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ELEMENTOS HIDROLÓGICOS E

HIDROGEOLÓGICOS EN EL ANÁLISIS DE
ESTABILIDAD DE LADERAS

La humedad que corrompe una masa de tierra reside en la


misma tierra o en algún otro cuerpo que podría ser el aire o el
agua?
Galileo, Diálogo sobre los Dos Máximos Sistemas del Mundo.

En cuanto a los fluidos, aunque por los sentidos no sintamos


que sus partículas se mueven, porque son muy pequeñas, tal cosa
se infiere fácilmente a partir de los efectos, principalmente en el
caso del aire y el agua, que corrompen otros muchos cuerpos
Descartes, Principios de Filosofía

RESUMEN
La precipitación y el agua subterránea constituyen factores
importantes en la mayor parte de los procesos de movimientos de
masa; son escasos los movimientos de masa que ocurren sin la
intervención más o menos importante y directa del agua. Los tipos
de deslizamiento que pueden presentarse en un sitio dado están
controlados por el modo cómo se encuentra y circula el agua en el
suelo, conjuntamente con las propiedades del material que forma el
terreno y su topografía, y las cargas externas, sean ellas estáticas o
dinámicas. Así, la mayor parte de los deslizamientos rotacionales
están asociados a la circulación de aguas subterráneas profundas y
a la modificación de la topografía local, por eventos erosivos
menores o por explanaciones en el desarrollo de proyectos viales, o
urbanos, en tanto que la reptación, los desgarres y deslizamientos
someros, y algunos deslizamientos en cuña, están asociados
frecuentemente a eventos locales de precipitación y a la infiltración
y circulación del agua en la parte más superficial del terreno.
El conocimiento actual sobre el régimen de aguas
subterráneas en las laderas de las montañas, permite proponer que
el agua subterránea en ellas procede, en su mayor parte, de la
infiltración de aguas lluvias en los altiplanos vecinos y circula por el
subsuelo en condiciones determinadas por las características de
permeabilidad de las zonas que atraviesa hasta que finalmente es
drenada a lo largo de los ríos y quebradas en las laderas y en el
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fondo de los valles; por el contrario, la precipitación en las laderas
de las montañas fluye en su mayor parte como escorrentía, y sólo
una fracción menor de ella llega a la zona de saturación. La
componente de escorrentía de la precipitación actúa principalmente
como agente de erosión superficial. Su efecto en los procesos de
erosión en masa está asociado al arrastre de materiales de los
escombros de deslizamientos someros por el agua de escorrentía
superficial y a la socavación de orillas por las corrientes de agua
durante las crecientes.

INTRODUCCIÓN
Está fuera de discusión que el agua superficial y subterránea
juega un papel determinante entre los agentes que intervienen en
los procesos de erosión en masa, papel que a fuerza de ser evidente
ha terminado por servir de comodín teórico con el que
frecuentemente se reemplaza el esfuerzo analítico en la evaluación
de los fenómenos de inestabilidad de laderas. De una parte, la
presencia del agua en el suelo aumenta su peso unitario y, con él,
las fuerzas motrices y, de otra, puede aumentar la presión
intersticial o presión neutra y disminuir en consecuencia los
esfuerzos efectivos y la resistencia al cortante. Además, es bien
sabido que la presión neutra en el suelo está asociada a la presencia
de agua en él y puede ser cuantificada en términos de nivel
piezométrico. El efecto es una disminución de la relación entre
fuerzas resistentes y fuerzas motrices que puede conducir al
desencadenamiento de los movimientos de masa. Es preciso sin
embargo tener en cuenta que los tipos de movimientos de masa
pueden ser muy diferentes entre sí y que la manera en que el agua
actúa en los diferentes mecanismos de deslizamiento es propio de
cada tipo de éstos.
Si se quiere comprender el papel del agua subterránea en los
procesos de erosión en masa, es necesario partir del hecho que el
agua es un cuerpo real que se mueve en un medio real formado por
el suelo y el macizo rocoso infrayacente, y que el movimiento del
agua subterránea, desde su infiltración hasta su descarga a un
cuerpo de agua superficial, es parte integral del ciclo hidrológico.
Conviene entonces identificar el modo como el agua superficial
llega al subsuelo en las laderas de alta pendiente y cómo contribuye
a la generación de los movimientos de masa para refinar los
métodos de análisis de estabilidad de laderas.
La introducción sistemática de consideraciones hidrológicas e
hidrogeológicas, a escala regional, en el análisis de estabilidad de
laderas puede representar no tanto un mayor nivel de sofisticación
en la metodología sino la diferencia entre un análisis realista que
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tome en cuenta los elementos relevantes del problema y un análisis
puramente formal. Por el contrario, el no considerar las condiciones
hidrogeológicas de la masa de suelo y de la roca subyacente, y su
variación probable en el tiempo, puede conducir a costosos errores
en los análisis de estabilidad a mediano y largo plazo.
La conocida asociación entre el ascenso del nivel
piezométrico en la masa del suelo y la ocurrencia de deslizamientos,
unida a la observación del hecho que un número grande de ellos
ocurre en épocas lluviosas ha llevado a muchos autores a buscar
correlaciones entre parámetros asociados a la precipitación local y
el desencadenamiento de movimientos de masa, un tratamiento
puramente estadístico de los datos de precipitación y erosión en
masa. En esta dirección se han realizado numerosas
investigaciones orientadas a obtener una correlación entre
parámetros de la precipitación y ocurrencia de deslizamientos.
(Aboshi, 1972, Caine, 1980, Campbell, 1975, Canuti et al, 1985,
Ceccarini et al, 1981, Guidicini & Iwasa, 1977, Lumb, 1975, Marín,
L., 2001, Okkuda et al, 1985, Paz & Torres, 1989, Vargas, 1971).
La componente de escorrentía de la precipitación usualmente
es considerado un agente de erosión superficial o de erosión lineal
con formación de surcos y cárcavas. La escorrentía tiene un efecto
importante en la movilización de los materiales arrancados por los
deslizamientos someros y profundos y en la generación de
deslizamientos en las márgenes de las corrientes por erosión
lateral y socavación de orillas que aumenta el valor de sus
pendientes hasta hacerlas inestables. El caudal de las crecientes, y
su capacidad erosiva, es incrementado por el caudal sólido de los
materiales que arrastran, producto de la erosión superficial, del
lavado de los deslizamientos someros y de la erosión de orillas en
un proceso que da lugar a las avenidas torrenciales.
En este capítulo presentamos algunas ideas sobre el régimen
de las aguas superficiales y subterráneas en laderas de alta
pendiente y el papel que puede desempeñar la lluvia en los procesos
de erosión en masa, apoyados en los conceptos básicos de la
hidrogeología y en la información disponible sobre la composición
isotópica del agua en las laderas de los Andes que permiten ofrecer
una explicación razonable sobre el mecanismo de generación de
deslizamientos someros y profundos en laderas de alta pendiente, y
muestran la potencialidad de las técnicas de la hidrología isotópica,
utilizada conjuntamente con los conceptos de la hidrogeología
convencional, en la evaluación de riesgos de deslizamiento.

PRECIPITACIONES Y DESLIZAMIENTOS: EVIDENCIA


EMPÍRICA
En algunos casos la relación entre precipitación y
deslizamientos es obvia, directa y casi inmediata. Numerosos casos
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documentados en la literatura geológica y geotécnica muestran una
indudable relación espaciotemporal y de causalidad entre
precipitaciones y deslizamientos. En septiembre de 1990, en San
Carlos (Antioquia) una precipitación excepcionalmente intensa, 232
mm en 3 horas, de los cuales un poco mas de 200 mm cayeron en
las primeras 2 horas, dio lugar a la ocurrencia de más de 100
deslizamientos en un área de menos de 12 km 2. Un fenómeno
similar se presentó en la serranía Motilón-Barí (Norte de
Santander) el 7 de agosto de 1991 cuando una precipitación de la
misma naturaleza generó más de 500 deslizamientos en un área
aproximada de 20 km2. Este mismo tipo de evento se ha presentado
en Envigado (Antioquia) en 1988, San Carlos (Antioquia) en 1990,
Ciudad Bolívar (Antioquia), y Marsella (Risaralda) en 1991.
Los recientes casos de Centroamérica, en el año 1998 donde
el Huracán Mitch produjo precipitaciones de 900 mm en 36 horas, y
del Estado de Vargas en Venezuela en el año 2000, con una
precipitación de 1200 mm en 48 horas; en ambos casos los
deslizamientos asociados alcanzaron una magnitud tal que
constituyeron emergencias nacionales en los respectivos países.
De manera más general ha sido examinada también la
relación entre la variación temporal de las condiciones
meteorológicas y la ocurrencia de deslizamientos. La variación
conocida como EL Niño North South Oscillation, ENSO, conocida
corrientemente como Fenómenos de el Niño y la Niña, afecta el
clima global. González et al (2001) registraron una diferencia
notable en el número total de deslizamientos reportados durante
un evento cálido, Niño, respecto a los reportados en un evento
frío, Niña. En el evento frío 97-98 el total de deslizamientos
registrados en los Andes Colombianos superó los 615, en tanto
que en el evento cálido 98-00, el número de deslizamientos
registrados fueron 51. Marín Nieto (2001) llega a proponer que
algunas civilizaciones precolombinas pudieron haber
desaparecido por los efectos devastadores de los ENSOs lluviosos.

140
Figura 1. Fotografía aérea de parte del área afectada por
deslizamientos someros durante una tormenta en septiembre de 1990 en
la cuenca del río San Carlos.

La relación general entre precipitaciones y deslizamientos


está bien ilustrada en la Figura 2 donde se encuentran las series
temporales de medias de precipitaciones y deslizamientos en el
Departamento de Antioquia según Vélez et al (2002).

141
25 16

14

% de la lluvia total anual


20
12

% del total anual 15 10

8
10 6

4
5
2

0 0
Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic
Mes

Deslizamientos mensuales Lluvia mensual

Figura 2. Ciclo anual de la precipitación media en Antioquia y


número relativo de deslizamientos reportados.

Sin embargo, no siempre puede establecerse de manera clara


una relación directa entre la precipitación local y la ocurrencia de
deslizamientos. Paz & Torres (1989) analizaron 176 deslizamientos
ocurridos en las laderas del Valle de Aburrá en el período
1977-1987 y trataron de establecer correlaciones entre variables
relacionadas con la precipitación y la ocurrencia de deslizamientos.
En la Figura 3 se encuentra el histograma de la frecuencia relativa
mensual de deslizamientos. Los deslizamientos ocurrieron en todas
las épocas del año con un máximo de 21% en el mes de mayo,
alrededor del 12% en cada uno de los meses de abril a octubre con
excepción del mes de julio y menos del 5% para cada uno de los
meses de diciembre a marzo. Aún más, hay casos en los que
aparentemente la relación entre precipitación local y deslizamientos
fuera inversa.
En la correlación entre la frecuencia de deslizamientos y la
duración de la lluvia antecedente con duraciones de 1 a 15 días que
se ilustra en la Figura 4 debe destacarse el elevado porcentaje de
deslizamientos que ocurren sin que haya una lluvia precedente
asociada y el hecho que no hubo deslizamientos registrados
asociados a intervalos de uno y dos días con lluvia. La ocurrencia de
deslizamientos sin lluvias asociadas a ellos puede corresponder a
deslizamientos rotacionales profundos o a deslizamientos
provocados por fugas de las redes de servicios públicos.
Aunque el mayor número de deslizamientos se puede asociar
con la precipitación antecedente de 15 días, no se encontró que los
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períodos de retorno para tales lluvias fueran significativamente
altos; tampoco se encontró evidencia de que las lluvias de período
de retorno alto estuvieran necesariamente relacionadas con la
ocurrencia de deslizamientos. Por el contrario un porcentaje
significativamente alto, superior al de deslizamientos están
asociados a lluvias con un período de retorno de 1.1 años. En la
Figura 5 se ilustra la distribución de deslizamientos asociados a
lluvias con diferentes períodos de retorno.

Figura 3. Distribución mensual de deslizamientos en el valle de


Aburrá. Modificado de Paz & Torres (1989)

143
Figura 4. Histograma de ocurrencia de deslizamientos versus
duración de la lluvia antecedente en el valle de Aburrá.¨Paz & Torres
(1989)

Figura 5. Histograma de ocurrencia de deslizamientos versus


período de retorno de la lluvia asociada a ellos en el Valle de Aburrá. Paz &
Torres(1989)

El examen de la cantidad de lluvia de cada evento de


precipitación asociado a un deslizamiento con base en el coeficiente
de evento está ilustrado en la Figura 6. El coeficiente de evento está

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definido como la relación entre la precipitación en el día del
deslizamiento y la precipitación media anual. El 50% de los
deslizamientos están asociados con lluvias moderadas que
corresponden a un coeficiente de evento igual o menor que 1/2000.

Figura 6. Histograma de frecuencia de deslizamientos versus el


coeficiente de evento en el Valle de Aburrá.

Cada uno de los elementos aportados en la investigación de


Paz & Torres (1989) indican que si bien existe una relación entre
lluvia y deslizamientos no es posible definir umbrales o condiciones
críticas de precipitación asociadas a la ocurrencia de deslizamientos
que sean relevantes para un posible sistema de alerta.
Aparentemente el hecho de no haber discriminado los tipos de
deslizamientos en el análisis puede haber introducido elementos
distractores que enmascaran la relación relevante entre
precipitaciones y deslizamientos. Existe además otros factores que
no puede ignorarse, la topografía y la naturaleza de las formaciones
superficiales. De hecho en el caso del Valle de Aburrá las autoras
dividieron su área de estudio en cuatro zonas con base en sus
características geomorfológicas y encontraron diferencias
importantes en la frecuencia de deslizamientos que pueden ser
asociadas con ellas.
En contravía de la percepción generalizada sobre una
estrecha relación entre precipitaciones y deslizamientos, Gómez
(1990) y Gómez & Vélez (1990) al evaluar la relación entre lluvias,
niveles piezométricos y deslizamientos entre 1966 y 1987, en la
terraza de Bucaramanga, encontraron que la mayor parte de los

145
deslizamientos ocurren en los períodos de junio a agosto y de
diciembre a febrero, que coinciden con los períodos secos en la
zona. La relación temporal entre precipitaciones y deslizamientos
está ilustrada en la Figura 7. En este caso los deslizamientos son de
tipo rotacional y desplome por zapa, asociados claramente con las
variaciones de niveles piezométricos en la terraza que tienen un
rezago de varias semanas con la precipitación en la terraza misma y
en el vecino Macizo de Santander como se ilustra en la Figura 8.

Figura 7 Relación entre precipitación y deslizamientos en la terraza


de Bucaramanga. Datos de Gómez (1990)

En esta rápida revisión de casos puede apreciarse que la


relación precipitación deslizamientos, es una relación compleja en
la que los elementos que se manejan en un análisis de naturaleza
estadística no son suficientes para abordar fructíferamente el
problema y pueden generar grandes equívocos. Para entender
mejor las relaciones entre precipitaciones y deslizamientos conviene
comenzar por reconocer que existen diferentes categorías de ellos y
discriminar los eventos por categorías y mecanismos de
deslizamiento en los que pueda asignarse un peso específico a la
precipitación local en la generación de los movimientos de masa.

146
Figura 8. Variaciones del nivel piezométrico comparado con los
registros de precipitación en la terraza de Bucaramanga. Datos de Gómez
(1990)

En los casos mencionados puede establecerse diferencias


importantes en el tipo de deslizamientos que ocurrieron: en San
Carlos, Ciudad, Bolívar, la Serranía Motilón-Barí, y el Estado de
Vargas, la mayor parte de los deslizamientos fueron someros, del
tipo desgarre, en tanto que en el escarpe occidental de la terraza de
Bucaramanga, fueron deslizamientos del tipo desplome y en
ocasiones de tipo rotacional; en el Valle de Aburrá los
deslizamientos registrados y analizados por Paz & Torres (1989) no
fueron discriminados por tipos. Aquí se encuentra la explicación de
la aparente contradicción de la posible relación entre
precipitaciones y deslizamientos

Precipitaciones y deslizamientos: relación causal


Es cierto que el agua en el suelo proviene en último término
de la precipitación; sin embargo, un evento de precipitación dado
no necesariamente produce, de manera directa ni inmediata, un
incremento en el nivel piezométrico; la relación entre precipitación
y el incremento en el nivel piezométrico depende de las condiciones
hidrogeológicas del sistema y su consideración es indispensable en
este tipo de análisis. Con base en estos elementos es posible
introducir un poco de claridad en los casos considerados en el
aparte anterior.

Deslizamientos desencadenados por la infiltración local de la


precipitación

147
Los deslizamientos como los descritos en las cuencas de los
ríos San Carlos y Bolívar afectaron principalmente el horizonte
edáfico, que puede estar desarrollado parcial o totalmente sobre
cenizas volcánicas que sobreyacen suelos residuales. Al inicio de un
evento de lluvia la elevada permeabilidad en el suelo orgánico
permite la infiltración rápida y la circulación del agua lluvia hasta la
interfase con el suelo mineral donde se establece un flujo
subsuperficial en el sentido de la pendiente de la ladera. Hacia la
parte inferior de la ladera va aumentando el volumen de este flujo
hasta saturar totalmente el horizonte de suelo, lo que ocurre en las
inmediaciones de la red de drenaje como se ilustra en la Figura 9.

148
Figura 9. Esquema general del proceso de saturación y circulación
del agua en el subsuelo durante y después de un evento de lluvia.

La escorrentía superficial se forma por el agua que se


precipita localmente sobre la superficie y por el flujo subsuperficial
149
que retorna a ella. El agua acumulada en la parte superior del
terreno y la que forma el flujo subsuperficial generan presiones
neutras y disminuyen la resistencia al corte del suelo en ese nivel.
Estrictamente podría hablarse de un nivel freático colgado de
carácter temporal.A medida que aumenta la duración de la lluvia, el
nivel del agua de escorrentía subsuperficial aumenta y la extensión
de la zona donde el terreno está totalmente saturado crece, desde
las inmediaciones de la red de drenaje hacia arriba en la ladera. Así
de acuerdo con las formas típicas de las laderas se van saturando
capas de suelo que reposan a mayor pendiente y pueden ser mas
susceptibles a su desestabilización. La rapidez con que ocurre este
proceso depende de la intensidad de la lluvia.

El factor de seguridad FS en este tipo de deslizamiento puede


ser calculado en función del ángulo de inclinación de la pendiente
del terreno, el espesor, las características geomecánicas y las
condiciones de saturación de su horizonte superficial y de la
vegetación existente, según la expresión:

donde:

w peso unitarios del agua


 : pendiente
c, : cohesión efectiva del suelo
´ : ángulo efectivo de fricción interna del suelo
c: cohesión causada por los sistemas de raíces
M : relación entre el espesor del horizonte saturado y el
espesor del horizonte superficial
Z : espesor de horizonte superficial

L es un factor de ponderación, que se expresa como:

Donde
sat : peso saturado del suelo
m : peso unitario del suelo con una humedad cualquiera

Una evaluación de esta expresión indica que el fenómeno de


deslizamiento del tipo desgarre puede presentarse más fácilmente

150
en suelos con valores bajos de cohesión además que, en condiciones
diferentes a la saturación total,el desgarre ocurrirá en las
pendientes mas empinadas, y en ocasiones tendrán las
características de deslizamientos rotacionales pequeños.
En estas condiciones (cubierta de suelo orgánico, contraste
de permeabilidad entre suelo orgánico y suelo mineral) la
infiltración resultante sobre la ladera de una precipitación intensa o
de gran duración, puede dar lugar a deslizamientos de tipo
desgarre donde se compromete la capa superior del suelo, como los
observados en San Carlos y otros sitios.
Así, la relación entre precipitación local y deslizamientos es
directa y casi inmediata. Además puede ser predicha en términos
de intensidad y duración de la lluvia, características del suelo y
forma de la ladera, según el siguiente modelo (Benda 1989):

Donde:
Vs : componente horizontal de la velocidad intersticial
q : caudal específico
ζ: porosidad efectiva
k : conductividad hidráulica

Para estimar la profundidad del flujo en función del tiempo,


se tiene la siguiente expresión:

Donde:
MZ: profundidad del espesor saturado
R0: intensidad de la lluvia
t: tiempo desde el comienzo de la lluvia
: ángulo que define la curvatura de la superficie del terreno

Al remplazar los valores de MZ(t) para un tiempo igual a la


duración de la lluvia en las ecuaciones 1 y 2 se puede obtener un
factor de seguridad para cualquier tiempo t.
Otra categoría de deslizamientos que bien pueden asociarse
de manera directa e inmediata con precipitaciones intensas son los
deslizamientos rotacionales intermedios a profundos en las orillas
de las corrientes de agua. Estos deslizamientos, son
desencadenados por la combinación del aumento rápido del nivel

151
piezométrico, doblemente alimentado por la infiltración en las
condiciones descritas en este aparte y por el aumento del nivel de la
corriente, y de la modificación de la geometría de la orilla debido a
la erosión lateral de los ríos y quebradas. Sin embargo muchos
deslizamientos profundos no son desencadenados directamente por
la precipitación. No es posible conseguir el ascenso del nivel
piezométrico necesario para producir un deslizamiento mediante la
sola infiltración local, debido a que la infiltración en laderas con
pendientes moderadas a fuertes es prácticamente nula, En este tipo
de laderas la casi totalidad del agua que llega al suelo hace parte de
la escorrentía superficial.

Precipitación-deslizamientos: un enfoque para el análisis


estadístico
A la luz de los casos presentados en este capítulo, hay que
aceptar que para analizar la relación precipitación deslizamientos,
se debe tener en cuenta la precipitación en el sitio de origen del
agua presente en el suelo y el tiempo de respuesta del sistema
hidrogeológico. Así, el análisis estadístico debe hacerse sobre una
muestra homogénea en la que se considere únicamente los
deslizamientos causados por infiltraciones correspondientes a la
misma zona de origen y que además el sistema hidrogeológico
tenga un comportamiento similar.
Antes de proceder al análisis estadístico se debe discriminar
entre los deslizamientos que corresponden a infiltración local y los
que corresponden a infiltraciones distantes, teniendo en cuenta
para estos últimos el sitio de recarga. En las montañas del trópico
húmedo se pueden asociar dos grandes categorías de movimientos
en masa con estos dos tipos de infiltraciones. Una, movimientos de
masa someros que alcanzan apenas unos decímetros, hasta un poco
más de un metro de profundidad, sobre extensiones de decenas a
centenares de metros cuadrados, que afecta principalmente el
horizonte edáfico y en algunos casos el manto superficial de
piroclastos o coluviones, hasta el límite donde se encuentra un
fuerte contraste de permeabilidad. En esta categoría se encuentran
los deslizamientos de tipo desgarre, deslizamientos rotacionales de
pequeña magnitud, en menor proporción, y los deslizamientos
planos y en cuña a lo largo de discontinuidades heredadas. El
desencadenamiento de este tipo de deslizamientos está claramente
asociado a la infiltración local del agua lluvia. Existe otra categoría
de deslizamientos que bien pueden asociarse de manera directa e
inmediata con precipitaciones intensas son los deslizamientos
rotacionales intermedios a profundos en las orillas de las corrientes
de agua. Estos deslizamientos, son desencadenados por la
combinación del aumento rápido del nivel piezométrico y de la

152
modificación de la geometría de la orilla debido a la erosión lateral
de los ríos y quebradas.
Una segunda categoría corresponde a los movimientos de
masa profundos que afectan la masa del suelo entre unos pocos
metros y varias decenas de metros de profundidad sobre
extensiones que varían entre centenares y miles de metros
cuadrados. En esta categoría se encuentran los deslizamientos
rotacionales y los sackungen, cuyo desencadenamiento se
encuentra asociado a la circulación profunda de las aguas
subterráneas. Es poco plausible que la infiltración local de la
precipitación genere incrementos en el nivel piezométrico y en la
presión neutra en el suelo, de la magnitud necesaria para
desencadenar un deslizamiento profundo y menos que éste se
presente en un término relativamente corto de tiempo después de
ocurrida la precipitación. Existen por el contrario fuertes indicios
que permiten asociar la circulación profunda de aguas subterráneas
a lo largo de las fracturas de los macizos rocosos con los
deslizamientos profundos de gran magnitud. Bajo estas
consideraciones queda establecida la diferenciación entre
deslizamientos relacionados con infiltración directa de la
precipitación local y los asociados a infiltraciones distantes a partir
de las características de ellos de manera que pueda introducirse
esta discriminación en el análisis de estabilidad de laderas para la
predicción y prevención de riesgos naturales.
Algunos investigadores han propuesto correlaciones entre
precipitaciones y deslizamientos orientadas a predecir la ocurrencia
de estos últimos. Esta aproximación es aplicable sólo a los
deslizamientos someros y no es válida para los deslizamientos
profundos cuya predicción exige análisis de estabilidad detallados a
partir de datos sobre las características mecánicas del suelo y de la
variación probable de niveles piezométricos, que de algún modo
pueden estar afectados por el régimen de precipitación en la zona
de recarga o por la red hidrográfica de cuencas aledañas,
particularmente por la presencia de lagos y embalses. En este
último caso la incidencia de la precipitación en la zona de recarga
no dependerá de valores críticos de la combinación
intensidad-duración sino de la precipitación acumulada en un
período significativamente más grande y de las condiciones
geohidrológicas que determinan el tiempo de respuesta del sistema.
Vargas (1971) correlacionó la probabilidad de la ocurrencia
de deslizamientos con el valor de la precipitación diaria y concluyó
que una precipitación de 100 mm en un día es suficiente para
desencadenar deslizamientos. Brand (1985) con base en
información de estaciones pluviométricas automáticas y el registro
de lluvias antecedentes en distintos intervalos hasta 30 días y el
registro sistemático del tiempo en que ocurrieron los
153
deslizamientos analizados concluyó que en las condiciones de Hong
Kong existe un umbral de intensidad de 70 mm/h con el que
coincide el desencadenamiento de los deslizamientos múltiples y
argumentó que la lluvia antecedente tiene poca importancia y que
precipitaciones de 100 mm/día o mayores generalmente incluyen
una lluvia intensa.

Caine (1980) y Sidle et al (1987), estudiaron una correlación


entre la combinación intensidad-duración de la precipitación y la
ocurrencia de deslizamientos someros en Nueva Zelandia, con base
en la cual definen un umbral para la generación de este tipo de
deslizamientos que está ilustrado en la Figura 10.

Figura 10. Combinaciones de intensidad y duración de


precipitación que han dado lugar a deslizamientos. La x encerrada en un
círculo corresponde a la combinación más probable de iniciación de los
deslizamientos en la cuenca del río San Carlos en 1990. Caine(1980),
Sidle (1986)
Otros autores han buscado establecer una relación entre la
precipitación antecedente y los deslizamientos. Aboshi (1972,
1977) y Lumb (1975) establecieron una correlación significativa
entre la cantidad de lluvia en los quince días precedentes y la
cantidad de lluvia del día del deslizamientos.
La propuesta de Aboshi que pretende predecir la ocurrencia
de desastres mayores se encuentra en la Figura 11. El campo
154
definido por las combinaciones de valores mayores de lluvia
antecedente y lluvia diaria, en la parte superior derecha del
gráfico, define las condiciones en las que se pude presentar un
desastre mayor por deslizamientos. El campo de combinaciones
de valores intermedios define las condiciones en las que se
presentan deslizamientos que pueden catalogarse de corrientes.
Las combinaciones de valores bajos, en la parte inferior izquierda
del gráfico, no dan lugar a deslizamientos. La combinación de
lluvia antecedente y lluvia diaria que dio lugar a las avalanchas en
el Estado de Vargas en 1999 se encuentran en el extremo derecho
del gráfico.

Figura 11. Relación entre lluvia antecedente y lluvia diaria


asociada a la ocurrencia de deslizamientos. Aboshi (1977), Salcedo
(2001)

Lumb, con base en la información disponible en Hong Kong


correlacionó la combinación de la magnitud de la lluvia precedente
en 15 días y la precipitación de las últimas 24 horas con la
ocurrencia de deslizamientos someros con una profundidad menor
que 3 m y una relación profundidad a longitud menor que 0.15 y
encontró que los deslizamientos aislados generalmente están
asociados a precipitaciones menores que 50 mm y que la
ocurrencia de deslizamientos múltiples están asociados a dicha
combinación. La representación gráfica de su propuesta se
encuentra en la Figura 12.
Las combinaciones de lluvia antecedente entre 50 y 200 mm
y lluvia en las últimas 24 horas mayor que 50 mm puede
desencadenar un número bajo de deslizamientos generalmente
menor que 10. La combinación de una lluvia antecedente en 15
155
días entre 200 y 350 mm con una precipitación mayor que 50 mm
en 24 horas puede desencadenar abundantes deslizamientos,
generalmente menos de 50. Finalmente la combinación de lluvia
acumulada en 15 días mayor que 350 mm y precipitación en 24
horas mayor que 50 mm generalmente desencadena numerosos
deslizamientos y constituye un evento catastrófico. Si se compara la
propuesta de Lumb (1975) con la propuesta de Aboshi (1977) se
encuentra una extraordinaria similitud en el tratamiento de los
datos. La diferencia entre una y otra radica básicamente en la forma
en la que los respectivos autores definieron los umbrales.

Figura 12. Correlación de la combinación de lluvia antecedente en


15 días y lluvia en 24 horas con la ocurrencia de deslizamientos. Lumb
(1975)

En forma similar Crozier (1982) y Crozier et al (1980)


tomaron como variables de correlación con los deslizamientos, en
Nueva Zelandia, la cantidad de lluvia diaria y la humedad del suelo
utilizando un balance móvil de humedad que permite diferenciar el
déficit de almacenamiento de humedad en el suelo y el exceso de
lluvia antecedente. Al llevar a aun gráfico los deslizamientos y la
cantidad de lluvia asociada del mismo día en relación con el déficit
de humedad puede establecerse un umbral bien definido de
condiciones hidrológicas de ocurrencia de los deslizamientos. En la
Figura 130 se encuentra el resultado de aplicar este método en dos
156
regiones de Nueva Zelandia. En esta figura, donde han sido
incluidos los días en los que ocurren deslizamientos y aquellos en
los que no ocurren, puede apreciarse cómo la combinación de
humedad del terreno y de lluvia diaria define el umbral a partir del
cual ocurren los deslizamientos; sin embargo el umbral puede
variar en función de la topografía y las formaciones superficiales.

Figura 13. Relación entre contenido de humedad del terreno, lluvia


y deslizamientos; La información del gráfico combina la de dos regiones de
Nueva Zelandia. Las rectas corresponden a los umbrales de la combinación
de contenido de humedad y precipitación a partir de los cuales se
desencadenan los deslizamientos en cada región; las diferencias están
asociadas a las características topográficas y de las formaciones
superficiales del terreno. Modificado de Crozier et al (1980)

Gudicini & Iwasa (1981) propusieron tres criterios de


relación entre precipitaciones y deslizamientos:
 Una precipitación superior a 250 mm generalmente
desencadena deslizamientos.
 La ocurrencia de deslizamientos es muy probable cuando los
registros de lluvia de un evento supere el 8% de la precipitación
media anual siempre que haya lluvias precedentes.
 Eventos lluviosos mayores que el 20%
A partir de la investigación de Paz & Torres puede explorarse
un criterio de alerta temprana con base en el coeficente de evento.
Con este criterio el umbral de generación de deslizamientos por

157
lluvia en el Valle de Aburrá está dado por una precipitación cuyo
coeficiente de evento supere un valor de 0.005.
Marín Nieto (2001) ha propuesto un esquema de predicción
de eventos catastróficos con base en la media de la lluvia
acumulada y la relación entre la lluvia acumulada actual y la
correspondiente lluvia media acumulada. A partir de tal
combinación el autor define cuatro campos, mostrados en el gráfico
de la Figura 14, que denomina Lluvia Normal, Alerta Amarilla,
Alerta Naranja y Alerta Roja, para diferentes magnitudes de
eventos, partición similar a la de Aboshi (1972) que distingue tres
campos que denomina Sin Desastre, Desastre Menor y Desastre
Mayor.

Figura 14. Propuesta de alerta temprana de deslizamientos. Los


puntos negros corresponden a los datos de algunos desastres mayores
asociados a lluvias en Ecuador; los dos mayores valores de lluvia
acumulada corresponden al Huracán Mitch en Nicaracgua y a las lluvias
torrenciales en el Estado Vargas. Marín-Nieto (2001)

Vélez et al (2002) retomaron la propuesta de Chleborad


(2001), y propusieron un umbral general para la ocurrencia de
deslizamientos de todo tipo a partir de una combinación crítica de
lluvia antecedente de 3 días y la lluvia acumulada de los 15 días
antecedentes a estos últimos. Que aplicaron a los datos históricos
de precipitaciones y deslizamientos en el Departamento de
Antioquia, asociando cada estación pluviométrica a los
deslizamientos reportados a distancias variables entre 5 y 16 km
con el objeto de tomar en cuenta la variación espacial de la

158
precipitación. Los resultados se encuentran representados
gráficamente en la Figura 15.
Las diferentes propuestas examinadas tienen en común el
hecho que parten de combinaciones de variables de la
precipitación, o de combinaciones de precipitación y de
condiciones de humedad del terreno previas al deslizamiento, y
definen un umbral a partir del cual es probable que ocurran los
deslizamientos. Todas, excepto el trabajo de Vélez et al (2002) y
la presentación de Sidle et al (1986), quien agrega algunos datos
al gráfico de Caine (1980), han sido evaluadas en ambientes
geológicos relativamente homogéneos, razón por la cual los
umbrales definidos en esas propuestas tienen un indudable valor
metodológico pero su validez es sólo regional. Estos umbrales se
aplican solamente a los movimientos de masa que comienzan
como deslizamientos someros pueden evolucionar en flujos de
escombros y avalanchas y a algunos deslizamientos en bloque, y
no se aplica a otros tipos de deslizamientos, en particular a los
deslizamientos rotacionales. Probablemente esto explica la
definición neta de un umbral en los trabajos de Caine (1980),
Crozier 1982) y Lumb (1975), y la indeterminación que se aprecia
en el trabajo de Vélez et al (2002) en el que se incluyeron todos
los deslizamientos registrados en un amplio intervalo de tiempo,
sin discriminar su tipo.

159
Figura 15. Combinaciones de lluvia antecedente correlacionadas en
el tiempo con deslizamientos en el Departamento de Antioquia; a. hasta 16
km del pluviómetro, b. hasta 11 km del pluviómetro, c. hasta 6 km del
pluviómetro, d. hasta 5 km del pluviómetro.

Deslizamientos asociados a infiltraciones distantes


En laderas de alta pendiente, desarrolladas sobre suelos
cohesivos, de baja permeabilidad, la magnitud de la infiltración a
partir del horizonte de suelo orgánico es muy reducida y,
consecuentemente, es baja la incidencia de la precipitación local en
el desencadenamiento de deslizamientos profundos. Los
deslizamientos profundos que involucran grandes masas de suelo,
pueden no presentar una correlación estadística significativa con
las épocas de máxima precipitación (Gómez & Vélez, 1990) o con
lluvias con un período de retorno alto (Paz & Torres, 1989). Con
todo, su concentración en dos épocas del año, en zonas donde existe
una distribución bimodal de la precipitación, sugiere la existencia
de una relación causal con eventos de tipo periódico que, en este
caso, bien pueden ser las lluvias que tienen una distribución anual
similar. Así, la correlación podría buscarse con eventos distantes,
cuya magnitud bien puede ser similar a los eventos locales, aunque
con un retardo que debe ser explicado en términos de las
condiciones hidrogeológicas regionales. En este caso la
característica más relevante de la precipitación en el área de
recarga probablemente no será la combinación frecuencia-duración
sino la cantidad de lluvia acumulada que tiene posibilidad de
infiltrarse en un período dado, teniendo en cuenta que las lluvias
muy intensas contribuyen relativamente poco a la infiltración
profunda.
Los deslizamientos profundos, particularmente los del tipo
rotacional, son desencadenados usualmente por una combinación
de incremento de la presión intersticial y modificación de la
geometría del terreno en la que el primero de los factores
generalmente tiene un mayor peso. El aumento de presión
intersticial debe estar asociado a un proceso de saturación que
procede del fondo hacia la superficie en la masa de suelo
alimentado por la circulación de las aguas subterráneas cuyo origen
bien puede estar localizado a distancias relativamente largas del
sitio donde ocurre el deslizamiento. El proceso de infiltración
distante ha sido documentado en muy diferentes medios geológicos
en Colombia y en otros países.
En el Valle de Aburrá, pudo verificarse la procedencia del
agua subterránea en un deslizamiento mediante el análisis del
contenido de Deuterio. En la Figura 16 está ilustrado el modelo
general de infiltración y subterránea desde el altiplano vecino y su

160
circulación hacia el fondo del valle. En ella es clara la diferencia
entre el contenido de Deuterio de la precipitación local (-58.6) y el
contenido de Deuterio del agua subterránea (-81.8). Por el contrario
el contenido isotópico del agua de manantial (-80.2) y del agua
subterránea (-81.8) son muy similares al del agua de las quebradas
en el altiplano vecino (-82.4). Las diferencias pueden ser explicadas
por el aporte de agua de infiltración en la escorrentía a los
manantiales. De acuerdo con la información isotópica la infiltración
en estas laderas contribuye sólo con 3.6% al agua subterránea en
esta zona y la escorrentía contribuye con 15% del agua del
manantial en el momento de la evaluación. El mismo patrón de
contenido isotópico ha sido observado en forma general en las
laderas del Valle de Aburrá, en el Macizo de Santander y en la
vertiente occidental de la Cordillera Central entre el Río Cauca y el
Macizo Ruiz – Tolima.

Figura 16. Modelo de circulación de aguas subterráneas en el


Valle de Aburrá basado en análisis isotópicos.

En la terraza de Bucaramanga los deslizamientos ocurren en


el escarpe de la misma terraza afectando indistintamente todos los
materiales que la conforman. Gómez (1990) y Gómez & Vélez (1990)
compararon la fluctuación de niveles piezométricos con la
distribución anual de deslizamientos en la Terraza de Bucaramanga
y encontraron que presentan un desfase superior a un mes entre

161
ellos como puede apreciarse en la Figura 8. Por otra parte, al
comparar la fluctuación de niveles piezométricos con la
precipitación local encontraron un retraso del orden de 1-2 meses
entre los períodos de mayor precipitación y el ascenso del nivel
freático dependiendo lógicamente de la localización de los
piezómetros, esto permite considerar que en este caso la relación
entre precipitación y deslizamientos depende del tiempo de
respuesta del sistema hidrogeológico. La morfología de los
deslizamientos, la presencia de manantiales en la base del escarpe y
el desfase entre el tiempo en que ocurren los deslizamientos y el
período de máximos niveles freáticos, permiten proponer que una
buena parte de los deslizamientos están asociados a un proceso de
socavación en la base del escarpe cuando el agua subterránea
emerge a la superficie, este proceso es bien conocido en la
literatura técnica anglosajona como sapping que puede ser
traducido al castellano como zapa. La magnitud del tiempo de
respuesta del sistema y la magnitud de las variaciones del nivel
freático (3-4 m. semestralmente) en una zona donde la precipitación
media anual es menor a 1.5 m. confirma que la variación en los
niveles piezométricos responde a las precipitaciones en la zona de
recarga en el macizo de Santander, más que a la precipitación local.
En muchas ocasiones los deslizamientos rotacionales pueden
ser explicados por un mecanismo de falla en el que el incremento de
presión hidrostática, o la disminución de la presión geostática en la
base del regolito puede ser suficiente para desencadenar un
conjunto de procesos que terminan con un movimiento de masa de
gran magnitud: la presión del agua en la base del regolito puede
alcanzar una magnitud tal que dé lugar al agrietamiento de la masa
del suelo y a una redistribución de los esfuerzos totales en su
interior de modo que en algunos puntos el nuevo nivel de esfuerzos
puede superar la resistencia del suelo y se den las condiciones para
iniciar un proceso de ruptura progresiva como el propuesto por
Skempton (1964).
En otras condiciones hidrogeológicas la intercalación de
mantos con diferentes propiedades geotécnicas, y en particular con
diferente permeabilidad, comunes en los depósitos de ladera,
puede definir las condiciones de ocurrencia de un deslizamiento. La
situación en el Valle de Aburrá es más difícil de analizar como se
desprende de los resultados paradójicos de Paz & Torres (1989). Se
trata aquí de un ambiente geológico mucho más complejo que los
encontrados en los casos anteriores. Aquí los deslizamientos
registrados corresponden a distintos tipos. Obviamente hay
deslizamientos asociados de manera directa y casi inmediata con
precipitaciones intensas y ello explica la concentración de
deslizamientos durante los meses de mayor precipitación (abril,
mayo, septiembre y octubre), meses en los que ocurre casi el 60%
162
de los deslizamientos analizados por Paz & Torres (1989). Por otra
parte se cuenta con evidencias isotópicas de la existencia de flujos
subterráneos profundos de agua infiltrada desde los altiplanos
vecinos que tienden a ocasionar deslizamientos de gran magnitud.
Otros elementos que deben ser considerados en este caso,
como en todas las ciudades de la zona andina, es el uso del suelo,
particularmente en zonas marginales (Paz & Torres 1989) y las
fugas en las redes de los servicios públicos. Sería ingenuo pensar
que en medios complejos, como es corriente en los Andes, cada
deslizamiento responda exclusivamente a uno de estos factores. Es
de esperarse en muchos casos la combinación de varios de ellos. El
análisis cuantitativo puede ayudar a discriminar cual de los factores
considerados tiene un peso mayor y orientar el diseño de las
soluciones que se propongan.

El efecto de las infiltraciones locales versus el de las


infiltraciones distantes en la generacion de deslizamientos
profundos
A partir de registros conocidos sobre la ocurrencia de
deslizamientos y su asociación con eventos de precipitación es
posible plantear en una primera aproximación un esquema del
comportamiento de las laderas de alta pendiente ante las
precipitaciones.
A más de la evidencia empírica, de análisis teóricos, y
modelos analíticos existe un abundante acervo de información que
permite establecer una clara correlación estadística entre
precipitación y movimientos de masa someros, sean ellos desgarres,
deslizamientos rotacionales de pequeña magnitud, o deslizamientos
en cuña en el regolito y en la parte superior del macizo rocoso.
Usualmente estos deslizamientos se presentan al superarse cierto
umbral definido por una combinación particularmente severa de
intensidad y duración de la lluvia (Caine, 1980; Crozier and Eyles,
1980; Sidle et al, 1985, Jibson, 1989). Debe anotarse que el umbral
propuesto por Caine (1980) se aplica sólo a movimientos de masa
que comienzan como deslizamientos someros y eventualmente se
transforman en flujos de escombros o avalanchas torrenciales.
Datos adicionales para otros deslizamientos aparentemente
similares ayudan a confirmar que este umbral no se aplica a otros
tipos de deslizamiento (Sidle et al, 1985). Vale la pena recalcar, por
otra parte, que la densidad de deslizamientos en un área dada no
está directamente relacionada sólo con incrementos en la
precipitación total, y parece responder a una compleja combinación
de elementos geológicos, topográficos, meteorológicos y de uso del
suelo (Gryta and Bartholomew, 1989, Gupta and Josh, 1990,
Jacobson et al, 1989, Jibson, 1989).

163
Dadas estas condiciones, la localización de un deslizamiento
profundo en un sitio específico dependerá principalmente de dos
factores: del incremento de la presión del agua en la base del
regolito por efecto de la variación en el nivel piezométrico del agua
subterránea, y de la descarga ocasional de parte de la cobertura de
regolito por efecto de la erosión superficial secular, de movimientos
de masa someros, o la ejecución de explanaciones para obras
civiles. Una sola de estas causas puede ser suficiente para
desencadenar un deslizamiento profundo aunque bien puede
considerarse que la situación más corriente es el resultado de la
combinación de ambos procesos.

Infiltraciones distantes y flujo subterráneo en distancias


largas
En la descripción del régimen hidrogeológico en laderas de
alta pendiente, puede postularse que las aguas subterráneas que se
encuentran en el regolito y en el macizo rocoso subyacente se han
infiltrado en áreas de recarga relativamente distantes donde existen
las condiciones topográficas y las características texturales del
regolito, y ocasionalmente los rasgos estructurales en éste o en el
macizo rocoso, que facilitan la infiltración.
El agua subterránea puede fluir entre puntos muy distantes a
lo largo de las discontinuidades de las masas de suelo y roca y a
favor del gradiente hidráulico; este último está relacionado con el
gradiente topográfico promedio entre el área de recarga y el punto
de descarga de las aguas subterráneas y con las características de
conductividad hidráulica de las fracturas del macizo rocoso que, en
último término, dependen de su grado de fracturación; como parte
integral de los conjuntos de discontinuidades debe considerarse la
existencia de zonas de fracturamiento, cuya conductividad
hidráulica equivale en ocasiones al de gravas limpias, que pueden
concentrar y orientar el flujo de las aguas subterráneas a distancias
considerables. Una síntesis de la evolución reciente de la
conceptualización en este campo puede encontrarse en Bredoeft et
al (1982).
La existencia de flujos de esta naturaleza ha sido confirmada
mediante técnicas de hidrología isotópica entre otros, por Arnason
(1974) en Islandia, Bortolami et al (1973) en Italia, Margaritz et al.
(in lit) en Chile, y Huguett (1988) y Rodríguez (1980, 1989) y Hoyos
y Vélez (1990) en Colombia, quienes han presentado evidencias de
recarga y flujo del agua subterránea en distancias de decenas de
kilómetros.
Estas técnicas aprovechan la memoria isotópica del agua
subterránea para identificar su origen superficial y ubicar con
bastante aproximación las áreas de recarga mediante el análisis del
contenido de isotópos estables (Deuterio y Oxígeno 18) de las aguas
164
subterráneas y la reconstrucción de la parte pertinente del ciclo
hidrológico de acuerdo con un conjunto relativamente simple de
criterios que pueden encontrarse fácilmente en la literatura
especializada (Faure, 1976, Gat y Gonfiantini, 1981).
La diversidad de ambiente geológicos y climáticos en los que
se ha documentado el flujo de aguas subterráneas en distancias
largas elimina la posibilidad de que este fenómeno esté circunscrito
a condiciones hidrogeológicas excepcionales. Los casos
mencionados tienen como elementos comunes la localización del
área de recarga en una zona montañosa en la que las
discontinuidades estructurales -fallas, diaclasas, planos de
estratificación- controlan la conductividad hidráulica en el macizo
rocoso, y un relieve regional mayor de 1000 m, elementos que
definen las condiciones para la existencia de gradientes y
conductividades hidráulicos elevados, lo que permiten el
establecimiento de un flujo de agua subterránea a nivel regional.
Un modelo plausible de infiltración y flujo de aguas
subterráneas que tome en consideración las características
topográficas e hidrogeológicas de las laderas de alta pendiente debe
extenderse a las zonas donde es posible que ocurra una parte
importante de la recarga. Una zona tal está caracterizada por
condiciones climáticas, topográficas, litológicas que faciliten la
infiltración.
El conocimiento actual sobre el régimen de aguas
subterráneas en las laderas de los valles andinos, apoyado en gran
medida en la información isotópica disponible, permite proponer
que el agua subterránea en sus laderas procede, en su mayor parte,
de la infiltración de aguas lluvias en los altiplanos vecinos y circula
por el subsuelo en condiciones determinadas por las características
de permeabilidad de las zonas que atraviesa hasta que, finalmente,
es drenada por ríos y quebradas. El modelo general puede ser
descrito así:
En los 20-50 cm más superficiales, el suelo normalmente
presenta valores altos de porosidad y permeabilidad bien sea por
tratarse de una cubierta coluvial sensu stricto, o de una cubierta de
ceniza volcánica, o simplemente por efecto de la bioturbación
propia de los horizontes orgánicos. La magnitud de la infiltración
en este horizonte es función de la precipitación, del régimen de
temperatura y vientos, de la permeabilidad de la masa de suelo y de
su morfología y de la cobertura vegetal.
Este nivel actúa como receptor y reservorio temporal del
agua de infiltración. El agua circula en esta zona en sentido
esencialmente vertical hasta encontrar alguna discontinuidad en la
permeabilidad, donde se establece un flujo subsuperficial en el
sentido de la pendiente; de ahí en adelante la infiltración continúa,
en su mayor parte, a lo largo de las discontinuidades litológicas y
165
estructurales del regolito o del macizo rocoso, que hacen el papel
de colectores, hasta alcanzar el nivel freático.
Dada la baja permeabilidad del nivel limoso y arcilloso del
regolito que apenas alcanza valores de 10-5 a 10-8 cm/s, el paso del
agua tiene lugar principalmente a lo largo de las diaclasas y fallas
heredadas de la roca; el estado de oxidación que frecuentemente
puede observarse a lo largo de estas discontinuidades en el regolito
es un importante indicio de la validez de este aserto. En épocas de
precipitación excepcionalmente alta el nivel freático puede
ascender hasta esta zona, el agua subterránea ocupa entonces
completamente las disocntinuidades y la masa de suelo puede
quedar totalmente saturada.
En el nivel inferior del horizonte saprolítico, que en los suelos
residuales derivados de rocas cristalinas frecuentemente tiene una
textura arenosa, y en el nivel de gruss, donde la permeabilidad
puede tener valores del orden de 10-3 a 10-4 cm/seg, el agua circula
tanto a través de la masa del suelo como a lo largo de las
discontinuidades estructurales que la afectan. Tratándose de una
masa esencialmente homogénea desde el punto de vista de su
conductividad hidráulica las características del flujo están
determinadas fundamentalmente por los gradientes hidráulicos
locales y regionales, y son modificadas localmente por las
variaciones en la conductividad hidráulica del medio.
El macizo rocoso puede tener una conductividad hidráulica
media a alta, del mismo orden de magnitud de la conductividad
hidráulica del nivel del saprolito arenoso, debido a su grado de
fracturamiento, que lo convierte en un acuífero en el sentido
estricto del término, y cuyo comportamiento hidrogeológico es
esencialmente el mismo del nivel de saprolito arenoso y gruss.
Además de ello, puede darse, y de hecho se dan zonas de
fracturamiento intenso, particularmente a lo largo de las fallas
regionales, con conductividades hidráulicas que pueden ser
mayores que 10-2 cm/seg que funcionan como verdaderos conductos
entre la zona de recarga y las partes inferiores de la ladera. La
elevada diferencia de permeabilidad entre el regolito cohesivo de
las formaciones superficiales de las laderas y el macizo rocoso
infrayacente hace que los acuíferos resultantes funcionen, al menos
estacionalmente, como acuíferos confinados.
Este modelo se ajusta a los datos disponibles del contenido de
isótopos estables en el Valle de Aburrá. En la Figura 17 se
encuentra la información conocida sobre composición isotópica del
agua en las laderas orientales del Valle de Aburrá, entre Envigado y
Copacabana, presentada en la forma convencional de contenido de
deuterio versus el contenido de oxígeno 18.
En la Figura 17 y en la Tabla 1 puede apreciarse la similitud
de composición isotópica de las aguas de la quebrada Bizarro y de
166
un manantial en Patio Bonito en el alto de Santa Elena y la
quebrada la Espadera cerca de la cota 1900 (Rodríguez, 1989); de
las aguas de la quebrada Piedras Blancas en la cota 2450 y el agua
subterránea y de manantiales por debajo de la cota 1900, en la
margen izquierda de la quebrada Rodas; de las aguas del embalse
La Fé en la cota 2.200 y el agua de una pequeña quebrada sin
nombre, de la cuenca de la Q. La Volcana, en su cruce con la calle 9
sur en el sector El Poblado, en la cota 1800. Por otra parte, las
diferencias de contenido isotópico de las aguas subterráneas y de
los manantiales respecto al del agua lluvia precipitada en las
laderas del valle es apreciable y confirma de manera inequívoca el
modelo simplificado de infiltración y circulación de aguas
subterráneas que proponemos en este capítulo, ilustrado en la
Figuras13. En el caso particular de la cuenca de la quebrada Rodas
los datos fueron obtenidos en desarrollo de la investigación sobre
un deslizamiento que afectó una planta de tratamiento del
acueducto de Medellín; el especimen HV 285 fue tomado en el
cuerpo mismo del deslizamiento.

Figura 17. Composición isotópica del agua en el Valle de


Aburrá.

167
Tabla 1. Contenido de isótopos estables en muestras
de agua en el Valle de Aburrá

Muestra Tipo y localización Cota D 18O

HV 280 Meteórica. Cuenca Q. Rodas1700 -58.6 -7.52

HV 283 Superficial Q. Piedras Blancas 2350 -82.40


-11.17
HV 285 Subterránea Cuenca Q. Rodas 1700 -81.80
-11.10
HV 286 Manantial. Cuenca Q. Rodas 1900 -80.20
-10.78
HV 296 Meteórica. El Poblado 1800 -61.40
-9.10
HV 297 Meteórica. El Poblado 1880 -61.10
-9.50
HV 299 Manantial. El Poblado 1800 -69.40
-10.60
HV 300 Manantial. El Poblado 1900 -69.90
-10.70
HV 362 Manantial. Santa Elena 2600 -78.30
-10.87
HV 361 Manantial. Santa Elena 2600 -78.50
-10.85
HV 367 Manantial. Q. La Espadera 1900 -78.80
-10.87

Una condición similar ha sido identificada en la Terraza de


Bucaramanga donde el agua subterránea que contribuye a
desencadenar los deslizamientos en el escarpe procede no de la
infiltración del agua lluvia en la terraza misma sino de la que tiene
lugar en el Macizo de Santander, incluido el Páramo de Berlín. Igual
cosa ocurre en las laderas del Macizo Ruiz - Tolima. El agua
subterránea en las laderas de estos macizos es infiltrada en su
mayor parte en la zona de páramos donde las condiciones
topográficas y de textura de la parte más superficial del terreno
facilitan el proceso.

Deslizamientos por efecto de infiltración local


Ocasionalmente ocurren deslizamientos cuya causa puede
asignarse con razonable seguridad a la infiltración de agua en la
vecindad del deslizamiento y la consiguiente modificación del nivel
piezométrico y de la presión intersticial. Es el caso de los
168
deslizamientos provocados por la construcción de pequeños
embalses en casas de recreo en las laderas de las montañas o por
las fugas en las redes de servicios públicos. En uno y otro caso
existe una clara intervención antrópica como causa del
deslizamiento, independientemente de las condiciones
meteorológicas asociadas al mismo.
Las fugas en redes de servicios públicos pueden ser
ocasionadas en el deterioro de los materiales utilizados en su
fabricación o en la modificación del estado de esfuerzos a que están
sometidos. Existen casos documentados en los que el asentamiento
de un terraplén a través del cual habían sido construidas las redes
de acueducto y alcantarillado, ocasionaron la ruptura de éstas y el
desencadenamiento de movimientos en masa con pérdidas
considerables en los proyectos. Las operaciones de corte,
necesarias para la adecuación del terreno en proyectos de alguna
magnitud en laderas, puede generar deformaciones en el terreno
vecino y en las redes de servicios públicos que lleven a la rotura de
éstos.

Consideraciones Finales
Es aceptado entre los especialistas que las laderas de alta
pendiente se encuentran, antes de ser intervenidas por el hombre,
en condiciones de equilibrio estacionario (Turtle, 1970), que
corresponden a la situación que se podría clasificar como
potencialmente inestable a relativamente estable, con factores de
seguridad entre 1.2 y 1.4 (Sidle et al., 1985). Esta situación se
traduce en términos de manejo en una especial sensibilidad de las
laderas a las modificaciones que se introduzcan en ellas y que
usualmente son evaluadas solo superficialmente en el doble sentido
del término.
La ocurrencia de una circulación profunda de aguas
subterráneas y las presiones intersticiales asociadas a ella, de
magnitud suficiente para desencadenar grandes movimientos de
masa, exige un tratamiento más riguroso de los aspectos
hidrogeológicos del análisis de estabilidad de laderas, que incluya la
consideración de la incidencia de las infiltraciones distantes en ella.
Así, la presencia de lagos, embalses o una red hidrográfica
importante topográficamente más elevada que el área cuya
estabilidad se analiza, debe ser considerada siempre como una
posible área cuya estabilidad se analiza, debe ser considerada
siempre como una posible área de recarga cuya relación con el
régimen local de aguas subterráneas habrá de considerarse
cuidadosamente. De otra parte, en la evaluación de la relación
precipitación-estabilidad de laderas será más conducente identificar
primero el origen de las aguas subterráneas que circulan en la masa
del suelo y del macizo rocoso infrayacente, y luego buscar las
169
posibles correlaciones entre precipitación y deslizamientos tomando
en cuenta los pluviómetros del área de recarga que se postula y las
condiciones de flujo del agua subterránea entre ella y el área
inestable.

La determinación del área de recarga y del modo de


circulación del agua subterránea a escala regional, haciendo uso de
los conceptos y las técnicas de la hidrología y la hidrogeología
convencionales, en combinación con los conceptos y las técnicas de
la hidrología isotópica, debe hacer parte del trabajo corriente en las
investigaciones de estabilidad de laderas. Los costos que implican
estas técnicas no exceden los convencionales y producen resultados
cuya principal virtud consiste en la posibilidad de eliminación de
equívocos y elucubraciones en cuanto al papel del agua subterránea
en el desencadenamiento de los movimientos de masa.

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