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¿Por qué es tan difícil para los seres humanos conseguir la dicha?

Es la pregunta que plantea Freud


en el primer párrafo del capítulo 3 del malestar en la cultura. Antes de presentar ciertas ideas que
el autor plantea en este capítulo, es menester entender, así sea en términos generales que nos
puede decir el título de la lectura. Si bien este título, “el malestar en la cultura” da a entender como
si se hablara de una cultura, quizás dominante, entendiéndola como una manera general que tiene
toda cultural de edificarse y que a su vez esta permanece en estados de malestar o infelicidad. Pues
bien comenzando por el capítulo antes mencionado el autor platea de forma llana los indicios más
aproximados acerca de la dificultad que tiene el ser humano para hallar la felicidad. Dice que hay
tres fuentes de donde provienen nuestras tristezas que son: La incapacidad para dominar
enteramente la naturaleza, El cuerpo y las normas de la sociedad. En suma a esto propone si habría
algo en la naturaleza de nuestro psiquismo humano que nos impide ser dichosos y que esto
implicaría a la cultura como la culpable de nuestras miserias.

Pienso que el desarrollo que Sigmund Freud le da a estas ideas, es muy consecuente con la historia
que conocemos de la humanidad desde los inicios del cristianismo, pues el autor nos recuerda la
incidencia que tuvo esta doctrina en nuestro pasado además de la fuerte influencia de los líderes de
antaño que ahora de ellos heredamos la noción de desvalorización de la vida terrenal, la exaltación
de lo inherente al cuerpo, del más allá después de la muerte, la proclamación de la miseria del
hombre junto con la hostilidad del entorno. Semillas que fueron aceptadas y bien sembradas por
generaciones a punta de creencias que poco se podían cuestionar, de la amenaza de la muerte y del
infierno.

La cultura, apunta Freud, aunque creada por el hombre, por más que haya conseguido cierto nivel
de desarrollo y progreso es vista con hostilidad. Dice que estos avances que hemos tenido, a la
humanidad, no nos hacen más felices; Pues lo que realmente es fuente de felicidad es el
desencadenamiento sin culpas de nuestras pulsiones primitivas y la cultura ante esto, es la
encargada de prohibir dichas conductas y la principal productora de displacer.

A lo anterior, doy cuenta de que es acertada la aseveración de que la cultura es determinante en la


insatisfacción y el malestar en la que vivimos la sociedad. Sin embargo intuyo que el placer con
relación a la libertad de nuestros instintos no necesariamente es sinónimo de felicidad si además
tenemos en cuenta que la liberación de estos simplemente nos llevaría al cansancio, al hastìo e
incluso no podrían llevar a la muerte. Además la felicidad se traduce también en otros aspectos
como por ejemplo tener mejor calidad de vida o bienestar. Fácil de entenderlo y tratando de ser
neutral ante mis propias creencias, propongo por ejemplo observar que desde lo que nos cuentan
de la antigüedad, hasta ahora la gran mayoría de los seres humanos queremos preservar nuestra
vida y nuestra especie. Seria incoherente entonces creer que el mero desatamiento de nuestros
impulsos, solo para obtener placer, sea motivo de felicidad para la humanidad, ya sabiendo que de
antaño queremos y le damos valor a la vida Y que solo la satisfacción de nuestros impulsos, pondría
en peligro nuestras vidas. Otro ejemplo supondría cuando por placer se come una golosina. La
felicidad o el placer durarían hasta que se termine esta o incluso antes cuando ya se siente uno
empalagado. Quiero decir con lo anterior que el placer no es lo mismo que la felicidad que deseamos
los seres humanos y es por ello que nos cuesta ser felices, pues el placer se reduce a momentos,
mientras que la felicidad se parece más bien a un estado de bienestar y tranquilidad.
Hasta aquí, ciertamente he llegado a una disonancia cognitiva. Por un lado apunta Freud que incluso,
por mejor nivel de vida que se tenga, por más desarrollo tecnológico a favor del ser humano halla,
este siempre se le es difícil mantener un estado de felicidad, y por el otro la idea del instinto de
supervivencia y conservación. El ser humano tiene la capacidad de conocer lo que le hace bien y lo
que le hace daño. Si sabe que el desenfreno de sus instintos pulsionales lo pueden llevar a la muerte,
por ende tiene que atribuirle a estos niveles en los cuales de cuenta que dichos placeres son buenos
o malos. Que el placer completo no va en consonancia con la felicidad o necesidad que implica el
estar vivo.

Dice Freud que las sociedades buscan hallar el equilibrio entre sus demandas individuales y las
exigencias culturales de la masa, pues posicionarse frente alguno de los dos extremos es altamente
peligroso por un lado el primero para la sociedad, pues este sería aborrecido y rechazado por esta,
y el segundo concluiría en aislamiento y somatizaciones como lo demostró el estudio del mecanismo
de las neurosis.

Por último, concluyendo las ideas de este capítulo, se entiende que hay otros factores que habrá
que tener en cuenta para entender nuestras insatisfacciones. Por lo que a mí respecta pienso que
los seres debemos desarrollar la capacidad de tener un propio criterio. La capacidad de pensar por
sí mismo y de ver en realidad cuando nos sentimos felices. Porque desde luego en algún momento
de nuestras vidas habremos experimentado la felicidad. Por algo prescindimos de ella, por algo la
buscamos.

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