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UNIVERSIDAD INDUSTRIAL DE SANTANDER

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

ESCUELA DE FILOSOFÍA

SEMINARIO DE FILOSOFIA CONTEMPORÁNEA: WITTGENSTEIN

CRHISTIAN JOSÉ MACIAS GONZÁLEZ

PROBLEMAS DEL LENGUAJE Y EL LENGUAJE COMO PROBLEMA: UNA


APROXIMACIÓN DEL LENGUAJE COMO LA IMAGEN DIFUSA DE LA
CONDICIÓN HUMANA
"Nadie comprende a otro. Somos, como dijo el poeta, islas en el mar de la vida;
corre entre nosotros el mar que nos define y nos separa. Por más que un alma se
esfuerce por saber qué cosa sea otra alma, no sabrá sino lo que le diga una
palabra —sombra deforme en el suelo de su entendimiento."
— Fernando Pessoa – Libro del desasosiego

Un ser humano no puede no pensar de forma similar a la que no puede no respirar,


o, por ejemplo, no bombear sangre de su corazón hacia el resto de su cuerpo y del
resto de su cuerpo hacia su corazón. No obstante, podríamos afirmar
(prácticamente sin objeción alguna) que la expresión o la reserva de un
pensamiento sí está a discreción del ser pensante – me resulta necesario aclarar
que el ser pensante al que nos referiremos de aquí en adelante, es concebido como
producto de nuestra historia natural y no con la intención cartesiana de que la
metafísica brote por los poros de su Res Cogitans -, pero, ¿quiere esto decir que la
forma en que piensa o expresa su pensamiento también es voluntaria? ¿puede el
pensamiento ser informe? Estas interrogantes beben del río de una cuestión, acaso
más grande que todas ellas o bien, que cada una de ellas, a saber: ¿A qué nos
referimos cuando hablamos de lenguaje? O bien, ¿cuál es la relación del hombre
con el lenguaje?
Dar respuesta a estas preguntas, o descartarlas por estar mal planteadas, no resulta
una empresa sencilla (aunque no por ello deba esperarse un sistema de
pensamiento como respuesta), y quienes se han entregado a ella han puesto más
que una actitud científica rigurosa, han dejado tras de sí un desolador panorama de
cuerpos de filosofías bien delimitadas y estructuradas, desparramadas por doquier
sobre la arena del lenguaje, dejando también, partes de sí mismos, sus
extremidades, costumbres, certezas, teorías, y hasta la cordura misma,
provocando, lo que bien podríamos llamar una conclusión: toda victoria acerca del
tratamiento del lenguaje, es una victoria pírrica. Ludwig Wittgenstein es, a todas
luces, uno de los mejores exponentes que ha dejado ésta histórica batalla por el
esclarecimiento del panorama del problema del lenguaje, desde sus innumerables
aportes se nutre este texto, sin los cuales no hubiese sido posible plantearme
interrogantes, que, por así decirlo, ya estaban en la sombra de mis consideraciones
personales sobre la Filosofía. No me ha sido posible librarme de la forma atómica
en la que Wittgenstein expone sus ideas en sus Investigaciones Filosóficas, no
porque me faltasen los intentos, sino más bien, porque tras estos intentos he notado
que no puedo expresar pensamientos disgregados de manera sistemática. Lo que
sigue a continuación no es más que una serie de apuntes para una problematización
teórica del lenguaje desde la contraposición entre excepción y regla, es decir, entre
diferencia e identidad.
El filósofo austríaco en sus Investigaciones Filosóficas introduce un concepto que
resultará clave pare el estudio que se ha propuesto anteriormente, a saber, el de los
juegos del lenguaje. Estos juegos del lenguaje pueden ser entendidos de diversas
maneras, una forma apropiada de relacionarse con este concepto, puede ser
entenderlos como las diversas dinámicas en las que se ven envueltos los
participantes del juego bajo unas condiciones específicas que dotan de sentido a
ese juego del lenguaje en cuestión. Estas condiciones no son más que las formas
de vida de los hablantes, determinando el uso de la palabra dentro del lenguaje. De
esta misma manera puede explicarse el lenguaje como totalidad, como otro juego
de lenguaje, o acaso como muchos o todos los juegos del lenguaje. Esto imprime al
lenguaje un carácter normado y a su vez lo concibe (en una de sus posibles
interpretaciones) como una norma. Al respecto, el austríaco:
En la práctica del uso del lenguaje (2) una parte grita las palabras, la otra
actúa de acuerdo con ellas; en la instrucción en el lenguaje se encontrará
este proceso: El aprendiz nombra los objetos. Esto es, pronuncia la palabra
cuando el instructor señala la piedra.— Y se encontrará aquí un ejercicio aún
más simple: el alumno repite las palabras que el maestro le
dice— ambos procesos se asemejan al lenguaje. Podemos imaginarnos
también que todo el proceso del uso de palabras en (2) es uno de esos juegos
por medio de los cuales aprenden los niños su lengua materna. Llamaré a
estos juegos «juegos de lenguaje» y hablaré a veces de un lenguaje primitivo
como un juego de lenguaje. Y los procesos de nombrar las piedras y repetir
las palabras dichas podrían llamarse también juegos de lenguaje. Piensa en
muchos usos que se hacen de las palabras en juegos en corro. Llamaré
también «juego de lenguaje» al todo formado por el lenguaje y las acciones
con las que está entretejido. (Wittgenstein,1988)

La lógica, desde Aristóteles, está fundada en el principio de identidad, todos los


principios restantes pueden derivarse de este, sin embargo, la lógica sólo es un
juego de lenguaje más, y no la estructuración del lenguaje mismo, que resulta ser
mucho más difusa. Tras la posibilidad de concebirse el lenguaje desde perspectivas
diferentes, y no sólo desde la estructuración lógica, el lenguaje mismo podría, en
alguno de sus juegos de leguaje nutrirse desde la diferencia y no desde la identidad,
lo cual sucede en el lenguaje analizado como un todo, en donde la relación de los
componentes de un juego de lenguaje resultan identificables, precisamente porque
difieren de otros componentes y de otros juegos del lenguaje, en el que la lógica no
es la regla bajo la que se estructura el juego. En este orden de ideas, Wittgenstein
se aparte del tratamiento tradicional del lenguaje, en el que las palabras, los
nombres, y demás categorías que le pertenecen, aparecen como un criterio de
verdad desde el elemento común identificable en un grupo de cosas, por ejemplo,
si se pretende enseñar el significado de pelo largo, se le mostrará al aprendiz un
grupo de personas con distintas características manteniendo en común sólo un
aspecto, el pelo largo, lo cual bien podría ser válido dentro de ese juego de lenguaje,
aunque no sea necesariamente así para todos los casos, pues, ¿cómo podría
entenderse el significado del pelo largo si no se diferencia primero con un pelo
corto? Estos juegos de lenguaje nacen, entonces, desde la diferencia.
Aquí topamos con la gran cuestión que yace tras todas estas
consideraciones.— Pues podría objetarse ahora:«¡Tú cortas por lo fácil!
Hablas de todos los juegos de lenguaje posibles, pero no has dicho en
ninguna parte qué es lo esencial de un juego de lenguaje y, por tanto, del
lenguaje. Qué es común a todos esos procesos y los convierte en lenguaje,
o en partes del lenguaje. Te ahorras, pues, justamente la parte de la
investigación que te ha dado en su tiempo los mayores quebraderos de
cabeza, a saber, la tocante a la forma general de la proposición y del
lenguaje.» Y eso es verdad.— En vez de indicar algo que sea común a todo
lo que llamamos lenguaje, digo que no hay nada en absoluto común a estos
fenómenos por lo cual empleamos la misma palabra para todos — sino que
están emparentados entre sí de muchas maneras diferentes. Y a causa de
este parentesco, o de estos parentescos, los llamamos a todos
«lenguaje».(Wittgenstein,1988)

Preguntarse por el significado del lenguaje, esperando una respuesta que logre
delimitarlo, que logre dar una imagen nítida de qué nos referimos, sólo nos va a
conducir a un laberinto sin salida, o mejor aún, nos conducirá a darnos cuenta que
estamos perdidos en un laberinto ¿es posible estar perdido en un lugar sin salida?
Sin embargo, este laberinto puede recorrerse de muchas maneras, puede pintarse,
modificarse, y albergar dentro de sí, diversas formas de vida, de pensamiento, de
expresión. De igual forma es posible determinar criterios de validación del uso de
las palabras dentro de un juego de lenguaje específico. La significación del criterio
de validación no reside en la intención comunicativa del sujeto pensante, sino en la
corroboración del uso de la palabra, y una corroboración es, antes que nada, un
sistema de referencia, al cual acudimos no para consultar un significado, sino para
corroborar el modo de vida que representa el significado. Un modo de vida nunca
es privado, no hay lenguajes privados, el sujeto pensante se ve atrapado entre su
experiencia individualmente comprensible y la significación necesariamente social
de su experiencia, en otras palabras, el lenguaje es humano, demasiado humano.
Y bien podría preguntarse ¿qué es humano? Entonces no habría nada más que
hacer que reír o llorar, pues de algo perfectamente comprendido no hay nada por
decir.
El ser pensante se expresa lingüísticamente, desde esta afirmación se teje la
relación entre pensamiento- habla-expresiones del pensamiento. Pensar y hablar
no son la misma cosa, pero la imagen del pensamiento puede ser hablada, y a su
vez, puede pensarse el habla, una vez más, encontramos la riqueza de
posibilidades de los juegos del lenguaje. El habla es una expresión del pensamiento,
aunque no toda expresión del lenguaje sea necesariamente una expresión del
pensamiento, un ejemplo de ello es el grito; Desorientador paralelo: ¡El grito es una
expresión de dolor — la proposición, una expresión del pensamiento!
(Wittgenstein,1988)
Lo anterior lleva a considerar al lenguaje como el vehículo del pensamiento, con lo
que pareciera que son dos procesos distintos que se acompañan, aunque esto
implicaría que pudiesen darse por separado. En este punto, es posible observar a
un Wittgenstein que se aleja de su postura en el Tractatus acerca de la relación
entre lenguaje, mundo y pensamiento, no es aquí la estructura lógica aquello que
sostenga esta relación. El hecho de que pueda pensarse en distintos idiomas,
muestra que el pensamiento es anterior a su expresión, aunque no pueda ser
expresable este momento. Un ejemplo de ello es que, se pueda conversar con uno
mismo, prescindiendo de los órganos que posibilitan la expresión del pensamiento.
Sin embargo, saber esto no basta, de lo contrario, todas las personas se bastarían
hablándose a sí mismas, que como se ha demostrado en parágrafos anteriores,
terminaría en la consideración errónea de que puedan existir lenguajes privados.
Ahora bien, en este punto, puedo uno sospechar que la relación entre identidad y
diferencia nos proporciona claves para interpretar el funcionamiento del lenguaje y
su relación con el hombre. El ser pensante, por ejemplo, necesita de un criterio de
identificación de las cosas del mundo y del uso del lenguaje para referirse a estas
cosas (el lenguaje referencial, como se ha dicho anteriormente, es un juego más
dentro de la multiplicidad de juegos del lenguaje), y como ya hemos visto, esta
referenciación se logra a partir de la diferenciación de las cosas o de los elementos
de las mismas, arrojándonos a la concepción de que el aspecto normativo del
lenguaje (es decir, antiformalista) que nos permite fijar criterios de juicio de
correspondencia del uso de la palabra, se erige de la siguiente manera: los juegos
del lenguaje desde la diferenciación permiten la fijación de criterios de identificación,
reconocibles en las condiciones de la actividad humana significativa.
De esta manera, queda descartada la aseveración acerca de la estructura lógica
(principio de identidad) como el aspecto en el que se relaciona el pensamiento y el
lenguaje, puesto que al lenguaje se le escapa la vida misma, sin importar que no
sea posible hablar de la vida misma sin el lenguaje. La cuestión se trata pues, de
describir la pesadilla y no de salir de ella. El carácter evidentemente fenomenológico
del lenguaje es el criterio lingüístico mismo, la norma se reconoce para permitir el
juego, no para delimitarlo, y en ningún caso, para no permitir cambios en el juego,
sino para saber qué cambios corresponden a qué juegos.

«Exceptio probat regulam in casibus non exceptis»


Imaginemos, para entender mejor esto, que en un país cualquiera del mundo hay
una propuesta por parte de sus hablantes, esta consta en reunir todas las
definiciones de todas las palabras de su lengua, para esto es designado la persona
mejor capacitada en temas lingüísticos; un poeta. El poeta no tiene problema con
las definiciones de objetos como sillas, vasos, cubiertos, etcétera, sin embargo,
empieza a presentar problemas para definir luna, aire, mujer, no porque no sea
posible realizar una definición acerca de estas, sino porque es posible hacer
definiciones que agoten a la mujer en sus poemas, pero, ¿acaso sus poemas se
escapan a las definiciones? El poeta abandona su tarea porque se da cuenta de
que no puede agotar sus palabras dentro de un diccionario, y si, por el contrario, lo
hiciese, ya no podría volver a escribir poesía. Años después el poeta va caminando
por la calle, la poesía no ha muerto y los diccionarios tampoco, pero tampoco han
muertos las definiciones, entra a una librería y de inmediato nota que ésta se
encuentra dividida en distintas e innumerables secciones, una de filosofía, una de
ayuda personal, y así entre muchas secciones posibles, se da cuenta de que hay
una sección para los diccionarios y otra para los libros de poesía, entiende cuál ha
sido su equivocación y se marcha en silencio del local. Años después publica un
libro: “Diccionario Poético”
¿Qué sucedió aquí? Nada más que una confusión, el poeta se ha olvidado de una
cuestión fundamentalmente importante en su tarea, la regla bajo la que se escribe
poesía no es la misma con la que se escribe un diccionario. Para la poesía, las
palabras no se agotan en su definición, sin embargo, esta es la regla del diccionario,
y no se le permite al poeta jugar con figuras literarias dentro del diccionario, por el
contrario, el poeta puede inmiscuir cuantas definiciones le plazcan en un poema, y
en tanto que cumpla ciertas características (el aspecto normado diferenciador de la
poesía) esto le será totalmente permitido, y permitido aquí no significa otra cosa que
correspondiente al criterio de identificación, puede escribir, incluso, un diccionario
poético, que cumpla unas reglas y pertenezca a un juego del lenguaje poético, y si
cumple otras normas pertenecerá al juego del diccionario, o bien, cumplirá unas
normas que le harán pertenecer a un juego distinto. La clave para su interpretación
está en la correspondencia de la regla con el juego. Para ilustrarlo con palabras del
autor de las Investigaciones Filosóficas:

Sucede aquí entonces que nuestro pensamiento nos juega una mala pasada.
Esto es, queremos citar la ley del tercio excluso y decir: «O bien una tal figura
le viene a las mientes o no; ¡no hay una tercera posibilidad!» — Topamos
también con este extraño argumento en otros dominios de la filosofía. «En el
desarrollo infinito de π ο bien ocurre el grupo «7777» o no — no hay una
tercera posibilidad.» Es decir: Dios lo ve — pero nosotros no lo sabemos.
¿Pero qué significa esto? — Usamos una figura; la figura de una serie visible
que uno ve sinópticamente y otro no. La ley del tercio excluso dice aquí: Tiene
que o bien parecer así o así. Así pues, realmente— y esto es bien evidente
— no dice nada en absoluto, sino que nos da una figura. Y el problema debe
será hora: si la realidad concuerda o no con la figura. Y esta figura parece
ahora determinar lo que hemos de hacer, cómo y qué hemos de buscar —
pero no lo hace porque precisamente no sabemos cómo puede aplicarse.
Cuando decimos aquí «No hay una tercera posibilidad» o «¡Pero no hay una
tercera posibilidad!» — se expresa con ello que no podemos apartar la vista
de esta figura — que parece como si tuviera ya en sí misma que contener el
problema y su solución, mientras que por el contrario sentimos que no es así.
Similarmente, cuando se dice «¡O bien él tiene esta sensación o no la
tiene!»— nos viene a las mientes con ello ante todo una figura que ya parece
determinar inconfundiblemente el sentido del enunciado. «Sabes ahora de
qué se trata» — quisiera decirse. Y justamente esto es lo que él no sabe por
ello.(Wittgenstein,1988)

La regla existe a su vez para permitir cambios dentro del juego del lenguaje, y para
dictar las condiciones de juego para cada juego del lenguaje, para su identificación,
su modificación, su diferenciación y cada cosa posible dentro del juego del lenguaje,
de forma mimética a cómo sucede con las distintas normativas sociales que han
sufrido incontables cambios históricos, y no por esto se ha descartado una
normatividad social, aunque no esté dada en estos términos. La atención de quien
aborda este problema debe dirigirse, entonces, hacia el reconocimiento de las
condiciones de vida que determinan los usos de las palabras dentro de los juegos
del lenguaje, y de las normas que le son propias, es decir, hacia el estudio de la
aplicación de los criterios normativos de los juegos del lenguaje y su relación con
las condiciones que lo determinan y lo corroboran.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. Traducción de Alfonso


García Suarez. Altaya. Brasil, 1988.

WITTGENSTEIN, Ludwig. Tractatus lógico-philosophicus. Versión e introducción de


Jacobo Muñoz e Isidoro Guerrero. Alianza Editorial. Madrid, 2003.

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