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(Fernando Salmerón)
3. La Educación Filosófica
La Filosofía como disciplina Analítica, desde la cual se realizan estas investigaciones, aunque no sin
reconocer aportes que las concepciones del mundo o la sabiduría tienen en el ámbito de la Filosofía
Moral y de la Educación. Se ocupa de cuestiones que se refieren al uso de términos, a la naturaleza
de los juicios y a la lógica del razonamiento moral.
La Filosofía como Concepción del mundo, alude a ciertas representaciones o doctrinas que
pretenden expresar la estructura del mundo por medio de una conexión más o menos coherente de
conceptos o imágenes, los cuales a su vez se mezclan con principios de valor y con ideas morales.
Es esencial que se reconozca que la moral se halla en el orden de la educación y que ésta a su vez,
este en el de la moralidad, como educación axiológica; ambos tendientes a la autonomía y la
universalidad, poseedores de relaciones lógicas entre sus juicios.
Salmerón analiza algunos aportes de la Psicología Moral, en la que destaca que la misma ha recaído
en el proceso evolutivo progresivo de la formación de la conciencia moral, proceso que se ha
concebido como irreversible. Por su parte, la Antropología Social enseña que en la educación se
realizan procesos universales, válidos para todos los pueblos y que quedan comprendidos en la
llamada “Endoculturación”.
Para Salmerón la Filosofía Moral implica una valoración, y existe una necesidad de enseñanza moral
como fenómeno social y tal enseñanza se da por diversas vías: la experiencia, el ejemplo y la
literatura.
No se trata de afirmar la enseñanza como normas, ni una experiencia sin reglas, sino de obtener
mediante la formación moral, los conocimientos de principios y reglas junto con las experiencias que
los fundaron.
Salmerón afirma que la crítica conduce a nuevos desarrollos teóricos, pero, por otro reconoce la
importancia que tiene en la formación filosófica la historia de la Filosofía.
Salmerón concluye que los valores fundamentales de la Educación, son los valores morales.
Desde una tradición de pensamiento que proviene desde Platón, el horror y la incertidumbre
significo varias cosas según el ámbito donde se lo aplique.
En el ámbito intelectual significo la deslegitimación de los fundamentos del conocimiento
filosóficamente incontrolables (provienen de la experiencia). En todo este proceso es el experto
quien sabe y decide. Pero esta tradición tiene su efecto en el orden del pensamiento, pues
pensamiento correcto es el que busca que hay tras las apariencias. El resultado de ello es olvidar que
también entendemos las cosas experimentándolas a través de nuestros cuerpos, de las relaciones
que establecemos con los demás y de las formas que nos ponemos en contacto con los objetos del
mundo. Usamos el lenguaje para comunicarnos y aspiramos a hacer de él, el fin de todo lo que
consideremos comunicación humana. Por eso es t6an importante lo que decimos, como lo que
mostramos. Lo que importa es la experiencia.
Ese totalitarismo se resume en la idea de que la calidad de la educación, depende de la calidad de las
motivaciones de los sujetos a favor, en un caso del uso de los recursos de la sociedad de la
información, y en el otro un esquema de prácticas reflexivas, que anhela instituirse en un discurso
dotado de eficacia, rigor y legitimidad científica. Es a este nivel de una motivación favorable lo que
llamamos calidad de la educación. La antigua relación pedagógica mediada por la palabra y los
gestos es sustituida ahora por una comunidad virtual, que acaba por anular lo que en otro tiempo
llamábamos comunidad de sentido. La experiencia de un maestro en el aula intentando hacer ver a
sus alumnos todo un mundo de posibilidades mediante la palabra, es cada vez mas inusual, ante la
invasión de uno de los dioses de la ciudad moderna, no hace falta la semi-penumbra de una sala
para proyectar una imagen, la era digital nos proporciona el PowerPoint.
Para lograr ese bien común de la codiciada calidad de la educación, todos los miembros de la
sociedad educativa han de actuar pensando de modo idéntico y único: han de ser unos buenos
ciudadanos de la comunidad cognitiva a la que pertenecen. De modo que oponerse a este modelo es
oponerse a la misma idea de calidad pretendida. La construcción de un nuevo orden solo es posible
si va asociado a la construcción de una nueva noción de educación, de un nuevo tipo de educando(o
alumno) y un nuevo tipo de educador( o profesor); no puede haber un orden sin actores saneados.
De aquí, es fácil asignar a la educación diversas funciones, desde la regeneración moral
(modificación de la motivación de individuos), hasta su socialización en el nuevo ethos a las
generaciones venideras (normalización de conductas).
El principal problema en este modelo es que anula la posibilidad del control del sujeto, al crear
condiciones para que cualquier resistencia al programa terapéutico sea interpretada como una
expresión efectiva de la imperfección que debe superarse para lograr el nuevo orden deseado. Así la
resistencia no sería más que la expresión del hombre viejo que hay que reformar o dejar de lado.
Llevado a su límite, ese hacer experiencia es una praxis cuyo sentido reside en su misma realización,
Aquí, actuar es iniciar algo nuevo, tomar una iniciativa que se desplega más allá del tiempo de quien
inicia el primer gesto. Quien inicia la acción, o pronuncia la primer palabra, no cierra el discurso, sino
que lo abre. Ese nuevo comienzo permite que la educación sea una experiencia relacionada, no con
los significados pedagógicos, sino con la creación del sentido. El problema consiste en que como
inicio y comienzo, el tiempo de la educación, no es cronometrable, programable, ni del todo
pensable.
Cualquier intento por pensar la, educación, no sería más que la elaboración de un discurso, saber,
practicas, diseños de acciones, cuyo objeto es la experiencia del viaje, de la salida y el comienzo, en
un espacio y tiempo dados. Pero no es lo mismo, experiencia, en su especifica originalidad y
singularidad, que su explicitación en un discurso que se pretende racional y en el contexto de un
particular discurso pedagógico. Así como no hay filosofía sin escritura, tampoco hay teoría de la
educación sin escritura pedagógica. Bajo este punto de vista la teoría de la educación, en su
pretensión de explicar las reglas mismas que funda la experiencia de lo que llamamos educación,
solo es una práctica distinta de la experiencia de la educación, se trata de la transformación de una
experiencia original en otra práctica que pretende explicarla, describirla, decirla. Como toda
elaboración teórica , a esta teoría de la educación se le asigna la tarea de conformar la figura
conceptual de la experiencia que tiene como objeto de estudio y es la filosofía la que en realidad lo
transforma. A la pedagogía, como discurso que pretende conformar la figura conceptual de la
educación le ocurre que con el paso de la oralidad a la escritura: una lengua no es la misma cuando
se escribe que antes de hacerlo, como las palabras de Sócrates no son las mismas en su oralidad que
en la escritura de los diálogos de Platón.
Al escribir sobre educación, elaborando saberes racionales, componemos una serie de reglas que
intentan volver explicito lo implícito, visible lo oculto, para hacer hablar el silencio de lo real, que
como tal solo es lo que es.
Para poder pensar la verdad de la educación es necesario volver a la imagen de alguien que intenta
decir (y explicar) las reglas que el otro tan solo podría mostrar (usándolas desde su saber
experiencial). La diferencia entre uno y otro es la misma que la diferencia entre un profesor y un
maestro. El maestro, más que explicar o dar una clase teórica, muestra lo que sabe haciéndolo. El
discípulo aprende junto a él, porque aquí aprender es ejercitarse con el. El maestro no es un experto
que sepa explicar y por tanto hacer comprender al discípulo. En cambio el profesor es alguien que
explica las reglas, los principios y las técnicas de una práctica que es muy posible que el mismo no
domine. Igual que el alumno el individuo docente es invención humana. Enseñanza no es lo mismo
que imitación de lo que se percibe en otros. Esta creencia en la facultad de poder explicar y enseñar,
se sostiene en la eficacia con que podemos alcanzar a explicar las reglas que por experiencia
aprendemos, mostramos, pero no decimos, la que la condición de experto pretende transmitir y
probar. Por eso como los sofistas y los logógrafos, fundamos escuelas e instituciones donde se
supone es posible perfeccionar lo que por experiencia ya se sabe.
Blumenger dice lo mismo recurriendo a la imagen de la caverna, cuya función la encontramos con
Platón. La caverna, que en Platón funciona como el lugar donde los esclavos solo perciben las
apariencias de las cosas.
Cavernas hay muchas y el dilema es que, aunque en ellas podemos vivir, los víveres y el alimento
están en el exterior, donde el individuo hace de verdad la experiencia, y donde cualquier cosa puede
ocurrirle.
Lo que hay dentro de las cavernas, aquello que se dice y que se explica, remite a lo que está afuera,
pero no es la misma clase de experiencia: “El órgano de atención al mundo real” es ahí él `se dice`.
Esto conlleva que en la caverna hacia que enseñar a otros a crecer”. Las justificaciones que pueden
ofrecerse para la existencia de una educación, entendida ahora como una pedagogía de la caverna,
se encuentra en el hecho de que los adultos, tras haber realizado su propia experiencia, la
transmiten a los jóvenes para evitarles que tengan que recopilar la información necesaria para vivir.
Esa transmisión proporciona un espacio de seguridad protector. Ese acto de educación concluye en
realidad dos tipos de “experiencias”:
Lo que importa es su carácter único, lo que hay en ellas de no legislable y de irrepetible, lo que
dibuja una línea que separa el antes y el después. Porque aprender significa reconocer que hay
tiempos (el “después”) en el que sabemos lo que en un cierto “antes “ignorábamos.
El acento se ha puesto en el saber-hacer, más que en la experiencia del saber-expresar. Por eso lo
que interesa hoy en educación es la destreza, la habilidad y la competencia. Porque el resultado de
la educación no es ya una experiencia de formación, sino la capacitación para el mercado de trabajo,
y quienes dictan los estándares de calidad no son otros que las propias empresas.
En este saber hacer han ido tomando cada vez más protagonismo la figura del experto y la
racionalidad de las instituciones que organizan esa práctica de la educación, entendida
exclusivamente como proceso de escolarización en el entramado social. Bajo una mentalidad
fabricadora de este tipo, los acontecimientos dejan de tener especial interés.
Aunque sea algo fulgurante e instantáneo, algo aparentemente insignificante y contradictorio, una
relación poética es una relación liberadora. Porque es en lo poético donde lo instantáneo se detiene,
donde la mirada capta el instante mismo de lo que sorprende, donde la educación, en fin, abandona
las viejas y actuales pretensiones de conducir la mirada del otro en una dirección correcta,
previamente definida, para convertirse en el acontecimiento de una mirada compartida.
La dimensión poética en la educación es sólo pensable como aquello que no tiene cualidades
definidas y delimitables, y por eso introduce una relación de infinita extrañeza, la misma que se
experimenta ante lo que no se puede dominar, algo que se resiste a la clasificación y la catalogación,
porque no se deja fijar.
Como en otros ámbitos, una de las tareas centrales de lo poético en la educación es la de favorecer
la alteración del orden de las cosas. No se trata sólo de que a través de la educación hagamos lo
posible para atenernos a las grandes palabras -como “humanidad”, “bondad”, “tolerancia”-,
vocablos cada vez más elusivos, sino de lanzarse en las mutaciones decisivas de una pluralidad
aceptada como tal.
No hay políticas de la verdad que no sean al mismo tiempo, políticas de la lengua. Iniciarse en un
área del saber, es aprender sus reglas lingüísticas: aprender a hablar, a escuchar, a leer y escribir.
En las últimas décadas se han configurado dos lenguajes dominantes en el campo educativo: el
lenguaje de la técnica y de la crítica. La pedagogía continua dividida entre los tecnólogos y los
críticos, desde los que construyen la educación como una ciencia aplicada (ciencia/técnica) o como
una praxis reflexiva (teoría/practica).
El lenguaje de los críticos, consideran su legitimidad a través de la crítica. Ven a la educación como
una praxis política encaminada a la realización de ideales como la libertad, la igualdad o la
ciudadanía, y de los que critican la educación en tanto que produce sumisión y desigualdad, destruye
vínculos sociales. Se sitúan en posiciones de poder a través de convertirse en portavoces de esos
ideales desmentidos y desengañados.
Entre estas dos lenguas se configuran las opiniones que constituyen el sentido común pedagógico.
Por un lado la lengua en la que se enuncia lo que nos dicen que hay, lenguaje de la realidad; y por el
otro la lengua que enuncia lo que nos dicen que debería haber, lenguaje del futuro. Y entre la
realidad y el futuro, la practica como punto obligatorio entre lo que es y debería ser. La educación
debe partir de la realidad, el campo pedagógico es un dispositivo de producción de cierta realidad.
La educación debe transformar lo que hay a través de su propia transformación,
Tanto los técnicos como los críticos ya han dicho lo que tenían que decir y pensado lo que tenían que
pensar, es por ello que el lenguaje toma un carácter totalitario, el modo que convierte en
obligatorias una cierta forma de realidad como una cierta forma de la acción humana.
Lo que se necesita es un lenguaje para la conversación. Esta palabra sugiere horizontalidad, oralidad
y experiencia. Se necesita buscar una lengua que no rebaje, que no construya posiciones de alto y
bajo, superior e inferior, una lengua que permita una relación horizontal, que posicione a las
personas a la misma altura. Una lengua en la que hablar y escuchar, leer y escribir, sea una
experiencia. Singular y singulizadora, activa y pasional que no esté normada por el saber, el poder y
la voluntad.
En el marco de una pedagogía de finitud la ética ocupa un lugar privilegiado. La ética es el modo en
que los seres humanos nos relacionamos con los demás. Desde la perspectiva de esta pedagogía hay
ética porque los seres humanos somos sensibles, estamos abiertos a un mundo incierto, a unas
relaciones con los demás y nosotros mismos que no pueden resolverse a priori. Hay ética porque,
como señalo Zygmunt Bauman, hay previsilidad y ambigüedad (Bauman).
En definitiva la ética es posible porque los seres humanos no somos ni buenos ni malos por
naturaleza, sino radicalmente ambiguos, es decir culturales, históricos, situacionales.
Una pedagogía de finitud tiene sus condiciones de posibilidad en los múltiples contextos y
situaciones de los seres humanos en sus mundos, cree que las acciones educativas son
constitutivamente éticas, pero la ética no se halla al final de la acción educativa, sino al comienzo.
Una educación al margen de la ética sería imposible.
Es en definitiva una pedagogía del tacto. Pero el tacto nada tiene que ver con la táctica, es lo
contrario, deriva del latín tactus y significa tocar. Tener tacto es ser sensible, perceptivo, discreto,
prudente, juicioso.
Es por ello que hay que diferenciar una pedagogía táctica en la que se considera que una labor es
buena en la medida en que se e capaz de desarrollar un plan de acción. La táctica tiene
connotaciones de supervisión, planificación, estrategia. Una pedagogía del tacto es una pedagogía
de la responsabilidad, de la oportunidad, del arte de la improvisación, sabe tratar a las personas
como seres singulares, únicos e irrepetibles. El tacto en la enseñanza no es una simple destreza. Se
podría definir como una preparación para la improvisación, es una pedagogía de la atención, del
cuidado, de la sensibilidad. El pedagogo sabe que cada situación es distinta, cada contexto diferente.
El pedagogo descubre que la enseñanza no es un simple empeño técnico, saben que las situaciones
difíciles e importantes no pueden resolverse técnicamente, aplicando un conocimiento de experto.
Una pedagogía del tacto no es una receta, porque toda vida humana no lleva consigo un manual.
Una persona trata a otra con tacto cuando la considera única, cuando sabe que lo que es válido para
uno no lo es para todo el mundo. A menudo los fracasos educativos vienen por el intento de educar
a todos por igual, de tratar a todos de la misma manera. Es saber tratar a la persona como una
singularidad incomparable. Equivale a poseer el talento para oír, sentir y respetar la singularidad
propia de las personas a las que se debe transmitir algo. Significa saber salirse de uno mismo, tener
orientación hacia el otro, ser sensible a sus demandas, sus ruegos o necesidades.
PENSAR LA EDUCACION DESDE LA EXPERIENCIA
La educación y el regreso de la La educación y el arte de la La educación y la experiencia de
Experiencia(Fernando Bárcena) conversión (Jorge Larrosa) la finitud (Carles Mélich)
Sigue modelos únicos, blindado Actualmente hay dos lenguajes La pedagogía de la finitud parte
ante cualquier crítica. dominantes en el campo de la idea que los seres
educativo. humanos son seres en el
mundo, situados y situándose.
La calidad de educación es un El lenguaje técnico: sitúa al Se autocalifica como pedagogía
discurso dotado de eficacia, campo educativo desde la metafísica (Platón), hay
rigor y legitimidad científica. legitimidad de la ciencia y metafísica desde que se
planificación técnica. Saberes considera que el ser no se
construidos a través de la reduce al ser sensible, sino que
cualidad de sus expertos. hay otro más allá de lo sensible.
La relación pedagógica mediada Lenguaje crítico: considera su Esta idea de Platón es la piedra
por gestos y palabras es legitimidad a través de la crítica. fundamental para lo filosofía
sustituida por la comunidad Se basa en ideales como0 occidental con consecuencias
virtual. Deja de lado la libertad, igualdad o ciudadanía. para la ética y la educación.
experiencia.
Los miembros de la sociedad Lenguaje de carácter totalitario La ética ocupa un lugar
deben pensar y actuar de modo que convierte en obligatorio una privilegiado. Es el modo en que
idéntico y único. La educación cierta forma de realidad y una nos relacionamos con los
no es solo elaborar un discurso, cierta forma de acción humana. demás. Hay ética porque el ser
es una experiencia original y humano es sensible, previsible y
singular, para convertirse en una ambiguo.
práctica que pretende
explicarla, describirla y decirla.
La experiencia de modo Se necesita un lenguaje para la Es una pedagogía del tacto. Una
científico regula y repite una conversación. Una lengua en la persona trata a otra con tacto
secuencia futura para así que hablar y escribir, leer y cuando la considera única,
reproducir un determinado tipo escuchar sea una experiencia posee el talento para oír, sentir
de efectos previsibles y la de y respetar la singularidad de las
conocimiento poético: la personas.
experiencia en su compleja
síntesis para ver en ella lo que
hay de único e irrepetible.