"Los abogados" es el capítulo número 29 de Justicia Poética, y cuenta, básicamente, la historia de una estafa. La relación entre Ahmed Tommouhi, condenado por la cara, y sus dos letrados, Jorge Claret y Pedro J. Pardo.
Título original
Los Abogados Jorge Claret y Pedro J Pardo, por Braulio García Jaén
"Los abogados" es el capítulo número 29 de Justicia Poética, y cuenta, básicamente, la historia de una estafa. La relación entre Ahmed Tommouhi, condenado por la cara, y sus dos letrados, Jorge Claret y Pedro J. Pardo.
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"Los abogados" es el capítulo número 29 de Justicia Poética, y cuenta, básicamente, la historia de una estafa. La relación entre Ahmed Tommouhi, condenado por la cara, y sus dos letrados, Jorge Claret y Pedro J. Pardo.
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Le escribo esta carta para comunicarle que me han llevado al Juzgado de Barcelona n.º 6 el día 9 de diciembre donde me han hecho firmar un papel que no entendía qué era. Por eso le ruego que averigüe de qué se trataba y venga a decírmelo, si es tan amable. Se lo agradezco mucho. AHMED TOMOUH [sic], Barcelona, 11/12/93
«La última vez le pedí a Claret que me acompañara.»
Pedro J. Pardo, abogado de Tommouhi, muchas de las veces que lo visitó en la cárcel —«no estaba más de seis meses sin ir»— fue solo. «Quien venía mucho a verme era Pedro. No Claret. ¿Entiendes? Cuando había una noticia o algo, venía Pedro», recuerda Tommouhi. Pero aquel día iban a darle una mala noticia y por eso Pardo quiso que Claret subiera con él al ring: «Para aguantar los golpes era mejor estar los dos», dijo. Hacía años que habían empezado a distanciarse. —A partir de que el Constitucional nos tumba el recurso se hace muy difícil hablar con Ahmed. No te voy a decir que nos peleáramos, pero casi, casi nos pier- de el respeto. Él nos echa las culpas de que no hemos hecho lo suficiente, de que no lo hemos ayudado —re- cuerda Pardo. El fallo del Constitucional —denegando el amparo solicitado después de que el Supremo hubiera desesti- mado el recurso de revisión integral— llegó en julio de 2001, y desde entonces habían pasado casi cuatro años. Tres desde que Manuel Ollé, el tercer abogado que cola- boraba con ellos en Madrid, presentara la demanda ante Estrasburgo contra España por este caso. Aunque aque- 318 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 319
lla última visita de 2005 no era la primera vez que iban
juntos. Cuando venían los dos, recuerda Tommouhi, Pardo se quedaba en un segundo plano. «Callado.» Durante los seis meses que pasaron entre el fallo del Constitucional y la demanda ante Estrasburgo, en enero de 2002, Tommouhi y Pardo y Claret se vieron en contadas ocasiones. Hay una que Tommouhi recuer- da. «Vinieron a buscar más dinero. Y ya me habían mentido antes. Luego yo me he enterado. Me mintieron mucho.» «¿Para qué queréis más dinero?», cuenta que les preguntó, y que le respondieron: «Vamos a ir a Es- trasburgo, con un abogado de pago. Vamos a contratar un abogado de pago, y vas a salir con tu cabeza alta», me dijeron. «Yo voy a salir con la cabeza alta», les dijo. «Yo no he hecho nada. Yo de aquí, si estoy vivo, voy a salir con la cabeza alta, con o sin libertad. Igual, Claret se ca- breó mucho conmigo.» Tommouhi preguntó cuánto querían. La cifra, en- tre dos y tres millones de pesetas, a la vista de los cator- ce años que llevaba en la cárcel y lo que ya había paga- do, le escandalizó. «Es que nosotros somos especialis- tas», oyó Tommouhi que decía Pardo. —Eso me amargó. Empecé a sacar palabras, en ára- be, en mi idioma [Tamazight], en castellano. ¿Especialis- tas? ¿Especialistas en qué? ¿En engañar a la gente? ¿En engañar a los pobres? Y ahí Claret se metió. «Y a usted [le dije], a usted lo he respetado mucho. Hace doce años que lo conozco. Once o doce años que lo conozco, siem- pre le he respetado. Y desde que me conoce tengo la misma cara. Una cara tengo. No más. Ustedes han veni- do aquí con veinte caras. Cada vez traen una diferente. Yo respeto su carrera. Su trabajo, su profesión, pero para mí su trabajo vale cero.» Así se lo puse [hace un círculo con el dedo índice cerrado sobre el pulgar, como un do- nut]. Para mí vale cero. Pardo me dijo: «Ahora ya sabes hablar, no necesitas intérprete ni nada.» «Con la rabia», le dije, «con la rabia he aprendido». 319 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 320
La última vez que se vieron en la cárcel, el 18 de
marzo de 2005, Pardo y Claret fueron a contarle al pre- so que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasbur- go no había admitido su demanda. Era un golpe duro, endurecido además por el retraso: la decisión hacía tres años que se había tomado, pero esto no se lo dijeron. —Cuando llegó el fallo, me visitaron los dos, otra vez. Venían más calmadillos. Y Claret me dijo: «Mira, ahora, en quince días estamos aquí contigo.» Claret y Pardo se fueron asegurando que no todo estaba perdido. El día que Tommouhi se cruzó con Claret en la Audiencia, se les ve juntos en la fotografía que publicó el diario Avui: Claret, trajeado, mira aten- to los papeles de su viejo cliente como si lo siguiera siendo. «Vaya quince días», le había dicho Tommouhi nada más encontrárselo, aunque nada de eso cuenta el periódico.
«Yo no soy América.» Era Jorge Claret, quien así se
excusaba: —Un abogado, en Estados Unidos, hace de investi- gador y contrata un detective privado, y va y busca, pero yo: ¿con qué? Aquí eso es imposible. Al contrario que Pardo, que ha estado años descol- gando el teléfono a los periodistas, Claret se ha mante- nido en un segundo plano mediático: apenas aparecen declaraciones suyas en un par de artículos de La Van- guardia, y en el primer reportaje de la prensa española sobre el caso revisado, el de Tomás Bárbulo en El País en 1997. La tarde que lo conocí en la Audiencia, sin em- bargo, no ahorró explicaciones. El reo, el señooooor Tommouuuuuch, eh, decía entonándose, tampoco es que colaborara demasiado: —Un señor que no sabía dar ni el nombre de la ca- lle donde trabajaba. Que jamás colaboró con la defensa. Que vas a verlo a la cárcel, y él sólo dice que es inocen- 320 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 321
te, que es inocente. Pero coño, joder, dime un nombre,
un amigo. Yo no soy América. Había empezado hablando de la coartada de Tarra- gona, de cómo la postrera declaración de la dueña de- sarmó su defensa, dio horas, citó las veces que se tuvo que suspender el juicio para que viniera esa señora, dos o tres, dijo, y que al final se presentó «porque le amena- zaron de que si no la detendrían». Luego recordó sabro- sas anécdotas, conversaciones de pasillos y algún dato sobre el caso de Olesa. En algún momento, se abrió la americana, se pasó el dedo gordo de cada mano por de- trás de los tirantes, apretó los codos contra su orondo tronco y dijo: «¿Qué, me sé el caso o no me lo sé?» Mi pregunta inicial quedó sin respuesta. Acordamos que iría a verlo a su despacho.
Antes pasé a ver a Pardo. Lo había conocido hacía
dos años y habíamos hablado cinco o seis veces por te- léfono. El 12 de octubre de 2008 me recibió el hombre alto y de piernas largas que recordaba. Con cuarenta años, hacía dos meses que era juez sustituto y estaba es- perando que le comunicasen destino. «Si no puedes con el enemigo, únete a él», me había adelantado, medio en broma, por teléfono. Pardo había empezado a trabajar con Claret nada más acabar la carrera, en septiembre de 1993, aunque al único juicio al que asistió fue el de Ta- rragona. —Lo que sí tenemos claro, desde la primera vez, nada más verlo, es que es inocente. Claret me dijo: «Pe- dro, tenemos que defender a este tío porque es inocen- te.» A ver, yo llevaba año y medio ejerciendo, pero yo estaba parapetado detrás de Claret. Le pregunté si era cierto que le habían prometido a Tommouhi, la última vez que lo visitaron, que iban a buscar a Zaidani: —Le dijimos que íbamos a intentar una prueba 321 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 322
para poder interponer un posible recurso de revisión.
Nuestra intención era encontrar a Mostafá Zaidani, al- guna denuncia más de la que se encontró. Mantener vivo el caso. Desgraciadamente, empezamos a preguntar por este señor y nadie sabía dónde estaba. Pardo hablaba a ratos al calor de ciertas conversa- ciones, lamentando la incomprensión y que todo acaba- ra como acabó. —«Ahmed, siempre sueño contigo», le dije una vez. Muchas veces he soñado que me metían en La Mo- delo por error. Pero pesadillas, eh. Siempre le decíamos: «Ahmed, aunque sea la última cosa que hagamos, te va- mos a intentar sacar de aquí.» Yo creo que Ahmed se ganó a pulso que no fuéramos a verle —dijo. —¿Por qué no llamaron a Zaidani como testigo, ni a él ni al otro árabe de la habitación, Jamal Benali? —En muchos asuntos, el escrito de defensa no lo hicimos nosotros. Pero yo creo que a Zaidani no lo ci- tamos porque no conocíamos su paradero. Perdona, voy al lavabo —dijo y salió, mientras desde algún rincón, a través del hilo musical, llegaba Para Elisa. A la vuelta, el móvil enfundado colgando del cin- turón, quiso aclarar algo que había estado pensando: —Hemos hablado de por qué me he metido a la judicatura —dijo antes de sentarse—. Otra de las razo- nes es porque me gustaría aplicar justicia, pero desde el punto de vista efectivo: que es el de los jueces. Y mira: el primer artículo que voy a escribir es sobre las ruedas de reconocimiento. Lo estoy pensando y sí, me dará 0,25 puntos. Nosotros siempre creemos que la rueda de reconocimiento es un principio de investigación, no una prueba. Insistí en Benali y me respondió con ese presente histórico que mantuvo durante toda la conversación: —Ni sabemos quién es, ni sabemos dónde vive —dijo. Luego recordó que él no estuvo en el juicio de Gavà ni en el de Olesa. En diciembre de 2000 se había 322 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 323
separado profesionalmente de Claret, aunque en esto si-
guieron juntos hasta el final—. Es una pena haber ter- minado así este asunto. De hecho, desde que ha salido en libertad no me ha llamado. Ni él, ni Omar me han venido a ver. Y hombre, cuando sales de la cárcel, lo pri- mero que vas a hacer es ver a tu familia y luego a tus abogados. Con Claret sí sé que estuvo hablando en la Audiencia. Si hay algún asunto que me ha marcado pro- fesionalmente en mi vida: uno es éste —dijo—. Otro es un asesinato —añadió—. Son asuntos fuertes —sonrió. El divorcio entre Tommouhi y sus abogados tiene un origen concreto, que ninguno de los tres ha olvidado, pero del que sólo Tommouhi acepta seguir hablando. —No voy a hablar de la indemnización —aclaró Pardo.
—¿Pardo qué dice? —preguntó Claret, cuando le
hablé de la última visita a la cárcel y de si se despidieron prometiéndole que iban a buscar a Zaidani. Eso es lo que le había preguntado en la Audiencia. «Pardo recuerda que sí, que se lo dijeron y que in- cluso lo buscaron, pero que…», le estaba diciendo, cuan- do me interrumpió: —¿Sabe cuántas veces se suspendió el juicio de Ta- rragona, precisamente porque yo no quise que conti- nuara si no venía la dueña de la pensión de Sabadell? —De Terrassa —le corregí. —Eso, de Terrassa, es que yo siempre confundo Te- rrassa con Sabadell. Tres veces, creo, vaya. Es que ha pa- sado mucho tiempo de esto, eh. Es que han pasado mu- chos años. Y yo llevo cada día asuntos. Pardo tiene más memoria que yo de todo esto. Eran las nueve de la noche, charlábamos en un sa- lón del piso donde tiene su despacho: los sillones ingle- ses, y los cuadros de políticos y militares, algunos de cuerpo entero, con aire decimonónico, ponían el boato 323 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 324
a una conversación sin pasado. Un joven, quizás un pa-
sante, escuchaba sentado a mi izquierda frente al anfi- trión. El abogado Claret empezó queriendo resumir «la tragedia del señor Tommouch, ¿le explico?», dijo, y aca- bó sin recordar nada concreto. —Ya te he dicho que ha llovido mucho y yo estoy cada día en el foro. Yo lo único que te puedo decir es que la desgracia de este hombre es el reconocimiento judicial que se le practicó en un principio. Y los jueces aquí en España están totalmente equivocados de lo que es un reconocimiento judicial. El reconocimiento judi- cial tiene que ser un punto de partida para una investi- gación y los jueces ya lo dan como una prueba irrefuta- ble. Entonces, un pobre desgraciado, que no sepa casi hablar español, que confunda, como yo seguramente, Terrassa con Sabadell, y la dueña de la pensión sea una señora que pase de todo como pasó ésta… Esto en un caso, pero es que en los demás casos, Tommouch no sa- bía decir ni en qué obra había trabajado. En el sumario de Tarragona constan los nombres de los dos compañeros de la pensión que dormían con el acusado la noche de autos, aunque nadie los llamó a declarar en esta causa. —Vamos a ver. Nosotros cuando calificábamos lla- mamos a todo el mundo. A todo el mundo que figura- ba en el sumario lo llamamos. Si no aparece porque ha cambiado de domicilio, o porque tiene un domicilio que desconocemos, y pedimos que se oficie a la Policía Judicial, la Policía Judicial no lo trae y los jueces pues tampoco. Yo no sé, yo me imagino que sí que lo llama- ríamos. Zaidani pasó por la Audiencia el 18 de enero de 1993 para declarar en el juicio de Terrassa y estuvo, por tanto, durante esos años, perfectamente localizado, y así seguía. No hacía mucho que yo mismo lo había ido a ver por segunda vez: «Ya le dije todo lo que sabía, no sé nada más; la policía también sabe lo que declaré», se 324 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 325
disculpó. Y como su compatriota Benali. No llamaron a
ninguno de los dos. En el sumario de Olesa, el primer abogado de oficio en esa causa, Desiderio Fernández, puso por escrito el nombre, los apellidos y la dirección de los otros compatriotas que dormían con Tommouhi en el local alquilado de Martorell, la noche que Carbo- nell y su pariente violaron a M. Pero en el escrito de ca- lificación de la defensa, antes de la apertura de la vista, cuando ya Claret se había hecho cargo del caso, y que es donde se propone la prueba para el juicio, no aparece ninguno. «No lo recuerdo. Pero Pardo tiene que recor- dar todo esto.» Tampoco quiso hablar de la indemniza- ción: «Me está usted haciendo unas preguntas que no le pienso responder», dijo. Todas las discusiones entre Tommouhi y sus abo- gados, por más que el preso se quejara durante años de lo poco que hicieron para sacarlo de la cárcel —«¡Con- seguimos una revisión!», le dijeron ellos una vez. «No, la revisión os la trajo Reyes; que es como si os hubiera to- cado la lotería», respondió él—, giran en torno a un punto de corrupción que Tommouhi, uno de los últi- mos días que lo vi en Barcelona, seguía recordando: —La indemnización, cuando revisaron el caso de Olesa, nosotros no queríamos indemnización. No que- ríamos nada. Ni yo ni Mounib. ¿Entiendes? Cuando revisaron esa causa, Claret no me preguntó. Ni Pedro Pardo. Ninguno. Nunca me hablaron de la indemniza- ción. A Mounib, sí, vino su abogado, ¿cómo se llama? Eso. Castellvell. Él sí le preguntó a Mounib. Hablamos, y dijimos que no queríamos nada. Mounib se lo dijo a su abogado. Su abogado volvió a su trabajo y no pidió nada. Claret no me preguntó nada. La pidió él. Él mis- mo pidió la indemnización sin mi permiso. Sin mi per- miso. Yo no había pensado en la indemnización ni en nada. Yo pensaba en que iban a revisar mis otros casos, que me los iban a quitar. Eso eran mis pensamientos. Murió Mounib. Y pasó tiempo. 325 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 326
Casi cuatro años.
—Y un día me llaman. Me vinieron los dos. Claret y Pedro Pardo. Los dos. Con traje, maletín, no sé qué. Yo, cuando los vi, dije bien: me traerán una noticia bue- na, por lo menos. La verdad [sonríe]. Ellos pidieron la indemnización sin preguntarme a mí, ni a mi hermano ni nada. ¿Entiendes? La pidieron en su nombre o algo de eso. Pero yo no he firmado ni un papel para ellos como que pido la indemnización. Sí lo firmó, aunque él no lo sepa. Después de la re- visión de Olesa, los abogados le pidieron que firmara, según el propio Tommouhi recordará en otra ocasión, para poder presentar futuros recursos de revisión en Madrid. Era 1998 y en verdad la firma la necesitaban para solicitar la indemnización por la condena revisada, pero sabían que Tommouhi nunca aceptaría pedirla y que esa reclamación sólo podía solicitarla, personalmen- te, el interesado. «Le hicimos firmar la reclamación sin decírselo», según ha resumido Pardo a fuentes cercanas a este caso. Así lo resume y así lo justifica: «Si no es por nosotros ni siquiera hubiera cobrado.» El día que fueron a la cárcel a pedirle, ahora sí, abiertamente que autoriza- ra el cobro de la indemnización, que había sido apro- bada, Tommouhi se negó. Varias visitas después acabó aceptándolo. —Me llamaron y me encontré allí a los dos. «Hola, buenas tardes —vinieron por la tarde—: ¿bien? Bien.» Y me salta y me dice: «¿Sabes?, nosotros pedimos la in- demnización, y ha llegado el dinero.» «¡¿Qué?!», dije yo. «Que sí, que hay dinero», me dijo. «No te preguntamos, pero no nos olvidamos de la indemnización.» «Yo no quiero indemnización.» Me dicen: «Escucha, tienes que aprender a escuchar. Nosotros vamos a luchar hasta el final.» No sé hasta dónde iba a llegar Claret. Por eso digo que no tienen palabra. No sé cuántas caras tienen esos abogados. Mil caras, hombre, mil caras tienen. Yo ya no tengo confianza ni en los abogados, ni en nada. 326 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 327
Les dije: «Yo no quiero nada.» «Ahora», me dijeron,
«tienes que escuchar.» «¿Qué tengo que escuchar yo?» Me dijeron: «Tienes que firmarnos un papel. Vamos a tomar el dinero para seguir adelante, hasta Estrasburgo, o La Haya, no lo sé dónde.» A mí no me cabía eso en la cabeza. Yo ya empezaba a entender bien, a hablar algo. ¿Entiendes? Ya me explicaba un poco. «Yo no quiero nada.» «Te vamos a traer, ¿cómo se llama?, un notario. Te vamos a traer un notario para que nos firmes un pa- pel.» Yo les dije: «Yo no voy a firmar nada. Yo no quie- ro dinero.» Tomaron la maleta y se fueron. Pregunta a Pedro, pregúntale a él mismo. Les pregunté a los dos, como ya sabes, y ninguno quiso entonces comentar nada. Luego, cuando me hice con la factura, Pardo dio sus razones, pero a los pocos días, después de hablar con Claret, me llamó: no hubo engaño, se desdijo. Lo hubo, se produjo como he dicho, como en varias ocasiones y ante personas distintas ha reconocido Pardo, y no fue el único. Ahora sigue escu- chando a Tommouhi: —A los dos o tres días, no llegó a cuatro, otra vez. Los dos. Ahmed Tommuch, abogados. Hala, otra vez. «Buenas tardes, buenas tardes.» Tal, tal, tal. Y me expli- can: «Cálmate. Vamos a explicártelo: nosotros vamos a luchar hasta el final. Te van a dar tu libertad. Tienes que firmarnos ese papel.» «Que no, que no quiero.» No que- ría ese dinero. Ninguno. No quería indemnización ni quería firmar ningún papel. Pasaron dos o tres días sin que vinieran. La gente me preguntaba: «¿Qué te pasa Ahmed, con tus abogados? ¿Te van a sacar?» «Bueno, pues ojalá que sí, que puedan hacer alguna cosa…» Mu- cha gente dentro ni siquiera tiene abogados, no va nadie a verlos. ¿Entiendes? Y vinieron, por tercera vez: «Ah- med, confía», me decía Claret, «confía en nosotros. No- sotros vamos a luchar hasta el final. Aquí vamos a ganar todo el caso, te van a dar tu libertad. Cien por cien.» Hasta que un día agarré a uno que sabía un poco de ar- 327 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 328
tículos, de leyes, de abogados, de esos presos que entran
y salen mucho. Y le dije: «Mira, mis abogados vienen tanto a verme por esto, por esto y por esto. Pero yo no quiero nada.» ¿Cuánto es? Eran dieciocho millones de pesetas. Eran pesetas, no habían puesto todavía los eu- ros. Yo no quería nada. No quería ni una peseta de ese dinero. «No, nosotros vamos sólo a tomar para los gas- tos, y seguimos adelante», me decían. Ése al que le había preguntado dentro, me dijo: «Pero ¿es que tú no cono- ces a los abogados? Bueno, firma para las perras», así me dijo… «Fírmales. A ver si consiguen algo. Tienen que tomar un abogado de pago», y toda la historia. Eso es lo que pensé, la verdad. Cuando volvieron, le dije a Claret: «Vas a tomar un abogado para Estrasburgo, de pago, bajo tu responsabilidad. Búscame un abogado de pago. No me vayas a poner un abogado de oficio, no me va- yas a poner un recurso en Estrasburgo sin abogado.» «Sí, sí, sí, con eso cubrimos todo. Nosotros vamos a lu- char contigo hasta el final. Hasta el final. Te van a dar tu libertad.» No sé qué me trajeron, una firma de unos po- deres. Y con un notario. Que lo llamaron ellos. Me man- daron un notario. Eres fulano. Yo soy fulano. «Me firmas este papel», me dijo. «Para qué.» «Firmas para que Pedro Pardo, Jorge Claret y otro de Madrid… Usted firma para darles poderes, para defenderle, para la indemnización, para cualquier cosa.» Bueno, firmé. Firmé un día como hoy, y mañana fueron a Martorell a buscar a mi herma- no. Lo fueron a buscar y lo llevaron a Girona. Los poderes, respecto de la indemnización, fueron cedidos sólo a su hermano Omar, según Pardo. El 11 de mayo de 2001, Omar Tommouhi acompa- ñó a Jorge Claret y Pedro J. Pardo a la delegación de Hacienda en Girona. Querían cobrar al contado. Claret metió los 18.470.000 pesetas en un maletín y cruzaron la plaza. A doscientos metros había una sucursal del BBVA, donde el hermano de Tommouhi tenía una cuen- ta corriente y le ingresaron 12.526.000. La diferencia, 328 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 329
5.944.000 pesetas, es lo que los abogados se cobraron
esa mañana. Días después Omar fue a ver a su herma- no a Can Brians, como hacía regularmente, y le detalló cómo habían quedado las cosas. Ahmed lo relató así: —Cuando tomaron los seis millones, y le pasaron los otros doce a mi hermano, vino a verme. Pasa esto, esto y esto, me dijo. Yo le dije: «Mira, hermano, tú llevas años, más de diez años, gastando tu dinero en mi mu- jer, en mis hijos, en mí mismo, en los abogados.» Así que le dije: «Lo primero, toma todo lo que te hayas gas- tado.» Te lo juro, todavía hoy no le he preguntado: ¿Dónde está el dinero? ¿Cuánto gastaste? Nunca. No le he preguntado y no le voy a preguntar a mis años. Él lo dio todo por mis hijos, por Khalid, por mi mujer, ¿en- tiendes? Y tomó sus gastos.
A las 14:27 del 2 de febrero de 2009, me llegó el fax
con la minuta que Claret y Pardo pasaron a la familia de Tommouhi. La factura lleva fecha del 2/5/2001, pero no fue hasta un año después, a finales de abril de 2002, cuando fue entregada. En ese tiempo Noureddine Douah supo de la forma en que se había reclamado la indemni- zación, y con el consulado marroquí solicitaron a los abogados que detallaran por escrito la relación de gas- tos. El baile de números (restan una provisión de fon- dos que había adelantado Omar Tommouhi durante los años noventa —seiscientas sesenta mil pesetas— de un «Total Conceptos», así como una reducción del 20 por ciento sobre ese total «por características cliente y en re- ferencia al asunto») sólo tiene una explicación contable: encajar los casi seis millones que descontaron de la in- demnización el mismo día que se cobró. El total final de la factura lo logra: 5.943.190 pesetas, pero a costa de la provisión de fondos adelantada por Omar, que se ha es- fumado del «Importe Factura». Más allá de esos mala- guarismos, la verdad es que lo engañaron. Facturaron 329 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 330
cuatrocientas mil pesetas por un procedimiento que no
habían llevado ellos, como éste de la sección sexta, que llevó de oficio Desiderio Fernández:
– Procedimiento Sección Sexta Audiencia Provin-
cial de Barcelona, Rollo n.º 4.514/92, procedente del Juzgado de Instrucción n.º 8 de Terrassa, con responsabilidad civil de 112.200 pts., y posterior recurso de casación n.º 267/1993-P (Normas 115, 116 y 128). 400.000 ptas.
O este otro de la sección novena, que también lle-
vó de oficio Pere Ramells, y en el que añadieron un su- puesto recurso de revisión que nunca presentaron (el número de recurso que incrustan es el del fiscal):
– Procedimiento Sección Novena Audiencia Pro-
vincial de Barcelona, Causa n.º 1/91, procedente del Juzgado de Instrucción n.º 1 de Cornellà, con responsabilidad civil de 5.098.000 pts., y posterior recurso de casación n.º 1031/92-P (Normas 115, 116 y 128). 400.000 ptas.
En fin, se cobraron también el trabajo de Manuel
Ollé en la vista del Supremo, cuando la revisión de Ole- sa instada por el fiscal Mena, 330 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 331
– Recurso de Revisión procedimiento Sección
Quinta de la Audiencia Provincial de Barcelona, con sentencia estimatoria de la revisión, con Vista en el Tribunal Supremo y posterior comparecen- cia en la Audiencia de Barcelona con responsabili- dad civil establecida en sentencia de 2.115.000 ptas. (Norma 126). 418.000 ptas.
Pero no le pagaron al propio Ollé: «Yo no cobré un
duro, cero patatero», había asegurado Manuel Ollé en su despacho de la calle Goya, en Madrid, a finales de enero.
Una de las tardes que estuve con Tommouhi en
Martorell, pasamos por delante del cuartel de la Guar- dia Civil, cruzamos el parque que hay enfrente y fuimos a parar a una cafetería grande y vacía, con el televisor a todo volumen. Le pregunté qué pensaba hacer cuando terminara la condena, si pensaba volver a Marruecos. Me dijo que no. Cuando ya sabía que la condena termi- naba el 26 de abril de 2009, volví a preguntarle. —Ahora no tengo ninguna dirección, soy como un pollo sin cabeza. Cuando termine la condena no sé adónde iré a parar. No sé dónde va a terminar la pelícu- la. No sé para qué parte voy a tomar, si sigo vivo. Si me he muerto, mejor, se acabó el problema, la verdad. A cada uno le toca lo que le toca. A mí me ha tocado pa- gar por la cara, por algo que no he hecho. A mi pueblo no voy a ir así. Es muy difícil. No es un año ni dos. Son veinte años. La gente que me conoce bien sabe que yo no
me meto en problemas. Pero los que sólo te conocen de
vista… Veinte años. En España. ¿Qué, has estado en la cárcel? ¿Y sales y te vienes? ¿Por qué no te has quedado allí? Eso es lo que yo pienso que dirán. Aunque la gente no diga nada. Yo prefiero otro sitio. Si yo me hubiera metido en problemas, no pasaría nada. Uno más. Pero yo no. ¿Cómo encontrarme con cada uno que me cruce? Veinte años. No, no. Yo no voy a ir allí, a que me seña- len, mira, éste. Yo estoy cerca de los sesenta años. No quiero sufrir otros sesenta. No sé cómo va a terminar mi vida. Pero cuando uno está viejo y mayor, piensa que le tocará sufrir. ¿Quiero un trabajo? No me van a dar tra- bajo. Un hombre mayor tiene que descansar. Yo, ¿de qué, de qué voy a descansar yo en mi pueblo? ¿Del aire? ¿Con los veinte años en la cárcel por la puta cara, como dicen aquí? Es muy difícil. Mejor, cualquier otro sitio. A sufrir solo. Que no sufran mis hijos, ni mis nietos viéndome. Si me arreglaran este asunto, si quisieran, por lo menos, puede que me vaya a mi pueblo; me ha pasado esto, aho- ra me voy a mi pueblo, pero por lo menos ya tengo algo para comer; por lo menos me han dejado algo, por esos veinte años. Pero, sin nada, nada, nada, no voy a ir a mi pueblo. Me iré a un río, o al mar —sonríe—. Y si saco algo para comer un día o dos. Cuando eres viejo no gas- tas mucho. Nadie va a saber dónde estoy. Nadie. Sólo Dios. No es que no tenga dónde irme, dónde estar, no es que no me quiera mi familia, no. Pero es que yo, así, voy a sufrir más que en la cárcel. Cuando ves a tu vecino, que vive cerca de tu casa, disfrutando su tercera edad, por ejemplo, viejo como tú, que vive bien, ¿vas a mirarlo a los ojos? No, como dicen, si no miras con los ojos, no te duele el corazón. Yo tenía cuarenta años. En mi juventud nunca me pasó nada. Y nunca tampoco me metí en nada ni con nadie. A los cuarenta me pasó esto. Y se acabó la historia. Nada más. Yo no vine aquí para meterme en problemas. Pedía trabajo. No había trabajo, me fui a otro sitio. Me atraparon. Me tiraron delante de la gente. Me 332 Jusicia poética_007-384:Jamaica 21/12/09 15:24 Página 333
culparon de cosas que no había hecho. Me condenó una
justicia, como se dice, limpia, ¿no?, por cosas que no he hecho. Gracias a alguna gente buena que trabajó mucho, mi caso está a la vista de todo el mundo: del público, de la justicia, de los que me condenaron, de los que me se- ñalaron en la rueda de reconocimiento. Pero nadie quie- re saber nada. Si hay una justicia de Dios, también va a castigarlos a ellos. Como a mí me castigaron ellos. Yo voy a dar gracias a Dios. Pero no voy a dar las gracias a esta justicia. Esta justicia, no sé cómo llamarla, igual no hay nombre para una justicia así. Ojalá venga un castigo de Dios para ellos. Para los que tienen responsabilidad en mi caso. No para la gente normal. No, no. Para los que saben, y tienen poder y responsabilidad, para esos, yo pido un castigo también. Porque ¿dónde vas a reclamar, si no? A los jueces, no; a los fiscales, no; al público, no; al Gobierno, no. ¿Adónde?