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Teorías de la Cultura
Semestre 2018-1
Expediente:120160223
En este sentido comienza una lucha permanente entre este México profundo y el México
imaginario, la cual desarrolla Bonfil Batalla en este libro y que, para el autor este debate es
necesario para construir un proyecto de nación que no se base en la negación de un pasado
prehispánico, sino que conlleve a una nación pluriétnica donde las diferentes formas de vida
puedan cohabitar, además debido a la coyuntura global es pertinente realizar este análisis
debido a que la realidad imperante cada vez busca sustituir las formas de vida tradicionales
o las asimila de acuerdo a los intereses del mercado.
Para empezar con este primer segmento, Bonfil Batalla comienza definiendo al México
profundo, el cual “está formado por una gran diversidad de pueblos, comunidades y sectores
sociales que constituyen la mayoría de la población del país. […] La civilización
mesoamericana es una civilización negada, cuya presencia es imprescindible reconocer”.
Por otro lado, empieza a clasificar ciertos atributos que son propios de los pueblos
mesoamericanos, tales como el cultivo del maíz, rasgos fenotípicos, etc., resaltando la
cualidad de “originalidad” de la misma lo cual nos remite un problema, esto debido a que si
bien, busca reivindicar a los pueblos mesoamericanos como civilizaciones haciendo hincapié
en que [...] al hablar de civilización se está haciendo referencia a un nivel de desarrollo
cultural (en el sentido más amplio e inclusivo del término) lo suficientemente alto y complejo
como para servir de base común y orientación fundamental a los proyectos históricos de
todos los pueblos que comparten esa civilización […]” (Bonfil,1990:31-32) por otro lado
menciona “la civilización mesoamericana no es producto de la intrusión de elementos
culturales foráneos, ajenos a la región, sino del desarrollo acumulado de experiencias
locales, propias […]” (Bonfil,1990: 30); ambos enunciados con contradictorios, en primer
lugar no existen culturas puras, sino que éstas se transforman y modifican todo el tiempo
debido a los elementos y rasgos externos que son implementados para poder aprehender los
sucesos históricos que les atraviesan a los diferentes grupos humanos, también afirma que
las diferentes culturas mesoamericanas tuvieron una “influencia” de la cultura Olmeca, la
cual denomina como la cultura madre y en un párrafo posterior exalta la “originalidad” de la
misma en relación a otras. No se puede otorgar un carácter difusionista y negar la capacidad
creativa de los agentes humanos, ya que hubo civilizaciones como la Maya que muestran un
desarrollo distinto en toda su estructura con relación a la Olmeca. Otro detalle a analizar
dentro de esta “originalidad” es que no por eso puede considerarse superior a las demás, de
lo que si podemos hablar es sobre su desarrollo específico, lo cual le da una particularidad
con el resto de los grupos humanos; así mismo el hecho de resaltar que no existieron
elementos foráneos dentro de la cultura mesoamericana indica una valoración negativa al
intercambio cultural, lo cual parece demostrar que Bonfil Batalla concibe a la cultura como
algo “permanente”, estático y que no cambia, en este sentido, la evidencia empírica e
histórica nos arroja lo contrario, ya que esta supuesta continuidad de la tradición
mesoamericana dentro de los pueblos indígenas no se presenta en la actualidad
uniformemente y de manera inmutable, esto no solo por los contactos entre grupos diferentes
ya que no se encuentran aislados, sino que el alcance de la modernidad ha hecho necesaria
esta transformación para que la cultura tradicional pueda reinventarse y mantenerse hasta
cierto grado.
Una observación en este apartado es que el Bonfil Batalla solo ve el fenómeno de dominio
colonial como algo que viene del exterior “[…] es entonces cuando se conforma una
sociedad escindida, cuya línea divisoria corresponde a la subordinación de un conjunto de
pueblos de la cultura mesoamericana bajo el dominio de un grupo invasor que porta una
cultura diferente, de matriz occidental” “[…] se crea así una situación colonial en la que la
sociedad colonizadora afirma ideológicamente su superioridad en todos los campos posibles
de comparación frente a los pueblos colonizados”. (Bonfil,1990: 113)
Es en este mismo apartado donde nos define al México imaginario el cual “es un país rico y
moderno […] “, en este sentido el progreso tecnológico tiene un papel fundamental además
que se construye a partir de la negación del México profundo. Esta negación tenía como
enemigo principal al indio, por eso empezaron a diseñarse estrategias que permitieran
suprimirlo e integrarlo a la sociedad mestiza, y la única solución para alcanzar la modernidad
era civilizando a éste. Es a partir de buscar e implementar los ideales del progreso que a nivel
nacional se construyen ejes que conllevaran a la conformación de una homogeneidad cultural
para estar al nivel de los países “desarrollados” sin embargo, como forma contestataria han
emergido movimientos de resistencia desde tiempos ancestrales, no solo para impedir su
incorporación y asimilación cultural al sistema hegemónico, sino para resignificar su
identidad como pueblos originarios.
Como reflexión final la crítica en esta parte va dirigida hacia el proyecto civilizatorio que se
ha construido del México imaginario, contextualizada en un periodo agudo de crisis
económica acompañado de un proceso inflacionario que aumentaba de forma exorbitante los
costos de los recursos, la creciente insatisfacción de los ciudadanos y de forma muy general,
un malestar social en cualquier ámbito de la vida social mexicana. Debido a esto, surge una
necesidad por construir un proyecto alternativo que permita construir una vida en colectivo
que sea plena y sobre todo justa, donde se respeten las diversas formas de vida, así Bonfil
Batalla propone 3 alternativas de proyecto civilizatorio: el de sustitución y el de fusión o
pluralismo:
Hacer una re-lectura de este libro nos ayuda a plantearnos cuestiones en relación a esta idea
de “unificación” para forjar una nación. Es problemático ya que intentarlo supone dejar a un
lado los procesos de lucha por la autonomía de los pueblos, así como la relevancia local
dentro de las comunidades por encima de un proyecto nacional. Sin embargo, uno de los
proyectos con fines civilizatorios más relevantes de nuestros tiempos ha sido el
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ya que no solo busca la
reivindicación y reconocimiento de los pueblos indígenas, sino que, su propuesta trasciende
la esfera local y se traslada al espacio nacional, buscando una regeneración de la vida social
ante los acosos de un capitalismo salvaje y el saqueo de recursos a manos de capitales
trasnacionales.
Algo que me parece importante también es que, para Bonfil Batalla, la única alteridad que
reconoce es la del indígena, mientras que los negros, a pesar que su aportación al del
engranaje cultural sigue hasta nuestros días, ha quedado borrada de nuestra memoria
colectiva.
Para concluir, este México profundo del cual nos habla el autor es solo un imaginario, ya que
no existe, al menos como lo plantea en el libro, una continuidad de la tradición
mesoamericana en los pueblos indígenas actualmente, esto debido a la influencia mestiza
dentro de las comunidades y la inserción del país a un marco global; la cultura no es un
elemento estático y que perdura, esta forma de entenderla es a-histórica, sino por el contrario,
los diferentes sucesos históricos han contribuido a las modificaciones en las prácticas y
significaciones culturales, las cuales han servido como resistencia a los procesos de
integración impulsados por el Estado.
Bibliografía
Bonfil Batalla, G. México profundo. Una civilización negada, Ed. Grijalbo, México, 1990.