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Exequias de un niño bautizado, celebradas en una iglesia.

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Difuntos y exequias
Cf. Ritual de Exequias. Extracto (2017)
EN LAS EXEQUIAS DE UN PÁRVULO BAUTIZADO

1. Recibimiento del difunto en el atrio de la iglesia

El ministro, junto a la puerta de la iglesia, saluda a los familiares del difunto con las siguientes
palabras u otras parecidas:
Queridos familiares [y amigos]: [Como veréis al entrar en la iglesia, la muerte de
vuestro querido (vuestra querida) N. ha congregado en torno a él (ella) y en torno a
vosotros una numerosa asistencia.] Ante la dolorosa desgracia que [tan
inesperadamente] ha azotado a vuestra familia, vuestros amigos y conocidos desean
testimoniaros su amistad y su solidaridad. Y también la Iglesia, representada por
aquellos amigos vuestros que se sienten cristianos, y por mi mismo, deseamos en este
momento de dolor confortaros y pedir también por vosotros que el Padre de
misericordia y Dios de todo consuelo os conforte en esta gran tribulación.

A continuación se introduce el cadáver en la iglesia y se pone ante el altar; colocando, si es


posible, junto a él el cirio pascual, y situados los familiares en sus lugares, el ministro saluda a
la asamblea diciendo:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Luego se dirige a los fieles reunidos en la iglesia con las siguientes palabras u otras
parecidas:
Queridos hermanos: La celebración que hoy nos congrega aquí, junto a unos padres
[familiares] desolados por la muerte de su hijo (hija) (del pequeño; de la pequeña) N.,
nos sume a todos en una angustia casi indecible. Resulta realmente difícil aunar la
niñez con la muerte, el inicio de una vida que apenas había comenzado con este fin
brusco que estamos contemplando. Si siempre la muerte nos conturba y nos llena de
interrogantes, la muerte de un niño casi nos escandaliza. La fe cristiana, que ilumina
siempre el camino de los creyentes en Jesús, en esta circunstancia no llega a
ahuyentar ni el dolor ni el desconcierto. El mismo Jesús -recordarlo en este momento
puede aliviar nuestras lágrimas- se conturba ante la muerte de su amigo Lázaro y se
mueve a compasión ante la desolación de una viuda que llora a su hijo.
La voz del pequeño (de la pequeña) N. a todos nos anuncia, a su manera, una vida
nueva, la vida sin fin del reino de Dios, aquella vida en la que seremos amados sin

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oscuridades ni turbación, sin lágrimas y sin muerte: "El amor -dice el Cantar de los
cantares- es más fuerte que las muerte". El niño (la niña) a quien hoy lloramos nos
invita a todos a creer en este amor y en esta vida.

El que preside puede encender en este momento el cirio pascual, diciendo la siguiente
fórmula:
Junto al cuerpo, ahora sin vida,
del niño (de la niña) N.,
encendemos, oh, Cristo Jesús, esta llama,
símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado;
que el resplandor de esta luz ilumine nuestras tinieblas
y alumbre nuestro camino de esperanza,
hasta que lleguemos a ti, oh, Claridad eterna,
que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

La asamblea puede cantar


¡Oh luz gozosa de la santa gloria
del Padre celeste inmortal!
¡Santo y feliz Jesucristo!

u otro canto apropiado.

2. Misa exequial o liturgia de la Palabra


Antífona de entrada Mt 25, 34
Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo [T.P. Aleluya].

Terminadas estos ritos iniciales y, si se celebra la misa, omitido el acto penitencial y el Señor,
ten piedad, se dice la oración colecta:

Oremos.
Oh, Dios, lleno de clemencia,
que en los planes de tu sabiduría
has querido llamar a ti,
desde el mismo umbral de la vida,
a este niño (esta niña), a quien hiciste
hijo tuyo (hija tuya) de adopción con la gracia del bautismo,
escucha con bondad nuestras plegarias
y concédenos un día compartir con él (ella) la vida eterna,
pues creemos que mora ya contigo en tu reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
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en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Oh, Dios, tú sabes que nuestros corazones
están sumidos en la tristeza
por la muerte de este niño (esta niña);
concede a quienes lloramos
al (a la) que ha dejado ya esta vida,
creer que ha sido recibido (recibida), según tu designio,
en la eterna morada del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

La celebración prosigue como habitualmente, con la Liturgia de la Palabra, para la que las
lecturas más apropiadas son: Is 25, 6a. 7-9; Rom 6, 3-4. 8-9; 1 Tes 4, 13-14.18; Mt 11, 25-30;
Mc 10, 13-16; Jn 6, 37-39.

LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
El Señor aniquilará la muerte para siempre
Lectura del libro de Isaías 25, 6a. 7-9

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín
de manjares suculentos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el
paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios
enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.
—Lo ha dicho el Señor—. Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos
que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación.»

Palabra de Dios.

O bien, en Tiempo Pascual:


Ya no habrá muerte
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1a. 3-5a
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Y escuché una voz potente que decía desde el
trono:
—«Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo,
y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte,
ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»
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Y el que estaba sentado en el trono dijo:
—«Todo lo hago nuevo.»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 148, 1-2. 11-13ab. 13c-14 (R.: cf. 13a)
R. Alabad el nombre del Señor.
O bien:
Aleluya.

Alabad al Señor en el cielo,


alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

Reyes y pueblos del orbe,


príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los viejos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime. R.

Su majestad sobre el cielo y la tierra;


el acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

SEGUNDA LECTURA (si es conveniente)


Creemos que también viviremos con Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-9

Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue
resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con el; pues sabemos
que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene
dominio sobre él.

Palabra de Dios.

Aleluya o versículo antes del evangelio


Jn 6, 39
Ésta es la voluntad de mi Padre: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en
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el ultimo día —dice el Señor—.

EVANGELIO
El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él
+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 13-16

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les
regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el
reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en
él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

5. Después de la homilía, se hace, como habitualmente, la oración universal, con el siguiente


formulario u otro parecido:

Oración universal
Pidamos al Señor que se compadezca de nuestras lágrimas, él que atendió la voz de su
Hijo cuando en la cruz le presentó sus oraciones y súplicas con gritos y con lágrimas.
- Para que el Señor, que lloró ante la tumba de su amigo Lázaro y se compadeció ante las
lágrimas de la viuda de Naím, que lloraba la muerte de su hijo único, se compadezca también
de los padres [y familiares] del pequeño (de la pequeña) N.. Roguemos al Señor.
- Para que les dé la fuerza necesaria para superar esta pena, a fin de que sepan hallar en la
fe consuelo y esperanza. Roguemos al Señor.
- Por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección, para que Dios los ilumine
con la claridad de su rostro. Roguemos al Señor.
- Por todos los que nos hemos reunido aquí en la fe y en el amor, para que Dios nos reúna
también en su reino glorioso. Roguemos al Señor.
- Para que afiance al pueblo cristiano en la fe y en la unidad, y libre al mundo entero de todos
los males. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, Padre bueno y justo,
inclinándonos humildemente ante el misterio
de unos designios que no comprendemos,
te pedimos que escuches nuestras plegarias,
ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro dolor
y nos concedas vivir eternamente contigo
y con el niño (la niña) N. en la felicidad de tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

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La misa prosigue como habitualmente, hasta la oración después de la comunión.
Dicha esta oración y omitida la bendición y el Podéis ir en paz, se organiza la pro​cesión hacia
el cementerio.

Si las exequias se celebran sin misa, la oración universal concluye con la siguiente fórmula:
Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el mismo Jesucristo,
pidiendo que se haga siempre la voluntad del Señor: Padre nuestro.

Terminada la oración de los fieles se hace inmediatamente la procesión al cementerio.

Oración sobre las ofrendas


Santifica, Señor, los dones que te ofrecemos
para que estos padres,
que te devuelven el hijo recibido de ti,
merezcan abrazarlo llenos de alegría en tu reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
Dígnate, Señor,
recibir esta ofrenda como signo de nuestra entrega,
y, a quienes nos sometemos confiadamente
a los designios de tu providencia,
confórtanos con la dulzura de tu bondad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO IV DE DIFUNTOS
La vida terrena y la gloria celeste

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Bajo tu poder hemos nacido, con tu libertad nos gobernamos, y por un mandato tuyo a causa
del pecado, somos devueltos a la tierra de la que habíamos sido sacados. Y los redimidos por
la muerte de tu Hijo, por una señal tuya, seremos despertados a la gloria de su misma
resurrección.

Por eso, con los ángeles y con la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...
PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la comunión Cf. Rm 6, 4. 8


Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte; creemos que también viviremos
con él [T.P. Aleluya].

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Oración después de la comunión
Señor, después de recibir la comunión
del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
te rogamos con fe,
que, en medio de las tristezas de esta vida,
fortalezcas con la esperanza de la vida eterna
a los que has alimentado en estos sagrados misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
Señor, tú que has concedido a este niño
sentarse a la mesa de tu reino celestial,
concédenos también participar en ella
a los que has alimentado con el don divino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

3. Último adiós al cuerpo del difunto

Dicha la oración después de la comunión y omitida la bendición, o si no se ha celebrado la


misa, acabada la oración de los fieles, se procede al rito del último adiós al cuerpo del difunto.
El que preside, colocado cerca del féretro, se dirige a los fieles con las siguientes palabras u
otras parecidas:

Dios todopoderoso, en su inescrutable providencia, ha querido llamar junto a sí a este


niño (esta niña), hijo suyo (hija suya) de adopción por el bautismo. Nosotros vamos
ahora a enterrar su cuerpo, pero creemos firmemente que florecerá en una nueva vida,
que será eterna. Con esta esperanza firme y confiando en que él (ella) está ya junto a
Dios, supliquemos al Señor que consuele a sus [padres y] familiares, y a todos
nosotros nos ayude a vivir con el corazón puesto en el cielo.
Todos oran unos momentos en silencio. Luego, el que preside continúa, diciendo:

No temas, querido (querida) N., Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado
(salvada). El Señor, que te protegió durante tu vida, también te librará, en el último día,
de la muerte que acabas de sufrir. Por el bautismo fuiste hecho (hecha) miembro de
Cristo resucitado: el agua que ahora derramaremos sobre tu cuerpo nos lo
recordará. [Dios te dio su Espíritu Santo, que consagró tu cuerpo como templo suyo; el
incienso con que perfumaremos tu cuerpo será símbolo de tu dignidad de templo de
Dios y acrecentará en nosotros la esperanza de que este mismo cuerpo, llamado a ser
piedra viva del templo eterno de Dios, resucitará gloriosamente como el de Jesucristo.]

Después, el que preside da una vuelta alrededor del féretro asperjándolo con agua bendita.
Luego, pone incienso, lo bendice y da una segunda vuelta perfumando el cadáver con
incienso. Mientras tanto,uno de los presentes puede recitar las siguientes invocaciones, a las
que el pueblo responde: Señor, ten piedad, o bien: Kýrie, eléison.
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Invocaciones
Que nuestro hermano (nuestra hermana)
viva eternamente en la paz junto a ti.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Que participe contigo
de la felicidad eterna de los santos.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Que contemple tu rostro glorioso
y tenga parte en la alegría sin fin.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).
Oh Cristo acógelo (acógela) junto a ti
con todos los que nos han precedido.
R. Señor, ten piedad. (Kýrie, eléison).

9. Después, el que preside añade la siguiente oración. Si se han hecho las invoca​ciones se
omite la invitación Oremos.

[Oremos.]
Te rogamos humildemente, Señor,
que acojas en el paraíso
al niño (a la niña) N., a quien tanto amas;
que goce junto a ti en aquel lugar,
donde ya no hay ni luto ni dolor ni llanto,
sino paz y gozo, con tu Hijo y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

En este momento, uno de los familiares o amigos puede agradecer a los presentes su
participación en las exequias.

Después el que preside termina la celebración con la siguiente fórmula:


V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Dios, fuente de todo consuelo,

que con amor inefable creó al hombre


y en la resurrección de su Hijo
ha dado a los creyentes la esperanza de resucitar,
derrame sobre vosotros su bendición.
R. Amén.
Él conceda el perdón de toda culpa
a los que aún vivimos en el mundo,
y otorgue a los que han muerto

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el lugar de la luz y de la paz.
R. Amén.

Y a todos nos conceda


vivir eternamente felices con Cristo,
al que proclamamos resucitado de entre los muertos.
R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo +, y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

Se concluye el rito con la fórmula habitual de despedida:


V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

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