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Son escritos de carácter subjetivo. Esto quiere decir que no se presentan a sí mismos
como textos que busquen llegar a una verdad objetiva. Más bien, expresan el pensamiento,
ideas y opiniones del autor. Incluso, los ensayos pueden contener sus vivencias o recuerdos
personales.
El estilo de cada ensayo, así como su estructura y las temáticas que aborda dependen de
los intereses propios de cada autor. No obstante, en general, muchos ensayos utilizan un
lenguaje literario o poético. Esto es debido a que una buena parte de los grandes
ensayistas literarios han sido a la vez novelistas, cuentistas, poetas, dramaturgos o filósofos.
En cuanto a su extensión, suele ser breve, pero es un factor que también depende de cada
autor. Muchos libros de ensayo son recopilaciones de ensayos que los autores han ido
escribiendo o publicando a lo largo de su trayectoria o, bien, son un conjunto de ensayos
que versan sobre un tema central o un ensayo extenso dividido en secciones o capítulos.
Hay categorías de la lectura según que en la representación psicológica del lenguaje domine
el orden articulatorio o el visual; según la penetración que la cultura haya alcanzado en los
estratos del alma; según los hábitos adquiridos de leer para sí o para los demás, de leer por
sí o de escuchar la lectura; según la mayor o menor presteza con que los oídos o los ojos
comunican el mensaje al espíritu; según que la bella escritura, la bella edición o la bella voz
nos impresionen más o menos por sí mismas, distrayéndonos más o menos del sentido de
las palabras; según que seamos impacientes o dóciles, ante la momentánea abdicación de
nuestras reacciones personales que significa unirse a este pensamiento ajeno, etcétera.
El hombre rudo, que apenas desbroza el alfabeto, tiende a leer para sí en voz alta, como si
quisiera aglutinar los signos más cabalmente, sujetando la atención verbal a la vez con los
ojos y con los oídos. El que los modernos retóricos llaman verbo-motor lee en voz alta por
el placer de hablar, y hasta cuando escucha a un orador se le ve, a veces, articular en
silencio lo que oye. Conozco los lectores que se acompañan con un suave silbidito rítmico,
al que van imprimiendo cierta modulación imitativa de la lectura en voz alta. Cuando Heine
declamaba el Quijote para los árboles y los pájaros, lo hacía más bien como quien rinde un
tributo, o por no perder ninguno de los valores de la excelsa prosa. Cuando Sor Juana Inés
de la Cruz se quejaba de no tener más compañeros que el tintero y la pluma para compartir
sus estudios, sin duda echaba de menos esa mayor apelación a la retentiva que resulta de la
lectura acompañada y que todos los estudiantes prefieren para la preparación de los
exámenes. Mestre Profiant Durán, israelita aragonés del siglo XIV, recomendaba a sus
discípulos que leyesen siempre recitando. En cambio Théophile Gautier, visual si los hay,
juzga que los libros están hechos para ser vistos y no hablados. Por su parte, Flaubert
necesitaba berrear su propia prosa para percatarse de lo que escribía.
Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que
las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno
de esos días.
Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si
nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Nos pido ese coraje que nos sitúa en la
verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo
que no falla y es la convicción de que —únicamente— los valores del espíritu nos pueden
salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.
Mientras les escribo, me he detenido a palpar una rústica talla que me regalaron los tobas y
que me trajo, como un rayo a mi memoria, una exposición “virtual” que me mostraron ayer
en una computadora, que debo reconocer que me pareció cosa de Mandinga. Porque a
medida que nos relacionamos de manera abstracta más nos alejamos del corazón de las
cosas y una indiferencia metafísica se adueña de nosotros mientras toman poder entidades
sin sangre ni nombres propios. Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los
demás y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se dan el
encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de la vida. Las palabras de la mesa,
incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica.
4. José Ortega y Gasset (1883-1995). Fue uno de los filósofos españoles más
importantes. En su obra ensayística destacan: Meditaciones sobre el Quijote (1914),
España invertebrada (1921) e Ideas sobre la novela (1925).
10. Jorge Luis Borges (1899-1986). Fue un intelectual, ensayista, traductor, cuentista y
poeta argentino. Entre sus ensayos se encuentran: Inquisiciones (1925), Historia de
la eternidad (1936), Otras inquisiciones (1952) Siete noches (1980) y Nueve
ensayos dantescos (1982).
11. Octavio Paz (1914-1988). Fue un escritor y diplomático Mexicano que en 1990
recibió el Premio Nobel de Literatura. Sus obras más reconocidas de ensayo son El
laberinto de la soledad (1950) y Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe
(1982).
12. Eduardo Mallea (1903-1982). Fue un cuentista, novelista y ensayista argentino que
recibió en 1946 el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
Destacan entre sus ensayos: Conocimiento y expresión de la Argentina (1935), El
sayal y la púrpura (1941) y La guerra interior (1963).
13. José Carlos Mariategui (1894-1930). Fue un escritor y sociólogo peruano que
sobresale por su libro de ensayos 7 ensayos de interpretación de la realidad
peruana (1928).
14. Richard Wagner (1813-1883). Este compositor alemán del siglo XIX fue también
ensayista, poeta y dramaturgo. Algunos de sus libros de ensayos son: Arte y
revolución (1849), Ópera y drama (1851) y El judaísmo en la música (1850).
16. José Cadalso (1941-1982). Fue un militar, poeta, novelista, dramaturgo y ensayista
español. Se le conoce por Cartas marruecas (1789), una obra que es a la par novela
epistolar y libro de ensayos.
17. José Lezama Lima (1910-1976). Es un escritor cubano reconocido por su novela
Paradiso (1966). Algunos de sus libros de ensayo son: Anacleta del reloj (1953), La
expresión americana (1957) y Las eras imaginarias (1971).
18. José Martí (1853-1895). Fue un escritor, periodista y filósofo cubano. El presidio
político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891) son algunos de sus libros de
ensayo.
19. George Orwell (1903-1950). Es un escritor y periodista británico. Conocido por las
novelas Rebelión en la granja y Entre sus obras de ensayo se encuentran: “A nice
cupe of tea” (1946), “Books vs. cigarettes”, “Why I write” y “Shooting an
elephant”.
20. Cristina Rivera Garza (1964-). Es una de las escritoras mexicanas actuales más
reconocidas. Algunos de sus libros ensayísticos son: Los muertos indóciles.
Necroescrituras y desapropiación (2013) y Textos desde un país herido (2011).
FUENTE
http://www.ejemplode.com/41-literatura/4403-ejemplo_de_ensayos_literarios.html