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A. Fisiología inmunitaria
Para entender mejor las reacciones alérgicas que suceden en
la clínica diaria en odontología haremos un breve
recordatorio de la inmunología. Sabemos que el
mantenimiento de la homeostasis o equilibrio del organismo
se efectúa dependiendo mucho de cómo nuestro organismo
reaccione frente a sustancias externas para defenderse o
resistir a la enfermedad. En realidad es una resistencia a
los microorganismos patógenos y a sus toxinas que
desencadenan la patología. Existe una resistencia
inespecífica y una específica. La primera combate la
enfermedad mediante mecanismos fisiológicos como la
protección mecánica de la piel y membranas mucosas como por
ejemplo la mucosa oral, que está formada por un epitelio
escamoso estratificado y un tejido conjuntivo subyacente
que otorga protección, las sustancias antimicrobianas como
el interferón (constituido por dos tipos principales: el
tipo I, que engloba el interferón alfa y beta, y el tipo
II, correspondiente al interferón gamma) y sistema del
complemento (que está formado por un grupo de proteínas
plasmáticas que “complementan” o potencian determinadas
reacciones inmunitarias inflamatorias y alérgicas), las
células NK (natural killer), la fagocitosis, la inflamación
y la fiebre. Por otro lado, la resistencia específica o
también llamada inmunidad, que es la capacidad del
organismo para defenderse de agentes invasores concretos
como bacterias, toxinas, virus y tejidos extraños actúa
frente a la enfermedad mediante dos mecanismos:
1. La inmunidad mediada por células T o inmunidad celular.
En esta forma las células TCD8+ se convierten en células T
citolíticas, que atacan de forma directa a las sustancias
invasoras.
2. La inmunidad mediada por anticuerpos o inmunidad
humoral, que es llevada a cabo por células B capaces de
activarse cuando entran en contacto con un antígeno o
alérgeno en forma de sustancia incluida en cualquier
producto utilizado en Odontología y desencadenar la
proliferación y diferenciación de células plasmáticas que
tienen la capacidad de secretar anticuerpos o
inmunoglobulinas con la misma especificidad de antígeno que
el receptor de la célula B progenitora o inactivada.
C. Clasificación de hipersensibilidad
Según Gell y Coombs existen cuatro tipos de reacciones de
hipersensibilidad:
El mecanismo
inmunopatológico que
desencadena la anafilaxia
empieza con determinada
sustancia utilizada en
odontología que se va a
comportar como un antígeno
o alergeno. Las células B
inactivadas responsables
de la inmunidad específica se encuentran en los ganglios
linfáticos, el bazo o el tejido linfoide del aparato
digestivo y poseen unos receptores para el antígeno. Una
vez producida la interacción, la célula B se activa
incorporando cierta cantidad de antígeno dividiéndolo en
fragmentos peptídicos y combinándolo con el auto antígeno
MHC-II y luego volviéndolo a colocar en su superficie. Las
células T colaboradoras reconocen la unión antígeno-MHC-II
y van a liberar coestimuladores denominados citocinas del
tipo IL-2, IL-4 e IL-5. Estas citocinas van a participar en
la división y diferenciación de las células B en
plasmáticas. Las células B que no se diferencian a células
plasmáticas permanecerán como células B memoria.
Posteriormente el clon de células plasmáticas secreta
anticuerpos con la misma especificidad de antígeno que el
receptor de la célula B inactiva (ver Figura 1). Producen
anticuerpos o IgE que se unen a mastocitos y basófilos
formando tras su unión con el alergeno el complejo
antígeno-anticuerpo. En la segunda o posteriores ocasiones
en las que el alergeno entra en contacto con el organismo
se va a acoplar a los anticuerpos IgE unidos a mastocitos y
basófilos y se va a desencadenar la liberación de
mediadores de la anafilaxia.
1. Etiología
Durante el tratamiento odontológico podemos utilizar una
diversa gama de sustancias y productos en forma de
anestésicos locales, antibióticos, analgésicos,
antiinflamatorios, resinas, materiales plásticos, etc.
Estas sustancias se asimilan en el organismo como agentes
extraños y en ocasiones pueden desencadenar reacciones
anafilácticas.
Los anestésicos locales pueden inducir reacciones
alérgicas. Afortunadamente utilizamos los anestésicos del
tipo amida (articaína, lidocaína, mepivacaína…) que ofrecen
menor porcentaje de aparición de alergias que los del grupo
éster. Estos últimos tienen un componente fuertemente
alergénico como es el ácido paraaminobenzoico. Normalmente
las reacciones alérgicas inducidas por anestésicos locales
suelen ser localizadas a nivel cutáneo en forma de
urticaria y prurito. No obstante también pueden darse
situaciones de anafilaxia conducente al shock. En muchas
ocasiones la reacción no es producida por el propio
anestésico sino por alguno de sus componentes como
antioxidantes, vasoconstrictor o agentes bacteriostático-
conservantes como el parabeno o el metilparabeno que posee
una estructura química similar al ácido paraaminobenzoico.
La histamina liberada
por mastocitos y
basófilos va a ser la
principal sustancia
encargada de provocar los síntomas debido a sus principales
acciones de vasodilatación y broncoconstricción.
La anafilaxia localizada se caracteriza por la aparición en
la zona de administración del alergeno de urticaria, que se
inicia con prurito en la zona de liberación de histamina.
La reacción cutánea es la más frecuente, apareciendo
ronchas de piel que se aprecian como zonas edematosas sobre
eritemas y eccema. Puede producirse la afectación de vasos
sanguíneos profundos, en concreto en el tejido subcutáneo
originando un cuadro denominado angioedema. El angioedema
se localiza preferentemente en labios, lengua y región
periorbitaria. Los fármacos más comúnmente asociados al
angioedema son la penicilina, el ácido acetilsalicílico y
la codeína. Es fundamental diferenciar el angioedema del
edema angioneurótico hereditario en el cual es común la
afectación de extremidades y tracto gastrointestinal y sus
síntomas son desencadenados por estrés y trauma.
Tratamiento
Como señalábamos en la introducción, es fundamental
que el equipo odontológico esté capacitado para
resolver cualquier tipo de eventualidad en emergencia
que se presente. Ante cualquier eventualidad que se
presente de tipo inmediato, lo primero que
realizaremos es detener el procedimiento que estemos.
Inmediatamente después deberemos monitorizar los
signos vitales, es decir, valorar la vía aérea, la
frecuencia y ritmo cardiaco y la tensión arterial.
Para ello es imprescindible que tengamos en la clínica
estetoscopio y esfigmomanómetro. Una vez examinados
los signos vitales pueden darse tres situaciones:
a. La primera es la que se correspondería con lo que
hemos denominado anafilaxia localizada en la que no
existan manifestaciones respiratorias ni
cardiovasculares. El tratamiento de esta situación
pasa por la administración de antihistamínicos como la
difenhidramina o la dexclorfeniramina en dosis de 50
mg y 5 mg respectivamente por vía IM o IV. Este
tratamiento se prolongará por vía oral durante una
semana en tomas cada 8 horas.
b. La segunda situación es aquella en la cual aparecen
signos respiratorios pero no cardiovasculares y que
consideramos como una anafilaxia localizada pero con
manifestaciones respiratorias. Ante esta situación
procederemos de la siguiente forma:
— Administraremos
antihistamínicos
que contrarresten
los efectos de la
histamina como por
ejemplo la
difenhidramina o la
dexclorfeniramina en
dosis de 5 mg por vía
intravenosa.
— Puede administrarse aminofilina en ampolla de 240 mg por
vía IV para evitar hipotensión.
— Se utilizarán también corticoesteroides como la
hidrocortisona en dosis de 200 a 500 mg por vía
intravenosa.