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DE EL PAÍS
Una ciudad se queda paralizada: una plaga de ceguera afecta a toda la población. No
son ciegos, "están ciegos". José Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 1922-Tías,
Lanzarote, 2010) construye a partir de ahí una de sus más brillantes, e inquietantes,
metáforas.
La novela se llama Ensayo sobre la ceguera, apareció por primera vez en español en
1996 y es uno de los grandes libros del premio Nobel de Literatura. Con esta novela,
EL PAÍS comienza a publicar mañana la biblioteca completa del escritor portugués
que murió hace un año en Lanzarote.
Dice Pilar del Río, la presidenta de la Fundación Saramago, viuda y traductora del
Nobel, que muchos de los libros de su marido "habría que leerlos en voz alta". Y sin
duda hay que hacer eso también con Ensayo sobre la ceguera. Saramago se sitúa ante
un hecho conmovedor e inesperado: en una determinada comunidad se produce una
epidemia de ceguera que afecta a toda la población. Es una plaga contagiosa que de
pronto paraliza el ánimo y de inmediato todas las arterias de la ciudad, que se queda
en blanco.
Uno entra en esa situación como entra en el libro: estupefacto ante la simbología
contemporánea a la que Saramago da curso. Los hombres están ciegos, se mueven
como autómatas, reciben órdenes que cumplen sin preguntar por la razón de esas
indicaciones, y la sociedad se sumerge así en un letargo cuya metáfora es esta ceguera
que llena de espanto a sus personajes.
Como algunos de los libros principales de Saramago, este es, como dice Pilar del Río,
"un descenso a los infiernos"; la circunstancia es kafkiana, y de Kafka es Saramago
heredero directo, pero tiene una virtud principal el autor portugués, y la subraya Pilar
del Río: "Su modernidad literaria consiste en su capacidad de indagación, que le lleva,
en efecto, a bajar a los infiernos, pero resuelve, con su estilo, con su voz, las
situaciones más complejas".
El estilo, la voz, es el ritmo, que en este libro alcanza la perfecta compenetración entre
el grito en que consiste y la musicalidad con que se dice. Saramago, explica Pilar del
Río, que fue traductora de buena parte de los últimos libros de su marido, resuelve
esas situaciones con la musicalidad de su escritura, que contagia al lector, quizá, del
propio ámbito en el que se desarrollaba el trabajo del artista.
Ensayo sobre la ceguera podría leerse así, sin duda alguna, o, como decía su biógrafo
y amigo, el poeta y crítico Fernando Gómez Aguilera, esta novela en concreto, Ensayo
sobre la ceguera, "habría que leerla después de ver los noticieros de la televisión",
pues es una indagación en el ser humano envuelto en la ceguera del mundo
contemporáneo, "es una gran metáfora visionaria sobre la irracionalidad humana
contemporánea, propia de un agitador de conciencias". Así que lo que cuenta no es
surreal, exactamente, "la surrealidad es la que estamos viviendo". La lectura
de Ensayo sobre la ceguera es un reto, pues, pero es también una insólita aventura de
la mente de un hombre que hizo de la calidad de sus metáforas un compromiso
literario y civil también.
Ensayo sobre la ceguera es, como dice Pilar del Río, "un ensayo sobre la humanidad";
si se lee (en voz alta, en voz baja) uno verá a Saramago adivinando misteriosamente
el desconcierto real del mundo en que vivimos.