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Texto 16

Carta de un juez hindú a una dama inglesa

Ahora puedo contarle un poco más sobre mi trabajo aquí, que quizá sea de su
interés. Y lo primero y más temible de todo, he aquí nuestra Serpiente local.
Habita en una grieta en las montañas cercanas, en una enorme fisura causada
por un terremoto. Debo decirle que esta parte del mundo es muy proclive a los
terremotos y por esta razón, muy sensatamente, ningún edificio de ladrillos
debe tener más de un metro de altura. Cuanto más altos los edificios, deben
estar compuestos únicamente de madera o de listones y yeso, de manera que a
quien se le caiga la casa encima en un terremoto no le aplaste demasiado.
Ahora bien, usted y yo podemos tener nuestras propias ideas sobre las causas
de los terremotos, pero eso no afecta en absoluto al sencillo e iletrado hombre
del campo porque, verá, él sabe. Y lo que sabe es que los terremotos ocurren
porque se ha permitido que se enfade la Serpiente, que entonces viaja a través
de la tierra y confía sus problemas a los espíritus que están allí sentados y
entonces los espíritus se enfadan también, y entonces, puf, se caen todas
nuestras casas sobre nuestras cabezas. El sencillo e iletrado hombre de la aldea
sabe esto, del mismo modo que sabe que cualquier cosa que le podamos decir
en contra, sólo prueba nuestra ignorancia o que tenemos un interés personal
en el asunto. No piense nunca que son los gobernantes y hombres ilustrados
quienes verdaderamente gobiernan un país, sino los simples hombres de las
aldeas, que saben. Otra cosa que saben estos hombres es exactamente cómo
aplacar a esta Serpiente airada. Se hace de la siguiente manera. Una vez al año
se debe hacer chapattis (pan) mezclada con la mejor harina y ghee
(mantequilla), todo ligado con sangre humana. Es inútil intentar engañar con
sangre de cabra a esta Serpiente tan inteligente. Ella sabe lo que quiere.

Cartas de un juez hindú a una dama inglesa, autor desconocido, Peter Davies
Ltd, Londres, 1934.
El profesor o profesora reparte copias del texto “Carta de un juez hindú a una dama inglesa”
(Texto 16).
Después que hayan leído el documento, se dividen en grupos de 3-5 alumnos. El docente
pide a la mitad de los grupos establecer, paso por paso, y según las evidencias en el
documento, las afirmaciones de conocimiento del “sencillo e iletrado hombre de la aldea”; y
a la otra mitad de los grupos imaginar, paso por paso, según las pistas en el documento, lo
mismo relativo al juez hindú. Luego el profesor podría pedir a grupos “opuestos” sentarse
juntos para que un grupo relate al otro sus conclusiones y viceversa. Se anotan fortalezas y
debilidades de las explicaciones tanto del hombre de la aldea como del juez hindú.
Finalmente el profesor o profesora facilita una discusión acerca de cómo y en qué medida las
creencias culturales (del hombre iletrado versus el juez moderno) pueden influir en nuestras
percepciones y explicaciones de los fenómenos naturales. Este ejercicio vuelve sobre temas
vistos en la Unidad 1, Actividad 6.

INDICACIONES AL DOCENTE
Normalmente los grupos encargados de la posición del “hombre iletrado” no tienen mayor
dificultad en identificar las afirmaciones de conocimiento sobre las cuales descansa su
relato, aunque consideran algo primitivo este mismo. En cambio, el docente podría tener
que ayudar más a los grupos encargados de las afirmaciones de conocimiento del juez,
solamente insinuados en el texto.
El profesor podría sugerir a estos grupos que el juez hindú cree compartir con la dama
inglesa otra explicación del fenómeno de los terremotos (“Ahora bien, usted y yo podemos
tener nuestras propias ideas sobre las causas de los terremotos...”) y esa explicación es lo
que normalmente consideramos “moderna” o “científica”. Si con esto todavía no se logra
iniciar la discusión, el profesor puede conversar con los estudiantes acerca de la teoría de las
placas terrestres y el movimiento de éstas como explicación del fenómeno en cuestión. (Si el
tiempo lo admite, un docente al que le guste este tema podría trabajar anticipadamente con
sus alumnos, o pedir al profesor de Ciencias Naturales hacerlo, para que tengan algunos
conocimientos de esta teoría contemporánea de los temblores y terremotos antes de la
discusión).
El profesor luego puede facilitar una discusión acerca de cómo las creencias culturales
pueden afectar nuestras percepciones y explicaciones. Algunas de las preguntas a
continuación podrían servir de guía:
• ¿Cómo influyen en la percepción del “hombre iletrado” las creencias que tiene acerca de la
existencia
y rol de la Serpiente? Si empezara a temblar, ¿qué cosas diría? Por otro lado, ¿cómo influye
en la percepción del juez hindú su sistema de creencias? Si empezara a temblar, ¿qué cosas
diría él?
• ¿Qué tendría que creer acerca del mundo el juez hindú para adoptar la explicación del
hombre iletrado? ¿y viceversa?
• ¿Qué ejemplos propios pueden los alumnos identificar que ilustran la idea de que vemos el
mundo en términos de nuestro bagaje cultural?
• ¿Cómo afecta la cultura y las creencias aquello que una persona o una comunidad está
dispuesta a aceptar como conocimiento?
Subunidad 3:
Objetividad e intersubjetividad en el conocimiento
Texto 17

Cuento derviche Idries Shah

Más allá de Ghor había una ciudad. Todos sus habitantes eran ciegos.
Un rey con su cortejo llegó cerca del lugar, trajo su ejército y acampó
en el desierto. Tenía un poderoso elefante que usaba para atacar e
incrementar el temor de la gente. La población estaba ansiosa por
ver al elefante, y algunos ciegos de esta ciega comunidad se
precipitaron como locos para encontrarlo. Como no conocían ni
siquiera la forma y aspecto del elefante tantearon ciegamente para
reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo. Cada uno
pensó que sabía algo, porque pudo tocar una parte de él. Cuando
volvieron junto a sus conciudadanos, impacientes grupos se apiñaron
a su alrededor. Todos estaban ansiosos buscando equivocadamente
la verdad de boca de aquellos que se hallaban errados. Preguntaron
por la forma y aspecto del elefante, y escucharon todo lo que
aquellos dijeron. Al hombre que había tocado la oreja le preguntaron
acerca de la naturaleza del elefante. El dijo: “Es una cosa grande,
rugosa, ancha y gruesa como un felpudo”. Y el que había palpado la
trompa, dijo: “Yo conozco los hechos reales, es como un tubo recto y
hueco, horrible y destructivo”. El que había tocado sus patas dijo: “Es
poderoso y firme como un pilar”. Cada uno había palpado una sola
parte de las muchas. Cada uno lo había percibido erróneamente.
Ninguno conocía la totalidad. (...) Idries Shah, Cuentos de
los Derviche, Paidos, 1994.
Texto 18
La filosofía como experiencia intelectual Edison Otero

Es habitual que las personas opinen acerca de una variedad de asuntos y que tales opiniones
sean expresadas con la convicción de estar formulando verdades. Se manifiestan con énfasis,
con adjetivos calificativos, con fuerza, categóricamente. Esta manifestación tan asertiva hace
suponer que las personas han de tener buenas razones para pronunciarse con el
convencimiento del que hacen gala. Sin embargo, se sabe desde tiempos inmemoriales que
la pasión que se pone en sostener la verdad de una proposición no agrega nada a la
proposición misma. Es un hecho psicológico que no tiene implicaciones epistemológicas. Si
una proposición ha de ser verdadera debe serlo por razones que no tienen que ver con la
mayor o menor convicción con que se las formula. Estas cuestiones han sido ampliamente
debatidas a través del tiempo en todas las disciplinas y particularmente en la filosofía. Es, en
síntesis, el problema del conocimiento. Cualquiera sea el planteamiento que eventualmente
se prefiera, es una cuestión admitida de modo general el que una proposición verdadera no
tiene como fundamento de su verdad el hecho de que un sujeto particular la formule. El
hecho de que un sujeto particular formule una proposición eventualmente verdadera no
tiene que ver con que esa proposición sea verdadera. Si lo es, es por alguna razón diferente.
Ahora bien, se nos impone la necesidad de preguntarnos qué es lo que descarta al sujeto
particular como garantía de verdad de las opiniones que formula. A mi juicio, la gran
moraleja de la alegoría de los ciegos y el elefante... es que no hay modo que alguien en
particular –ni usted, ni yo, ni nadie– pueda verlo todo, ponerse en todas las perspectivas
posibles, manejar todos los antecedentes o protagonizar todas las experiencias posibles. En
consecuencia, estamos fatalmente condenados a hablar siempre desde una cierta situación,
diferente de otras, y siempre parcial. No hay modo que un sujeto en particular pueda tener
experiencias universales... No habría modo, pues, de superar o evitar el carácter situacional
de todas las ideas. Han sido formuladas en una época determinada, a la altura de un cierto
desarrollo del saber, desde una cierta especialidad, y como respuestas a inquietudes
específicas. No puede pretenderse que su validez –en el caso de tenerla– pueda ir mucho
más allá de sus propias condiciones. Lo cual no nos obliga a la conclusión de que, por
parciales y situadas, deban ser falsas. En rigor, y esto parece ser decisivo, cada una
representa un esfuerzo de aproximación a la comprensión de los fenómenos. Pero hay más.
En la metáfora de los ciegos y el elefante, no se está sugiriendo que cada opinión sea falsa.
Se está demostrando que toda idea es parcial y tiene un sesgo pues atrapa sólo una parte de
la verdad. No es falso que el elefante se sienta duro al tacto, sobre todo si lo que se toca son
los colmillos. Sólo que eso no describe ni explica al elefante completo. Se trata, pues, de una
opinión incompleta, que se alimenta de datos parciales. Si podemos decir esto de todas las
opiniones, entonces eso no significa que debamos desecharlas todas sino, más bien, que las
consideremos todas en lo que tienen de aproximación a la verdad. El error básico consistiría
en creer que cada una de esas opiniones es verdadera y todas las demás son falsas.
Edison Otero, Módulo de Filosofía, Grupos Profesionales de Trabajo, Programa MECE,
Mineduc, Santiago 1997

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