aprendamos cosas que realmente nos ayuden a
descifrar la clave del punto muerto en que se encuentra nuestra educación. Nuestro actual modo de
enseñar a leer es sólo uno de los muchos defectos obvios de la pedagogía americana. Es un síntoma de
que algo anda mal en nuestra forma de enseñar. En vez de ser gratificante, el aprendizaje se ha
convertido en algo a menudo penoso y difícil para el niño.
En Truk, el atolón del Sudoeste del Pacífico, a los niños se les deja llegar a los nueve o diez años sin
que nadie se muestre excesivamente riguroso respecto a lo que deberían saber. Como dice la gente de
Truk: «Todavía no sabe, es sólo un niño». Los americanos tienden a corregir a los niños con bastante
impaciencia. Entre nosotros el aprendizaje parece estar acompañado de una cierta tensón, de modo que
se valora mas a la persona que aprende deprisa que a la que aprende despacio.
Algunas culturas ponen menos énfasis en la velocidad y quizá un poco mas en aprender correctamente.
Por otra parte, la moda educativa imperante actualmente en los Estados Unidos es decirle al niño, si no
sabe el significado de una palabra, que lo adivine, lo que no es precisamente la preparación adecuada
para futuros científicos.
A los americanos les gusta pensar que los niños deben «entender» lo que han aprendido. Lo que ocurre,
por supuesto, es que gran parte del material, que es lo bastante fácil para aprenderlo sin adornos, se
hace más difícil por las complejas ya menudo erróneas explicaciones que lo acompañan. Sea como sea,
el culto a las explicaciones y a la 1ógica como proceso no parece abrumar a los árabes o los japoneses,
y sin embargo ambos pueblos han aportado contribuciones sin igual al mundo de la ciencia.
Cómo aprende la gente a aprender de un modo diferente continuara siendo un campo para la
investigación en los próximos tiempos. Tal como está ahora, sin embargo, estas diferencias representan
una de las barreras que tienen que sobrepasarse cada vez que dos personas educadas en culturas
distintas interactúan, aunque sea durante un periodo mínimo de tiempo. Los americanos dirán:
«¿Por qué los sudamericanos no pueden aprender a ser puntuales?» o «¿Por que los tailandeses no
pueden aprender a hervir el agua de los cubitos de hielo?». La respuesta, claro está, se halla en que
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nadie les enseñó a hacerlo de un modo que fuera consecuente con la forma en que habían aprendido
todo lo demás a lo largo de su vida.
8. Juego. En el curso de la evolución el juego ha sido un añadido a los procesos vitales relativamente
reciente y no demasiado bien comprendido. Está muy desarrollado en los mamíferos, pero no es tan
fácil de reconocer en las aves, y todavía queda por precisar su papel como mecanismo de adaptación.
Sin embargo, se puede afirmar que está entretejido con todos los otros SMP. La gente se ríe, cuenta
chistes, y si uno capta el humor de una persona y lo controla realmente sabe que domina también casi
todo lo demás. Hay mucha gente en el mundo que tiene lo que se llaman «pandillas para divertirse»
(joking relationships), e incluso en nuestra cultura 'existe una clase de relaci6n que se conoce como el
«compañero de juegos» (playmate). Hay momentos y sitios para jugar, como el cuarto de juego en las
casas y las zonas recreativas en los parques, así como una importante industria dedicada a las
diversiones que goza de buena salud. El juego y el aprendizaje están íntimamente unidos y no es
demasiado difícil demostrar que hay una relación entre la inteligencia y el juego. Algunos juegos, como
el ajedrez y las damas chinas, son casi enteramente una funci6n de un tipo específico de desarrollo
intelectual.
El juego y el SMP de defensa están, asimismo, estrechamente relacionados; a menudo se utiliza el
Humor para protegerse o para esconder algún rasgo vulnerable. Otro ejemplo de la Íntima relación que
existe entre el juego y la defensa se encuentra en los ejercicios y maniobras militares a los que se llama
«juegos de guerra» (war games).
Uno de los puntos cardinales de muchos de los juegos provenientes de la Europa occidental es que a
menudo implican competición. Como consecuencia, los juegos de los pueblo de Nuevo México,
incluso las carreras, nos parecen muy raros porque pueden mezclar un anciano y un niño con hombres
jóvenes. El propósito de la carrera no es ganar a alguien, sino sencillamente «hacerlo cada uno lo mejor
que pueda». De hecho, el juego entre nosotros es rara vez una actividad autónoma. En el viejo Oeste,
por poner un ejemplo extremo, era muy corriente que se asociase con una cierta violencia, las bromas
eran groseras y a menudo herían o molestaban al sujeto que era blanco de ellas. En general, el humor
americano es de tipo binario, o blanco o negro, por decido de alguna manera. En Extremo Oriente, sin
embargo, se encuentra una continuidad, un amplio espectro de gradaciones sutiles en la diversión.
9. Defensa. Tanto para los hombres como para los animales, la defensa es una actividad especializada
de una tremenda importancia. El etólogo dedicado a estudiar las formas de vida inferiores examina y
describe tradicionalmente los mecanismos de defensa de los organismos que estudia. Puede estar
familiarizado con ellos incluso antes de descubrir cosas tan básicas como los detalles de la
alimentación de un animal. El oposum se hace el muerto, el lagarto cambia el color de su piel para
igualarse con el fondo del ambiente que le rodea, la tortuga se mete en su concha, la mofeta expande
sus olores y el calamar su nube de tinta, los pájaros se desplazan en bandadas para despistar a los
halcones. Éstas son sólo algunas de las muchas estratagemas defensivas que cualquier escolar puede
enumerar.
El hombre ha elaborado sus técnicas defensivas con un despliegue de ingenio sorprendente; no sólo con
la guerra, sino también con la religión, la medicina y la aplicación de la ley. Tiene que defenderse
contra las fuerzas potencialmente hostiles de la naturaleza, pero también contra las que se hallan dentro
de la sociedad. Tiene que habérselas, además, con las fuerzas destructivas que están en su interior. La
religión se ocupa de prevenir los peligros existentes en la naturaleza y en el propio individuo. Los
organismos a los que concierne la aplicación de la ley se han desarrollado para enfrentarse con los
delincuentes, y los ejércitos se utilizan contra otras sociedades. La medicina, a su vez, defiende el
bienestar de los grupos, así como al individuo contra la enfermedad.
Como las funciones de la religión están más documentadas y se comprenden mucho mejor, por lo que
hace a la situación de cruce de culturas, que las de la medicina, la aplicación de la ley o la guerra, la
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consideraremos tan solo brevemente. Hay, sin embargo, un punto importante que se debería tener en
cuenta acerca del modo en que las diferentes culturas tienden a tratar la religión. Con la posible
excepción de las gentes de la URSS, los americanos han tendido a compartimentarla y reducir su
función social más que cualquier otro pueblo. Los navajos consideran religiosas muchas actividades,
por ejemplo la medicina, las diversiones, el deporte y la ciencia. En Oriente Medio el islam impregna la
vida mucho más que el cristianismo en la Europa de hoy. La gente del mundo occidental no acaba de
hacerse cargo de hasta qué punto la religión está infiltrada en todos los aspectos de la vida del mundo
árabe. El contenido de la religión, su organización y la forma en que se integra en el resto de los
quehaceres humanos varia enormemente de una cultura a otra.
La medicina cambia también según el lugar de que se trate. Aunque la medicina occidental ha
alcanzado logros notables, no deberíamos cerramos a la posibilidad de que otros sistemas de curación
puedan evitar innumerables, sufrimientos, Los estudiosos han acumulado gran cantidad de material
sobre las prácticas curativas de otras sociedades. Casi todo el mundo ha oído hablar del vudú de Haití,
los hechiceros navajos y los naturistas chinos. Como ocurre con la religión, la adhesión a las prácticas
médicas es rigurosa y sólo se renuncia a. ellas cuando todo lo demás ha fallado. Las actitudes básicas
ante la enfermedad también difieren. Como señaló Margaret Mead en cierta ocasión, el americano
siente de modo inconsciente que si está enfermo es por su mal comportamiento. El navajo, por el
contrario, rara vez se echa la culpa; siente que si se pone enfermo debe ser porque inadvertidamente se
ha metido en un sitio que era tabú o porque alguna mala persona le ha embrujado.
Como la medicina, que es una defensa contra los estragos de la enfermedad, la guerra, que el hombre
utiliza contra los enemigos de su especie, está también dominada por el puño de hierro de la cultura. En
muchos sentidos, es tan ritualista como la religión en sus pautas formales. Un sorprendente ejemplo de
esto se dio durante la Segunda Guerra Mundial. Como el sistema cultural de los japoneses ignoraba la
eventualidad de que a sus tropas las cogiesen vivas, no suministraba instrucciones a sus soldados sobre
cómo debían comportarse al ser hechos prisioneros. El resultado fue. que la mayoría de los prisioneros
de guerra no tenían ningún sentido de la seguridad militar, respondían abiertamente en los
interrogatorios y cooperaban con sus aprehensores hasta un grado que los europeos llegarían a
considerar como traición. En Corea, los militares americanos dieron por sentado que los prisioneros
estadounidenses actuarían adecuadamente aun sin un entrenamiento específico acerca de lo que habrían
de hacer bajo la tensión del cautiverio. Informes sobre el comportamiento de los americanos que fueron
hechos prisioneros en la guerra de Corea indican que son bastante vulnerables psicológicamente. La
sencilla regla de «decidles vuestro nombre, rango y número de serie, nada más» no funcionó. Muchos
hablaron demasiado. Más de los necesarios murieron, otros muchos desertaron o fueron muertos y
ninguno escapó. La razón principal fue que estaban actuando de acuerdo con una pauta cultural y no
estaban preparados para habérselas ni con la norcoreana ni con la china comunista. A muchos se les
había hecho creer que los comunistas les tratarían mal y perdieron pie cuando ocasionalmente
recibieron tratamientos «suaves». Pequeños gestos amables de los comunistas se magnificaron a causa
de las dificultades físicas de la vida en prisión. Algunos americanos consideraron que, puesto que eran
prisioneros, la guerra se había acabado para ellos y que ya no estaban bajo control militar. El
pegamento cultural que mantenía sus vidas unidas se desmoronó bajo la presión que los comunistas
ejercieron tan ingeniosamente. Por su parte, a estos les despistó la pauta americana del igualitarismo, la
falta de límites precisos entre las clases sociales y el hecho de que el liderazgo americano tiene que
emerger de un modo informal en cada nueva situación. Cuando los comunistas veían a los prisioneros
americanos dirigirse a un hombre determinado para contarle sus problemas o pedirle consejo
sospechaban una conspiración. Entonces separaban del grupo al jefe en potencia y lo trasladaban. En
consecuencia, no se desarrollaron ni apoyo de grupo, ni sanciones ni controles. En cambio, a los turcos
que lucharon en Corea les fue mucho mejor. Simplemente dijeron a los comunistas quién era su jefe y
dejaron muy claro que en el caso de que se lo llevaran harían jefe al siguiente en la lista y así
sucesivamente hasta llegar al último soldado raso. Ello significaba que siempre habría un sustituto para
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cualquier jefe que los comunistas eliminasen. La organización turca se mantuvo intacta.
10. Explotación. Con objeto de explotar su entorno todos los organismos adaptan sus cuerpos para
enfrentarse con las condiciones ambientales que son especiales. Algunos ejemplos: el cuello largo de la
jirafa (adaptado al follaje alto de los árboles), los dientes del tigre de Bengala, los dedos de los pies del
perezoso, los cascos del caballo y el dedo pulgar del hombre. De vez en cuando, los organismos han
desarrollado extensiones especializadas de sus cuerpos con objeto de efectuar lo que este debería hacer
y así dejarlo libre para otras cosas. Entre esos ingeniosos desarrollos naturales se encuentran la tela de
araña, el capullo del gusano de seda, los nidos de los pájaros y los peces. Cuando el hombre apareció
con su cuerpo especializado, esas actividades extensivas se hicieron valer como medios de explotar el
entorno.
Hoy día el hombre ha desarrollado extensiones para prácticamente todo lo que solía hacer con su
cuerpo. La evolución de las armas empezó con los dientes y los puños y ahora está en la bomba
atómica. Los vestidos y las casas son extensiones de los mecanismos biológicos humanos de control de
la temperatura. Los muebles sustituyen el ponerse en cuclillas y sentarse en el suelo. Las herramientas
eléctricas, las lentes, la televisión, el teléfono y los libros que transmiten la voz en el tiempo y en el
espacio son ejemplos de extensiones materiales. El dinero es un modo de extender y almacenar el
trabajo. Nuestras redes de transporte hacen ahora lo que solíamos hacer con nuestros pies y espaldas.
De hecho, todas las cosas materiales hechas por el hombre pueden considerarse como extensiones de lo
que hacía antes con su cuerpo o con alguna parte especializada de él.
Los objetos materiales y el resto de la cultura están íntimamente entrelazados. A veces la gente
confunde la elaboración material o su ausencia con el conjunto de la cultura, pero de hecho cada
Sistema de Mensaje Primario (SMP) tiene un aspecto material con el que está estrechamente asociado.
Los hombres y las mujeres se visten de modo diferente, las herramientas se adaptan al trabajo, el
tiempo y el espacio se miden con instrumentos, hay juguetes par divertirse, libros para aprender e
incluso señales materiales de la posición social. La relación entre los objetos materiales y el lenguaje es
particularmente íntima. No sólo cada cosa tiene un nombre, sino que el hombre a menudo trata a los
objetos y al lenguaje de un modo muy parecido. Es imposible pensar en la cultura sin ellos. Piénsese en
lo difícil que sería enseñar a alguien a hacer una hacha de piedra sin hablar en absoluto. Al menos se
necesitaría ser capaz de comunicar algo que hiciese las veces de «No, de esa forma, no; de esta otra».
Una razón para acentuar la relación que existe entre el lenguaje y los objetos materiales esta en que
se han producido discusiones considerables entre los antropólogos acerca de cuándo surgió el lenguaje
por primera vez. Se acepta generalmente que lo hizo hace muchísimo tiempo, pero es difícil decir
exactamente cuánto. Mi estimación personal sería que, dada la íntima relación entre el lenguaje y la
cultura material, la comunicación verbal brotó al mismo tiempo que la elaboración de herramientas, en
algún momento entre hace quinientos mil y dos millones de años.
La relación íntima entre el lenguaje y los objetos materiales tienen un paralelo en los vínculos entre
otros Sistemas de Mensaje Primario. Por ejemplo, la asociación y la defensa son funciones una de otra
(la gente forma «asociaciones protectoras», etc.) como lo son el trabajo y el juego, la bisexualidad y el
aprendizaje, el espacio y el tiempo. De este conjunto, sólo la relación entre la bisexualidad y el
aprendizaje puede parecer oscura, -y ello únicamente a un miembro de nuestra cultura. Los que
pertenecen a otras sociedades pueden hacer esta conexión inmediatamente. En nuestra cultura, la línea
divisoria entre los sexos se ha ido haciendo borrosa, pero todavía es una realidad, incluso en los
Estados Unidos, que lo que uno aprende es en gran medida una función del sexo al que se pertenece. Si
esto no fuera, así, habría pocas diferencias culturales entre los sexos.
Como resumen, es importante recordar que la cultura no es una única cosa, sino una compleja serie de
actividades interrelacionadas de muchas maneras, actividades que tienen sus orígenes profundamente
enraizados en un pasado en el que no había culturas ni hombres. El desarrollo del lenguaje y de la
tecnología, una pareja estrechamente ligada, hizo posible el almacenamiento del conocimiento.
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Suministró al hombre una palanca para arrancar a la naturaleza sus secretos. Era la condición necesaria
para que se produjera esa explosión de creatividad que consideramos cultura en su más alto sentido. El
lenguaje y la tecnología muy desarrollados están de algún modo asociados estrechamente con el
hombre en su forma actual, aunque cómo ocurrió esto no se entiende bien del todo. Nada de ello
hubiera sido posible sin los enormemente evolucionados sistemas infraculturales elaborados por los
organismos inferiores. Cuando el hombre apareció, ya había tenido lugar buena parte de la evolución
básica para. la cultura precisamente en los sistemas que se consideran más característicamente
humanos.
Cada SMP es obviamente tan rico y complejo que puede convertirse en tema de toda una vida de
trabajo. Es molesto tratar campos tan amplios e inclusivos de un modo tan sucinto, pero omitirlos sería
privar al lector de la impresión de lo soberanamente intrincados que son los orígenes de la cultura. La
última generalización que convendría hacer sobre ella es que no sólo es muy amplia y profunda en el
sentido histórico, sino que también incluye otras dimensiones de igual importancia. La cultura está
saturada de emoción e inteligencia. Muchas de las cosas que el hombre hace ni siquiera las experimenta
porque las lleva a cabo sin conciencia, pero una gran parte de la actividad humana es el resultado
directo del pensamiento consciente o está impregnada de emoción y sentimiento. El modo en que el
comportamiento -y la cultura- pueden dividirse por el grado de conciencia o sentimiento que los
acompañan es el tema de los capítulos siguientes.
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Cuarta lectura
Lo propio y lo ajeno:
una aproximación al
problema del control cultural
(Tomado del libro de Guillermo
Bonfil Batalla, Pensar nuestra
cultura, ensayos, Alianza Editorial,
2ª edición, 1992, México. Capítulo
2, Pp. 49 – 57)
1.- El problema consiste en definir una relación significativa entre sociedad y cultura que sirva como
herramienta heurística para entender mejor los proceso culturales que ocurren cuando dos grupos con cultura
diferente e identidades contrastantes están vinculados por relaciones asimétricas (dominación / subordinación).
2.- Control cultural es la capacidad de decisión sobre los elementos culturales.
Siendo la cultura un fenómeno social, la capacidad de decisión que define al control cultural es también una
capacidad social, ello implica que aunque las decisiones las tomen los individuos, quien dispone es el conjunto
social.
La capacidad de decisión es también un fenómeno cultural, ya que las decisiones se toman el seno de un sistema
cultural que incluye valores, conocimientos, experiencias, habilidades y capacidades preexistentes. El control
cultural no es absoluto ni abstracto, es histórico.
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Aunque existen diversos grados y niveles posibles en la capacidad de decisión, el control cultural no sólo
implica la capacidad social de usa un determinado elemento cultural, sino la de producirlo y reproducirlo.
3.- Por elementos culturales se entienden los recursos de una cultura que resulta necesario poner en juego para
formular y realizar un propósito social. Pueden distinguirse, al menos, las siguientes clases de elementos
culturales:
a) materiales, tanto los naturales como los que han sido transformados por el trabajo humano;
b) de organización, que son las relaciones sociales sistematizadas a través de las cuales se realiza la
participación; se incluyen la magnitud y las condiciones demográficas;
c) de conocimiento, es decir, las experiencias asimiladas y sistematizadas y las capacidades
demográficas;
d) simbólicos, códigos de comunicación y representación, signos y símbolos; emotivos, sentimientos,
valores y motivaciones compartidos; la subjetividad como recurso.
Todo proyecto cultural requiere poner en acción los elementos culturales, no sólo para realizarlo: también para
formularlo, para imaginarlo, hacen posible al proyecto, fijan sus límites, lo acotan, lo condicionan
históricamente, ya que los fenómenos culturales son fenómenos históricos que cambian a lo largo del tiempo: un
producto natural, por ejemplo, puede convertirse en elemento cultural si la sociedad encuentra cualquier forma
de emplearlo para el logro de un propósito social. No hay elementos culturales en abstracto.
4.- La relación que es necesario buscar es la que se establece entre el grupo social que decide y los elementos
culturales sobre los cuales decide.
Para entender cómo se pueden dar estas relaciones, véase el siguiente esquema:
Elementos Decisiones
Culturales
Propias Ajenas