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ISTLYR
Ricardo Iacub
¿A quién le gustan los viejos?
Ella le dijo: “No me mires”. Él preguntó por qué sin apartar la vista del cielo raso.
—Porque no te va a gustar —dijo ella.
Entonces él la miró, y la vio desnuda hasta la cintura, tal como la había imaginado. Tenía los
hombros arrugados, los senos caídos y el costillar forrado de un pellejo pálido y frío como el de una
rana. Ella se tapó el pecho con la blusa que acababa de quitarse y apagó la luz. Entonces él se
incorporó y empezó a desvestirse en la oscuridad, tirando sobre ella cada pieza que se quitaba, y ella
se la devolvía muerta de risa.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, El amor en los tiempos del cólera.
El erotismo en la vejez es una temática poco abordada desde el punto de vista cultural, histórico y
político. En un contexto donde diversos grupos sociales han ido conformando una lectura alternativa
acerca de la construcción de su diferencia, la forma de hablar de la vejez mantiene un estilo
medicalizado o asociado a la salud. Esta reducción en sus abordajes, limita sus perspectivas e impide
que se la problematice en términos políticos, es decir, que pueda convertirse en una variable de
recambio e innovación cultural.
El objetivo de este artículo es presentar uno de los límites centrales al deseo de los viejos y sobre los
viejos, que se instala en la barrera del pudor, el disgusto y la vergüenza frente a sus cuerpos, mucho
más evidente que cualquier otra limitación de orden biológico o psicológico, a través de la cual se la
intenta explicar, y aun más, recuperar.
El erotismo, para Featherstone (1998), es esa infinita variedad de formas basadas en una constante
invención, elaboración, domesticación y regulación del impulso sexual o, como sugiere Bauman
(1999), “es el procesamiento cultural del sexo”. Son las narrativas de cada época las que promueven
esquemas ideales, desde los cuales una erótica se enriquece de nuevos libretos sociales para
conformar su estética o su dis-gusto.
Entendemos este límite como el rechazo o negación erótica de la imagen de la vejez en el propio
sujeto o en el otro, lo cual puede ser pensado como producto de una limitación cultural de una
SUJETOS DE LA RECREACION II. ISTLYR
estética de la erótica en la vejez. A diferencia de otras culturas, como la china o de ciertos grupos
africanos, donde la imagen de la vejez podía ser bella, o en el pueblo judío donde la edad no cobra un
valor central; en la cultura griega y romana, la referencia a la edad, se convierte en un elemento
central para determinar la deseabilidad de un
Otros relatos
Las historias posteriores que transitan la cultura occidental irán modificando el orden de las
limitaciones o habilitando espacios de goces (como en la Revolución Francesa) pero
fundamentalmente adaptarán el discurso a las variantes de cada época.
En el siglo XIX, con una lectura medicalizada y burguesa del deseo sexual, que llevó a ver más la
enfermedad que los goces, retoma este tema desde la vertiente de los viejos como objetos del deseo
perverso, en la medida que se consideró que aquellos jóvenes que podían desearlos eran gerontófilos
(Krafft-Ebing Von, 1999). La razón que alegaba para dar cuenta de esta curiosa perversión era que “a
nadie le podía gustar un viejo decrépito”, es decir se vuelve a retomar un elemento estético que
definirá el campo de la exclusión, ahora desde el discurso psiquiátrico.
En la actualidad se presenta un rechazo, algo menos explícito que en la antigüedad, pero que sigue
reapareciendo en la limitación de exponer o gozar con ciertos cuerpos, al tiempo que una fuerte
demanda de “estilizarlos”. La mujer aparece como la más limitada en este sentido. Susan Sontag
(1972) lo señalaba así: “El punto es que una mujer bien vestida, maquillada, teñida, no es atractiva.
La desaprobación puede tomar la forma de la aversión. El envejecimiento es un proceso que consiste
en volverse obscena sexualmente por los senos fofos, el cuello arrugado, las manos manchadas, el
cabello afinado, el torso sin cintura y las piernas con várices...”.
Se libra una guerra contra el cuerpo que envejece, la cual toma la forma de una mayor necesidad de
manejo y uso de terapias diversas frente a los signos del envejecimiento, convirtiéndolo en un rígido
objeto de disciplina y en un fetiche del deseo sexual.
Referencias bibliográficas:
Bauman Zigmunt: “On Postmodern Uses of Sex”, Featherstone Mike (comp.).: Love and Eroticism,
Sage Publications London -Thousand Oaks- New Delhi, Oxford, 1999.
Catulo: Poemas; Tibulo: Elegias, Editorial Gredos, Biblioteca Clásica Gredos, Barcelona, 1992.
Featherstone and Hepworth: “Ageing and Old Age: Reflections on the Posmodern Life Course”,
Featherstone Mike (comp.): Love and Eroticism, Sage Publications London-Thousand Oaks-New
Delhi, Oxford, 1998.
Foucault, M.: Historia de la Sexualidad I-II-III, Fondo de Cultura Económica, México 1986.
Horacio: Epodos y Odas, Alianza Editorial, Madrid, 1985.
Iacub, R.: Erótica y Vejez. Perspectivas de Occidente, Paidós, Buenos Aires, 2006.
Iacub, R.: “Los transetarios”, Página 12, Bs. As., 2003.
Iacub, R.: Tesis de Doctorado en Psicología, sin editar, 2006.
Krafft-Ebing Von, R.: Psychopathia sexualis, Editions Payot, París, 1999.
Santos, A.: “El Dos, El Tres y El Círculo. La Forma y El Contenido. La Obra y La Naturaleza”,
Cuadernos de Filología Clásica España: Estudios griegos e indoeuropeos, Nº 6, 1996.
Sontag, S.: “The double standard of aging”, Saturday Review, The Society, September, 1972.
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