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Guardado en Dropbox • 10 may. 2018 18F37
ADELANTE LA FE
Cuando leí este artículo de Dietrich von Hildebrand hace 9 años es cuando fui
librado de mi ceguera. Espero que se tomarán un pequeño momento para leer
este artículo de un hombre santo y brillante.
Dietrich von Hildebrand, a quien el papa Pío XII llamaba “el Doctor de la Iglesia
del siglo XX”, fue uno de los más eminentes filósofos católicos del mundo. El
cardenal Ratzinger (papa Benedicto XVI) escribió acerca de Dietrich von
Hildebrand en el año 2000: “Estoy firmemente convencido de que, cuando en el
futuro se escriba la historia de la Iglesia Católica del siglo XX, el nombre de
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SHARES Dietrich von Hildebrand será prominente entre las figuras de nuestro tiempo.” El
siguiente es un artículo que escribió acerca de la misa tridentina y que apareció
en la revista Triumph en octubre de 1966:
Más aún, se dice que estas innovaciones fueron promulgadas por la Autoridad:
se las presenta como respuesta obediente al espíritu del Concilio Vaticano II.
Se dice esto a pesar de que la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del
Concilio no va más allá de permitir la misa en lengua vernácula para los casos
que el Obispo crea conveniente; la Constitución insiste en retener la misa
tridentina y aprueba enfáticamente el canto gregoriano. Pero a los
“progresistas” litúrgicos parece no importarles la diferencia entre permitir y
mandar. Tampoco dudan en autorizar cambios, como recibir la eucaristía de
pie, cosa que la Constitución ni siquiera menciona. Los progresistas aducen
que se pueden tomar estas libertades porque la Constitución es tan sólo el
primer paso en un proceso evolutivo. Y parecen estar saliéndose con la suya.
Es difícil encontrar hoy en día una misa tridentina, y en los Estados Unidos son
prácticamente inexistentes. Incluso la misa conventual en los monasterios se
realiza en lengua vernácula, y el glorioso gregoriano es reemplazado por
melodías insignificantes.
No me preocupa el estado legal de los cambios. Y no quiero que parezca que
lamento que la Constitución haya permitido que la lengua vernácula
complemente al latín. Lo que desapruebo es que la nueva misa esté
reemplazando a la tridentina, que la vieja liturgia esté siendo desechada
temerariamente, y negada a la mayoría del Pueblo de Dios.
Es sólo con una actitud reverente que el hombre puede reflejar su cualidad
esencialmente receptiva como persona creada; la grandeza última del hombre
es ser capax Dei. En otras palabras, el hombre tiene la capacidad de capturar
algo más grande que sí mismo, ser afectado y fecundado por ello, y
abandonarse a sí mismo por esta causa – en respuesta a su valor. Esta
habilidad de trascenderse a sí mismo lo distingue de una planta o animal; estos
sólo luchan por desarrollar su propia entelequia. Ahora bien: sólo el hombre
reverente puede trascenderse a sí mismo conscientemente y conformarse con
su condición humana fundamental y su situación metafísica.
Aquellos que se entusiasman con la nueva liturgia consideran que a lo largo del
tiempo la misa perdió su carácter comunitario y se convirtió en una ocasión de
adoración individualista. Insisten en que la nueva misa restablece el sentido de
comunidad reemplazando las devociones privadas por la participación
comunitaria. Sin embargo, olvidan que hay distintos niveles y tipos de
comunión con otras personas. El nivel y naturaleza de una experiencia
comunitaria se encuentran determinados por la razón para la comunión, el
nombre o causa por la que los hombres se reúnen. Cuanto mayor sea el bien
que la razón representa, y que une a los hombres, más sublime y profunda será
la comunión. Los valores y la naturaleza de una experiencia comunitaria en
caso de emergencia nacional son radicalmente diferentes a los de una
experiencia comunitaria festiva. Y por supuesto, las diferencias comunitarias
más llamativas se encontrarán entre una comunidad cuya temática es
sobrenatural y una comunidad cuya temática es meramente natural. La
realización de las almas de los hombres tocados por Cristo es la base de una
comunidad única, una comunión sagrada, cuya cualidad es
incomparablemente más sublime que la de cualquier comunidad natural. La
comunión auténtica de fieles, que en la liturgia del Jueves Santo se expresa tan
claramente en las palabras congregavit nos in unum Christi amor, sólo es
posible como fruto de la comunión con el mismo Jesucristo. Sólo una relación
directa con el Dios-Hombre puede realizar esta unión sagrada entre los fieles.
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