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Stephanie Romero Faz

Teorías de la Cultura
Semestre 2018-1
Expediente:120160223

Análisis del libro “México profundo” de Guillermo Bonfil Batalla

El proyecto modernizador en México es sinónimo de la construcción del imaginario


social materializado en el progreso, específicamente en términos de “civilización y cultura”.
Este impulso y desarrollo de un modelo político, por otro lado, se ha manifestado en la
necesidad de autoafirmar y definir lo propio de México, esto a través de ciertos rasgos
culturales mesoamericanos, así como los que fueron producto de la herencia colonial. Esta
exaltación de un pasado glorioso, así como la glorificación del “indio” muerto ha generado
una formulación identitaria mestiza, la cual ha sido fuertemente impulsada por el Estado no
solo para darle forma, sino para legitimar las relaciones de dominación del grupo hegemónico
en relación a los otros.

En este sentido comienza una lucha permanente entre este México profundo y el México
imaginario, la cual desarrolla Bonfil Batalla en este libro y que, para el autor este debate es
necesario para construir un proyecto de nación que no se base en la negación de un pasado
prehispánico, sino que conlleve a una nación pluriétnica donde las diferentes formas de vida
puedan cohabitar, además debido a la coyuntura global es pertinente realizar este análisis
debido a que la realidad imperante cada vez busca sustituir las formas de vida tradicionales
o las asimila de acuerdo a los intereses del mercado.

En el presente ensayo se reflexionará alrededor de la obra de Bonfil Batalla, sin olvidar su


relevancia dentro de la disciplina antropológica, sin embargo, es necesaria la elaboración de
un examen contemporáneo a la misma, ya que es innegable el avance voraz de la modernidad,
así como el contacto y comunicación entra culturas, así mismo de los procesos de resistencia
que siguen presentes evitando su incorporación al orden mundial y homogéneo de Occidente,
además me parece pertinente cuestionarse ¿Existe este México profundo? ¿Es posible afirmar
la continuidad de la tradición mesoamericana dentro de los pueblos indígenas? Estas y otras
problemáticas se expondrán en los siguientes apartados.

Primera Parte. La civilización negada

Para empezar con este primer segmento, Bonfil Batalla comienza definiendo al México
profundo, el cual “está formado por una gran diversidad de pueblos, comunidades y sectores
sociales que constituyen la mayoría de la población del país. […] La civilización
mesoamericana es una civilización negada, cuya presencia es imprescindible reconocer”.
Por otro lado, empieza a clasificar ciertos atributos que son propios de los pueblos
mesoamericanos, tales como el cultivo del maíz, rasgos fenotípicos, etc., resaltando la
cualidad de “originalidad” de la misma lo cual nos remite un problema, esto debido a que si
bien, busca reivindicar a los pueblos mesoamericanos como civilizaciones haciendo hincapié
en que [...] al hablar de civilización se está haciendo referencia a un nivel de desarrollo
cultural (en el sentido más amplio e inclusivo del término) lo suficientemente alto y complejo
como para servir de base común y orientación fundamental a los proyectos históricos de
todos los pueblos que comparten esa civilización […]” (Bonfil,1990:31-32) por otro lado
menciona “la civilización mesoamericana no es producto de la intrusión de elementos
culturales foráneos, ajenos a la región, sino del desarrollo acumulado de experiencias
locales, propias […]” (Bonfil,1990: 30); ambos enunciados con contradictorios, en primer
lugar no existen culturas puras, sino que éstas se transforman y modifican todo el tiempo
debido a los elementos y rasgos externos que son implementados para poder aprehender los
sucesos históricos que les atraviesan a los diferentes grupos humanos, también afirma que
las diferentes culturas mesoamericanas tuvieron una “influencia” de la cultura Olmeca, la
cual denomina como la cultura madre y en un párrafo posterior exalta la “originalidad” de la
misma en relación a otras. No se puede otorgar un carácter difusionista y negar la capacidad
creativa de los agentes humanos, ya que hubo civilizaciones como la Maya que muestran un
desarrollo distinto en toda su estructura con relación a la Olmeca. Otro detalle a analizar
dentro de esta “originalidad” es que no por eso puede considerarse superior a las demás, de
lo que si podemos hablar es sobre su desarrollo específico, lo cual le da una particularidad
con el resto de los grupos humanos; así mismo el hecho de resaltar que no existieron
elementos foráneos dentro de la cultura mesoamericana indica una valoración negativa al
intercambio cultural, lo cual parece demostrar que Bonfil Batalla concibe a la cultura como
algo “permanente”, estático y que no cambia, en este sentido, la evidencia empírica e
histórica nos arroja lo contrario, ya que esta supuesta continuidad de la tradición
mesoamericana dentro de los pueblos indígenas no se presenta en la actualidad
uniformemente y de manera inmutable, esto no solo por los contactos entre grupos diferentes
ya que no se encuentran aislados, sino que el alcance de la modernidad ha hecho necesaria
esta transformación para que la cultura tradicional pueda reinventarse y mantenerse hasta
cierto grado.

Dentro del mismo segmento el autor hace referencia al proceso de “desindianización”, el


cual se entiende como “el proceso histórico a través del cual poblaciones que originalmente
poseían una identidad particular y distintiva, basada en una cultura propia, se ven forzadas
a renunciar a esta identidad” así mismo,“[…] es resultado de las fuerzas etnocidas que
terminan por impedir la continuidad histórica de un pueblo como unidad social y
culturalmente diferenciada […]” (Bonfil,1990: 42) estoy de acuerdo parcialmente con este
enunciado debido a que los intentos por despojar a las comunidades indígenas de su identidad
en la historia de nuestro país han sido diversos y siguen vigentes, desde programas de
alfabetización, promotores bilingües, programas de “ayuda” social, hasta los encontronazos
violentos, todas estas estrategias de integración se han profundizado por el crecimiento de la
población mestiza, así como la formulación de un proyecto político que busca la construcción
de una identidad “mexicana” –homogénea- que represente los intereses de grupos de poder
específicos; por otro lado la categoría “indio” es solo una configuración de herencia colonial,
si bien es cierto que existe una reivindicación por el “ser indio”, algunos pueblos no se
autodenominan bajo esta categoría, se perciben bajo caracteres diferenciados y particulares
con relación a los mestizos, pero el uso del término “indio” además de denotar la condición
de colonizado se utiliza para generalizar y encapsular a los “grupos indígenas” disolviendo
sus rasgos específicos.

Para complementar esta observación, cuando utiliza la desindianización, pone de ejemplo a


los campesinos, ya que, según el autor, son indios que han perdido su “ser indio” “[…]un
gran número de comunidades campesinas tradicionales son comunidades con cultura india
que han perdido su identidad correspondiente”. (Bonfil, 1990: 71) En relación a esto me
parece que hay que hacer precisiones importantes sobre las categorías de etnia y clase, ya
que existen líneas que los atraviesan como las de etnia y clase, además que la construcción
del campesino como la conocemos en la actualidad, es una herencia colonial, sin embargo,
hay elementos que siguen intactos dentro del imaginario colectivo, sobre todo la relación que
se tiene con la tierra, así como la importancia material y simbólica del maíz.

Segunda parte. Cómo llegamos a donde estamos

La presencia y enfrentamiento entre 2 proyectos civilizadores se han manifestado a lo largo


de nuestra Historia, las diferencias radican en que son formas opuestas que postulan una serie
de valores, comportamientos, formas de vivir y pensar la vida, sin embargo, en esta lucha no
se ha buscado una síntesis, o en palabras del autor una unificación cultural, sino que la
instauración de cualquier proyecto civilizador busca el exterminio de su contrario. De forma
general se elabora un recorrido histórico, el cual hace referencia a estos opuestos, los cuales
han construido el proyecto de nación actual. Una de las características de todas las propuestas
que analiza –desde la colonia, independencia, la Reforma, el Porfiriato- es la imposición de
una cultura homogénea, ya que ese elemento de uniformidad sería lo que daría unión política
y posibilitaría la consolidación de un Estado. El desarrollismo y la modernización implican
que de disuelva la diferencia cultural, además de la negación histórica que pretende “dejar de
ser lo que somos”.

Una observación en este apartado es que el Bonfil Batalla solo ve el fenómeno de dominio
colonial como algo que viene del exterior “[…] es entonces cuando se conforma una
sociedad escindida, cuya línea divisoria corresponde a la subordinación de un conjunto de
pueblos de la cultura mesoamericana bajo el dominio de un grupo invasor que porta una
cultura diferente, de matriz occidental” “[…] se crea así una situación colonial en la que la
sociedad colonizadora afirma ideológicamente su superioridad en todos los campos posibles
de comparación frente a los pueblos colonizados”. (Bonfil,1990: 113)

González Casanova, menciona al respecto que, haciendo un análisis más contextual en


América Latina, en especial México, el colonialismo no debe verse como un fenómeno de
escala internacional, sino que, se da en el interior de una misma nación y dentro de un mismo
grupo, en el caso mexicano, si bien es un pueblo que comparte con el resto de Latinoamérica
un pasado colonial, aún dentro de los grupos étnicos existen jerarquías y relaciones de poder
que limitan el acceso a ciertos espacios y a los medios de producción; de la misma forma
dentro de los pueblos mesoamericanos también se ejerció la dominación para mantener el
tributo de otros pueblos y de la misma forma existía un desprecio hacia los “otros”.

Es en este mismo apartado donde nos define al México imaginario el cual “es un país rico y
moderno […] “, en este sentido el progreso tecnológico tiene un papel fundamental además
que se construye a partir de la negación del México profundo. Esta negación tenía como
enemigo principal al indio, por eso empezaron a diseñarse estrategias que permitieran
suprimirlo e integrarlo a la sociedad mestiza, y la única solución para alcanzar la modernidad
era civilizando a éste. Es a partir de buscar e implementar los ideales del progreso que a nivel
nacional se construyen ejes que conllevaran a la conformación de una homogeneidad cultural
para estar al nivel de los países “desarrollados” sin embargo, como forma contestataria han
emergido movimientos de resistencia desde tiempos ancestrales, no solo para impedir su
incorporación y asimilación cultural al sistema hegemónico, sino para resignificar su
identidad como pueblos originarios.

Tercera parte. Proyecto nacional y proyecto civilizatorio

Como reflexión final la crítica en esta parte va dirigida hacia el proyecto civilizatorio que se
ha construido del México imaginario, contextualizada en un periodo agudo de crisis
económica acompañado de un proceso inflacionario que aumentaba de forma exorbitante los
costos de los recursos, la creciente insatisfacción de los ciudadanos y de forma muy general,
un malestar social en cualquier ámbito de la vida social mexicana. Debido a esto, surge una
necesidad por construir un proyecto alternativo que permita construir una vida en colectivo
que sea plena y sobre todo justa, donde se respeten las diversas formas de vida, así Bonfil
Batalla propone 3 alternativas de proyecto civilizatorio: el de sustitución y el de fusión o
pluralismo:

i) Sustitución: Esta opción consiste en aceptar el modelo occidental del “progreso”


y alcanzarlo rechazando la diversidad cultural, esto es, negando al México
profundo. Este tipo de proyecto es el que se implementa a través de políticas del
Estado que buscan no solo incorporar a los indígenas al proyecto modernizador,
sino disolverlas de forma progresiva. Es necesaria una reflexión debido a que, a
través del proceso de globalización, estos conceptos de “desarrollo” justifican la
intervención de otras naciones a través de múltiples Instituciones – como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM)- para incorporarlas a la
lógica irracional de mercado, si no se analiza esta situación infinidad de ilusiones
se verán quebrantadas.
ii) Fusión: Para Bonfil Batalla la fusión es solo otra cara de la búsqueda de
imposición del México imaginario al México profundo, en el sentido que se funda
en la incapacidad para reconocer al “otro”, además que menciona, este proceso
de fusión “ni ocurrirá en un futuro previsible” negando al mestizaje cultural. Aquí
encontramos un problema, desde el encontronazo cultural a través del proceso de
conquista, estas transformaciones culturales empezaron a llevarse a cabo, es
innegable que el contacto cultural entre occidente y el mundo mesoamericano no
haya modificado la producción cultural, es más, este mestizaje cultural o
hibridación, es un proceso constante, ya que la cultura no es un elemento estático
e inamovible, sino que en todo momento se resignifica, y es gracias a estas
transformaciones que asegura su permanencia. En este sentido, la cultura no es
algo ya constituido, sino que por influencias del exterior se va reconfigurando.
iii) Pluralismo: En esta propuesta nos dice Bonfil Batalla, la diversidad de culturas
sería el punto de partida, además que “una nación étnicamente plural exige la
anulación y la supresión de toda estructura de poder que implique la dominación
de cualquiera de los grupos (pueblos) sobre los demás” , de la misma manera “la
unidad nacional deja de ser una unidad mecánica que pretende descansar en la
uniformidad y se plantea como unidad orgánica que integra sectores diferentes
(no desiguales, no diferentes, no sometidos a relaciones jerárquicas), cada uno
de los cuales tiene el derecho real de manejarse por sí mismo dentro de la unidad
estatal que los agrupa a todos y en torno al cual comparten ciertos propósitos e
intereses comunes. Ésta es una unidad nacional más firme, por más real y más
promisoria, que la unidad que se concibe como la uniformidad que niega la
existencia y el derecho a los grupos que se apartan del modelo adaptado”.
(Bonfil, 1990: 223)
Conclusión

Hacer una re-lectura de este libro nos ayuda a plantearnos cuestiones en relación a esta idea
de “unificación” para forjar una nación. Es problemático ya que intentarlo supone dejar a un
lado los procesos de lucha por la autonomía de los pueblos, así como la relevancia local
dentro de las comunidades por encima de un proyecto nacional. Sin embargo, uno de los
proyectos con fines civilizatorios más relevantes de nuestros tiempos ha sido el
levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ya que no solo busca la
reivindicación y reconocimiento de los pueblos indígenas, sino que, su propuesta trasciende
la esfera local y se traslada al espacio nacional, buscando una regeneración de la vida social
ante los acosos de un capitalismo salvaje y el saqueo de recursos a manos de capitales
trasnacionales.

Algo que me parece importante también es que, para Bonfil Batalla, la única alteridad que
reconoce es la del indígena, mientras que los negros, a pesar que su aportación al del
engranaje cultural sigue hasta nuestros días, ha quedado borrada de nuestra memoria
colectiva.

Para concluir, este México profundo del cual nos habla el autor es solo un imaginario, ya que
no existe, al menos como lo plantea en el libro, una continuidad de la tradición
mesoamericana en los pueblos indígenas actualmente, esto debido a la influencia mestiza
dentro de las comunidades y la inserción del país a un marco global; la cultura no es un
elemento estático y que perdura, esta forma de entenderla es a-histórica, sino por el contrario,
los diferentes sucesos históricos han contribuido a las modificaciones en las prácticas y
significaciones culturales, las cuales han servido como resistencia a los procesos de
integración impulsados por el Estado.

El problema de “ellos” y “nosotros” es una constante y un debate interminable, en el


momento que trascendamos esta dicotomía podremos derribar ilusiones y darle prioridad a
uno de los proyectos más lastimados: la vida.

Bibliografía

Bonfil Batalla, G. México profundo. Una civilización negada, Ed. Grijalbo, México, 1990.

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