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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL

FACULTAD DE CIENCIAS MÉDICAS


CARRERA DE MEDICINA
CATEDRA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA
QUINTO SEMESTRE
DOCENTE: Dr. Nevardo Loor Loor, M.sc

GRUPO #: 2 SUB-GRUPO: B

ALUMNO

HUERTA GIL ANDRES JESÚS

UNIDAD 2
TAREA DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA #: 02

TEMA

TRASTORNO PARANOIDE DE LA PERSONALIDAD

SUB TEMA

DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL, COMORBILIDAD, ETIOLOGIA Y


EVALUACIÓN

Julio 31 del 2018


Huerta Gil Andrés
Psicología Clínica
5º Semestre

INDICE
CONTENIDO…………………………………………………………………………………………………Pág

1. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL ................................................................................................. 3

1.1 COMORBILIDAD .................................................................................................................... 5

1.2 ETIOLOGIA .............................................................................................................................. 6

1.3 EVALUACION .......................................................................................................................... 6

2. IMPACTO CIENTÍFICO ............................................................................................................. 13

3. RESUMEN ..................................................................................................................................... 14

4. CONCLUSIÓN .............................................................................................................................. 15

5. PALABRAS CLAVES.................................................................................................................... 16

6. BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................................... 17

7. ANEXOS ......................................................................................................................................... 18

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Loor Loor Nevardo
Psicología Clínica
5º Semestre

1. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

El trastorno paranoide debe diferenciarse de:

a. Trastorno delirante. El paciente muestra delirios fijos.

b. Esquizofrenia paranoide. El paciente tiene alucinaciones y un trastorno formal

del pensamiento.

c. Trastornos esquizoide, límite y antisocial de la personalidad. El paciente no

muestra una implicación activa análoga con los demás y es menos estable.

d. El abuso de sustancias (p. ej., estimulantes) puede producir rasgos paranoides.

El trastorno paranoide de la personalidad puede diferenciarse del trastorno

delirante, tipo persecutorio, la esquizofrenia, tipo paranoide, y el trastorno del

estado de ánimo con síntomas psicóticos, porque todos estos trastornos están

caracterizados por un período de síntomas psicóticos persistentes (p. ej., ideas

delirantes y alucinaciones). Para realizar un diagnóstico adicional de trastorno

paranoide de la personalidad, el trastorno de la personalidad debe haberse

manifestado antes de iniciarse los síntomas psicóticos y ha de persistir cuando los

síntomas psicóticos estén en remisión. Cuando un individuo presenta un trastorno

psicótico crónico en el Eje I (p. ej., esquizofrenia) que fue precedido por un

trastorno paranoide de la personalidad, el trastorno paranoide de la personalidad

debe anotarse en el Eje II, seguido entre paréntesis por «premórbido». El trastorno

paranoide de la personalidad ha de distinguirse del cambio de la personalidad

debido a una enfermedad médica, en el que los rasgos aparecen debido a los

efectos directos de una enfermedad del sistema nervioso central. También ha de


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ser diferenciada de los síntomas que pueden aparecer asociados al consumo

crónico de sustancias (p. ej., trastorno relacionado con la cocaína no especificado).

Finalmente, también se ha de distinguir de los rasgos paranoides asociados a la

aparición de minusvalías físicas (p. ej., deterioro auditivo). Se puede confundir el

trastorno paranoide de la personalidad con otros trastornos de la personalidad que

tienen alguna característica en común. Por tanto, es importante diferenciar estos

trastornos en base a las diferencias de sus síntomas característicos. Sin embargo,

si un individuo tiene características de personalidad que cumplen los criterios para

uno o más trastornos de la personalidad, además del trastorno paranoide de la

personalidad, pueden diagnosticarse todos esos trastornos. El trastorno paranoide

de la personalidad y el trastorno esquizotípico de la personalidad comparten los

rasgos de suspicacia, distanciamiento interpersonal o ideación paranoide, pero el

trastorno esquizotípico de la personalidad también incluye síntomas como

pensamiento mágico, experiencias perceptivas poco habituales y rarezas del

pensamiento y el lenguaje. Los sujetos cuyo comportamiento cumple los criterios

para un trastorno esquizoide de la personalidad suelen ser percibidos como

extraños, excéntricos, fríos y distantes, pero no suelen presentar una ideación

paranoide importante. La tendencia de los sujetos con un trastorno paranoide de

la personalidad a reaccionar con ira a pequeños estímulos se observa también en

el trastorno límite de la personalidad y en el trastorno histriónico de la personalidad.

Sin embargo, estos trastornos no están necesariamente asociados a una suspicacia

generalizada. Las personas con trastorno de la personalidad por evitación pueden

asimismo ser remisas a confiar en los demás, si bien más por miedo a encontrarse

agobiadas o a no saber qué hacer que por temor a las malas intenciones ajenas.

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Aunque el comportamiento antisocial se observa en algunos individuos con

trastorno paranoide de la personalidad, no suele estar motivado por un deseo de

provecho personal o de explotación de los demás, como en el trastorno antisocial

de la personalidad, sino que más bien se debe a un deseo de venganza. A veces

los sujetos con un trastorno narcisista de la personalidad muestran recelo,

aislamiento social o alienación, pero ello es consecuencia de sus temores a que se

descubran sus imperfecciones o defectos. Los rasgos paranoides pueden ser

adaptativos, en especial en un entorno amenazante. El trastorno paranoide de la

personalidad sólo se debe diagnosticar cuando estos rasgos sean inflexibles,

desadaptativos y persistentes, y cuando provoquen deterioro funcional significativo

o malestar subjetivo.

1.1 COMORBILIDAD

Otros trastornos pueden ocurrir frecuentemente junto a este trastorno:

 Esquizofrenia o trastornos psicóticos.

 Depresión mayor.

 Agorafobia.

 Trastorno obsesivo-compulsivo.

 Abuso de sustancias.

 Trastornos de personalidad: evitativo, esquizoide, evitativo, esquizotípico,

narcicista, borderline.

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1.2 ETIOLOGIA

Este tipo de trastorno de la personalidad suele comenzar en la edad adulta

temprana y se presenta con más frecuencia en hombres que en mujeres. Se

desconoce con exactitud cuáles son las causas de que aparezca este tipo de

padecimiento. Sin embargo, hasta ahora se ha encontrado que para una persona sea

más propensa a tenerlo, existen ciertos factores que pueden influir en que se

presente. Algunos de ellos son los siguientes:

 Genética: no se ha terminado de determinar si este tipo de trastorno es hereditario

o no. Sin embargo, se ha encontrado que las personas que tienen familia con otro tipo

trastornos psicóticos pueden ser más propensas a desarrollarlo.

 Experiencias negativas: personas que han tenido experiencias negativas en la

infancia. Niños que han convivido en un ambiente familiar desfavorable, ya que se han

visto expuestos a mucha tensión y al odio de parte de los adultos, lo cual les genera

mucha inseguridad y comienzan a desarrollar conductas paranoides. El abuso en la

infancia es una de las experiencias que pueden dejar huella y cambiar su forma de

pensar durante toda su vida.

 Estrés constante: se ha encontrado que es común que aparezca un trastorno

paranoide de la personalidad en personas que han estado expuestas a situaciones de

estrés constante. Por ejemplo, los prisioneros de guerra y los refugiados son más

propensos a padecer de este trastorno.

1.3 EVALUACION

En los últimos años se ha producido un interés creciente por el estudio de la

comorbilidad entre los diferentes trastornos mentales. Este hecho se relaciona,

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probablemente, con la dificultad cada vez mayor de encontrar en consulta casos

clínicos puros, aquejados de un sólo trastorno psicopatológico y sin comorbilidad

asociada. De hecho, la comorbilidad entre trastornos empieza a ser más la regla que

la excepción.

En este sentido, destaca enormemente la comorbilidad de los distintos cuadros

clínicos del Eje I con los trastornos de la personalidad.

Desde una perspectiva clínica, es fundamental llegar a determinar el alcance de los

trastornos de personalidad en el cuadro clínico presentado por el paciente. En primer

lugar, existe cierta evidencia empírica de la influencia que los trastornos de

personalidad tienen en el pronóstico terapéutico del caso clínico. En segundo lugar, la

comorbilidad de un trastorno mental con algún trastorno de personalidad aumenta

considerablemente las dificultades en el manejo clínico de estos pacientes. En tercer

lugar, hay una relación significativa entre la presencia de un trastorno de personalidad

y el mayor riesgo de recaída o de abandono del tratamiento. Y, por último, puede

haber una eficacia terapéutica diferencial en función del tipo concreto de trastorno de

personalidad presente.

Por todo ello, los autores de este artículo han desarrollado en los últimos años distintas

investigaciones clínicas sobre la comorbilidad de los trastornos de personalidad con

distintos cuadros clínicos del Eje I. Fruto de esta línea de investigación, se ha

observado una importante discrepancia entre las tasas de comorbilidad obtenidas

mediante la utilización de cuestionarios autoadministrados y mediante las entrevistas

clínicas, incluso cuando se utiliza una misma muestra clínica.

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Los cuestionarios autoadministrados y las entrevistas estructuradas son los sistemas

de medida más utilizados en la actualidad para la evaluación de los trastornos de

personalidad. Si bien hay un cierto acuerdo sobre la superioridad de las entrevistas

sobre los cuestionarios en este campo, las entrevistas requieren un tiempo de

administración prolongado y un personal especializado. Por ello, los cuestionarios son

los instrumentos a los que más se recurre en la clínica y en la investigación. Sin

embargo, los autoinformes utilizados en la evaluación psicopatológica son muy

vulnerables a la manipulación, que reviste, habitualmente, la forma de una simulación

de los síntomas, de una exageración (sobresimulación) de síntomas leves o, a veces,

de un ocultamiento (disimulación) de los síntomas.

Estas limitaciones se acentúan más aún cuando se trata de evaluar los trastornos de

personalidad. Debido al carácter egosintónico de la mayor parte de ellos, se producen

con frecuencia numerosos sesgos o errores en las respuestas de los sujetos. La falta

de reconocimiento del problema, la escasa motivación, la simulación o la deseabilidad

social son factores que se acentúan en este tipo de alteraciones. Por ello, en general,

el valor de los autoinformes es más limitado aún en el ámbito de los trastornos de

personalidad.

En contraste con estas limitaciones, las entrevistas clínicas son de mayor utilidad para

la evaluación de los trastornos de personalidad. Así, por ejemplo, permiten evaluar

aspectos de difícil valoración con escalas autoaplicadas: conciencia de enfermedad,

ideas delirantes, etcétera. Además, ofrecen al clínico la oportunidad de preguntar al

paciente ejemplos concretos de situaciones reales, que, entre otras cosas, sirven para

distinguir los problemas situacionales de los rasgos de personalidad.

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Sin embargo, las entrevistas estructuradas existentes en la actualidad para la

evaluación de los trastornos de personalidad -el Structured Clinical Interview for DSM-

III (SCID-II) (Spitzer, Williams y Gibbon, 1989) o el International Personality Disorder

Examination (IPDE) (Loranger, 1995), por citar las más utilizadas- son muy largas y

farragosas y, por tanto, requieren mucho tiempo para su aplicación. Ello las convierte

en poco operativas, sobre todo en Centros de Salud Mental, muy marcados por la

presión asistencial existente.

Como consecuencia, se tiende a prescindir de ellas y a recurrir, en aquellos casos en

los que se sospecha la presencia de un trastorno de personalidad, a los cuestionarios

principalmente el MCMI-II (Millon, 1997)-, que son más cómodos para el clínico y no

requieren un tiempo tan elevado para su cumplimentación.

Ahora bien, la pregunta resultante es la siguiente: ¿son fiables los resultados obtenidos

con este tipo de instrumentos a la hora de evaluar los trastornos de personalidad?

En el artículo que sirve de referencia para este texto (Fernández-Montalvo y

Echeburúa, 2006), los autores comparan sus propios estudios que evalúan los

trastornos de personalidad mediante cuestionarios, con aquellos que utilizan

entrevistas clínicas. En algunos casos, se muestran incluso las discrepancias

observadas cuando se utilizan ambos tipos de instrumentos con una misma muestra

clínica de pacientes.

No se trata, en modo alguno, de una revisión exhaustiva de todos los estudios sobre

comorbilidad con los trastornos de personalidad, sino de ejemplificar, en algunos

trastornos psicopatológicos (el alcoholismo, la adicción a la cocaína, el juego

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patológico y los trastornos de la conducta alimentaria), este tipo de discrepancias

observadas, según sean los instrumentos de evaluación utilizados.

A modo de resumen, los resultados de esta revisión muestran, en primer lugar, una

amplia heterogeneidad de resultados en los estudios llevados a cabo hasta la fecha

sobre la comorbilidad de los cuadros clínicos del Eje I con los trastornos de

personalidad. Al margen de las imprecisiones conceptuales de la clasificación actual

de los trastornos de personalidad, resulta curioso observar las amplias diferencias

entre los distintos estudios, en función de los instrumentos de evaluación utilizados.

El grado de concordancia entre los autoinformes y las entrevistas clínicas es muy bajo,

lo que indica una baja fiabilidad en el diagnóstico de estos trastornos. Más en concreto,

las investigaciones que utilizan cuestionarios tienden a encontrar tasas

significativamente más altas de trastornos de personalidad que las que recurren a

entrevistas estructuradas.

Se puede, por ello, concluir que los autoinformes presentan una tendencia a sobre

diagnosticar trastornos de personalidad. Las entrevistas clínicas, en cambio, son más

estrictas y conservadoras, por lo que las tasas de prevalencia son más bajas, incluso

con diferencias significativas cuando se utilizan ambos tipos de instrumentos con una

misma muestra clínica.

Las ventajas aparentes de los cuestionarios autoadministrados en el ámbito clínico -

su mayor comodidad, el ahorro de costes y de tiempo, etc.- comportan un detrimento

en la calidad de la evaluación y los hace, por tanto, poco fiables para, al menos, el

diagnóstico de los trastornos del Eje II.

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Probablemente la causa de este hecho no se deba en exclusiva a los instrumentos de

evaluación utilizados. Los trastornos de personalidad constituyen, hoy por hoy, una

categoría diagnóstica de gran imprecisión conceptual. Como consecuencia, el

diagnóstico de los trastornos de personalidad en la práctica clínica tiende a ser poco

fiable, en parte por la definición poco precisa de estos trastornos, y en parte por la

inexistencia de instrumentos de medida adecuados.

Los trastornos de personalidad se caracterizan por la presencia de muchos síntomas

egosintónicos y socialmente indeseables, de los que el sujeto no es consciente o que

tiende a ocultar. Por ello, su criterio sobre su propia conducta no puede constituirse

en el único punto de referencia.

No es muy adecuado, por ejemplo, preguntarle a un paciente con una personalidad

antisocial, si ha mentido repetidamente, si le importa o no la verdad o si carece de

remordimientos. Asimismo, determinados cuadros clínicos presentan síntomas que

también forman parte de algunos trastornos de personalidad. Un ludópata, por

ejemplo, puede contestar afirmativamente a todos los ítems de un cuestionario que

pregunten acerca de los robos y de las mentiras, que son dos características habituales

del juego patológico. Sin embargo, ello no significa necesariamente que presente un

trastorno antisocial de la personalidad, aunque la mera corrección del autoinforme así

lo indique.

Parece, por tanto, desaconsejable utilizar cuestionarios para evaluar trastornos de

personalidad en pacientes con una clara ausencia de conciencia de enfermedad y/o

que presentan síntomas socialmente indeseables.

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Por otra parte, el diagnóstico de un trastorno de personalidad precisa ahondar más en

las características específicas del trastorno y valorar en qué medida obedece a una

personalidad alterada o a un cuadro clínico concreto.

La evaluación de los trastornos de personalidad requiere, por definición, una evaluación

longitudinal, es decir, de toda la biografía de la persona. Ello supone una gran

diferencia -y una dificultad adicional- respecto a la evaluación de los trastornos

mentales del Eje I, que suele ser más transversal y toma en consideración

prioritariamente los síntomas presentes en la actualidad.

Las fuentes de información actualmente disponibles son: a) las entrevistas y el juicio

del clínico; b) los cuestionarios autoadministrados; y c) las informaciones

complementarias de los familiares o personas que conviven con el paciente. Respecto

a esta última fuente, el papel de la misma puede no ser importante en las alteraciones

del Eje I (porque el síndrome suele ser inmediatamente observable), pero sí en los

trastornos de personalidad (por el carácter histórico de dichos trastornos).

Si bien la validez de cada una de estas fuentes está aún por establecer, la utilización

conjunta de todas ellas, así como la observación a lo largo del tiempo, parecen

potenciar la validez del diagnóstico.

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2. IMPACTO CIENTÍFICO

Desde el desarrollo del individuo el aspecto de la personalidad es un enfoque muy

amplio, profundo y sobre todo confuso, pero como podemos analizar la situación de

la estabilidad referente a la personalidad, como sabemos si no padecemos un trastorno

de la personalidad; o que esferas mentales se encuentran normales.

Por todo esto se ha realizado una clasificación de los trastornos de personalidad, uno

de los que ms representa problemas por el individuo y la sociedad que se relación

directamente con ellos.

El trastorno paranoide de la personalidad es uno de los trastornos que ms comúnmente

se encuentra adicionalmente, el curso clínico de estos es muy prematuro y de un

pronóstico variable, pero por todo esto es necesario es estudiar este tema,

comprenderlo para así poder dar información al paciente y saber cómo tratarlo.

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3. RESUMEN

El trastorno paranoide de la personalidad tiene un diagnostico diferencial con

Trastorno delirante, Esquizofrenia paranoide, Trastornos esquizoides, límite y

antisocial de la personalidad y El abuso de sustancias.

Además tiene un comorbilidad con Esquizofrenia o trastornos psicóticos, Depresión

mayor, Agorafobia, Trastorno obsesivo-compulsivo, Abuso de sustancias, Trastornos

de personalidad: evitativo, esquizoide, evitativo, esquizotípico, narcisista y borderline.

La etiología de esta enfermedad se desconoce con exactitud. Sin embargo, hasta ahora

se ha encontrado que para una persona sea más propensa a tenerlo, existen

ciertos factores que pueden influir en que se presente. Algunos de ellos son los

siguientes: Genética, Experiencias negativas, Estrés constante.

Los cuestionarios autoadministrados y las entrevistas estructuradas son los sistemas

de medida más utilizados en la actualidad para la evaluación de los trastornos de

personalidad. Si bien hay un cierto acuerdo sobre la superioridad de las entrevistas

sobre los cuestionarios en este campo, las entrevistas requieren un tiempo de

administración prolongado y un personal especializado.

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4. CONCLUSIÓN

Puedo concluir que el trastorno paranoide, es un trastorno de la personalidad

principalmente de carácter psiquiátrico, este presenta un diagnostico diferencial y

sobre todo una comorbilidad con una gran variedad de enfermedades psiquiátricas.

También su etiología es desconocida con exactitud, pero se puede atribuir múltiples

factores como genéticos, experiencias negativas y estrés constante; sobre todo

debemos recordar no confundir el diagnostico de este síndrome y que es muy común

el error en el diagnóstico y si dar un mal tratamiento, por esto se debe tener mucha

atención los criterios principales y realizar un buen diagnóstico diferencial.

Por último, la evaluación de este trastorno se realiza por medio de cuestionarios

autoadministrados y las entrevistas estructuradas son los sistemas de medida más

utilizados.

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5. PALABRAS CLAVES

1) Agorafobia: Trastorno psíquico que consiste en un miedo aterrador a encontrarse en lugares


abiertos.
2) Alucinaciones: Percepciones de una realidad inexistente.
3) Boderline: Inestabilidad en los estados de ánimo, comportamiento y relaciones interpersonales.
4) Compulsivo: Realización por parte del afectado en realizar una acción no querida.
5) Delirante: Perturbación mental.
6) Depresión: Enfermedad que afecta física y mentalmente en nuestro modo de sentir y de pensar.
7) Deterioro: Acción y efecto de empeorar, estropear o poner inferior condición de algo.
8) Esquizofrenia: Enfermedad mental grave que afecta algunas funciones cerebrales como el
pensamiento.
9) Esquizoide: Persona muy retraída, pero no llega a ser esquizofrénico.
10) Esquizotípico: Padecimiento mental por el cual la persona tiene dificultad con relaciones
interpersonales.
11) Evitativo: Trastorno caracterizado por el malestar al contexto social e hipersensibilidad al
rechazo.
12) Histriónico: Afección mental por el cual una persona actúa de manera muy emocional y
dramática.
13) Narcisista: Trastorno que sobreestima capacidades y habilidades, necesitando afirmación y
admiración.
14) Obsesión: Perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta
la mente.
15) Paranoide: Trastorno de personalidad en la que el individuo actúa con desconfianza y recelo
anticipado.

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6. BIBLIOGRAFÍA

1. Alport Gordon, La Personalidad, Ed. Herder, Barcelona, 1983.


2. Bleger José, Psicología de la Conducta, Ed. Paidós, Barcelona, 2003.
3. Caballo, V. E. (coord) (2004). Manual de trastornos de la personalidad.
Descripción, evaluación y tratamiento. Madrid: Síntesis.

4. Clarizio Harvey, Trastornos de la conducta en el niño, Ed. Manual Moderno,


1981.
5. Dorland, Diccionario Médico de Bolsillo, Ed. Mc Graw-Hill, Madrid, 1993.
6. Dorsch Friiedrich, Diccionario de Psicología, Ed. Herder, Barcelona, 1991.
7. Fenichel O., Teorias Psicoanalíticas de las Neurosis, Ed. Paidós, México, 1986.
8. Garfield Sol L., Psicología Clínica, Ed. Manual Moderno, México, 2003.
9. KAPLAN Y SADOCK (DECIMA EDICION) - Sinopsis de Psiquiatria.

10. Marks David F., Psicología de la Salud, Ed. Manual Moderno, México, 2008.
11. Rojas Enrique, Psicopatología de la Depresión, Ed. Salvat, Barcelona, 1981
12. SADOCK, B. J., SADOCK, V. A., & PEDRO RUIZ, P. (2015). KAPLAN Y SADOCK:
SINOPSIS DE PSIQUIATRIA. 11 ED.: LIPPINCOTT WILLIAMS AND WILKINS.
WOLTERS KLUWER HEALTH.

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13. Sánchez Escobedo Pedro, Psicología Clínica, Ed. Manual Moderno, México,
2008.
14. Saraso, I., & Sarason, B. (s.f.). PSICOPATOLOGIA - PSICOLOGIA ANORMAL:
EL PROBLEMA DE LA CONDUCTA INADAPTADA
15. Vallejo y otros, Introducción a la Psicopatología y psiquiatría, Ed. Salvat,
Barcelona, 1983.
16. P. A. (S.F.). DMS-IV. ARLINTONG: EDITORIAL PANAMERICANA .

17. WWW.psicomed.net/cie_10/cie10_ind.htm

7. ANEXOS

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