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Título:

Mucho más que un deseo


©Norah Carter, Monika Hoff, Kate Ross
©Dolce Books
Primera edición: junio, 2017
Diseño de portada: munyxDesign
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Índice






Mucha, mucha sangre, había en mi ropa. Corrí de prisa por el cementerio. ¡Por
favor, por favor que no me encuentre! ¡Oh Dios!, escuché a lo lejos su voz
llamándome, en un tono de voz que me heló la sangre. De pronto me sujetó.

— ¡NOOOO!, ¡NOOOO!, ¡SUELTAMEEEE!, ¡NOOOO!, ¡DÉJAMEEEE!,
¡AYUDAAAA!, ¡POR FAVOOOOR! —

Sus manos me envolvieron el cuerpo con fuerza violentamente. Caí con fuerza
al suelo, boca abajo, mis rodillas se rasguñaron. Comencé a llorar
desconsoladamente, ¡iba a morir!, ¡iba a morir! ¡Por favor que se terminé
pronto!, comencé a repetir, una y otra vez en mi mente. Todo se nubló. Esa
noche morí…





Un cementerio, si agarras a un niño al azar, y lo llevas a vivir a una casa al
lado de un cementerio. Lo más probable es que lo traumatices de por vida.
Bueno no creo que eso sólo se aplique en niños. Yo tengo 26 años de edad, y
desde que comencé a trabajar, como cocinera certificada, para la familia
Collins, hace nada menos que una semana, ha sido la experiencia más
aterrorizante de mi vida. El abuelo de la familia de los Collins es un famoso
cuidador de cementerio, por lo tanto, viven cerca de uno. Tiene 70 años de
edad, y aún no quiere jubilarse. Dice que lo hará, hasta que sus huesos se lo
permitan. Sí, un comentario muy propio, ya saben un juego de palabras,
“huesos”, “cementerio”, súper divertido. La casa no está embrujada, bueno
todavía no he visto algo que me haya asustado. Y esperaba que hubiese
continuado así. Sin embargo, mi suerte se acabó. Al principio era un miedo
“normal”, es decir, el típico ¡Oh por Dios!, viven al lado de un cementerio…Y
las preguntas que me hacía la primera semana. ¿Me aparecerá un fantasma?,
¿el abuelo Collins traerá cadáveres aquí? Ya saben ¿será un trabajador fúnebre,
un embalsamador? Esas y más preguntas, rondaban mi cabeza la primera
semana. Algunas se me respondieron, la de si era un embalsamador. Pues la
respuesta es, “no”, no lo era.


Una semana atrás


— ¡Vamos Chelsea! —Dijo lanzándome una almohada a la cabeza—. No te lo
voy a repetir más, si no vienes a tu fiesta, le echaré un polvo a Neal por ti.

Gruñí, y me abracé a la almohada que me lanzó.

—Neal, es muy tierno para ti Amber —dije enfocando mis ojos, hacia una
Amber envuelta en una muy corta toalla.

— ¡Dios!, pero es tan mono, y divertido, es muy ingenioso con los chistes —
dejó caer la toalla, quedando desnuda completamente, de pie a unos 50
centímetros de mí.

Amber no era cohibida, y me tenía mucha confianza. Ya la había visto unas
miles de veces desnuda. Nos conocimos en la universidad, donde estudiaba
filosofía inglesa con ella, pero me salí a los 6 meses, y me pagué un curso
profesional de gastronomía. Al principio vivía en los cuartos de la
universidad, mientras estuve esos 6 meses estudiando, pero luego lo dejé.
Amber siguió estudiando, y decidimos alquilar un apartamento, a sólo 20
minutos de la universidad, y yo tomé el curso de gastronomía, que me quedaba
a media hora del apartamento. El curso lo finalicé en 9 meses, por la suma de
“42.320,12 dólares”, dinero que obviamente no tenía, mis padres me ayudaron
a pagarlo. Ambos se molestaron mucho, cuando se enteraron que dejé la
universidad, pero de todas maneras me ayudaron a pagarlo.

— ¿No te has vuelto acostar con él? —dijo dándose vuelta, y tomando una
manzana, de un bol sobre la barra de desayuno, se dio la vuelta, se lamió los
labios, y le dio un buen mordisco a la manzana roja.

Puse los ojos en blanco y me incorporé en la cama.

—Todo lo llevas a una entonación sexual —dije burlándome.

— ¡Hummm!, sí —dijo y dio otro mordisco.

La puerta se abrió, giré mi cabeza hacia la puerta de entrada del pequeño
apartamento. Estábamos en la sala, la cual era una habitación mediana, dividida
en un pequeño espacio para un sofá, con una mesita para el café, más dos puff,
luego veías la cocina, que tenía una barra para desayunar, y había un mueble
aparador-vitrina pequeño, pegado a una pared frente al sofá.

Amber no se inmutó, apoyo ambos codos a la barra que le llegaba casi a la
mitad, de la espalda alta. Haciendo que se le arqueará el cuerpo, sacando
pecho.

—Hola… —dijo Neal que se quedó boquiabierto, con la mano sujetando la
puerta al ver a Amber que se llevó la manzana sugestivamente a la boca —.
Yo... —se dio vuelta rápidamente. Logré ver su cara antes de voltearse, era
todo un poema, sus ojos se habían abierto tanto como platos, su boca, estoy
segura de que su mandíbula tocó el suelo, su mirada había pasado de sorpresa,
a una chispa de breve lujuria, por culpa de la osadía de Amber de morder la
manzana.

—Bueno niños —dijo Amber tratando de no reírse a carcajadas, tan solo
soltando una risita —. Voy a vestirme, tengo que darle clases a un montón de
adolescentes hormonales, de 18 años.

Amber trabajaba dando clases de filosofía inglesa, en la misma universidad
que se graduó.

Neal se aclaró la garganta, y se dio vuelta, lo escuché tragar saliva. Porque
Amber aún no se había ido y, a propósito, se había agachado a recoger, “nada”
del suelo, y le dio una buena vista de su culo, y parte de su “pedacito de cielo”
como llamaba ella a su vagina.

—Neal —dije cuando Amber se fue a su habitación.

Neal suspiró, y soltó un: ¡Vaya!

—Amber no cambia —dijo sentándose en uno de los puff —. Es la primera
vez… que la veo totalmente desnuda —dijo sonrojándose.

Era adorable, pero Neal no era un santo, cuando se ponía caliente, pues “se
ponía caliente todo el ambiente”, su timidez, su caballerosidad, lo hacía un
adorable chico sexy. Sin embargo, no era mi tipo de hombre. Amber pensaba
que me había acostado con él. Tenía casi un año sin mantener relaciones
sexuales. ¡Ni hablar de novios!, mi último novio lo tuve hace 3 años. Mi
conejo estaba en seguía, como el desierto de “Atacama” Sin embargo sentía
curiosidad por Neal, su dulzura estaba despertando las ganas acumuladas de
tener sexo en mí ¡Dios sabe que sí!

—No, no cambia, y yo estaba pensado —dije mirándome en un espejo, que
pusimos precisamente para casos como estos, de quedarse dormida en este
rico sofá de 10.000 dólares, una inversión divina, para dormir una rica siesta,
o para echarse toda la noche. Me di un visto rápido, ya que estaba recién
levantada, y por hermosa suerte, dormí boca arriba, así que no tenía la cara
hinchada, y ya me había quitado las escasas lagañas, antes de que Neal entrara.
Cosa que, sé, que se pensará bien, antes de entrar sin tocar. Amber le dio la
libertad de entrar con su propia copia de llaves, ya que él y yo somos amigos
desde el high school. Y Amber lo quiere para mí como novio, pero ella se
contradice, haciendo cosas como la que hizo de dejar que él la viera desnuda
como “Eva” con el fruto prohibido y todo, sólo falto la serpiente.

— ¿Qué estás pensando? —dijo frunciendo el ceño con curiosidad.

—Bueno ahorita en tres horas, más o menos, vamos a salir a la nueva
discoteca que recomendó Amber.

Eran las 5 de la tarde, como no había dormido nada ayer, por estar cocinando
toda la madrugada, para mi propia fiesta de celebración, por mi contrato con
una familia adinerada.

—Sí, es muy buena, hace poco fui con unos amigos —dijo rascándose la
mejilla.

—Bueno me gustaría intentar…—Amber interrumpió al salir de su habitación
vestida como profesora seria con su toqué personal, de “diablilla por las
noches”

—Bueno corazones, nos vemos en unas horas, los dejo solos, pórtense muy,
muy mal —dijo guiñándole un ojo a Neal. Que hecho el loco le miró de reojo
el culo.

—Sabes, ella tiene razón —dije de pronto sin pensar tanto.

— ¿¡He!? —dijo un Neal confuso.

—Ya vengo, me daré una rápida ducha, si quieres usa el pc que está ahí en la
mesa —dije mirando hacia la mesa cuadrada.

—Ok. —dijo sonriéndome con curiosidad.

A los 20 minutos salí vestida con unos sexys shorts de pijama, con estrellitas y
corazones en color rosado pálido y una sencilla franela sin mangas del mismo
color, con la linda carita de una gatita y la frase “Always in my heart” El
cabello me lo dejé recogido en un “moño de bailarina”, soy una orgullosa
pelirroja natural. Mi largo de cabello es de 60 cm, y lo tengo ondulado.

— ¡Vaya! Lindo pijama —dijo Neal levantándose del sofá.

Neal tenía el cabello rubio oscuro, ojos azul claro, y media unos 1,70 de
altura. Llevaba una franela de manga mediana, del color de sus ojos con
pequeñas líneas blancas, un pantalón deportivo gris, y tenis blancos. Sobre la
cabeza, a modo de diadema, llevaba unos lentes de sol. Estábamos cerca del
verano.

Me acerqué a él, y puse mis manos en sus hombros haciendo que tomara
nuevamente asiento, le quité los lentes de sol de la cabeza, los dejé en la mesa
de café. Y a continuación me subí a horcajadas de él, comencé a besarlo
lentamente. Neal no me detuvo. Al principio del beso, sus manos estaban
quietas, en segundos me cogieron por las caderas e hizo que me comenzara a
mover con ganas encima de su rápida erección. Me tumbó boca arriba del
sofá, se sacó la franela, y su boca se posó en mi cuello, mientras sus manos
masajeaban con apremio mis senos, haciéndome gemir, me alcé con los codos,
y me sacó la franela por la cabeza, seguido mis manos bajaron por su pecho
hasta el elástico del pantalón. Se levantó, con un pie hizo palanca y se sacó un
zapato, y luego el otro. Luego se bajó el pantalón, quedando en un bóxer negro
suelto en el área del bulto, que estaba ahora apretado. Colocó sus manos en el
elástico de mi short, y me los bajó dejándome en ropa interior de encaje rosa
oscuro. Se subió encima de mí apoyando su peso en sus brazos, pasé mis
manos por su espalda, y comenzó a deslizar su cuerpo, pegándolo
completamente al mío, pero aun sosteniendo su peso. Mis piernas abiertas, y él
entre ellas, besándome desenfrenadamente. Luego yo me subí encima de él,
ganándome un gruñido de su parte. Apoyé mis rodillas en medio de sus
piernas, dejando mi trasero en pompa. Mientras lo besaba lentamente,
provocándolo, sus manos moldearon mis glúteos e hicieron que mi cuerpo
cediera por completo encima de él, y sentí su polla dura en mi desesperado
conejo. Me levanté un poco y tiré de su bóxer, se levantó con apremio, y se lo
quitó, liberando una moderada polla. Yo aproveché estando de pie, y bajo su
ahora atenta mirada, me quité sensualmente la braguita, me tomó por la cintura
apenas me la quité, me comió la boca con desespero, sus manos abrieron el
brasier de encaje, cayendo en el suelo con el resto de nuestra ropa. Se tumbó
en el sofá conmigo encima, su polla quedó pegada a mi vientre, se movió un
poco ajustando su cuerpo con el mío, y tomó su polla en mano, y la colocó en
la entrada de mi conejo, y sin decirme nada, la metió toda de un solo empujón
haciendo que soltara un quejido de dolor. Había pasado tiempo ya, un año sin
sexo, ¡era un año sin sexo coño!

Por lo visto no escuchó mi quejido, o lo confundió con un gemido. Pero
pasado unos segundos me acostumbré a su pene. Me comencé a mover,
porque, aunque él estaba debajo de mí, se estaba moviendo, alzaba la pelvis
hacia arriba. Ahora era yo la que marcaba el ritmo, no nos besábamos, sus
manos se cerraron en mis pechos, me miraba, y yo lo cabalgaba, mis manos
apoyadas en su pecho, que subía y bajaba agitadamente. Me gustaba lo que
estaba haciendo, pero necesitaba algo más, usé mi mano izquierda en donde
nuestros cuerpos se unían, y me acaricié cerca del clítoris en forma circular. Él
tenía los ojos cerrados, perdido en su propio éxtasis, ni cuenta se dio que yo
misma me estaba tocando, cosa que me decepciono. Me seguí moviendo y
cuando estaba cerca del orgasmo, él se corrió. Y yo tuve con mi mano, todavía
encima de él, que se estaba terminando de descargar dentro de mí, apresurar
mi mano y terminar. Todo un año sin sexo, y quedé decepcionada. Quería
atención, aunque fuese un rapidito. Puse mi mejor cara, y me levanté.


Fuimos a celebrar, y Neal estuvo toda la noche sonriendo, y Amber, todavía no
sabía que Neal y yo habíamos tenido sexo. Lo más irónico es que Neal, no
podía quitarle los ojos de encima a Amber, la verdad no me molestó, ya que yo
no sentía nada romántico hacia Neal, lo que me molesto, es que después de
estar conmigo recientemente la viera a ella, como si no hubiese descargado
sus semillas en mí. Hasta que descubrí esa noche, que él creía, que Amber y yo
queríamos estar ambas con él. En una especie de fantasía de muchas personas
en el mundo, hacer un “trio”. La verdad nunca he estado en uno, pero esa no
era mi intención, sólo quería un buen polvo, y no supo regalármelo. El tipo
tenía 0 atención con mi cuerpo y necesidades. Yo simplemente no tenía ganas
de repetir con él, el sexo.



Presente.

— ¡maldito pollo! —dije cortando el pollo con el cuchillo más afilado
de la cocina.

—Chelsea —

Pegué un brinco, y di gracias a Dios de no cortarme. ¡Cristo!, la ama de
llaves siempre hacía eso, aparecer como un ¡endemoniado fantasma!

—En breve vendrán los ayudantes para el banquete de esta noche —dijo
Roberta, la ama de llaves con cara de sepulcro.

—Bien, gracias señora Roberta —dije con una inclinación de cabeza.

—Otra cosa señorita, en su habitación tiene un vestido, póngaselo. —
dicho eso se fue.

Me quedé atónita, ¡un vestido! Miré la ropa que llevaba puesta, mi
uniforme de chef. Todo en negro, un cómodo pantalón, muy parecido a
los deportivos, y una chaqueta de chef tradicional, con bordes y botones
rosado oscuro, más el gorro. Y de calzado unos sencillos tenis. El
cabello recogido en un moño de bailarina, dentro del gorro. Y unos
pequeños pendientes de unicornio color rojo, en cada oreja, mis
favoritos. No llevaba pulseras, reloj, anillos, en las manos. ¡Pues yo
estoy bien así, gracias! Pensé.

Después de pasarme toda la mañana, y parte de la tarde cocinando lo
más complicado, que incluía pollo. Fui a mi habitación asignada, en
planta baja, a las 7:40 de la noche. La fiesta comenzaría a las 10. Me di
un rico baño en la bañera, en un agradable baño, dentro de la habitación.
Salí en una minúscula toalla, que apenas cubría mi pecho y conejo. Mis
nalgas y costado izquierdo se veían un poco. Caminé hacia el baúl al pie
de la cama, y miré la caja cuadrada blanca encima del baúl, cuando la
iba abrir, se apagaron las luces, y solté un grito ahogado. Estaba todo
tan oscuro, comencé con las manos extendidas a palpar la cama, y
muebles, para poder llegar a mi celular, que estaba encima de la
cómoda de la habitación. Pero no estaba ahí, cuando logré llegar hasta
ella.

— ¡Pero qué coño! —solté.

Estaba segura de que lo deje ahí. La luz no regresaba, y todo estaba en
completo silencio. Me estremecí, porque me acordé del cementerio, que
estaba a “patica de mingo” de la casa.

Bueno, y si salgo, pensé. A lo mejor hay luces de emergencia en la casa.
Pero estaba desnuda prácticamente, aunque la casa estaba vacía, sólo
estábamos la ama de llaves y yo.

— ¡Al diablo!, yo no me quedo aquí —dije y con brazos extendidos,
para no golpear nada en el camino, me encaminé a la salida. Menos mal
que no me dieron una habitación fuera de la casa, o algo por el estilo,
me hubiese congelado, tan solo en una minúscula toalla, y de paso
todavía mojada. No sé por qué la chica de limpieza no me dejó toallas
grandes para bañarme.

Cuando logré abrir la puerta de la habitación, mis ojos se
acostumbraron a la oscuridad, pero era condenadamente oscuro, ni la
luz de la luna se filtraba, ya que era una noche nublada. Caminé un
poco, pasando mis manos por paredes invisibles, hasta que vi la luz de
una linterna, que venía de la cocina, ¡Roberta! Pensé. Me guie por el
halo de luz. Estaba segura de que esa era la cocina, ya que quedaba en el
mismo pasillo de donde estaba mi habitación. Esa era la entrada trasera
de la cocina. Cuando llegué a la cocina, la luz se fue, y me entro el
pánico.

—Ro…Roberta —dije temblorosamente casi en un susurro.

Nada, silencio. ¡Pero qué rayos!, estoy segura de que había una luz. O
alguien me quería jugar una broma. Aunque a los únicos que conocía en
la casa, eran a los dueños, la hija del señor Abel, el cuidador de
cementerio. Axel, el esposo de Hillary la hija del señor Abel. Una mujer
de 50 años de edad, con 2 hijas, que sé, que hace años que no viven más
en el nido de sus padres. Esa información me la dio en mi primer día,
Mary de 18 años, la que limpiaba la casa, una vez a la semana. A las
hijas de Hillary no las conozco. Su esposo Axel un hombre de unos 50
y tantos años de edad, sólo lo he visto una vez. Estaba muy ocupado, se
presentó, y siguió con su teléfono celular. Su esposa, no es un encanto
de mujer, es una pija engreída, por suerte nunca está en la casa. Luego
está el jardinero, que ronda los 50, con un joven asistente. No recuerdo
el nombre de ambos, vienen cada 15 días, los conocí en mi quinto día
en la casa. Y por último Roberta, que vive en la casa, ella es la más vieja
de los empleados, tiene 67 años de edad.

La luz regresó, y sentí en mi pierna algo peludo. Así que grité, y solté el
borde de la toalla, que estaba apretando antes con tanta fuerza, que se
me habían puesto los nudillos blancos. La toalla cayó al suelo. Miré mi
pierna izquierda, pero no había nada, no estaba lo que me rozo, estaba
de pie junto a la isla de la cocina, miré el suelo, y no había nada, sólo
mi toalla, cuando me iba a agachar a recogerla, escuché como alguien
se aclaró la garganta. Me congele, sabía que era un hombre, ya que no
creo que Roberta, carraspeé así. Me di vuelta, ya que, si me agachaba a
recoger la toalla, el hombre me vería como Neal vio a Amber. Coloqué
mi brazo izquierdo en mis senos, pero fallé tapándomelos por
completo, ya que mi talla de sostén era 38 copa b. Con la mano libre
tapé al conejo.

Un muy descarado hombre, me estaba sonriendo cruzado de brazos
llevándose un mano a la boca, manteniéndola cerrada, pero con una
sonrisa y mirada lasciva, peor que las que daba Neal.

Mis mejillas se pusieron calientes, sus ojos me recorrieron por
completo. Estaba vestido con un traje formal. Pantalón negro de vestir,
camisa fina manga larga, color rojo vino tinto, corbata de seda negra, y
chaleco a juego con el pantalón. En calzado unos mocasines formales,
gritaban que eran hechos en Italia. Yo siempre he tenido muy buen ojo
para la ropa y calzado. Para mi mala suerte en este instante, la cocina
estaba perfectamente iluminada, por eso le estaba dando todo un
espectáculo al intruso. Su cabello era tan negro como la noche, sus ojos
de un marrón oscuro, casi negros. El cabello lo tenía peinado hacia
atrás, llevaba una pequeña liga la cual le sujetaba unos mechones de
cabello. No tenía barba, pero sí, un bigote muy suave, poco poblado. En
la barbilla unos cuantos vellos, y también en las mejillas. En pocas
palabras, estaba, cuando ya te toca afeitarte, si no quieres dejarte la
barba. Al tener los brazos flexionados así, noté lo fuerte que es, y tenía
la camisa remangada en cada uno.

—Yo… Por favor se puede dar vuelta —dije acalorada. Sería muy
divertido decir que me estaba desnudando con la mirada, pero yo, ya
lo estaba.

Me miró y ladeó la cabeza. ¡¿Pero de verdad?! no pensaba darse vuelta,
prácticamente negó con la cabeza. Cuando se lo iba a repetir, entró a la
cocina, y se colocó en cuclillas ante mi cuerpo desnudo, me miró desde
abajo lentamente subiendo sus ojos desde mis pies hasta mi cara, y
luego tomó la toalla del suelo, se levantó y me la tendió. Tardé unos
segundos, en tomarla, ya que se acercó demasiado a mi cuerpo, su boca
estaba peligrosamente cerca de la mía, podía oler su caro perfume, y su
aliento a… no tenía idea a que, olía delicioso.

—Aquí tienes —dijo. Casi se me cae la mandíbula al suelo, tenía la voz
ronca.

—Gracias —dije tomándola.

Se dio vuelta, y casi me rio por eso, ¡ahora si se iba a dar vuelta! Me la
coloqué lo mejor que pude, y la sujeté fuertemente para que no se
cayera. Ya me había visto el culo, no quería que viera también mi parte
delantera. Aunque mi cuerpo reaccionó traicionando mi raciocinio,
momentos antes.

—Ya —dije

Se dio vuelta y vi como asomó su lengua un poco entre los labios. Me
sonrió, y le llegó a los ojos. Era difícil saber si me encontraba graciosa,
o sexy.

— ¿Qué le causa tanta gracia? —dije sin darle vueltas al asunto.

—Tú —dijo encogiéndose de hombros. Y su cara, no frunció el ceño.
Su boca no estaba curvada en una sonrisa, o en una línea recta. Su boca
estaba cerrada, sus labios se veían tan sensuales, no agrietados, no
secos, perfectamente rosados, un delicioso color natural, y sus ojos me
veían, por unos segundos mantuvo la mirada fija sin parpadear. Era una
expresión asombrosa, denotaba sensualidad, perfecta sensualidad,
masculinidad. Denotaba deseo. Podía escribir un poema, o una canción,
sobre este momento. Era simplemente un momento de mi vida, en
donde puedo decir, “acabo de conocer a una persona interesante, una
persona que hizo que el tiempo se detuviera”. Alguna vez leí algo sobre,
lo de, detener el tiempo cuando conoces a alguien con quien tienes una
tremenda química, así de la nada. Al menos eso esperaba de parte de él.
Mi cuerpo me decía que estábamos siendo recíprocos, pero mi mente
cuando por fin reaccionó, y me despejé de mi estado de ensoñación, me
dijo que eran sólo ideas mías, me sentí una boba.

— ¡Bien!, señor… —dije removiéndome incómoda —. Me voy,
permiso —dije disponiéndome a pasar por su lado.

Se movió y me dio paso.

Cuando me encaminé, sentí sus ojos en mi espalda. La noche seria larga.
Llegué a mi habitación, cerré con llave, y respiré profundo, ¿Quién era
él? Estaba muy bien vestido, para ser alguien de los ayudantes, quienes
ya se habían ido, por cierto, regresarían a las 9:00, para comenzar a
servir la comida, y atender a los invitados. ¿Será familiar de los
Collins?, distraídamente me mordí el dedo índice. Miré la caja
descansando encima del baúl, me acerqué y la abrí. Me llevé ambas
manos a la boca.

— ¡Esto tiene que ser un error! —dije mirando el interior de la caja.
Tomé la caja, pero la volví a dejar donde estaba, fui por una bata al
baño, me la puse y tomé de nuevo la caja. Quité el seguro, y me tropecé
duramente, con un fuerte… No sé con qué… porque caí sobre mi
trasero, y se me privó de aire, sólo logré ver unos pantalones negros, y
todo se tornó borroso… y perdí el conocimiento.




— ¿Está seguro? —dijo una voz ronca.

—Se le bajó la presión —dijo otra voz.

Todo se tornó borroso, y vi mucha, mucha sangre, y grité con todas mis
fuerzas.

— ¡Chelsea!, ¡Chelsea!, escúchame, respira profundo, vamos tú puedes
—dijo la voz ronca con un tono de voz que infundía tranquilidad,
sujetándome con sus fuertes manos por los brazos.

—Está teniendo un ataqué de pánico —dijo la otra voz —. Permítame
señor Edward. Señorita Chelsea, soy el doctor Peter, traté de calmarse,
el aire ya llegará, tomé pequeñas bocanadas.

—No…no… puedo… me duele mucho el pecho… el aire no entra… —
dije desesperada. Odiaba con todo mí ser los ataques de pánico. Logré
mirar al doctor, la voz ronca era… según el doctor, se llama Edward, el
cual me miraba con un semblante de preocupación.

—Agua… un poco…. Eso…. Tiene que ayudar… —dije agitadamente.

Edward corrió, y regresó a los segundos con agua. Me la dio y rozó sus
dedos con los míos, cosa que me generó tranquilidad, sentir su piel. Sé
que era una locura, no sé, si era por culpa del ataque de pánico, pero me
sentía a salvo con él. Me tomé despacio el agua, y logré sentir de nuevo
aire en mis pulmones. Nunca he entendido los ataques de pánico, no sé
si de verdad el aire se va, o todo está en la mente. Es muy doloroso, no
poder respirar, es una angustia horrible.

—Gracias, yo… la verdad, que vergüenza… —dije tratando de
pararme, pero Edward me detuvo con suavidad colocando sus manos en
mi espalda.


—No te levantes todavía, por favor —dijo mirándome con mucha
seriedad.

Asentí con la cabeza, y tomé leves bocanadas de aire. Aún tenía la
sensación en mi pecho. El dolor quedaba por un rato. Me sorprendió
haberme desmayado, sólo una vez en mi vida me desmaye, o eso
recuerdo. No sé muy bien qué edad tenía.

El doctor me hizo unas cuantas preguntas básicas, sobre si tomaba
algún medicamento, si estaba en cinta, etc. Le dije que no a todo, y
frunció el ceño, me explicó a los lugares que podía acudir por ayuda,
para manejar los ataques de pánico, para buscar la causa. Ya que se me
escapó frente a Edward, confesar que sufría de ataques de pánico, que
no sólo se trató de esta única vez.

—Bueno señorita Chelsea, me retiró, aquí tiene mi tarjeta —dijo
entregándomela.

Le di las gracias y la tomé. Luego se retiró acompañado de Edward.
Suspiré, y me cerré la bata que me la había abierto el doctor, aún
llevaba debajo la toalla húmeda. Miré al techo, estaba tendida en la cama
de mi habitación. Suspiré.

— ¿Estás bien? —dijo Edward

Me apoyé en mis codos, y me senté apoyando la espalda en el respaldo
acolchado de la cama. Edward estaba cruzado de brazos, apoyado en el
marco de la puerta abierta.

—Sí, estoy mejor gracias, disculpa la molestia —dije mirándolo sin
perder detalle de cada parte de su cuerpo. Nunca he sido tan…de mirar
tanto a un hombre. Es como un maldito imán. Él me desconcierta tanto,
me gusta, pero me genera… algo más. Algo que sé, que no es nada
bueno.

Caminó hacia mí.

— ¿Te sientes bien, como para continuar con los preparativos de la
fiesta? —preguntó manteniendo una expresión de seriedad.

—Sí, ¡vaya!, casi me olvido de la fiesta —dije levantándome de prisa, y
mareándome repentinamente cayendo sentada en la cama.

¿Pero qué diablos me está pasando?, eso antes no me sucedía, pensé.

Edward llegó enseguida hasta mí, y se arrodilló junto a mí. Colocó una
mano encima de mi muslo desnudo, ya que la bata se me abrió.

—No, no estás bien —dijo otra vez mirándome fijamente

—Sí, sólo deme un segundo por favor —dije sin poder apartar mis ojos
de los de él.

—Yo puedo encargarme —dijo poniéndose de pie.

—No, no… —dije levantándome lentamente sujetándolo por los
antebrazos.

Edward abrió levemente la boca, sus ojos brevemente se abrieron
mucho, pero luego la cerró, y sus ojos volvieron a estar como antes.

—Ok, pero trate de llevarlo con calma —dijo alejándose de mí.

¡¿Y ahora que rayos le sucede?! Ahora me trata de usted, pensé y negué
con la cabeza y solté un suspiró teniéndolo aún en frente de mí.

Frunció el ceño.

—Por favor, señor Edward, permítame prepararme para la fiesta —dije
caminando hacia el baño.

—Ok —dijo, y se fue sin decir más.

Estaba muy molesta repentinamente. Después de terminar de vestirme, y
mirarme casi 15 veces al espejo de cuerpo entero del baño. El vestido
era de dos piezas, consistía en una falda larga arriba de la rodilla, de
pliegues de patrones, con la parte de arriba transparente y debajo un
forro, ambas partes en color negro. El forro dos dedos más corto.
Sencillamente hermosa. La parte de arriba una blusa sin mangas color
dorado escarchado, más abajo del ombligo. La blusa parecía unida con
la falda, ya que iba por dentro de la misma, como formando una sola
pieza. Me sentía hermosa vestida así.

A las 10:20, los invitados estaban llegando, la ama de llaves me dijo que
ella se encargaría de manejar al servicio de banquete, que me uniera a la
fiesta. La fiesta me impresionó, pensé que sería aburrida, sólo música
suave de fondo. Había gente de mi edad, todos los presentes rondaban
entre los 25 hasta los 35 años de edad. Y los dueños de la casa, no
estaban por ningún lado. Raro muy raro, o luego harían acto de
presencia como la cenicienta.

—El infierno se calentó más que nunca —dijo una voz respirando
encima de mi cuello.

Me di la vuelta bruscamente.

—Disculpa… Pero ¿qué…? —me quedé callada, reaccioné y dije: —.
¡Neal! —lo tomé del brazo y lo llevé a un rincón apartado.

—Ufff, sí, vamos a saludarnos como se debe —dijo tomándome
velozmente por la cintura, y pegando su boca bruscamente a la mía, mi
boca se abrió por la impresión, y aprovechó y metió su lengua, la cual
comenzó a mover como una desagradable víbora.

Le pisé lo más fuerte que pude el pie con mi tacón, de mis recién
estrenados tacones.

— ¡Puta madre! —dijo separándose —. ¿Pero qué coño te pasa? —dijo
furioso entre dientes para no gritar.

Lo miré con desagrado.

— ¿Qué coño te pasa a ti?, pareces la versión más desagradable de ti,
como tu maldito clon malvado —dije limpiándome la boca con el
reverso de la mano, ya que me había babeado la comisura de los labios.

Me miró tan enojado, que me dio miedo. Se acercó rápidamente y me
tomó bruscamente por el antebrazo, apretándolo tanto, que sabía que me
dejaría un feo morado.

— ¿Qué mierda te sucede Chelsea?, ¿Acaso olvidaste todo lo que pasó
entre nosotros? —dijo retorciendo su agarré en mi brazo. Solté un
grito, que se amortiguo por la música, que repentinamente comenzó a
sonar alto y fuerte.

— ¡Pedazo de mierda!, ¡suéltala! —exigió esa voz ronca, ¡Edward! Pero
una vez más, todo se puso negro, ni siguiera borroso. Ya que durante, la
lamentable escena, mi cabeza se golpeó fuertemente con algo.


—Chelsea… me oyes —

—Mi cabeza, ¡Cristo que dolor! —dije tomando mi cabeza con ambas
manos, sobé la parte de atrás de la misma.
—Te golpeaste muy fuerte la cabeza, con una esquinera. —dijo Edward
sentado en el borde de mi cama. E hizo algo tierno, colocó sus manos
encima de mis manos, que aún tenía en mi cabeza.

Cuando retiré mis manos, y me las vi. Palidecí, tenía las manos llenas de
sangre. Y sucedió despierta, un flashback. Estaba llena de sangre por
todos lados.

— ¡Chelsea!, ¡Chelsea!, mírame. —gritó Edward. Apenas logré fijar mis
ojos de horror en los de él. Hasta que sentí sus labios sobre los míos, e
inhalé, el aire me llegó de golpe a los pulmones. Pero duró unos
segundos, ya que los retiró, y por fin lo miré fijamente.

— ¿Me acabas de besar? —logré decir sujetándolo con fuerza por los
antebrazos, al darme cuenta de lo que hacía lo solté.

Su mirada denotaba miedo. Se me encogió el estómago, de seguro
pensará que estoy loca.

Suspiró y dijo:

—Sí, te besé para ayudarte a controlar el ataque te pánico.

Eso no me lo esperaba, ¡o sea qué!, es decir por supuesto, ¿Por qué otra
razón me besaría?, todo estaba en mi cabeza. Además, tenía que dejar de
pensar en cosas románticas, eróticas, vine a trabajar. ¡Por amor a Dios!

—Bueno gracias, y disculpe, no sé qué es lo que me está sucediendo, ya
van dos veces que me desmayo, y dos ataques de pánico en una noche…
—dije avergonzada.

—Chelsea deja por favor de disculparte, es muy molesto, te desmayaste
en las dos ocasiones, una por mi culpa, chocaste conmigo, y la otra
por… por el hijo de puta, que tuvo los cojones de hacerte daño. —dijo
con mirada asesina. Cosa que hizo estremecerme, era condenadamente
intimidante, pero a su vez jodidamente sensual.

— ¡Ay! ¡Por Dios!, me olvidé de ¡Neal!, ¿Qué hacía aquí? —dije para
mí en voz alta.

Edward frunció el ceño.

— ¿Es tu ex novio? —preguntó con tono de voz molesto.



—No, no es mi ex novio, no fuimos novios. Sólo un error —dije eso
último, una vez más sin querer en voz alta.

—Ya veo, si lo vuelvo a ver, cerca de ti, lo mataré — dijo y me tendió
una mano. Lo miré perpleja.

La acepté y pregunté:

— ¿Para dónde vamos?

—Necesitas un trago, o varios —dijo sonriéndome con ojos
chispeantes.

Nos unimos a la fiesta, que tenía una pinta mucho más animada ahora.
Edward y yo caminamos hacia donde estaban sirviendo tragos.

— ¿Qué que te gusta tomar? —preguntó mirándome sin parpadear.

Mi cuerpo estaba totalmente descontrolado, tenía que ir hacerme un
chequeó, no sólo era la falta de sexo, todo parecía como intensificado.
Estaba muy impresionada, dos ataques de pánico seguidos, y
desmayarme dos veces también. Y el efecto de tener cerca de Edward.
Estaba haciendo memoria, sobre con cuántos hombres me sentí así. Y
creo que con ninguno, por lo menos, no con esta intensidad.

—“Sex on the beach”, me gustan los licores dulces — dije
tranquilamente

Edward sonrió divertido, y me pidió uno, y él se pidió un shot de vodka.
Al entregarnos las bebidas dijo:

—Vamos acompáñame —dijo andando alejándose de la fiesta. Lo seguí.

Entramos a un salón de puertas amplias, Edward las abrió corriéndolas
de un lado al otro. Era bastante grande, más que el apartamento que
compartía con Amber. Era un gran estudio biblioteca, Edward se
encaminó por un pasillo, lo seguí, y abrió una sencilla puerta, entramos
y resulto ser una habitación de juegos, había una mesa de pool, un bar, y
otras mesas de juegos. Y vi un balcón. Edward lo abrió, y entró una
brisa fresca.

—Afuera es una terraza, y hay un jacuzzi. —dijo sonriéndome de lado.

Tomé el primer trago de mi bebida, deliciosa pensé.

—Perdone que le pregunt… —me interrumpió.

—Chelsea tutéame, no soy un anciano, tengo 28 años —dijo divertido.

Cosa que me sorprendió, ya que se mostraba tan serio, o inexpresivo,
aunque inexpresivo como tal, no era. Lo que si era, es casi un cliché de
hombre. “Y el halo de misterio era su sombra” Esa sería la entrada de
mi diario para esta noche. A veces se me ocurrían unas cosas, debí ser
escritora y no chef.

—Bien, quería saber ¿Cómo es que tienes tanta libertad en esta casa? —
dije, y me senté en un mullido sofá.

Se relamió los labios, y se apoyó de la mesa de pool.

—Soy el abogado del diablo —dijo sonriendo con amargura.

Alcé una ceja.

—Soy el abogado de Abel —dijo, y se tomó el trago entero —.
Comencé trabajando en la empresa de mi padre, el cual es amigo de
Abel, y Abel vio algo en mí. Dijo que tenía potencial, así que aquí estoy
—dijo tranquilamente. Luego caminó hacia el bar, y sacó de una
pequeña nevera, una botella de vodka y se sirvió un vaso.

—Entiendo, yo todavía no he tenido la oportunidad de conocer al señor
Abel.

—Pues no te pierdes nada interesante, es un maldito amargado — dijo.

— ¡Vaya!, pensé que te caía bien. —dije asombrada.

Sonrió y negó con la cabeza.

—Yo no he dicho que me cae mal —dijo con cautela poniéndose tenso.

Se tomó rápidamente el vaso con vodka, lo había llenado hasta la mitad,
pero era mucho más que el “shot” Yo seguí tomando sorbos pequeños
de mi trago.

— ¿Y qué me dices de ti? —preguntó, y caminó hacia mí.

—Mi vida se resume a mi trabajo —dije, y tomé un gran sorbo de mi
bebida.

Frunció el ceño.

—Suena como si tuvieses un secreto —dijo, y tomó asiento a mi lado.

Me tomé la bebida como si fuese un rico jugo de manzana.

Edward se quedó mirándome sin decir nada.

—Es impresionante como haces eso —dije colocando la copa vacía
encima de un portavaso en una mesa frente al sofá.

— ¿Hacer qué?

—Pues poner la cara así, sin expresión, pero tus ojos, denotan… —tuve
que frenarme, no podía decirle que denotaban sensualidad, perfecta
sensualidad, masculinidad, y deseo.

Se acercó más a mí, nuestras rodillas se rozaban.

—Pues…no sé cómo lo tomes, o sea no pienses mal —dije.

—Sólo dilo, no pienses tanto —dijo con sus ojos en los míos.

— Sensualidad, perfecta sensualidad, masculinidad, y deseo —dije y me
relamí los labios.

Cuando pensé que pasaría algo, la luz se fue. ¡Jodidamente genial! Son
ricos, y la luz se va a cada rato.

— ¡Mierda!, Odio esta casa —dijo gruñendo Edward.

—Bueno, problemas de electricidad, supongo —dije con sarcasmo.

—Sí, esta casa es muy vieja, hace poco que se mudaron —dijo, y sentí
como se levantó del sofá. Y una luz me dio en los ojos. Era su celular.

—Lo siento —dijo cuando vio que me tapé los ojos.

—Descuida está bien… —Iba a decir algo más, cuando unos gritos me
hicieron helar la sangre.

— ¡Pero qué demonios! —soltó Edward —

—Los gritos vienen de la fiesta —dije asustada. Podía escuchar los
latidos de mi corazón a toda marcha.

—Sí, y no se detienen. Espera queda…. —Lo interrumpí levantándome
rápidamente y sujetándolo por el brazo.

—No por favor, no me quiero quedar sola… —un temblor involuntario
se desato en mi cuerpo, y él lo sintió.

— ¡Hey!, ¡shhh!, Tranquila, respira profundo, no quiero que tengas otro
ataque de pánico. Está bien, no me iré, de todas maneras, si te dejaba
sola, conozco un lugar en la casa donde te iba a dejar, pero ahora
iremos juntos, y haré una llamada, vamos —dijo tomándome de la
mano.

Los gritos se detuvieron, pero igual seguí a Edward. Y tenía una
horrible sensación en mi interior, no se trataba de otro ataque de pánico.
Había algo muy malo en la casa. No sé cómo describirlo.

—Aquí es, este es el estudio privado de Abel. —dijo apuntando con su
celular un escritorio.

Cuando caminábamos, todo el tiempo fue sin bajar, ni subir escaleras,
no debía de estar muy lejos del lugar anterior, ya que no caminamos
mucho. No podía apreciar el lugar, la débil luz del celular no era
suficiente, pero había un olor a… tabaco… que me hizo sentir mal…
ese olor era familiar.

— ¡No quiero estar aquí! —solté exaltada.

Edward dejó el celular sobre el escritorio apuntándonos y me tomó por
los codos con delicadeza.

—Tranquila aquí nadie podrá llegar, entramos por un pasaje secreto…
—lo interrumpí.

—No, no me entiendes, el olor de aquí… a tabaco, hay algo malo aquí,
sé que sueno como una loca, pero creo… creo… que me va a dar un
ataque de pánico —dije, y sentí que mis piernas se debilitaban.

Edward me tomó por la cintura.

—Escucha tienes que respirar profundo, no podemos irnos. ¿No sé qué
diablos está pasando allá afuera? No quiero asustarte, pero esos gritos
no eran normales, a lo mejor alguien entro en la casa. La casa al estar
cerca del cementerio ha atraído vándalos desde hace dos años. Algo
llamó su atención, ya que eso no pasaba antes, según los lugareños.

—Está bien, lo intentaré —dije apoyando mi cabeza en su pecho, y
tomando pequeñas bocanadas de aire.

—Bien, vamos a sentarte —dijo sin soltarme, me sentó en el sofá —.
Ahora voy hacer una llamada, no me moveré de aquí, confía en mí —

No podía ver bien su cara por la oscuridad.

—Ok —dije concentrándome en tomar pequeñas bocanadas de aire.

—Hola, necesito que vengas de inmediato, en la casa se fue la luz, y se
lío la fiesta, yo me había ausentado unos minutos, y escuché gritos a lo
lejos. —hizo una pausa —. Sí, gritos fuertes. No. No pude ir a ver, estoy
acompañado. Sí. Ok. Espero. Adiós —

— ¿Llamaste a alguien de seguridad? —pregunté tratando de distinguir
su cara entre la oscuridad.

—No, a un amigo de la familia, pero realmente sí, él fue policía —sentí
que se sentó, y se acercó a mí, pegando su rodilla a la mía —. ¿Ahora
quieres hablarme, del olor que sentiste? Dijo, y colocó su mano en mi
rodilla.

Suspiré.

—Yo no suelo hablar de esto con nadie, Edward, hay una etapa de mi
vida que borré. Y me refiero a literalmente. Me encontraron en una
carretera cuando tenía 13 años… — dije afligida.

Edward me apretó la rodilla.



—Chelsea, yo… —comenzó a decir.

—No, no puedo detenerme, déjame que te lo cuente —solté.

Sentía que por fin podía hablar de eso, cientos de psicólogos lo
intentaron, la policía, mis padres, mis amigos, profesores, pero
simplemente no podía hablar, los ataques de pánico me lo impedían. Y
ahora en medio de la oscuridad, con un hombre que acabo de conocer.
Después de escuchar gritos provenientes de una fiesta que quedó a
oscuras. Gritos, que no sé de qué clase eran. Estoy contando por
primera vez, lo que traté de negar en mi mente, por 13 años.

—Ok adelanté —dijo apretando de nuevo mi rodilla, en un gesto de
ánimo.

—Mi ropa estaba toda llena de sangre… mucha, mucha sangre. Las
únicas heridas visibles que tenía eran en las rodillas magulladas.
Pequeños rasguños. Y… al hacerme una evaluación médica,
descubrieron que me… —tomé aire profundamente y proseguí —.
Intentaron violarme.

Sentí la mano tensa en mi rodilla de Edward. En ningún momento ha
intentado retirarla.

—Mi ropa interior, la parte inferior estaba rota. Y tenía unos moretones
en las partes internas de los muslos. Y… rasguños encima de la…
vagina. —Dije con un temblor en todo el cuerpo. —. Tuve muchos años
despertándome gritando a todo pulmón, y llorando, por terribles
pesadillas. Donde veía unas manos con garras…y los rasguños en mi
vagina, en la parte de mi monte de venus. Cuando me encontraron en la
carretera, yo todavía no me había desarrollado, mi vagina, no tenía
vellos. Los rasguños eran… terribles. Esa imagen se me quedó grabada,
a veces trataba de pensar que a lo mejor fue un animal salvaje… Estudie
en casa hasta que mis padres consideraron que podía regresar al mundo
“normal”. Lo hice para comenzar mi último año en high school. Ahí
conocí a Neal, ya que comencé de cero, en un nuevo high school, mis
padres se cambiaron de casa, porque muchos reporteros me acosaban.
Nos quedamos en el mismo condado. Y antes de volver al colegio, ya
los reporteros se habían cansado de acosarme. Pero la pesadilla
regresó, cuando los chicos se comenzaron a fijar en mí, como mujer...
Tuve mi primer ataque de pánico en público, es decir los tuve desde que
me encontraron, pero jamás los tenía en público. En una de muchas
fiestas a las que me invitaron, acepté ir a la primera. Sólo habían pasado
3 meses de comenzar a estudiar, y un chico me rondaba mucho, le
gustaba. Él decidió en esa fiesta en particular, ligar conmigo. Pero lo
que él no sabía, es que yo no estaba lista aún. Era lindo y todo eso, pero
yo no sabía qué hacer, y después de todo lo que me había pasado, quería
más tiempo. Sin embargo, intenté relajarme, me sentía fenomenal, así
que esa noche probé alcohol por primera vez. Vodka sour de cereza
para las chicas, y cervezas para los chicos, todo iba bien, música, risas,
el chico bailando conmigo, hasta que me llevó a un lugar apartado, yo
había tomado mucho, no sabía en ese momento que los licores dulces
afectaban tanto. Y una cosa llevó a la otra, dejé que me besara, pero se
descontrolo, sus besos fueron más descontrolados, muy bruto de hecho,
y sus manos se fueron a lugares que jamás en mi vida, ni yo misma
exploré, me asusté, lo aparté, y respiré profundo, sin llamar la atención,
pero él estaba borracho, más que yo, y continuó, pensó que yo sólo lo
rechacé por juguetear, y hacerme la difícil. Y entonces ahí fue cuando
me tocó abajo… en un intento de bajarme el cierre de los jeans que
llevaba, su mano bajó. En mi mente eran como garras, entonces la
pesadilla la viví estando despierta. Grité a todo pulmón, pataleé, chillé,
y lloré desconsoladamente. El aire abandono mis pulmones, el ataque de
pánico se desató.

Se hizo un silencio.

—Chelsea… — dijo Edward, pero un ruido en el estudio hizo que
pegará un brinco, y me arrimara junto a Edward, que en modo protector
me abrazo. Y en un susurro, me dijo al oído:

—¡Shhh! no te muevas, agáchate despacio —dijo tomándome por la
cintura y bajando junto a mí al suelo alfombrado.

— ¡Ed! —Llamó una voz áspera.

Escuché como Edward se relajó, y soltó un suspiró.

—Aquí Abel —dijo levantándose alzándome con él por la cintura.

Una luz repentina se prendió. La luz de una linterna iluminaba hacia
donde estábamos parados Edward y yo. Ambos nos protegimos los
ojos.

— ¡Ésta maldita casa!, un desperdicio de dinero botado —gruño el
hombre.

—Sí —dijo Edward. Sin alejarse de mí, y entrelazo su mano con la mía.

— ¿Con quién estas? — bramó el hombre.

Me sorprende que lo pregunte ahorita. Ya que cuando nos dio con la luz,
me tendría que haber visto.

—Estoy con la chef —dijo apretándome la mano.

—Hola… señor —logré decir tímidamente. Estaba muy vulnerable por
hablar de mi pasado.

—Sí, sí hola jovencita —dijo el hombre con esa voz tan áspera.

De repente comencé a sentir nauseas, el olor a tabaco se hizo más
fuerte, y la voz de aquel nombre, me causaba escalofríos, y no entendía
por qué. El ambiente se volvió pesado.

Apreté la mano de Edward que seguía hablando con el hombre.

—Necesito ir a un baño, yo no me siento bien —dije en la oreja de
Edward.

Estaba muy mareada, me sentía terrible. Cosa que no podía echarle la
culpa a la bebida, pues sólo fue una, y aunque me tomé el resto de la
misma rápido, no era motivo para sentirme así de mal.

—Ok, vamos yo te llevó —me dijo pasando su brazo por mi cintura.

Cuando comenzamos a caminar me desvanecí.





Y así logré un récord de desmayos en una noche. ¡Excelente!
Pasé de contar mi espantoso pasado a princesa de Disney, o peor aún a
doncella en peligro.


Cuando volví en sí, miré hacia una puerta abierta. Que supuse era un
baño, pero había algo diferente en esta habitación, y no me refería al
baño. Olía rico, olía a Edward.

—Despertaste —dijo Edward

Estaba acostada sobre mi costado derecho mirando hacia, efectivamente
el baño. Ya que un Edward desnudo, con tan sola una tolla blanca
amarrada en la cintura, y un cepillo de dientes en la mano, me sonreía
mostrándome los dientes. Hermosos dientes.

—Sí, ¿Qué hago en tu habitación? —pregunté sentándome despacio en
la cama, dejando mis pies guindando en el aire, y luego bajándolos
hasta tocar el suelo.

—Tienes buen ojo —dijo sonriendo divertido

— ¡Wow! Tienes lado divertido, y sonríes —dije tratando de mantener
mi vista en sus ojos.

—Yo siempre sonrió —dijo sonriendo una vez más mostrando los
dientes —me apuntó con el cepillo de dientes —. Y soy muy divertido,
la parte de ser serio forma parte de mi papel de abogado.

—Es bueno saberlo —dije ahora con seriedad.

Edward frunció el ceño.

— ¿Qué sucede? —Preguntó caminando un poco hacia mí —. ¿Por qué
esa cara de seriedad?

—No estarás actuando así… ¿Por lástima? Espero estar equivocada —
dije, y suspiré.

Edward se pasó la mano libre por la sien.

—No puedo creer que me preguntes eso, la respuesta es, ¡no!, pero
tienes derecho a pensar así, ya que no me conoces —dijo con seriedad.

—Supongo que sí —dije, y le di un repaso con la mirada a la
habitación.

—Bueno te resumiré, ¿Si deseas saber qué pasó, después de que te
desmayaste en mis brazos? —dijo con una sonrisa de picardía.

Fruncí el ceño.

— ¿Por qué la sonrisa de picardía? —pregunté sin dejar de fruncir el
ceño.

— ¡vaya!, Eres de las que dicen todo lo que piensan, me gusta eso —
dijo riéndose.

Ahora era yo la sorprendida, su risa era el canto de una sirena versión
hombre.

—Pues sí, porque no soy una doncella en peligro ni nada de eso — dije,
y me levanté cruzándome de brazos.

—No, no lo eres, pero sí, una mujer de 26 años, con una actitud de
chiquilla, sencillamente graciosa —dijo con una sonrisa de lado.

—Ahora resultaste ser gracioso, casi comediante ¿Qué paso con ser el
abogado del diablo?, y ¿el tipo callado, inexpresivo, y sexy?

Su sonrisa se ensancho.

— ¿Crees que soy sexy?

Mi boca se abrió de golpe. ¡Dios mío! Los desmayos me hicieron
hablar más que de costumbre.

—Es un decir, es sólo una rima —dije mirándolo sin vacilar.

Se acercó más a mí, acortando toda la distancia. Olía a recién bañado, a
menta fresca, y a un tipo de colonia, que lo hacía más apetecible. Lo que
me recordó que tenía hambre. Mi estómago sonó en protesta. Era oficial
morí de vergüenza. Todo un día con un sencillo desayuno en el
estómago.

Se rio, se veía tan joven riéndose así, como un adolescente.

—Veo que, la no doncella tiene hambre.

Me puse roja como un tomate, hasta las orejas me ardían.

—Bueno después de tantos desmayos, y sólo haber desayunado en todo
el día —dije mordiéndome un carrillo.

Se tensó un poco por el comentario de los desmayos. Pero luego se
relajó.

—Bueno pidamos comida a la habitación —dijo sonriendo de lado.



— ¿Qué?, ¡estás loquito o qué!, esto no es un hotel, señor abogado —dije
cruzándome de brazos.

—Por fin conozco a la verdadera tú. Divertida, dice lo que piensa, tiene buen
gusto en la ropa, y es jodidamente guapa —eso último, lo dijo dándome un
sexy repaso con la mirada —. Ahora agrega a tu lista, que soy sincero.

Me quedé atónita.

—Y respondiendo a tu pregunta —continúo diciendo, ya que no hablé —.
Cierto no es un hotel, pero son las 12:20 de la madrugada, la fiesta continua.
Los gritos fueron debido a que Abel soltó a los perros, y se colaron en la
fiesta, no pasó nada grave, las mujeres se asustaron. Esa fue toda la gritería.
Puedo hacer que uno de los camareros nos traiga comida del banquete.

—Ok.

Eso fue lo único que pude decir. El hombre estaba lleno de sorpresas. O era
tremendo actor. Lo único que no podía negar, que la seguridad que me
proporcionó fue magnifica. Y que estaba, muy besable, follable, mordible,
lamible, ¡hmmm comible! Mi conejo quería zanahoria. Mi sequía paso un mal
polvo, un polvo del desierto, por culpa de un detestable e iracundo Neal. ¡Vaya
amigo de porquería! Terminó comportándose como un psicópata.

La noche de hoy, me di cuenta de que no era más fuerte que antes, necesitaba
trabajar en eso. Pero no pensaría más por hoy del tema. Tengo a un hombre
enfrente de mí, que desea alimentarme, que me brinda seguridad, y que cada
hora que paso con él, veo que es humano. No puedo negar que al principio
sólo pensé que era una cara bonita nada más. Y lo mejor del mundo es que, tal
vez me hubiese dado un ataque de pánico en la cocina, al ver cómo me veía,
pero no sentí miedo, sentí mucho deseo hacía él.

—Te perdiste en tus pensamientos —dijo colgando el teléfono de la habitación.

—Disculpa, sí, ¿dijiste algo? —dije buscándolo con la mirada, yo estaba de pie
mirando un cuadro de un caballo en una de las paredes, bueno antes no lo veía,
ahora sí.

—Sí, que ya pedí la comida. ¿Quiero preguntarte algo?, espero no ser
inoportuno —dijo mirándome detenidamente.

— ¡Eh! —solté.

— ¿Cómo lograste vencer, pues tu problema para intimar sexualmente?
—dijo sentado en el borde de la cama. Mirándome con detenimiento.

Abrí los ojos como platos.

—Discúlpame —comenzó a decir

—No, está bien —dije caminando y sentándome en el baúl de la cama
—. Bueno para eso fui con una psicoterapeuta. Con ella pude hablar de
mis problemas, para justamente eso… Logré tener sexo por primera
vez, a los 22 años, con un compañero del curso de gastronomía.

—Ya veo, ¿Y Neal? —dijo mirándome con seriedad.

—Cierto, no te pregunté, ¿Qué le hiciste? —dije con cara de horror.

Edward se levantó molesto.

— ¿Te importa lo que le hice? —dijo con fuego en sus ojos negros.

—La verdad, se merece lo que le hayas hecho —dije sobándome
distraídamente el brazo que me lastimó.

Edward suavizo su mirada, al verme sobándome el brazo.

—Le di una paliza, pero unos tipos de la fiesta me impidieron que le
deformara la cara, a la escoria humana esa —dijo tensando los
hombros y cerrando las manos en puños. Creo que sin darse cuenta.

Me levanté caminé hacia él, y le di un beso en la mejilla.

Su rostro mostró sorpresa.

—Gracias —dije.

Cuando me iba a dar vuelta, me tomó rápidamente por la cintura, y pegó
sus labios a los míos, exhalé. Probó mis labios, sin apresurar su lengua.
Su manera de sujetarme por la cintura decía otra cosa, pero su beso,
estaba explorando mi boca con sumo cuidado. La puerta sonó, y nos
separamos con apremio. ¡Justo cuando estaba a punto de usar su lengua!
Gruñí internamente.

—Es la comida —dijo y se dirigió abrir.

Me senté en la cama.

—Veo que quieres comer en la cama —dijo metiendo un carrito full de
comida a la habitación, luego cerró la puerta con el pie. Estaba
descalzo.

—Muy gracioso, no, comamos en el sofá, se ve más cómodo —dije
mirando la comida, tenía una pinta deliciosa.

—De acuerdo el postre en la cama —se rio a carcajadas.

—Ingenioso el niño ¿no? —dije uniéndome a su risa.

—Niño —dijo llevándose las manos al pecho y sonriendo mostrando
los dientes —. Hace años que llegué a la pubertad —dijo y se relamió
los labios.

Pues en eso estaba en lo cierto. Comimos en un agradable silencio, me
ofreció poner la televisión. Pero le dije que no hacía falta, al menos que
él quisiera, pero tampoco quiso.

—Muero de sueño —dije frotándome los ojos.

—Yo igual, espera un segundo —dijo, se levantó, seguía en toalla. Sacó
el carrito de comida de la habitación. Luego cerró la puerta, y se dirigió
a la cómoda, la abrió y sacó algo que no logré ver desde el sofá, se dio
vuelta —Ten —dijo y me lanzó una camisa negra doblada.

La atajé, la miré y dije:

— ¿Por qué me das unas de tus camisas?

—Porque no creo que ese vestido sea cómodo para dormir —dijo
sonriendo de lado.

Me levanté rápidamente.

—Espera, ¿Qué? —moví las manos señalándome a mí y luego a él —.
¿Crees que dormiremos juntos? —pregunté con confusión.

—No —dijo sonriendo —. No creo, vamos —dijo riéndose ahora.

— ¿Te afectó la comida el cerebro? —pregunté frunciendo el ceño.

—Para nada, estaba deliciosa, si no estuviese tan lleno, me comería el
postre —dijo dándome una sonrisa pícara.

Me encantaba que se mostrara natural y real, que no contuviera su
forma de ser, por haberle contado mi pasado. Pero cuando me besó, fue
cuidadoso, eso me gustó y me molestó a partes iguales. Ya que odiaba
que me tuvieran lástima. Aunque confiaba en él. Sabía que no me tenía
lástima, pero si compasión. Con ese beso quiso remediar mi pesar. Eso
no era, para nada malo. Pero tenía que hacerle saber, que no soy de
cristal. Tengo que intentar no ser de cristal, no me quiero quebrar, así
tenga que recoger mis pedazos yo sola, y pegarlos muchas veces.

— ¿Para qué quieres que duerma contigo? —dije tranquilamente.

Su sonrisa se apagó.

—Quiero que te relajes, ha sido una noche muy pesada. Y sé que no eres
una doncella, pero me gustaría cuidarte, al menos permítemelo esta
noche — dijo sin hacerse el gracioso.

—Nunca he dormido con nadie. Es decir, con ningún hombre —dije
sonrojándome.

—Bueno yo no soy cualquier hombre, yo soy Edward Cox —dijo
sonriendo adorablemente.

—Bueno Cox, me gusta dormir del lado izquierdo —dije, y caminé
hacia el baño con camisa en mano.

Me cepillé los dientes con un cepillo de repuesto, me lavé la cara, y
después de ponerme la camisa. Me miré al espejo. La camisa me llegaba
hasta los muslos. Me quedaba muy sexy. Suspiré, me sentía muy bien
con mi cuerpo, tenía curvas. Tenía descendencia latina y europea, lo
mejor de dos mundos, como me encantaba pensar. Mi piel es blanca, de
niña me decían que el sol era gratis, lo más gracioso es que viví un
tiempo en casa de mis abuelos en la costa. Y ese par de años, no cambió
casi nada. Ya que no me bronceaba mucho, sólo ganaba quedar roja. Me
peiné el cabello lo mejor que pude. Me dije a mi misma, ¡no seas
cobarde!, sólo vamos a dormir. No quería perder, lo que sea que había
con él. Mi racha sexual no era la mejor, sólo he estado con dos
hombres, uno a mis 22 años, que no fue lo que esperaba, y luego Neal.
Con Darrel, el hombre con quien perdí la virginidad tenía 25 años, fue
novio mío por 2 años y 6 meses, nos acostamos unas cuentas veces,
pero no me hizo ver estrellas. Al menos no fue tan malo como Neal. Y
jamás me agredió.

—Estoy lista para dormir —dije, y me metí a la cama, sentía los ojos de
Edward siguiéndome. Lo miré de reojo, en mi recorrido hasta el lado
donde dormiría. Estaba acostado con los brazos cruzados en la cabeza,
encima del cobertor, se había puesto unos shorts blancos. Y se la
marcaba la “V”, la cual pasé por alto, por la toalla. Mi corazón se
aceleró, iba a ser una noche bastante larga.

— ¡Vaya! —dijo mientras yo retiraba el cobertor y sábana de mi lado de
la cama, para meterme debajo de ellos.

—Te impresiona que duerma debajo de la sábana y cobertor —dije
chinchándolo.

—No, me impresiona ver, que te queda mejor a ti mi camisa que a mí —
dijo con mi expresión favorita de su cara. La de “sensualidad perfecta,
masculinidad y deseo” esa.

No pude evitar sonreír mostrando los dientes y bajando la mirada a la
cama. Sin decir nada me metí en ella.

—Buenas noches —logré decir y le di la espalda.

—Buenas noches, no doncella —dijo con tono de voz juguetón.

Sonreí sin darme vuelta, pasado unos segundos apagó la lamparita de su
lado. La mía estaba apagada.

Ya eran las 2 de la madrugada, cuando miré el reloj digital de la mesa
de noche antes de darle las buenas noches a Edward.

No sé, si él tampoco podía dormir, no me moví de la posición que
adopté al principio. Suspiré.



— ¿No puedes dormir? —preguntó en voz baja. Sentí como se movió
acercándose a mi espalda. No me tocó, pero lo sentí.

—No, y lo más curioso es que estoy agotada.

—Sí, es toda la adrenalina acumulada del día de hoy, más el resto de los
acontecimientos —dijo.


—Sí, supongo —dije. Deseaba dormirme rápido, resultaba ser una tortura
estar así tan cerca de él, y no poder tocarlo, simplemente no sabía si hacerlo o
no.

No pensé en más, sólo en la seguridad de estar cerca de su ser, y me dormí.

No tuve pesadillas, sólo dormí.





Cuando abrí los ojos, la habitación estaba iluminada, no mucho, por las
cortinas, tenía sueño, pero tenía que levantarme, a pesar de ser domingo, mi
día libre, bueno tenía los fines de semana libres, menos ayer por la fiesta. Así
que me darían el lunes, por no tomarme el sábado. Me di vuelta y Edward no
estaba, vi el reloj eran las 10 de la mañana. Fui al baño, me lavé los dientes y la
cara, y busqué una bata de baño, pero no había, regresé a la habitación. Cuando
estaba de espalda tomando mi vestido del sofá, la puerta de la habitación se
abrió, no me di cuenta, ni cuando la cerraron. Hasta que escuché como pasaron
el seguro. Me di vuelta rápidamente, y el horror casi detiene mi corazón. No lo
había logrado ver la noche anterior, pero ahora estaba aquí parado mirándome
con malicia, con maldad pura en sus ojos, era el señor Abel, pero parecía un
demonio ahora, anoche no logré ver su cara, pero sabía que era él, y no solo
eso, él era el monstruo, el monstruo de mis pesadillas. Mi cuerpo se congeló.
Recé para que sólo fuera un extraño efecto de los ataques de pánico, pero esos
ojos, y la voz de anoche, más el fuerte olor a tabaco. Las piezas del
rompecabezas hicieron click. Quería gritar, o despertarme.

— ¡Tanto tiempo!, la vida es una cosa irónica no crees —dijo acercándose —.
Anoche cuando hablaste, no lo pude creer, la presa que se me había
escabullido, como un pequeño corderito, vino a parar a mi casa para
alimentarme voluntariamente.

Mi mente viajo al pasado, lo que se borró, se recuperó como un “backup”
Siempre estuvo en mi mente guardado, sólo que había olvidado la clave para
entrar. Imágenes bombardeaban mi mente.

—Te vi en las noticias, pero te perdí la pista. Me fui del país un tiempo, hasta
que regresé por nostalgia. Y no me arrepiento de regresar, me encanta el
nuevo cementerio, es más grande que el anterior, donde jugamos al gato y al
ratón —dijo sonriéndome, y se llevó una mano al cinturón —. Sin embargo,
sigo en forma, invierto mucho dinero en mi cuerpo y salud, hasta salí en una
maldita revista, con el título “hombre de 70 años de edad parece un puto
modelo”.

No podía moverme. No podía llorar, o gritar por ayuda. ¿Dónde estaba
Edward? Pensar en él, fue lo que me hizo llorar desconsoladamente. Si no
estaba aquí… Me negué a pensar, que él podía formar parte de lo que hace este
monstruo.

— ¿Te comieron la lengua los ratones corderito? —dijo deteniendo sus ojos
en mis muslos —. No pude comerte hace 13 años, pero ahora veo que
maduraste ¡bastante bien!

No miré a los lados, tenía que saltar por la cama, y lograr encerrarme en el
baño, y pedir ayuda. Mi mente se movió a mil por horas. Me temblaba el
cuerpo. ¡Ventana!, ¡ventana!, el baño tenía una, pero no sabía si estábamos en el
piso de arriba o abajo. No importaba, prefería salir con un hueso roto, que
violada y muerta. Así que no pensé más y corrí lo más rápido que pude, tumbé
una de las lámparas al darle un manotazo. Lo había logrado, le puse seguro a
la puerta del baño. Y grité, grité por el horror, grité por la adrenalina, grité
por mi vida, grité llamando a Edward, las lágrimas comenzaron a brotar,
nublándome la visión, me las sequé, y abrí la ventana, pero quedaba abierta a
medias, ya que tenía una especie de palanca, era una ventana muy moderna.

—Noooo, noooo, por favor, golpeé la ventana con los puños, me subí al
mueble del lavado, ya que la ventana estaba encima de él, usé las piernas y
golpeé con todas mis fuerzas, pero no se rompía. Intenté asomar la cabeza,
pero no podía, grité con todas mis fuerzas, por ayuda. Un tremendo golpe en
la puerta del baño me hizo gritar. Busqué en el baño algo afilado con que
defenderme, y encontré una cajita llena de afiladas hojillas de afeitar. Al
agarrar una me corté dos dedos. Pero ignoré eso. Y busqué otra cosa para
intentar romper la palanca. Cuando iba a tomar un cesto de basura de metal, la
puerta del baño se abrió con un estruendo. Y no me dio tiempo de nada, él
había entrado, me tomó por el cabello, y me haló tumbándome en el frio suelo,
boca arriba, me golpeé la cabeza, comencé a ver borroso, pero no podía
permitirme desmayarme. La hojilla estaba cortándome la mano izquierda, la
tenía cerrada en un puño. Me abrió las piernas con brusquedad, dejé que se
posicionara encima de mí, y pasé la hojilla en su cara con rapidez y fuerza, ya
que estaba muy cerca de mí.

Empezó a gritar como un loco cayéndose de culo, vi mucha sangré, pero no
me quedé averiguar de qué parte le salía, corrí hacia la habitación. Traté de
abrir la puerta, pero ¡lo sabía! él le paso llave, ¡la llave que se trajo!, ¿dónde
está?, pensé mirando el suelo, debía de tenerla encima con él. No tenía más
para dónde ir, era mi fin, la puerta del baño estaba rota, no podía encerrarlo
ahí. ¡La ventana de la habitación!, corrí y cuando la fui abrir, estaba cerrada
parecía sellada. Vi que tenía una cerradura. Y no hacía nada rompiendo los
vidrios, ya que era de cuadros y el marco era de metal.

— ¡Tú puta de mierda, me has cortado el puente de la nariz!, ¡ZORRA! —gritó

Miré un escritorio en la habitación, había un portalápiz, y en él unas tijeras. Me
lancé a tomarlas, él corrió hacia mí, y cuando iba a clavarle las tijeras, me
lanzó un puñetazo al estómago, me doblé y caí de rodillas doblada de dolor al
suelo. Bueno, sólo me quedaba hacer una cosa. Las tijeras cayeron muy cerca
de mí, lo que quedaba era clavármelas en el pecho. Pero no podía, él no dejaría
que lo hiciera, era mi fin. Me traté de alejar, y me tomó por el cabello, me
sujetó por el cuello y me lanzó violentamente encima de la cama, boca arriba,
se agacho recogió las tijeras. No podía moverme, veía muy borroso. Tenía que
seguir luchando, al menos si me seguía golpeando, moriría sin dejar que me
violara. Me miró con tijeras en mano y me cortó la camisa, no me moví, me
quedé mirando al techo.

—ZORRA DE MIERDA, MIRAMÉ —gritó, y sus manos se cerraron en mi
cuello.
¡Sí, hazlo mátame!, pensé.

Mi mente todavía se hizo una última pregunta. ¿Cómo es que la casa estaba
vacía? Toda esta semana, ha habido gente y ahora no. Aunque se me respondió
rápidamente la pregunta, él se encargó de eso al reconocerme anoche.

Y pasó un milagro. El aire se estaba escapado de mis pulmones, acabándose
rápidamente por manos ahorcando mi cuello. Logré escuchar en mi último
aliento como se rompía algo con mucha fuerza. No podía girar mi cara hacia
la puerta de la habitación, pero podía sentir que había llegado “mi no
inexpresivo hombre” al rescate. Las manos se retiraron bruscamente
quemando mi sensible cuello. Comencé a boquear por aire, pero en cualquier
segundo perdería el conocimiento. Había mucho ruido, cosas rompiéndose,
gritos, insultos… y todo se quedó en silencio, y oscuro.





Desperté en una habitación toda blanca, o al menos eso logré apreciar desde la
cama en la que estaba acostada. La luz del sol se filtraba por alguna parte,
ladeé mi cabeza para mirar mejor, y sentí un fuerte dolor en el cuello, pero lo
tenía inmovilizado por algo. El pánico me invadió, sentí manos ahorcándome.
Abrí la boca, y grité muerta de miedo. Pero mi garganta dolía como el
infierno, estaba seca, quemándose como fuego. Igual grité y me removí
inquieta, estaba muy débil para levantarme, pero lo intenté, hasta que sentí
manos en mis brazos, y me descontrolé más de lo que ya estaba.

— ¡Tranquila!, ¡enfermera, enfermera! —gritó una voz.

Muchas manos me sujetaron, y sentí una aguja traspasando uno de mis brazos
dolorosamente… y todo comenzó a estar menos agitado.

Desperté desorientada una vez más, pero la habitación estaba a oscuras,
excepto por una luz suave encima de mi cabeza, pegada a la pared.

La misma sensación de terror me invadió, mi cuello seguía inmovilizado, pero
no podía entrar en pánico, o me harían lo de antes. Ordené mis pensamientos,
y alejé el pánico. Mis ojos estudiaron el lugar, moví mi mano, y sentí lo que
esperaba encontrar. Exhalé de alivio, había conseguido el control para reclinar
la cama. Estaba en un hospital o clínica. Ese conocimiento hizo que comenzara
a llorar de felicidad, que pasó rápidamente a desconsuelo.

— ¡Chelsea! Hija —dijo una voz. Mi mamá, ¡era mi mamá!

— ¡Mamá! —dije llorando.

—Sí, soy yo, ¡shhh! Corazón. Ya estás a salvo —dijo rodeándome como pudo
con sus brazos.

No sé cuánto tiempo lloré en brazos de mi mamá. Era de noche, el día no se
había acabado. El día que casi muero en manos de un psicópata. Mi mamá me
tranquilizó, me preguntó si deseaba hablar con ella de lo ocurrido, o si
necesitaba tiempo. No pude responderle, sólo podía sollozar sin despegarme
de sus brazos. Lloré hasta agotarme y me quedé dormida en brazos de mi
mamá.

Abrí los ojos, la habitación estaba bañada en luz solar. Estaba acostada boca
arriba, por el collarín que tenía puesto, a pesar de que me estaban pasando
medicamentos, sentía dolor y era molesto el collarín, no podía mover el
cuello. Y eso me hacía acordarme del horror… Y la garganta dolía, todo dolía.

—Hola —dijo una voz ronca en tono muy bajo.

Pero no me sobresalté, mis ojos se llenaron de lágrimas. No sabía que podía
llorar tanto.

—Edward —logré decir.

Sus brazos me rodearon, y nos quedamos así un buen rato.





Una semana después.

A Abel lo arrestaron, casi muerto. Ya que Edward lo molió a golpes. Saber eso
me hizo llorar, si Edward lo hubiese matado… las consecuencias hubiesen
sido terribles para él. La policía me interrogó, y Edward estuvo junto a mí
todo el tiempo. Mis padres, amigos, la impactada familia Collins, se
mantuvieron alejados por petición mía. Necesitaba terminar yo sola la
pesadilla, bueno no sola, junto a Edward. Si no hubiese entrado a la habitación
estuviese muerta. Logré narrar el acontecimiento. Me preguntaron si
recordaba el primer ataque a mis 13 años. La verdad es que no, sólo pedazos,
cuando estuve en la habitación, las imágenes me llegaron, pero sólo las peores
partes, yo corriendo por un cementerio de noche, la voz áspera de un
monstruo llamándome. Y su cara entre las sombras del cementerio, una cara
13 años más joven, pero una cara que no había cambiado en maldad, sus
ojos… sus manos tratando de quitarme la inocencia y la vida misma. Les dije
que esa niña murió esa noche en el cementerio. Me preguntaron si recordaba
como logré sobrevivir esa noche. Nunca lo sabré, esa respuesta la sabía el
monstruo.



Casi un año después.


Tomé la decisión de mudarme a Irlanda. Fue una decisión drástica, dos meses
después de la pesadilla que reviví, la familia Collins me dieron una suma alta
de dinero, “por todo el asunto”. Así se refirió la hija del monstruo. No quería
su dinero, pero deseaba alejarme de todo… bueno menos de Edward, pero
tenía que irme.


No conocía a nadie, me bastaba con hablar inglés. Era una turista que se movía
por todo el país. Ayudada con “Google maps” Hasta que mi no inexpresivo
hombre me encontró.


—Gracias —dije llevándome una bolsa llena de verduras de un puestico
pintoresco, en una hermosa calle llena de gente comprando.

Seguí mi mañana comprando, y tomando fotos. Hasta que regresé al hotel en el
que me estaba quedando por los momentos. Fui a tomarme una cerveza al bar
del hotel. No era cervecera, pero estaba en Irlanda.

—Tomé señorita —dijo el barman poniéndome un “sexo en la playa” enfrente
de mí. Fruncí el ceño. —. Disculpe, pero yo no ordené eso —dije
amablemente.

—Yo lo ordené por ti —dijo una voz detrás de mí, ¡esa voz!
Me di vuelta, casi tumbado el banquito donde me encontraba sentada.

— ¡Edward! —dije y me lancé en un fuerte abrazo.

—Mi no doncella —dijo sin soltarme

Después del efusivo abrazo, se sentó conmigo en una mesa, uno enfrente del
otro. Un mesonero nos acercó las bebidas. Mi cerveza sin tocar, y la de sexo en
la playa, le di mi cerveza a Edward, y tomé la otra bebida.

— ¿Cuándo llegaste? —Pregunté sonriendo mostrando los dientes.

—Ayer, averigüé con tu mamá donde estabas —dijo sonriéndome de la misma
manera que yo —. No sabes lo mucho que me costó darte espacio —dijo
dejando de sonreír. Tenía un aire de tristeza en sus ojos.

—Lo sé, pero gracias por todos los emails —dije sonriendo con nostalgia.

—Bueno era uno semanal —dijo riendo con diversión —. Eso no es dar
precisamente espacio —dijo regalándome una sonrisa de lado.

—La verdad me sorprendiste mucho, el no querer saber a dónde me fui —dije
con curiosidad.

Edward se tensó.

—Lo hice por tu seguridad, mientras sólo tus padres supieran donde estabas,
era más que suficiente. Abel tiene mucho dinero… —dijo tensando la
mandíbula.

Me estremecí tan solo con escuchar el nombre.

—Oye —dijo tomando mi mano y apretándola suavemente.

—No te preocupes, ese hijo de puta no va hacerte más nunca daño, fui muy
exagerado en cuestión de seguridad. El maldito no te tocará, nunca más en el
resto de su asquerosa vida, dinero. Por eso hiciste bien en no decirle a nadie
donde estabas Chelsea, incluyéndome.

Asentí con la cabeza.

—Bueno hablando de temas más alegres —dije tratando de sonreír —. Ya que
me sorprendiste, viniendo aquí. Ahora la que te sorprenderá soy yo —dije
sonriendo nerviosa.

Edward frunció el ceño.

— ¿Cómo así? —dijo alzando una ceja.

—Estaba pensando ir a las Bahamas, mañana —dije mirando a un sorpresivo
Edward —. Al “Atlantis Paradise Island”. Veras cuando tenía 11 años, vi la
película “Holiday in the sun” protagonizada por las “gemelas Olsen”. Todo el
tiempo que estado aquí, no use mucho dinero… el de los Collins, estuve
colaborando con distintos restaurantes, y me gané unos reales. Así que tengo
lo suficiente para pasar una semana en las Bahamas —dije sonriendo
alegremente.
—Bueno vamos —dijo sonriendo divertido.

—Sabía que lo dirías, nos hace falta sol —dije mirándolo atentamente. Edward
tenía el mismo color de piel que yo (blanca). Era de descendencia británica.
Aunque no tenía ningún acento. Ya que vivió casi toda su vida en Washington
D.C.




Las Bahamas.

1 día.

—Sí, trae tu hermoso culo para acá Amber —dije paseándome por la
habitación del hotel —. Ya te dije, invito yo —puse los ojos en blancos —. No,
no me tienes que pagar después, ¿desde cuándo nos hemos pagado algo
después? —dije riéndome.

— ¡Las Bahamas!, ¡Oh por Dios! —dijo del otro lado de la línea una eufórica
Amber.

—Sí, te espero mañana, te recogeré en el aeropuerto temprano.

Colgué el teléfono sonriendo, y escuché que llamaron a la puerta. Me asomé
por el ojo de Aquila de la puerta. Sonreí como tonta al ver de quien se trataba,
y abrí la puerta.

— ¡Vaya!, te ves, como el típico hombre de vacaciones —dije mirando de
arriba abajo, a un Edward en unas bermudas negras, con camisa roja de
estampado de palmeras, y chanclas.

—Claro todo un clásico —dijo sonriéndome con diversión.

—Mi amiga llega mañana por la mañana —dije mordiéndome el labio.

Edward y yo, no nos habíamos besado, desde el único beso, la noche de la
fiesta en casa de los Collins. La tensión sexual que teníamos era tan obvia. Pero
parecíamos sólo buenos amigos. La verdad yo no tenía ni puta idea de que
hacer.

— ¿Quieres ir a la playa o a la piscina? —dijo mirándome como
estudiándome.

—Quiero tomarme unos tragos en la playa —dije tratando de calmar a mis
hormonas.

—Playa será —dijo mirándome como queriendo decir algo más, pero me
sonrió de lado y dijo: —. ¿Te espero aquí? O… —dijo nervioso.

—Espérame aquí, necesito una opinión sobre el traje de baño que me compré
—dije dándome vuelta, y solté una sonrisa pícara, la cual no vio. Mis
hormonas necesitaban divertirse. Tenía que romper la tensión que había, o más
bien generar más, hasta que me hiciera suya. Con ese pensamiento me fui al
baño para ponerme un hermoso bikini color verde manzana.

—Estoy lista —dije sonriendo. Edward subió la mirada de unos folletos
vacacionales, los cuales se le cayeron de la mano.

— ¡Vaya! —su boca se abrió, y sus ojos me recorrieron sin disimulo.

Chelsea 1, Edward 0.

Para subir más la temperatura giré lentamente.

— ¿Y bien?, me gusta el color, pero, creo que es muy grande—dije con
picardía, mintiendo ya que era del tamaño ideal.

— ¿Quééé´?, ¿Lo dices en serio? —dijo con intención de levantarse, pero se
arrepintió y se quedó sentado—. De tamaño está bien… más pequeño sería
ilegal —dijo con los ojos como platos, y cruzó una pierna encima de la otra.
No pude evitar sonrojarme, sabía porque estaba así…Mis pezones se
endurecieron, y sentí un cosquilleo en mi conejo.

Chelsea 2, Edward 0

¡Así que era celoso!, sencillamente adorable. Pero yo no me consideraba una
mujer de poner a un hombre celoso.

Sonreí con inocencia.

Agarré mis cosas, lo miré de reojo removerse inquieto en el sofá. Tomé un
lindo pareo negro transparente encima de la cama, y me lo amarré en las
caderas.

—Lista —dije mirándolo como niña buena.


La playa “Paradise beach”.

Bajo una sombrilla grande, y con una cava llena de bebidas, y otra llena de
aperitivos.

Edward y yo nos instalamos en la hermosa playa de arena blanca y aguas
turquesa.

—Chelsea, no quería tener que preguntar esto ahorita, pero…—dijo
sentándose encima de la tolla.

Fruncí el ceño. Edward tenía puesto unos lentes de sol, pero por su tono de
voz, me indicaba que me preguntaría algo sobre lo que viví con… el psicópata.

—Edward… —me interrumpió.

—Oye, te entiendo, fue una experiencia horrible, pero sé que no has pasado
página Chelsea, lo noto, aunque no estuve todos estos meses a tu lado, tu
manera de escribir. —Se sujetó una muñeca con la mano libre, estaba sentado
con las rodillas cerca del pecho, abiertas, apoyando sus brazos en las rodillas
—. ¿Sabes la pregunta que te haré? —dijo con seriedad a pesar de que no podía
verle los ojos.

—Sí, ¿Quieres saber si me pregunto, de quién era la sangre que tenía en toda
mi ropa?

—Sí —dijo tomándome de la mano.

—La policía dijo que la sangre pertenecía a un hombre, no de Abel, de otro, ya
que consiguieron varias pruebas que indicaban que era de un hombre.

Me exasperé.

—No recuerdo nada más Edward. Sólo lo que le conté a la policía. Pero sí,
siempre me hago esa pregunta. Las pesadillas no se han ido, no sé cuándo se
detendrán. Abel… está preso, y yo estoy viva… y no logró…violarme… —
dije estremeciéndome. Edward se acercó a mí y me envolvió con sus brazos
por la cintura.

—Lo lamento, no debí de sacar el tema —dijo sin soltarme.

—Lo sé —dije disfrutando de sus brazos, se había quitado la camisa de
botones. Quedándose en el traje de baño tipo bermudas.



—Señor, tiene recado —dijo una recepcionista dirigiéndose a Edward.

—Gracias —dijo tomando un papel que le entregó la mujer.

Estuvimos casi una hora tumbados en la arena, antes de regresar al hotel.
Hablando de mi viaje a Irlanda, tomando, él, vodka solo, y yo vodka con jugo
de naranja.

Edward frunció el ceño mientras leía el papel.

— ¿Todo bien? —le pregunté.

—Sí, me sorprendí, es mi papá —dijo botando el papel en un contenedor de
basura.

— ¿Se encuentra bien? —pregunté preocupada.

No conocía a la familia de Edward. Él en cambio sí, a mis padres.

—Sí, está bien, dice que lo llame, que necesita reunirse conmigo urgente —
dijo sin dejar de fruncir el ceño.

Unas horas después, bajé de mi habitación para cenar con Edward. Bajé con un
vestido de coctel semiformal sencillo color negro.

Edward llevaba un pantalón negro de vestir, y una sencilla camisa manga larga
de botones color blanco. El cabello peinado hacia atrás con su respectiva liga.
En la playa estaba para comérselo, tenía el cabello sin la liga, y algo
despeinado por la brisa.

—Estás preciosa —dijo retirándome la silla.

—Gracias —dije tomando asiento —. Tú muy guapo —seguido tomó asiento
en frente de mí — ¿Hablaste con tu papá? —pregunté con cautela.

—Sí, me dijo que llegará temprano mañana —dijo con amargura juntando las
manos.

— ¡Vaya!, eso es repentino —dije sin saber más que decir.

—Sí, así es él. Quiere hablar en persona sobre… el malnacido de Abel…. —
dijo apretando la mandíbula —. Ya que era su mejor amigo —dijo y suspiró.

—Lo entiendo —dije tomándole una mano —. Además, seria lindo conocer a
alguno de tus padres. Ya tú conoces a los míos. —dije sonriendo
divertidamente.

Me miró sonriéndome también con diversión.

—Bueno no te pierdes de nada, mamá es más agradable que mi papá —dijo
encogiéndose de hombros. —. Tenemos una relación “amistosa”, más laboral
que afectuosa —dijo con expresión amarga.

Cenamos ligero, y le propuse dar una vuelta por la playa.

Me quité los zapatos de tacón, y él se remango el pantalón hasta las rodillas. Y
Se quitó medias y zapatos. Caminamos sintiendo la arena en los pies.

—Está hermosa la noche —dije mirando hacia el cielo. El cielo estaba
despejado.

—No puedo más Chelsea —dijo deteniendo el paso.

Me detuve y lo miré a la cara.

— ¿No puedes con qué? —pregunté preocupada.

—Esto —me tomó por la cintura y me besó con un desborde de pasión, que me
dejo sin aliento. Y me refiero de la mejor forma posible. Pasé mis brazos por
su cuello, y terminamos encima de la arena, yo encima de él, fundidos en un
beso, que tenía ganas acumuladas. Estábamos solos. Pero cuando recobramos
el aliento. Le tendí una mano, y nos fuimos para el hotel.

Parecíamos dos adolescentes con las hormonas a flor de piel. Y no es que
seamos viejos, somos adultos jóvenes, pero la frase nos va como anillo al
dedo. No pudimos besarnos en el ascensor, ya que lo compartimos con una
familia con hijos pequeños. Cuando llegamos a nuestro piso, y no vimos a
nadie por los pasillos, Edward me pegó contra una pared, y me besó con
apremio. Nos fuimos andando hasta mi habitación, entre beso y beso.

Al entrar a la habitación, Edward cerró la puerta con el pie, y me fue a tumbar
boca arriba, y como estaba envolviéndolo con mis brazos caímos los dos en la
cama, pero fallamos el aterrizaje. Por suerte Edward se giró rápidamente y me
salvó del golpe, fue él, el que cayó de espalda, conmigo encima. Pero no fue
un golpe duro. Nos partimos de la risa, y la pasión se desató en el suelo de la
habitación. Sus expertas manos estaban en mis caderas, el vestido se me había
subido hasta la cintura. Deslizo las manos por mis caderas, hasta mi trasero, y
me apretó con ganas, haciéndome gemir en su boca. Me senté a horcajadas
sobre él, se impulsó y quedó sentando, pasó sus manos por mi espalda y me
bajó el cierre del vestido. Me levanté apoyándome de sus hombros, él se
levantó seguido y me quitó por completo el vestido, me pegó a su cuerpo, y
alzó una de mis piernas, su mano se deslizó tentadoramente por mi muslo, y
gemí de placer. Enrosqué mis brazos en su cuello, y me fue recostando
lentamente en la cama, comiéndome la boca. Su lengua jugaba con la mía,
exploraba mi boca. No podía más, hice que giráramos y lo tumbé en la cama
boca arriba, se posicionó cómodamente en la cama, me subí en la misma,
arrodillada entre sus piernas, bajé mi mano para palpar su bulto, y me gané, el
gemido más erótico que escuchado en mi vida, proveniente de un hombre. Le
bajé con apremio el cierre, él me ayudo quitándose el pantalón, quedando en
un bóxer blanco. Se lo bajé, y llevé mi boca desde su clavícula, hasta su
ombligo y de su ombligo hasta su… ¡Madre mía! Su enorme polla erecta. Al
detenerme enfrente de su polla, comencé a besar sus muslos internos, sin
llegar a tocar, testículos o polla. Escuché como jadeaba, y se removía inquieto.

—Joder… —dijo, y gimió, al sentir mi mano cerrada comenzando a bombear
su erecta y dura polla.

Lo miré a los ojos, sonreí al ver cómo me miraba, con los ojos como platos,
la boca levemente abierta, y un gesto de placer en su cara. Me levanté, el me
miraba, me bajé las bragas, seguido me desabroché el brasier. Y le terminé de
sacar el bóxer por las por las piernas. Me coloqué de nuevo entre sus piernas,
recostándome boca abajo en el colchón, y tomé su polla en mi mano derecha,
y luego acerqué mi boca, y con la lengua lo probé. Su cuerpo se estremeció,
sus jadeos y gemidos llenaron la habitación. Seguí pasando mi lengua por su
tronco, y alternado con la cabeza de su polla. Escuchamos que llamaron a la
puerta. Y los dos soltamos un taco, por suerte no muy fuerte para que nos
oyeran.

— ¡Mierda!, Es en serio —gruño Edward.

—Olvidamos poner el cartelito de no molestar —dije poniendo los ojos en
blanco y suspirando.

Edward se levantó de la cama, su erección seguía. Busco una bata, y yo me fui
de prisa al baño. Tratando de no soltar una risa. Era frustrante que nos
interrumpieran pera también gracioso.

Regresé unos 3 minutos después, y lo conseguí recostado con los brazos
cruzados detrás de la cabeza, con la bata puesta. Me miró y me sonrió
enseñando los dientes.

—Ya no, nos molestaran, nos trajeron la cena, pero eso puede esperar —dijo
levantándose, y quitándose la bata. Yo seguía desnuda, y acorté la distancia
corriendo. Él me tomó por la cintura, y nos besamos con desenfreno, me fue
recostando en la cama, sin detener el beso. Los besos se descontrolaron, nos
llenamos la piel de ellos. Pero ya no podíamos esperar más, sin unir nuestros
cuerpos en uno. Edward tomó su miembro erecto, y lo posicionó en mi centro.
A pesar de la excitación de ambos, fue lento y tierno, y comenzó a moverse, en
un vaivén. Lento, pero luego fue aumentando, mis manos se aferraron a sus
glúteos, y lo animé a moverse más de prisa, y así lo hizo, regalándome un
magnifico orgasmo, sin necesidad de tocarme yo misma, o que el bajara su
mano a mi centro. Estaba tan excitada, que logró lo imposible. Sabía moverse,
sabía besar, sabía… Él sabía lo que estaba haciendo. Poseyó mi cuerpo, mi
alma, y mi corazón. Si hay algo más que poseer, él sería el indicado. Cabe
mencionar, que casi le da un infarto al olvidarse del pequeño detalle, y grande
al mismo tiempo. No usó condón, lo tranquilicé, y le dije que yo tomaba la
píldora, luego me dijo avergonzado, que adoraba la idea de convertirse un día
en padre, pero que se sintió mal, culpable por ser tan irresponsable. Le dije que
también fue mi culpa, no avisarle que la estaba tomando. Después nos reímos
de eso, y entre mimos y besos, nos quedamos dormidos.






Conociendo al papá.


Al día siguiente, apenas logramos salir de la cama, después de hacer tres veces
anoche, el acto más delicioso conocido por el ser humano. En la mañana un
radiante y sexy Edward, con la voz más ronca que nunca, voz de recién
levantando, me tomó por la cintura cuando lo desperté, para que nos
preparáramos para recibir a su papá y a mi mejor amiga Amber.

—Primero los buenos días te los voy a dar a mi manera, luego nos bañaremos
juntos, y luego comemos algo camino a buscar a los dos —dijo sonriéndome
con una cara entre dormido y despierto. No lo pude evitar, me subí a
horcajadas de él, que estaba como Dios lo trajo al mundo, en cambio yo tenía
puesto unos shorts de pijamas y franela.

Fue un sexo apresurado, pero el mejor rápido de mi vida.

Más tarde esa mañana, llegamos al aeropuerto, y Amber fue la primera en
llegar.

—Holaaaa, Chelsea —dijo dando brincos como niña pequeña y
envolviéndome en un fuerte abrazo de oso. Después de 5 costillas rotas, me
soltó. —. Chelsea, ¿viste al bombón que tienes muy cerca de ti?, te está viendo
—dijo susurrándome al oído. No pude evitar reírme a carcajadas.

—Ese es… pues viene conmigo —dije rascándome la sien —No me había
parado a pensar, lo que somos Edward y yo.

Edward se acercó y se presentó con Amber, la cual lo desnudo con la mirada.
Ya estaba acostumbrada a que hiciera esas cosas. Pero esta vez sí me importo,
y molestó. Estaba celosa era oficial.

—¡Vaya!, hombres como tú, no se ven todos los días —dijo Amber,
borrándome del mapa. Puse los ojos en blanco. Edward le sonrió divertido,
pero sin quitarme los ojos de encima.



—Voy al baño, ya vengo Chel, ya vengo bombón —dijo y se encaminó hacia
el baño.

Me pasé una mano por la cara y negué con la cabeza después de perder de vista
a Amber. Unas manos me envolvieron por la cintura, y mi espalda se apoyó
encima de un fuerte pecho, su boca besó mi tierno cuello, el cual tenía
expuesto, porque tenía el cabello recogido en una sencilla cola de caballo. Sus
manos subieron y bajaron por mi vientre desnudo. Decidí venir al aeropuerto
en un crop top negro de encaje, y unos shorts de verano, jeans blancos.

—Tu amiga es súper zumbada —dijo a mi oído, haciendo que todo mi sistema
entrará en corto circuito.

—Sí, es parte de su encanto —dije, y me giré, y sin importarme si alguien nos
veía o no, lo besé.

Edward jadeó al separar mis labios de los de él.

—¡Wow!, Ese fue un beso, que deberías repetir siempre —dijo, y antes de que
pudiese responderle algo ingenioso, me besó, pagándome con la misma
moneda, y dejando peligrosamente sus manos muy cerca de mi culo.
Escuchamos a alguien carraspeando.

—Papá —dijo hablando agitadamente Edward. Yo estaba de espalda del padre
de él. Me di vuelta.

—Buenos días hijo —dijo un señor de unos 60 y pico años de edad. Pero
Edward no se parecía en nada a él.

—Hola —dije sonrojándome, y tendiéndole una mano.

—Papá ella es Chelsea, mi novia —dijo, dejándome perpleja. Mi corazón gritó
de felicidad.

—Encantado Chelsea —dijo el nombre un poco incómodo.

Amber se nos unió a los pocos minutos, y nos fuimos al hotel, en una
limosina. A cuenta del padre de Edward. A Amber se le cayó la mandíbula al
piso por eso.

Al llegar fuimos directo a desayunar.

—Café solo, por favor —dijo el señor Simon. Padre de Edward, hablando con
una camarera.

—Yo quiero un jugo de naranja y fruta fresca del día, por favor —dijo Amber.

Yo moría de hambre. Demasiadas calorías perdidas anoche, y esta mañana.

—Yo quiero unas tortitas con sirope de caramelo y chocolate, y para beber un
latte por favor —dije, y volteé a mirar a Edward que estaba a mi lado. Me
sonrió juguetón.

—Lo mismo en comida, y un café con leche, por favor —dijo, y me
sorprendió apretándome el muslo izquierdo, regalándome una sonrisa de lado.

—¡Vaya! Amiga, tremendo apetito —dijo Amber, con una sonrisa burlona.

¿Qué diablos? Pensé. Traté de no poner los ojos en blanco. Estaba siendo
envidiosa.

—Sí, es que hicimos mucho ejercicio ayer —contestó Edward, poniendo su
mejor cara no inexpresiva, que tanto me gustaba.

El comentario doble sentido hizo mella, el señor Simon tosió, Amber abrió la
boca como tonta por la impresión. Yo le devolví el apretón del muslo a
Edward, el cual, sin dejar de prestar atención a su padre y a Amber, llevó mi
mano a su bulto, que estaba duro. Su erección hizo que mi conejo se activara.
Era lo más atrevido que había hecho en mis 27 años de vida. Amber y el padre
de Edward, estaban ajenos a lo que pasaba de nuestro lado de la mesa.
Estábamos tomando el desayuno dentro del hotel, y gracias al mantel, y del
lado donde nos sentamos Edward y yo, nadie podía notar lo que hacíamos, al
menos que nuestras caras nos delataran. Tomé un sorbo de agua, y Edward me
soltó la mano, dejándola encima de su bulto, le seguí el juego, le di un leve
apretón a su erección, y sentí como junto un poco las piernas por mi toqué,
miré su cara, ya que estaba hablando de trabajo con su padre, mientras mi
mano, subía y bajaba por sus muslos, dando pequeños apretones, que sabía,
aunque no bajará la vista para ver mi trabajo, para no delatarme, sabía que su
polla estaba brincando, y deseando atención. Las manos de Edward estaban en
la mesa jugando distraídamente con la servilleta de tela. Mi mano libre estaba
tomando la copa fría con agua. Luego de torturarlo un poco, llevé mi mano de
vuelta a su bulto, que sentí mucho más duro y abultado, y comencé a sobarlo.
La comida llegó, y lo solté un segundo, di las gracias, y les di buen provecho a
todos. Tomé un poco de mi café con cuidado de no quemarme. No era amante
de tomármelo caliente, siempre esperaba un poco que se enfriara. Pero
necesitaba disimular un poco, o soltaría un gemido, ya que lo que le estaba
haciendo a Edward, en un lugar público, me ponía a mil. Amber estaba atenta a
Edward, cosa que me enfureció, porque la conocía, la forma de mirar a
Edward prometía malas intenciones, intenciones sexuales a nivel del estilo de
Amber. Tenía que decirle pronto que Edward y yo, somos novios, o primero
confirmar que lo éramos, con él. Edward tomó un poco de su café, y estaba
atento a su padre, que seguía hablando de trabajo. Amber me dirigió la palabra.

—Chel, ¿pensé que tenías hambre? —dijo mirando mi plato sin tocar.

Le sonreí, queriendo darle una cachetada, me estaba buscando las cosquillas. Y
no le iba dar el gusto. Nunca la había visto ser tan perra, y menos conmigo.

—Primero quiero disfrutar del rico latte, no tengo prisa —dije, y por lo visto
mi mirada hizo que reaccionara. O eso creí.

Mi mano bajó de vuelta a la deliciosa erección de Edward. Y comencé a
moverla deprisa. Edward se removió un poco en la silla, y comenzó a cortar
un pedazo de sus tortitas. Mientras le hablaba a su papá, sobre unos
documentos de trabajo. La verdad estaba concentrada en tocarlo, y en Amber
hablándome de lo agobiada que estaba por el trabajo, que disfrutaría lo
máximo estas mini vacaciones. Copié a Edward con la mano libre, la derecha
por suerte, comencé a cortar un pedazo de tortitas con el tenedor de mi plato.
Cuando seguí, más y más rápido masturbando a mi sexy abogado que llevaba
unos pantalones cómodos deportivos, en el último momento metí mi mano, y
tomé su erección, que sentía como palpitaba en mi mano, comencé a subir y
bajar rápidamente, Edward se llevó un buen pedazo de tortitas a la boca. Y
sentí su mano en mi muslo apretando con fuerza, por el placer que le estaba
dando. Yo tomé de mi café. Y la servilleta que tenía encima de mis piernas la
usé para tapar la polla de Edward, y comencé a bombearla rápidamente, hasta
que sentí mi mano llenarse de semen. La seguí subiendo y bajando un poco
más, hasta que Edward me dio un apretón, y entendí que ya estaba “vaciado”, y
yo muy excitada. Me divertí y me excité al mismo tiempo. Edward cuando
estaba corriéndose, tuvo que disimular tapándose la boca con la servilleta de
tela y fingiendo una tos. Luego retiré mi mano, él bajó la suya y me pasó su
servilleta para que me limpiara la mano. Miré disimuladamente, como se
limpiaba con mi servilleta, y se guardaba el pene. Tomé ambas servilletas y las
guardé en mi cartera. El desayuno terminó, con Amber diciendo que iría a
descansar, tomaría una siesta reparadora. El padre de Edward dijo que lo
deseaba ver después de la cena, en el bar del hotel.

—Mi no doncella eres increíble, por un momento pensé que no podría evitar
gemir, eso y el hecho de que me costó muchísimo mantener la respiración
controlada. Casi me ahogo con las tortitas —dijo riéndose, y tumbándose en la
cama.

—Sí, y era imposible comer así. Al menos mi café lo disfruté como me
gustaba, tibio.

Edward estaba boca abajo abrazando una almohada.

—Te quería comentar algo… —dije sentándome en el sofá.

Edward me miró desde la cama haciendo una mueca adorable.

¿Quién iba a pensar? Que el hombre que conocí hace casi un año, que
mantenía un halo de seriedad, eso sí, seriedad, no de hombre amargado, sino
seriedad de hombre sexy. Podía tener momentos de niño grande, y momentos
juveniles tipo adolescente.

—Dime —dijo

—Me presentaste como tu novia… eso quiere decir.

Me sonrió enseñándome los dientes, y se levantó.

—Eso quiere decir, que soy un idiota por no pedírtelo antes, pero es que eres
mía nena. Y lo digo de la manera menos posesiva —dijo alzando las manos en
un modo inocente —se acercó hasta el sofá, y pasó sus brazos por mis piernas
alzándome en brazos —. Ahora para demostrarte que eres mi novia, te haré el
amor.

Lo miré con la boca abierta.

Asintió con la cabeza, conmigo en brazos, sonriendo ampliamente con brillo
en sus ojos.

—Sí, mi no doncella, escuchaste bien, te amo. Así que te haré el amor
oficialmente, pero que consté que las otras veces, también fue con amor —dijo
y me besó con dulzura, hasta convertirse en fuego.





Nos quedamos dormidos, pero mi celular me despertó. Lo agarré y miré el
mensaje de texto que había entrado.

Mensaje de Amber.

—Necesito que vengas rápidamente a mi habitación, tú y yo tenemos una seria
conversación pendiente, y no acepto, un no por respuesta.

Eran las 11:15 de la mañana. Edward dormía profundo. Me vestí en silencio, y
salí de la habitación.

—Chelsea —dijo una voz

—Señor Simon —dije dándome vuelta, ya que me dirigía por el pasillo hacia
la habitación de Amber que quedaba un piso arriba del mío.

—Me puedes decir Simon —dijo sonriéndome con amabilidad.

No quería admitirlo, pero el hombre era muy superficial, y muy arrogante,
cuando lo conocí, pero ahora se estaba mostrando más “amistoso”.

—¿Simon, en que lo puedo ayudar? —pregunté amablemente.

Nunca he sido una persona hipócrita, así que cuando no me gustaba alguien,
usaba los buenos modales, pero si la persona era impertinente, los dejaba con
la palabra en la boca.

Sonrió ampliamente.

—Necesito un favor, tengo un regalo para Edward, y la verdad, él y yo, no
tenemos muy buena relación. Ya sabes la de padre e hijo… —dijo sonriendo
nervioso.

No me esperaba que el hombre dijera algo así. Me conmovió. Me sentí mal por
haberlo juzgado. Lo raro es que nunca falla mi instinto. Bueno soy humana,
errar es de humanos pensé, quitándole hierro al asunto.

—¿Quiere que miré el regalo? —dije sonriendo genuinamente.



—Sí, eso sería excelente. Yo aún, no he envuelto el regalo, lo tengo en la
maleta y todo —dijo pasándose la mano por la nuca, en un claro gesto de
timidez o vergüenza.

—Bueno con gusto lo puedo ayudar, si quiere, a envolverlo —dije sacando al
hombre de su incomodidad.

—Pero te estoy interrumpiendo, ibas hacer algo y te detuve —dijo una vez más
avergonzado.

Pensé en Amber esperándome, y la verdad no tenía ganas de hablar con ella
ahorita sobre mi relación con Edward. Me daba curiosidad el intento de tener
mejor relación de padre e hijo, de Simon con Edward. Y me daba emoción
poder ser parte de algo tan lindo.

—No, la verdad, no está interrumpiendo nada, Edward está durmiendo, y yo
decidí dar una vuelta nada más —dije sonrojándome. Aunque fuese una mujer
adulta, me daba algo de vergüenza admitir, que al ser novia de Edward, bueno
se supone que dormimos juntos. Pero tener que confesarle eso a su padre me
parecía vergonzoso.

—Perfecto, no quiero decir que ya soy un hombre, que se está poniendo viejo,
pero si soy torpe con cosas de regalos y todo el asunto de envolver —dijo
riendo.

—Lo entiendo —dije uniéndome a su risa.

—Si quiere entonces, podemos envolver el regalo tomándonos un café —
sugerí.

—Lo que sucede es, que no quiero que Edward me pillé con el regalo, me da
mucha vergüenza… pero podrías pasar un momento a mi habitación, y si
quieres pedimos el café ahí… Han pasado muchos años, desde la última vez,
que yo le regalé algo a Ed, y creo que… —. Se quedó pensando —. Creo que
jamás he envuelto un regalo en mi vida —dijo con diversión y nerviosismo.

Dudé unos segundos. Y no sé el porqué de mi duda. Se trataba del padre de mi
novio, del hombre del que me estaba enamorando perdidamente.

—Está bien, no hay problema, vamos —dije sonriendo amablemente.

Cuando entramos a la habitación, Simon no paraba de darme las gracias.
Llamó a servicio de la habitación y pidió los cafés, después de preguntarme
como lo deseaba. Me dieron ganas de orinar, ya que había bebido mucha agua
durante el desayuno, y eso que oriné bastante después de hacer el amor con
Edward.

—¿Puedo usar el baño? —pregunté con timidez.

—Sí, claro, claro —dijo mientras se disponía abrir una maleta. Donde supuse
estaba el regalo.

Fui al baño, oriné, luego mientras me lavaba las manos, vi junto a unos
productos de higiene, una cadena, que supuse era de plata. La tomé y vi una
pequeña letra “C” que colgaba de una hermosa y delicada cadena muy
femenina, la cual resulto ser oro blanco, la letra también era de oro blanco con
11 diamanticos incrustados. Seguí mirando el collar, hasta que le di vuelta a la
letra, en el reverso estaba la frase “Para Chelsea mi pequeña unicornio” Solté
el collar, que cayó dentro del lavado con un ruido sordo.

El aire abandono mis pulmones.

Mi mamá me había contado que, de niña, perdí un collar con la frase grabada
“Para Chelsea mi pequeña unicornio” El collar no lo recordaba, sé que, era
una letra, pero no recordaba cómo estaba hecha. Pero la frase… esa frase la
eligió mi mamá, por mi obsesión de pequeña por los unicornios.

¿Cómo podía tener Simon ese collar? Mi mente comenzó a gritarme lo obvio.
“Ya que era su mejor amigo” Abel era el mejor amigo de Simon. “Mucha,
mucha sangre, había en mi ropa”, “La policía dijo que la sangre pertenecía a
un hombre, no de Abel, de otro, ya que consiguieron varias pruebas que
indicaban que era de un hombre”. “señor de unos 60 y pico años de edad”,
Abel tenía 71 años. Por ese entonces cuando me atacó en el cementerio tenía 57
años, Simon su mejor amigo, unos años menos. Así que la sangre era de
Simon. ¡Y si tenía mi collar!, él… él era “era su mejor amigo”, entonces él
ayudo al monstruo. Mi cara palideció. Estaba nuevamente atrapada en una
habitación con un psicópata. Debí de escuchar a mi instinto.

La puerta del baño se abrió, no le había puesto seguro.

—Chelsea deja que te expliqué —dijo con las manos alzadas en un gesto que
debería de tranquilizarme, pero no.

—Usted… es el otro hombre —dije retrocediendo.

—Sí, yo estuve en el cementerio esa noche. Pero te ayude Chelsea. No dejé que
Abel abusara de ti… —dijo con cara de dolor.

—¿Para qué me trajo a su habitación? —pregunté tratando de mantener la
calma. Pero el terror se caló en mis huesos. Tenía que salir de aquí.

—No te voy hacer daño Chelsea, yo no soy como Abel, te lo juro.

—Déjeme ir entonces —dije casi gritando.

—Lo haré, pero primero déjame al menos contarte la historia real, sólo te
pido eso. Sé que después de esto iré preso, por ocultarle esto a la policía…
pero tengo mis razones —dijo con la mirada apagada. Su voz era desespero
puro, pero manteniendo la calma, cosa que me heló la sangre. Ya que la
pesadilla no se acababa.

—Hable —logré decir.

—Vamos a la habitación, para que te sientes en el sofá. Si quieres correr,
hazlo, pero creo que te preguntaras ¿qué sucedió?… eso no sólo te ayudara a
superarlo… También así todos pasamos capítulo —dijo con tono de voz
derrotado.

Asentí con la cabeza. Tenía razón quería superarlo, pero no podía confiar en
él, debería salir corriendo. Lo seguí a la habitación. Llamaron a la habitación.

—Es el café —dijo y se dirigió hacia la puerta.

Me quedé quieta, podía aprovechar y gritar por ayuda, o salir corriendo. La
puerta estaba abierta, un joven camarero entró con una bandeja con los cafés.
Colocó la bandeja, y se retiró. Simon cerró la puerta y caminó hasta el sofá.

—Gracias por no gritar —dijo sentándose en el sofá, yo estaba parada en la
puerta del baño.

—Hable —dije sin pensar.

—De acuerdo —se pasó ambas manos por el cabello con la cabeza gacha —.
Hace 14 años, Abel y yo, estábamos saliendo del cementerio, se aproximaba
Halloween, y había muchos adolescentes que rondaban el cementerio,
haciéndose bromas entre ellos. Ese día vimos a un grupo de adolescentes, entre
los cuales había jovencitas de 18 años, pero también había grupos de chicas
más jóvenes. Abel y yo éramos unos sin vergüenzas, nos encantaba estar con
mujeres jóvenes, pero… siempre mayores de edad. Pero que esa noche, Abel
me demostró que a él no le importaba si eran o no mayores de edad —dijo con
la cara pálida —se pasó una mano por los ojos —. A medida que oscurecía, ya
habíamos concluido con el trabajo, el grupo de adolescentes comenzó a
dispersarse, era día de semana. Pero 2 jovencitas se quedaron atrás. Abel me lo
comento, yo ya me iba a subir a mi carro. Me dijo que eran dos hermosas
jovencitas de 18 años. Me reí de él, ya que pensé que bromeaba, jamás había
estado con una mujer tan joven, y era ilegal en algunos sitios, no valía la pena.
Abel me convenció, diciéndome que las jovencitas así, les encanta un hombre
maduro, ya que aprovechaban que las llenes de regalos. Seguí pensando que
sólo bromeaba, lo acompañé. Cuando llegamos donde las chicas. Para mi
horror, no tenían 18 años. Eran aun unas niñas. Abel comenzó a decirles, en
modo adulto responsable. ¿Qué hacían dos jovencitas en un lugar así?, les dijo
que él era un director universitario. Una vulgar mentira, para no asustarlas, y
ganarse su confianza. Una de las niñas la creyó, pero la otra…

—Yo —dije interrumpiéndolo y comenzando a temblar… estaba recordando.

Asintió con la cabeza.

—Les dijo que él podía acercarlas a casa. Tú le dijiste que tenías tu bicicleta, le
diste las gracias. La otra pequeña si aceptó. Estaba muy interesada en conocer a
un director universitario. Pero repentinamente paro un carro, con otra
adolescente, que al parecer era la hermana mayor de la pequeña. Le dijo que se
subiera, pero no te dijo nada a ti. No te saludo, ni se despidió, sólo la pequeña
lo hizo —se pasó las manos por la cara en un gesto de frustración —. Yo debí
de hacer que te subieras con ellas… la chica que manejaba no debió de notar
nada fuera de lo normal, y no parecía llevarse bien contigo… era una joven
inmadura —dijo con tono de amargura —. O eso me gusta pensar para poder
acallar la culpa…

—Continúe —Logré decir viendo como las imágenes se formaban en mi
mente.

—Te quedaste sola. Cuando te disponías a irte, segundos después de que se
fueran las otras… Abel te insistió que él te llevaría, que era peligroso para ti…
Le dijiste que no obstinadamente y te subiste a tu bicicleta, vio cómo te
comenzaste alejar. Se despidió de mí, con una sonrisa amenazante. No le di
importancia, fui por mi carro. El de Abel estaba más cerca de la entrada del
cementerio. Cuando ya estaba dentro de mi carro, comencé a salir del
cementerio. Y vi a lo lejos, su carro parado a un lado de la carretera. Cuando
iba a tocar corneta, vi como llevaba en brazos… te llevaba en brazos, te metía
deprisa en el asiento trasero. Y dejaba escondida a un lado de la carretera, tu
bicicleta… —dijo mirándome con pesar.

—Siga —dije con un nudo en la garganta.

—Lo seguí con mi carro, se fue a la parte más sola del cementerio. Te sacó del
carro y te colocó encima de un mantel. Tú estabas inconsciente… estabas
usando falda. Abel te… abrió las piernas, y recuperaste el conocimiento.
Comenzaste a gritar. Yo me acerqué y te lo quité de encima. Aprovechaste y
corriste, cuando vi que estabas alejándote, Abel me clavó un chuchillo en mi
pierna izquierda… comencé a sangrar muchísimo, me dejó ahí
desangrándome. Logré hacerme un torniquete, y comencé a buscarte, hasta que
escuché tus gritos, llegué a tiempo, estaba a punto de violarte. Lo intenté
apartar de ti, en el momento que comenzó a asfixiarte con sus manos, porque
no parabas de gritar. Te soltó, y te desmayaste. Arremetió contra mí,
forcejamos, logró deshacer mi torniquete, y yo lo dejé inconsciente con una
roca. Te tomé en brazos, llenándote de sangre la ropa, no podía detenerme a
frenar mi herida. Logré subirte a mi carro, y te llevé a la carretera más
transitada. Cuando te dejé en un lugar de la carretera donde no corrieras
peligro, y lograran verte. Vi en tu cuello, el collar, se había roto la cadena. Era
una suerte que no lo perdieras en el cementerio, sin pensarlo lo tomé y me fui.

—¿Por qué no fue con la policía? —dije en estado de shock.

—Abel me amenazó. Se perdió una semana, y cuando supe de él, fue para
recibir su amenaza, me dijo que, si abría la boca, mi Ed… mataría a Edward —
dijo con la voz rota.

Mi pecho se hundió.

—¿Cómo es… entonces como es que, Edward trabajó para él? —pregunté con
los ojos llenos de lágrimas.

—Los años pasaron, y Abel disfrutó de salirse con la suya, siguió en sus
andanzas, yo me alejé de él, pero él no me lo permitió, seguía de cerca todo lo
que yo hacía, sabía que Edward estaba estudiando derecho. Así que cuando
Edward se graduó como abogado, Abel lo contrató —se levantó con los ojos
llenos de lágrimas —. Lo lamento mucho… Chelsea, yo después de eso, vi las
noticias, y supe por el horror por el que estabas pasando, tu familia y tú… Y
luego Edward meses atrás, me llama y me cuenta lo que hizo Abel… tenía
que… venir y reivindicarme… pedirte perdón, por no poder…hacer nada…
más. —Se secó las lágrimas con el brazo —. Edward sonaba dolido y
preocupado hablando de ti…y lo supe, supe que estaba enamorado de ti.



Se sentía culpable al haber trabajado para Abel. Por eso tomé todo mi dinero, y
lo puse en su nombre, y les compré el primer regalo de boda. Porque…sé que
terminaran casados… yo no sé, que más hacer, para tener el perdón de ambos.
—dijo sentándose en el sofá con la cabeza gacha, y tapándose los ojos.

Me segué los ojos, no lloré por Simon, lloré por Edward, por su dolor, y su
culpabilidad, la cual no era de él, eso hacía que lo amara más. Por eso me dejó
alejarme todos estos meses, pensé derramando más lágrimas.

—Tiene que hablar con Edward, y con la policía —dije asustada. Pensando si
se volvería loco por decirle eso.

Asintió con la cabeza.

—Lo haré, lo contaré todo ante la policía y mi hijo.

Mi celular lo dejé en mi habitación, así que no veía el momento de salir en
busca de Edward.

—Me voy a buscar a Edward —dije caminando hacia la puerta.

—Chelsea —dijo Simon. Y mi cuerpo se puso rígido.

Me di vuelta, él seguía sentado en el sofá.

—Gracias, por dejarme contarte todo —dijo con ojos rojos e hinchados por
las lágrimas.

No dije nada, me di vuelta y salí de la habitación.


Llegué a la habitación, no vi a Edward en la cama, ni en el baño.
Cuando iba a salir, me lo encontré, él iba a entrar.

—Te fui a buscar, tu celular sonó varias veces, cuando lo tomé vi que era
Amber, estaba molesta, dijo algo sobre que la dejaste esperando una eternidad
—dijo con tono gracioso —me miró con atención la cara y dijo: — ¡hey!,
¿Qué sucede? —dijo preocupado pasando sus manos por mis brazos.

Le dije que entráramos hablar a la habitación, nos sentamos en el sofá y le
conté todo. Sorpresivamente no lloré, pero sí estaba embotada. Edward, pasó
de la preocupación, a la decepción, rabia, impotencia. Maldijo varias veces, y
soltó varios tacos, mientras le conté la historia.

—Lo hizo por ti, no quería que te asesinaran —dije eso último reprimiendo un
escalofrió.

Edward se pasó las manos por el cabello tirando de ellos. Y comenzó a
pasearse por la habitación.

—No, no, no lo puedo creer… Sólo eras una niña… y, de igual manera. No
tiene perdón de Dios, no importa niña o no… Lo que hizo, es inaceptable. —
dijo furioso con tono de voz dolido.

—Lo sé, pero al menos me salvó, no dejo que me…que me violara…—dije
levantándome y acortando la distancia entre Edward y yo —. O me asesinara…

Edward me miró con ojos llorosos, y me abrazó. Ese fue el detonante…Lloré
en sus brazos.





Tres días después.


Nos regresamos a Washington. En vuelos diferentes, Edward, Amber y yo en
el mismo vuelo, y Simon en otro. Nosotros tomamos el primer vuelo. Edward
contactó con la policía, quería asegurarse de que su papá se entregara, pero
cuando aterrizamos, debido al cansancio que teníamos, lo dejamos para el día
siguiente. Y para horror de ambos, Simon no llego. Nunca tomo el vuelo. Le
mando un mensaje de texto a Edward, disculpándose, diciéndole que lo mejor
sería jubilarse, muy, muy lejos. Que era un cobarde, que no podía aceptar
someterse a la policía. Edward estrelló su celular contra la pared. Ya no servía
de nada ir a la policía. Edward me dijo que su papá era bueno borrándose del
mapa. Sin embargo, le dije que yo quería testificar, ya que, a lo mejor con mi
ayuda, se podría averiguar cuantas mujeres más, fueron víctimas de Abel, y
si… hubo mujeres asesinadas. Edward estuvo de acuerdo, le daba terror
encubrir a su papá, no quería ser igual a él, juntos fuimos a la policía y
contamos todo lo que sabíamos. Edward explicó una vez más, que fue abogado
de Abel.







La pesadilla no terminó.


La familia Collins quedó muy afectada, la hija de Abel estaba furiosa, todos
sus negocios se vieron afectados, la investigación de la policía alejó a los
clientes de Hillary. Ella tenía una agencia de bodas. La gente comenzó a hablar,
una cosa llevó a la otra. Me llamó después de testificar en la policía, me dijo
que, por mi culpa, todo se le había ido a la mierda. Me dijo que debí de cerrar
la boca y dejarlo estar, ya estaba preso su padre, que eso debía de ser
suficiente. Al parecer al irme a Irlanda, aunque los Collins no lo sabían,
estaban contentos cuando dejé el país. Y ahora que regresé y testifiqué con
nuevas pruebas, les había generado muchos problemas.


Edward me pidió que ignorara a Hillary, me dijo que si ella volvía a contactar
conmigo él intervendría legalmente. Pero Hillary tenía otros planes. Me di
cuenta de que los Collins eran una familia anormal. Unos psicópatas. Al menos
dos de ellos.

Después de una semana, al regresar de las Bahamas.

Edward me pidió que me mudara con él a “Distric of Columbia” A una
hermosa villa. Decidió usar los reales que su papá le dio. Era una villa
valorada en 2.300.000 $

Era un paso tremendo y apresurado en nuestra relación, pero me dijo que la
casa tenía 5 habitaciones, que si quería podíamos ser compañeros de casa,
como lo fuimos Amber y yo. Eso lo dijo en tono de broma. Pero después se
puso serio y me dijo que, lo hiciéramos como yo quisiera. Amber me enfrento
también casi llegando de las Bahamas, me dijo, que no entendía nada, que
como era posible que me fui meses atrás, dejando pagada la mitad del alquiler,
y sin decirle mi destino. Pero cuando le conté toda la historia, me abrazó
llorando como una niña pequeña, me dijo que lo sentía mucho por “haber sido
una perra” durante el viaje. Cosa que me hizo reír, hasta llorar de la risa.

Mis padres, se alegraron por mí, mamá lloró. Papá me abrazó, y me pidió que,
por favor, los fuese a visitar seguido. Ambos extrañaban a su pequeña.






Día de la mudanza.

Estábamos en Marzo, en primavera, hacía un día cálido.

La casa era hermosa, nos mudamos durante la mañana, un sábado 10 de
Marzo.

—Bienvenida a casa —dijo Edward cargándome en el umbral de la entrada
principal.

—¿Sabes que no estamos casados? —dije soltando una risita.

Me dio un leve beso en la boca y dijo:

— ¿Y tenemos que casarnos para poder llevarte en brazos? —dijo divertido
—. Si esa es tu manera de proponer que nos casemos —dijo riendo mostrando
los dientes —. Pues acepto —dijo, y me dio un beso con pasión.









El 10 de Abril, celebración de nuestro primer mes en la casa.


Llamaron a la puerta.

—Adelante —dije sentada en el escritorio de mi habitación.

—Buenos días, mi no doncella —dijo un Edward risueño, con una bandeja en
manos.

—Buenos días, ¡vaya!, que rico se ve todo eso —dije mirando la comida.

—¿La comida o yo? —dijo riéndose —. Sabes no puedo creer que tengamos
un mes aquí, y de verdad hayas tomado en serio, mi pequeña broma de tener tu
propia habitación en la casa.

Alcé una ceja.

—Y aquí vamos —dije, levantándome. —. Tienes que superarlo Edward, yo
quiero tomarme las cosas a mi manera, sabes que no… que me cuesta llevar
una relación, jamás he tenido una así —dije suspirando.

Puso una falsa cara de seriedad, y bajó la vista a la bandeja con el desayuno
para dos, metió un dedo en la crema batida de una torre de tortitas, y me llenó
la punta de la nariz, se chupó el dedo, y me haló por la cintura, pegando mi
cuerpo con el suyo. Me retiró la crema con su lengua.

—¡Cierto!, espera —hizo una pausa para mirar el reloj en su muñeca izquierda
—. Listo ya lo superé —me sonrió con una sonrisa de lado, y me besó
lentamente.

—Creo que necesito más crema batida —dije separándome de él.

Frunció el ceño, y luego puso los ojos como platos, al ver mi cara de picardía.

—Ya vuelvo —dijo, y salió corriendo.

Regresó con una lata de crema batida. Casi se le cae al suelo. Me encontró
arrodillada encima de la cama, con un sexy conjunto de encaje negro
transparente, un hilo tipo mini falda, con un sexy lacito en la parte de adelante.
El brasier transparente con bordes de encaje en los costados, y lacitos en los
tirantes. Iba él a disfrutar bastante desatando los sencillos lacitos.

—¡Por Dios!, nunca me cansó de verte —tragó saliva —. Y más de ver los
distintos y sexys… sea lo que sea, eso —dijo mirándome con fuego en los
ojos.

Sonreí, y le hice señas con el dedo índice en un claro “ven por mí” Y lo hizo
fue por mí, se subió a la cama. Estaba vestido con unos cómodos jeans
oscuros, y una camisa manga corta, la cual había remangado sexymente en los
brazos. Se quitó los tenis haciendo palanca con los pies. Y comencé a
desvestirlo, besándolo y dándole pequeños chupones en su caliente cuerpo.
Terminamos jadeando uno al lado del otro.

—Me encanta el sexo de reconciliación —dijo tumbado boca arriba, girando
la cabeza para mirarme.

Puse los ojos en blanco.

—No fue sexo de reconciliación, ya que no peleamos.

—Cierto, entonces ahora vamos hacer el amor —dijo tomándome por la
cintura, haciendo que la sábana se deslizara, dejando mi cuerpo desnudo, me
tiró un poco hacia él, y se subió encima de mí, sosteniendo su peso con los
brazos.

Bajé mi mano a su polla y lo sorprendí dándole un pequeño apretón, cosa que
hizo que jadeara.

—¿Estás seguro de poder tener una segunda ronda? —dije mordiéndome el
labio.

—Nena, me ofendes —dijo con diversión —. Lo haremos lento, te llenaré todo
el cuerpo de amor —dijo, y fusiono sus labios con los míos.



La fiesta con amigos.


Edward y yo habíamos planeado después de nuestro pequeño día de
celebración, el cual pasamos casi todo el día en cama haciendo el amor, hacer
una fiesta e invitar a nuestros mejores amigos. Yo sólo tenía a Amber. Él tenía
unos cuantos. Y los amigos de él, invitarían a otros, Amber también se traería
a unas amigas. La fiesta la pusimos para la noche, buena música, entremeses y
una rica barbacoa.

Estaba tan contenta, invité a Amber al día siguiente de planear la fiesta. Le dije
que se pasara conmigo unas semanas. Me dijo que sí, pidió dos semanas libres
en la universidad. Necesitaba comenzar a divertirme. La fiesta me llenó de
emoción, tenía casi todo para ser feliz. Lo que me faltaba era comenzar a
trabajar, Edward me tenía consentida, pero no podía estar todo el día en casa,
sin trabajar. Decidí escribir un libro contando “mi pesadilla”. Después de la
fiesta, tenía planeado buscar un lugar para montar un pequeño negocio de
entremeses, había estado ahorrando mucho dinero, y con un pequeño préstamo
podría montar mi negocio. Edward quiso ayudarme, pero le pedí que me
dejara montarlo sola. Amaba mi independencia. Aceptó refunfuñando.





—¡Vaya! Chel, esta casa es hermosa —dijo Amber, dejando sus maletas en el
suelo de la habitación que le asigné.

—Lo sé —dije sonriendo

—Bueno manos a la obra —dijo pasando un brazo por mis hombros —.
Necesitamos mucho alcohol, y me refiero al alcohol que tomamos los adultos
—dijo guiñándome un ojo —. Nada de licores de high school, esta tiene que
ser una fiesta, alto nivel —dijo riéndose —. La comida te lo dejo a ti chef.

—La barbacoa es mi especialidad —dijo Edward apareciendo en la habitación.

Sonreí como tonta. Se notaba a leguas que estaba embobada de amor.

—Bueno amor, eso te lo dejo a ti, pero los entremeses es cosa mía —dije
sonriéndole con amor.

—¡Vaya! Chel, me encanta la nueva tú, nunca te había oído decirle un apelativo
cariñoso a alguien —dijo sonriendo con sinceridad —. Bueno, al perrito del
vecino —dijo riendo a carcajadas.

Puse los ojos en blanco.

—Muy graciosa —dije, y acerqué mis labios a los de Edward, porque deseaba
hacerlo con muchas ganas. Iba a ser un beso rápido, pero Edward abrió la
boca, y profundizo el beso, tomándome por la cintura.

—¡Hey! No coman delante de los pobres —dijo Amber, y salió del cuarto. —
gritó a lo lejos “los espero a bajo”.

Cuando dejamos de besarnos, miré a los ojos a Edward.

—Lo hiciste al propósito —dije con mis brazos aún alrededor de su cuello.

—No, lo hice porque te amo, y me tienes todo el tiempo “cachondo” —dijo
una vez más, robándome el aliento en un beso caliente. Me mordió el labio
inferior con travesura y dijo: —. Y bueno Amber habla mucho, que mejor
forma de hacer dos cosas al mismo tiempo, una que descanse un poco su voz,
y dos que me deje a solas contigo —dijo sonriendo mostrándome los dientes,
con mucha picardía en sus ojos.

—Cox, me vuelves loca de deseo, pero tienes que controlar a… —llevé mi
mano a su miembro, y lo sobé —Edward gimió en mi cuello —. A Eddy-- dije
continuando con la caricia de su ahora duro bulto. Hoy estaba vestido con unos
jeans azul marino ajustados.

—¿Eddy? —dijo con la voz entrecortada.

Le di un apretón en el duro bulto.

—Sí, tu eres Edward, o Ed, y tu polla es “Eddy” —dije moviendo la mano con
tiento.

Siguió gimiendo, y su respiración estaba agitada.

—Nena… si sigues así me voy a correr en los condenados jeans… —dijo con
su hermosa voz, más ronca —. Y créeme estoy bastante apretado…estos jeans
ajustados, no pegan con la dura erección de mi polla.

—Cierto —dije, y me puse de rodillas, abrí los botones de sus jeans, bajé su
cierre, y lo miré a la cara, cuando estaba a punto de liberar a su dura polla.

—¡Nena!, ¿Sabes que tu amiga esta abajo? —le saqué la polla del bóxer —.
¡mierda!, olvida lo que dije, ¡no te detengas! Se movió un poco hacia atrás y
cerró la puerta con la mano sin darse vuelta. Le comencé a dar sexo oral.

Minutos después.

—¡Vaya!, Nena, me vuelves loco, tremenda mamada —dijo, tratando de
controlar su respiración agitada.

Me pasé el dedo índice por el labio inferior, y me relamí los labios. Eso bastó
y sobró para que Edward, pegara su cuerpo al mío, y me diera un beso de
película.

—¿Rico no? —Dijo sonriéndome juguetón —. Por cierto, mi no doncella, yo
nunca te he probado a ti —dijo tomándome con las manos las mejillas.

Me sonrojé.

—Sí, es cierto. Pero eso no será ahorita —dije tímidamente.

Edward me miró con ternura.

—No, será cuando me lo permitas —dijo dándome un beso casto en la boca.
—Pero admito que me cuesta un mundo, no tumbarte en la cama, y hacerte
otras cosas, no me gusta quedar satisfecho, y que mi no doncella se vaya así
nada más —dijo tratando de poner cara de seriedad, pero la sonrisa se lo
impedía.

Puse los ojos en blanco.

—Mi chico no inexpresivo, créeme que estoy satisfecha, me encanta que
disfrutes tanto conmigo, que te corras —dije sonriendo con sensualidad.

—Chel, no digas esas cosas, o nunca saldremos de la habitación —dijo
riéndose, y me dio un beso rápido, y me apretó una nalga.

—Son una bomba atómica los dos —dijo Amber tumbada en el sofá de la sala.

Me puse roja como un tomate. ¿Nos habrá escuchado?, no lo creo, esta casa es
grande. Aunque era obvio, llegar a la conclusión de Amber. Me reí por eso.

—La risa te delata más —dijo poniendo los ojos en blanco, y riéndose.

Suspiré.

—Que te puedo decir Amber, amo a ese hombre —dije sonriendo la mar de
contenta.

—Te felicito Chel —dijo sonriéndome compartiendo mi alegría.

—Amor, me voy. Voy a reunirme con los chicos —dijo Edward uniéndosenos
en la sala.

—Ok, cuídate mucho —dije, y le di un rápido pico en los labios.

—Diviértanse —dijo sonriendo, y se fue.

—Bueno sugerencias de decoración, ¿Qué temática usaremos? —dijo Amber,
con expresión decidida.

—Pues yo pensaba temática de “piratas”.

—Piratas, suena sexy —dijo escribiendo en su pequeña libreta.


Nos pasamos las horas, anotando en la libreta, lo que necesitaríamos. Al día
siguiente fuimos a comprar todo. La fiesta sería el viernes en la noche, el 16.
Teníamos 3 días, y parte de éste para preparar todo.



La fiesta.


—¡Auch!, Amber me vas a dejar sin cabello, si sigues tirando así de él
—dije quejándome.

—Pues lo tienes muy enredado, no debiste tener todo el día el cabello en
un moño —respondió peinando mi cabello.

Miré mi vestido sobre la cama. Una camisa tabernera para mujer, color
blanco, un corset sobre el busto color negro, con las trenzas doradas. Y
una hermosa falda larga corte de una pierna, en color negro, con una
segunda capa pequeña en color morado oscuro. Y de accesorio una
hermosa cadena dorada tipo danza del vientre, a la cadera. De calzado
unas hermosas botas negras de pirata para mujer. Y para adornar las
orejas, unos aretes grandes tipo argolla de oro amarillo. Y abajo nada,
decidí no usar ropa interior.

Después de peinarnos y maquillarnos, ambas con el cabello suelto. Nos
vestimos.

El disfraz de pirata de Amber era más… atrevido. Un mini top que
parecía más un brasier con mangas cortas, color rosa. Una falda
peligrosamente corta en color negro, con una ranura en el muslo. Y
unas botas sobre las rodillas con trenzas color negro. Y de accesorio
una bandana roja con el dibujo de una calavera. Y aretes medianos color
cobre.

—¡Vaya!, Amber, eso es muy… — me interrumpió.

—Hermoso, lo sé. Aunque creo que tiene mucha tela —dijo tirando de
su falda para abajo.

—¿Estás bromeando? —dije atónita.

Se rio.

—Chel, Chel, Chel, en eso somos distintas, yo soy el diablo, y tú eres un
Ángel —dijo sonriendo con picardía y aire de malicia.

Llamaron a la puerta, miré el reloj de la mesita de noche, eran las 8:30 de la
noche, faltaba media hora para que la gente comenzara a llegar.

—Adelante —dije

Edward me dejó con la mandíbula en el suelo, se disfrazó de “Jack Sparrow”
pero no era, un balurdo disfraz. Era un “cosplay” muy real, uno de los mejores
que he visto. Amber y yo en cambio, nuestros disfraces a pesar de ser sencillos
no se veían como las copias, de algún superhéroe, o personaje favorito de
película. Ya que nunca un disfraz de tienda podía igualar al disfraz original. Al
menos que sea un “cosplay”, había gente en el mundo que hacía lo imposible
para lograr una copia realista. Mi chico no inexpresivo lo había logrado.

—¡vaya!, mi amor —dije, y caminé hasta Edward. Que me miraba de arriba
abajo, y distraídamente se humedeció los labios con la lengua.

—¡No! ¡vaya! tú —dijo sin dejar de subir y bajar la mirada —. Estás
condenadamente sexy bebé.

—Gracias por lo que me toca —dijo Amber cruzándose de brazos.

Edward se rio a carcajadas. Le di un golpe en el hombro.

Amber se puso rojo furia.

—No… yo… —dijo secándose las lágrimas —. Me reí es por tu comentario
—dijo levantando las manos en modo inocente —. Estás muy bonita, Amber —
dijo sonriéndole con sinceridad.

—¡Jummm!, pues, gracias supongo —dijo descruzándose de brazos —. Tú
también, estas bien supongo —dijo con actitud de niña pequeña.

Edward se mordió un carillo para no reírse. Y centro su vista en mis ojos. Me
tomó por la cintura y me dio un beso en la mejilla.

—Voy a buscar algo en mi habitación —dijo en mi oído, y se sacó de su
cosplay un papel enrollado con un nudo dorado —. Toma —dijo
colocándomelo en la mano.

Fruncí el ceño.

—Léelo cuando me vaya —dijo sonriendo mostrándome los dientes. Con ojos
de travesura me dio un beso rápido en la boca, y se fue.
—Van a jugar, a piratas y tesoro —dijo soltando una risita Amber.

—Al parecer sí —dije sonriendo con el papel en la mano.

Lo desenrollé y decía:

Hermosa pirata de las aguas de mi corazón, esta noche probaré tus tesoros
ocultos. No sólo tu oro me robó el corazón, sino también tu dulzura, y amistad
incondicional, como un buen loro, y una dura pata de palo, que siempre están
ahí para apoyarme en las aventuras en el mar. Espero que en tierra
desembarques conmigo, tan firme como mi amor por ti. Mis tesoros siempre
compartiré contigo, mi querida no doncella, te amo. ¡Grrrr! Edward tu pirata
enamorado.

P.D: Lo romántico se me da poco. Y lo cursi…me salé vergonzoso.

Tuyo Ed.

P.D de la posdata: Ven a verme a las 9:30 en mis aposentos, hermosa mía.


A las 9 comenzaron a llegar “piratas” La casa estaba decorada con la temática,
la comida, decidí no cocinar, pedí a una agencia de festejos los entremeses con
motivo “pirata”, había “hot dog” con forma de barcos, una sandía, también en
forma de barco, monedas de chocolate, simulando monedas de oro dentro de
un cofre. “Nuggets de pollo” cortados en forma de calaveras, etc. La barbacoa
se encargaría Edward junto con sus amigos, a partir de las 10:30

—¡Madre mía!, los amigos de Ed, Chel, están para darles hijos —dijo
abanicándose con la mano. Estaba acalorada de tanto bailar.

—Bueno, roba sus tesoros —dije sonriéndole.

—¡Vaya!, muy buena esa —dijo con cara de impresión, y luego rio —. Lo
haré, ¡grrrr! —dijo, y se alejó entre la gente.

Vi el reloj, eran las 9:20, sólo faltaban 10 minutos para ir a la habitación de
Edward. Me mordí el labio, ¿Y si me adelantaba por 10 minutos?, decidí no
comerme la cabeza, y fui en busca de mi “capitán Edward Cox”

Cuando llegué a la habitación, la puerta estaba cerrada, tomé aire, me acomodé
el disfraz, sonreí y cuando me disponía a tocar la puerta… escuché la voz de
una mujer… ¿Dentro de la habitación? Me detuve. ¡Pero que rayos!, pensé. No
era un teléfono puesto en alta voz, era una mujer en la habitación, a puerta
cerrada con él. No pude evitar pegar la oreja para intentar escuchar mejor.

—¡Estás loca!… —decía la voz de Edward claramente irritado.

—¡Vamos! antes…no…decías…no —dijo la voz de la mujer. Pero se
escuchaba muy suave. Y sólo podía entender algunas palabras. Mi ansiedad se
volvió monumental.

Me di vuelta, pero me volví de nuevo mirando la puerta. ¿Para qué me dijo que
viniera? No tiene sentido, si iba a estar con otra mujer. No lo pensé más y
llamé a la puerta. Debí de abrir, pero lo mejor era llamar. No era como si
estuviesen teniendo sexo. Llamé con dos golpes normales. Tardó unos
segundos, que se me hicieron eternos.

Edward me abrió luciendo preocupado, tenía una cara de impresión, que ni el
cosplay podía disimularle.

—Chelsea —dijo llevándose una mano a la sien.

Miré encima de su hombro, y ahí estaba, una mujer joven, probablemente de
mi edad, pero no vestía de pirata, estaba en un caro vestido de noche, color
rojo. Demasiado sexy para estar encerrada con mi novio… Me dio una
punzada de dolor en el estómago.

Edward me tocó la mano, y di un paso atrás, su cara se contrajo en una mueca
de dolor.

—Hola —dijo la mujer caminando hacia Edward. —. ¿Tú debes de ser Chelsea
no? —dijo con tono de perra daña relaciones.

Estaba realmente furiosa, no con Edward, porque se veía dolido, estoy segura
de que estaba pensando en este preciso momento que me moría de dolor por
conseguirlo encerrado con esa mujer. Pero no, al principio si me dolió, pero
al ver su cara, dejé de lado mi ansiedad, sentía que él no me traiciono.

—No sólo Chelsea, soy la novia de Edward. ¿Tú quién eres?, tu cara no me
suena —dije sonriéndole con malicia.

Edward me miró sorprendido. Pero desvié mis ojos hacia la tipa, la cual soltó
una risa chillona.

—Novia, pues querida, yo soy la que lo hace ver estrellas —dijo mirándome
con desprecio.

Edward palideció, no dejaba de mirarme.

—Eras querrás decir, pero no me interesa si fuiste, lo que si me interesa es que
te largues de mi casa ahora —dije mirándola sin perder los nervios.

—Ja, ja, Edward mi vida, de verdad vas a dejar que la puta del abuelo, me
hablé así —dijo agarrando del brazo a Edward, quien se soltó bruscamente. Y
ella se echó a reír. Sé que Edward le respondió algo, pero no presté atención.

¿Puta del abuelo? Con razón su cara me era familiar, es la viva imagen de
Hillary, la cual tienes dos hijas. ¡Pero por supuesto! No era extraño que
Edward, conociera a las hijas de Hillary y Axel. Y se había acostado con ella.
No pude evitarlo y la agarré por su perfecto cabello, me lancé encima de ella,
Edward no lo vio venir. Ese comentario burlarse así de mí, como si yo me
hubiese buscado que su abuelo… casi me violara y matara en dos ocasiones.
Cayó al suelo conmigo encima, le tiré del cabello con fuerza, y descargué todo
mi dolor, terror, en ella, en la nieta del hombre que me destruyó parte de mi
vida, y que casi termina con la misma. Mis manos tiraban, y rasguñaban la cara
de la tipa. Hasta que sentí unas fuertes manos tomándome por la cintura, y
separándome de la zorra.

—¡Chelsea!, ¡vamos! —soltó Edward en voz alta, sin gritarme, ni soltarme. Yo
me estaba removiendo inquieta, tenía la adrenalina a millón, necesitaba más…

—Nunca, nunca, ¡en tu puta vida… ¡malditaaaa! Vuelvas a decir algo así. ¡Tu
abueloooo era un malditoooo monstruoooo! —grité con la respiración
acelerada.

La tipa estaba en el suelo, agarrándose el cabello todo desgreñado por mi
agresión. Tampoco es que le hice daño real, sólo le dañé su perfecto peinado.
Y le rasguñé un poco la cara, cosa que no pensé, las manos se me fueron hacia
esa parte.

Edward me llevó a mi habitación.

—Chelsea yo… —no lo deje hablar, lo abracé.

—No digas nada Edward —dije entre sus brazos, que me regresaron el abrazo
—. Sé que no hiciste nada malo, supongo que ella es una de las hijas de Hillary.
—dije dejando de abrazarlo, y mirándolo a los ojos, que me miraban con
preocupación, y luego alivio.


—Sí, ella es Rebeca, la hija mayor de Hillary —Se llevó una mano al puente de
la nariz, luego la bajó y dijo: —. No sé cómo averiguó donde vivimos, lo más
probable uno de mis amigos se lo dijo.

—No importa Edward, lo lamento por perder los estribos así. No te culpo, si
piensas que soy una loca —dije, caminando hacia la cama y sentándome.

—¿Quéééé?, mi amor, ¿Lo dices en serio? —Dijo acercándose rápidamente a
mí, y arrodillándose enfrente de mí, tomando mis manos entre las suyas —. Se
portó como una autentica perra, no tenía derecho a herirte de esa manera,
diciendo lo que dijo, y haciéndote dudar sobre mí —dijo con cara de molestia,
y ojos de dolor.

—Te amo, no sabes cuánto te amo —dije, y me bajé con él a su altura,
quedando arrodillada enfrente de él, y lo besé con pasión.

Me devolvió el beso, y me tomó por la cintura, nos pusimos de pie, y me
colocó con cuidado boca arriba encima de la cama. Separó mis piernas con su
rodilla. Y llenó mi cara con besos pequeños, hasta asaltar mi boca. Se separó
un poco para mirar mi pecho, que subía y bajaba acelerado, y comenzó a
desatar los amarres del corset. Siseó al liberarme del corset, ya que no llevaba
brasier mis duros pezones se marcaban en la fina tela de la camisa. Nos
desvestimos con tiento. Quedamos desnudos, yo completamente, sin ningún
accesorio en mi cuerpo. Edward todavía tenía la peluca del cosplay, cuando se
la iba a retirar lo detuve.

—Déjatela —dije, y lo besé con apremio.

Escuché como se rio en mis labios.

—¿Te pone el cosplay?, ¿No? —preguntó, y me mordió el lóbulo de la oreja.
Mi gemido fue respuesta perfecta, ya que me comió la boca, y dijo: —. Nena
quiero probarte, ¿Me lo permites? —dijo mirándome a los ojos con deseo.

Asentí con la cabeza.

—No amor, quiero oírte decirlo —dijo pasando una mano por mi vientre, y
deslizándola hacia mi conejo, pero se detuvo encima del monte de venus, e
hizo presión con sus manos, haciendo que soltara un gemido, y me removiera
inquieta debajo de él.

—Quiero… quiero que me pruebes, por favor.

—¡Joder!, será todo un placer mi amor —dijo, y acto seguido comenzó a
deslizar un poco su cuerpo hacia abajo para posicionarse entre mis piernas.

Sus manos sujetaban mis muslos para que no se cerraran las piernas. Su boca
comenzó a dar pequeños besos en los muslos internos, subió un poco la
cabeza, y besó mi vientre, luego dejó un chorrero de besos, desde mi vientre, y
besó mi monte de venus, luego siguió de nuevo por los muslos internos, y
sentí su aliento caliente en la entrada de la cueva del conejo. Me estremecí de
placer. Abrí los ojos y lo miré entre mis piernas. Era la imagen más erótica
que había visto en mi vida. Su lengua comenzó a moverse y a explorar mi zona
delicada. Mis manos se aferraron a su cabello, y tiré suave, cuando sentí su
lengua haciendo magia en mi sexo.

—¡Oh! Por Dios, Edward —dije tirando de su cabello.

Sentí como jadeaba.

—Eso es nena, córrete para mí —dijo, y siguió con su lengua, y ahora un
dedo, que estaba moviendo en forma circular cerca de mi hinchado clítoris,
cuando sentí su lengua encima del mismo, y seguido su dedo, exploté en mil
pedazos. Tiré de su cabello, y gemí como loca. Definitivamente ese fue el
mejor orgasmo de mi vida. Edward ya me había sacado muchos, pero este fue
el más intenso de todos.

—¡Edward! —dije jadeando.

Me miró a los ojos llenos de pasión. E hizo algo que hizo que mi cuerpo
quedara en cortocircuito, se llevó los dedos a la boca, dedos que estuvieron
dentro de mí, y los chupó, y se pasó luego un dedo por el labio, tomando
cualquier rastro de mi humedad en su preciosa boca.

—Rico —dijo, colocándose encima de mí, aguantando el peso de su cuerpo
con los brazos, y besándome con desenfreno. Lo hicimos más rápido, y más
salvaje que nunca.







En resumen, los invitados no se dieron cuenta del escándalo moderado, si se
puede decir así, que tuvo cabida en la habitación de Edward, debido a la música
y al alcohol. No fue una fiesta descontrolada, pero como dije, ni cuenta se
dieron. La zorra consiguió la salida sola, Amber me dijo que la vio irse, con el
cabello horrible. Muchos la miraron con asombro, incluso un par de hombres
se ofrecieron a llevarla, y ella prácticamente les ladró. Edward y yo, después
de hacer el amor, dos veces, bajamos y seguimos con la fiesta, él siguió su
plan original, hacer la barbacoa con sus amigos, y así fue. Y yo disfruté del
resto de la fiesta, riendo y bailando con mi mejor amiga, la cual en una noche
había conseguido 5 números de teléfonos.


La pesadilla, decidí que terminaría, si así lo creía y decidía yo. El monstruo
estaba preso, se pudriría en la cárcel, el papá de Edward decidió huir, la
familia Collins me dejó en paz, gracias a Edward y su mano legal. La hijita de
Hillary, lo pensó dos veces, antes de volver a buscar a Edward, efectivamente
un amigo en común de ellos cometió el error de invitarla. Gracias al cielo, la
policía me informó que Abel no mató a ninguna persona. Sin embargo, tuve
suerte, de no ser la primera víctima, en dos ocasiones. Y con respecto a
Edward y a mí, pues nos amamos, y estamos creando sueños hermosos, no
más pesadillas.





FIN

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