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Desde el punto de vista fisiológico, la adolescencia nos recuerda el periodo fetal y los
dos primeros años de vida, en cuanto a que es un periodo de cambio biológico muy rápido. Sin
embargo, el adolescente experimenta placer y dolor al observar el proceso: contempla con
sentimientos alternos de fascinación, deleite y horror el crecimiento de su cuerpo. Sorprendido,
a veces avergonzado e inseguro se compara sin cesar con otros y revisa su autoimagen.
Hombres y mujeres vigilan con ansiedad su desarrollo -o falta de éste- y basan sus juicios tanto
en conocimientos como en información errónea. Se comparan con los ideales sociales
predominantes de su sexo; de hecho, para ellos es un problema importantísimo tratar de
conciliar las diferencias entre lo real y lo ideal. Su ajuste dependerá, en gran medida, de cómo
reaccionen los progenitores ante los cambios físicos de su hijo/a adolescente.
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Tema 4: desarrollo de la personalidad en la adolescencia
temporal en el varón. Conforme ocurre el estirón del crecimiento, los niños por lo general
pierden la mayor parte de la grasa adicional y, en cambio, las niñas suelen conservarla.
Ambos sexos presentan una gran variabilidad en el periodo en que aparecen los cambios
hormonales asociados con el comienzo de la adolescencia. Como veremos más adelante, hay
niños “de maduración temprana” y “de maduración tardía”, y el momento en que se da la
maduración influye mucho en el ajuste. Las hormonas “masculinas” y “femeninas” se
encuentran en ambos sexos, pero los varones empiezan a producir una mayor cantidad de
andrógenos —la más importante de las cuales es la testosterona— y las mujeres un mayor
número de estrógenos y de progesterona.
Cada hormona influye en un grupo específico de objetivos o receptores. Así, la secreción
de testosterona produce el crecimiento del pene, el ensanchamiento de los hombros y la
aparición de vello en la zona genital y en la cara. Por acción de la progesterona, el útero y los
senos crecen y las caderas se ensanchan. Las células receptoras son sensibles a cantidades
muy pequeñas de las hormonas apropiadas, aun cuando se encuentren en concentraciones
como las de una pizca de azúcar disuelta en una piscina.
Las glándulas endocrinas segregan un equilibrio delicado y complejo de hormonas.
Mantener el balance es función de dos áreas del cerebro: el hipotálamo y la hipófisis. El
hipotálamo es la parte del cerebro que da inicio al crecimiento y, con el tiempo, a la capacidad
reproductora durante la adolescencia. La hipófisis, situada por debajo del cerebro, segrega
varias clases de hormonas, entre ellas la hormona del crecimiento —que regula el crecimiento
global del cuerpo— y también algunas hormonas tróficas secundarias. Estas últimas estimulan
y regulan el funcionamiento de otras glándulas, entre ellas las sexuales: los testículos en el
varón y los ovarios en la mujer. En el hombre, las glándulas sexuales secretan andrógenos y
producen espermatozoides; en la mujer, secretan estrógenos y controlan la ovulación. Las
hormonas segregadas por la hipófisis y por las glándulas sexuales tienen efectos emocionales
y físicos en el adolescente, aunque los primeros no siempre son tan profundos como se cree
habitualmente.
Pubertad
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En la mujer, el crecimiento de los senos suele ser la primera señal de que se han
iniciado ya los cambios que culminarán en la pubertad. También comienzan a desarrollarse el
útero y la vagina, acompañados del agrandamiento de los labios vaginales y del clítoris.
La menarquia, que es el signo más evidente y simbólico de la transición de la niña a la
adolescencia, se presenta más tarde en la secuencia, luego de que el estirón del crecimiento
alcanza su punto culminante. Puede ocurrir a los nueve años y medio o hasta los dieciséis años
y medio; la edad promedio de la menarquia para las mujeres estadounidenses es de doce años
y medio aproximadamente. En otras regiones del mundo, ésta se da mucho más tarde: la
adolescente checoslovaca promedio tiene su primer periodo a los 14 años; entre los kikuyu de
Kenia, la edad normal es de dieciséis años, y entre las bindi de Nueva Guinea, es a los
dieciocho. Por lo regular la menarquia tiene lugar cuando la niña se acerca a la estatura adulta
y ha almacenado un poco de grasa corporal. En una niña de talla normal, suele comenzar
cuando pesa cerca de 45.4 kilogramos.
Los primeros ciclos varían mucho entre las niñas; además suelen variar de un mes a
otro. En muchos casos los primeros ciclos son irregulares y anovulatorios, es decir, no se
produce el óvulo. Pero no conviene que la adolescente suponga que no es fértil.
La menstruación produce “cólicos” menstruales en casi la mitad de las adolescentes.
La tensión premenstrual es frecuente y muchas veces se observan irritabilidad, depresión,
llanto, inflamación e hipersensibilidad de los senos.
El adolescente puede ser muy intolerante ante la desviación, sea del tipo corporal (ser
demasiado gordo o delgado) o en relación con el momento de la maduración (si es precoz o
tardía). Los medios de comunicación favorecen la intolerancia pues presentan imágenes
estereotipadas de jóvenes atractivos y exuberantes que pasan por esta etapa de la vida sin
granos, frenos, desgarbo ni problemas de peso. Muchos adolescentes son muy sensibles a su
aspecto físico; de ahí que sientan mucha ansiedad e inseguridad cuando su imagen, menos
que perfecta, no corresponde a los hermosos ideales que ven en los medios de comunicación.
A lo largo de la niñez media, los niños no sólo se percatan de los diversos tipos e ideales
corporales, sino que se hacen una idea bastante clara de su tipo, proporciones y habilidades
corporales. En la adolescencia, examinan con mayor detenimiento su tipo somático. Algunos,
someten a una dieta rigurosa; otros inician regímenes estrictos de acondicionamiento y
mejoramiento de su vigor físico. El interés de los varones se concentra en la fuerza física. Lo
más importante son la estatura y los músculos. Por el contrario, a las mujeres les preocupa ser
demasiado gordas o altas. Se concentran sobre todo en el peso porque desean que las
acepten socialmente. Por ello, muchas adolescentes normales, e incluso delgadas, se creen
obesas. Cuando esta actitud se lleva a los extremos, puede ocasionar trastornos alimentarios,
sobre todo anorexia nerviosa y bulimia.
En los cambios que a los adolescentes de ambos sexos les gustaría introducir en su
cuerpo, se observan algunas diferencias interesantes. Las mujeres quieren modificaciones
específicas: “Haría que mis orejas no sobresalieran tanto” o “Me gustaría que mi frente fuera
más amplia”. Los varones son menos precisos. Es posible que un adolescente diga “Quisiera
ser más atractivo y delgado. Cambiaría por completo mi aspecto físico para ser guapo, con una
buena complexión”. A los dos sexos les preocupa la piel: casi la mitad de los adolescentes
manifiesta malestar por los granos y las espinillas.
Los efectos del periodo en que se da la maduración ha acaparado la atención de los
investigadores casi tanto como la adolescencia. Una maduración a destiempo puede ser un
problema, aunque muchos adolescentes muestran una actitud bastante positiva ante su ritmo
de maduración. Esto se observa sobre todo entre los varones que maduran en forma tardía.
Dado que en promedio las mujeres maduran dos años antes, estos niños son los últimos en dar
el estirón del crecimiento y llegar a la pubertad. En consecuencia, por ser más pequeños y
menos musculosos que los muchachos de su edad, se encuentran en desventaja en casi todos
los deportes y en muchas situaciones sociales. Otros niños y adultos suelen tratarlos como si
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tuvieran menos edad; tienen un estatus social más bajo entre sus compañeros y se
considerados menos competentes por los adultos.
En ocasiones esta percepción se convierte en una profecía autorrealizada: la reacción
del niño consiste en mostrarse dependiente y adoptar una conducta inmadura. Otras veces la
compensación es excesiva y se observa una gran agresividad. En cambio, el niño que madura
en forma precoz obtiene ventajas sociales y atléticas entre sus compañeros, con lo que disfruta
de los beneficios de una profecía autorrealizada, A partir de la niñez media, el niño de
maduración precoz tiende a ser el líder de los grupos de compañeros.
La maduración temprana ofrece ventajas e inconvenientes para las mujeres. La
maduración tardía puede ser positiva porque maduran casi al mismo tiempo que sus
compañeros del sexo masculino. De ahí que les sea más fácil compartir sus intereses y sus
privilegios. Son más populares que las que maduran en forma precoz. Por el contrario, estas
últimas son más altas y más desarrolladas que sus compañeros y compañeras. Un efecto de
esto es que tienen menos oportunidades de comentar sus cambios físicos y psicológicos con
los amigos y sobretodo con las amigas. Otro es que suelen sufrir mucho más por los cambios.
Pero reciben algunas compensaciones. Las mujeres que maduran en forma precoz se creen
más atractivas, son más populares con los adolescentes de mayor edad y es más probable que
tengan novio antes que sus compañeras de maduración tardía.
Estudiar por el texto: Fernández, E., Justicia, F. y Pichardo, M.C. (2007). Enciclopedia de
Psicología Evolutiva y de la Educación. Vols. I y II. Archidona (Málaga): Aljibe
3. CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
En ocasiones, el adolescente se siente más atraído por los valores y las actitudes de
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Tema 4: desarrollo de la personalidad en la adolescencia
un individuo que por los de un grupo. Este otro significativo puede ser un amigo intimo, un
profesor admirado, un hermano mayor, una estrella cinematográfica o deportiva o cualquiera
cuyas ideas y conductas admire. La influencia de estas personas se siente en cualquier etapa
de la vida, pero a menudo ejerce el máximo impacto durante la adolescencia.
En suma, el adolescente está rodeado por una extraordinaria diversidad de roles
aportados por múltiples individuos y grupos de referencia. Debe integrar esos roles a una
identidad personal y conciliar o desechar los contradictorios. Este proceso se dificulta aún más
cuando hay conflicto entre los roles (por ejemplo, entre pertenecer a un grupo orientado a la
diversión y ser un buen estudiante) o entre otras personas significativas (por ejemplo, entre un
hermano mayor y el novio o la novia).
Erikson dedicó gran parte de su vida profesional a trabajar como psicólogo clínico de
adolescentes y adultos jóvenes. Sus escritos sobre el proceso de establecer un “sentido interno
de identidad” han ejercido un profundo impacto en la psicología del desarrollo. De acuerdo con
Erikson, la formación de la identidad suele ser un proceso prolongado y complejo de
autodefinición. Este proceso ofrece continuidad entre el pasado, el presente y el futuro del
individuo; crea una estructura que le permite organizar e integrar las conductas en diversas
áreas de la vida; y concilia sus inclinaciones y talentos con roles anteriores provenientes de los
padres, los compañeros o la sociedad. La formación de la identidad ayuda además al
adolescente a conocer su posición con respecto a los otros y con ello sienta las bases de las
comparaciones sociales. Por último, el sentido de identidad contribuye a darle dirección,
propósito y significado a la vida (Frikson, 1959, 1963,1968; Waterman, 1985).
Se manifiesta un mínimo de
ansiedad; valores más
Se hacen compromisos sin
Exclusión autoritarios y vínculos
tomar muchas decisiones
positivos y sólidos con los
otros significativos
Todavía no se hacen A veces se abandona o se
compromisos; se tiene poco recurre al alcohol u otras
Difusión
sentido de dirección; se sustancias para evadir la
rehuye el asunto propia responsabilidad
Se sufre ansiedad ante las
Se pasa por una crisis de decisiones, decisiones sin
Moratoria identidad o por un periodo de resolver, se lucha con
toma de decisiones opciones y decisiones
antagónicas
Consecución de la identidad Se hacen compromisos Se tienen sentimientos
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Los investigadores señalan que el estado de identidad influye de modo profundo en las
expectativas sociales del adolescente, en su imagen personal y en sus reacciones ante el
estrés. Más aún, las investigaciones transculturales efectuadas en Estados Unidos, Dinamarca,
Israel y otras sociedades demuestran que los cuatro estados forman parte de un proceso de
desarrollo relativamente universal, por lo menos en las culturas caracterizadas por una
adolescencia larga. Veamos cómo interactúan los cuatro estados con algunos problemas de la
adolescencia.
Debido a las decisiones no resueltas, la ansiedad es la emoción dominante entre los
jóvenes que se hallan en el estado de moratoria. A menudo luchan con opciones y valores
antagónicos; les abruman continuamente la impredecibilidad y las contradicciones. Las
relaciones con sus progenitores son ambivalentes: luchan por conseguir la libertad y, al mismo
tiempo, temen o resienten la desaprobación de sus padres. Muchos estudiantes universitarios
se encuentran en el estado de moratoria.
En cambio, los adolescentes en el estado de exclusión sienten muy poca ansiedad.
Tienen valores más autoritarios que los que encuentran en otros estados y vínculos más
fuertes y positivos con las personas importantes en su vida. Los varones que se encuentran en
el estado de exclusión suelen tener una autoestima menor que quienes se hallan en el estado
de moratoria y es fácil persuadirlos (Marcia, 1980).
El estado de difusión se observa con mayor frecuencia en adolescentes que han sufrido
el rechazo o la negligencia de progenitores apáticos y poco afectuosos. Dejan la escuela y se
refugian en el alcohol o las drogas para evadir su responsabilidad. Diana Baumrind (1991)
demostró que el consumo de sustancias es más común en hijos de padres “indiferentes’.
Los adolescentes que alcanzaron el estado de consecución de la identidad muestran los
sentimientos más equilibrados hacia sus padres y su familia. Su búsqueda de independencia
contiene menos carga emocional que la de los jóvenes que se hallan en el estado de moratoria,
además en esa búsqueda tampoco se observa el aislamiento ni la sensación de abandono que
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• Diferencias sexuales.
Marcia y otros investigadores descubrieron una notable diferencia en la conducta y en las
actitudes de ambos sexos asociada con los cuatro estados de identidad. Por ejemplo, los
varones parecen tener una gran autoestima en los estados de consecución y moratoria de la
identidad. Las mujeres, por su parte, presentan más conflictos sin resolver, sobre todo en lo
tocante a las decisiones familiares y profesionales.
Los estudios posteriores confirman, en forma parcial, los resultados iniciales, pero
ofrecen una situación más compleja. Por ejemplo, Sally Archer (1985) observó que, en lo que
se refiere a las decisiones familiares y profesionales, las adolescentes en los últimos años de la
enseñanza secndaria suelen encontrarse en el estado de exclusión y los varones en un estado
de difusión. Más aún, en los estados de exclusión y de moratoria las chicas manifiestan mucha
incertidumbre ante la conciliación de conflictos que surgen en su familia y en sus preferencias
profesionales. Aunque ambos sexos afirman que planean casarse, tener hijos y ejercer una
carrera, es más probable que las chicas expresen preocupación por posibles conflictos entre su
familia y su carrera, Cuando se les preguntó cuánto les preocupaba, el 75 por ciento de los
varones y el 16 por ciento de las mujeres dijeron que nada, un 25 por ciento de los varones y
un 42 por ciento de las mujeres dijeron que un poco, nadie de los varones y el 42 por ciento de
las mujeres dijeron que mucho.
Los resultados son mixtos en otras áreas importantes de interés como las creencias
religiosas y políticas. En el caso de la religión, la investigación no revela diferencias notables de
género. Pero en lo que se refiere a las creencias políticas parece haber una diferencia
significativa en el estado de identidad entre los varones y las adolescentes de mayor edad. Los
primeros se hallan más a menudo en el estado de consecución de la identidad, mientras que
las segundas se encuentran más a menudo en el estado de exclusión (Waterman, 1985).