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ACTIVISMO JUDICIAL

CONCEPTO

El término activismo judicial hace referencia a la práctica y concepción del juez como
limitador de los demás poderes del Estado a través de la aplicación de la Constitución y los
derechos fundamentales. Reclama un mayor protagonismo de los tribunales y que las
sentencias sean creadoras de Derecho (yendo más allá de la mera interpretación), con la
intención de generar un cambio en la legislación, la jurisprudencia o la sociedad. Responde
al fenómeno judicial manifestado de manera tanto internacional como nacional.

El primer uso del término se asigna al juez federal estadounidense Wayne, el cual destaca
dos formas de ver el fenómeno. La primera de manera jurisprudencial, al declarar
judicialmente ciertos valores o conferir determinados derechos a ciertos grupos sociales; o,
de otra forma, al tomar la decisión del juez para defender un derecho vulnerado al señalar
que ese remedio judicial invade la competencia de otros órganos, como el caso de la
política.

Expresión acuñada en los Estados Unidos de América (judicial activism) para referirse a la
disposición de jueces y tribunales a hacer uso de una interpretación expansiva, encaminada
ya sea a ampliar el ejercicio de los derechos constitucionales de los ciudadanos o a lograr
determinados cambios y resultados de política pública. Jurídicamente, el activismo judicial
se traduce con frecuencia en la declaración de inconstitucionalidad de leyes y actos de
autoridad, o en la interrupción o modificación de criterios de interpretación establecidos y
confirmados.

Dado que el activismo judicial implica, necesariamente, una dimensión política en la


interpretación judicial, el uso de la expresión tiene connotaciones polémicas. Para los
críticos de esta dimensión de la función judicial generalmente grupos “conservadores” o de
“derecha” el activismo judicial es ilegítimo, porque los jueces y tribunales no se
circunscriben a la interpretación limitada y razonable de ley o la Constitución, sino que
pretenden “crear derecho nuevo”.

Igualmente, consideran que el activismo judicial se manifiesta en que los jueces y


tribunales no se limitan a resolver las cuestiones que se les ha planteado en un asunto
concreto, sino que las exceden por razones de interés personal o ideología política. En
ambos casos, se extralimitan en el ejercicio de sus facultades, e invaden el ámbito de poder
legítimo de los legisladores y otros órganos del Estado. Sin embargo, puede haber también
un activismo judicial de signo “conservador”, dirigido a suprimir o modificar las
“conquistas” de la “izquierda”, así como a restablecer situaciones jurídicas del pasado.
Desde esta perspectiva, se ha llegado a decir que “activismo judicial” es sencillamente el
calificativo que las personas dan a las resoluciones judiciales que no son de su agrado.
El activismo judicial es un fenómeno típico de las condiciones en que se ejerce la función
judicial en las sociedades contemporáneas. Como consecuencia de la ideología de la
Revolución francesa, en la mayoría de los países de la tradición jurídica romanista estuvo
vigente durante el siglo XIX, y buena parte del XX, la idea de que los jueces solamente
aplican la ley, sin interpretar ni cambiar su sentido, pues ello corresponde al legislador. En
los países del common law, si bien se reconoce a los jueces un papel mucho más
prominente, tradicionalmente se había considerado que su función consistía solamente en
“descubrir” el derecho ya existente, no en crearlo.

Sin embargo, la complejidad creciente del orden jurídico, debida en buena medida al
surgimiento del Estado interventor o de bienestar, ha inducido también un cambio en los
parámetros de ejercicio de la jurisdicción, la cual se ha tenido que volver activa, no en el
sentido de que pueda actuar por sí misma y sin intervención de las partes, sino en el de que
tiene que encontrar soluciones a los nuevos y difíciles problemas de la política pública a
partir de la adaptación y reinterpretación de las leyes vigentes. En muchos casos la
intervención de los tribunales en tales problemas se debe a que los demás órganos del
Estado no tienen interés en resolverlos o lo han hecho de manera deficiente.

Esta nueva dimensión de la función judicial se ha manifestado sobre todo en el desarrollo


de la jurisdicción constitucional a partir de la segunda mitad del siglo XX, dadas sus
evidentes implicaciones políticas, pero puede observarse también en todos los niveles y
ramas de la justicia ordinaria. Un buen ejemplo de ello es la política que, de manera
espontánea e independiente, siguieron los jueces federales norteamericanos desde mediados
de los años sesenta para reformar las prisiones en los Estados Unidos, particularmente en
los estados del sur, ante la indiferencia y el descuido del tema por parte de los otros dos
poderes (Malcolm M. Feeley y Edward L. Rubin, Judicial Policy Making and the Modern
State. How the Courts Reformed America’s Prisons, 2000).

En este sentido, los estudiosos consideran que los tribunales son capaces de tomar
decisiones de política pública en términos que no son distintos de los que siguen las demás
instituciones, es decir, que no pueden explicarse como “aplicación de la ley”.

Como ya se señaló, el activismo judicial se ha manifestado sobre todo en el campo de los


derechos humanos o fundamentales. En este sentido, son emblemáticas algunas sentencias
de la Suprema Corte de los Estados Unidos, como Brown v. Board of Education (1954), la
cual ordenó la desegregación racial en las escuelas de ese país, o Roe v. Wade (1973), que
reconoció a las mujeres el derecho a interrumpir libremente su embarazo durante el primer
trimestre, a partir de un “derecho constitucional a la privacía” de construcción
jurisprudencial.

Esta última sentencia continúa vigente, a pesar de que ha sido muy criticada por carecer de
un fundamento constitucional explícito y no obstante que una integración más conservadora
de la Corte la ha matizado de manera importante. Ello se debe igualmente a que han
resultado infructuosos los intentos de revertirla mediante reforma constitucional. También
las supremas cortes de Canadá, la India e Israel, por señalar otros ejemplos, han sido
alabadas, o criticadas, por el activismo que han desplegado en la expansión de los derechos
de sus respectivos ordenamientos constitucionales.

Los tribunales internacionales y supranacionales también han adoptado orientaciones que se


podrían considerar “activistas”. En el campo de los derechos humanos se reconoce que el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, más recientemente, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, han adoptado resoluciones de avanzada, que no siempre han sido
fácilmente aceptadas por los países de la región.

La Corte Interamericana, particularmente, se ha significado por el dictado de medidas de


reparación que no están encaminadas solamente a compensar el daño de las víctimas en un
caso en particular, sino que pretenden generar medidas y políticas más amplias por parte
del Estado ofensor, de modo que se elimine la causa estructural de las violaciones de
derechos humanos y no solamente sus efectos. Igualmente, su doctrina del “control de
convencionalidad”, conforme a la cual todas las autoridades, particularmente las judiciales,
tienen la obligación de controlar la conformidad de su actuación con la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, tiene claras implicaciones de “activismo judicial”.

En otro terreno, otro tribunal activista es el Tribunal Europeo de Justicia, al cual se


reconoce un importante papel como promotor de la integración de la actual Unión Europea;
por ejemplo, gracias a la doctrina de la supremacía del derecho comunitario sobre el
derecho interno de sus países integrantes.

En México no existe todavía una discusión desarrollada sobre el activismo judicial, dado
que los jueces y tribunales mexicanos, encabezados por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, apenas están asumiendo algunas de las funciones de política pública que la
judicatura ya despliega en otras partes.

Si acaso, se había criticado a la Suprema Corte de Justicia por no otorgar un lugar más
importante a los derechos fundamentales en su actuación. Desde hace algunos años se
percibe un cambio en este sentido, si bien en la propia Corte conviven diversas visiones
sobre el alcance que debe tener su labor interpretativa en esta materia. No hay duda, sin
embargo, que la aceptación, por el Poder Judicial mexicano, de la doctrina del “control de
convencionalidad” de la Corte Interamericana tendrá, a largo plazo, un considerable
impacto en “activar” a la judicatura mexicana.

CRÍTICA: El activismo judicial ha sido objeto de diversas críticas, que se concretan en


dos. Una de ellas hace referencia a la politización de las sentencias y a existencia de una
intromisión del poder judicial en el proceso democrático, que se considera ilegítima.1
Por otra parte, desde el llamado garantismo procesal, se critica que la intervención del juez
como creador de Derecho destruye las garantías constitucionales que constituyen el debido
proceso. Las garantías procesales que se recogen en las Constituciones exigirían del juez
una postura equidistante entre las partes, que serían incompatibles con el activismo.
Asimismo, el garantismo procesal concibe el proceso como regido por el principio
dispositivo, lo que entraría en contradicción con un mayor protagonismo judicial.

HISTORIA

Activismo es toda actitud activa, frontal y directa frente a diferentes obstáculos que se
pueden presentar en el camino hacia un determinado objetivo. La palabra “activa” deriva
del latín activus, que significa facultad de obrar con diligencia, eficacia y prontitud, sin
dilación. Aquí encontramos la característica general y los elementos esenciales del
activismo. Dentro de la primera tenemos la facultad de obrar sin dilación, mientras que sus
componentes esenciales son:

 diligencia,
 eficacia
 prontitud.

La locución “activismo judicial” fue, posiblemente, usada por vez primera por la Suprema
Corte de EE.UU. alrededor de 1954 cuando se autoproclamó “activista”, muy
especialmente bajo la presidencia del Juez Earl Warren, con el célebre caso “Brown vs.
Borrad of Education” del 17/5/1954, en el que se declaró, por unanimidad, la
inconstitucionalidad de la segregación racial en las escuelas norteamericanas. Lo curioso de
este caso, de ahí la posición activista, es que nada se dijo sobre la forma de ejecución de
dicha sentencia, ni incorporaba a los cinco chicos demandantes, ni obligaba a las cinco mil
escuelas a dejar de lado la norma inconstitucional que beneficiaría a tres millones de
estudiantes de color.

Los jueces, en este caso, tuvieron dos caminos, obligaban a acatar la sentencia de
cumplimiento imposible o tomaban un rol protagónico político cuya decisión se basaría en
tan sólo colocar en la sentencia a la gente que el sistema excluía, demostrando que chocaba
con los derechos constitucionales y que estaban en vías de extinción. La Corte optó por esto
último y, al año, es decir, en 1955, las grandes ciudades y los centros marginales habían
cumplido la sentencia; los Estados sureños fueron los que más se resistieron al cambio, y
recién a los siete años las escuelas lo cumplieron en su totalidad. Dicha modificación
comenzó en el año 1958 con el fallo “Cooper vs. Aaron” en el que la Corte reafirmó su
posición, estableciendo su obligatoriedad para la Legislatura y los Tribunales de Justicia de
dicho Estado.

Esta decisión con ribetes políticos no altera la división de poderes que, como sostiene
Alberto Bianchi, es la reafirmación dinámica del Estado de Derecho.
si bien como se ha señalado la palabra activismo tuvo sus comienzos en los fallos de la
Corte de EE.UU., el instituto tuvo sus antecedentes hace más de setecientos años en las
Siete Partidas del Rey Alfonso el Sabio, donde en la Partida Tercera, Ley 11, Título IV, se
le imponía al juez “saber la verdad del pleito por cuantas maneras pudiese” otorgándole un
poder muy amplio (activismo), siempre que lo sea en aras de esclarecer la verdad del
litigio.

Ello fue sostenido por Estévez Seguí uno de nuestros primeros procesalistas argentinos que
había rescatado esta facultad proveniente de las partidas, antes de que la Ley de
Enjuiciamiento Civil Española señalara en su tratado que el juez podía buscar la verdad en
cualquier tiempo hasta la sentencia. Es por ello que aquél no sólo fue el primer procesalista,
sino también el primer activista judicial.

Resumiendo, un juez activista es un magistrado que desprovisto de toda formalidad brega


por el cumplimiento de sus propósitos en búsqueda de la verdad jurídica objetiva con
respeto de los derechos constitucionales

CAUSAS Y FACTORES

Este realce de la función jurisdiccional con el activismo judicial, cimentado en la creencia


de un juez “Hércules” todopoderoso en la célebre imagen de Dworkin, responde sin dudas a
una multiplicidad de causas y factores, que pueden sintetizarse en los siguientes:

 Triángulo invertido, peticiones individuales de los justiciables hacia un ensanche


del sistema, y de los órganos políticos.
 La lentitud de las causas producto de la burocracia procesal.
 Cláusulas constitucionales y legales de textura abierta.
 El sentir que la democracia es el “derecho de tener derechos”, ha hecho mucho por
hipertrofiar el papel del juez en las sociedades contemporáneas.
 Desapego entre el juez, las partes y la causa.

Para el caso poco ha importado el entramado institucional que da cobijo a estas conductas,
es decir, el concreto diseño de ingeniería constitucional del régimen político de que se trate.
El auge del activismo judicial es muy importante, en los sistemas continentales romanistas
del civil law generalmente apegados a estructuras parlamentarias, como a los
presidencialismos derivados de la Constitución norteamericana de Filadelfia de 1787.

Se ha dicho que así como el siglo XIX era considerado “el siglo de los Parlamentos” y el
siglo XX el de la “preponderancia del Ejecutivo”, la centuria en la que vivimos será, para
utilizar la jerga de Norberto Bobbio, la “era de los jueces”.

CARACTERÍSTICAS

Morello da como características esenciales del activismo los siguientes elementos:


 El poder judicial como verdadero poder del Estado, fijando políticas judiciales.
 Respeto de la Constitución por sobre todas las normas y fundamentaciones
jurídicas de las partes.
 Búsqueda primordial de la justa solución del caso
 Creatividad de las sentencias.
 Protagonismo del tribunal.
 Aggiornamento del servicio de justicia.

Según Peyrano, el activismo judicial es creativo y ha aportado numerosos institutos


procesales como:

o las medidas autosatisfactivas


o el recurso indiferente
o la reposición in extremis
o la llamada tutela anticipatoria
o el recurso infinitum (esto se relaciona con la pretermisión de trámites, esdecir,
“dejar de lado” u omitir), entre muchos otros.

A ello habrá que adunarle la inconstitucionalidad de oficio y por omisión, herramientas


éstas que resultan de vital importancia en el fiel resguardo de los preceptos
constitucionales. Si bien muchos del ideario activista permanecen en el plano pretoriano,
debe consignarse que parte de su repertorio ya se ha plasmado legislativamente.

TIPOS O CLASES DE ACTIVISMO JUDICIAL

Una parte de la doctrina considera que una sentencia es propia de un ejercicio activista de
la judicatura cuando el tribunal, además de solucionar el caso concreto traído a su
juzgamiento, envía señales innovadoras a los demás poderes, a los jueces inferiores y a la
sociedad en general, tendientes a generar un cambio en la legislación o en la jurisprudencia
o en las costumbres (respectivamente).

Sin embargo, esas señales innovadoras pueden ser razonables e irrazonables; como ya
dijimos, el activismo se preocupa ante todo por la justa solución del caso y no tanto por no
contradecir o erosionar el sistema. Por lo tanto, podemos establecer dos tipos de activismo,
el razonable o justo y el irrazonable o injusto.

a) ACTIVISMO RAZONABLE O JUSTO: Las características que permiten


identificar el ejercicio de un activismo de tipo razonable o justo, son las siguientes:
 Éste, por ejemplo, amplía las garantías procesales para la protección de los
derechos, sea mediante nuevas garantías o mediante la interpretación y
aplicación amplia de las ya existentes.
 El activismo razonable tiende a proponer cambios que considera, protegen de
forma más eficaz los derechos o garantías jurisdiccionales, otro ejemplo sería el
señalar al órgano legislativo, la necesidad de una reforma en determinada
materia.
 Este activismo tiende a “crear derecho” a través de la jurisprudencia, emitiendo
resoluciones que sirvan para la solución de casos anexos para el sistema
judicial.

b) ACTIVISMO IRRAZONABLE O INJUSTO: Si bien cumple con las


aspiraciones y objetivos activistas, va en contra de preceptos axiológicos de la
justicia, como lo menciona Iturralde en su obra, para considerar “injusto” al
activismo debería presentarse una de las siguientes acciones en los
pronunciamientos judiciales:

 Allanar los caminos procesales para facilitar y homologar el accionar del


Gobierno, a través de un salto de instancias.
 Convalidar normas de emergencia restrictivas de los derechos fundamentales.
 Convalidar excesos del poder en general. Este punto tendría una función
residual por la cual toda conducta que no tenga una regulación específica en lo
atinente a los excesos de poder entraría dentro de los actos de excesos de poder
general.

c) ACTIVISMO SOCIAL: La Justicia puede y debe generar cambios sociales cuando la


política y los políticos se muestran impotentes o, simplemente, no están dispuestos a
impulsarlos, sostiene William Koski, abogado y doctor en educación docente e
investigador en la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California; es, además,
activista civil norteamericano que procura la igualdad de oportunidades educativas,
por ejemplo, la posibilidad de que los chicos más vulnerables puedan tener una
educación completa.
En California, el Estado de donde proviene, empieza a haber cierta conciencia de
que la educación de los chicos vulnerables es la clave para el progreso de todos, y
no sólo del sector directamente beneficiado.
Barack Obama es descendiente directo de este movimiento, que cree que se puede y
se debe usar la Justicia para terminar con la discriminación y generar cambios en la
sociedad cuando los canales políticos están cerrados.
Koski explica que este movimiento civil, que busca en la Justicia una aliada para
terminar con la discriminación, se remonta a 1954, cuando el Tribunal Supremo, a
través de un histórico fallo (conocido como el caso Brown), declaró
inconstitucional separar a los niños negros de los blancos en las escuelas públicas.
“A partir de ese momento, dice, también se volvió inconstitucional la segregación
en cualquier otro sitio público. Y fue un precedente para otros grupos
discriminados, como las mujeres en el ámbito laboral, que empezaron a ver la
justicia como una vía eficaz para reclamar por sus derechos.”
El caso Brown tuvo dos alcances: uno amplio y otro más limitado. En el corto plazo
fue muy difícil, porque los líderes políticos del Sur se resistieron a la medida. Hay
una imagen muy fuerte del gobernador de Arkansas, en Little Rock, bloqueando la
escuela para impedir el acceso a los chicos negros. Tuvo que ir la Guardia Nacional
para desbloquearla.
Las familias blancas abandonaban la ciudad para evitar que sus hijos se mezclaran
con
los de color. Sin embargo, la generación siguiente a la de Brown vivió el proceso de
desagregación. Aún hoy en algunas escuelas estadounidenses el racismo sigue
siendo fuerte y la segregación continúa. Con todo, el avance es innegable.
En EE.UU. no hay un derecho que garantice la educación universitaria; la
obligatoria es sólo hasta los dieciocho años y en algunos Estados, hasta los 16. Pero
la discriminación empieza mucho antes, en la provisión no igualitaria de un servicio
que debería ser de igual calidad para todos.
Hubo un caso interesante en Kentucky, en 1999. La Corte, basándose en el derecho
a recibir una educación completa, dijo que todo el sistema educativo del Estado era
inconstitucional. Este tipo de fallos abre un surco e instala el debate.
En este sentido, la Argentina, con todos sus problemas, es un sistema de avanzada,
atento a que existe la gratuidad también a nivel universitario, que en muchos casos
resulta, incluso, mejor que otras universidades privadas. Además, en EE.UU. no
tienen garantizado el derecho a la educación preescolar, y nuestro país sí.
Otra cuestión preocupante en grado comparativo es que, en términos de acceso a la
vivienda y a la salud, en Estados Unidos esos derechos no están protegidos por la
Constitución o por leyes que estén siendo vulnerados por el Estado. Entonces, no
existe, en principio, ningún derecho que reclamarle a aquél.

EL ROL DEL JUEZ EN EL ACTIVISMO JUDICIAL

La crisis político institucional en toda Europa y en especial en Alemania (1919), posibilitó


la elaboración de cambios en las reglas institucionales. Carl Schmitt en su libro La defensa
de la Constitución, escrito en 1931, fijó algunos conceptos al tema en cuestión, donde el
Poder Judicial no puede ser protector de la Constitución. El presidente del Reich es su
único defensor. El parlamento es curador del derecho. Control concentrado y difuso.

Por otro lado, Hans Kelsen en su libro escrito en 1932 llamado ¿Quién debe ser el defensor
de la Constitución?, propone que el juez es el único guardián de la Constitución por ser un
poder no influenciable políticamente y técnico en la materia. Diseña un control de
constitucionalidad concentrado a través de un Tribunal constitucional independiente. En
este contexto, el juez puede declarar la inconstitucionalidad de oficio o a pedido del
Gobierno. La declaración es principal, autónoma y tiene fuerza en el caso concreto.

Por lo tanto, el Poder Judicial es:


 Miembro de un Poder del Estado.
 Busca y protege los derechos y el equilibrio de justicia.
 Es el guardián de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales de
derecho humanos.

EL ACTIVISMO

EL ACTIVISMO PROCESAL: Deberes y obligaciones en las causas judiciales a tenor de


la reforma del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación En este punto debemos
separar lo que acontecía en materia penal, pues en el proceso penal regia el sistema
inquisitivo, es por ello que nunca se ha discutido el activismo judicial, pues la actividad de
juez, sin petición ni impulso de partes, era una obligación legal. Sin embargo, ello ha tenido
una modificación significativa en los últimos cambios legislativos, donde ha ganado terreno
el rol de los fiscales en toda la etapa de instrucción, es decir, que se da una especie de
activismo compartido entre jueces y fiscales.
El deber es un mandato legal que nos fuerza a actuar de determinado modo frente a
situaciones específicas. Se muestra como un vínculo genéricosocial, donde debe
responderse al grupo social en cumplimiento de sus intereses, por cargos por él mismo
otorgados. En cambio, por facultades debe entenderse las “atribuciones que la ley confiere
expresa o implícitamente, pero cuyo ejercicio depende del arbitrio de ellos, quienes, por lo
tanto, pueden asumir o no la conducta correspondiente”.

Esto marca una variación significativa en la gran división que existía entre el sistema
dispositivo e inquisitivo. En el tipo procesal civil predomina el sistema dispositivo, donde
se sigue exclusivamente el señorío de la voluntad de las partes, quienes no solamente fijan
y determinan el objeto litigioso y aportan el material de conocimiento, sino que también
tienen el poder de impedir que el juez exceda los límites fijados a la controversia.
Justamente éste es el imperante en el procedimiento civil. Por otro lado, el proceso
inquisitivo traslada el dominio de la actividad procesal al magistrado, que no solamente
dirige e impulsa el proceso, sino también promueve su iniciación y realiza los actos de
investigación tendientes a la asunción del material de conocimiento. Así enunciado, el tipo
procesal inquisitivo solamente se da en la etapa instructora del proceso, cuya naturaleza
jurisdiccional es discutible.

Podemos sostener que el actual proceso civil tiene características dispositivas mixtas, ya
que toma rasgos típicos de ambos sistemas; por el lado inquisitivo puro tenemos los
deberes marcados en los artículos citados, y en lo que respecta al dispositivo, existen
funciones que sólo pueden ejercer las partes, como por ejemplo, el pedido de regulación de
honorarios, la apelación, etcétera.

Con las modificaciones señaladas, la relación juez y partes se ha alterado, debiendo el juez
enderezar las causas cuando las partes:
1) dejan caer el procedimiento por falta de impulso
2) presentan escritos estériles con el único objetivo de retrasar el momento del
dictado de la sentencia, que seguramente iba a resultar en su contra
3) incurran en actos contrarios al deber de lealtad, probidad y buena fe.

Mientras que por el lado del juez, lo que antes era potestativo, ahora es obligatorio en su
función específica, como:

I. Dictar sentencia fundamentándola en los elementos fácticos traídos por las


partes y en el derecho imperante, dejando de lado las normas mal citadas o
carentes de entidad jurídica
II. Resolver las causas respetando los plazos establecidos en la ley
III. Velar por la supremacía constitucional y el principio de congruencia
IV. Declarar la inconstitucionalidad de las normas haya o no petición de las
partes atento a que el control de constitucionalidad es una cuestión de orden
público que excede el mero interés de las partes

Pero nos queda el interrogante de si esta modificación ha sido o no beneficiosa para la


celeridad e inmediación judicial de los miles de juicios que hoy tramitan en los distintos
fueros civiles, comerciales, contencioso administrativos, etc

La respuesta no podría ser otra que la siguiente: el juez no debe ser un mero espectador en
las causas que por él tramitan, sino por el contrario, un guardián del proceso. Sin embargo
como ya se dijo para una verdadera solución se deberá realizar una nueva lectura en las
normas que regulan la tramitación de las causas, nombrar más jueces, llevar procedimientos
a la oralidad, modificar aún más el rol del juez, del secretario, del prosecretario y de las
partes en el proceso.

En síntesis, estas modificaciones en algunos casos resultan impracticables. Por un lado,


tenemos totalmente saturados de expedientes los tribunales civiles, comerciales,
contencioso administrativos y previsionales federales de todo el país y, por otra parte, el
personal resulta sumamente escaso y en algunos casos no capacitado; ello nos trae como
resultado la poca probabilidad de llevar adelante con eficacia estos beneficios innovadores,
sin una mejora en los servicios de justicia imperantes. Sumado a la resistencia ejercida por
un sector del Poder Judicial que se opone al cambio del añejo y vetusto paradigma.

EL ACTIVISMO CONSTITUCIONAL: Está dentro de las políticas de Estado que se


relacionan con el derecho, la razón y la equidad. Por lo tanto, afianzar la justicia es
apoyarla cuando no está estable o corre riesgos en su esencia, o sostenerla cuando no está
muy firme con elementos que la ayuden a una mejor administración, aplicados desde la
esfera de un poder del Estado
Bidart Campos expresa que “afianzar la justicia” no se trata solamente de la administración
de justicia que está a cargo del Poder Judicial ni del valor de justicia que dicho poder está
llamado a realizar. Abarca a la justicia como valor que exige conductas justas de
gobernantes y gobernados. La Corte ha dicho que esta cláusula es operativa y que obliga a
todo el Gobierno federal

El estudio llevado a cabo por la Corporación Latinobarómetro sobre gobernabilidad 2004


establece que más de la mitad de la ciudadanía (54,75%, como promedio, de los países para
los que hay datos) estima que la calidad general de los servicios prestados por la justicia es
“mala” o “muy mala”. Guatemala y Ecuador son los que, según la opinión de sus
nacionales, obtienen las peores calificaciones. Por el contrario, sólo en Uruguay y
Colombia las opiniones favorables al servicio prestado por la justicia son superiores a las
negativas.

Por tanto, puede concluirse que subyace un malestar generalizado y común en todos los
países respecto del desempeño de la justicia. Con independencia de los posibles sesgos y
prejuicios de la opinión pública, la insatisfacción ciudadana sobre el desempeño del sistema
judicial es mucho más descriptiva y real que los contenidos constitucionales y legales
referidos a ella.

1. Los derechos de excepción: El activismo judicial ha sido utilizado para solucionar


situaciones coyunturales que en épocas de normalidad –estabilidad social y
económica– no ejercería, pues son los poderes políticos los verdaderos encargados
de regular dichas situaciones, pero los jueces, acogidos por las circunstancias y el
reclamo de toda una sociedad, han dictado sentencia y en muchas ocasiones han
tomado decisiones típicas de políticas económicas, sociales y culturales
2. Inconstitucionalidad por omisión: Dentro de las diversas formas que puede asumir
el activismo de los jueces, una de las más importantes se encuentra configurada por
la declaración de inconstitucionalidad por omisión. La omisión inconstitucional es
el control sobre los silencios del legislador y de las demás autoridades públicas que
violan el derecho de la Constitución. Al respecto ha sostenido Germán J. Bidart
Campos: “La fuerza normativa de la Constitución no se circunscribe a prohibir que
se la transgreda positiva o afirmativamente mediante una actividad normativa o de
otra índole contraria a ella que implique hacer lo que ella veda, sino que también se
proyecta a ordenar con imperio que no haya abstenciones o dilaciones que cohíban
su aplicación efectiva”. Señala que no se estima reprochable cualquier omisión, sino
aquella que incumple un mandato de obrar. De ahí que el no hacer en la omisión
inconstitucional merece ser reputado no sólo como inacción, sino como infracción a
una exigencia constitucional de acción. La abstención debe, por eso, encadenarse al
deber concreto de actuar”
Los principios de supremacía y de normatividad constitucional se conectan con el
de rigidez (planteamiento de dificultades para su reforma), puesto que el no
cumplimiento de los mandatos de la Ley Fundamental (incumplimiento gestado al
influjo de la desidia del órgano público encargado de hacerlo) implicaría un
“contrabando normativo” al permitir una suerte de elíptica modificación del
mandato constitucional por una vía distinta de la establecida por el texto
constitucional, concretado cuando el órgano remiso deja de hacer lo que la
Constitución le impone realizar.
3. La declaración de inconstitucionalidad de oficio: La expresión de un juez activista,
procede debido a que esta facultad no viola ningún derecho o principio, ya que:
 Si bien es cierto que para declarar la invalidez de una norma es preciso que
exista caso concreto, de ahí no se sigue la necesidad de petición expresa de
parte interesada.
 Por el principio iura novit curia es posible el examen oficioso, porque el
control de constitucionalidad requiere el análisis de una cuestión de derecho
y no de hecho. La potestad del juez de suplir el derecho que las partes no
invocan o invocan erradamente incluye el deber de mantener la supremacía
de la Constitución aplicando en caso de colisión, la norma de mayor rango.
 Se desestima asimismo el argumento relativo a la violación del principio de
división de poderes por considerar que la cuestión no difiere cuando el
control se ejerce a pedido de parte.
 El control oficioso no se opone a la presunción de validez de los actos de
los poderes públicos, ya que aquélla cede cuando el acto es contrario a la
Constitución.
 El control oficioso no afecta el derecho de defensa de las partes. Si así fuera,
debería descalificarse toda aplicación de oficio de cualquier norma no
invocada por ellas.
Con respecto a la declaración de inconstitucionalidad de oficio en las provincias
argentinas, podemos observar cómo algunas de ellas se separan del criterio federal,
ya sea expresándolo en sus constituciones o a través de su jurisprudencia.
Esta separación nos parece realmente importante, puesto que puede ser el origen de
un cambio rotundo y definitivo en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación.
No se debe perder de vista que la potestad de declarar la inconstitucionalidad de una
norma es algo excepcional, y de hacerlo sólo lo será en casos excepcionales, cuando
la violación del principio de supremacía de la Constitución aparezca flagrante e
indudable, no viole la división de poderes ni la defensa en juicio de los derechos de
ambas partes.
Para este último aspecto sería conveniente dar traslado a las partes para que puedan
expresar libremente su opinión al respecto, sea ésta favorable o desfavorable, para
aventar esta última posible lesión.
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

Para hablar de interpretación constitucional es necesario definir cada uno de los términos
que componen este título. Interpretar es darle sentido a un texto, a una acción o a un
concepto o en términos generales es atribuir un significado a un signo lingüístico, se
interpreta en la medida en que se posibilita la comprensión. Para Gadamer “la
interpretación no es un acto complementario a la comprensión, sino que comprender es
siempre interpretar y en consecuencia, la interpretación es la forma explícita de la
comprensión.

Con respecto al término constitucional, lo es todo aquello plasmado en la Constitución que


rige nuestro ordenamiento, el texto constitucional es el límite principal para la realización
de las normas y toda interpretación realizada a las normas debe ser acorde a la Carta
Magna.

Ferrajoli & Ruiz Manero definen al respecto: “El termino Constitución se emplea sobre
todo para referirse al documento normativo, situado en el vértice del sistema jurídico y
dotado de un régimen jurídico especial, que, por un lado, establece las competencias de los
principales órganos del Estado y, por otro, pone límites y proporciona guías positivas para
el ejercicio de esas competencias”

Así, también lo expresa Bastidas de Ramírez “la Constitución es una norma suprema a la
que está sujeta la creación de ciertas normas por los órganos superiores del Estado; el
cumplimiento de sus preceptos es obligado y su infracción es antijurídica”

En consecuencia, la interpretación constitucional es la manera de determinar el alcance y


sentido de las normas constitucionales para su aplicación. Esta interpretación presenta un
alto grado de complejidad debido a que la normas constitucionales no tienen jerarquía,
están en un mismo nivel, lo que implica tensiones al momento de su interpretación, además
porque existen enunciados en el texto constitucional que no se identifican con la noción
tradicional de norma o regla, sino que son normas que reconocen principios, valores y
derechos fundamentales, que hacen necesario tener en cuenta las estructuras sociales y
circunstancias al momento de su interpretación y posterior aplicación porque determinan el
sentido en el que se debe interpretar las demás normas del texto constitucional y de todo el
ordenamiento jurídico en general.

Las reglas son mandatos definitivos, ordenan, prohíben o autorizan. Para Dworkin las
normas identificables como reglas vienen dadas en el texto normativo a manera de
disyuntiva. Dworkin expone “sí los hechos que estipula una norma están dados, entonces o
bien la norma es válida, en cuyo caso la respuesta que da debe ser aceptada, o bien no lo es,
y entonces no aporta nada a la decisión” (2009, p.75). Los valores son entendidos como
normas generales, abstractas y abiertas que orientan la interpretación de las normas, lo que
permite darle mayor sentido y finalidad al ordenamiento jurídico, Monroy Cabra M. ha
precisado que los valores “fijan criterios de contenido para otras normas y por tanto
prevalecen sobre los principios y sobre las reglas”

Por su parte los principios son más precisos, tienen un mayor grado de concreción, son
normas de aplicación inmediata que resuelven casos y problemas concretos, por lo que su
aplicabilidad denota mayor eficacia; frente a los principios Dworkin indica: “Los principios
tienen una dimensión que falta en las normas. La dimensión del peso o importancia.
Cuando los principios se interfieren, quien debe resolver el conflicto tiene que tener en
cuenta el peso relativo de cada uno”. Finalmente los derechos fundamentales son garantías
de naturaleza individual, inherentes a la persona, que buscan garantizar su dignidad.

Estas categorías normativas que se presentan dentro del texto constitucional implican que
en el ejercicio de la interpretación que de él se haga se presenten conflictos y por ende sea
necesario usar diferentes criterios interpretativos. Para Vigo “la interpretación no es
únicamente una forma científica o técnica de conocer el significado de las palabras
empleadas por la ley, sino que es práctica dado que busca resolver un caso buscando
justicia” El ejercicio de la interpretación está vinculado a la resolución de casos sin
importar el grado de dificultad que haya en el contenido de la norma, siempre que haya la
necesidad de remitirnos al texto constitucional para dar solución a ellos nos encontramos
frente a la interpretación constitucional, como lo declara Ferrer Mac-Gregor “interpretar la
norma es analizar el signo que la contiene y de ahí determinar con claridad sus supuestos y
consecuencias a la vista de su aplicabilidad a un caso concreto”

PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

Los principios son entendidos como los preceptos que dan fundamento a lo que establece
la Constitución, sin ellos la norma suprema carecería de la esencia misma que la caracteriza
como norma suprema base del ordenamiento jurídico.

Según la doctrina, se han definido los siguientes principios que permiten orientar la
interpretación constitucional:

 PRINCIPIO DE LA UNIDAD DE LA CONSTITUCIÓN: Según este Principio,


las normas constitucionales no se pueden interpretar en forma aislada sino como un
todo o una unidad. En este sentido señala, Rubio Correa: “Según este criterio de
interpretación, el operador jurisdiccional debe considerar que la Constitución no
es una norma (en singular), sino, en realidad, un ordenamiento en sí mismo,
compuesto por una pluralidad de disposiciones que forman una unidad de conjunto
y de sentido”
 PRINCIPIO DE LA CONCORDANCIA PRÁCTICA: Por este principio debe
existir concordancia entre distintas normas constitucionales que protejan diferentes
bienes jurídicos, no debe haber lugar a contradicciones entre las normas
constitucionales.

El autor Hoyos manifiesta que: “Los bienes constitucionalmente protegidos deben


ser coordinados y ponderados en un momento dado, y frente a un caso concreto el
juez constitucional tiene que establecer prioridades, porque a veces entran en
conflicto derechos fundamentales previstos en normas de la Constitución”

De esta manera los conflictos que se presenten entre diferentes preceptos


constitucionales al momento de resolver un caso no deben significar la solución del
mismo con la superioridad de uno y el sacrificio de otro, sino que se debe realizar
una ponderación entre ellos con el fin de desarrollar este principio.

 PRINCIPIO DE LA EFICACIA INTEGRADORA DE LA CONSTITUCIÓN:


La interpretación constitucional debe estar orientada a buscar la eficacia de las
normas constitucionales, persiguiendo que sus fines se realicen con la mayor
eficacia posible.
Al respecto Lafuente Balle explica: “Conforme a esta regla, supuestas varias
interpretaciones posibles de una norma subconstitucional, se optará por la que en
mayor medida favorezca la eficacia de la norma constitucional. Y aun
especialmente en el caso de las normas dogmáticas, es decir de las reguladoras de
derechos y libertades” (2000, p. 113).

 PRINCIPIO DE LA CORRECCIÓN FUNCIONAL: Mediante este principio se


establece que la interpretación que se realice de la Constitución no debe interferir en
el ámbito de las funciones propias de cada órgano del Estado definidas por la misma
Constitución. Se debe respetar la distribución de funciones consagradas por la
Constitución para conservar el equilibrio entre los poderes del Estado. Para Monroy
Cabra “este principio debe respetar la denominada “regla de corrección
funcional” en virtud de la cual el intérprete deberá respetar el marco de distribución
de las funciones estatales establecido en la Constitución” (2002, p. 89).

 PRINCIPIO DE LA FUERZA NORMATIVA DE LA CONSTITUCIÓN: Este


principio declara que todo el ordenamiento jurídico debe interpretarse conforme a la
Constitución.
Casal H. indica: “La aceptación de la fuerza normativa de la Constitución, hoy
indiscutible, obliga a proteger la norma suprema de toda acción u omisión de los
poderes públicos violatoria de sus disposiciones, sin que sea lícito reconocer al
legislador un espacio de inmunidad al control judicial cuando el desconocimiento
de la Constitución se origina en su inactividad” (2006, p. 189).
 PRINCIPIO IN DUBIO PRO LIBERTATE: Según este principio además
conocido como “favor libertatis”, en caso de duda, ésta se resolverá a favor de la
libertad del ser humano, como garantía de la efectiva vigencia de los derechos
fundamentales.
Sobre este principio León Bastos señala: “Implica que no sólo en supuestos
dudosos deberá optarse por la interpretación que mejor proteja los derechos
fundamentales, sino que también implica concebir el proceso hermenéutico
constitucional como labor tendente a maximizar y optimizar la fuerza expansiva y
la eficacia de los derechos fundamentales en su conjunto” (2010, p.57).

COMPETENCIA EN LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

Podríamos decir que cualquier ciudadano está llamado a interpretar la Constitución en


defensa de sus derechos, pues la remisión al texto se hace necesaria para entender las
situaciones a las que a veces nos vemos enfrentados cuando sentimos transgredidos los
derechos que nos asisten, pero esa interpretación solo permite entender a criterio propio los
fundamentos de nuestra defensa y no contribuye a la creación, modificación o extinción de
alguna norma, es por ello que la Constitución establece taxativamente quienes tienen la
competencia de interpretarla . En Colombia son varios órganos los que están llamados por
ley a interpretar la Constitución, el resultado de su ejercicio tiene fuerza vinculante en unos
casos con efectos erga omnes y en otros con efectos inter partes.

MÉTODOS TRADICIONALES DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL


Existen diferentes métodos que tradicionalmente son aplicados a la interpretación jurídica,
pero que debido a su generalidad se utilizan en el ejercicio de la interpretación
constitucional, aunque bien es sabido que en algunos casos no son suficientes, por lo tanto
se hace necesario complementarlos con otros criterios propiamente definidos para la
interpretación constitucional.

1. MÉTODO LITERAL Este método se basa en la interpretación gramatical del


texto, en el sentido de las palabras y es considerado de vital importancia en la
interpretación en general porque constituye su punto de partida. Existen casos en los
que la interpretación literal es tan clara y terminante que no se requiere recurrir a
otros métodos, la simple literalidad del texto arroja un resultado decisivo.
Para Pérez Escobar: “El intérprete para descubrir el verdadero sentido de la norma
constitucional o legal debe acudir, en primer lugar, al sentido expresado por las
propias palabras empleadas en el texto, ya que las palabras son el vehículo de
expresión de las ideas” (2010, p. 98)
2. MÉTODO HISTÓRICO También llamado originalista, este método tiene en
cuenta los antecedentes históricos en los que se desarrolló la norma, que para el
caso de la interpretación constitucional requiere investigar la historia del
constituyente de 1991 para tener en cuenta los precedentes constitucionales que
dieron origen a la aprobación del texto constitucional.
Para Younes Moreno: “el método histórico consiste en recurrir, para el efecto de
desentrañar el sentido de una norma, a la intención o espíritu claramente
manifestados en ella misma o en la historia fidedigna de su establecimiento” (2014,
p. 102).
3. MÉTODO TELEOLÓGICO Es el método mediante el cual la aplicación de un
texto legal requiere una previa identificación del propósito que la norma busca
proteger, que no corresponde a la intención del legislador sino al valor protegido por
el sistema jurídico, a la finalidad derivada de la norma. En la interpretación
constitucional es muy utilizado este método, debido a que los valores y principios
que conforman el texto constitucional suponen una interpretación teleológica,
máxime si se está frente al ejercicio de los derechos fundamentales.
4. MÉTODO SISTEMÁTICO Este método permite interrelacionar diferentes
preceptos, considerando que todos forman un sistema normativo. Para López
Medina este método consiste, “en la identificación de una o varias normas, fines,
valores o principios constitucionales que tienen mayor abstracción y en los que se
plasma objetivos morales y políticos de signo más universal y consensuado” (2006,
p. 39).

TÉCNICAS DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

Debido a las tensiones y conflictos encontrados al momento de interpretar las normas


constitucionales, como se ha enunciado anteriormente, se ha hecho necesario además de
usar los métodos tradicionales de interpretación, recurrir a técnicas de interpretación que
permiten ponderar los intereses contrapuestos con la finalidad de orientar a los jueces en su
labor de interpretación, permitiéndoles tomar las mejores decisiones en pro de garantizar
los derechos de los ciudadanos.

Es por ello que cuando nos encontramos frente a un conflicto entre derechos, fines o
valores, es necesario ponderar estos derechos, fines o valores para medir su peso específico
y determinar en el caso concreto la norma constitucional que presenta una mayor
dimensión, no entendido esto como darle más validez a una que a otra, sino darle una
dimensión de peso mayor a una que a la otra para ver cuál debe predominar, lo que le
permite al juez establecer el derecho que debe ser protegido. Montealegre Lynett afirma
que “la ponderación es un modo de argumentación constitucional, por medio del cual el
juez resuelve una colisión entre valores, objetivos, intereses o principios
constitucionalmente protegidos” (2008, p. 137).
La Corte Constitucional ha usado la ponderación en innumerables “casos difíciles” para
argumentar sus decisiones, la ponderación ha sido entendida tras su aplicación como un
tipo de razonamiento pertinente a la hora de resolver estos casos y le ha dado al juez un
papel completamente dinámico, pues le ha permitido crear derecho, claro está, entre los
límites determinados en el marco normativo. Existen varias formas de ponderar por parte
del juez, entre ellas encontramos el test de razonabilidad y el test de igualdad.

 TEST DE RAZONABILIDAD

Existen varios métodos utilizados para ponderar, con el fin de establecer si un trato
diferencial es constitucionalmente válido. Al respecto al cual ha afirmado Dueñas Ruiz:
“Frente a la libertad de configuración de la norma por parte del legislador, debe existir,
por parte de los tribunales constitucionales que efectúan exámenes de constitucionalidad,
una comprobación de las razones constitucionales que fundamentan la razón de ser de la
norma. Esto quiere decir que la libertad para legislar tiene su límite y para ello se habla
del test de razonabilidad” (2009, p. 92).

El test de razonabilidad es utilizado como una herramienta para evaluar si las decisiones
tomadas por el juez son violatorias o no de los derechos fundamentales, para Montealegre
Lynett el test de razonabilidad consta de tres pasos:

1. “Análisis del objetivo que justifica la disposición sujeta a control. Durante este primer
paso la Corte examina dos aspectos: I. La identificación de la meta o metas que la
disposición busca materializar, responde a la pregunta ¿Cuál es la finalidad perseguida por
el legislador?, y II. Su valor constitucional, que responde a la pregunta ¿Es la finalidad
buscada constitucionalmente legítima?

2. Análisis de los medios a través de los cuales la disposición busca lograr la meta,
básicamente para determinar si tales medios están o no prohibidos prima facie, responde a
la pregunta ¿El medio empleado por el legislador está prohibido por la Constitución?

3. Análisis de la relación entre los medios empleados y la meta que se busca, para efectos
de determinar si los medios son aptos para el logro del objetivo que persigue la norma bajo
revisión, responde a la pregunta ¿Es el medio empleado por el legislador idóneo para
alcanzar el fin buscado?” (2008, p. 149).

En el primer paso a través del análisis de los hechos se identifica el fin perseguido, que
obedece a un trato diferencial, en el segundo paso se debe establecer la validez de los
medios indicados para conseguir el fin a la luz del texto constitucional y, en el tercer paso
se examina la razonabilidad del trato diferenciado, teniendo en cuenta que se busca hallar la
proporcionalidad como la relación que existe entre los medios y el fin perseguido.

La Corte introduce la incorporación de grados de intensidad al test de razonabilidad


conservando las teorías norteamericana (test de razonabilidad) y europea (test de
proporcionalidad) con el fin de que se complementen y al momento de su aplicación se dé
mayor claridad en las razones que fundamentan una decisión. Estos niveles de intensidad
fueron definidos como leve, intermedio y estricto e implican que se debe realizar un juicio
constitucional diferente en cada caso. En el escrutinio leve, la norma o el acto jurídico es
declarado constitucional si el fin perseguido es legítimo, es decir, no está
constitucionalmente prohibido, y además el medio para conseguirlo sea adecuado, así lo
explica Rodriguez: “Las únicas exigencias que hace la Corte al legislador en este nivel es
que busque un fin legítimo y que lo haga a través de medios adecuados” (1998, p. 281). De
igual forma Dueñas Ruiz expone que “la aplicación ordinaria de un test leve en el análisis
de razonabilidad tiene como finalidad exigir que el legislador no adopte decisiones
arbitrarias y caprichosas sino fundadas en un mínimo de racionabilidad” (2009, p. 43), este
test ha sido utilizado en casos en los que se examina la constitucionalidad de las normas en
materia económica o tributaria.

En el escrutinio esctricto debe realizarse un examen riguroso frente al trato diferenciado, ya


que esta diferenciación esta basada en criterios sospechosos, considerados potencialmente
discriminatorios, la Corte ha señalado que ejemplos de criterios sospechosos son el sexo, la
raza y la religión, o los dados en situaciones en las que la medida recae en personas en
condiciones de debilidad manifiesta o grupos marginados, para Rodriguez “cuando la
diferenciación hecha por el legislador sea sospechosa la Corte ejerce un control severo,
según el cual la norma acusada es constitucional solo si es indispensable para satisfacer un
interes publico imperioso” (1998, p. 282). Dueñas Ruiz afirma: “El fin de la medida debe
ser legítimo e importante, pero además imperioso. El medio escogido no debe ser sólo
adecuado y efectivamente conducente, sino además necesario; osea, que no pueda ser
reemplazado por un medio alternativo menos lesivo” (2009, p. 44).

 TEST DE IGUALDAD

A partir del desarrollo presentado por la Corte Constitucional sobre la aplicación del test de
razonabilidad y teniendo en cuenta que en la Constitución de 1991 el derecho a la igualdad
es objeto de protección constitucional, se hizo necesario adoptar criterios que permitieran
evaluar las diferencias de trato o la violación a este derecho, criterios desarrollados a partir
de numerosos casos estudiados por la Corte, y que se conoce como test de igualdad, lo que
se puede evidenciar en desarrollos jurisprudenciales posteriores que denominaron al
principio de proporcionalidad test de igualdad, aplicable a los casos en los que existe
afectación al derecho a la igualdad, mientras que el test de razonabilidad es aplicado en
todos los casos en los que existe afectación de derechos fundamentales en general. Al
respecto se expone en la aclaración de voto a la Sentencia C-408 de 2001, al referirse a los
efectos jurídicos de una disposición legal:

Para determinar cuándo estos efectos son compatibles con la Constitución y cuándo son
contrarios a ella es preciso acudir a criterios objetivos para evaluar su razonabilidad desde
la perspectiva constitucional. Tales criterios han sido estructurados por la Corte
Constitucional en un test de igualdad o, cuando están en juego otros derechos, en un test de
razonabilidad”

SECTORES DE LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

Toda persona que inquiera sobre el sentido y alcance de los preceptos constitucionales está
interpretando la Constitución. De esta manera, la interpretación constitucional puede
llevarse a cabo por los órganos del Estado, en cuyo caso puede ser legislativa,
administrativa o judicial, por los académicos, dando lugar a la llamada
interpretación doctrinal, y también puede realizarla el público en general, creando así la
interpretación popular

 INTERPRETACIÓN LEGISLATIVA: En la evolución histórica de las ideas


acerca dela interpretación del derecho y en concreto de las leyes, existieron etapas
en las que se prohibió a los jueces interpretar y se depositó esta actividad
exclusivamente en el órgano Legislativo, por considerarse que quien mejor podía
determinar el sentido de un precepto era su propio autor. Aunada a esta idea, se
originó la figura del juez-autómata, de acuerdo con el pensamiento del barón de
Montesquieu, que podemos apreciar en distintos momentos la evolución de la
función judicial y que se desvaneció paulatinamente par dar paso a la interpretación
y creatividad judiciales.
El órgano Legislativo ostentó durante mucho tiempo el monopolio de la actividad
interpretativa que protegió celosamente, como ejemplo, podemos citar a la Corte de
Casación francesa que en su origen fue un órgano adscrito al Poder Legislativo y
que paulatinamente adquirió autonomía, hasta convertirse en la cúspide del sistema
judicial francés.
La interpretación constitucional del órgano Legislativo es relevante en aquellos
países en los que aún subsiste el control dela constitucionalidad de las leyes por
órgano político.
La interpretación legislativa se denomina también auténtica y es la que proviene del
propio legislador mediante una ley interpretativa.
Aparentemente la interpretación legislativa debería conducir a las soluciones más
exactas, pero no es así. El personal legislativo es cambiante y la dación de las leyes
está sometida a circunstancias políticas y sociales que son también variables.
Concepción Tradicional: Comprende en principio la que realizan implícitamente
los órganos que participan en el procedimiento de creación legislativa,
constitucionalmente establecido, Fix-Zamudio señala que "toda ley o disposición
legislativa constituye, por lo que a su expedición se La interpretación legislativa
constitucional auténtica
El segundo tipo de interpretación legislativa se lleva a cabo exclusivamente por el
órgano Legislativo, en aquellos casos en que la propia ley fundamental lo faculta
para interpretar las disposiciones constitucionales, a través de la expedición de leyes
interpretativas, ésta es la denominada "interpretación auténtica".
Genéricamente se puede considerar como auténtica toda interpretación que
provenga del mismo autor del precepto o la declaración preceptiva de que se trate,
de esta manera, puede también darse la interpretación auténtica por parte del Poder
Ejecutivo o del Poder Judicial. NO obstante esto, tradicionalmente se ha reservado
el calificativo de auténtica a la interpretación realizada por el órgano Legislativo y
en específico cuando lo hace a través de disposiciones legislativas.
La interpretación auténtica posee un valor vinculante respecto de cualquier
interpretación y aplicación futuras del precepto interpretado. Se diferencia de
aquella que deriva del mero cumplimiento de las normas constitucionales, por ser
ésta explícita, deliberada e intencional, con efectos obligatorios de carácter general;
Silva Bascuñan señala que su función es establecer el sentido que mejor se
identifique con la intención del constituyente refiere, aplicación de las disposiciones
constitucionales de creación jurídica, y por tanto, los órganos legislativos deben
interpretar estas últimas para determinar su alcance, ajustándose a su texto y
espíritu"
 La Interpretación Administrativa
Este tipo de interpretación es la que realizan preponderantemente los órganos que
integran el Poder Ejecutivo, cuando aplican las normas constitucionales que los
sustentan y a su vez delimitan el alcance de su actividad.
La actividad de los órganos que integran el Poder Ejecutivo no se agota en la
realización de actos de ejecución de las leyes, abarca también los llamados actos de
gobierno, es decir, aquellos que lleva a cabo el Poder Ejecutivo en su carácter de
órgano político.
La diferencia entre los actos ejecutivos de las disposiciones legislativas y los actos
de gobierno o políticos estriba en que los primeros están siempre condicionados,
delimitados y subordinados a un orden jurídico en el que se hallan insertos. Los de
gobierno, en cambio, son actos que excluyen la idea de disposiciones legislativas a
las que haya de sujetarse.
Gabino Fraga señala que corresponde al Poder Ejecutivo en su carácter de órgano
político dar impulso a la actividad del Estado, y además mantener una relación
determinada con los otros poderes del Estado.
Enseguida, analizaremos cómo se da la interpretación administrativa constitucional
desde estos dos ángulo como poder administrativo, la primera exigencia que debe
satisfacer el órgano Ejecutivo es conducirse de acuerdo con el principio de
legalidad, derivado de la propia Constitución. Esto implica la sujeción de los actos
de los órganos del estado al orden jurídico, esto es, que "todo acto o procedimiento
jurídica llevado a cabo por las autoridades estatales debe tener su apoyo estricto en
una norma legal (en sentido material), la que, a su vez, debe estar conforme a las
disposiciones de fondo y forma consignadas en la Constitución.
Para cumplir con el principio de legalidad, los órganos que integran el Poder
Ejecutivo deben interpretar indirectamente la Constitución; por lo general, su
interpretación se dirije hacia los preceptos que consagran dicho principio.
Podemos ejemplificar metafóricamente la manera como opera este principio;
imaginemos a la ley como un camino trazado por el legislador, al que la
Constitución, que constituye a su vez el origen del mismo, debe siempre iluminar.
De acuerdo con el principio de legalidad, el Poder Ejecutivo al llevar a cabo sus
actividades no puede apartarse de dicho camino, so pena de desviarse hacia la
ilegalidad representada por la oscuridad que se encuentra a ambos lados del mismo.
Si el camino (ley) no está iluminado por la Constitución, estamos en presencia de
una ley inconstitucional.
También se le denomina jurisprundencial o usual y es la que corresponde a los
tribunales. Es obligatoria para las parte que intervienen en un procesoo para casos
análogos en los países donde existe casación. En este caso el intérprete extiende el
texto a supuestos no comprendidos expresamente.
Podemos concebirla como aquella que realizan los órganos jurisdiccionales en su
tarea normal de solución de controversias, especialmente cuando la materia
controvertida son cuestiones de constitucionalidad. Incluimos en esta categoría la
interpretación que realizan excepcionalmente los órganos legislativos, en los casos
que realizan actos materialmente jurisdiccionales, como es el llamado juicio político
y también la que realizan los tribunales administrativos, ya que aun cuando
pertenezcan formalmente al Poder Ejecutivo sus actividades son indudablemente
jurisdiccionales.
En la esfera constitucional, la interpretación judicial de mayor importancia es la que
posee el carácter de definitiva. En los países que han adoptado el control difuso de
constitucionalidad, de acuerdo con el modelo norteamericano, la
interpretación definitiva la realizan por lo regular los órganos jurisdiccionales
superiores; en cambio, en aquellos países que poseen órganos jurisdiccionales
especializado en cuestiones constitucional, a semejanza del modelo austriaco de
1920-1929, son precisamente éstos quienes emiten la interpretación definitiva.
La interpretación judicial constitucional de carácter definitivo se plasma en
sentencias que generalmente en virtud de su reiteración, se traducen en criterios de
observancia obligatoria en el ámbito de los propios órganos jurisdiccionales. Desde
este ángulo, hoy en día es indispensable acudir a tales criterios para conocer el
sentido y alcance de los preceptos constitucionales y no limitarse únicamente al
texto constitucional.La interpretación judicial constitucional es relevante respecto
de la que lleva a cabo el Poder Legislativo, principalmente porque en la mayoría de
los países se ha depositado el control de la constitucionalidad de las leyes en
órganos jurisdiccionales, ya sea mediante el sistema difuso, el sistema concentrado,
o sistemas mixtos que poseen aspectos de ambos. Esto abarca también a las leyes
interpretativas o de interpretación auténtica en aquellos países que la contemplan.
En relación con la denominada administrativa, la interpretación judicial de la
Constitución también se sitúa en un grado superior, implantándose
como definitiva, toda vez que los actos de la administración e incluso aquellos que
realizan los tribunales formalmente administrativos son susceptibles de impugnarse
ante los órganos del Poder Judicial o ante los Tribunales o Cortes Constitucionales.
Especial atención merece lo relativo a las cuestiones políticas, es decir, los actos
que los órganos Legislativo y Ejecutivo realizan, cuya revisión no está dentro de la
competencia del control judicial. Respecto de aquéllas existe la tendencia, cada vez
más marcada, de someterlas al control constitucional de órganos jurisdiccionales, al
menos en algunos de sus aspectos.
En la actualidad, se ha reconocido la enorme trascendencia que han adquirido los
jueces en virtud de su carácter de intérpretes oficiales y definitivos de la
Constitución, esto ha llevado paulatinamente a la realidad la famosa frase del juez
norteamericano Charles Evans Hughes: La Constitución es lo que los jueces dicen
que es.
Es así como los jueces en muchos países han dejado atrás el lugar inferior y
subordinado que en otras épocas y lugares se les asignó, para convertirse en
los guardianes de la Constitución, funcionando como verdaderos contrapesos d elos
órganos Legislativo y Ejecutivo, y cada vez más como un super poder que vigila y
controla a los poderes tradicionales, conservando así el orden constitucional,
impulsando su evolución y garantizando su eficacia.
 La Interpretación Judicial
También conocida como "interpretación libre", es la realizada por los juristas. Esta
interpretación carece de obligatoriedad formal, pero se impone por el prestigio o por
la calidad de sus autores. En este caso el intérprete limita la fórmula a determinada
circunstancias entre las mencionadas en ella.
Según García Máynez, se da el nombre de doctrina a los estudios de carácter
científico que los juristas realizan acerca del derecho, ya sea con el propósito
puramente teórico de sistematización de sus preceptos, ya con la finalidad de
interpretar sus normas y señalar las reglas de su aplicación.
La doctrina ha desempeñado un papel fundamental en la evolución de la
interpretación constitucional, principalmente en la sistematización de los principios
que la distinguen y en la orientación de aquellos llamados a interpretar el texto
constitucional, para que no pierdan de vista todo lo que puede auxiliarles al llevar a
cabo esta difícil tarea.
La interpretación doctrinal constitucional influye también en la formación de la
opinión pública cuando las observaciones de sus autores, acerca del sentido y
alcance de determinados preceptos constitucionales, se divulgan a través de los
medios de comunicación masiva.
La Interpretación Popular Constitucional es aquella que realizan los gobernados, el
público en general; se percibe mediante la opinión pública y con mayor claridad
cuando es manifestada vía los grupos de presión y los partidos políticos.
En muchas ocasiones este tipo de interpretación es impuesta a determinados grupos,
por aquellos que buscan aprovecharse de la Constitución para obtener beneficios
personales o exclusivos para los grupos a los que pertenecen; como ejemplo,
podemos señalar que en la ciudad de Lima abundan las manifestaciones populares,
que invocando su particular interpretación del artículo 4º de nuestra ley suprema,
bloquean calles y avenidas por varias horas en espera de que sus demandas sean
escuchadas y satisfechas, afectando con esto las actividades cotidianas de gran
número de personas.
En este tipo de interpretación incluimos la que realizan quienes actúan como partes
en los litigios, para funda su pretensión cuando alegan la violación de preceptos
constitucionales, esto sucede usualmente en los juicios de amparo o ante los
organismos de protección de los Derechos Humanos, para fundar su queja y,
actualmente, también con motivo de los juicios sobre controversias constitucionales
y acciones de inconstitucionalidad.

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