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A la Fifa 24-08-16 15:44

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A la Fifa
"... Entusiasmado, quizás también por este aire futbolero que aún se respira, el gobierno ha
reconocido que tras el veto a la Reforma Laboral, de aprobarse los temas pendientes de la ley
que moderniza las relaciones laborales, estos quedarán para los tribunales..."
Miércoles, 24 de agosto de 2016 a las 9:47

Cristián Aguayo

Quienes somos futboleros sabemos que, ante cualquier cobro


dudoso, reclamar al árbitro difícilmente terminará en algo
bueno. De ahí nace la famosa frase “a la Fifa”, que luego se ha
entendido como una forma bien chilena de decir que el
reclamo poco importa y se debe esperar a que alguien lo
escuche y atienda.

Entusiasmado, quizás también por este aire futbolero que aún


se respira, el gobierno ha reconocido que tras el veto a la
Reforma Laboral, de aprobarse los temas pendientes de la ley
que moderniza las relaciones laborales, estos quedarán para
los tribunales.

Como abogado, obviamente reconozco la necesidad e


importancia de los tribunales, pero estos deben ocuparse
como una instancia final, de arbitrio. La gracia de la política no
es crear leyes para aumentar las filas de espera en los
juzgados, sino crear normas bien hechas que clarifiquen
posturas y guíen a los jueces si una de las partes cree estar
siendo víctima de una injusticia.

Modernizar una ley laboral —como ha sido el propósito según el gobierno— que propicie el diálogo entre
trabajadores y empleadores y fomente la productividad, pero, al mismo tiempo, implique que “probablemente
habrá mucha judicialización respecto a qué se puede hacer y qué no se puede hacer” es, al menos,
inconsecuente.

Se ha sincerado lo que desde un inicio plantearon diversos expertos del área laboral: las nuevas normas
terminarán en un aumento de causas. La asociación de magistrados, a través del juez Álvaro Salas, ya ha
advertido que estas leyes derivarán en conflictos, por lo que el parlamento debe ser capaz de dimensionar los
efectos de este fenómeno y revisar si existe la capacidad instalada en los tribunales laborales.

Tanto el Ejecutivo como el Legislativo están dando un pésimo mensaje al avanzar en una legislación que nos
llevará inevitablemente a una alta judicialización de causas. Lo adecuado, lo sensato, sería resolver el
problema a través de la misma legislación en lugar de aumentar el grado de incerteza para los distintos

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destinatarios de esta nueva regulación.

Se perjudica así a una judicatura que, con mucho esfuerzo de sus actores y también con importantes recursos
aportados al sistema, ha logrado generar procesos más ágiles. Hoy, los problemas laborales se resuelven, a mi
juicio, en plazos razonables, y acá el riesgo principal es que se harán más complejos y más largos los
conflictos entre empleados y empleadores que mantienen una relación permanente.

Además, la adopción del veto pone en riesgo un sistema que en los últimos años ha mejorado
ostensiblemente en rapidez y eficiencia.

La omisión relativa a la titularidad sindical, la no regulación de los grupos negociadores, además de la


eliminación del proyecto de los pactos de adaptabilidad es un retroceso. Justamente estos eran los únicos
puntos innovadores de la nueva legislación en relación a la regulación actual.

Abogados constitucionalistas ya indican, además, que una titularidad “de hecho” se podría asentar en la Corte
Suprema, estableciendo una jurisprudencia al respecto. Y es probable, porque más de alguien intentará
interpretar el vacío legal en razón de los principios y contenidos establecidos en el fallo de Tribunal
Constitucional, que se pronunció sobre los aspectos observados del proyecto original de la reforma laboral,
pero que se podrían evitar si se legislara con certeza y claridad.

Demás está decir que dejar fuera a los grupos negociadores es privilegiar en exclusiva a los sindicatos, que
representan al 14,2% de los trabajadores. Se está dejando en el limbo al grupo más grande de empleados,
más del 85% de trabajadores en Chile que no tiene prensa, ni una voz afiliada a alguno de los partidos del
gobierno, como es la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).

La solución es muy difícil, dado que el proyecto en su origen ha tenido una concepción errónea y hoy, tras
conocerse sus normativas y la incertidumbre que genera, no es difícil vislumbrar que además de frenar el
crecimiento, exacerbará herramientas que agudizarán conflictos entre las partes reguladas.

Se pierde así la oportunidad de poder abocarse a una legislación laboral moderna y adecuada a los años que
vivimos, que pudo abarcar regulaciones de jornada acorde a un país que busca el desarrollo, que pudo
generar estatutos más claros para el trabajo a distancia; quizás tuvimos la chance de conversar y establecer
diversos pactos de adaptabilidad. En definitiva, avances para lo que se vive hoy, en 2016.

Volviendo a los números, esta nueva ley prácticamente no tiene alcance para quienes no están sindicados,
que son casi seis millones 800 mil trabajadores, menos para los 588 mil desempleados y otros tantos jóvenes,
mujeres y personas mayores de 50 años de los cuales no existe un registro claro. Ese grupo tan vulnerable y
al que le cuesta insertarse al mercado laboral es el que más necesita de las autoridades, quienes más
requieren esa ayuda que incentive su ingreso.

Lamentablemente, a estas alturas, cualquier reclamo, ¡a la Fifa!

* Cristián Aguayo Mohr es abogado laboral y socio de Aguayo, Ecclefield y Martínez.

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