Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
1
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
2
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
TABLA DE CONTENIDO
RESUMEN 5
INTRODUCCIÓN 7
1. PLANTEAMIENTO DE LA PREGUNTA 8
2. OBJETIVO GENERAL 8
3. ANTECEDENTES 8
4. JUSTIFICACIÓN 10
5. MARCO TEÓRICO 11
6.1 INTRODUCCIÓN 17
3
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
9. CONCLUSIONES 35
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 36
4
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
ABSTRACT
RESUMEN
The question arises to wanted to
El presente trabajo tiene como understand the term love when the
titulo ¨el concepto de amor en la apostle in its letter puts him so many
primera carta a los corintios capitulo adjectives to indicate that this love is
trece¨. not a love any but a special love. In
this investigative exercise itself
La pregunta surge de querer evidence the difference of three
comprender el término amor cuando concepts that appear in the Bible to
el apóstol en su carta le pone tantos speak of love. The first phileo, that is
adjetivos para indicar que este amor used to speak of a love of friendship,
no es un amor cualquiera sino un the second is Eros for speak of the
amor especial. En este ejercicio erotic love, and the third, the banquet
investigativo se evidencia la for speak of the love of God that is the
diferencia de tres conceptos que one that is going to utilize the apostle
aparecen en la biblia para hablar de Pablo in its letter to the Corinthians.
amor. El primer termino phileo, que
se usa para hablar de un amor de The methodological design is
amistad, el segundo termino es eros supported since the investigation of
para hablar del amor erótico, y el type hermeneutic since an approach
tercero, el ágape para hablar del contextual of the existing theories
amor de Dios que es el que va a about the theme with a support in the
utilizar el apóstol Pablo en su carta a sacred writings and personal
los corintios. reflection from all the biblical studies
that have carried out.
El diseño metodológico se
sustenta desde la investigación de Key Words: Charisma,
tipo hermenéutico desde un Banquet, Eros, Phileo, Eucharist,
acercamiento contextual de las Resurrection.
teorías existentes acerca del tema
con un apoyo en las sagradas
escrituras y reflexión personal a partir
de todos los estudios bíblicos que he
realizado.
5
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
6
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
INTRODUCCIÓN
El trabajo cuenta con tres momentos importantes, una primera parte plantea
los diferentes conceptos de amor que encontramos en la Palabra de Dios, un
segundo momento es una puesta en contexto de la carta a los corintios donde se
presenta la estructura de la carta, el objetivo de la carta y un conocimiento de la
situación que vivía la comunidad de Corinto a quienes dirige la carta y un tercer
momento abordar el tema de los carismas que plantea San Pablo ya que nos
ayuda a comprender mejor el tema del amor que es el mayor de los carismas
según lo narra en el capitulo trece de su primera carta a los corintios.
Los trabajos más relevantes que aparecen sobre el tema a tratar son los de
San Jerónimo en el que se hace una interpretación exegética de cada una de los
versículos del capítulo trece de la carta a los corintios. También está el de
BOVER, José M. teología de San Pablo. Cuarta edición. B.A.C Madrid que habla
de los carismas y entre ellos el que habla de la caridad o amor como el carisma
más grande.
7
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
1. PLANTEAMIENTO DE LA PREGUNTA
2. OBJETIVO GENERAL
3. ANTECEDENTES
BOVER, José M. teología de San Pablo. Cuarta edición. B.A.C Madrid 1966.
STRAUBINGER, Juan, Mons. Dr. Las cartas de San Pablo. Ediciones ALDU
PEUSER. S.A Buenos Aires 1947.
8
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.
9
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
4. JUSTIFICACIÓN
10
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
5. MARCO TEÓRICO
“Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta
amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios - el saber más
elevado -, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta amor
nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para
recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida
lo malo.
El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las
lenguas y ya no servirá el saber más elevado.
Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías son también algo
muy limitado; y cuando llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá.
11
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba y razonaba como niño. Pero
cuando me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño.
Así también en el momento presente vemos las cosas como en un mal espejo y
hay que adivinarlas, pero entonces las vemos cara a cara. Ahora conozco en
parte, pero entonces conoceré como soy conocido.
Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de
estas tres es el amor”.
El vocabulario del amor: Los términos amor, amar son las palabras más
comunes hoy día. No hay nadie en la tierra que no haya realizado o no realice la
experiencia de la realidad significada por estos vocablos. El deseo más profundo
de la persona es amar. El hombre crece, se realiza y encuentra la felicidad en el
amor; el fin de su existencia es amar.
El amor es una realidad divina: ¡Dios es amor! El hombre recibe una chispa
de fuego celestial y alcanza el objetivo de su vida si consigue que no se apague
nunca la llama del amor, reavivándola cada vez más al desarrollar su capacidad
de amar. El amor es uno de los elementos primarios de la vida, el aspecto
dominante que caracteriza a Dios y al hombre.
La Biblia utiliza varios términos para expresar esta realidad del amor. El
grupo de voces empleadas con mayor frecuencia en la traducción griega de los
LXX y en el NT está representado por agápé/agapán/agapétós; pero también se
usan con cierta frecuencia los sinónimos philein/philia/phílos. Raramente
encontramos en los LXX los vocablos eros/ erásthai/erastés, que desconocen los
autores neo testamentarios, probablemente porque estos últimos términos indican
a menudo el amor erótico (cf Prov 7,18; 30,16; Os 2,5.7s, etcétera).
La raíz hebrea que está en el origen de este vocabulario del amor es sobre
todo áhab, con su derivado áhabah (amor). También conviene mencionar el
término raham, que indica el amor compasivo y misericordioso, sobre todo Dios
con sus criaturas. Finalmente, no hay que omitir en este examen el sustantivo
hesed, que los LXX suelen traducir por el término éleos, y que significa de hecho
el amor benévolo, especialmente entre personas ligadas por un pacto sagrado.
13
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
No todos los autores del AT, sin embargo, resultan tan pesimistas; más
aún, algunos sabios presentan el amor como fuente de gozo y de felicidad. La
siguiente sentencia sapiencial es muy significativa a este propósito: "Más vale una
ración de verduras con amor que buey cebado con odio" (Prov 15,17). El secreto
de la felicidad humana radica en el amor, y no en la abundancia de bienes, en la
riqueza o en el poder; por esta razón se declara bienaventurados a aquellos que
mueren en el amor (Si 48,11).
Pero no todas las manifestaciones concretas del amor humano llevan consigo
gozo y felicidad, puesto que no siempre se trata de la actitud nobilísima de la
apertura y del don de sí a otra persona; algunas veces los términos examinados
indican placer, erotismo, pasión carnal, y por tanto egoísmo.
14
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
16
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
En los evangelios Jesús invita a sus discípulos a guardarse del peligro del
amor exagerado a la propia persona: el que pone su vida en primer lugar y la
considera como el bien supremo que hay que salvaguardar a toda costa, aunque
sea en contra de Cristo y de su palabra, ése está buscando su propia ruina: "El
que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará
para la vida eterna" (Jn 12,25). Para salvar la propia vida hay que estar dispuestos
a perderla en esta tierra por el Hijo de Dios y por su evangelio (Mt 8,35 y par). Los
mártires de Cristo han hecho esta opción, y por eso viven en la gloria de Dios (Ap
12,1 l).
6.1 INTRODUCCIÓN
17
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
con grupos también fuera de la capital (cf. 2 Cor 1:1; 11, 10), debió de ser de las
más numerosas entre las fundadas por el Apóstol, a juzgar por los datos que el
mismo Apóstol nos suministra en sus dos cartas. Parece que predominaba
completamente el elemento gentil sobre el judío (cf. 1 Cor 12:2; Act 18:6-8), y,
en su inmensa mayoría, los convertidos eran de condición humilde (cf. 1 Cor
1:26-29), aunque no faltasen algunos de buena posición (cf. 1 Cor 1:16; 11:17-
34). El elemento femenino debía de ser bastante importante (cf. 11:1-16; 14:34-
36). Al año, más o menos, de haber dejado San Pablo a Corinto, llegó allí Apolo,
judío alejandrino muy versado en la Sagrada Escritura, que continuó la
evangelización comenzada por Pablo (cf. Act 18:27-28; 1 Cor 3:4-6). Algún
tiempo después, no podemos concretar cuánto, regresó a Éfeso, donde se juntó
con San Pablo (cf. 1 Cor 16:12). Es probable que, a no mucha distancia de
Apolo, llegasen también a Corinto otros evangelizadores, judíos palestinenses
que se habían convertido a la fe, pero cuya ortodoxia doctrinal dejaba mucho
que desear. San Pablo se encara directamente con ellos en los cuatro últimos
capítulos de su segunda carta a los Corintios, llamándoles “falsos apóstoles y
obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo” (2 Cor 11:13). No
está claro, sin embargo, si estos “falsos apóstoles,” de procedencia judía (cf. 2
Cor 11:22), que atacaban descaradamente la persona de Pablo y sus títulos de
apóstol (cf. 2 Cor 10:9-10; 11:5-7; 12:11-13), habían llegado a Corinto antes ya
de escribir el Apóstol su primera carta a los Corintios. Damos como probable
que sí, y que a ellos ha de atribuirse no poca parte en los abusos y divisiones
entre los fieles que San Pablo trata de corregir (cf. 1 Cor 1:10-12; 4:18-19; 9:1-
3). Eso no impide que su acción fuese en un principio menos virulenta contra
Pablo que después.
Sabemos que San Pablo escribe esta carta estando en Éfeso, donde
piensa permanecer hasta Pentecostés, para luego ir a Corinto a través de
Macedonia (cf. 1 Cor 16:5-8). Estos datos son definitivos. Evidentemente nos
hallamos en el tercer viaje misional del Apóstol (53-58), y concretamente durante
su estancia en Éfeso (cf. Act 19:1-40), que se prolongó cerca de tres años (cf.
Act 19:8.10.22; 20:31). En ningún otro momento de la vida del Apóstol podrían
encuadrarse. Todo hace suponer, además, que era ya al final de su estancia en
aquella ciudad. Eso pide la expresión “me quedaré hasta Pentecostés” (1 Cor
16:8), y eso dejan entrever otros dos datos: el de que Apolo ha vuelto ya de
Corinto (1 Cor 16:12; cf. Act 19:1), y el de que el Apóstol manda saludos de “las
iglesias de Asia” (1 Cor 16:19), cosa que supone que llevaba ya allí largo tiempo
de evangelización (cf. Act 19:10). Sería, pues, el año 57. La fiesta de
Pentecostés, que el Apóstol toma como punto de referencia, debía de estar
18
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
cerca. Es probable que nos hallemos en plenas fiestas pascuales, con lo que
adquieren más naturalidad las imágenes tomadas de dichas ceremonias con
que el Apóstol describe a los Corintios nuestra renovación espiritual (cf. 1 Cor
5:7-8). También el lenguaje con que les exhorta a renunciarse a sí mismos,
tomándolo de la vida deportiva (cf. 1 Cor 9:24-27), adquiere más vida, si
suponemos que la carta está escrita por esas fechas de primavera, cuando la
ciudad toda de Corinto estaba pendiente de los juegos ístmicos que allí se
celebraban.
enseñanza por doquier en todas las iglesias” (1 Cor 4:17). No está claro si esta
ida de Timoteo a Corinto fue decidida por el Apóstol antes de que pensara en
escribirles la carta, cuya ocasión inmediata habría sido la llegada de Estéfanas y
de sus dos compañeros con preguntas concretas de parte de los corintios, o fue
decidida junto con la carta, escrita precisamente para hacer a Timoteo más fácil
su cometido. Desde luego, San Pablo da claramente a entender que la carta
llegará a Corinto antes que Timoteo (cf. 1 Cor 16:10). Lo más probable es que el
viaje de Timoteo sea un viaje proyectado y decidido antes de la carta, el mismo
a que se alude en Act 19:22 y que incluía no sólo a Corinto, sino también otras
ciudades
Introducción (1:1-9).
Saludo epistolar (1:1-3) y acción de gracias (1:4-9).
Aquí tenemos la que podemos considerar como idea central de esta carta:
la locura de la cruz. De esta idea Pablo hace derivar consecuencias en todas
direcciones. Comenzará por decir a los corintios que la existencia misma de
divisiones y partidos entre ellos prefiriendo unos a un predicador y otros a otro,
no tiene otra raíz sino que no atiende a cuál es la verdadera naturaleza del
mensaje evangélico (cf. 1:10-13); igual se diga de esa libertad que se arrogan
para juzgar de todo, trátese de los predicadores (cf. 4:1-5) o de las relaciones
21
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
Tal es, a nuestro juicio, la idea directriz de esta importante carta de Pablo.
Importante, no ya sólo bajo el punto de vista histórico, permitiéndonos formar
una idea bastante completa de cómo era la vida de las primitivas comunidades
cristianas, con sus luces y sus sombras, sino particularmente y sobre todo bajo
el punto de vista doctrinal. El Pablo teólogo aparece aquí perfectamente
hermanado con el Pablo pastor de almas. Son situaciones concretas y casos
particulares los que Pablo ha de resolver, pero lo hace acudiendo a los grandes
principios y poniendo de relieve aspectos esenciales del pensamiento cristiano,
con valor permanente para todos los tiempos.
No es necesario decir que Pablo tenía en gran estima los carismas (cf. 1
Tes 5:19-20). Ninguna tesis tan central en su teología como la de la gratuidad de
la bendición divina, y el hecho y experiencia de los “carismas” no era sino una
consecuencia y desarrollo de esa tesis. Pero es obvio suponer que tuviera una
preocupación: la de que los fieles cuidasen de discernir qué “carismas” eran
auténticos y cuáles no (cf. 1 Tes 5:21-22; 2 Tes 2:2). Este problema, a lo que
parece, adquirió especial gravedad entre los cristianos de Corinto, donde las
infiltraciones paganas estaban metiéndose por todas partes: en la celebración
de la eucaristía (cf. 11:18-22), en las concesiones respecto de los idólatras (cf.
10:20-21), en la relajación de costumbres (cf. 5:1-2; 6:12-23), Y parece que
también en la práctica intemperante de “hablar en lenguas” (cf. 13:1; 14:18-23),
mixtificando peligrosamente las cosas bajo el influjo de fenómenos semejantes
en ciertos cultos orgiásticos de los paganos (cf. 12:2-3).
concreta, sino que se eleva a los principios, con la vista puesta sobre todo en
esos “carismas” que miran a la utilidad común, que era de donde podía venir la
desorientación.
Tales son las afirmaciones principales con que Pablo pone de relieve la
naturaleza de los carismas y su importante papel en la vida de la Iglesia. Sin
embargo, falta la segunda parte: ¿cómo discernir los carismas auténticos de los
que no lo son?
Creemos que, dentro del tema de los carismas, este punto es de suma
importancia práctica, por lo que convendrá que nos detengamos un poco en él.
Primeramente tratemos de precisar la terminología, pues no pocas veces el no
hacerlo suele ser causa de ambigüedades y desorientación. En efecto, mientras
en la terminología tradicional solemos llamar “carismas” solamente a esos dones
que el Espíritu, cuando le place, concede a determinados fieles sin mediación
alguna humana, trátese de fieles que desempeñan funciones ministeriales o de
quienes no desempeñan ninguna, en la terminología de Pablo no es así, sino
que, como antes ya dijimos, Pablo toma el término “carisma” en sentido mucho
más amplio, equivalente prácticamente a don del Espíritu, incluyendo ahí, por
consiguiente, también los servicios o ministerios en bien de la Iglesia. Donde los
teólogos, al referirse a los superiores o dirigentes eclesiásticos, han venido
hablando de “gracia de estado,” Pablo habla simplemente de “carisma” (cf. 1 Cor
12:28-30; Rom 12:6-8; Ef. 1:11; 1 Tim 4:14; 2 Tim 1:6), e igualmente habla de
“carisma” (cf. 1 Cor 7:7) donde nosotros según la terminología tradicional
hablaríamos más bien de “gracia sacramental.” Para Pablo son “carismas” no
sólo el don del Espíritu para hacer milagros (gracia especial extraordinaria) o
para consolar (gracia especial nada llamativa), sino también el don del Espíritu
para el recto desempeño de una función eclesiástica: apóstol, profeta, doctor,
obispo, diácono. Ni admite que pueda haber ministerio sin “carisma,” pues el fiel
necesita de ese don o ayuda divina sin la cual nada puede hacer (cf. 1 Cor 3:5; 2
Cor 3, 5-6; 1 Tim 4:14).
25
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
carisma, reconocerá que esto que os escribo es precepto del Señor” (1 Cor
14:37).
Esto hace que, mientras otros carismáticos bastaba con que pensasen en
desarrollar el ministerio o servicio que el Espíritu les confiaba, como podía ser la
misión de consolar, o de exhortar, o de profetizar, o de hablar en lenguas, Pablo
y los Doce, en virtud misma del carisma de “apostolado,” se sienten con
responsabilidad general (cf. Gal 1:12-16; Rom 15:15-16; 1 Cor 9:1-2; 15:1-11; 2
Cor 5:20; Act 18; Mt 28:18-20; Jn 20:21) y con autoridad (εξουσία) para tomar
decisiones (cf. 2 Cor 10:8; 13:10) e incluso juzgar de la autenticidad de los
carismas (cf. 2 Tes 2:2-3; Gal 1:7-8). Esa misma responsabilidad general hará
que los apóstoles piensen muy pronto en colaboradores. El caso de Pablo es
claro, y conocemos los nombres de muchos de ellos: Tito, Timoteo, Lucas, por
los que no pocas veces se hace incluso representar (cf. 1 Tes 3:2; 1 Cor 4:17;
16:11; 2 Cor 7:6-14).
El capítulo trece ha recibido desde hace mucho tiempo su nombre propio: el himno
a caridad. Estos 13 versículos resisten la comparación con las más bellas piezas
de la literatura universal, aunque su autor no se haya cuidado de este aspecto. Tal
afirmación, justificada ya por la forma externa del pasaje, se refuerza si tenemos
en cuenta lo acabado del tema, cerrado en sí mismo, independiente y propio. Pero
sería erróneo pensar que ya por eso podría ponerse en duda su pertenencia a
este contexto. Aunque la visión del amor ha elevado al Apóstol a altas cimas al
dictar este pasaje de su carta, y su lenguaje ha cobrado vivo impulso bajo tal
influencia, no ha perdido de vista ni en una sola línea su motivo y su finalidad de
ofrecer a los corintios una auténtica escala de valores. Parece hablar desde una
perspectiva personal: si yo...; parece hablar, asimismo, del amor en sí: el amor...
Pero cada una de estas afirmaciones se endereza a un punto débil o vulnerable de
sus destinatarios.
El tema del amor ha tenido cierta preparación previa. Ya una vez fue
iluminado como por un relámpago al contraponerlo al «conocimiento». Frente a él,
26
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
la gnosis -apreciada sobre todas las cosas por los corintios- aparecía como algo
pequeño y sin contenido. Aquí se repetirá la idea en un marco más extenso.
Antes de pasar al análisis concreto, parece útil una introducción. Las obras
artísticas merecen que aquel que quiera comprenderlas en su justo valor, se
preocupe previamente por adquirir el conocimiento de sus líneas esenciales. Y así,
comenzaremos por preguntarnos: ¿Qué amor se ensalza aquí? ¿Puede aceptarse
que todo el mundo le conoce? ¿No es acaso el amor algo sobre lo que pueden
darse las más diversas concepciones?
27
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
1 Si hablo las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor,
soy como bronce que suena o como címbalo que retiñe. 2 Y si doy en limosnas
todo lo que tengo, y entrego mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada
me sirve. 3 Y si tengo el don de profecía, y conozco todos los misterios y todo el
saber y si tengo tanta fe como para mover montañas, pero no tengo amor, nada
soy.
vacío y sin contenido. Acaso Pablo haya sido impulsado a la drástica comparación
«bronce que suena, címbalo que retiñe» debido al uso que en los cultos paganos
se hacía de tales instrumentos, sobre todo porque en Corinto debió existir una
floreciente industria de fabricación de los mismos.
Podría preguntarse ahora: allí donde se llevan a cabo las grandes obras del
amor, no sólo grandes, sino realmente las más grandes de todas, ¿es necesaria la
presencia del amor? Sí y no. Cierto, el amor lleva a estas obras, pero tales obras
no son ya prueba infalible de un amor auténtico. Allí donde se dan estos hechos
marcadamente heroicos del amor, es ciertamente difícil pensar al mismo tiempo
en una ausencia de este amor. Se llega aquí, en consecuencia, a la cima crítica.
Absolutamente hablando, podría aducirse como explicación que en estas obras,
en las que el hombre parece y cree entregarse a los demás hombres, puede
buscar su propia complacencia. Es estremecedor, pero posible: a través de las
obras de la caridad puede el hombre sustraerse al amor.
29
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
¿Qué es, pues, el amor del que tan grandes cosas se dicen? A esta pregunta
responde la segunda estrofa. Pero ¿qué respuesta da? Aquel que viene de las
altas cimas de la primera estrofa, puede sentirse decepcionado por lo que se le
dice en la segunda. No hay ya aquí nada de aquel gran aliento de las frases. Las
expresiones se suceden simples, sin arte, enumerando quince características del
amor. Pero existe una razón para que así sea, y quien llegue a percibirla, mudará
su desilusión en ganancia y consuelo. El amor es... ¿Cómo ha llegado a saberlo el
Apóstol? ¿Se ha limitado a reunir una serie de rasgos ideales? De ningún modo.
Tiene ante los ojos un ejemplo del que ir copiando las líneas. Más exactamente,
los ejemplos son dos, uno positivo y otro negativo. El positivo es la naturaleza de
Jesucristo, en la que el amor de Dios se ha revelado al modo humano. El ejemplo
negativo es el comportamiento de la comunidad corintia. Trazo a trazo pueden
comprenderse, a partir de estos dos ejemplos, los rasgos concretos que siguen
sobre el amor.
No queremos comentar las palabras una por una, sino más bien ofrecer
algunas grandes perspectivas que nos permitan una visión sintética y en
profundidad. La primera puntualización es que aquí se habla de cosas cotidianas,
y concretamente tales que preservan de toda ilusión, para que nadie piense que,
en poseyendo el amor, pudiera prescindir ya de estos hechos elementales y
sencillos. Aquí no se hace nada con impetuosos sentimientos; hay que
mantenerse firme, con sereno valor, por ejemplo, ser paciente, generoso y bueno,
para no dejarse llevar por la amargura, para no sacar una y otra vez a la superficie
el mal que se nos ha hecho y dárselo a entender a los demás, con palabras claras
o con rostro resignado.
Ahora se le presenta como la realidad más positiva que pueda darse, en todos los
aspectos. El amor llena todas las posibilidades y todos los espacios del bien.
Cuatro veces se repite el triunfal «todo». Si lo que aquí se dice no fuera amor,
sería osadía interior o exagerada pretensión exterior. Sólo el amor puede alcanzar
hasta las consecuencias que se desprenden de estas afirmaciones, de tal modo
que ni siquiera se agota al conseguir que todo hombre sea lo que debería ser. El
«todo» aquí afirmado por el Apóstol está tan sin defensa como aquel otro
«hacerse todo para todos». Este «todo» necesita una interpretación benévola. Se
dan, naturalmente, casos en los que el amor auténtico debe poner algo al
descubierto, en los que el gran amor consiste precisamente en mantenerse firme y
sin amargura en una justa norma. Es siempre inseparable de la verdad. Ama la
paz, pero no a cualquier precio, porque esto iría en contra de la verdad. Dado que
siempre espera, incluso cuando ha recibido ya múltiples desengaños, no puede
ser nunca arrastrado, ni siquiera expuesto, a lo malo. Y todos nosotros estamos
llamados a esto. Tampoco en este caso debemos olvidar que el Apóstol no habla
en primera línea de nuestro amor, sino del amor en sí, que es precisamente el
amor de Dios, y el nuestro en la medida en que el amor de Dios ha cobrado fuerza
en nosotros.
¿Qué otra cosa se puede decir del amor, después de haber dicho tantas y
tan bellas? Lo hasta ahora expuesto podría formularse así: quien no tiene amor,
no tiene nada; quien tiene amor, lo tiene todo. Pero este «todo» no se ha agotado
todavía. Hasta aquí el amor ha sido descrito de una forma -no exclusiva, pero sí
preponderantemente- vinculada al tiempo. La paciencia presupone que se está
31
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
aún sometido a los vaivenes de la vida; el celo surge allí donde cabe el temor de
perder total o parcialmente al amado. Allí donde el amor no lleva en cuenta el mal,
es que el mal existe; sobrellevarlo todo con paciencia sólo es posible donde hay
algo difícil que soportar. ¿Está, pues, el amor vinculado a la figura de este mundo?
¿Puede ejercitarse el amor, o puede al menos manifestarse en su total grandeza
sólo sobre el telón de fondo de un mundo no salvado? Y entonces ¿dejará de
existir cuando se complete la redención, cuando el mundo quede renovado?
Pero, sin querer, nos hemos adelantado al Apóstol. Pablo utiliza ahora la
imagen de la distinción entre la capacidad de conocimiento y comprensión de un
niño y la de un hombre maduro. Todos sabemos que hemos de empezar como
niños, pero nadie puede pretender mantenerse en este estadio. La infancia debe
ser superada, debe ser desplazada por la madurez. ¿No querrá decir aquí el
Apóstol a los corintios que su comportamiento y los valores sobre los que se basa
su conducta llevan en sí algo de infantilidad, de inmadurez?
32
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
En el tránsito del niño al adulto todo cambia. Puede afirmarse esto; pero
también debe añadirse que hay algo que siempre permanece. También el niño
piensa, también el niño forma juicios y los expresa en su propio lenguaje. Algo
parecido, pero más claro y asombroso, ocurre en el tránsito del estadio actual al
estadio de plenitud; junto a lo que cambia, o mejor, en aquello mismo que cambia,
hay algo permanente. Y así se dice: «Ahora vemos... pero entonces...» También la
fe es ya, por tanto, visión, como lo es aquel otro conocimiento de Dios que
llamamos natural, pues en las obras de Dios contemplamos, con la luz de la razón
natural, algo de la divinidad (Rom 1,18-20). También esto es una manera de ver.
Cierto, una manera imperfecta. Una manera que a veces da felicidad y otras, las
más, tormento. Pues donde ayer pensaba haber visto los trazos de una guía sabia
y buena, puedo verme mañana ante el muro infranqueable, que me hace sentir
inseguridad frente al sentido de la naturaleza y de la historia.
Y ¿no ocurre algo parecido en la fe? A veces nos da luz y otras nos sentimos
solos y abandonados ante el misterio acuciante, como frente a un paisaje
misterioso, que aparece bajo la clara luz del sol ante nosotros, que podemos
contemplar delante de nosotros y a nuestra espalda, pero que, un instante
después, queda de tal modo sumergido en la niebla que ya el viajero ni siquiera
sabe dónde está su frente y dónde su espalda. Pablo no considera aquí estas
experiencias extremas, aunque de él procede la contraposición: «por fe
caminamos, no por realidad vista» (2Cor 5,7). Aquí dice sólo que vemos
borrosamente, como a través de un espejo. Acudimos al espejo para ver aquello
que no podemos contemplar directamente (contemplar su propio rostro es algo
que no entra aquí en consideración). Recurrir al espejo -por muy artístico que éste
sea- no pasará de ser un sustitutivo; sobre todo cuando los espejos no habían
alcanzado la perfección técnica actual y había que contar, por consiguiente, con
deformaciones y zonas deficientes. En tales casos, aquel que mira debe intentar
reconstruir una imagen completa, pero la visión parece más un ejercicio
adivinatorio. Carece de aquella evidencia que cierra la puerta a toda ulterior
pregunta. En la traslación o transmisión de la imagen se pierden matices
insustituibles, o que sólo con mucho esfuerzo se pueden recomponer.
«Cara a cara»: esto anhelamos los hombres entre nosotros y, sobre todo,
esto anhelamos respecto de Dios. Aquella inmediatez que ya hemos podido
experimentar entre los hombres y que ha podido darnos la felicidad, no la hemos
podido experimentar aún en Dios; pero será posible experimentarla «entonces». Al
llegar a este «entonces», Pablo permite incluso que el conocimiento aparezca bajo
una forma gramatical activa por nuestra parte, cosa que había evitado en 8,3. De
hecho, aquí se siente muy interesado por la reciprocidad del conocimiento mutuo
de Dios y del hombre. Evidentemente, no pretende colocar a Dios y al hombre en
la misma escala, pero es claro que conocer y ser conocido pueden mantener entre
33
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
sí una honda y densa referencia, de tal suerte que se correspondan conocer y ser
conocido, en la medida en que es humanamente posible.
El Apóstol hace que nuestros ojos, fijos en aquel «entonces», en aquel más
allá, dirijan la mirada hacia el presente. Vuelve ahora su atención sobre la fe, la
esperanza y el amor. Poseer estos tres dones es, en todo caso, más importante
que poseer el don de lenguas, el de profecía o de profundo conocimiento. Los tres
son, en razón de su esencia, algo más que cosas imperfectas. Tienen un acceso
más directo a Dios, una participación inmediata en Dios. Son, con toda la
simplicidad que a cada creyente compete, virtudes divinas, de tal modo referido a
Dios que el hombre sólo puede ejercitarlas con la ayuda de la gracia divina, o
dicho de otra forma: de tal modo dadas por Dios que, mediante ellas, participa el
creyente de la apertura de Dios.
9. CONCLUSIONES
Para el apóstol el amor es el mayor de los carismas y con carácter eterno, los
otros carismas pasaran pero el amor permanecerá.
En la comunidad de Corinto, se valoraba mucho algunos carismas, pero se
dejaba de lado el amor.
A pesar de los muchos carismas que Dios había regalado a la comunidad de
Corinto se estaban dejando llevar por apariencias, no estaban viviendo el
evangelio.
Estaban orgullosos de muchas cosas que no tenían tanto valor, pero estamos
olvidando las fundamentales.
De este tema podemos aprender tantas cosas prácticas para la vida del
cristiano.
Entender que el amor según San Pablo es capacidad de servir al otro sin
mirar apariencias. Un amor que se hace servicio a ejemplo de Jesús que lavó los
pies y dijo es que yo vine a servir y no a ser servido.
35
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BOVER, José M. teología de San Pablo. Cuarta edición. B.A.C Madrid 1966.
STRAUBINGER, Juan, Mons. Dr. Las cartas de San Pablo. Ediciones ALDU
PEUSER. S.A Buenos Aires 1947.
36
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.
37
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
38
El Amor en la Primera Carta a los Corintios
39