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LAS CONCEPCIONES FUNDAMENTALES DEL LIBERALISMO* Introduccién Es casi un lugar comtin decir que la expresisn ‘liberalismo’ es notablemente ambigua, tanto en el lenguaje coloquial como cuando es usada en el contexto de la filosofia politica. Sin embargo, cuando se mencionan las diferentes posturas li- berales, no siempre se tiene presente algunas de las concepciones fundamentales que ‘liberalismo” denota, asocindose, en cambio, a esta expresién con posicio- nes mas especificas que parecen derivarse de tales concepciones fundamentales. Las posiciones que la palabra ‘liberalismo” evoca inmediatamente son las si- guientes: a) la defensa de los llamados ‘derechos civiles fundamentales’o ‘garantias in- dividuales’, tales como la libertad de expresién, la libertad de culto, el derecho de reunién y de asociacién, el derecho a un ‘debido proceso legal’, etc. }) la defensa de la forma democratica de gobierno, que implica, bésicamen- te, la existencia de procedimientos para la eleccién de los érganos estatales supe- riores y para controlar su actuacién, en los que los destinatarios de las normas dictadas por tales érganos tienen una participacién decisiva. «) la defensa de procedimientos para la asignacién e intercambio de bienes y recursos econémicos entre los miembros de la sociedad que no dependen de pau- tas relacionadas con la satisfacci6n de ciertos presuntos objetivos sociales (tales ‘como los de retribuir méritos o satisfacer necesidades) sino del reconocimiento de ciertos titulos histéricos sobre tales bienes y recursos y del libre consentimien- to para transferirlos. Estas tres posiciones generalmente asociadas con el liberalismo son concep- tualmente distinguibles y son, en ocasiones, defendidas en forma independiente; atin més, uno podria imaginar situaciones hipotéticas (ya que la legitimidad de * [N-delE] Publicado originalmenteen Revista Latinoamericana de Filosofia TV, (1978/2), Chi- les. 141-150. - algunos ejemplos reales podria ser controvertida) en que alguna de estas postu- ras sea satisfecha en los hechos sin que ocurra Jo mismo con las restantes. Sin em- bargo, hay argumentos bien conocidos en favor de la necesaria dependencia em- Pirica entre la satisfacci6n de estas distintas posiciones. Se sostiene, por ejemplo, aque la efectiva vigencia de los derechos civiles fundamentales, tales como la libes- tad de expresién, es un prerrequisito para el ejercicio genuino de una forma de- mocratica de gobierno. O, a la inversa, que un gobierno con participacién y con- trol popular es el nico que garantiza la preservaci6n de las libertades piiblicas. Se afirma también que el reconocimiento de los derechos civiles bésicos contri- buye al respeto por los titulos histdricos sobre los bienes y recursos econémicos y a que su transferencia se haga sobre la base del libre consentimiento de sus ti- tulares. O se sostiene, aiin con més frecuencia, que la disponibilidad individual de tales bienes y recursos es una condicién necesaria para el ejercicio efectivo de los derechos civiles y de la forma democritica de gobierno. Noesel propésito de este trabajo encarar la tarea fmproba de discutir los al- cances de estas posiciones liberales y de analizar sus posibles relaciones recipro- ‘cas, sino llamar la atencién sobre la existencia de dos concepciones adicionales de indole mas general que expresan el punto de vista liberal, y que, atin resultan- do familiares a todos nosotros (hasta el punto de estar consagradas directa 0 i directamente en nuestra Constitucién Nacional), no siempre son tomadas cen- tralmente en cuenta en la exposicién, ataque y defensa del liberalismo. Creo que estas dos concepciones se encuentran en un nivel mas profundo que las posi- ciones anteriormente mencionadas en el pensamiento liberal debidamente ar- ticulado, ya que la justificacién de tales posiciones suele presuponer la defen- sa de aquellas concepciones. Més atin, el esclarecimiento de estas concepciones fundamentales puede ayudar a entender por qué pensadores sinceramente libe- rales pueden diferir acerca de algunas de las posiciones especificas referidas y de sus relaciones reciprocas. 2. Inviolabilidad y autonomia de la persona a) La primera concepcién fundamental que quiero exponer det liberalismo, cs a que suele denominarse ‘individualismo’, Por supuesto, esta expresién es tam- bién notoriamente ambigua: puede usarse con un significado cercano a ‘egoismo” puede aludir a algiin tipo de anarquismo; puede identificarse con la defensa de Ja propiedad privada y del mercado libre o puede estar asociada con el principio democratico ‘un hombre, un voto’; puede también hacer referencia a la exigen- cia de ciertos derechos fandamentales como los relacionados con la privacidad y la libertad de opinién, Pero cualquiera sea la relacién que exista, en iltima ins- tancia, entre estas ideas y la concepcién a que quiero referirme bajo el rétulo ‘in- 20 dividualismo’, esta concepci6n aparece en principio como claramente distinta a todas ellas. La concepcién a que aludo sostiene, basicamente, que las unidades elemen- tales cuyo bienestar (entendido en sentido amplio) debe tenerse en cuenta para justficar instituciones, formas de organizaci6n social, medidas estatales, ete; son cada tno de los individuos que integran una sociedad, y no cierta ‘entidad’ su- praindividual como el Estado, una nacién, una raza, una clase social, o la mayo~ ria de la poblaci6n. La idea es, para decirlo bruscamente, que estas categorias no hhacen referencia a especies de organismos cuyo bienestar y florecimiento sea al- 0 bueno en si mismo con independencia de la prosperidad de cada uno de los individuos que los integran. Esta concepcin se opone a que se justifiquen insi- tuciones o medidas que imponen sacrificios y cargas no compensables a ciertos individuos que integran una sociedad, sin contar con su consentimiento efectivo, sobre la base de que ello redunda en beneficio ~incluso en un grado comparable- mente mayor al perjuicio causado a aquellos individuos- de la mayoria de la po- blacién (o del Estado, la ‘raza superior’, una cierta clase social, ete). En definiti- va, esta concepcién se opone a que ciertos individuos sean usados en beneficio exclusivo de otros. Esto es lo que se suele llamar ‘el principio de la inviolabilidad de la persona humana’, cuya expresién més clara est dada por la célebre conde- na de Kant contra précticas que implican tratar a algunos hombres solo como medios y no como fines en sf mismos. Esta concepcién ha sido, recientemente, puesta de manifiesto en forma ex- plicita por varios filésofos, como John Rawls y Robert Nozick, que han iniciado tun movimiento de ofensiva en contra del utilitarismo-desde, la perspectiva libe- ral (a pesar de las notables diferencias que hay entre ellos acerca de las implica~ ciones del liberalismo en materia econémica). Conviene citar algunos parrafos de estos autores que ilustran con mucha claridad los alcances de esta tesisindividua- lista. Rawls dice: “La caracteristica llamativa de la concepcién utilitarsta de la jus- ticia es que no tiene importancia, excepto indirectamente, de qué forma [Ia] suma de las satistacciones se distribuye entre los individuos, del mismo modo que no im- porta, excepto indirectamente, cOmo un hombre distribuye sus satisfacciones en el tiempo. En ambos casos la distribucién correcta es la que produce mayor satisfac- ign global... De este modo, no hay, en principio, razén alguna para que las mayo- res ganancias de algunos no puedan compensar las pérdidas menores de otros; 0 lo ue es mas importante, que la violacién de la libertad de unos pocos no pueda ser saneada por la obtencin de un bien mayor compartido por muchos ... Esta con- ‘epcién de la cooperacién social es la consecuencia de extender al conjunto de la sociedad el principio de decisién para un solo individuo, fundiendo a todas las per- sonas en una sola a través de los actos imaginarios de un observador imparcial y ar sensible. El utilicarismo no toma en serio la distinci6n entre personas... [U]no pue- de arribar a un principio de decisi6n social mediante la mera extensidn del princi- pio, de prudencia racional para el caso de la decisin de un solo hombre al sistema de deseos construidos por el observador imparcial. Hacer esto eso tomar en se- tio la pluralidad y distintividad de los individuos... Aqui tenemos una anomalfa cu- riosa. Es costumbre concebir al utilitarismo como individualista, y hay, por cierto, buenas razones para ello, Los uilitaristas fueron firmes defensores de la libertad y del derecho de pensar sin restrcciones y sostuvieron que el bien de la sociedad es- ta constituido por las ventajas de que gozan los individuos. Sin embargo, e utlita- rismo no es individualista, al menos cuando se llega a él por el curso de reflexion ‘mis natural, al fundir todos los sistemas de deseos en uno solo, aplicando a la so- ciedad el principio de decisién de un solo hombre”! A su ver, Robert Nozick expone todavia més explicitamente la misma con- ccepcién cuando sostiene: “[S]upongamos que alguna condicién acerca de la mi- nimizaci6n de la violacién de derechos fuera incluida en el estado final a ser al- canzado como objetivo {como lo podria hacer el utilitatismo si definiera el bien intrinseco en relacién a la preservacién de ciertos derechos}... Esto todavia po- dria obligarnos a violar ciertos derechos cuando el hacerlo minimiza la suma to- tal (mensurada) de violacién de derechos en la sociedad... En contraste con la in- corporacién de los derechos en el Estado final a ser alcanzado, uno los puede ubicar como ‘restricciones laterales’ a las acciones que se realicen... La concep- cin de las restricciones laterales prohibe infringir tales restricciones en perscet- i6n de ciertos objetivos... Las restricciones laterales a la accién reflgjan el pun- to de vista kantiano subyacente de que los individuos son fins en st aismos yno solo medioss ellos no pueden ser sacrificados o usados, sin su consentimiento, pa- +2 aleanzar otros objetivos. Los individuos son inviolables... Pero gpor qué no se podria infringir la inviolabilidad de una persona para alcanzar un bien social ma- yor? Individualmente, cada uno de nosotros elige a veces soportar algdn dolor o sacrificio para alcanzar un beneficio mayor o evitar un mal mayor... 2Por qué no sostener simtilarmente que algunas personas deben soportar algunas cargas, que benefician en mayor medida a otros, en aras del bien social global? Pero no hay tuna entidad social, alguno de cuyos bienes se sacrifica en su propio beneficio. Hay solamente personas individuales, diferentes personas individuales, con sus pro- pias vidas individuales... Las restricciones laterales sobre lo que podemos hacer refleja el hecho de nuestras existencias separadas”2, Creo queees esta concepcién fundamental del liberalismo la que se o loc- tins denominadas, en foma sficntmente sai, ttre, Como ve 1 John Rawis, A Theory of Justice, Oxford, 1972, pi ce, Oxford, 1972, pigs. 26 y 27. 2 Robert Nozick, Anarchy, Stat and Utopio, Oxford, 1974, pigs. 28, 31,32, 33, remos luego, la expresin ‘totalitarismo” puede también ser apropiada para hacer referencia al punto de vista opuesto a la otra concepcién fundamental del liberalis- ‘mo que vamos a examinar; pero, en este contexto, parece claro por qué ¢s totalita- ria una doctrina que desconoce esta concepci6n liberal: porque justfica el sacrifi- cio de personas individuales en beneficio de cierta‘totalidad’ (aunque se alegue que esa totalidad estd simplemente integrada pot la mayoria de la poblacién). Obvia- mente el liberalismo no se opone a que, por razones de conveniencia se hable en tér- ‘minos de entidades colectivas; pero la diferencia crucial esta dada por el hecho de si, cuando aludimos al bienestar de tales entidades, estamos computando el bien- estar de sus miembros individuales en forma agregativa o en forma distributiva (en este tiltimo caso no diremos que el bienestar de una entidad colectiva se incremen- ta.aconsecuencia de una medida que aumenta el buen pasar de una mayoria de sus miembros a costa del sacrificio de una minoria). ‘Una vez que se tiene en claro esta concepcién bésica del pensamiento liberal, se puede percibir su vinculacién con las posiciones especificas que mencionamos alcomienzo como inmediatamente asociadas con el iberalismo, y las razones por las cuales sinceros liberales (dejo aqui de lado posturas hip6critas) pueden disen- tir acerca de la naturaleza de esa vinculacién. La relacién entre esta concepcién y la defensa de ciertos derechos individuales parece no presentar mayores problemas. Como se advierte en los parrafos de Nozick citados, es precisamente el reconocimiento de determinados derechos co- mmo restrieciones laterales a la persecucién de objetos colectivos lo que garantiza ‘que algunos individuos no, sean sacrificados en aras de la satisfaccién de tales ob- jetivos. Ronald Dworkin sostiene’ que el concepto mismo de derecho (subjetivo) implica, en contraste con la nocién de objetivo social colectivo, su cardcter distri- butivo, y también que la nocién de derecho presupone un limite o umbral en con- tra dela aplicacién de medidas justificadas Sobre la base de la satisfacci6n de obje- tivos colectivos (no seria considerado un derecho genuino aquel que cediera ~segiin Ia teoria politica que lo define ante cualquier objetivo social plausible). Pero si pasamos a la segunda posicién especifica que se asocia comunmente con el liberalismo la defensa de un régimen democritico de gobierno su relacién con la concepcién fundamental que examinamos aparece como més controvertible. Por tun lado, se alega que los procedimientos democriticos de eleccién y control de los

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