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Mi manifiesto: Colombina Parra

Un recuerdo recurrente de mi infancia


es caminando en el barro en la parcela
de La Reina, donde vivíamos todos. La
casa quedaba lejos de la calle; había
que llegar a un portón. En el camino
tenía que correr, porque los gansos me
atacaban.

Estudié en el Flemming, colegio donde


caía gente echada de colegios cuicos,
gente pobre y gente diversa. Vivía la
mitad del año en Santiago y la otra en
Isla Negra.

Juntando los hijos de mi papá y mi


mamá somos siete hermanos. Yo soy la
quinta. No viví mucho con mis
hermanos grandes. Juan de Dios, el
Barraco, es mi hermano de papá y
mamá, nos criamos juntos, los dos
somos músicos.

A mi hija menor, Julieta, mi papá le


dice "la tortuguita".

Antes me molestaba que me preguntaran por mi papá. Ahora ya menos, pero igual un
poco. A veces me preguntan "¿cómo está tu papa?" Y yo les contesto: "bien ¿y el tuyo?".
Es una pregunta muy patuda me parece.

He heredado varias cosas de mi papá. El perfeccionismo que tengo tan metido es de él.
Esta cosa de darle, darle y darle, dejar todo botado por un fin. En una época estaba tan
metida estudiando a Le Corbusier, que me metí en la villa habitacional de Marsella, un
proyecto de edificios donde metieron a muchas personas y hoy está siendo demolido
para transformarse en verdaderas cloacas habitacionales. Me metí tanto que quise
reproducir las miles, millones, infinitas ventanitas del edificio. Me pasé tres días
cortando ventanitas, me dio una tendinitis feroz y tuve el brazo muerto por un año.

No sé qué se siente ser hija de Nicanor Parra. Me gustaría ser hija de otros para
comparar qué se siente ser hija de Nicanor. Tengo una relación con mi padre de amor,
amor, amor. Trato de verlo todos los fines de semana. Viajo a Las Cruces. Casi siempre
estoy con él, necesito tenerlo cerca.

Nunca decidí dedicarme a la música, sólo seguí haciendo algo que hacía de niña: música
y canciones. Mi primer instrumento fue la guitarra, porque había en la casa. Después el
piano. En la sala de ensayo chapoteo entre la batería, guitarra eléctrica y el bajo.
Me gusta mucho la música ritual, la música indígena, la de los mapuches. Siento que la
música de los Ex es eso: cuando estamos arriba del escenario, es un rito con el público,
como que nos desdoblamos y nos transformamos en otros personajes.

Soy rabiosa en lo que quiero, aunque me cueste, insisto, soy muy mono porfiado, me
caigo y vuelvo a parar.

De Piñera pienso lo mismo que de todos los presidentes, no le compro a ninguno. Todos
están amarrados en la misma estructura.

Fui mamá chica, a los 20. Tuve a mi primer hijo andando de gira, en conciertos. El
ahora tiene 19 años y estudia Arquitectura. Y tengo a la Juli que nació hace un año y
medio y es todo nuevo. Las maternidades han sido muy distintas. Con mi primer hijo
siento que él se sumó a mi vida y yo seguía como yegua suelta buscando mi vida. Ahora
siento que yo sigo a la Julieta, yo me quiero integrar a su ritmo.

Entré a estudiar Arquitectura a los 26 años. Cuando dije "esto es lo mío". Muchas veces
veo que la gente entra a la universidad y no sabe para dónde va la micro. Creo que es
bueno estudiar después de los 25, ya sabes que la vida es dura, has trabajado y te has
dado cuenta de que las relaciones humanas son importantes y difíciles. Muchas veces
los jóvenes entran a la "U" a los 19 años y salen como pollos viejos, porque están
frustrados, siguen bajo el alero de los padres y no les gusta lo que eligieron.
Desaprovechan la mejor edad.

Creo en la adolescencia rabiosa y en su capacidad de producir choques de energía nueva.

Desde chica me tocó cocinar harto. No lo paso bien, lo hago como obligación. Aprendí
a cocinar comida chilena, como cazuela, porotos. Nunca he entrado en la sofisticación,
me gusta lo simple, sentir el sabor del poroto verde, de la papa.

Parece que le tengo miedo al tiempo libre. Los fines de semana siempre estoy tocando y
en la semana ensayo y hago arquitectura. No puedo sentarme en una silla de playa y
descansar, no sé si es culpa. Para mí la música es estar en una vacación permanente. La
arquitectura me produce tanto placer como la música.

Ahora estamos construyendo una casa en Punta Fraile. Me gusta ver cómo va
avanzando lo que estamos pensando. Yo pienso las cosas desde la arquitectura, pero
también construyo.

La verdad me falta un poco de vanidad, yo me siento más fea que bonita, pero me siento
más en la nada. Mi vanidad está en la música, en darles vuelta a las letras: le doy mil
maneras a una frase y elimino mucho.

Siempre he sentido que escribir poesía o decirse poeta es medio siútico, un poco
pretencioso. El Nica rompió con eso, lo único que nos queda es ser antipoetas. Yo creo
que mis letras son un poco antipoesía.

Mi padre dice que ganarse el Nobel es más difícil que ganarse el Kino. No sé por qué no
se lo han dado.
El sello Parra, creo, es tener la nariz ancha.

Cuando vi la película "Violeta se fue a los cielos", estuve todo el tiempo con la garganta
apretada. Sentí que era algo muy familiar, estuve todo el tiempo con los pelos parados.S

LA TERCERA | EL SEMANAL | domingo 04 de diciembre de 2011

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