Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
CONCEPTO
El término activismo judicial hace referencia a la práctica y concepción del juez como
limitador de los demás poderes del Estado a través de la aplicación de la Constitución y los
derechos fundamentales. Reclama un mayor protagonismo de los tribunales y que las
sentencias sean creadoras de Derecho (yendo más allá de la mera interpretación), con la
intención de generar un cambio en la legislación, la jurisprudencia o la sociedad. Responde
al fenómeno judicial manifestado de manera tanto internacional como nacional.
El primer uso del término se asigna al juez federal estadounidense Wayne, el cual destaca
dos formas de ver el fenómeno. La primera de manera jurisprudencial, al declarar
judicialmente ciertos valores o conferir determinados derechos a ciertos grupos sociales; o,
de otra forma, al tomar la decisión del juez para defender un derecho vulnerado al señalar
que ese remedio judicial invade la competencia de otros órganos, como el caso de la
política.
Expresión acuñada en los Estados Unidos de América (judicial activism) para referirse a la
disposición de jueces y tribunales a hacer uso de una interpretación expansiva, encaminada
ya sea a ampliar el ejercicio de los derechos constitucionales de los ciudadanos o a lograr
determinados cambios y resultados de política pública. Jurídicamente, el activismo judicial
se traduce con frecuencia en la declaración de inconstitucionalidad de leyes y actos de
autoridad, o en la interrupción o modificación de criterios de interpretación establecidos y
confirmados.
Sin embargo, la complejidad creciente del orden jurídico, debida en buena medida al
surgimiento del Estado interventor o de bienestar, ha inducido también un cambio en los
parámetros de ejercicio de la jurisdicción, la cual se ha tenido que volver activa, no en el
sentido de que pueda actuar por sí misma y sin intervención de las partes, sino en el de que
tiene que encontrar soluciones a los nuevos y difíciles problemas de la política pública a
partir de la adaptación y reinterpretación de las leyes vigentes. En muchos casos la
intervención de los tribunales en tales problemas se debe a que los demás órganos del
Estado no tienen interés en resolverlos o lo han hecho de manera deficiente.
En este sentido, los estudiosos consideran que los tribunales son capaces de tomar
decisiones de política pública en términos que no son distintos de los que siguen las demás
instituciones, es decir, que no pueden explicarse como “aplicación de la ley”.
Esta última sentencia continúa vigente, a pesar de que ha sido muy criticada por carecer de
un fundamento constitucional explícito y no obstante que una integración más conservadora
de la Corte la ha matizado de manera importante. Ello se debe igualmente a que han
resultado infructuosos los intentos de revertirla mediante reforma constitucional. También
las supremas cortes de Canadá, la India e Israel, por señalar otros ejemplos, han sido
alabadas, o criticadas, por el activismo que han desplegado en la expansión de los derechos
de sus respectivos ordenamientos constitucionales.
En México no existe todavía una discusión desarrollada sobre el activismo judicial, dado
que los jueces y tribunales mexicanos, encabezados por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, apenas están asumiendo algunas de las funciones de política pública que la
judicatura ya despliega en otras partes.
Si acaso, se había criticado a la Suprema Corte de Justicia por no otorgar un lugar más
importante a los derechos fundamentales en su actuación. Desde hace algunos años se
percibe un cambio en este sentido, si bien en la propia Corte conviven diversas visiones
sobre el alcance que debe tener su labor interpretativa en esta materia. No hay duda, sin
embargo, que la aceptación, por el Poder Judicial mexicano, de la doctrina del “control de
convencionalidad” de la Corte Interamericana tendrá, a largo plazo, un considerable
impacto en “activar” a la judicatura mexicana.
HISTORIA
Activismo es toda actitud activa, frontal y directa frente a diferentes obstáculos que se
pueden presentar en el camino hacia un determinado objetivo. La palabra “activa” deriva
del latín activus, que significa facultad de obrar con diligencia, eficacia y prontitud, sin
dilación. Aquí encontramos la característica general y los elementos esenciales del
activismo. Dentro de la primera tenemos la facultad de obrar sin dilación, mientras que sus
componentes esenciales son:
diligencia,
eficacia
prontitud.
La locución “activismo judicial” fue, posiblemente, usada por vez primera por la Suprema
Corte de EE.UU. alrededor de 1954 cuando se autoproclamó “activista”, muy
especialmente bajo la presidencia del Juez Earl Warren, con el célebre caso “Brown vs.
Borrad of Education” del 17/5/1954, en el que se declaró, por unanimidad, la
inconstitucionalidad de la segregación racial en las escuelas norteamericanas. Lo curioso de
este caso, de ahí la posición activista, es que nada se dijo sobre la forma de ejecución de
dicha sentencia, ni incorporaba a los cinco chicos demandantes, ni obligaba a las cinco mil
escuelas a dejar de lado la norma inconstitucional que beneficiaría a tres millones de
estudiantes de color.
Los jueces, en este caso, tuvieron dos caminos, obligaban a acatar la sentencia de
cumplimiento imposible o tomaban un rol protagónico político cuya decisión se basaría en
tan sólo colocar en la sentencia a la gente que el sistema excluía, demostrando que chocaba
con los derechos constitucionales y que estaban en vías de extinción. La Corte optó por esto
último y, al año, es decir, en 1955, las grandes ciudades y los centros marginales habían
cumplido la sentencia; los Estados sureños fueron los que más se resistieron al cambio, y
recién a los siete años las escuelas lo cumplieron en su totalidad. Dicha modificación
comenzó en el año 1958 con el fallo “Cooper vs. Aaron” en el que la Corte reafirmó su
posición, estableciendo su obligatoriedad para la Legislatura y los Tribunales de Justicia de
dicho Estado.
Esta decisión con ribetes políticos no altera la división de poderes que, como sostiene
Alberto Bianchi, es la reafirmación dinámica del Estado de Derecho.
si bien como se ha señalado la palabra activismo tuvo sus comienzos en los fallos de la
Corte de EE.UU., el instituto tuvo sus antecedentes hace más de setecientos años en las
Siete Partidas del Rey Alfonso el Sabio, donde en la Partida Tercera, Ley 11, Título IV, se
le imponía al juez “saber la verdad del pleito por cuantas maneras pudiese” otorgándole un
poder muy amplio (activismo), siempre que lo sea en aras de esclarecer la verdad del
litigio.
Ello fue sostenido por Estévez Seguí uno de nuestros primeros procesalistas argentinos que
había rescatado esta facultad proveniente de las partidas, antes de que la Ley de
Enjuiciamiento Civil Española señalara en su tratado que el juez podía buscar la verdad en
cualquier tiempo hasta la sentencia. Es por ello que aquél no sólo fue el primer procesalista,
sino también el primer activista judicial.
CAUSAS Y FACTORES
Para el caso poco ha importado el entramado institucional que da cobijo a estas conductas,
es decir, el concreto diseño de ingeniería constitucional del régimen político de que se trate.
El auge del activismo judicial es muy importante, en los sistemas continentales romanistas
del civil law generalmente apegados a estructuras parlamentarias, como a los
presidencialismos derivados de la Constitución norteamericana de Filadelfia de 1787.
Se ha dicho que así como el siglo XIX era considerado “el siglo de los Parlamentos” y el
siglo XX el de la “preponderancia del Ejecutivo”, la centuria en la que vivimos será, para
utilizar la jerga de Norberto Bobbio, la “era de los jueces”.
CARACTERÍSTICAS
Una parte de la doctrina considera que una sentencia es propia de un ejercicio activista de
la judicatura cuando el tribunal, además de solucionar el caso concreto traído a su
juzgamiento, envía señales innovadoras a los demás poderes, a los jueces inferiores y a la
sociedad en general, tendientes a generar un cambio en la legislación o en la jurisprudencia
o en las costumbres (respectivamente).
Sin embargo, esas señales innovadoras pueden ser razonables e irrazonables; como ya
dijimos, el activismo se preocupa ante todo por la justa solución del caso y no tanto por no
contradecir o erosionar el sistema. Por lo tanto, podemos establecer dos tipos de activismo,
el razonable o justo y el irrazonable o injusto.
Por otro lado, Hans Kelsen en su libro escrito en 1932 llamado ¿Quién debe ser el defensor
de la Constitución?, propone que el juez es el único guardián de la Constitución por ser un
poder no influenciable políticamente y técnico en la materia. Diseña un control de
constitucionalidad concentrado a través de un Tribunal constitucional independiente. En
este contexto, el juez puede declarar la inconstitucionalidad de oficio o a pedido del
Gobierno. La declaración es principal, autónoma y tiene fuerza en el caso concreto.
EL ACTIVISMO
Esto marca una variación significativa en la gran división que existía entre el sistema
dispositivo e inquisitivo. En el tipo procesal civil predomina el sistema dispositivo, donde
se sigue exclusivamente el señorío de la voluntad de las partes, quienes no solamente fijan
y determinan el objeto litigioso y aportan el material de conocimiento, sino que también
tienen el poder de impedir que el juez exceda los límites fijados a la controversia.
Justamente éste es el imperante en el procedimiento civil. Por otro lado, el proceso
inquisitivo traslada el dominio de la actividad procesal al magistrado, que no solamente
dirige e impulsa el proceso, sino también promueve su iniciación y realiza los actos de
investigación tendientes a la asunción del material de conocimiento. Así enunciado, el tipo
procesal inquisitivo solamente se da en la etapa instructora del proceso, cuya naturaleza
jurisdiccional es discutible.
Podemos sostener que el actual proceso civil tiene características dispositivas mixtas, ya
que toma rasgos típicos de ambos sistemas; por el lado inquisitivo puro tenemos los
deberes marcados en los artículos citados, y en lo que respecta al dispositivo, existen
funciones que sólo pueden ejercer las partes, como por ejemplo, el pedido de regulación de
honorarios, la apelación, etcétera.
Con las modificaciones señaladas, la relación juez y partes se ha alterado, debiendo el juez
enderezar las causas cuando las partes:
1) dejan caer el procedimiento por falta de impulso
2) presentan escritos estériles con el único objetivo de retrasar el momento del
dictado de la sentencia, que seguramente iba a resultar en su contra
3) incurran en actos contrarios al deber de lealtad, probidad y buena fe.
Mientras que por el lado del juez, lo que antes era potestativo, ahora es obligatorio en su
función específica, como:
La respuesta no podría ser otra que la siguiente: el juez no debe ser un mero espectador en
las causas que por él tramitan, sino por el contrario, un guardián del proceso. Sin embargo
como ya se dijo para una verdadera solución se deberá realizar una nueva lectura en las
normas que regulan la tramitación de las causas, nombrar más jueces, llevar procedimientos
a la oralidad, modificar aún más el rol del juez, del secretario, del prosecretario y de las
partes en el proceso.
Por tanto, puede concluirse que subyace un malestar generalizado y común en todos los
países respecto del desempeño de la justicia. Con independencia de los posibles sesgos y
prejuicios de la opinión pública, la insatisfacción ciudadana sobre el desempeño del sistema
judicial es mucho más descriptiva y real que los contenidos constitucionales y legales
referidos a ella.
Para hablar de interpretación constitucional es necesario definir cada uno de los términos
que componen este título. Interpretar es darle sentido a un texto, a una acción o a un
concepto o en términos generales es atribuir un significado a un signo lingüístico, se
interpreta en la medida en que se posibilita la comprensión. Para Gadamer “la
interpretación no es un acto complementario a la comprensión, sino que comprender es
siempre interpretar y en consecuencia, la interpretación es la forma explícita de la
comprensión.
Ferrajoli & Ruiz Manero definen al respecto: “El termino Constitución se emplea sobre
todo para referirse al documento normativo, situado en el vértice del sistema jurídico y
dotado de un régimen jurídico especial, que, por un lado, establece las competencias de los
principales órganos del Estado y, por otro, pone límites y proporciona guías positivas para
el ejercicio de esas competencias”
Así, también lo expresa Bastidas de Ramírez “la Constitución es una norma suprema a la
que está sujeta la creación de ciertas normas por los órganos superiores del Estado; el
cumplimiento de sus preceptos es obligado y su infracción es antijurídica”
Las reglas son mandatos definitivos, ordenan, prohíben o autorizan. Para Dworkin las
normas identificables como reglas vienen dadas en el texto normativo a manera de
disyuntiva. Dworkin expone “sí los hechos que estipula una norma están dados, entonces o
bien la norma es válida, en cuyo caso la respuesta que da debe ser aceptada, o bien no lo es,
y entonces no aporta nada a la decisión” (2009, p.75). Los valores son entendidos como
normas generales, abstractas y abiertas que orientan la interpretación de las normas, lo que
permite darle mayor sentido y finalidad al ordenamiento jurídico, Monroy Cabra M. ha
precisado que los valores “fijan criterios de contenido para otras normas y por tanto
prevalecen sobre los principios y sobre las reglas”
Por su parte los principios son más precisos, tienen un mayor grado de concreción, son
normas de aplicación inmediata que resuelven casos y problemas concretos, por lo que su
aplicabilidad denota mayor eficacia; frente a los principios Dworkin indica: “Los principios
tienen una dimensión que falta en las normas. La dimensión del peso o importancia.
Cuando los principios se interfieren, quien debe resolver el conflicto tiene que tener en
cuenta el peso relativo de cada uno”. Finalmente los derechos fundamentales son garantías
de naturaleza individual, inherentes a la persona, que buscan garantizar su dignidad.
Estas categorías normativas que se presentan dentro del texto constitucional implican que
en el ejercicio de la interpretación que de él se haga se presenten conflictos y por ende sea
necesario usar diferentes criterios interpretativos. Para Vigo “la interpretación no es
únicamente una forma científica o técnica de conocer el significado de las palabras
empleadas por la ley, sino que es práctica dado que busca resolver un caso buscando
justicia” El ejercicio de la interpretación está vinculado a la resolución de casos sin
importar el grado de dificultad que haya en el contenido de la norma, siempre que haya la
necesidad de remitirnos al texto constitucional para dar solución a ellos nos encontramos
frente a la interpretación constitucional, como lo declara Ferrer Mac-Gregor “interpretar la
norma es analizar el signo que la contiene y de ahí determinar con claridad sus supuestos y
consecuencias a la vista de su aplicabilidad a un caso concreto”
Los principios son entendidos como los preceptos que dan fundamento a lo que establece
la Constitución, sin ellos la norma suprema carecería de la esencia misma que la caracteriza
como norma suprema base del ordenamiento jurídico.
Según la doctrina, se han definido los siguientes principios que permiten orientar la
interpretación constitucional:
Es por ello que cuando nos encontramos frente a un conflicto entre derechos, fines o
valores, es necesario ponderar estos derechos, fines o valores para medir su peso específico
y determinar en el caso concreto la norma constitucional que presenta una mayor
dimensión, no entendido esto como darle más validez a una que a otra, sino darle una
dimensión de peso mayor a una que a la otra para ver cuál debe predominar, lo que le
permite al juez establecer el derecho que debe ser protegido. Montealegre Lynett afirma
que “la ponderación es un modo de argumentación constitucional, por medio del cual el
juez resuelve una colisión entre valores, objetivos, intereses o principios
constitucionalmente protegidos” (2008, p. 137).
La Corte Constitucional ha usado la ponderación en innumerables “casos difíciles” para
argumentar sus decisiones, la ponderación ha sido entendida tras su aplicación como un
tipo de razonamiento pertinente a la hora de resolver estos casos y le ha dado al juez un
papel completamente dinámico, pues le ha permitido crear derecho, claro está, entre los
límites determinados en el marco normativo. Existen varias formas de ponderar por parte
del juez, entre ellas encontramos el test de razonabilidad y el test de igualdad.
TEST DE RAZONABILIDAD
Existen varios métodos utilizados para ponderar, con el fin de establecer si un trato
diferencial es constitucionalmente válido. Al respecto al cual ha afirmado Dueñas Ruiz:
“Frente a la libertad de configuración de la norma por parte del legislador, debe existir,
por parte de los tribunales constitucionales que efectúan exámenes de constitucionalidad,
una comprobación de las razones constitucionales que fundamentan la razón de ser de la
norma. Esto quiere decir que la libertad para legislar tiene su límite y para ello se habla
del test de razonabilidad” (2009, p. 92).
El test de razonabilidad es utilizado como una herramienta para evaluar si las decisiones
tomadas por el juez son violatorias o no de los derechos fundamentales, para Montealegre
Lynett el test de razonabilidad consta de tres pasos:
1. “Análisis del objetivo que justifica la disposición sujeta a control. Durante este primer
paso la Corte examina dos aspectos: I. La identificación de la meta o metas que la
disposición busca materializar, responde a la pregunta ¿Cuál es la finalidad perseguida por
el legislador?, y II. Su valor constitucional, que responde a la pregunta ¿Es la finalidad
buscada constitucionalmente legítima?
2. Análisis de los medios a través de los cuales la disposición busca lograr la meta,
básicamente para determinar si tales medios están o no prohibidos prima facie, responde a
la pregunta ¿El medio empleado por el legislador está prohibido por la Constitución?
3. Análisis de la relación entre los medios empleados y la meta que se busca, para efectos
de determinar si los medios son aptos para el logro del objetivo que persigue la norma bajo
revisión, responde a la pregunta ¿Es el medio empleado por el legislador idóneo para
alcanzar el fin buscado?” (2008, p. 149).
En el primer paso a través del análisis de los hechos se identifica el fin perseguido, que
obedece a un trato diferencial, en el segundo paso se debe establecer la validez de los
medios indicados para conseguir el fin a la luz del texto constitucional y, en el tercer paso
se examina la razonabilidad del trato diferenciado, teniendo en cuenta que se busca hallar la
proporcionalidad como la relación que existe entre los medios y el fin perseguido.
TEST DE IGUALDAD
A partir del desarrollo presentado por la Corte Constitucional sobre la aplicación del test de
razonabilidad y teniendo en cuenta que en la Constitución de 1991 el derecho a la igualdad
es objeto de protección constitucional, se hizo necesario adoptar criterios que permitieran
evaluar las diferencias de trato o la violación a este derecho, criterios desarrollados a partir
de numerosos casos estudiados por la Corte, y que se conoce como test de igualdad, lo que
se puede evidenciar en desarrollos jurisprudenciales posteriores que denominaron al
principio de proporcionalidad test de igualdad, aplicable a los casos en los que existe
afectación al derecho a la igualdad, mientras que el test de razonabilidad es aplicado en
todos los casos en los que existe afectación de derechos fundamentales en general. Al
respecto se expone en la aclaración de voto a la Sentencia C-408 de 2001, al referirse a los
efectos jurídicos de una disposición legal:
Para determinar cuándo estos efectos son compatibles con la Constitución y cuándo son
contrarios a ella es preciso acudir a criterios objetivos para evaluar su razonabilidad desde
la perspectiva constitucional. Tales criterios han sido estructurados por la Corte
Constitucional en un test de igualdad o, cuando están en juego otros derechos, en un test de
razonabilidad”
Toda persona que inquiera sobre el sentido y alcance de los preceptos constitucionales está
interpretando la Constitución. De esta manera, la interpretación constitucional puede
llevarse a cabo por los órganos del Estado, en cuyo caso puede ser legislativa,
administrativa o judicial, por los académicos, dando lugar a la llamada
interpretación doctrinal, y también puede realizarla el público en general, creando así la
interpretación popular