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HIDROGEOLÓGICOS EN EL ANÁLISIS DE
ESTABILIDAD DE LADERAS
RESUMEN
La precipitación y el agua subterránea constituyen factores
importantes en la mayor parte de los procesos de movimientos de
masa; son escasos los movimientos de masa que ocurren sin la
intervención más o menos importante y directa del agua. Los tipos
de deslizamiento que pueden presentarse en un sitio dado están
controlados por el modo cómo se encuentra y circula el agua en el
suelo, conjuntamente con las propiedades del material que forma el
terreno y su topografía, y las cargas externas, sean ellas estáticas o
dinámicas. Así, la mayor parte de los deslizamientos rotacionales
están asociados a la circulación de aguas subterráneas profundas y
a la modificación de la topografía local, por eventos erosivos
menores o por explanaciones en el desarrollo de proyectos viales, o
urbanos, en tanto que la reptación, los desgarres y deslizamientos
someros, y algunos deslizamientos en cuña, están asociados
frecuentemente a eventos locales de precipitación y a la infiltración
y circulación del agua en la parte más superficial del terreno.
El conocimiento actual sobre el régimen de aguas
subterráneas en las laderas de las montañas, permite proponer que
el agua subterránea en ellas procede, en su mayor parte, de la
infiltración de aguas lluvias en los altiplanos vecinos y circula por el
subsuelo en condiciones determinadas por las características de
permeabilidad de las zonas que atraviesa hasta que finalmente es
drenada a lo largo de los ríos y quebradas en las laderas y en el
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fondo de los valles; por el contrario, la precipitación en las laderas
de las montañas fluye en su mayor parte como escorrentía, y sólo
una fracción menor de ella llega a la zona de saturación. La
componente de escorrentía de la precipitación actúa principalmente
como agente de erosión superficial. Su efecto en los procesos de
erosión en masa está asociado al arrastre de materiales de los
escombros de deslizamientos someros por el agua de escorrentía
superficial y a la socavación de orillas por las corrientes de agua
durante las crecientes.
INTRODUCCIÓN
Está fuera de discusión que el agua superficial y subterránea
juega un papel determinante entre los agentes que intervienen en
los procesos de erosión en masa, papel que a fuerza de ser evidente
ha terminado por servir de comodín teórico con el que
frecuentemente se reemplaza el esfuerzo analítico en la evaluación
de los fenómenos de inestabilidad de laderas. De una parte, la
presencia del agua en el suelo aumenta su peso unitario y, con él,
las fuerzas motrices y, de otra, puede aumentar la presión
intersticial o presión neutra y disminuir en consecuencia los
esfuerzos efectivos y la resistencia al cortante. Además, es bien
sabido que la presión neutra en el suelo está asociada a la presencia
de agua en él y puede ser cuantificada en términos de nivel
piezométrico. El efecto es una disminución de la relación entre
fuerzas resistentes y fuerzas motrices que puede conducir al
desencadenamiento de los movimientos de masa. Es preciso sin
embargo tener en cuenta que los tipos de movimientos de masa
pueden ser muy diferentes entre sí y que la manera en que el agua
actúa en los diferentes mecanismos de deslizamiento es propio de
cada tipo de éstos.
Si se quiere comprender el papel del agua subterránea en los
procesos de erosión en masa, es necesario partir del hecho que el
agua es un cuerpo real que se mueve en un medio real formado por
el suelo y el macizo rocoso infrayacente, y que el movimiento del
agua subterránea, desde su infiltración hasta su descarga a un
cuerpo de agua superficial, es parte integral del ciclo hidrológico.
Conviene entonces identificar el modo como el agua superficial
llega al subsuelo en las laderas de alta pendiente y cómo contribuye
a la generación de los movimientos de masa para refinar los
métodos de análisis de estabilidad de laderas.
La introducción sistemática de consideraciones hidrológicas e
hidrogeológicas, a escala regional, en el análisis de estabilidad de
laderas puede representar no tanto un mayor nivel de sofisticación
en la metodología sino la diferencia entre un análisis realista que
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tome en cuenta los elementos relevantes del problema y un análisis
puramente formal. Por el contrario, el no considerar las condiciones
hidrogeológicas de la masa de suelo y de la roca subyacente, y su
variación probable en el tiempo, puede conducir a costosos errores
en los análisis de estabilidad a mediano y largo plazo.
La conocida asociación entre el ascenso del nivel
piezométrico en la masa del suelo y la ocurrencia de deslizamientos,
unida a la observación del hecho que un número grande de ellos
ocurre en épocas lluviosas ha llevado a muchos autores a buscar
correlaciones entre parámetros asociados a la precipitación local y
el desencadenamiento de movimientos de masa, un tratamiento
puramente estadístico de los datos de precipitación y erosión en
masa. En esta dirección se han realizado numerosas
investigaciones orientadas a obtener una correlación entre
parámetros de la precipitación y ocurrencia de deslizamientos.
(Aboshi, 1972, Caine, 1980, Campbell, 1975, Canuti et al, 1985,
Ceccarini et al, 1981, Guidicini & Iwasa, 1977, Lumb, 1975, Marín,
L., 2001, Okkuda et al, 1985, Paz & Torres, 1989, Vargas, 1971).
La componente de escorrentía de la precipitación usualmente
es considerado un agente de erosión superficial o de erosión lineal
con formación de surcos y cárcavas. La escorrentía tiene un efecto
importante en la movilización de los materiales arrancados por los
deslizamientos someros y profundos y en la generación de
deslizamientos en las márgenes de las corrientes por erosión
lateral y socavación de orillas que aumenta el valor de sus
pendientes hasta hacerlas inestables. El caudal de las crecientes, y
su capacidad erosiva, es incrementado por el caudal sólido de los
materiales que arrastran, producto de la erosión superficial, del
lavado de los deslizamientos someros y de la erosión de orillas en
un proceso que da lugar a las avenidas torrenciales.
En este capítulo presentamos algunas ideas sobre el régimen
de las aguas superficiales y subterráneas en laderas de alta
pendiente y el papel que puede desempeñar la lluvia en los procesos
de erosión en masa, apoyados en los conceptos básicos de la
hidrogeología y en la información disponible sobre la composición
isotópica del agua en las laderas de los Andes que permiten ofrecer
una explicación razonable sobre el mecanismo de generación de
deslizamientos someros y profundos en laderas de alta pendiente, y
muestran la potencialidad de las técnicas de la hidrología isotópica,
utilizada conjuntamente con los conceptos de la hidrogeología
convencional, en la evaluación de riesgos de deslizamiento.
140
Figura 1. Fotografía aérea de parte del área afectada por
deslizamientos someros durante una tormenta en septiembre de 1990 en
la cuenca del río San Carlos.
141
25 16
14
8
10 6
4
5
2
0 0
Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic
Mes
143
Figura 4. Histograma de ocurrencia de deslizamientos versus
duración de la lluvia antecedente en el valle de Aburrá.¨Paz & Torres
(1989)
144
definido como la relación entre la precipitación en el día del
deslizamiento y la precipitación media anual. El 50% de los
deslizamientos están asociados con lluvias moderadas que
corresponden a un coeficiente de evento igual o menor que 1/2000.
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deslizamientos ocurren en los períodos de junio a agosto y de
diciembre a febrero, que coinciden con los períodos secos en la
zona. La relación temporal entre precipitaciones y deslizamientos
está ilustrada en la Figura 7. En este caso los deslizamientos son de
tipo rotacional y desplome por zapa, asociados claramente con las
variaciones de niveles piezométricos en la terraza que tienen un
rezago de varias semanas con la precipitación en la terraza misma y
en el vecino Macizo de Santander como se ilustra en la Figura 8.
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Figura 8. Variaciones del nivel piezométrico comparado con los
registros de precipitación en la terraza de Bucaramanga. Datos de Gómez
(1990)
147
Los deslizamientos como los descritos en las cuencas de los
ríos San Carlos y Bolívar afectaron principalmente el horizonte
edáfico, que puede estar desarrollado parcial o totalmente sobre
cenizas volcánicas que sobreyacen suelos residuales. Al inicio de un
evento de lluvia la elevada permeabilidad en el suelo orgánico
permite la infiltración rápida y la circulación del agua lluvia hasta la
interfase con el suelo mineral donde se establece un flujo
subsuperficial en el sentido de la pendiente de la ladera. Hacia la
parte inferior de la ladera va aumentando el volumen de este flujo
hasta saturar totalmente el horizonte de suelo, lo que ocurre en las
inmediaciones de la red de drenaje como se ilustra en la Figura 9.
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Figura 9. Esquema general del proceso de saturación y circulación
del agua en el subsuelo durante y después de un evento de lluvia.
donde:
Donde
sat : peso saturado del suelo
m : peso unitario del suelo con una humedad cualquiera
150
en suelos con valores bajos de cohesión además que, en condiciones
diferentes a la saturación total,el desgarre ocurrirá en las
pendientes mas empinadas, y en ocasiones tendrán las
características de deslizamientos rotacionales pequeños.
En estas condiciones (cubierta de suelo orgánico, contraste
de permeabilidad entre suelo orgánico y suelo mineral) la
infiltración resultante sobre la ladera de una precipitación intensa o
de gran duración, puede dar lugar a deslizamientos de tipo
desgarre donde se compromete la capa superior del suelo, como los
observados en San Carlos y otros sitios.
Así, la relación entre precipitación local y deslizamientos es
directa y casi inmediata. Además puede ser predicha en términos
de intensidad y duración de la lluvia, características del suelo y
forma de la ladera, según el siguiente modelo (Benda 1989):
Donde:
Vs : componente horizontal de la velocidad intersticial
q : caudal específico
ζ: porosidad efectiva
k : conductividad hidráulica
Donde:
MZ: profundidad del espesor saturado
R0: intensidad de la lluvia
t: tiempo desde el comienzo de la lluvia
: ángulo que define la curvatura de la superficie del terreno
151
piezométrico, doblemente alimentado por la infiltración en las
condiciones descritas en este aparte y por el aumento del nivel de la
corriente, y de la modificación de la geometría de la orilla debido a
la erosión lateral de los ríos y quebradas. Sin embargo muchos
deslizamientos profundos no son desencadenados directamente por
la precipitación. No es posible conseguir el ascenso del nivel
piezométrico necesario para producir un deslizamiento mediante la
sola infiltración local, debido a que la infiltración en laderas con
pendientes moderadas a fuertes es prácticamente nula, En este tipo
de laderas la casi totalidad del agua que llega al suelo hace parte de
la escorrentía superficial.
152
modificación de la geometría de la orilla debido a la erosión lateral
de los ríos y quebradas.
Una segunda categoría corresponde a los movimientos de
masa profundos que afectan la masa del suelo entre unos pocos
metros y varias decenas de metros de profundidad sobre
extensiones que varían entre centenares y miles de metros
cuadrados. En esta categoría se encuentran los deslizamientos
rotacionales y los sackungen, cuyo desencadenamiento se
encuentra asociado a la circulación profunda de las aguas
subterráneas. Es poco plausible que la infiltración local de la
precipitación genere incrementos en el nivel piezométrico y en la
presión neutra en el suelo, de la magnitud necesaria para
desencadenar un deslizamiento profundo y menos que éste se
presente en un término relativamente corto de tiempo después de
ocurrida la precipitación. Existen por el contrario fuertes indicios
que permiten asociar la circulación profunda de aguas subterráneas
a lo largo de las fracturas de los macizos rocosos con los
deslizamientos profundos de gran magnitud. Bajo estas
consideraciones queda establecida la diferenciación entre
deslizamientos relacionados con infiltración directa de la
precipitación local y los asociados a infiltraciones distantes a partir
de las características de ellos de manera que pueda introducirse
esta discriminación en el análisis de estabilidad de laderas para la
predicción y prevención de riesgos naturales.
Algunos investigadores han propuesto correlaciones entre
precipitaciones y deslizamientos orientadas a predecir la ocurrencia
de estos últimos. Esta aproximación es aplicable sólo a los
deslizamientos someros y no es válida para los deslizamientos
profundos cuya predicción exige análisis de estabilidad detallados a
partir de datos sobre las características mecánicas del suelo y de la
variación probable de niveles piezométricos, que de algún modo
pueden estar afectados por el régimen de precipitación en la zona
de recarga o por la red hidrográfica de cuencas aledañas,
particularmente por la presencia de lagos y embalses. En este
último caso la incidencia de la precipitación en la zona de recarga
no dependerá de valores críticos de la combinación
intensidad-duración sino de la precipitación acumulada en un
período significativamente más grande y de las condiciones
geohidrológicas que determinan el tiempo de respuesta del sistema.
Vargas (1971) correlacionó la probabilidad de la ocurrencia
de deslizamientos con el valor de la precipitación diaria y concluyó
que una precipitación de 100 mm en un día es suficiente para
desencadenar deslizamientos. Brand (1985) con base en
información de estaciones pluviométricas automáticas y el registro
de lluvias antecedentes en distintos intervalos hasta 30 días y el
registro sistemático del tiempo en que ocurrieron los
153
deslizamientos analizados concluyó que en las condiciones de Hong
Kong existe un umbral de intensidad de 70 mm/h con el que
coincide el desencadenamiento de los deslizamientos múltiples y
argumentó que la lluvia antecedente tiene poca importancia y que
precipitaciones de 100 mm/día o mayores generalmente incluyen
una lluvia intensa.
157
lluvia en el Valle de Aburrá está dado por una precipitación cuyo
coeficiente de evento supere un valor de 0.005.
Marín Nieto (2001) ha propuesto un esquema de predicción
de eventos catastróficos con base en la media de la lluvia
acumulada y la relación entre la lluvia acumulada actual y la
correspondiente lluvia media acumulada. A partir de tal
combinación el autor define cuatro campos, mostrados en el gráfico
de la Figura 14, que denomina Lluvia Normal, Alerta Amarilla,
Alerta Naranja y Alerta Roja, para diferentes magnitudes de
eventos, partición similar a la de Aboshi (1972) que distingue tres
campos que denomina Sin Desastre, Desastre Menor y Desastre
Mayor.
158
precipitación. Los resultados se encuentran representados
gráficamente en la Figura 15.
Las diferentes propuestas examinadas tienen en común el
hecho que parten de combinaciones de variables de la
precipitación, o de combinaciones de precipitación y de
condiciones de humedad del terreno previas al deslizamiento, y
definen un umbral a partir del cual es probable que ocurran los
deslizamientos. Todas, excepto el trabajo de Vélez et al (2002) y
la presentación de Sidle et al (1986), quien agrega algunos datos
al gráfico de Caine (1980), han sido evaluadas en ambientes
geológicos relativamente homogéneos, razón por la cual los
umbrales definidos en esas propuestas tienen un indudable valor
metodológico pero su validez es sólo regional. Estos umbrales se
aplican solamente a los movimientos de masa que comienzan
como deslizamientos someros pueden evolucionar en flujos de
escombros y avalanchas y a algunos deslizamientos en bloque, y
no se aplica a otros tipos de deslizamientos, en particular a los
deslizamientos rotacionales. Probablemente esto explica la
definición neta de un umbral en los trabajos de Caine (1980),
Crozier 1982) y Lumb (1975), y la indeterminación que se aprecia
en el trabajo de Vélez et al (2002) en el que se incluyeron todos
los deslizamientos registrados en un amplio intervalo de tiempo,
sin discriminar su tipo.
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Figura 15. Combinaciones de lluvia antecedente correlacionadas en
el tiempo con deslizamientos en el Departamento de Antioquia; a. hasta 16
km del pluviómetro, b. hasta 11 km del pluviómetro, c. hasta 6 km del
pluviómetro, d. hasta 5 km del pluviómetro.
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circulación hacia el fondo del valle. En ella es clara la diferencia
entre el contenido de Deuterio de la precipitación local (-58.6) y el
contenido de Deuterio del agua subterránea (-81.8). Por el contrario
el contenido isotópico del agua de manantial (-80.2) y del agua
subterránea (-81.8) son muy similares al del agua de las quebradas
en el altiplano vecino (-82.4). Las diferencias pueden ser explicadas
por el aporte de agua de infiltración en la escorrentía a los
manantiales. De acuerdo con la información isotópica la infiltración
en estas laderas contribuye sólo con 3.6% al agua subterránea en
esta zona y la escorrentía contribuye con 15% del agua del
manantial en el momento de la evaluación. El mismo patrón de
contenido isotópico ha sido observado en forma general en las
laderas del Valle de Aburrá, en el Macizo de Santander y en la
vertiente occidental de la Cordillera Central entre el Río Cauca y el
Macizo Ruiz – Tolima.
161
ellos como puede apreciarse en la Figura 8. Por otra parte, al
comparar la fluctuación de niveles piezométricos con la
precipitación local encontraron un retraso del orden de 1-2 meses
entre los períodos de mayor precipitación y el ascenso del nivel
freático dependiendo lógicamente de la localización de los
piezómetros, esto permite considerar que en este caso la relación
entre precipitación y deslizamientos depende del tiempo de
respuesta del sistema hidrogeológico. La morfología de los
deslizamientos, la presencia de manantiales en la base del escarpe y
el desfase entre el tiempo en que ocurren los deslizamientos y el
período de máximos niveles freáticos, permiten proponer que una
buena parte de los deslizamientos están asociados a un proceso de
socavación en la base del escarpe cuando el agua subterránea
emerge a la superficie, este proceso es bien conocido en la
literatura técnica anglosajona como sapping que puede ser
traducido al castellano como zapa. La magnitud del tiempo de
respuesta del sistema y la magnitud de las variaciones del nivel
freático (3-4 m. semestralmente) en una zona donde la precipitación
media anual es menor a 1.5 m. confirma que la variación en los
niveles piezométricos responde a las precipitaciones en la zona de
recarga en el macizo de Santander, más que a la precipitación local.
En muchas ocasiones los deslizamientos rotacionales pueden
ser explicados por un mecanismo de falla en el que el incremento de
presión hidrostática, o la disminución de la presión geostática en la
base del regolito puede ser suficiente para desencadenar un
conjunto de procesos que terminan con un movimiento de masa de
gran magnitud: la presión del agua en la base del regolito puede
alcanzar una magnitud tal que dé lugar al agrietamiento de la masa
del suelo y a una redistribución de los esfuerzos totales en su
interior de modo que en algunos puntos el nuevo nivel de esfuerzos
puede superar la resistencia del suelo y se den las condiciones para
iniciar un proceso de ruptura progresiva como el propuesto por
Skempton (1964).
En otras condiciones hidrogeológicas la intercalación de
mantos con diferentes propiedades geotécnicas, y en particular con
diferente permeabilidad, comunes en los depósitos de ladera,
puede definir las condiciones de ocurrencia de un deslizamiento. La
situación en el Valle de Aburrá es más difícil de analizar como se
desprende de los resultados paradójicos de Paz & Torres (1989). Se
trata aquí de un ambiente geológico mucho más complejo que los
encontrados en los casos anteriores. Aquí los deslizamientos
registrados corresponden a distintos tipos. Obviamente hay
deslizamientos asociados de manera directa y casi inmediata con
precipitaciones intensas y ello explica la concentración de
deslizamientos durante los meses de mayor precipitación (abril,
mayo, septiembre y octubre), meses en los que ocurre casi el 60%
162
de los deslizamientos analizados por Paz & Torres (1989). Por otra
parte se cuenta con evidencias isotópicas de la existencia de flujos
subterráneos profundos de agua infiltrada desde los altiplanos
vecinos que tienden a ocasionar deslizamientos de gran magnitud.
Otros elementos que deben ser considerados en este caso,
como en todas las ciudades de la zona andina, es el uso del suelo,
particularmente en zonas marginales (Paz & Torres 1989) y las
fugas en las redes de los servicios públicos. Sería ingenuo pensar
que en medios complejos, como es corriente en los Andes, cada
deslizamiento responda exclusivamente a uno de estos factores. Es
de esperarse en muchos casos la combinación de varios de ellos. El
análisis cuantitativo puede ayudar a discriminar cual de los factores
considerados tiene un peso mayor y orientar el diseño de las
soluciones que se propongan.
163
Dadas estas condiciones, la localización de un deslizamiento
profundo en un sitio específico dependerá principalmente de dos
factores: del incremento de la presión del agua en la base del
regolito por efecto de la variación en el nivel piezométrico del agua
subterránea, y de la descarga ocasional de parte de la cobertura de
regolito por efecto de la erosión superficial secular, de movimientos
de masa someros, o la ejecución de explanaciones para obras
civiles. Una sola de estas causas puede ser suficiente para
desencadenar un deslizamiento profundo aunque bien puede
considerarse que la situación más corriente es el resultado de la
combinación de ambos procesos.
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Tabla 1. Contenido de isótopos estables en muestras
de agua en el Valle de Aburrá
Consideraciones Finales
Es aceptado entre los especialistas que las laderas de alta
pendiente se encuentran, antes de ser intervenidas por el hombre,
en condiciones de equilibrio estacionario (Turtle, 1970), que
corresponden a la situación que se podría clasificar como
potencialmente inestable a relativamente estable, con factores de
seguridad entre 1.2 y 1.4 (Sidle et al., 1985). Esta situación se
traduce en términos de manejo en una especial sensibilidad de las
laderas a las modificaciones que se introduzcan en ellas y que
usualmente son evaluadas solo superficialmente en el doble sentido
del término.
La ocurrencia de una circulación profunda de aguas
subterráneas y las presiones intersticiales asociadas a ella, de
magnitud suficiente para desencadenar grandes movimientos de
masa, exige un tratamiento más riguroso de los aspectos
hidrogeológicos del análisis de estabilidad de laderas, que incluya la
consideración de la incidencia de las infiltraciones distantes en ella.
Así, la presencia de lagos, embalses o una red hidrográfica
importante topográficamente más elevada que el área cuya
estabilidad se analiza, debe ser considerada siempre como una
posible área cuya estabilidad se analiza, debe ser considerada
siempre como una posible área de recarga cuya relación con el
régimen local de aguas subterráneas habrá de considerarse
cuidadosamente. De otra parte, en la evaluación de la relación
precipitación-estabilidad de laderas será más conducente identificar
primero el origen de las aguas subterráneas que circulan en la masa
del suelo y del macizo rocoso infrayacente, y luego buscar las
169
posibles correlaciones entre precipitación y deslizamientos tomando
en cuenta los pluviómetros del área de recarga que se postula y las
condiciones de flujo del agua subterránea entre ella y el área
inestable.
REFERENCIAS
Aboshi, T, 1977, Concentrated rainfall and slope failure,
Manual for Zonation on Areas Susceptible to Rain Induced Slope
Failure, Asian Technical Committee on Geotechnology for Natural
Hazards, ISSMFE, Japanese Geotechnical Society.
Arnason, B., 1976, Groundwater systems in Iceland traced by
Deuterium, Societas Scienciarum Islandica, 236 p, Reykjavik.
Bredoeft, J.D., BaCK, w, & Hanshaw, B.B., 1982, Regional
groundwater flow concepts in the U.S.. Historical perspective,
Geological Society of America Special Paper 189, 297-316,
Geological Society of America, Boulder.
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