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Una de las medidas que sirven para clasificar el retardo mental es el coeficiente
Intelectual (CI o QI por sus siglas en inglés); que es reconocido por la
Organización Mundial de la Salud para determinar el desarrollo mental de una
persona.
Como adultos, las personas con Retardo Mental Leve pueden adquirir suficientes
habilidades sociales y vocacionales como para funcionar de manera
independiente con un mínimo de supervisión.
Con el apoyo necesario, las personas con Retardo Mental Leve pueden tener
vidas exitosas en su comunidad, ya sea de manera independiente o en
ambientes supervisados.
En la etapa escolar, las personas con Retardo Mental Severo pueden aprender
a hablar y pueden ser entrenados en habilidades de auto cuidado.
Su etiología es orgánica, asociada a otros trastornos con escaso o nulo nivel del
desarrollo del lenguaje, necesitándose, generalmente, de una anamnesis
indirecta.
Las personas con Retardo Mental Severo pueden llegar a aprender habilidades
académicas rudimentarias, tales como reconocer el alfabeto o los números.
Como adultos, las personas con Retardo Mental Severo pueden ejecutar tareas
sencillas en talleres protegidos con supervisión cercana.
Los pacientes de este grupo poseen muy limitada capacidad para cuidar sus
necesidades básicas, y requieren ayuda y supervisión permanente. No muestran
capacidad para comprender instrucciones o reconocerlas y actuar de acuerdo a
ellas.